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Notícies :: corrupció i poder : mitjans i manipulació |
Proceso al terrorismo... y al periodismo
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per Jaime Richart |
27 abr 2004
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El otro dÃa hablaba de que soy partidario de escuchar poco hacia el exterior, a los listos oficiales, a los necios ilustraÂdos, a los conoceÂdores de todo y sabios de nada, y a los conocedores de su especialidad que casi siempre son quieÂnes menos saben verdaderamente del asunto...; que en camÂbio sà creo que hemos de esforzarnos en escucharnos a nosotros mismos, a nuestro instinto cada vez más estragado y más atrofiado por el consumo o por la frusÂtración del conÂsumo, por la inÂformación y la desinformación, por las avaÂlanchas y el vérÂtigo, por las mil formas del zapÂping y por el aturdiÂmiento que, como una fatalidad, nos proÂcura esta culÂtura en decaÂdencia en cuya virtud a duras peÂnas podeÂmos escuÂcharnos, ni pensar y menos meditar...; que sà hemos de afiÂnar el oido para percibir el murmullo de la Naturaleza moriÂbunda que todavÃa nos avisa de los peÂligros graves, de peligros que no barruntaÂmos porÂque hemos perdido el senÂtido preciso y sutil para interpretar sus claves...
Pues bien, “escuchandoâ€? cada dÃa a los periodistas espeÂcialistas en las televisiones, leyendo (otra forma de escuÂchar) a esos mismos u otros periodistas en los medios no alternativos, podemos oir un persistente ritorÂnello. Se trata de una cantinela: el “terrorismo islámicoâ€?. Nombre y apellido, sustantivo y adjetivo. Perfecto. Una cantinela que tañe en nuestros oÃdos como cada dÃa tañe la campana de la vieja iglesia en un pueblo perdido, o como el canto del muhecÃn penetra hasta los confines de nuestro hogar mienÂtras toÂmamos el baño. Millones de veces repetido, acaba siendo “de verdadâ€?. Pocos conocen el dicho castellano de que “el primero que dice ¡al ladrón!, él es el ladrónâ€?...
Una y otra vez nos lavan, y se lavan a sà mismos, el cereÂbro partiendo de premisas falsas. Si seguimos el leit moÂtiv un dÃa y otro podremos observar que, incluso aceptando de paÂsada como errónea o viciada la mayor, vuelven al senÂdero del discurso monserguil y a la carga sobre las conÂseÂcuenÂcias, efectos y errores; todo acerca del consabido terroÂrismo islámico. Y siempre, respetando lo que justaÂmente deberÃan demoler. De todo eso inunÂdan sus anáÂlisis y con esos ingredientes molturan una vez y otra las tertulias y las columnas del peÂriódico. Y lo hacen, unas veces con la comÂplacencia y las otras bajo la batuta o la compliÂcidad de reÂdactores, de moÂderadores y de diÂrectoÂres. Análisis en los que, dicho sea de paso y para que se vea que somos comÂprensivos, sabemos se enÂcuentran atrapados por la inercia y la imposibilidad de elegir alternatiÂvas si no quieren ser teÂnidos por pro islamisÂtas o por pro orientalistas, que viene a ser tanto como ser tenidos por dementes...
Es Occidente el que, en el siglo XVI, penetra fluidamente por primera vez en Asia a raÃz de las incursiones de los portugueses en las Célebes para controlar la ruta de las esÂpecias. A partir de entonces la Historia asiática no ha sido sino la historia de las invasiones militares occidentales, unas veces para apoyar y mantener a la fuerza el comercio con los señores del lugar, y otras diÂrectamente para apropiarse de lo que fuese: Egipto, Suez, India, China, LÃÂbano, PalesÂtina, Indochina (Vietnam), EmiÂratos Arabes, Arabia, CamÂboya, Corea, Filipinas... hasta lleÂgar a AfganisÂtán e Irak. Todo, como siempre sucede en la Historia, por razones economicistas envueltas en paparruÂchas... El occidental es por principio, además de otros rasÂgos bárbaros, nómada o transhumante. El oriental es sedentario. Sólo cuando, desÂpués de muchas geneÂraciones, fascinado por el brillo de los espejuelos que Occidente maliciosaÂmente le dirige, se deÂcide a salir...
Las invasiones en masa o no de Europa por parte de indiÂviduos que han procedido del continente asiático y recienÂtemente de paÃses de Africa, siempre han obedecido a lo mismo: a la huida. A la huida del hambre, de la miseÂria, de las plagas o de persecuciones polÃticas o étnicas. Tengo la convicción moral (más firme que otra prueba) de que jamás han puesto ni un solo petardo fuera de sus sagrados y tan frecuentemente hollados lares, a menos que algún desesperado o ignorante haya puesto mochilas con explosivos pagados tentadoramente por el demonio...
