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ETA señala que en esta "nueva etapa política" es hora de poner en práctica el derecho de libre determinación en Euskal Herria
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per una |
22 mai 2004
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La organización armada vasca ETA ha remitido un comunicado a Euskadi Irratia en el que señala que "nos encontramos ante una nueva etapa política" que, a su juicio, puede suponer "otra oportunidad" tras el "fracaso" de la vía estatutaria. Por ello, Euskadi Ta Askatasuna insta a defender el derecho de autodeterminación. |
GARA.net-. ETA considera que, en la actualidad, "nos encontramos ante una nueva etapa política" que puede suponer otra "oportunidad" tras el "fracaso" de la vía estatutaria. Por esta razón, tras rechazar los proyectos de reforma estatutaria, insta, en un comunicado remitido hoy a Euskadi Irratia, a defender el derecho de autodeterminación.
En su texto, redactado íntegramente en euskara, ofrece su voluntad de lograr un acuerdo que "respete los derechos de Euskal Herria".
Para la organización armada vasca, "nos encontramos ante una nueva etapa política", que, en su opinión, supone "una nueva oportunidad".
Así, muestra su "absoluta voluntad para que, a través de la recuperación de ese derecho, pactemos y encontremos una solución entre todos".
"Entre todos podemos dar una respuesta apropiada a esta oportunidad o podemos perderla, porque no hay voluntad de que se respeten los derechos de los pueblos, el futuro nos dará el testigo", agrega
Señala que "es hora de defender el derecho de autodeterminación" amparado por las leyes internacionales. Según manifiesta, Euskal Herria "no necesita una segunda vuelta (...) que se está intentando poner en marcha con la colaboración de los regionalistas".
Por ello, Euskadi Ta Askatasuna señala que, después de lo que ha dado el autonomismo estatal, "sería una gran irresponsabilidad que en el momento actual, sin ir al fondo del conflicto, se impusiera una solución falsa": Quienes apostaran por "esa nueva imposición en favor de intereses personales tendrían sobre sus espaldas una gran responsabilidad de cara al futuro", en opinión de la organización armada.
Tras recordar la estrategia que el PP ha desarrollado en el Gobierno español alude a la época del Ejecutivo de Felipe González.
Señala, en este sentido, que tanto la estrategia del PSOE como la del PP han fracasado respecto a Euskal Herria.
En su mensaje, Euskadi Ta Askatasuna critica a quienes se han "beneficiado" de la ilegalización de Batasuna.
ETA reitera su apuesta por la "ruptura democrática" basada en el derecho de autodeterminación y manifiesta que la opción política de la independencia de Euskal Herria "se ha mantendido estos años" gracias a la presencia y la labor de la izquierda abertzale.
Asimismo, ETA advierte a los Estados español y francés, "que son los que pisan nuestro pueblo", de que "si siguen por el camino acual, la lucha en favor de la liberación de Euskal Herria les responderá con firmeza".
A su juicio, "a los que viven cómodos bajo el Estado español y francés, porque ello les beneficia, les gustaría repetir la jugada, aplicar la misma receta que no sólo ha traido el incremento del sufrimiento y el alargamiento del conflicto". |
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Comentaris
Re: ETA señala que en esta "nueva etapa política" es hora de poner en práctica el derecho de libre determinación en Euskal Herria
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per lorenzo |
22 mai 2004
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El conflicto vasco, una visión desde la historia política
José María Lorenzo Espinosa
Dossier publicado en Herria Eginez nº81 (2000)
Desde otro punto de vista, podemos decir que la historia es -sobre todo- conflicto, y conflicto histórico es todo aquello que no ha sido resuelto o que se ha resuelto mal en el tiempo pasado. De este modo, lo que hoy llamamos conflicto vasco, problema vasco, violencia política en Euskal Herria… procede en realidad de una serie de acontecimientos históricos cuyo origen se remonta al siglo XIX –aproximadamente, al periodo de 1839 a 1876- con derivaciones posteriores como la creación de un movimiento nacionalista y la fundación del PNV o el surgimiento de un independentismo radical en los años veinte, la intervención vasca en la guerra española del 36 o la aparición de ETA y de una izquierda nacionalista en los años sesenta, antes de la transición y el periodo autonómico actual.
