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En libertad bajo palabra
11 abr 2004
Dentro de mis actividades de autodefensa de mis derechos fundamentales, publico ahora este texto que en su momento me significó el cese en la agencia noticiosa estatal NOTIMEX
En libertad bajo palabra

Orlando Guillén


Este es un saludo a la aparición
del último tomo de las Obras
Completas de Octavio Paz. Fondo
de Cultura Económica, México,
2 004. El texto, inédito fuera de
ciertos rincones sentimentales
de la verde sucesiva provincia
mexicana, lo publiqué en las
postrimerías de la vida del autor.





Anósfeles

1935 es la fecha que Octavio Paz escogió por punto de su obra poemática de salida por sobre los despojos de su ser adolescente, mas tengo a mi mano a la disposición del día cuatro muestras simbólicas. Con este lastre bellaco por suma, el volumen Libertad bajo palabra expone por lo que tiene de real su poecracia presunta desde aquel año hasta 1958. Aparecido en 1960 en Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, ya fue adulto y alcanzó la edad de la razón. A doble acoso piratafuentes el autor y sin más propósito que servir a la poesía, apronto la revisión del presente seguimiento de ese material de lectura. Lo primero que escande a la vista al ripio que esconde es la metáfora judicial con que Opaz nomina a un recuento que, al momento de asomar a balcón, constituía en bruto la fruta esencia de su hacer en verso. La figura jurídica de la libertad bajo palabra (ajena hasta donde sé al derecho penal mexicano) consiste en la que alcanza un convicto (en determinado momento del proceso o de la condena y de acuerdo con ciertas formalidades) a cambio del juramento de no reincidencia –en cuyo caso volvería a ser apañado; y es una libertad condicional y rigurosamente vigilada, pero también una propuesta de reinserción social. Y la rendija legal por donde zanjan la alcantarilla los soplones. Haylas malas películas gringas que maman argumento de los pechos generosos de esta madre figuranta de derecho. Y es que involucra por lo común a reos de ese orden y hay en ella paño de donde melodramar. Y más en una cultura del ego actuante y excluyente, la propiedad privada y mojonera, y la violencia exacerbada como extrapolación sustituta de una ética imposible por fraudulenta de la imposición del yo sobre todas las cosas. La pregunta cobra cuerpo y forma por sí misma: ¿qué tienen que ver todas esas mamadas gestuales con la libertad de la poesía que es la libertad creadora del espíritu? Prologa Lbp y desbalaga OP este rebaño de chivas mansas, sarnientas: “Invento la quemadura y el aullido, la masturbación en las letrinas, las visiones en el muladar, la prisión, el piojo y el chancro, la pelea por la sopa, la delación, los animales viscosos, los contactos innobles, los interrogatorios nocturnos, el examen de conciencia, el juez, la víctima, el testigo. Tú eres esos tres. ¿A quién apelar ahora y con qué argucias destruir al que te acusa? Inútiles los memoriales, los ayes y los alegatos. Inútil tocar a puertas condenadas. No hay puertas, hay espejos. Inútil cerrar los ojos o volver entre los hombres: esta lucidez ya no me abandona�. Cuál lucidez, porque esta lucidez es alucine: ¿la del inventor sin foquito del festín sumario de la bacinica de Esopo? A salvo los pedos acedos y la barba gamborinera de este griego vetusto que no entran al quite, ¿la lúcida hez de quién puede dejar con el culo al aire a aquel que inventó en la cárcel cagar en cuclillas y de un brinco sobre el cagadero cagar de aguilita? No sé desde dónde porque nunca vocó por Lecumberri, pero si Paz no quiere reinsertarse en la sociedad humana porque le parece lo que le parezca (después de algún crimen oscuro que purga pero no en la cárcel como un misterio para los demás), no tiene sentido que se acoja a una figura de prótesis judiciaria encima retórica que, como la libertad bajo palabra, tiene por signo entre otras esa consecuencia. Y voy por lo que sigue: un examen de conciencia en el cual se sea simúltiple el juez, la víctima, el testigo, no sólo escamotea a estos tres a la conciencia sino al criminal. Y así pues no es posible esperar de la propuesta pazsota una escritura de conciencia y sí un juego de espejos: asunto de protección y vialidad que regentea congal en el ombligo. En aquel examen referental no hay por supuesto a quién apelar ahora: ya en su amañamiento previo se enconcha la argucia de la destrucción de quien te acusa. CoOPera con un OPer OPerado en el aire el tumulto provocado por la intervención de El Enfermero: “Romperé los espejos, haré trizas la imagen –que cada mañana rehace piadosamente mi cómplice, mi delator-. La soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad, el día a pan y agua, la noche sin agua. Sequía, campo arrasado por un sol sin párpados, ojo atroz, oh conciencia, presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Todo desemboca en una eternidad que no desemboca�. Trizas de la propia imagen el rompimiento de los espejos no es crimen de lesa humanidad ni siquiera frente al suicidio. El suicida por lo menos comete asesinato y en su propia imagen y en su propia acción extremas, es su cómplice y es su delator. Si la soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad se redujeran al día a pan y agua y a la noche a secas, sería más ojo atroz el apando que la conciencia, y claro: ni sequía ni campo ni eternidad arrasados por la opulencia alguna de ninguna incontinencia verbal. Lo que sucede es que Opé no está hablando de la poesía sino de su escritura personal, y ahí es muy libre de hacerlo bajo palabra o bajo tierra. Porque Pe no está hablando del crimen, de la angustia existencial, de los desdoblamientos irreparables de la psique: está hablando de sus respectivas fenomenologías; de las vagas musarañas de la intelectualización. La poesía está afincada en la imaginación y en la vida. Villon es al azar simultáneo del tiempo un poeta y un criminal. Inútiles los memoriales, los ayes y los alegatos.





