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Comentari :: globalització neoliberal : fòrum 2004 : immigració : laboral : pobles i cultures vs poder i estats
Catalunya és bacelona
20 mai 2004
Conferencia de Miquel Amorós en el centro social ocupado La Ópera, de L'Hospitalet de Llobregat, 14 de mayo de 2004.
"I creixes i t'escampes; quan la planície et manca
t'enfiles a les costes doblant-te a llur jaient;
en totes les que et volten un barri teu s'embranca,
que, onada sobre onada, tu amunt vas empenyent."
(Jacint Verdaguer, A Barcelona)


Hablar de Cataluña solamente tiene sentido en pasado. Como lugar que integra realidades diversas --ciudades, pueblos, espacios naturales y actividades varias-- en una realidad histórica cualitativamente superior, con una cultura y un estilo propios, "nacionales", ha dejado de existir. Cataluña es un territorio exhausto, parasitado por una insoportable megalópolis, que, al concentrar todo el poder económico y político, pronostica la lluvia y el buen tiempo mejor que los meteorólogos. Hace mucho tiempo que la oposición entre una Cataluña rural y una Cataluña urbana dejó de manifestarse. No hay Cataluña rural porque no queda agricultura en Cataluña; incluso la actividad industrial que recibe ese nombre no representa más que el 1'8% del total. La ruralidad es anecdótica; Cataluña entera, o es urbana, o es un decorado paisajístico de lo urbano. Todos sus habitantes son idénticos, comen y visten igual, conducen los mismos coches, ven los mismos programas de televisión y se divierten de la misma manera; el modo de vida barcelonés se ha impuesto apenas sin variaciones. No hay ciudades con una dinámica independiente, ni siquiera Tarragona o Lleida; todas son complementos o sucursales. La región metropolitana --la Barcelona real-- concentra el 80% de la población catalana. La mano de Barcelona es larga; todo el territorio catalán gravita en torno a ella y está a su servicio; todos los lugares habitados son barrios suyos (literalmente, la mitad de Cataluña es usada como segunda residencia por los habitantes de la metrópolis). En consecuencia, el territorio es consumido sin reparos; sus recursos, esquilmados; su riqueza biológica, aniquilada; su belleza, explotada y destruida.

Un místico sensible como Verdaguer detectó el fenómeno en el siglo XIX, es decir, en los inicios de la Cataluña burguesa, pero su irreversible generalización no tuvo lugar hasta el periodo comprendido entre 1959, año de la primera línea de Alta Tensión que conectaba Iberduero con la red catalana (y del Plan de Estabilización), y 1976, año en que vio la luz el Plan General Metropolitano, que vino a regular la expansión de Barcelona y a delimitar su cinturón industrial, merced al establecimiento de una normativa y de una nueva zonificación. Con el Primer Plan de Desarrollo (1963), Barcelona dejó de ser solamente un centro del mercado interior para convertirse en la puerta de entrada del capital exterior. Al entrar en sintonía con el sistema capitalista europeo, el franquismo hizo de Barcelona la capital económica de España. Muchas grandes firmas se establecieron y usaron la ciudad como plataforma de penetración en el mercado español. Gracias a la alianza del Estado y las oligarquías financieras con el empresariado catalán, se implantó un modelo desarrollista basado en la gran industria, la agricultura intensiva y el turismo de costa. Las consecuencias no se dejaron esperar: la petroquímica desecó y salinizó el Camp de Tarragona; la agricultura tradicional fue eliminada de la Plana de Lleida, primero, y a continuación de todo el país; las primeras autopistas empezaron a desmembrar el territorio mientras las mercancías peligrosas circulaban alegremente, como más tarde demostraría la tragedia del camping de Los Alfaques; las instalaciones hidroeléctricas del Pirineo se completaron, las centrales térmicas se adaptaron al fuel y en 1972 se construyó la primera central nuclear de Vandellós; mientras que a la par, se producía una oleada migratoria hacia el área de Barcelona y la costa, atraída por la oferta de trabajo. Alrededor de la ciudad surgieron polígonos y suburbios dormitorio para albergar el aluvión de trabajadores desarraigados del campo español. La expansión descontrolada de Barcelona y de otras áreas urbanas provocó todo tipo de problemas derivados tanto de la motorización general y de la escasez de equipamientos, como del suministro de agua o de la abundancia de residuos. La apertura de accesos a la ciudad la partieron en dos. Las aguas del Ter hubieron de trasvasarse hacia Barcelona, mientras ya se hacían proyectos con las del Ebro, y en 1974 se inauguraba el macrovertedero de El Garraf. En fin, la "modernización" despedazó y contaminó el territorio catalán más que en cualquier otro momento de la dominación burguesa.