Legitimación
Para cumplir el objeto de este artículo, partimos de una hipótesis: España, o el Estado español como tal, no está legitimado en la vida política vasca por la mayoría de los ciudadanos y ello se debe a que hay algo heredado de la historia pasada que hace imposible este reconocimiento. Se trata de algo sin resolver, o mal resuelto, de lo que deriva directamente el actual conflicto. La pregunta que a partir de estas consideraciones podíamos hacernos es: ¿están de acuerdo los vascos actuales en su mayoría con la situación de dependencia política de un Estado que nunca han legitimado directamente?
Frente a esta cuestión encontramos la tesis nacionalista, según la cual los vascos habrían gozado, hasta el siglo XIX, de una soberanía o forma de autogobierno satisfactoria. Este modelo político, cuyo símbolo legal serían los Fueros o Leyes Viejas, incluía la relación con el resto de los pueblos peninsulares, basada en el reconocimiento explícito que la Corona hacía de ella mediante la Jura de los Fueros y en el control que sobre este reconocimiento realizaban las propias JJGG y Diputaciones vascas. Cuando el Gobierno español rompió esta relación, entre 1839 y 1876, los vascos entendieron que se trataba de una injerencia o abuso de poder intolerable. En todo caso, una imposición facilitada por una ocupación militar que, desde entonces, no ha sido suspendida e impide que los vascos puedan desarrollar una vida política propia y unas relaciones normalizadas con sus vecinos. Y esta falta de legitimación o de identificación de una mayoría de los vascos con España se debería a la convicción de formar parte de un Estado que no hemos elegido libremente, y que históricamente ha impedido la autodeterminación y el desarrollo de la soberanía vasca.
Desde el punto de vista político y social, siguiendo esta argumentación, lo más característico y relevante de los últimos cien años de historia vasca lo constituye la aparición y desarrollo de un movimiento nacionalista. Este movimiento tiene diversas vertientes, pero un objetivo común que coincide con el programa fundacional nacionalista. Que no es otro que obtener la independencia de los territorios vascos, actualmente incluidos en los Estados francés y español.
La existencia de este movimiento, y de los partidos y grupos que en él participan, es una prueba objetiva de que en el caso vasco hay una nación impedida. Pero lo más curioso y contradictorio resulta de la circunstancia de que, en tanto este movimiento no actúe de forma armada o radicalmente independentista, los Gobiernos españoles lo aceptan y legitiman. Es decir, mientras el nacionalismo vasco sea inocuo y no ataque frontalmente a la unidad de España, comportándose como un mero regionalismo, es aceptado en el juego constitucional español.
Por lo tanto, desde esta perspectiva, y para una lectura política de la historia y del nacionalismo vasco, el hecho fundamental lo constituye la toma de conciencia nacional vasca y su organización en forma social y política, desde finales del siglo pasado (1882), después de la ruptura que tuvo lugar como consecuencia de la abolición de los Fueros vascos en 1876 por parte del Gobierno español. Esta abolición, según la versión del nacionalismo vasco, representa un caso de intervención ilegítima y sin precedentes en toda la historia anterior. La gravedad e importancia de este hecho, que se puede medir perfectamente por la repercusiones, no suele ser subrayada o reconocida suficientemente por la historia oficial, ni en la historia académica que se enseña hoy en las propias universidades vascas. Y, evidentemente, muchísimo menos en las españolas. Sin embargo, si hay algo muy claro es que desde entonces la historia vasca se divide en un antes y un después irreconciliables, cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. Por eso es imprescindible conocer aquellos hechos, siquiera en sus aspectos principales, valorarlos, enjuiciarlos y saber cómo influyeron en el desarrollo político, social y cultural del pueblo vasco y en las relaciones con sus vecinos.