Priapósfeles


Los poemas iniciantes de OP al espejo peón pasan por el arete lunar de la generación así acuñada y así exportada del 27 español –eso no tan acusado como por ejemplo en el primer Efraín Huerta. Rasgo malabar, va el bulto!: “Estos suspensos jardines,/ música inmóvil del aire, / juegan su luz en tus hombros,/ doncella de los reflejos,/ si verde bajo los oros/ entre verdores dorada�, que son versos de 1935. El eco hueco de sus sonetos datados ese mismo año rebota en la pared del Siglo de Oro. Oigase (más que léase, pues su asunto como el anterior intrasciende): “Inmóvil en tu luz pero danzante,/ tu movimiento a la quietud que cría/ en la cima del vértigo se alía/ deteniendo no al vuelo, sí al instante. // Luz que no se desparrama, ya diamante,/ detenido esplendor del mediodía,/ sol que no se consume ni se enfría,/ de ceniza y fuego equidistante. // Espada, llama, incendio cincelado,/ que ni mi sed aviva ni la mata,/ absorta luz, lucero ensimismado: // tu cuerpo de sí mismo se desata/ y cae y se dispara tu blancura/ y vuelves a ser agua y tierra oscura�. Esta escritura de aprendizaje prolonga sus intereses y sus buscas cuando menos hasta 1939, y más que fijar un estilo provee una alforja temática y algunas metáforas e imágenes recurrentes que la escoltarán al dominio en su momento de un oficio que habrá de resumirse muy bocinado en el adobe que cierra la compilación: Piedra de sol (del cual no voy a ocuparme en este lugar porque no es el suyo: me basta con poner a la intemperie por implícitos los sostenes de su pomposo miriñaque verbal). En Bajo tu clara sombra comienzan a despuntar las palabras como nominal de la poesía, sin alcanzar la Palabra, sinonimia por síntesis por la que brincos diera. El mar, el amor y la mujer como alegorías, el agua, el cristal, la tendencia a la altura por decir lo más; los colores verde, azul, el cielo; la espuma, el aire, la música medida: helas las ‘claves’ de la ‘transparencia’. Pero ni el uso ni el abuso de vocablos transparentes anidan en el corazón de espejo del licenciado Vidriera ni arrempujan garantes de antiOPacidad. “¡Aguas sobre los cantos y el silencio,/ altas aguas eternas/ sobre mi origen y mis huesos, tierra/ vencida y somnolienta! // Y brotan de mi boca las palabras,/ tal en el tallo erguido/ las inocentes flores,/ diarias bajo los cielos,/ inexplicables siempre,/ como tú mismo, Mundo,/ que así me resucitas y me llevas,/ inerme ante tu gracia/ y por tu inmóvil música hechizado�. Gratuidad para las inocentes frente a las flores culpables, y para las claras resonancias (¿resonancias nomás?) calderonianas es excesiva la palabra culpa. Y en el tallo erguidas las blancas magnolias. En Raíz del hombre habían surgido ya dos constantes famélicas famudas: la mujer no como ser, como persona, sino como alegoría, y como cuerpo también y más como cuerpo en movimiento; y el ejercicio del verso de once que, como el de doce nervario galopa, galopa. Aunque fechados en 1935-1936, los versos que vienen bien podía el autor haberlos firmado a finales de los cincuenta: “por esa viva llama muere el mundo� (con minúscula, pero ¿resonancias nada más?), “alzado en amorosos resplandores/ y las mujeres corren por la tierra,/ locos caballos en sedientos cauces,/ como negras corrientes de latidos,/ hasta envolver en