Una consecuencia social del desarrollismo, fue la formación de una nueva clase obrera que se radicalizó al calor de las luchas asamblearias de 1972-78. La industrialización trajo la proletarización, y la proletarización, la conciencia de clase. La transición política, desde la "ruptura pactada" al pacto de La Moncloa y el Estatuto de los Trabajadores, sirvió para desactivar dicha conciencia y reducir el enérgico proletariado catalán a un amasijo social atomizado y sin empuje. Por lo demás, la guerra que libraba el capitalismo contra el territorio siguió igual bajo el signo democrático, una vez recuperada la "identidad" catalana. De hecho, en el periodo de la transición económica que alcanza hasta las Olimpiadas de 1992, se produjo una fusión entre los intereses políticos y los económicos sobre la base del desarrollismo anterior, lo que se tradujo en más devastación, mediante diversas planificaciones que retomaban viejos proyectos franquistas y elaboraban otros nuevos del mismo signo, como el "minitrasvase" hacia Tarragona, el embalse de El Catllar, los nuevos vertederos e incineradoras, la ordenación de costas según un modelo intermedio entre Lloret y Ampuriabrava (que dejó por el camino más de cuarenta puertos deportivos y más de cincuenta campos de golf), la térmica de Cubelles, las centrales nucleares de Ascó y el Eje transversal. Por otro lado, dicho capitalismo hubo de efectuar importantes cambios estructurales debidos a la crisis industrial, en perjuicio de los trabajadores. Barcelona se terciarizaría; las industrias, expulsadas en su mayoría a la primera corona metropolitana, se cerraron o trasladaron a cualquier parte, mientras se acentuaba el proceso de suburbanización. Los barrios antiguos perdían habitantes al tiempo que los elevados precios de las viviendas y la escasez de oferta de alquiler expulsaban a los trabajadores de la ciudad, muchos barceloneses, no necesariamente de la burguesía, fijaban sus residencias en las afueras, principalmente en la segunda corona. El trabajo se volvía más y más precario, mientras que sucesivos pactos sociales volvían la contratación "flexible" y el despido, barato. El carácter obrero de Barcelona desapareció en pocos años y los barceloneses empezaron a cortarse todos del mismo patrón mediocre. Barcelona dejó de crecer en 1975 y perdió habitantes a partir de 1980. Sin embargo, en el mismo periodo 1976-92, el área metropolitana duplicó en superficie ocupada. En parte debido a las infraestructuras viarias (entre 1990 y 1993 se pusieron en funcionamiento el túnel de Garraf, el túnel de Vallvidrera, los nudos de la Trinidad y Les Glòries, las rondas, las "potes" sur y norte, y la autopista del delta del Llobregat) y en parte a la intensa actividad edificadora de los promotores inmobiliarios. Desde que en 1986, coincidiendo con la entrada de España en la Comunidad Europea, Barcelona fue designada sede de los Juegos Olímpicos, la urbanización fue frenética. Sólo entre 1988 y 1990 se construyó cerca de un millón de metros cuadrados de techo residencial. Los Juegos Olímpicos fueron la coartada de la especulación. El precio del metro cuadrado subió verticalmente, trasladándose el fenómeno a toda la conurbación. En un contexto de crisis, la construcción y el turismo se convertían en el motor de la economía. Así, mientras la población se estabilizaba, el cemento avanzaba favorecido por la apertura de nuevos ejes viarios y por las pérdidas bursátiles. Los lugares de trabajo y de consumo se separaban, alcanzando la movilidad de la población niveles nunca vistos. Y a la vez que los accesos a Barcelona se colapsaban todos los días al empezar o terminar la jornada laboral, el supermercado de la esquina daba paso a las grandes superficies comerciales. El Pryca de El Prat, Baricentro de Barberà del Vallès e Hipercor representaron un modelo de abastecimiento que se generalizaría en los años noventa. Todo el mundo trabajaba en un sitio, vivía en otro, hacía sus compras en un tercero y pasaba los fines de semana en un cuarto. En 1990 un 21% de la población de la región metropolitana tenía una segunda residencia y las de Tarragona, Lleida y Girona empezaban a imitarla desparramándose por los alrededores. Y mientras éstas ciudades formaban modestamente su propia conurbación, otras entraban a formar parte de la Gran Barcelona: Granollers, Sabadell, Mollet, Terrassa, Martorell, Mataró, Vilanova.... Las que no eran absorbidas, quedaban fuertemente interrelacionadas. El balance de la transición económica dejaba una Cataluña más desforestada, más urbana --más barcelonesa--, menos productiva, más turística, y por lo tanto más dependiente, más uniforme y mejor integrada en la masiva vulgaridad del modo de vida consumista.
El periodo entre comprendido entre los eventos de 1992 y 2004 ha sido el de los mayores cambios y peores efectos nocivos. La clase dirigente en Cataluña, reformada en el periodo anterior, se hará cada vez más "occidental" merced a los pactos con las multinacionales. El capitalismo nacional deseaba verse plenamente integrado en el internacional. Después de los fastos del 92, dicha clase estaba mal posicionada ante la mundialización de los intercambios financieros y los récords de productividad hechos posibles por las nuevas tecnologías. El crecimiento del producto interior bruto catalán se ralentizó desde entonces con relación al resto de España. Barcelona había perdido liderazgo económico y tenía que competir desventajosamente con Madrid, Valencia y otras capitales. Un montón de obstáculos dificultaban la incorporación a la economía "sin fronteras": la falta de infraestructuras suficientes y el peso todavía importante de una industria mayormente familiar, basada más en la mano de obra barata que en la calidad del producto. Con la sensación de no haber hecho todos los deberes, la elite politicoeconómica apostó por acelerar el proceso de transformación y completar la destrucción del territorio, a fin de subir al carro de la globalización en primera clase. Cataluña se desvanecía como realidad económica. Por primera vez se hablaba simplemente de Barcelona, a la que se quería convertir en "la Rotterdam del Mediterráneo", el centro logístico del Sur de Europa. El "déficit fiscal", y por consiguiente, la reforma de los impuestos, será el caballo de batalla de la catalanidad. Por lo pronto, al no disponerse de suficiente inversión estatal, la construcción volvió a calentar los motores de la economía. Desde 1997 los promotores se lanzaron sobre el terreno, estimulados por la subida constante de precios de las viviendas. Entre 1970 y 2003 se habrá construido más en Cataluña que en los 2000 años anteriores de historia. El éxodo rural se detuvo con la expansión de las segundas residencias; las tres cuartas partes de los trabajos creados en los noventa tenían que ver con ellas. Los complejos lúdicos de las afueras como Montigalà y los parques temáticos como el de Port Aventura (inaugurado en 1995), indicaban que el ocio y la diversión pasaban a ser una industria de una fuerza trivializadora terrible. La antigua Cataluña agraria se volvía una versión fin de semana de la región metropolitana. La movilidad se convertía en el gran problema, pero no por el hecho de estar la población cada vez más dispersada en el continuum urbano, aunque ello no fuera desdeñable (a cada puente o fiesta salen de Barcelona 300.000 automóviles; el catalán pasa una media de tres horas diarias dentro del coche), sino por el enorme incremento del tráfico de viajeros, ejecutivos y mercancías que iban a ocasionar los flujos de la globalización. Por eso las carreteras fueron uno de los objetivos estratégicos de la Generalitat, que en 1995 elaboró su plan correspondiente; nuevas autovías, autopistas y variantes se fueron construyendo a lo largo de esos años (Barcelona-Sabadell-Terrassa, Barcelona-Mataró-Pallafols, Nacional II entre Barcelona y Lleida, etc.), destripando montañas y arrasando patrimonio. Quedaron pendientes, primero, un nuevo eje transversal, del que forma parte el conflictivo túnel de Bracons, que al comunicar Vic con Olot, servirá para desviar el tráfico pesado hacia la frontera por el centro, aliviando la ruta habitual por Girona y El Vallès; segundo, el llamado Cuarto Cinturón, especie de M-40 encargada de soslayar --¿por cuánto tiempo?-- la conurbación barcelonesa. El Tren de Alta Velocidad, la ampliación del puerto de Barcelona y la del aeropuerto --en vistas a la cual se ha desviado el cauce del Llobregat-- constituirán el resto de infraestructuras estratégicas destinadas a convertir Barcelona-región en un monstruo urbano con un alto grado de accesibilidad.

