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IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
22 mai 2004
El proceso abierto en Irlanda del Norte con los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 se encuentra hoy en una profunda crisis. Aquí no vamos a dedicarnos ahora a analizar la coyuntura irlandesa sino a intentar situarlo en su origen y desarrollo, aclarando conceptos y posiciones, especialmente desde la perspectiva de Andalucía y del resto de las naciones oprimidas del Estado español.
Irlanda
Aclarando conceptos
IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
Andalucía Libre


El proceso abierto en Irlanda del Norte con los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 se encuentra hoy en una profunda crisis. Aquí no vamos a dedicarnos ahora a analizar la coyuntura irlandesa sino a intentar situarlo en su origen y desarrollo, aclarando conceptos y posiciones, especialmente desde la perspectiva de Andalucía y del resto de las naciones oprimidas del Estado español.

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Desde Andalucía y el resto de naciones oprimidas del Estado español la percepción simplificada ampliamente dominante de los Acuerdos de Viernes Santo, ha sido hasta hoy que suponían un pacto por el que Gran Bretaña reconocía "el derecho a la autodeterminación de Irlanda del Norte" a cambio del abandono de la lucha armada por parte del IRA. Subsidiariamente, el acuerdo implicaba el establecimiento de un régimen transitorio indefinido de Gobierno autonómico bicomunal (republicano/católico - unionista/protestante) -hasta que se planteara el ejercicio de ese derecho a la autodeterminación- que afrontara entretanto una normalización democrática en la provincia. El pacto implicaba una amnistía para todos los presos políticos que aceptaran el acuerdo. Un patronazgo conjunto de Gran Bretaña y de la República de Irlanda sobre el proceso, con el apoyo de EEUU, completaba el escenario.

La valoración política habitual consecuente era que el Acuerdo era fruto combinado de tres presuntos factores encadenados:

1º. La convicción por parte del IRA de la imposibilidad de conseguir la victoria política a traves de su acción militar;
2º. La idea simétrica en el Gobierno británico de la inviabilidad de pretender la eliminación del IRA;
3º. El pretendido desinterés británico por el futuro de la provincia, que le hacia admitir el derecho a su autodeterminación.

La conclusión valorativa subsiguiente era que el Acuerdo era por tanto susceptible de ser visto como expresión de un cierto "empate" -e incluso de una victoria limitada republicana- y que podía servir por tanto de modelo, especialmente en el caso vasco. En la formación de esta opinión jugaba importante papel el contraste entre el tajante rechazo a cualquier posibilidad -presente o futura- de ejercer el derecho a la autodeterminación por parte del Estado español frente a su aceptación británica en el caso norirlandes.

No cabe negar el derecho e incluso la posible conveniencia política instrumental de utilizar aquí esta diferente posición de los estados afectados, para ilustrar la cerrazón opresiva del Estado español. No obstante, este efecto puede conllevar, por ocultación de los datos reales del proceso irlandés, un sobrevenido efecto de confusión con consecuencias inconvenientes en su lectura nacional y peninsular. Realmente, el Acuerdo lo que rubrica es el agotamiento de la estrategia que animó al IRA y al movimiento republicano -al menos desde 1969- y como mínimo, un aplazamiento de los objetivos políticos por los que combatio. Ciertamente, el nuevo estatus cambia los terminos del Régimen británico de opresión sectaria unionista en que se desenvolvió la provincia desde la partición hasta la renovación cualitativa de la lucha republicana-nacionalista en 1969, pero ni admite sus demandas esenciales ni supone nuevas concesiones cualitativas por parte británica. Para ilustrarlo, conviene repasar brevemente la historia.

La construcción británica del problema irlandés.

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Irlanda fue la primera colonia británica. En sucesivas oleadas desde el siglo XII el feudalismo ingles fue tomando paulatina posesión formal y real de la isla vecina, instaurando su dominio progresivo sobre la sociedad comunal irlandesa de base céltica. Las diversas inmigraciones inglesas fueron introduciendo en Irlanda un componente anglo-irlandés, que terminó fundiéndose en una nueva realidad irlandesa. La Revolución burguesa inglesa en el siglo XVII -primero con Cromwell y después con Guillermo de Orange- modificó los términos políticos y sociales de la relación colonial, introduciendo en la isla una inmigración de origen ingles y escocés cohesionada en torno al protestantismo como seña de identidad comunal, el predominio económico gracias al despojo de los autóctonos como soporte social y la supremacía política en la isla merced a la discriminación y la lealtad a la Corona inglesa (y a su dominación sobre Irlanda) como función política. Aunque presente en toda la isla, esta inmigración cobró predominio demográfico en algunos condados de la región irlandesa del Ulster. Gran Bretaña, como respuesta a las protestas y revueltas irlandesas y a sus necesidades imperialistas, alteró la formula de la incorporación irlandesa, anexándola al nuevo Reino Unido a principios del siglo XIX. Tras sucesivos episodios y avatares, Irlanda terminó ese siglo polarizada en torno a dos posturas: la de los irlandeses nacionalistas que demandaban su independencia o autogobierno y la de los irlandeses "lealistas", fieles a la Corona británica.