El fuero y el contrafuero
Los datos sobre enfrentamientos, forcejeos, disputas bélicas, resistencias de diverso tipo… entre los territorios vascos y el espacio político castellano-español son abundantes hasta el siglo XIX. Se trata de la lucha política y militar por los bienes materiales, por las herencias nobiliarias, por la renta del sistema, en suma, pero también estos datos indican la existencia de movimientos populares de resistencia contra el centralismo reflejado en exigencias tributarias, levas militares… En general, representan una tenaz oposición a integrarse en el conjunto político y fiscal y a los planes de unificación de Austrias y Borbones, con los que se iba constituyendo el Estado español desde la llamada Edad Moderna.
En absoluto existía entonces lo que hoy llamamos conciencia nacional, y los vascos a buen seguro se sentían miembros que pertenecían a una misma comunidad, junto a los otros pueblos peninsulares. Pero los enfrentamientos y los documentos que a ellos se refieren indican ya que había un embrión de pueblo diferente y, sobre todo, una práctica de soberanía y autogobierno frente a las pretensiones del Estado, aunque los vascos no conocieran todavía el concepto nacional. En general, aquellos enfrentamientos tenían como eje el acoso y defensa de un sistema de leyes y costumbres, llamado Fuero o Fueros, utilizado por los habitantes de los territorios vascos como instrumento legal de su independencia político-legislativa y como muro defensivo ante las aspiraciones tributarias y ambiciones territoriales del centralismo estatal. El sistema foral era, en todo caso, el modo legal por el que los vascos se venían rigiendo desde fechas antiguas, cuyo origen histórico no se ha podido determinar y conviene calificarlo de "inmemorial".
Consistía en una serie de preceptos generados de forma consuetudinaria a partir de las necesidades económicas, políticas y sociales de los afectados. Cada territorio vasco, cada provincia de hoy, tenía su Fuero y sus instituciones independientes, que al mismo tiempo eran independientes entre sí. Lo que no impidió el desarrollo, sobre todo desde el siglo XIX, de una autoconciencia de pueblo, de una misma cultura y lengua o un mismo sistema de soberanía independiente respecto a Castilla-España. El sistema foral incluía también la aceptación nominal de un jefe militar o protector, un señor político, un rey… En definitiva, una figura eminente y militar o políticamente poderosa a quien se rendía vasallaje y al que se ayudaba con donaciones, tributos… y del que a cambio se obtenía protección.
En el caso vasco la designación de señor recaía tradicionalmente en el monarca que ocupaba el trono castellano, normalmente el más poderoso del entorno. Este rey, a cambio de ser aceptado como tal, juraba a su vez defender, respetar y hacer respetar las leyes vascas. Por su lado, los representantes de los territorios vascos se comprometían a estudiar las peticiones de ayuda de los monarcas y, en su caso, a realizar entregas económicas, pago de algunos impuestos, o incluso envío de tropas para colaborar en las necesidades imperiales españolas. Los nacionalistas llamaban a esta relación "Pacto con la Corona".
Se podría decir que se trataba de un caso clásico de lo que en Europa se llamaba vasallaje feudal, en el que los débiles pagaban a los poderosos para no ser acosados por estos mismos y de ese modo lograban sobrevivir, pero con la particularidad de que el contrato se hacía entre iguales, con mutuo reconocimiento político y cada parte conservaba su capacidad legal, su soberanía política y su territorio. Contra las peticiones reales, las instituciones vascas sostenían a veces la fórmula de "obedecer y no cumplir". Es decir, a los territorios aforados les quedaba el recurso de emplear la llamada fórmula de contrafuero para no ceder a las exigencias del Estado cuando se consideraban abusivas o que vulneraban la soberanía foral. En el caso contrario, cuando las Diputaciones o Juntas aceptaban las presiones centrales y se avenían a establecer impuestos y otras medidas, que los ciudadanos consideraban injustas, tenían que afrontar duras protestas populares: los sangrientos motines conocidos en la historia vasca como "matxinadas", en los que participaban campesinos y trabajadores urbanos celosos de sus derechos forales agredidos.
