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Notícies :: guerra
España: quiénes son los asesinos
15 mar 2004
España: quiénes son los asesinos
Habían sido advertidos. Los Aznar, Blair y Bush habían sido advertidos por quienes eran sus aliados -Francia, Alemania y muchos otros, ya no digamos los árabes- de que su cruzada contra Al Qaeda podría revertírseles de la manera más cruel.

Las explosiones de Madrid no sólo son una venganza terrible por la participación española en la "segunda parte" de la "guerra al terrorismo" -la invasión ilegal de Irak-, sino un ataque despiadado e incrementadamente doloroso de Al Qaeda contra civiles.

Si los neoconservadores estadunidenses creen en la "guerra de las civilizaciones", también Al Qaeda cree en ella. ¿Qué otro efecto podría tener la matanza de Madrid sobre Occidente si no volver a subrayar la noción, por ridícula que sea desde una perspectiva histórica, de que el Islam y Occidente están en conflicto? Hoy perecen civiles en Europa con la misma brutalidad con que han muerto en Bali, en Túnez y en Estambul y -veamos por un momento el mundo a través de otro prisma- con la que han sido volados en pedazos por bombas en Afganistán e Irak.

Fuentes cercanas a la organización de Osama Bin Laden expresan perplejidad por el extraño mensaje, supuestamente de los atacantes, que fue impreso en el periódico árabe Al Quds al Arabi. Daba a entender que la respuesta inicial a la injerencia de España en Irak era el ataque a las fuerzas italianas en Kerbala, lo cual, de ser cierto, con seguridad se refería al asesinato de siete oficiales españoles de inteligencia cerca de Hilla. Utilizar una declaración pública para ordenar a sus "células" que cometan más ataques no muestra la desesperada discreción que caracteriza las comunicaciones de Al Qaeda. Pero las aprehensiones en España, las llamadas por teléfono móvil, la escala misma de los bombazos a los trenes muestra a Al Qaeda tan confiada y despiadada como siempre, y esta vez decidida a atacar a Europa.

Si el pie derecho pisó en Estambul y el izquierdo en Madrid, ¿dónde, en términos geográficos, dará el pie derecho el siguiente paso? Podemos tomar un atlas y una regla y deducirlo por nosotros mismos.

No creo que sea la tercera guerra mundial. Tampoco es una "guerra al terrorismo", ni una "guerra de civilizaciones". Pero nuestros gobernantes nos conducen ahora en forma deliberada hacia un periodo de tremendo sufrimiento porque no quieren atender las verdaderas causas de la injusticia en el mundo islámico. Una y otra vez se les advirtió de las consecuencias de la participación en la demente aventura estadunidense en Irak.

Nos mintieron. Nos hablaron de armas de destrucción masiva que no existían, de vínculos entre Irak y el 11 de septiembre de 2001, que tampoco existían. Ahora, entrampados en Irak, estamos desesperados por salir de allí, por poner pies en polvorosa, dejando atrás una fuerza colaboracionista de policía medio entrenada que supuestamente derramará su sangre en vez de la nuestra.

No, los asesinos no son los que plantan bombas: los asesinos son todos los que matan, y eso incluye a nuestros pilotos al igual que a los atacantes suicidas de ellos. No, nosotros no queremos matar civiles, pero sabemos que nuestras guerras lo harán y lo han hecho, y que la muerte no viene de manera más placentera, menos dolorosa, porque las víctimas sean asesinadas por el supuestamente benévolo Occidente en vez de por el supuestamente cruel Oriente.

Comenzamos a pagar el precio. ¿De veras todo empezó el 11 de septiembre de 2001? No, empezó mucho antes. Y ningún discurso tramposo, ninguna homilía sincera de cualquier prelado eclesiástico puede disfrazar hasta qué punto nuestros gobernantes nos han llevado en este conflicto demencial.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/007a1mun.php?origen=index.html&fly=1

Comentaris

Madrid y vascos extraditables
15 mar 2004
México D.F. Lunes 15 de marzo de 2004

Carlos Montemayor

Madrid y vascos extraditables

El gobierno de Vicente Fox y los jueces mexicanos han recibido una oportuna llamada de atención para no seguir lesionando el derecho de asilo ni las garantías humanas de los seis vascos detenidos injustamente en México y frenar la dócil disposición oficial a conceder la extradición de cuanto ciudadano vasco o de cuanto ciudadano mexicano de origen vasco reclamen autoridades españolas.