La rebelión de la Pascua de 1916 contra el dominio británico encabezada por el republicano socialista James Connolly abrió el periodo previo que conduciría a la lucha por la independencia. A finales de 1918 las elecciones al Parlamento británico en Irlanda dieron la victoria y 69 escaños al independentista Sinn Fein (47,7% de los votos a escala nacional, 24% en el Ulster); 6 a los autonomistas moderados (23% nacional) y 26 a los unionistas probritánicos (30% nacional, 60,1% en el Ulster). Los diputados independentistas renunciaron a acudir al Parlamento ingles, se constituyeron en enero de 1919 en Asamblea Nacional (Dail Eireann), proclamaron la independencia de la República irlandesa, elaboraron una Constitución provisional y el IRA inicio la lucha armada contra la dominación británica para que fueran respetados los acuerdos y la legitimidad irlandesa.

La respuesta británica fue aprobar en Londres en diciembre de 1920 la Ley para el Gobierno de Irlanda, -ya esbozada en ambientes gubernamentales británicos desde el impacto del levantamiento de 1916- dividiendo la isla en dos partes autónomas separadas, ambas bajo su soberania. "Irlanda del Norte", instaurada en seis de los nueve condados del Ulster para asegurar el predominio unionista e "Irlanda del Sur", acogiendo a los restantes 26 condados irlandeses. Los británicos concedían a este nuevo sujeto político norirlandes la capacidad de decidir en solitario y vetar por tanto la reunificación irlandesa. La determinación concreta de la frontera interirlandesa fue establecida desde Londres para blindar esa mayoría parcial construida; de ahí la exclusión de los tres restantes condados del Ulster.

El nacionalismo republicano irlandés rechazo la división impuesta desde Londres. No obstante, en plena guerra y para revalidar su apoyo popular participó en una nuevas elecciones -esta vez ya separadas- en los dos parlamentos en mayo de 1921, obteniendo en el Sur, 124 de los 128 escaños en disputa, volviendo a proclamar allí las disposiciones republicanas e independentistas de 1919. En el Norte, en unas elecciones marcadas por la presión paramilitar y bajo la protección británica, los unionistas se endosaron el 80% de los votos.

Como salida a la guerra y al bloqueo de la situación, una delegación irlandesa liderada por Griffith y Collins firmó en Inglaterra en diciembre de 1921 el Tratado por el que Londres reconocía al Estado Libre de Irlanda, con un status de dominio semejante al entonces vigente en Canadá. El nuevo Estado irlandés reconocía lealtad a la Corona británica -es decir, abandonaba su proclamación republicana-, admitía la supervisión británica en defensa y la presencia de bases navales inglesas en puertos irlandeses y aceptaba la división de Irlanda en los términos de 1920. El Dail irlandés aprobó en enero de 1922 el Tratado por 64 votos frente a 57. Este voto significaba acatar la renuncia a la República y a la unidad irlandesa. El Parlamento británico aprobó entonces la Constitución del Estado Libre. La aceptación o no del Tratado provocó entre junio de 1922 y mayo de 1923 una guerra civil irlandesa entre partidarios y opuestos, que terminó con la victoria de los favorables a su aceptación.

La división de Irlanda quedó impuesta. En el Sur, se suprimió el juramento de lealtad a la Corona británica en 1932, se abolió el puesto de Gobernador General en 1936 y se aprobó una nueva Constitución en 1937. Esta Constitución de Eire afirmaba que el territorio nacional irlandés comprendía "toda la isla, islotes y aguas adyacentes", con la reserva de que, "en espera de la reintegración de todo el territorio nacional", la legislación irlandesa sólo se aplicaría a los 26 condados. En 1938 la marina británica abandonaba sus bases en los puertos irlandeses del Tratado. En 1939, al estallar la II Guerra Mundial, Churchill ofreció a Dublin "una Irlanda unida después de la guerra", a cambio de su entrada en el conflicto. El Gobierno irlandés optó por la neutralidad como afirmación de su independencia. En 1949, Irlanda se proclamó formalmente República. Durante todo este periodo, las relaciones angloirlandesas y la pugna por afirmar paulatinamente la independencia marcaron el signo de la evolución irlandesa, sin evitar el mantenimiento de notorios lazos de subordinación económica a Londres y soportar su influencia política. El aplastamiento combinado de la resistencia republicana en el Norte -merced a la directa presencia británica- y en el Sur -a traves primero de los partidarios del Tratado y luego de los evolucionistas- llevó consigo a la instauración de un doble régimen social e ideológicamente reaccionario a ambos lados de la línea: en el Norte, con la supremacía sectaria unionista; en el Sur, con una influencia asfixiante de la jerarquía católica.