Movilidad significa en último término hormigón, lo que a su vez quiere decir, residuos, energía y agua, factores que limitan los procesos urbanizadores. En 1999 la Cataluña urbana producía nueve millones de toneladas de basuras, con tendencia a aumentar a mucho mayor ritmo que el porcentaje de incineración o reciclado. La instalación de industrias expulsadas de las ciudades, los vertederos y las plantas incineradoras son para algunos pueblos ex rurales la alternativa a la despoblación, así que sus gentes suelen ser menos beligerantes con la contaminación y los desperdicios, aunque no siempre; la revuelta de la Conca de Barberà en 1990 y la protesta de Cardona en 1997 son ejemplos de lo contrario. En otras partes, la capitalización de las formas de producción agropecuarias ha roto la simbiosis entre la agricultura y la ganadería, ocasionando excedentes de heces y demás inmundicias. Cataluña, que es la comunidad con mayor producción cárnica del Estado, produce al año 800.000 metros cúbicos de purines. Las montañas de excrementos y los ríos de orines han contaminado las aguas de más de trescientos municipios, sin que por ahora sea posible acabar con tanta porquería (todavía hoy, más de diez mil granjas no disponen de ningún sistema de eliminación). A pesar de que se intenta el reciclaje y la recogida selectiva, y de que muchas voces reclaman al Estado una normativa estricta --una especie de "nueva cultura de la mierda"--, la solución parece consistir en crear un mercado de la basura, como se va a crear un mercado de la energía o del agua. Sin embargo, aunque se convierta la basura en mercancía, es decir, en parte de la economía, no deja de ser un problema y una amenaza, sólo que ese problema y esa amenaza tienen precio, o sea, que pueden ser rentables. Por lo que respecta a la energía, el consumo se incrementó en más del 70% entre 1986 y 1999, en gran parte a causa del peso creciente del sector servicios y de algo tan simple como los acondicionadores de aire, ejemplo que ilustra la estandarización de la existencia mejor que los teléfonos móviles, pero se prevén mayores incrementos para cuando entre en funcionamiento el TAV y el mercado único de la energía, lo que ha obligado a terminar una de las mayores obras faraónicas, el pantano de Rialb en el Segre, a fusionarse las eléctricas Fecsa y Enher y a pugnar por la construcción de parques eólicos, térmicas de ciclo combinado y líneas de alta tensión, como la que conectará con la red francesa y la que pasa por Les Gavarres y surte a La Costa Brava. El negocio, sin embargo, parece que está en el transporte más que en la producción, de ahí la relativa flexibilidad de las empresas y la administración respecto a las centrales térmicas o nucleares, y la intransigencia en torno a las líneas. Y en cuanto al agua, la necesidad es tanta que la regulación mayor de las cuencas hidrográficas agostará todo el territorio. Paralizado el trasvase Ebro-Barcelona previsto en los dos últimos planes hidrológicos nacionales, un nuevo plan nos va a traer desaladoras, y algún que otro embalse. Se esperan fuertes inversiones cuyo resultado será una mayor mercantilización del agua. El agua no es ya algo sagrado ligado a la vida, un preciado bien público, sino una mercancía, un objeto de la acción empresarial. El agua es propiedad privada y al final solamente tendrán derecho a ella quienes puedan pagarla: los complejos residenciales que la necesitan para regar sus zonas ajardinadas, los propietarios de adosados con piscina trasera, los dueños de campos de golf, los cultivos bajo plástico, etc. Como el crecimiento urbano y el desarrollo económico no tienen fin y no hay más agua que la que cae, su demanda no podrá jamás ser satisfecha, y acabará siendo un producto de importación, embotellado, trasvasado o llevado en cisterna. Si el agua ya no brota por ensalmo de los agotados acuíferos, manará del mercado.