Capacidad de autogobierno
El origen histórico de esta relación foral era diverso según los territorios. Pero lo más importante, en todos los casos, era que los vascos en su conjunto –a pesar de ser nominalmente súbditos de los reyes castellanos o de contribuir al pago de su protección- guardaron siempre la capacidad de autogobierno y la vigencia de sus leyes propias, que no podían ser intervenidas por el rey de España. De este modo, las leyes y disposiciones españolas no tenían vigencia en los territorios aforados y no afectaban a los vascos, salvo que fuesen aceptadas expresamente. Este sistema foral se mantuvo en pie a pesar de los acosos centralistas, incluso tras la llegada al trono español de la Casa Borbón, a principios del siglo XVIII, después de la guerra de Sucesión en la cual los vascos apoyaron las pretensiones de los franceses. Las leyes vascas fueron respetadas, mientras en el resto de los antiguos reinos –excepto Portugal- iban perdiendo su capacidad de autogobierno.
Esto quiere decir que, durante el siglo XVIII y parte del XIX, las exenciones vascas eran el último obstáculo para rematar la formación estatal española. Hasta entonces, los Fueros representaban una práctica de soberanía política y social, mirada desde el resto peninsular con recelo y crítica porque se creía un privilegio respecto a los demás territorios españoles. Los Fueros constituían, según el punto de vista del Estado y de la mayor parte de sus súbditos, un privilegio y una particularidad que había que suprimir. Se producía un error de apreciación, más tarde corregido por el nacionalismo. La conciencia autónoma sobre el derecho y la práctica de los Fueros –cuyos orígenes concretos se desconocían- se había perdido y se suponía que estos derechos forales eran concesiones y privilegios otorgados por los señores feudales o reyes castellanos, similares a los llamados fueros de fundación de villas, vigentes también en otros pueblos y ciudades peninsulares.
Es decir, hasta la aparición del nacionalismo, los vascos estaban convencidos de que eran unos españoles particularmente "privilegiados" por estar exentos de pagar impuestos al Estado, libres del servicio militar obligatorio, contar con aduanas propias…
El nacionalismo de Sabino Arana
Esta visión será afrontada y corregida con la lectura nacionalista de los fueros. Para el fundador del PNV, Sabino Arana, aunque los Fueros compartían el mismo nombre no eran como los otros fueros o cartas fundacionales concedidos a villas y ciudades españolas. En el caso de los Fueros vascos, a diferencia de los demás, no había constancia de su origen señorial ni real español y, por lo tanto, el nacionalismo vio en ellos una auténtica Constitución autóctona, un sistema de Leyes propias y un reglamento inmemorial con el que se regían los vascos, desde antes de la existencia de cualquier reino hispánico. El mismo Sabino Arana propuso el cambio de la denominación de Fueros por Lagi Zarrak (Leyes Viejas) que habrían sido, según esta versión, una legislación soberana elaborada a lo largo de los siglos por los habitantes del territorio vasco, sin injerencia ni concesiones de otro poder. De esta forma, los Fueros adquirían su carácter de testimonio de la independencia histórica de los vascos. Por tanto, leyes autónomas en el sentido kantiano del término, y no privilegios que se podían suprimir a capricho de otros estados o monarcas.
Lo que sucedió en el siglo XIX fue que, tras una serie de guerras dinásticas entre pretendientes al trono español –las llamadas guerras carlistas-, los vascos incorporados en su mayoría en uno de los bandos fueron derrotados. Ocasión bien aprovechada por el Gobierno español de Cánovas para proceder a la abolición unilateral de los Fueros, cuando los territorios vascos estaban bajo un estado de ocupación militar, con unos 50.000 hombres movilizados y sin posibilidad de reacción. La abolición se produjo en forma escalonada, con las intervenciones legislativas de 1839, 1841 y 1876. Estas intervenciones fueron posibles sobre todo por el resultado de estas guerras, pero también por la ayuda que el Estado recibió de la propia burguesía vasca interesada en una unión efectiva con el mercado español.