El Norte tras la partición.

Desde la partición, el Régimen unionista en el Norte se aseguró su predominio en la inventada "Irlanda del Norte" mediante el monopolio de la policía, unas circunscripciones y un régimen electoral trucados, la discriminación social y la persistencia de una legislación de excepción que amparaba la arbitrariedad represiva: detenciones y encarcelamientos sin juicio, multas, exclusiones... Portavoces del Gobierno racista sudafricano llegaron a afirmar que de disponer de los recursos que ofrecía la legislación norirlandesa no les hubiera hecho falta imponer el apartheid para asegurar la "supremacía blanca". El Parlamento unionista norirlandes de Stormont organizaba y encarnaba este régimen que permitía a Gran Bretaña controlar indirectamente a la provincia e influir decisivamente en el conjunto de Irlanda, bajo la pantalla del "respeto" a una voluntad mayoritaria norirlandesa que previamente había construido.

El 18 de Abril de 1949 el Parlamento británico aprobó la Ley de Irlanda. Allí se declaraba que "Irlanda del Norte continua formando parte de los dominios de Su Majestad Británica y del Reino Unido y por la presente se afirma que, bajo ninguna circunstancia, Irlanda del Norte ni ninguna parte de ella, dejaran de formar parte de los dominios de Su Majestad y del Reino Unido sin el consentimiento del Parlamento de Irlanda del Norte". Westminster confería a su dominio norirlandés la misma capacidad que luego ejercería unilateralmente la Rhodesia blanca o que posteriormente regalaría parcialmente a los gibraltareños con estatus colonial. Progresivamente, los irlandeses lealistas o unionistas de Irlanda del Norte irían cambiando en su autoconsideración, dejando de reconocerse como "irlandeses" para pasar a preferir verse como "británicos" (en duplicidad de motivaciones e intereses de ida y vuelta que recuerdan inevitablemente a Gibraltar). El alcance de la represión institucional vigente en Irlanda del Norte en este periodo puede mostrarse simbólicamente, recordando la Ley de Banderas y Emblemas Ilegales de 1954, que convertía en delito colocar o enarbolar en la provincia la bandera tricolor irlandesa.

En 1935-1936 y nuevamente en 1938, el IRA organizo una campaña de acciones armadas, preferentemente en la frontera interirlandesa, que fracasó por la represión combinada a los dos lados de la línea, su desenfoque político y por la atonía de la población republicana del Norte, aún impactada por su abandono por el Sur y por la omnipresente hegemonía y coacción unionista. En 1939, una campaña de bombas en Inglaterra también fracasó. Una nueva ofensiva en 1956, en forma de acciones de guerrilla rural, tampoco tuvo exito.

En 1968-1969, sin embargo, una campaña por el respeto a los derechos democráticos y civiles, impulsada por nuevas organizaciones como la NICRA y Democracy's People, consiguió remover el escenario político y social de la Provincia. El viejo e impotente Partido Nacionalista (antecedente del SDLP) que había intentado preservar algunos derechos de la población católica-republicana bajo el Régimen unionista y sin cuestionarlo -sirviendo intereses de una minúscula burguesía, de los notables rurales y de la Iglesia católica- quedó paralizado y desacreditado. La respuesta británica tomó formas combinadas de represión a traves de las fuerzas policiales y de las formaciones paramilitares unionistas. El IRA Provisional -fruto de una escisión- reanudó sus acciones para defender las protestas y los barrios de mayoría republicana del acoso.

La escalada de protestas consecuente obligó a la suspensión por Londres en Marzo de 1972 del Gobierno y el Parlamento unionista norirlandés, teniendo que recurrir a su gobierno directo sobre la provincia y al envió de más tropas británicas.

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La estrategia británica.