su terrible aliento/ al inmóvil lucero de mi carne;/ por esa tibia llama rueda sangre,/ estalla una tormenta en mis oídos,/ enmudece mi lengua calcinada,/ corremos por un puente de latidos/ hasta tocar la muerte y el vacío� –pues el oficio y la retórica son los mismos: occidua llama en verdad por la que muere el mundo dado que con él se apaga y nunca viva alzado en amorosos resplandores, mas acaso los pies de plomo del escriba de la segunda época hubieran comprado (par para similar) yeguas en los caudales cauces de Salomón a las mujeres, y no tropezado por partida doble con las piedras ‘latidos’ y la pómez consecuencial ‘hasta’. Y con la música cursiva inmóvil dejo a la tercera caída el aire quieto y de un contenido sarcasmo. Y me sigo ‘hasta’ preciosinuosamente Noche de resurrecciones, que es de 1939, y en donde puede decirse que concluye el aprendizaje aPazible. Manifiestamente su formación pasta en las fuentes españolas y por encima y por debajo de sus lecturas dispersas en otras literaturas (la testa gacha en la francesa, aunque su vasalla filia surreal estaba todavía lejos: comienza con pie de sol abolido: Piedra de sol, tras la antesala bretónica. Vasalla o calculada o calculadoramente vasalla, pero vasalla siempre), no ha dejado pie esta vez de cría como para que importe más a propósito que la intelectualización en creciente del asunto. Mirad qué definido perfil temático!: “Vuelve los ojos hacia tu más cercana muerte,/ hacia el tiempo sin límites/ y la noche desértica,/ sin orillas ni fondo:/ vuelve los ojos, ve. // Tocas mi corazón oh tenebrosa,/ con mano blanda y grave,/ vencida, que se vence;/ y cede su latir a las corrientes/ que nos empujan hacia adentro,/ allá donde un mar quieto hace encallar la luz,/ donde lo vivo nace/ y en la muerte final se reconcilia�. Mano blanda y diario nacimiento vencidos: gallo y no falsete de espíritu; de profundis alfeñique. Las corrientes recipiente de la cesión de su latir que el mar quieto para encallar la luz no encuentra más adentro que el mar quieto para encallar la luz: ¿allí lo vivo nace y en la muerte ‘final’ se reconcilia? ¿De qué? ¿Con quién? Física metapatética del huevo o la gallina: en el principio no había más que Caos y lo vivo no nace: ya lo está: a priori como dato en comodato. Lo vivo brota y barbota desde los agujeros negros de la Nada, surtidores de la mano del viento de la muerte primal. Nadador de la nada material por trofeo, arbitro por lo demás y para sacudirme este parágrafo que el prologuista de Lbp (hacia 1958-59) es el mismo adolescente fachoso que en 1934, bajo la pata iniciática y ya de importación de Villaurrutia, desplegaba el paraguas civil de estos versos de cañón por la culata: “Frente a los fuegos fatuos del espejo/ mi ser es pira y es ceniza/ respira y es ceniza,/ y ardo y me quemo y resplandezco y miento/ un yo que empuña, muerto,/ una daga de humo que le finge/ la evidencia de sangre de la herida,/ y un yo, mi yo penúltimo,/ que sólo pide olvido, sombra, nada,/ final mentira que lo enciende y quema. // De una máscara a otra/ hay siempre un yo penúltimo que pide./ Y me hundo en mí mismo y no me toco�. Largo avatar de una retórica sucedánea de un arte poética diríase como no diríase un trémolo de liras eolias y aún fuera mucho decir el chasco de un hipócrita.





