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Notícies :: corrupció i poder
El País de la España va bien
09 abr 2004
El País de la España va bien

http://www.kaosenlared.net/

Otro día hablaré de El Mundo, y otro más de ABC, con El País los tres únicos periódicos de la capital... El cuarto no lo tengo en cuenta.

Jaime Richart [09.04.2004 13:03]

El País desde luego no es lo que fue ni lo que era... Se ha quedado demasiado rezagado de la progresía que prometía en sus comienzos, y hasta por detrás de la que prometía el PSOE. Diríase que casi se ha estancado pocos pasos des­pués de la transición. Le debe ir bien...


No es que no mantenga una línea relativamente moderna de pensamiento y de análisis, pero eso es más bien a través de sus plumas colaboradoras. Porque en cuanto a su espí­ritu editorial es sencillamente el tuerto en tierra de ciegos. En una capital que pretende serlo de la nación y centro neu­rálgico de la conciencia periférica, no hay más cera que la que arde...



Un periódico verdaderamente progre, a mi juicio, sitúa sus aspiraciones por delante de las del lector, tira del lector, "enseña" a éste sobre todo a ser libre, a no tener miedo de la libertad (Fromm), a que el lector tenga la impresión de que las as­piraciones del periódico son suyas o las mismas que las su­yas... Por eso, cuando un periódico no se ade­lanta al pen­samiento del lector medio es porque se está aliando o alla­nando al Poder, aun sin saberlo ni quererlo. Puede ocurrir incluso simplemente por incuria, por dejadez. Y eso es lo que, creo, le está sucediendo a El País. Le falta la tensión precisa para posicionarse frente al Poder. Las re­primendas que en sus artículos de editorial le lanza de vez en cuando, cuando ya los acontecimientos nos han desbor­dado a todos, en absoluto bastan. Y esa fatal, o calculada, inercia en todo le lastra...



Una prueba palpable de desidia real o calculada fue el la­mentable y significativo espectáculo que dio El País con aquel titular de cabecera, recién ocurrido el desastre el 11 de marzo, atribuyendo a ETA el atentado. Muchos nos que­jamos a la Defensora del Lector. Y la respuesta tan curiosa como desenfadada fue que "tenían que creer al presidente de gobierno que había llamado a Ceberio dictándole el titu­lar". Lo de "dictándole" lo digo yo, pero la excusa lo hace equivalente. Tan repulsivo como insólito. Un periódico que aspira a ser faro de periódicos, inventor de un Libro de Es­tilo que conculca cada dos por tres, que acepta sin rechistar como argumento "concluyente" para su titular la llamada te­lefónica de un presidente de gobierno en la cuerda floja y que se pasó ocho años mintiendo a cuarenta millones de ciudadanos, es un periódico venido a menos. Lo que ocurrió -lo sospecho- es que El País, como Aznar, se jugó estúpi­damente un órdago en el "caso" del atentado... Y si el uno puede haber perdido ahí la Moncloa, el otro ha perdido buena parte de prestigio. El prestigio de un periódico, como el de cualquiera, se gana con esfuerzo y tiempo, pero se pierde, como la virginidad, en un traspiés o en un momento de frivoli­dad.



El País es pues, ya, un periódico rebajado, aunque venda más. Por esto en que se le vio claramente el plumero, pero también por su línea general crítica e ideológica. Lo salvan unos cuantos articulistas de primera, enemigos del retrué­cano, nada retóricos y valientes: Vidal Beneyto y Miguel An­gel Aguilar, además de los "puros" Millás, Haro, el roto y forges, y los colaboradores de lujo Chomsky, Rifkin, Stiglitz y alguno más. Pero colaboraciones interesantes de articu­listas de prestigio mundial las tienen todos los rotativos. De manera que eso no es lo que les distingue precisamente a unos y otros. Los periódicos fronterizos -y así lo considero ya a El País también-, cuidan de no perfilarse en demasía, y antes que incurrir en amarillismo, en una situación crítica prefiere "estar" con el Poder. Eso es lo que le llevó a admitir la llamada a Aznar como "respetable". Mantener abierto el mercado a las generaciones que se van sucediendo es una consigna no recogida en el Libro de Estilo, ni siquiera escrita en lugar alguno... En realidad no hay periódico que, si no está con el Poder, no finja estar contra él. Practicar los pe­riódicos que se dicen independientes, con el establishment la esgrima de salón, la esgrima con la punta del florete em­bolada, es el deporte ideológico garante de la democracia aunque la Constitución no lo diga... Aquella sinergia del pe­riodismo masivo (salvo Carnicero y Aguilar) contra Felipe González no volverá a repetirse nunca más, sobre todo si en el Poder está un gobierno reaccionario a todas luces. Des­pués de haber asistido todos a un periodo de ocho años tan lóbrego, en que el líder español y su partido han come­tido abusos tan flagrantes de poder sin apenas protago­nismo ni acoso periodístico, no hace concebir esperanzas de que de nuevo el periodismo será capaz -y de que lo de­seará- derri­bar a otro que pueda merecerlo más...