Esta llamada de atención, clara e insuperable, es la conducta dolosa e injustificable del gobierno de José María Aznar ante los atentados terroristas perpetrados en estaciones ferroviarias de Madrid la mañana del pasado 11 de marzo.

El gobierno español y los candidatos y dirigentes del Partido Popular (PP) culparon de los atentados a ETA. La magnitud de la tragedia no le importó a la administación de Aznar, la cual, de inmediato, se propuso manipularla para beneficio electoral. Cuando apareció el comunicado de Al Qaeda en la prensa británica atribuyéndose los ataques, el gobierno español se siguió aferrando al linchamiento de ETA como única opción posible. Más tarde, cuando la prensa internacional daba como hecho la autoría de Al Qaeda y abundaba en el modus operandi de los atentados de esa organización, el gobierno de Aznar seguía inculpando a ETA, aunque con reticencia comenzó a reconocer que podría abrirse otra línea de investigación.

Sesenta horas se tardó en reconocer el Ministerio del Interior español que Al Qaeda era la organización terrorista que había perpetrado la masacre. Sesenta horas, sí, después de haberse resistido a una carta y a un video que daban fe de esa autoría. Sesenta horas, en efecto, después que la cancillería española envió instrucciones a todos los embajadores de aprovechar toda ocasión que se les presentara para confirmar la autoría de ETA. Sesenta horas, así es, luego que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) condenó a ETA por la insistencia del gobierno español de atribuirle los ataques a la organización vasca.

Pero lo increíble es que 60 horas después, cuando las autoridades españolas tuvieron que rendirse ante las evidencias, porque ya era el único gobierno del mundo que seguía culpando a ETA, el candidato del PP, en entrevista con el diario El Mundo, insistió en que seguía teniendo "la convicción moral" de que esa organización estaba detrás de los atentados.

¿Qué entenderá por "convicción moral" Mariano Rajoy? Poca agudeza le concede a la lengua española si por "convicción" quiere entender el aferrarse a un dato falso, insostenible; el defender una creencia infundada; el imponer una mentira con dolo. Flaco favor le hace a la "moral" prolongar la mentira, dar la espalda a la verdad y a la realidad, no respetar a las víctimas, sino usarlas para asegurar los votos que el PP necesitaba para continuar gobernando España desde este peculiar concepto de "convicción" y "moralidad".

A tono con su concepción de "la moral", en la misma entrevista concedida al diario El Mundo calificó las protestas de españoles, quienes reclamaban la verdad sobre los atentados, de "antidemocráticas, ilegítimas e ilegales". Se trata del mismo modus operandi de José María Aznar: no tomar en cuenta, para apoyar la invasión a Irak, que 90 por ciento de los españoles se oponía a la guerra. Una de las proclamas de los manifestantes que se congregaron ante las oficinas del PP en Madrid fue por ello muy clara: "Vuestra guerra, nuestros muertos". No quieren reconocer Aznar ni Rajoy que esta matanza fue una respuesta a la intervención del gobierno español en la ocupación iraquí.

No es posible justificar los bombazos en Madrid, no. Pero tampoco es posible justificar las matanzas de civiles en territorios musulmanes. La carta de las Brigadas de Abu Hafs al Masri, publicada en un diario londinense, pregunta por qué causa es legítimo para los ejércitos occidentales masacrar a "niños, mujeres, ancianos y jóvenes en Afganistán, Irak, Palestina y Cachemira". No, no es legítimo. Es injustificable. Son guerras desatadas unilateralmente. El mundo entero se ha opuesto a ellas, pero los gobiernos dan la espalda a los pueblos para apoderarse de territorios, agua, hidrocarburos y negocios para la reconstrucción de países devastados.

El gobierno de Vicente Fox debe tomar en cuenta esta llamada de atención. Bush, Blair y Aznar mintieron a sus pueblos y al mundo acerca de los arsenales de armas de destrucción masiva que supuestamente poseía Irak. Quisieron arrastrar a la ONU a una alianza basada en la mentira, la simulación y el enriquecimiento con la guerra. Quisieron arrastrar a México a esa alianza.

Ahora el gobierno de Aznar logró arrastrar al Consejo de Seguridad de la ONU a condenar a ETA por atentados perpetrados por Al Qaeda. El presidente Fox se vio arrastrado también en esa ola de imputaciones inmediatas y aseguró que México nunca sería refugio de terroristas. La administración foxista y los jueces mexicanos pueden comprender ahora la magnitud del dolo e irresponsabilidad a los que puede llegar un gobierno en su propósito de crear culpables donde no los hay. En Irak, con armas de destrucción masiva inexistentes. En los atentados de Madrid, con ETA, núcleo de un proceso complejo y peligroso de la vida política española empleada ahora tendenciosamente para asegurar votos.