Desconfiemos del poder que fragmenta y destroza el territorio porque es la causa insondable de la muerte: su pasión por crear es ante todo pasión destructora. Cuando la megalópolis tiraniza su entorno y lo transforma en "zona logística", acuchillándolo y despedazándolo, no deja de asombrar que el discurso de sus dirigentes se vuelva ambientalista. La publicidad y la política revelan un lenguaje de la mercancía fuertemente ecologista, como obedeciendo a la necesidad de disfrazar con palabras biensonantes lo injustificable. Alcanzado un cierto umbral, la destrucción ha de disimularse tras una cortina de humo verde. Por eso, detrás del circo cultural con el que se pretende cubrir la oscura operación urbanística conocida como Fòrum 2004 están empresas tan respetuosas con la naturaleza como Coca Cola, Nestlé (responsables de numerosos crímenes medioambientales) o Endesa (uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero en Europa), y tan pacíficas como Indra (fabricante de armas) o Agbar (acaparadora de agua). Además, el mercado global hace posible la exportación de la nocividad. Y es que, al igual que permite deslocalizar la industria y la producción de alimentos, hace posible la "desterritorialización" de las refinerías, las centrales nucleares, los embalses y los vertederos, sentando las bases de una sostenibilidad aberrante compatible con un urbanismo totalitario. El Fòrum ilustra a la perfección el caso, en tanto que retazo de un supuesto "Estado Ecológico del Bienestar" pagado con la especulación inmobiliaria. Sólo que se asienta sobre una enorme depuradora que no se come sus residuos, y que justo detrás del kitch tecnológico fotovoltaico funcionan dos centrales térmicas. La división mundial del trabajo hace que en relativamente poco espacio se produzcan alimentos y ropa suficientes para dar de comer y vestir a todo el planeta. Sucede lo mismo con la energía, el agua y el almacenaje de residuos. La única condición imprescindible para que el sistema funcione de esta manera es una circulación fluida y veloz de mercancías. La movilidad es la clave. El futuro de nuestra actual clase dirigente reside a fin de cuentas en las infraestructuras. Esas son el verdadero negocio, y por consiguiente, su verdadero punto débil. Allí donde conviene aplicarse.