La colaboración de hoy de Rafael Vera, en la línea de la monserga contraterrorista, avala la concertación del perió­dico con el establishment en el vidrioso asunto del terro­rismo y del contraterrorismo. El episodio falso relatado por Nayirah, hija de Said Nasir al Sabah, embajador de Kuwait en Estados Unidos, de los 312 bebés asesinados, lanzados supuestamente contra el suelo en una sala de prematuros de un hospital de Kuwait, se reveló como un montaje para Amnistía Interna­cional y Middle East Watch. A pesar de lo cual la película Live from Bagdag, que el gobierno yanqui usó para mentali­zar a la población norteamericana sobre el ataque a Irak, no fue denunciada como la estafa que fue en ningún periódico. (De "Las armas de la falsedad masiva" / y 2", J. Vidal Be­neyto- El País 9 abril 2004)



He tenido ocasión de hacer un seguimiento sin segundas intenciones de alguno de los padres ideológicos de El País, como es Andrés Ortega Klein, hijo del fundador Ortega Spottorno, y él es quien en mi consideración me ha probado que El País es un periódico entregado y por tanto a la de­riva. No es el caso ahora de señalar los diversos extravíos discursivos de Ortega Klein en cuestión de ética y de lógica formal sobre el tema grave de la ocupación de Irak que trae al mundo de cabeza, ni tampoco su capacidad de maniobra para el pas­teleo en los últimos meses con políticos afines al gobierno de Aznar. Haría farragosas estas líneas. Pero me basta mi reciente experiencia en la Asociación de la Prensa, un templo donde Cristo también hubiera sentido la tentación de liarse a latigazos. Allí pude comprobar algunos extremos elocuentes de lo que digo o insinúo... Días después, con ocasión del atentado y del revuelo que levantó entre los asi­duos de El País el bochornoso titular, Ortega me dice textual­mente en un correo: "Cuando un presidente de Go­bierno llama con urgencia directamente al director de El País, y de otros medios, en principio, siempre se le ha creído". ¡Toma ya! "Siempre se le ha creído"... Sobre todo ¡a un presidente a punto de ser echado de la Moncloa por mendaz...! Con esto está dicho mucho...



No soy experto en estas cuestiones, como tampoco en po­litología. Pero es que creo que de quien hemos de descon­fiar más es precisamente del "experto", pues los más de­formados y deformadores de la realidad a ras de suelo que quepa imaginar son los especialistas. A ellos debemos los mayores infortunios y desastres. No debemos abandonar, sin poner todo de nuestra parte si podemos, nuestra salud a los médicos, ni la justicia a los abogados y a los jueces, ni el sexo a los sexólogos, pero tampoco la política a los políti­cos, ni la guerra a los militares, ni la represión a los policías, ni la información y el análisis a los periodistas... El mundo está pidiendo a gritos la revisión a fondo de infinidad de co­sas que atañen a la individualidad en sociedad. Porque, aparte de que si las cosas no cambian estemos seguros de que irán a peor (Chomsky), el aturdimiento y la informa­ción/desinformación presionantes, por vías independientes del conocimiento y sin reposo de éste, terminarán por escle­rotizarnos mental­mente, si es que no lo estamos ya...



No soy experto en temas periodísticos, decía, pero es que no quiero ni vale la pena apabullar con datos extraídos de enciclopedias o de google, sobre cómo hacer periodismo y qué consecuencias tiene el no hacer de supraconciencia del Poder. Ya sé que los obsesos por los "datos", las citas y los números los necesitan. Pero aparte de que las ideas más completas no precisan de estadísticas (generalmente falsifi­cadas), ya sabemos de dónde proceden las ideas-madre y las citas a borbotones sobre qué es un buen periodismo y cómo "debe" ser el periodismo. Todas extraídas, como todo, de lo que dicen, dijeron y piensan y pensaron los superex­pertos norteamericanos a los que hago serios responsables del naufragio a que nos está llevando el Poder omnímodo. Si los periodismos y los periodistas honestos, que no miran la cuenta de resultados a toda hora sino al provecho común, dirigieran las más acres invectivas que merece el Poder ab­solutamente corrompido, quizá no se hubieran atrevido a tanto "nuestros" energúmenos, ni los energúmenos atlan­tistas a tanta barbarie...



La cosa es que El País empieza a oler mal. No renovaré mi suscripción al Digital. La cuestión para mí ahora es cómo resolver un hábito tan unido a la piel de una persona, como es la lectura del "periódico" a diario. Probablemente haré lo que tantos otros y otras: refugiarme en la lectura de las noti­cias y los magníficos y libres análisis en Internet... mientras dure en éste la magia que lo envuelve, y echaré un vistazo al periódico eventual de turno a hurtadillas mientras me tomo un café allá donde lo tienen como un detalle de buen tono...
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Comentaris

Re: El País de la España va bien
10 abr 2004
"refugiarme en la lectura de las noti­cias y los magníficos y libres análisis en Internet..."

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