Falósfeles


La poesía es obra de soberbia humildad.
Con sorna tierna la libertad de la poesía es la dictadura del espíritu.
Sólo se escribe la víspera del día que sigue a haberlo hecho, cagaelculo.
La carga de la vida y las pruebas de la pasión donde se tiempla el alma enamorada, más los designios del cosmos que son y serán mientras no los pepene la usura harpa de Dios y de los dioses, y más todavía el juguete funesto del tiempo en manos de la muerte propenden a su modo y a su moldura, y vuelcan sobre el alma trágica comediante del poeta a un mismo impulso el espanto (insoportable más allá del arrebato, el trasvase y el revire) que se resuelve en la verdad y la belleza que es la poesía. Por eso Rubén Darío pudo al orfeón del aullido exclamusitar: ¡Mas es mía el Alba de Oro!
El ejercicio del dominio del oficio en una primera etapa de la escritura OPeica u OPoide (que no remite al hecho de ser y servir que se sustenta en lo que antecede sino al de la tenacidad voluntarista que puja por un destino en vano) hay que situarlo entre los años 1939 y 1950, con ciertas reservas hijastras de la disposición del volumen Lbp que atiende más por temático que por cronológico. La identidad de la Palabra y la poesía (que al modo de la OPA hostil habría que entender por libertad bajo palabra, y por serlo no es tautología), pertenece al cuerpo grupal Asueto, que se sitúa entre 1939 y 1944. “Palabra, voz exacta/ y sin embargo equívoca;/ oscura y luminosa;/ herida y fuente: espejo;/ espejo y resplandor,/ resplandor y puñal,/ vivo puñal amado,/ ya no puñal, sí mano suave: fruto�: chisguete que osténtase chorro de voz y que ya en plural encuentra su antisíntesis en Puerta condenada (1938-1948): “Dales la vuelta,/ cógelas del rabo (chillen, putas)/ azótalas,/ dale azúcar en la boca a las rejegas,/ ínflalas, globos, pínchalas,/ sórbeles sangre y tuétanos,/ sécalas,/ cápalas,/ písalas, gallo galante,/ tuérceles el gaznate, cocinero,/ desplúmalas,/ destrípalas, toro,/ buey, arrástralas,/ hazlas, poeta,/ haz que se traguen todas sus palabras�, texto a cuya sintaxis buey se unce inapelable el carromato dúplex de la incongruencia y la confusión. Si en el primer bonche de versos el baño de pureza encuentra el jabón del perro agradecido en el intento, en el segundo la prepotencia de la impotencia creadora es patética como la aguja del amor en el pajar de las putas: entre la impotencia y la prepotencia baldía se entabla un fandango de cadáveres (los cadáveres apestan y se pudren; los muertos están vivos); ambos casos recortan la silueta de quien por ambición y ego simples quiere imponer sus tiempos particulares a los tiempos sin tiempo de la poesía; la estéril tenaz tenaza escribanal frente a la necesariedad del espíritu que la dicta y la impone: pero sólo a sus oficiantes: es decir: a los poetas. Además: ¿es o no inútil tocar a puertas condenadas?