¿Hay simetrÃa entre las razones o fines, tenacidad y meÂdios en la ósmosis forzada entre la Cultura islámica y la ocÂcidental? Evidentemente no. La llegada de ellos siempre fue y es paÂcÃfica (conveniente o inconveniente para los intereÂses occiÂdentales es otra cuestión), mientras que la presenÂcia perÂpetua de los occidentales en los territorios -casi todos ellos islamistas- es por definición violenta y depredadora.
Ahora bien, si aceptamos todo esto sin rebuscar arguÂmentos para la polémica (que no deseo) ¿qué clase de proÂposiciones “lógicas “, dentro de la lógica socrática y la lógica formal del silogismo, podemos aplicar al terrorismo isláÂmico sabiendo maliÂciosamente que es prácticamente inÂexistente fuera del marco de los conflictos locales, que no son sino guerras alternativas contra el invasor?
En otras muchas ocasiones he negado ese terrorismo fuera de sus territorios. Y en otras tantas he argüido y sosteÂnido que el terrorismo en USA o en España no proviene de ellos, sino que son preparados a la carta por los propios diÂrigentes -sus cloacas- occidentales para hacer polÃtica, para justificar lo que de otro modo no se tendrÃa en pie a la luz de la fe y del Dios que invocan, y para rentabilizarlo todo por si tuvieran poco con capitalizar sus expolios y su depredación brutales. El terroÂrismo que cabe aceptar es el mismo que nosotros idearÃaÂmos si no quisiésemos que el extranjero viÂniese a hacernos lo que Occidente hace en sus tierras reÂmontándonos a centurias, y además fuese imbatible de otro modo.
En esto, a mi juicio, consiste el inacabable tema terrorista. La indignación que simulan todos -polÃticos y medios-, frente a un terrorismo que nace en la impotencia del débil frente al omniÂpotente en los paÃses donde la presencia de éste es un hecho,, patente o encubierto, debiera agotarse desde el moÂmento en que “nos echásemos la culpaâ€? de cuanto suÂcede. El hecho de ser dura la verdad no significa que “no seaâ€?.
En cualquier caso podrÃan dulcificar tanto chirrido en su machacona “melodÃaâ€? separando lo pragmático de lo teóÂrico, lo visceral de lo racional. Se evitarÃa el movimiento continuo convertido en permanente desafino...
Si nosotros apenas podemos vivir tranquilos sin sufrir en nuesÂtras carnes y en la de nuestras familias la metralla, el uranio empobrecido y dios sabe cuántas bárbaridades más, sabiendo lo que sucede en Irak desde hace un año ¡qué no serán capaces de hacer quienes sobreviven después de haber sido diezmada su familia, después de haber visto arrasados sus templos, matados sus sumos sacerdotes, teÂniendo la certeza de que en cualquier caso están condenaÂdos a morir porque los ladrones occidentales están disÂpuestos a que en sus tierras no crezca ni la sal con tal de llevarse su petróleo! Sin embargo, no hay respuestas. Si fuera asÃ, ya habrÃa sucumbido atrozmente la metrópoli. No hay Seguridad capaz de evitar una botella de esporas morÂtales o de cianuro esparcido por Brooklyn. Y es tan fácil, soÂbre todo entre suicidas.
A los medios, mucho más que a los polÃticos y a los militaÂres les hago responsables y culpables de lo que pasa hoy dÃa en el mundo. Además de ingentes recursos econóÂmicos disponen del recurso de la influencia que ejerce el Tercer Ojo. Si ellos quisieran, el mundo cambiarÃa. Por lo menos cambiarÃa lo que de otro modo no cambiará jamás. SeguiÂrán, erre que erre, hablando de efectos, cuando dramáticaÂmente urge camÂbiar las causas. Pero a ellos les va bien asÃ, y siempre es más provechoso cerrar filas en torno al poderoso. A fin de cuentas ¿de qué se trata en periodismo? ¿de dar lecciones de moral o de Lógica o de derecho de gentes o de humanismo? No. De nadar y guardar la ropa, de vender cuantos más ejemplares mejor, de ver cómo van los shares de audiencia. Además, en tiempos de paz no tiene valor el héroe, y en tiempo de guerra hay que averiÂguar cuanto antes quién va ganando. ¿La razón? ¿Razón para qué?...
Dice Saramago que a medida que va haciéndose mayor es más libre, y cuanto más libre, más radical. Eso mismo me ocurre a mÃ. Además de otros motivos posicosomáticos quizá, redoblo mis esÂfuerzos por persistir en la radicalidad (en la raÃz) ante la geÂneral abulia de la sociedad dormida que predomina en OcÂcidente. Me refiero a esa porción de sociedad que, como el agua sobrenada el aceite, debiera ser decisiva y se apolÂtrona, debiera decidir y prefiere en todo delegar... |
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