El 8 de Marzo de 1973, los británicos organizaron en la provincia de Irlanda del Norte, un referéndum por el que se consultaba a la población norirlandesa sobre su voluntad o no, de permanecer dentro y formar parte de Gran Bretaña. Participó el 59% del censo norirlandes. El 41% lo boicoteo, siguiendo las indicaciones del SDLP, el IRA, Sinn Fein y de la izquierda socialista republicana. Como era previsible el 99% de los participantes se pronuncio favorable a la opción británica. El rechazo del movimiento republicano a esta consulta "a la gibraltareña" se argumentaba por la desigualdad entre las posibilidades y derechos de las opciones sometidas a consulta (que implicaban además para el sector unionista la preservación de sus privilegios sociales) y su celebración bajo control y presencia británica. No obstante, la base fundamental del rechazo a este referéndum radicaba en una oposición de principio. Los patriotas y antiimperialistas irlandeses no le reconocían legitimidad al sujeto político y al ámbito de decisión norirlandes; efectivo y actuante sólo gracias a la decisión y al amparo británicos. Para el movimiento republicano irlandés, el ámbito democrático de decisión era el conjunto de la nación irlandesa, rota como consecuencia primero del colonialismo directo británico y luego de la partición impuesta por Londres. Desde su punto de vista, era en toda Irlanda donde sólo podía y debía decidirse el nuevo modelo político y social de la nación irlandesa, dando fin a los regímenes surgidos al Norte y al Sur de la raya creada por la partición.

En Mayo de 1973 el Parlamento británico aprobó una nueva Ley para Irlanda que restablecía una asamblea norirlandesa con elección proporcional y un Gobierno autónomo, designado de entre los diputados electos por el ministro británico encargado de Irlanda del Norte. Los unionistas y el SDLP apoyaron el nuevo estatuto. En Noviembre de 1973, unionistas, SDLP y la Alianza (un partido que se pretendía por encima del problema nacional) aceptaron formar un Gobierno tripartito. Entre el 6 y 9 de Diciembre de 1973, ese Ejecutivo norirlandes designado participo en una Conferencia Tripartita organizada en Sunningdale por los Gobiernos de Londres y de Dublin. En ese encuentro, el Gobierno derechista de la República de Irlanda -en contradicción con su propia Constitución- aceptó formalmente el principio de que Irlanda del Norte formara parte de Gran Bretaña hasta que una mayoría del electorado de la provincia decidiera lo contrario y se declaro dispuesto a intensificar su colaboración antiterrorista. El escándalo en Irlanda fue mayúsculo, obligando al Gobierno de Dublín a volver sobre sus compromisos. Por otro lado, el sector unionista más extremo ni siquiera admitía la presencia subordinada del "desleal" SDLP en Belfast. Orangistas y paramilitares organizaron a traves de sus sindicatos una Huelga general de protesta que duró 15 días y obligó a los unionistas a abandonar el Gobierno y hacerlo caer en mayo de 1974. Volvió el gobierno directo británico y una administración de facto unionista. En 1980 el Gobierno Thatcher intensificó sus relaciones intimas con Dublin.

Consecuencia aplazada de esta presión fue en 1984 la celebración en el Sur del llamado Foro por la Nueva Irlanda. En ese evento, las tres fuerzas políticas fundamentales de la República -Fine Gael, Fianna Fail y Laboristas- aceptaron públicamente las tesis británicas, uniéndose así al norirlandes SDLP. Los implicados admitían que el consentimiento de la mayoría de la población de la provincia era condición previa para afrontar la consumación de una Irlanda unida.

Asi quedo abierto el camino para que el 15 de Noviembre de 1985, en el castillo de Hillsborough, cerca de Belfast, residencia del ministro británico para Irlanda del Norte, los primeros ministros Thatcher y FitzGerald firmaran el Acuerdo Anglo-Irlandes. A cambio de reconocer a la República de Irlanda el "derecho a presentar opiniones y propuestas" sobre la administración del Norte, especialmente en materia de seguridad, prisiones y orden publico -es decir, a colaborar en el mantenimiento del Régimen británico-, Gran Bretaña obtenía que la República irlandesa declarara en un nuevo Tratado que "Todo cambio en la situación de Irlanda del Norte podrá producirse únicamente con el consentimiento de la mayoría del pueblo de Irlanda del Norte y el deseo actual de una mayoría del pueblo es que no haya ningún cambio". Otra consecuencia fue una mayor colaboración en la acción policial y un apoyo político mutuo entre Londres y Dublin. Gerry Adams, portavoz del Sinn Fein, todavía cinco años después del acuerdo seguía opinando así al respecto: "Es un disparate el argumento de la necesidad del consentimiento de esta minoría nacional [refiriéndose a los unionistas], elevada a rango de mayoría en un Estado no democrático, creado artificialmente, para que tenga lugar cualquier tipo de cambio constitucional" (The Irish Times, 17/11/1990). Mientras tanto, en Irlanda del Norte seguía la actuación del IRA, la represión paramilitar y policial unionista... En 1981, diez militantes del IRA morían en huelga de hambre, haciendo famoso internacionalmente el nombre de Bobby Sands. Entre 1982 y 1986, Londres intentó consolidar sin éxito una nueva asamblea consultiva con la colaboración del SDLP.