México debe tomar con cautela todo intento de fabricar terroristas. México no está obligado a respaldar versiones parciales o tendenciosas de gobiernos de otros países. Muchos riesgos corremos con esto. Desde la ocupación militar y policiaca de nuestros aeropuertos y fronteras, quizás más tarde de nuestras carreteras, hasta la desnaturalización de nuestro orden legal e histórico.

No eliminemos el asilo político, no cancelemos el asilo a perseguidos políticos, particularmente cuando el gobierno de Aznar y Mariano Rajoy han mostrado ostensiblemente que no son capaces de reconocer cuándo actúa ETA y cuándo no. Después de ocho meses de mantener en la cárcel a seis vascos privándolos de garantías, leyes y respeto, los jueces mexicanos, la cancillería y el presidente Fox pueden aprovechar las 60 horas transcurridas desde los atentados en España para pensar que no en todos los sitios de Madrid ni de México está la ETA y que no todos los ciudadanos vascos residentes o asilados en este país deben ser tomados, por "convicciones morales" de políticos españoles, como reos extraditables.

http://www.jornada.unam.mx/012a1mun.php?origen=index.html&fly=1
España: las elecciones de la decencia
15 mar 2004
México D.F. Lunes 15 de marzo de 2004

Marcos Roitman Rosenmann

España: las elecciones de la decencia

Nada hacia presagiar el triunfo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Hasta el 11 de marzo, día del atentado de Al Qaeda, las elecciones trascurren sobre el guión previsto. La continuidad del Partido Popular (PP) en el gobierno no se cuestiona. Los debates centran el quid de las elecciones en el número de votos que el candidato socialista Rodríguez Zapatero puede obtener. Según sea su magnitud, estará en condiciones de arrebatar la mayoría absoluta al candidato popular Mariano Rajoy. Entre estos límites se impone una hipótesis. Lo que estaba en juego, según unos y otros, era si el partido popular renovaría su mayoría absoluta o por el contrario deberá recurrir a sus aliados naturales, Convergencia y Unión y Coalición Canaria. El PSOE acepta esta línea de argumentación. Lo esencial en su campaña es restar votos de manera significativa para impedir a Rajoy formar gobierno en solitario. Un optimismo, siempre moderado, se deja entrever. Los estrategas del PSOE construyen un escenario donde cabe albergar la esperanza, según se desarrolle la campaña, de construir con otros partidos una mayoría parlamentaria suficiente para formar un gobierno de coalición. El tripartito catalán está en la mente de todos y sirve de referente. La jugada es arriesgada y la apuesta alta, pero vale la pena intentarla. Todo sea por impedir que el PP ocupe otros cuatro años el palacio de La Moncloa.

Con este horizonte, Zapatero declara sin ambages su decisión de formar gobierno si obtiene un solo voto más que los sumados por el candidato del PP y las alianzas poselectorales le permiten configurar gobierno. Ello es posible gracias a la endemoniada ley electoral de D=Hondt vigente, donde se puede dar la siguiente paradoja: un triunfo en votos del PSOE sin reflejo en el número de escaños. Teniendo en cuenta esta posibilidad, Zapatero reitera su compromiso con el electorado de gobernar si las urnas le son favorables, aunque en diputados su grupo no supere al PP. Convocar al voto útil se torna necesario. Sin embargo, la abstención juega en su contra. El PP lo sabe y por ello no realiza campaña institucional. Por primera vez en la historia reciente de España no se despliega una gran campaña de carteles o anuncios en la televisión pública llamando a la ciudadanía a ejercer el día 14 de marzo su derecho a votar. Un alto índice de participación puede alterar la dirección de los comicios. Y en los hechos así ha sido. Se ha pasado de 55 por ciento de participación en 2000 a 75 por ciento en 2004. No cabe duda de donde ha ido el voto. Esta cifra sólo se ha superado en las elecciones de 1982, que ascendió a 82 por ciento, año del triunfo de Felipe González.