No obstante, lo cierto es que l abolición de 1876 produjo un descontento popular notable, reacciones políticas desde distintos sectores y un excelente caldo de cultivo social para el surgimiento del nacionalismo vasco. Hubo manifestaciones, embajadas a Madrid y protestas generalizadas, que el Gobierno español trató de amortiguar con la concesión de una serie de beneficios fiscales –el llamado Concierto Económico hoy rehabilitado- que satisfizo las aspiraciones de las oligarquías económicas, pero que fue insuficiente para evitar la frustración popular y el nacimiento de un nacionalismo que, con algunas modificaciones, es el que ha llegado hasta hoy.
El nacionalismo vasco actual es el nacionalismo de los hermanos Arana Goiri, dividido y actualizado según diferentes interpretaciones. Este nacionalismo en su origen es, sobre todo, fruto de una reflexión política sobre la crisis foral por parte de un sector sensible ante la pérdida de la soberanía legislativa vasca, y que podemos encuadrar entre las reacciones populares de fin de siglo provocadas por el ascenso político de la burguesía. El nacionalismo vasco fue en sus inicios, y tal vez todavía lo sea, un movimiento popular y populosa, sin una definición o referencia clasista sólida. O por decirlo mejor, con una definición interclasista, en el que después de la muerte del fundador surgieron disputas por la ortodoxia ideológica y otras luchas internas por el poder. En estas luchas, las diferentes clases trataron de definir la nación y el nacionalismo desde sus intereses socioeconómicos, dando lugar a varios tipos de nacionalismo.
Pero al margen de la orientación clasista de la construcción nacional, la ideología nacionalista vasca tiene el mismo punto de partida que cualquier otro nacionalismo: la percepción de que su territorio, su vid política, su cultura y su lengua están siendo colonizadas por otro pueblo. Y que su territorio es ocupado por dos Estados, Francia (1789) y España (1839).
Bajo esta consideración, los nacionalistas defienden que Euskal Herria tiene derecho, como mínimo, a la soberanía política y legislativa anterior a la abolición foral. Una soberanía que, desde este punto de vista, era equivalente a la independencia formal respecto a España, aunque suponía también el reconocimiento de su rey. Los nacionalistas vascos creen, en todo caso, que tienen derecho a verse libres de la imposición española y francesa. Teniendo en cuenta estas circunstancias, el nacionalismo vasco de ahora y de siempre, sea en la versión que sea, aspira a la independencia de los territorios vascos y a la recuperación de la soberanía para sus decisiones políticas.
La burguesía por España
En los años del siglo XIX en que surge el nacionalismo, la situación vasca se puede definir como de quiebra absoluta. Se constata un retroceso acelerado de las características de la etnia vasca, con pérdida de la lengua, presión sobre la cultura y, sobre todo, un proceso de integración económica en el entorno español que la revolución industrial y los intereses mercantiles de la propia burguesía vasca estaban intensificando. Se produce, entonces, una contradicción decisiva para la suerte de la independencia vasca. Mientras el campesinado o las clases urbanas consumidoras sufren los efectos de la abolición foral, con destrucción de la economía antigua, elevación de impuestos, ruptura del mercado semiautárquico, obligación del servicio militar y desaparición del comercio franco de aduana… la burguesía comercial, industrial y financiera apoyará esta misma abolición para ampliar su mercado, importar el excedente castellano de mano de obra barata y hacer coincidir las fronteras vascas con las españolas.
La necesidad de disponer de un mercado amplio y un precio único –con un cerco comercial proteccionista para ese mercado, o de los pedidos de un Estado en desarrollo- hacen que las perspectivas de esta burguesía se identifiquen cada vez más con el espacio mercantil estatal rechazando el anterior aislamiento foral, al que consideraban perteneciente al viejo modo de producción feudal y, por tanto, un obstáculo para su propio desarrollo material.