Camino del acuerdo

Durante 1993 conversaciones exploratorias secretas entre las diversas partes, terminaron conduciendo a la Declaración de Downing Street del 15 de Diciembre de los premiers John Mayor y Albert Reynolds en la que los gobiernos británico e irlandés reafirmaban que ambos apoyarían "los deseos de la mayoría del pueblo de Irlanda del Norte con respecto a sus preferencias en favor de la unión con el Reino Unido o de una Irlanda unida soberana". El 31 de Agosto de 1994 el IRA declaraba "el cese completo de sus acciones militares". Las negociaciones en curso combinaron acompasada y paralelamente la resolución de las cuestiones ligadas a la actuación del IRA (y de los paramilitares unionistas) con el diseño del modelo político resultante del acuerdo. El 9 de Febrero de 1996 el IRA rompió su tregua a consecuencia de diferencias surgidas durante el proceso.

El 30 de Mayo de 1996, se realizaron elecciones para constituir un Foro consultivo norirlandes que legitimara la presencia de fuerzas políticas en la mesa de negociación. El unionista UUP obtuvo el 24,4%, el SDLP nacionalista moderado el 21,4%; los unionistas extremistas del UDP, el 18,8%; el Sinn Fein subió de su 11% habitual al 15,5% y la liberal Alianza se quedó en el 6,5%. En julio de 1997 el IRA restableció su tregua y en septiembre el Sinn Fein se incorporó de nuevo públicamente al proceso. En octubre, una asamblea del IRA rubricó su apoyo.

Tras diversos y complejos avatares, se llegó a un acuerdo que desarrollaba el Marco para el futuro, acordado por Londres y Dublín en 1995.

El Acuerdo del Viernes Santo (Abril de 1998) establecía que el IRA y los paramilitares tenían dos años para entregar o desactivar su armamento, plazo en el que concluiría la excarcelación de todos los presos. Se establecía una Asamblea legislativa autónoma norirlandesa de 108 diputados, electa mediante representación proporcional (seis electos por las 18 circunscripciones diseñadas). La asamblea elegiría un Comité Ejecutivo de doce miembros, proporcional a su vez a la composición de la Asamblea (lo que abría la posibilidad de que hubiera "ministros" norirlandeses del Sinn Fein en Ejecutivos compartidos con unionistas). Las decisiones adoptadas requerirían doble mayoría para hacerse efectivas: mayoría en el bloque unionista y mayoría en el bloque nacionalista. Esto implicaba previamente la formación de bloques de adscripción comunitaria, practica en la que los británicos ya tienen histórica experiencia (India, años 20; Chipre, etc). El futuro de la policía norirlandesa RUC -un declarado instrumento represivo unionista- quedaba al amparo de los trabajos de una comisión. La República de Irlanda eliminaría los artículos 2 y 3 de su Constitución en los que se recogía la reivindicación del Norte y reconocería la doble identidad y ciudadanía irlandesa y británica de la población norirlandesa. El acuerdo sería ratificado por referendums simultáneos en el Norte y el Sur el 22 de Mayo. Los plebiscitos fueron apoyados por el 74% de los votantes del Norte y por el 94% del Sur.

Después del Acuerdo

Seis años después, aunque no se ha reanudado la lucha armada, el modelo político surgido de los acuerdos va acumulando crisis y suspensiones y aun dista de haberse estabilizado. De hecho, los unionistas siguen conjugando en la practica su tradicional doble veto: veto a la unificación irlandesa y veto a la igualdad de los no-unionistas, ambos elementos claves para la pervivencia de su identidad sectaria, además nuevamente relegitimada y adecentada con los Acuerdos al ponerla en pie de igualdad con la identidad nacional irlandesa laica. El mecanismo de representación garantizada comunal -presentada como un seguro para la "minoría" nacionalista- ha vuelto a actuar como mecanismo de congelación vertical de las fracturas heredadas. La tutela británica persiste, dificultando las nuevas condiciones de su ejercicio la posibilidad de reorientar las líneas de polarización política y social. El Acuerdo ha disminuido asimismo el impacto en el Sur de la situación del Norte, aunque el cese de la lucha armada en el Norte haya permitido asimismo al Sinn Fein en el Sur desarrollar funciones de oposición más global y menos monotemática que con anterioridad, cuando su discurso se reducía casi en su totalidad a la cuestión antirepresiva y a la solidaridad con el Norte. El estancamiento pareciera como si hiciera depender el futuro norirlandés sólo de un doble proceso político y demográfico: la sustitución del SDLP por el Sinn Fein como representante mayoritario en el campo nacionalista y las esperanzas en las consecuencias de la progresión demográfica vegetativa nacionalista.