En estas coordenadas, el mapa político de España no sufriría grandas cambios. Sólo la línea ascendente de Esquerra Republicana de Cataluña, con Carod Rovira a la cabeza, supondría la emergencia de un nuevo grupo parlamentario. Las sorpresas son pocas y de escasa relevancia en la lógica bipartidista sobre la cual descansa la política en España. Por ello las minorías catalana, vasca o canaria representadas por Convergencia y Unión, el Partido Nacionalista Vasco o Coalición Canaria, se saben ganadoras cuando ninguno de los dos partidos de ámbito estatal logra la mayoría absoluta. La experiencia ha ido en esa dirección. En esta disyuntiva, ganar la batalla consistía, para el PP, en no perder la mayoría absoluta y, en el peor de los casos, quedarse a escasos diputados de conseguirla. Ello permitía al candidato Rajoy no hipotecar su proyecto y gobernar con cierta tranquilidad durante los siguientes cuatro años. Ello supondría no cambiar la dirección en la política internacional diseñada por Aznar y profundizar en las privatizaciones y las reformas en educación, salud o justicia.

Es un ir y venir donde los ciudadanos muestran poco interés en el desarrollo de las campañas. Los mítines y las declaraciones de los candidatos pidiendo el voto no altera la vida cotidiana. El calendario electoral se desarrolla rutinariamente. Pero el 11 de marzo, a dos días de cerrarse la campaña, Madrid es sacudido por las bombas de Al Qaeda. El gobierno reacciona mintiendo, escondiendo información, y manipula los hechos. Todo parece un despropósito. Nada está en su lugar. Las acciones del gobierno van produciendo una sensación de asqueo y de repulsa por la manera en que se presenta el atentado. A medida que pasa el tiempo, el ciudadano no comprende la mezquindad con que actúan Aznar y sus ministros. Se siente defraudado. Es aquí cuando decide salir a la calle a manifestar su dolor y al mismo tiempo a exigir responsabilidades. El sentido común informa con otras claves. Hay prevaricación, no se pueden ocultar los hechos, las pruebas y negar la evidencia. Aun así, la ciudadanía otorga un voto de confianza, sale a las calles a manifestarse. Una solidaridad primaria está presente, todos somos víctimas. El PP ya ha perdido la compostura. Su credibilidad se agota y el tiempo que resta para las elecciones no es suficiente para redimir responsabilidades. Es necesario saber quién y por qué. La ciudadanía exige transparencia. Ante la ignominiosa actitud del presidente de gobierno, de sus ministros y del PP, 24 horas antes de acudir a las urnas, durante la jornada de reflexión, hombres y mujeres en toda España se manifiestan frente a las sedes del PP. No piden el voto para ningún partido, sólo exigen responsabilidades a un gobierno desacreditado.

El 14 de marzo la ciudadanía no votó por el PSOE, sino por la decencia. Por rescatar la dignidad que secuestró el PP. La lectura no puede ser otra. El pueblo español ha dado una lección difícil de olvidar. Acudió a las urnas para demostrar su total rechazo a la mentira. El nuevo gobierno del PSOE debe saber interpretar y leer con cautela los resultados. La alegría contenida y la satisfacción de sabernos libres de quienes nos llevaron a la guerra no nos debe hacer olvidar la época negra del PSOE en la que la corrupción, la formación de los GAL y el despotismo de su presidente Felipe González también formó parte de su historia. Lo bueno fue mucho, sin duda. Pero sus errores abrieron la puerta a una década de oscurantismo e involución política. Ocho años de gobierno del PP deben ser suficiente escarnio para no volver a cometer los mismos errores. El voto no es un cheque en blanco. Es necesario depurar las responsabilidades políticas de quienes mintieron y prevaricaron. El repudio social y político ha quedado en evidencia. Una ilusión está naciendo. No permitamos que el desencanto sea el pasaporte que nuevamente dé el triunfo al PP. Por las víctimas no se puede fallar. Ellas lo exigen. Sin duda, la derrota del PP es el triunfo de la decencia.

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Hoy Madrid
15 mar 2004
México D.F. Lunes 15 de marzo de 2004

León Bendesky

Hoy Madrid

La cordura, como el amor, debe renovarse constantemente. Como hombres y como humanidad no sabemos hacerlo ni con la una ni con el otro, somos demasiado primitivos y elementales. Nos decimos poseedores de razón y nos hemos llamado a nosotros mismos, demasiado complacientes, homo sapiens, pero tenemos apellido y éste define mejor nuestro linaje; somos también homo demens.