La unidad peninsular (salvo Portugal) será ya un hecho en el último tercio del siglo XIX, con el cierre comercial de la nueva frontera española, con un Estado único, una moneda única, una ley única y un ejército único, asociaciones empresariales y partidos políticos únicos. También hay una clase obrera con mayor movilidad, procedente del excedente campesino español, que cubre la demanda industrial en Cataluña o Euskadi. Y un sistema financiero de monopolio asentado con la llegada de capitales indianos, procedentes de la expoliación de México, Cuba, Venezuela, Filipinas… Este teatro de operaciones, bajo la hegemonía del capitalismo, necesitaba un correlato unitario indispensable: una misma lengua, una instrucción y una cultura únicas. La burguesía industrial y financiera impondrá también su ley unificadora en lo cultural, educativo y lingüístico. Y la doctrina liberal burguesa o la historiografía que la representa, de acuerdo con estas circunstancias, van a considerar al nacionalismo vasco un intento regresivo, identificado con intereses rurales reaccionarios o con los sectores integristas católicos perjudicados por la revolución burguesa.
Las aspiraciones nacionalistas de los vascos son presentadas, desde entonces y hasta hoy, como opuestas al progreso de la historia que, según esta versión, pasa necesariamente por la construcción de España y la desaparición de los pueblos peninsulares sin Estado. Este progreso se mide a través de los intereses de la alianza política, social y económica que en España consolidan desde mediado el siglo XIX las viejas clases nobiliarias terratenientes, la burguesía industrial, comercial o minera y los indianos repatriadores de capitales desde las colonias. De este modo, la ocasión histórica para constituirse como nación se evaporó para los vascos, sobre todo porque el grupo hegemónico burgués adoptó en el siglo XIX la patria española como patria económica, política y cultural.
Euskal Herria fue abandonada entonces por su propia burguesía, y vio como los vascos enriquecidos, la clase ascendente, optaban por España. La expresión histórica de esta frustración fue la desaparición de los Fueros. La consecuencia y contrapeso de ella, el desarrollo de una teoría nacionalista que buscará en la separación de España y de Francia la condición indispensable para la propia supervivencia.
La situación actual
Aunque haya transcurrido bastante tiempo desde aquellos años del siglo XIX, la situación actual es heredera directa de los problemas suscitados por el trauma de la abolición foral. La integración de lo que podemos llamar nación vasca inconstituida en el entramado nacional español y francés sigue siendo forzada, incompleta y contestada. Este es el problema latente del último siglo y no ha hecho sino agravarse. Todos los sucesos internos o externos a esta situación, incluida la organización de sectores vascos no nacionalistas, la resistencia común antifranquista, la lucha armada de ETA, la aparición de una izquierda nacionalista, la desaparición de Franco y las reformas de 1978 o el modelo autonómico del Estado actual no han podido solucionar este problema.
La propia presencia y persistencia de un partido nacionalista, de reivindicaciones vasquistas en Ipar Euskal Herria y de otros grupos independentistas que, al margen de estrategias particulares, mantienen en sus programas el objetivo final de una construcción nacional vasca, indica hoy la existencia de una cuestión nacional pendiente. Si aceptamos la realidad nacionalista en Euskal Herria, avalada por los partidos que en los últimos veinte años han sido mayoría electoral en el sur, y si consideramos el hecho de que sus propuestas políticas no se identifican con ningún proyecto de Estado español ni francés, debemos aceptar que hay algo nacional vasco sin resolver.
Es obvio que el Estado español, y todos sus gobiernos, niegan esta circunstancia o los derechos en que se apoya, tratándola como un mero problema de descentralización administrativa y fiscal. Pero lo cierto es que si no hubiera un problema nacional vasco, no sería posible la existencia de un movimiento nacionalista consolidado, nacido hace más de cien años y que no ha cesado de crecer desde su fundación. Que además incluye entre sus opciones un grupo que practica la lucha armada desde 1958 y con el que se identifican muchos independentistas. Esta situación, por mucho que se quiera relativizar, tiene como referencia fundamental la imposibilidad histórica de los vascos de constituir una nación libremente sola o, si se quiere, libremente asociada a las demás.