Las ultimas elecciones celebradas en Irlanda del Norte (noviembre de 2003) para su Asamblea han constatado nuevas correlaciones. El unionismo extremista del DUP ha subido hasta el 25,7% (30 escaños); el Sinn Fein se ha colocado en el 23,5% (24); el unionista UUP, antaño hegemónico en su campo, se ha quedado en un 22,7% (27); el moderado SDLP obtiene el 17% (18 esc.); la liberal Alianza, 3,7% (6); otro unionista radical, el PUP 1,2% (1) y otro más, UKUP, 0,8% (1). Lo que da un 51,6% unionista frente a un 40,5% nacionalista , pero con predominio del Sinn Fein. En escaños, 59 frente a 32. Por lo que toca a la República de Irlanda, el Sinn Fein obtuvo en mayo de 2002 un 6,5% y 5 escaños en el Dáil Eireann.

Conclusiones

Reconocer que el Acuerdo de Viernes Santo no fue una victoria del movimiento republicano irlandés (o lo que es lo mismo, que fue una derrota atenuada, un repliegue ordenado o como quiera denominársele) parece obvio a poco que se miren los objetivos inicialmente propuestos y los resultados realmente alcanzados. Reconocerlo, asimismo, tampoco significa postular la continuidad o recuperación de la estrategia que tenia como eje la actuación del IRA y que había dado manifiestas muestras de sus limitaciones y agotamiento a la hora en que fue sustituida por la vigente. Sin entrar en mayores detalles analíticos o criticas sobre la política y evolución del Sinn Fein y del resto del movimiento republicano, parece cierto, sin embargo, que al menos, la aceptación de los hechos y los cambios producidos permitió la posibilidad de una resituación, saldar los costes heredados y con todo ello facilitar la apertura de una ventana de disputa de futuro, trasladando la acumulación política tan trabajosamente ganada (o una parte de ella) a un nuevo escenario. El Acuerdo de 1998 implicaba aceptar (aunque no acatar) la derrota de 1922 y trabajar políticamente sobre las condiciones creadas a partir de ella, modificadas obviamente por decenios de lucha y conflicto. Esto es lo que significa aceptar la llamada "autodeterminación" norirlandesa.

Las semejanzas y a la vez las diferencias con nuestra compleja escena estatal saltan a la vista.

De entrada -algo que suele olvidarse- la secesión norirlandesa y la reunificación irlandesa no entrañan para Gran Bretaña los mismos efectos demostrativos y peligros de contagio y escalada inmediata que para el Estado español (con todo lo que conllevan los progresos actuales de las causas nacionales en Gales y especialmente en Escocia). Gran Bretaña puede sobrevivir a la unidad irlandesa. Cabe preguntarse: ¿podría sobrevivir y por cuanto tiempo España a la independencia de una de sus naciones oprimidas?. El imperialismo británico -a diferencia del españolismo- tiene toda una tradición y una sobrada experiencia en el uso combinado de la porra y de la urna, de ahí sus diferentes practicas y actitudes en torno al concepto de autodeterminación.

Tampoco cabe olvidar que la legitimidad histórica contemporánea de la reivindicación irlandesa -que ha servido para vivificarla por noventa años- arranca de unas elecciones ganadas en 1918 -con el 47,7% de los votos, es decir, con menos del 51%, por cierto- que, a partir de ahí, han dado soporte y autoridad a diversas formas de lucha y resistencia. Tambien cabe recordar que, desde ese punto de origen, junto a periodos de acción armada minoritaria -con muy diferente efecto y resultado- ha habido otros, en las que esta se ha suspendido y por largo tiempo.