La violencia, no importa cómo se ejerza, manifiesta esa gran limitación para saber renovar la cordura y el amor. Ella exhibe a quien la comete por sus actos demenciales y nos empequeñece a todos por la impotencia en la que nos arrincona. La violencia, en verdad, no tiene tamaño en cuanto a su sentido esencial, no es poca cuando se inflige sobre una sola persona y mucha cuando es masiva, aunque esta última provoque más conmoción. Las víctimas pueden ser una sola o multiplicarse por cientos o miles y la naturaleza del hecho sigue siendo la misma, se manifiesta en que destruye vidas de manera inútil e impone la degradación de nuestra capacidad de razonar y ser sabios.

La violencia, en verdad, es una sola ya sea que provenga de la ira incontrolada de un individuo, de la ideología de un grupo que se cree poseedor de la verdad, o bien, que se cometa en nombre del Estado. Las distinciones que se hagan a este respecto pueden ser relevantes en otro plano, el de las explicaciones y la racionalización en un momento posterior a la ocurrencia de los hechos, la violencia no se puede argumentar a priori.

Si se niega la esencia de los actos violentos se puede llegar al extremo absurdo de pensar que las víctimas inocentes de la violencia se lo tenían merecido ya sea porque los creemos inferiores, perversos, portadores de vicios o culpas de cualquier orden; ya sea porque han votado por el gobierno que actúa en nombre de la representación que le dieron o porque encarnan, aunque sea de manera anónima el mal del imperialismo, del fundamentalismo o cualquier otro de los odiosos "ismos" con los cuales parece que se puede justificar cualquier cosa.

El peligro, entonces, es creer que unos se merecen ser víctimas de la violencia y otros no. Pero, ¿tenemos la vara moral para medir así las culpas, para adjudicar razones y tener criterios asépticos sobre lo bueno y lo malo, sobre la verdad y la mentira y justificar la muerte? En esto sólo queda ser radical y eso significa agarrar las cosas por su raíz. Eso es algo que generalmente no nos gusta hacer, porque finalmente significa confrontarnos con nosotros mismos, nuestros prejuicios y limitaciones, cosa que resulta siempre incómoda.

Sabemos de los argumentos que pueden justificar la guerra, que es una forma organizada de violencia y de terror. Se han planteado con mayor o menor rigor desde los recuentos de Tucídides sobre la guerra del Peloponeso hasta los discursos de George W. Bush para invadir Irak. Ya nos han dicho que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Pero con el tiempo esto ha significado que la guerra no se confina al enfrentamiento de los ejércitos preparados y pertrechados para ello. Cada vez es más generalizado el castigo a los civiles, es decir, el terror; como muestra conocemos de Sarajevo y puede verse el relato espantoso de W. G. Sebald en su libro Sobre la historia natural de la destrucción.

El terror es una forma de ampliar el efecto de la violencia, y debe reconocerse que es bastante efectivo y que son pocos los medios disponibles para enfrentarlo, sea cual fuere su origen. Esto se puede apreciar en la advertencia acerca de que la seguridad que se le da a alguien puede aparecer como que funciona de modo efectivo día tras día, pero que el terrorista sólo tiene que ser exitoso una sola vez. Esto se aplica a la protección que se da a un político y, con mucho más razón cuando se aplica a una población abierta, lo cual lo hace realmente escalofriante. Este es un dilema hoy para muchos políticos alrededor del mundo.

Ahora nos ha tocado ver las imágenes del terror y la violencia en Madrid, perpetrados con minuciosa frialdad. Ellas se han fijado ya en esa parte de nuestra memoria de la cual no quisiéramos tener registro, aunque tampoco podemos ni debemos olvidar. Se suma a las otras geografías de la violencia, cuya enumeración sería demasiado larga, nunca exhaustiva y ahora innecesaria.

Hoy es Madrid el escenario más reciente de una masacre inexplicable. Ya sabremos del origen de los hechos, aunque se trate de esconder la verdad a conveniencia de algunos, ya tendremos tiempo de construir hipótesis y argumentos, ya habrá oportunidad de sacar conclusiones. Ahora sólo hay muchos muertos y heridos para los que no hay justificación. No hay principio político, postulado religioso o planteamiento ideológico que justifique truncar inútilmente la vida inocente de aquel que debía volver de noche a amar a su pareja, o de quien debía aplicar la cordura en su trabajo o en la escuela. Hoy son ellos la única referencia necesaria.

http://www.jornada.unam.mx/034a2pol.php?origen=index.html&fly=1
Re: España: quiénes son los asesinos
16 mar 2004
la manipulación esta al orden del día, en las demo-gracias...
todo vale para seguir en el poder, aunqe este se consiga por el sufrimiento del pueblo.

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