La forma de identidad de cualquier nacionalismo es la nación. Pero, en la legalidad constitucional española vigente, aunque se reconoce a los nacionalismos, se niegan sus naciones. Así los nacionalistas vascos, catalanes, gallegos… si quieren existir legalmente se ven obligados a ser al mismo tiempo nacionales españoles. Es decir, a vivir políticamente una contradicción irreconciliable.
Los vascos no existen
Debemos subrayar esta situación: constitucionalmente el nacionalismo vasco es legal, porque dentro de la "indisoluble unidad de la Nación española" (art. 2 de la Constitución española) se reconocen la existencia de nacionalidades. Pero estas nacionalidades y este nacionalismo no tienen una nación correspondiente, ni derecho nacional de autodeterminación.
Así que, de acuerdo con la Constitución de 1978, hay algunos ciudadanos que forman una nacionalidad vasca y están autorizados a organizar partidos nacionalistas, pero sus objetivos son imposibles de cumplir porque sólo pueden autodeterminarse como españoles. Por tanto, los vascos no existen legalmente como tales. No son sujeto de ningún derecho político nacional que no sea el español, porque está claro que la Constitución sólo incluye el derecho de autodeterminación para el pueblo español, que es el sujeto único de la soberanía nacional (art. 1-2 C.E.) aunque esté constituido por todas las nacionalidades del Estado, que al mismo tiempo integran una sola nación: la española. La Constitución, desde luego, no explica por qué una sola nación puede estar constituida por varias nacionalidades.
Se suele pasar por alto estas cuestiones y responder con el argumento de que los vascos ya se han autodeterminado a través de un referéndum autonómico, aunque en el caso de la CAV previamente habrían rechazado la Constitución y los navarros no votaron su Ley Foral. Pero concretamente, la aprobación estatutaria –en el supuesto de la CAV- fue sólo de 831.000 votos (un 51% del censo). Mientras, hubo también un 48% de abstenciones –644.000 electores, entre ellos la izquierda nacionalista- y otros 47.500 votos más negativos. En este aspecto hay que tener en cuenta que sólo podemos hablar de una legitimación indirecta y ligeramente mayoritaria (51 contra 48). No parece que esta circunstancia sirva para legitimar sin más la unión de los territorios vascos a España. Lo cierto es que, mientras no se lleve a cabo una consulta de autodeterminación, el Estado español permanecerá sin pasaporte democrático en Euskal Herria, por muchos Estatutos, Amejoramientos, elecciones generales y otros tipos de votaciones que se realicen. Porque su presencia, como sostienen todos los nacionalistas de ahora y de siempre, procede de una intervención militar y de la ilegítima abolición de los Fueros.
Justicia
Por todo ello, la historia puede aportar algo al presente. La historia ayuda a responder a la pregunta de cómo y por qué se produce el conflicto vasco, quiénes son los responsables históricos, cuáles son las posiciones de cada uno, a quién hay que dar la razón o negársela, a quién hay que exigir responsabilidades y reconocimientos. Si los datos históricos que conocemos hoy son ciertos, en un momento determinado del siglo pasado en los Estados vascos o Euskal Herria se produjo una pérdida de capacidad política y de soberanía graves, por culpa de la inferencia española y francesa. Por más que esta inferencia fuera aceptada por algunos, carecía de cualquier justificación histórica o política. Esta crisis condujo a un sometimiento de la mayoría de los vascos, mientras otros se convertían en sus beneficiarios. En todo caso, dio origen a al reacción política que llamamos nacionalismo, cuyos objetivos fundacionales se mantienen todavía sin alcanzar.