This work is in the public domain

Comentaris

Re: Catalunya és bacelona
20 mai 2004
Molt interessant, gràcies Walter. Una pregunta, qui és en Miquel Amorós? PUc llegir alguna altra cosa seva en algun lloc?

Gràcies (si respons)(sino ja te les havia donat... és broma)
Re: Catalunya és bacelona
20 mai 2004
Olot es la Garrotxa home.
Aaaahh !
Re: Catalunya és bacelona
20 mai 2004
L'escrit, coincideixoamb el d'aquí sobre que és molt interessant, però crec que és només la 1era part. La 2ona hauria de tractar de les solucions que es poden aplicar, cosa molt més difícil ja que no podem utilitzar recursos històrics.
I amb ànim de contribuïr, només assenyalar que hi ha una série de gent que entenem la defensa del poble català com la defensa d'una forma de viure,d'una llengua, d'un territori, la lluita contra un sistema econòmic... que al capdavall entenem que és la forma més clara de lluitar contra la uniformització del capital. I per descomptat contra el model de gran urb que ens volen imposar que és el paisatge d'actuacions preferit pels poderosos.

Salut!
miguel amoros
20 mai 2004
hola, el miquel amoros ha escrit un llibre molt bó
"La historia de Balius y los amigos de Durruti"
de editorial Virus
GARROTXA INDEPENDENT
20 mai 2004
A Olot parlem Olotí.
Indepència, com Andorra.

Xaves Megalòmens.
Re: Catalunya és bacelona
21 mai 2004
piltrafilles tots plegats. Parleu des de l'adolescència dels sentits i potser des de la joventut inmadura. Respecto molt les vostres opinions i fins i tot estic i penso amb vosaltres però jo ja porto camí...i un canvia. I no penseu que canviar és sempre dolent o que qui canvia es capitalitza i deshumanitza.....ay tantes incongruències.....critiqueu, feu-ho però també és bona l'autocrítica. Un exemple: quants de vosaltres que teniu ideals, segons vosaltres tant valuosos, que recolzeu la lluita de boicot preventiu no tenen oberta una compte a la caixa, beu cola, etc.....no tinc gaires ganes d'escriure, estic cansat però no feu discursos revestits de floritures. Sigueu escrupulosament sincers...no és tant dolent.