En Condición de nube, en Puerta condenada y en las prosas sólo literalmente profanas de ¿Aguila o sol?, la incapacidad de decir es obsesiva más que ostensible junto a la marquesina de El Doble –de viejísima prosapia, y donde nada neo sobre el soy apoquina. Es la paz octaviana oh Efraín la de la protoliteratura en sí. “Alto grito amarillo�. Beneficia no más que la escritura permanente y la producción a destajo. Mas la poesía ejerce la tensión, extensión y cabalgadura en chinga de la especie. No es lo mismo el silencio por asunto que vivirlo. La impaciencia no es lo contrario que la espera. Eso así si forma y melodía fueran ilusiones de dos realidades distintas. ¿Lo son? En la poesía no hay usura. Hubieran bloques ciertos de estructura y de ritmo, modelos para armar. Mas he aquí forma y melodía familiares por la peste del currículum: tener por asunto el silencio por no poder vivirlo y la impaciencia por lo contrario de la espera. En la mixtura OPortuna, “Desnudo de su nombre canta el ser,/ en el hechizo de existir suspenso,/ de su propio cantar enamorado�, y por eso quita o pone a quien se oponga o alabe (según), lo cual en justicia es un modo de ‘ser’ y de OPerar, y explica a confesión de parte y por pura vanidad su condición no de nube (¿cómo sin los pantalones de la vera imagen de Maiakovski?) sino de cacique gordo de las letras mexicanas. A trancos endecasilábicos en trances tajante y monorritmal, y aún en juego de verso corto y subordinado: “Entre montañas áridas/ las aguas prisioneras reposan,/ centellean como un cielo caído�. E incluso: “Tendidos en la yerba una muchacha y un muchacho./ Comen naranjas, cambian besos/ como las olas cambian sus espumas�. Tales corrección, elegancia y cortesía, que no son como quien dice categorías estéticas.
¿Aguila o sol? quiere cronicar la lucha contra la impotencia creadora: mas estéril tiene el propósito, y más. Porque dadas a la luz del día, al día pertenecen: si estas prosas se hubieran escrito y no publicado, tendrían, si es que algún día fueran ‘descubiertas’, ese carácter reacio que pertenece a los ‘trabajos forzados’ del ‘poeta’: la heroicidad a largo plazo confesable de la protocomprensión. “Jadeo, viscoso aleteo. Busco, buceo, clamoreo por el descampado� (“vaya malachanza�: por clamo en el desierto; las cursivas del verso son mías). “Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te rompo el pico, te refriego el hocico, te arranco el pito, te hundo el esternón. Broncabróncabrón. Doña campamocha se come en escamocho el miembro mocho de don campamocho�. En tela de juir envuelve su ridículo. El albur, contraseña de identidad y desparpajo canallesco, exorcismo macho de la mariconería y protagonismo verbal de homosexualidad activa que asigna a la parte albureada el papel pasivo, es furtivo en sentido recto y en sentido catacúmbico y, lenguaje vivo y siempre en proceso creador, la ajenitud de su dimensión se desenvuelve y revuela al margen y fuera del alcance papanetas de los papaloteadores de escritorio. Por lo dicho y por mi parte:

Saco, revoloteo y ataco,
embodego y empetaco,
enmaleto y empaco…
Acayucan, San Andrés y Coatzacoalcos.
Cómo no,
somos dos…
Vámonós!                

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