La frustración y la conciencia histórica de ser un pueblo impedido, que no ha podido desarrollar libremente su lengua y su cultura, o transformar en libertad sus formas políticas y sociales, está todavía muy viva entre los vascos de hoy y procede directamente de aquella pérdida. Aunque los nacionalistas puedan estar divididos y defender soluciones políticas diferentes –que van desde el colaboracionismo con el Estado a la lucha armada- o puedan apostar por modelos socioeconómicos distintos –como el capitalismo neoliberal, el cooperativismo, el socialismo o la socialdemocracia bienestarista-, lo cierto es que hay una especie de sustrato nacional frustrado que les une todavía y les identifica históricamente.
Mientras no se corrija esta frustración, mientras no se haga justicia reparando los efectos de la abolición de las libertades vascas, mientras se mantenga la dependencia vasca de leyes y derechos de otros pueblos, es difícil que haya unas relaciones políticas normales. Esto significa que el camino de la verdadera paz, la solución del conflicto que ha producido tantos miles de muertos desde el siglo XIX, pasa por el reconocimiento total de la identidad, territorialidad y los derechos históricos vascos por parte de los Gobiernos español y francés, y la aceptación de que los vascos puedan ejercer el derecho a autodeterminar su estatus político.
Sin duda, esto parece difícil mientras la actitud de los Estados y las clases dominantes vascas, españolas o francesas siga siendo la misma o muy parecida a la del siglo pasado. Es decir, se sostenga un colonialismo encubierto, con la disculpa de que algunos vascos prefieren pertenecer a España o Francia. Por eso, para que pueda realizarse un futuro en paz y en armonía duradera, dentro de ese proyecto de comunidad que se llama Unión Europea, es preciso que los Estados reconocieran la historia como fue y dieran los primeros pasos necesarios para restaurar el daño causado por su intervención desde 1789 y 1839 hasta hoy, que es la verdadera culpable de la situación política. |
Re: ETA señala que en esta "nueva etapa política" es hora de poner en práctica el derecho de libre determinación en Euskal Herria
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per nuria |
23 mai 2004
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"Ha quedado también de manifiesto el fracaso de la estrategia promovida por el PNV y por EA, que abandonaron el Pacto de Ajuria Enea para, de acuerdo con ETA y EH, poner un precio político al abandono de la violencia. Ese precio consistía en la imposición de la autodeterminación para llegar a la independencia del País Vasco".
Aquestes ratlles pertanyen al text del "pacte antiterrorista" i llegint-les queda clar el sentit del que van firmar el PP i el PSOE el desembre de 2000. El pacte antiterrorista es va engendrar en el context de la vergonyosa ofensiva dels espanyolistes contra els sobiranistes bascos. És per això que està pensat i escrit perquè el firmin el PSOE i la dreta espanyola i prou, com un acord bilateral entre els dos partits. Aquella ofensiva va proporcionar-nos imatges com la de l'acte conjunt dels líders del PP i del PSE, Jaime Mayor Oreja i Nicolás Redondo Terreros, al Kursaal de Sant Sebastià uns dies abans de les eleccions basques. Com se sap, l'espanyolisme (dit també constitucionalisme o no-nacionalisme) va fracassar estrepitosament. Redondo Terreros va haver de deixar el seu càrrec i Mayor Oreja es presenta com a candidat a les europees.
Malgrat això, dimecres passat l'irònic Rajoy i el dialogant Zapatero ratificaven solemnement el pacte sense tocar-ne ni una coma. |
Re: ETA señala que en esta "nueva etapa política" es hora de poner en práctica el derecho de libre determinación en Euskal Herria
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per m |
23 mai 2004
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Sorprendente las tonterias juntas que se leen en el mismo sitio. Premisas falsas..., que si españolismo = no-nacionalismo, ...
Es el problema que teneis los nacionalistas, transformais en demonio al que no comparte vuestro nacionalismo... y no veis que haceis lo mismo que PP y PSOE con su otro nacionalismo....
En fin... |
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