Per una terra catalana universal
Re: Catalunya és bacelona
21 mai 2004
No t'enganys. Que tu t'hagis prostituit no vol dir que sigui inevitable fer-ho. Si algú té conte a La Caixa allà ell; peró el que es una tonteria miserable es utilitzar aixó per dir que res val la pena. Tothom fa el que pot. Jo tampoc tinc gaires ganes d'escriure, noiet...
(per cer, feu un cop d'ull a aixó: www.barcel0na.com)
pels interessats/es en aquest tema
21 mai 2004
(ja me'l llegire tot, lectura rapida) només dir de moment que encara que sembla que dona el punt a una serie de questions molt plantejades en algun debat darrerament, em sembla que s'equivoca en dos coses (continua sent una lectura molt progressista pero barcelonina, afectuosament ho dic):
Una de freda). No és cert que no existeixin dinamiques locals diferenciades de Barcelona. Existeixen ciutats com Girona o Figueres (o Reus, no ho conec) amb una dinamica molt pròpia i independent del que es faci o es deixi de fer a Barcelona (a més de comarques amb una idiosincracia-identitat molt forta). Fins i tot n'hi ha de dinamiques contràries (el partit antibarceloni). O tambe la pràctica d'"ignorar Barcelona" (="no han entes mai res i es pensen que el mon s'acaba entre el Besos i el Llobregat")

Una de calenta) La centralitat de Barcelona al Principat no és contemporania. No és anecdotic que el maxim senyor feudal i mandamas del pais fos el Comte-Rei de Barcelona. Hom pot trobar tambe que molts pobles de comarques del voltant eren "carrers de Barcelona" ja en epoca medieval. Aquesta centralitat te el seu costat positiu i el de negatiu.

Una de tèbia) També n'hi de dinamiques a l'inversa. O que es sino el comarcalisme exemplificable en Vilaweb o molt clarament en El Punt?
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(de tota manera em sembla que estic molt d'acord amb l'intencio critica de l'Amoros i és altament valorable que aquest tipus de text es faci des de l'area metropolitana |:-)
Re: Catalunya és bacelona
22 mai 2004
En tot cas, si alguna cosa ha de ser o no ser, a Catalunya no cal Barcelona, podria existir sense Barcelona, perque ara tampoc Barcelona es massa Catalunya, no en forma gairebe part.
Be, si no es per les deixalles als boscos -per què no es limiten a comprar els bolets al Dia?- i les platges -si pot estar sense planxa de windsurf-, les cues dels caps de setmana (les burilles s'han d'apagar dins del cotxe sino es cala foc com cada any) i els pipis als pins (els arbres són éssers vius i no elements del decorat).
AMORÓS, Las armas de la crítica
25 mai 2004
Un recull de textos. A BArcelona el podeu trobar, que jo sàpiga, a la llibreria la Rosa de Foc (c/Joaquim Costa, barcelona) i a El Lokal.

Miguel Amorós. "Las Armas de la Crítica"
Muturreko burutazioak 11., Mayo de 2004, ISBN 84-96044-45-9, 5 eu.
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Esta breve selección de concisas exposiciones (pensadas y orientadas para ilustrar el debate interno de los colectivos anfitriones) muestra la actualidad del término “texto de combate�: escribir para la práctica emancipatoria desde el compromiso social y el posicionamiento en cada una de las polémicas que éste acarrea.

Aun habiendo sido escogidos por un criterio cronológico (textos comprendidos entre mayo de 2002 y febrero de 04) y primando aquellos considerados inéditos (dando por hecho su previa y libre circulación en los ámbitos militantes en formatos reprográficos o digitales), con todo, podemos resaltar en ellos varios temas recurrentes: la tecnología como lenguaje e ideología, el tren de alta velocidad como máximo exponente de la sinrazón tecnológica y excusa de reordenación del territorio, la traición de mayo de 1937 como culminación de la separación entre ímpetu revolucionario y burocratización del aparato de las organizaciones anarco-sindicalistas, la volatilidad del nuevo tipo de protesta surgido tras el bluff de la “antiglobalización�, incapaz de crear momentos disruptivos, así como la urgente necesidad de entroncar el rechazo a la barbarie cientista en la tradición emancipatoria libertaria.

De este modo, “Las Armas de la Crítica�, es un buena guía para repasar las tensiones militantes y los campos de intervención social de nuestro presente más inmediato.
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Textos incluidos en el presente volumen:
Lo real ilusorio, La insoportable levedad de la protesta contra la guerra, Primero de mayo fiesta contra el trabajo, Tesis de Mayo 1937, Tecnología y disolución de clases, La trastienda del TAV, Los Historiadores contra la Historia, Primitivismo y Revolución, ¿Qué es el TAV?, Ser gobernado es ser controlado, Urbanismo y Orden, Tecnología y Sociedades de Control.
Sindicato Sindicat