Otro dato trascendente es que no cabe la neutralidad liberal o el escapismo falsamente socialista ante lo que puede denominarse "conflicto de identidades". La autoconsideración unionista es esencialmente tan irrecuperablemente reaccionaria en Irlanda como la española en Andalucía y de igual modo que no cabe un "unionismo progresista", tampoco es posible un "españolismo de izquierdas"; sea directamente, con revestimiento cosmopolita o incluso con una pose formalmente autodeterminista planteada como rodeo para volver a encerrarnos en un corral español (sea de cualquier color). Lo que no obsta para que, desde el lado republicano o nacional, sea necesaria también la pugna paralela por establecer los perfiles de un modelo alternativo nacional de contenidos socialistas contrapuesto frente a otras propuestas reaccionarias, burguesas o clericales. Esta contraposición es valida incluso en escenarios distintos y diferentes; siendo inherentes a naciones que comparten su cualidad de ser construidas no desde el Estado sino frente y contra el Estado existente. El unionismo -como el españolismo- sólo se merecen "tolerancia cero", desde la conciencia de su condición alienante intrínsecamente reaccionaria y han de ser combatidos política, social, cultural y economicamente con la misma constancia y multipolaridad que las concepciones capitalistas, patriarcales, clericales o aristocráticas. Nada tienen que ver el unionismo o el españolismo con la solidaridad, cuando son su misma negación. Nada tienen que ver con la fraternidad ni el internacionalismo, cuando llevan consigo adheridas la opresión condensada de centurias de miseria, desprecio y explotación. La pedagogía en ese combate puede cambiar, adaptándose a las respectivas fuerzas y circunstancias, pero en ambos casos, no se puede cejar en el objetivo de derrotarlos.

En cualquier caso, la experiencia irlandesa sigue siendo buena fuente nutricia para múltiples reflexiones y debates.

Publicado en:
ANDALUCIA LIBRE nº 227
jueves, 11 de marzo de 2004

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Comentaris

pequeña reflexión sobre las identidades colectivas
23 mai 2004
Muy ameno, pero cuidadin los de andalucia libre porque hay quienes no os consideran un movimiento independentista legítimable, ya sabeis, por culpa de no tener un idioma propio como los catalanes o los vascos.

Y es que esto de los "nacionalismos" es un asko. Seas andaluz, catalan, español, ulsteriano, palestino, israelí, amerikano,colombiano, panameño, barcelones del forum, chino, tibetano, mongol, filipino, tamil, kurdo, turco, serbobosnio,serbocroata,serbio a secas, montenegrino,kosovar, albanokosovar, albanés a secas,rumano,rumano-transilvano,lituano, letonio, estonio, moldavo, bielorruso o ruso normal y corriente,checheno de Pútin, checheno de Masjadov, vikingo islandés, vikingo noruego,vikingo danés, vikingo sueco y finlandés, lapón sin derecho a la autodeterminación, bereber discriminado,marroquí descafeinado,saharaui en pie de guerra, tuareg alcoholizado, indigena de las Vanuatu atontado, aborigen australiano anestesiado, inglés manipulado por el srBlair, alemán standarizado, francés chauvinizado, italiano berlusconizzzado, amazónico con arco, garimpeiro con escopeta retractil, zulú amigo de mandela, zulú enemigo de mandela, indió de la india, indio de otras partes del mundo, judio del FMI, uzbeko del mar de aral desecado, gitano del albahicín, espermatozoide de una probeta u óvulo sencillamente, ..en una madre de alquiler.
Re: IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
23 mai 2004
El mundo es un asco. Suicídate.
Re: IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
23 mai 2004
No creo que se haya de suicidar nadie.

Hay algun@s que ante una parodia de algo reaccionan biliosamente, como si fuera algo personal que va con ellos.

Quien quiere sucidarse suele tener un problema grave, pero quien quiere que se suiciden los demàs ..ejmm; en fin. No hace falta seguir la tonteria.

kraM
Re: IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
23 mai 2004
Ostres! em surt el nick colorejat i en forma de link a més a més!.

Dons de conya. Aprofito per donar un consell que no fa mal a ningú:

Quien quiera ver destacado su nick en indymedia ya no hace falta que se pongan niks en mayúsculas o simbolos jeroglícos sacados del juego de la oca. Que se ponga un nombre capitalista comercial y marchando!

Bé indymedia, bé! ole per els tècnics que s'han currat aqeusta filigrana.
Re: andalucia y postre.
23 mai 2004
visca Andalucia llibre i catalanparlant!
postres x todos.
Re: IRLANDA Y LA AUTODETERMINACIÓN
23 mai 2004
http://www.lahaine.org/b2/articulo.php?p=3475&more=1&c=1

Independentismo mejor que nacionalismo

x Grupo Ikaria - [23.05.04 - 21:31]
17ª Entrega de "Tradición Libertaria y Luchas de Liberación Nacional". [ver entrega anterior aquí]


3. - LIBERACIÓN NACIONAL

3. 5.- INDEPENDENTISMO MEJOR QUE NACIONALISMO

Optar por el término “independentismo� en lugar del de “nacionalismo� responde a diversos criterios. En principio, no consideramos el nacionalismo necesariamente opuesto al internacionalismo. De hecho, el segundo sólo se puede entender – ni que sea etimológicamente – como una ampliación del primero. La exaltación de la propia nación no es un obstáculo para la exaltación de las otras naciones, aunque nuestro objetivo no es exaltar nada, sino liberar algo que se encuentra reprimido. Todo y con eso, no defendemos el fenómeno “nación� en bloque, porque en tanto que fenómeno poblacional, presenta dentro suyo todas las contradicciones de las sociedades clasistas. En el capítulo 2º hemos opuesto cultura popular a cultura burguesa, teniendo en cuenta que ambas pueden ser “catalanas�, y además, aquí oponemos el individuo disidente al viejo mundo, teniendo presente que también ambos pueden ser “catalanes�. Además, dado el peso que tiene la burguesía catalana dentro del estado español, el viejo mundo “catalán� es muy grande, y nuestro antagonismo social con ella lo suficientemente pronunciado, como para que nos distanciemos del “nacionalismo� y nos acerquemos al concepto de “independentismo�, entendido en su contenido más ruptural y más de autoafirmación del poder.

Hablar de naciones opresoras y de naciones oprimidas es una falacia. Existe una opresión nacional que se manifiesta desde la marginación del idioma hasta la interiorización de un patriotismo estatalista, pero es erróneo globalizar toda la comunidad nacional como opresora u oprimida. Dentro de cada comunidad nacional existe un antagonismo social, de tal manera que el estado central no es la expresión de la supremacía de una nación sobre las otras, sino que es el instrumento de todas las clases dominantes que se encuentran dentro del estado, para mantener su dominación social.

La perpetuación del estado español no se debe al mito de “Madrid� o a una hipotética “clase dominante española�. Se debe a una alianza entre las diferentes clases dominantes (burgués catalán, terrateniente andaluz...) que son las auténticas inspiradoras del estado y las responsables del colonialismo interior. La burguesía catalana no es la víctima del estado español, sino uno de sus puntales más firmes. Es por ello, y no únicamente desde una perspectiva de revolución social sino también de liberación nacional que nuestro enemigo prioritario es la burguesía catalana.

En este contexto, el papel jugado por el regionalismo burgués en el paso del capitalismo-fascista al capitalismo-democrático es paralelo al jugado por la izquierda parlamentaria y la izquierda aspirante a parlamentaria. Es decir, a partir de la exaltación de algunos aspectos folclóricos o puramente nominales de la realidad catalana, ha absorbido a un importante sector de la masa media conformista (“clases populares�, etc) y ha canalizado su descontento hacia “una participación catalana dentro de España�.

El regionalismo burgués se ha revestido de nacionalismo y toda una colección de escritores y políticos demagogos con acceso a la prensa y a los medios de comunicación nos ha bombardeado y escopeteado con declaraciones de defensa de Catalunya, “somos una nación�, etc. Bajo toda la fraseología, no obstante, hay lo mismo de siempre: el autonomismo como solución para la continuidad de “España�, la exaltación regional como superación del antagonismo social, la fragmentación de los Paisos Catalans... la burguesía catalana, como toda burguesía, tiene por ideología el capitalismo, nunca la nación. Si en un momento dado le puede ser útil fingir que tiene por ideología la nación, lo hace. Pero lo hace mezquinamente: no tiene ni el empuje de las burguesías liberales europeas del s. XIX que reclamaban la separación política; la burguesía catalana es españolista.

Los diputados y senadores regionalistas resumen muy bien esta postura en un manifiesto realizado el año 1909, ante los hechos de la Semana Trágica (106 muertos, 1725 procesos militares, 5 penas de muerte ejecutadas): “Cómo ciudadanos de un país en que las instituciones representativas abren el camino a la ordenada manifestación de la voluntad y de los sentimientos populares, como catalanes enamorados de nuestra tierra, condenamos la violencia contra las personas y contra las propiedades para mayor irrisión en nombre del pacifismo... protestamos que se haya elegido para perpetrar estos atentados el momento en que nuestro ejército lucha heroicamente para sostener en una campaña exterior, la dignidad y el futuro de España� (1). La burguesía regionalista, con una mano adula el electorado local y con la otra al gobierno central. Observad como después del 23-F, el presidente de la Generalitad Jordi Pujol ponía especial énfasis en reafirmar la españolidad de Catalunya, en sus discursos por otras “comunidades autónomas�.

(1) Manifiesto de senadores y diputados regionalistas, “Nuestra protesta�, en el Correo Catalán de 19-08-1909
Sindicat Terrassa