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Andalucía Libre Ante las Elecciones del 14 de Marzo
02 mar 2004
Publicado en ANDALUCIA LIBRE nº 225
lunes, 1 de marzo de 2004 10:48
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Andalucía Libre
Ante las Elecciones del 14 de Marzo


Las elecciones son un hecho que no se puede ni se debe eludir. Ciertamente, no son el único acontecimiento político determinante en nuestro destino colectivo. Pero minusvalorar su importancia sería esconder la cabeza debajo del ala. En países como el nuestro y en regímenes del tipo del que nos domina, las elecciones son un momento clave y no sólo para seleccionar los equipos gobernantes. También y especialmente para hacer balance y medir el alcance de la influencia y consolidación de los diversos proyectos nacionales y sociales en conflicto. Por ello, resulta imposible escurrir el bulto y obligado pronunciarse al respecto, respondiendo a las cuestiones que suscita la doble convocatoria electoral del 14 de Marzo: elecciones nacionales al Parlamento andaluz y Generales españolas

Votar o no Votar

El debate sobre votar o no votar es una discusión recurrente entre sectores nacionales y de izquierda consecuente. Reaparece ante cada comicio. Los partidarios de la abstención activa inciden habitualmente en algunos hechos ciertos: 1º. La enorme desigualdad de partida entre las opciones contendientes que distorsiona los resultados, siempre en sentido favorable a las fuerzas del Régimen. 2º. La misma naturaleza del Régimen, cuyo núcleo de Poder esencial y estable siempre es preservado del escrutinio electoral. Tambien hacen hincapié en los peligros de la participación electoral como posible soporte de la corrupción y paulatina integración en el Régimen de fuerzas anteriormente contestatarias o de la devaluación o supeditación que puede amparar en cuanto a la importancia central de la movilización política y social extraparlamentarias. Son argumentos serios, avalados por múltiples precedentes y referencias.

No obstante, la conclusión en que termina esta posición encierra diversas carencias. No sólo no tiene en cuenta que, desgraciadamente, el nivel social medio de claridad y comprensión de la realidad no tiene ni su lucidez ni su determinación. De lo contrario, estaríamos evidentemente en muy diferente situación. Su propuesta tampoco lleva consigo vías que permitan cerrar esa brecha. Su posicionamiento implica una disociación total, que realmente no existe, entre la consecución de avances y reformas parciales -o el freno de contrarreformas y regresiones- y la victoria final; entre los planos de lucha parlamentario y extraparlamentario, institucional y extrainstitucional y una incomprensión de los mecanismos por los que es posible -en regímenes y países como el nuestro- hacer progresar el arraigo y la influencia de un proyecto nacional y social alternativo. La "negación total" puede estar al final del camino -o muy cerca- pero no en su comienzo. Es absurdo, además, pensar que una fuerza que sea ya de entrada incapaz de superar los obstáculos y las trampas del Régimen para alcanzar un mínimo respaldo electoral y que renuncie por principio a implicarse, vaya a ser por contra capaz de afrontar satisfactoriamente otras tareas y desafíos futuros cualitativamente más serios. De otra parte, si bien el abstencionismo vacuna contra determinados tipos de colaboracionismo -aunque no frente a otros- puede implicar un serio y también extremadamente arriesgado menosprecio de los peligros simétricos de una exaltación de la marginalidad y la impotencia políticas.

Es verdad que la Independencia y el Socialismo para Andalucía no se alcanzaran solamente amontonando diputados en Madrid o en Sevilla y que un profundo enfrentamiento social extraparlamentario con el Estado español resultará muy posiblemente inevitable, si se quiere conquistar la Ruptura con el orden político y social vigente. Tambien lo es que esta confrontación sólo es planteable a partir de una previa realidad de fuerza política y social organizada que, en nuestras condiciones, ha de manifestarse con anterioridad en la capacidad contrastada de aparecer y actuar como opción política representativa y articuladora de sectores sociales significativos (lo que encierra necesariamente un combate exitoso por una presencia parlamentaria e institucional). Cabe la posibilidad de que el Régimen se proteja preventivamente, vulnerando su propio discurso, ilegalizando fuerzas realmente antagónicas para cortar en seco su progresión -hipótesis siempre a tener presente- pero para ser merecedor de esta "atención" hay que haberse ganado antes una base social y política y además -en un juego a dos- siempre cabe bien trabajar para que el gasto le sea impagable o para preparar la confrontación en mejores circunstancias. La abstención o la no presentación, planteadas como formula de deslegitimación radical del Régimen, pueden tener sentido y utilidad practicas en momentos en que sirvan como formulas de expresión de una amplia y radical movilización social y cuando se les acompañe de propuestas efectivas de poder alternativo. No es nuestro caso ahora; ni nada indica que lo sea en el futuro inmediato. En nuestras circunstancias -cuando la mayoría de los abstencionistas realmente existentes lo son por apatía, confusión o ignorancia- y las fuerzas de izquierda nacional consecuente son pequeñas, la postulación de la abstención se reduce inevitablemente a una forma de escape político e intelectual para encubrir -bajo resultados incuantificables- la propia debilidad.

Hay también quien recurre para justificar su abstención a resguardarse tras las huelgas o los movimientos de masas. Serían ejemplos de otra correlación más favorable. Valorándolos en su extrema importancia -como experiencias de lucha y como espacios de gestación y formación de militantes- no cabe honestamente olvidar sus limites. Lo importante aquí es reconocer que sus mismos protagonistas en amplísima proporción no los confrontan como soportes antitéticos a la representación electoral; más aún, participan mayoritariamente y lo hacen dándole respaldo a fuerzas políticas que incluso han estado ausentes o presentes de mala manera en su propia practica de movilización. Conseguir ser referencia política de la movilización social es una tarea que tiene sus propias reglas y en la que han de combinarse el plano inmediato con la consecución de credibilidad como proyecto político global alternativo.

Otros abstencionistas, desde presupuestos más o menos neoanarquistas, justifican su postura considerando esencialmente ajena o éticamente negativa la lucha por el Poder político, valorada como consustancialmente perversa. Sin embargo, es forzoso reconocer racionalmente que conseguir la liberación nacional de Andalucía -construir una nación andaluza alternativa- y acceder a la emancipación socialista -una sociedad igualitaria colectivamente dueña de su destino- es una tarea imposible de culminar y consolidar bajo la bota de España y el Estado español. Es verdad que el avance del proyecto nacional andaluz implica la construcción progresiva de bases sociales y políticas organizadas y alternativas, pero también lo es que la consumación de este objetivo requiere como condición inesquivable la ruptura irreversible con España y la destrucción del Poder capitalista español sobre Andalucía y su sustitución por un nuevo Estado nacional andaluz; una República democrática andaluza. No cabe apostar por la coexistencia estable e indefinida entre fenómenos enemigos irreconciliables. En la plasmación de esa estrategia de emancipación nacional y liberación socialista, no cabe confundir tampoco conceptos básicamente distintos como "mayoría social" y "mayoría parlamentaria" (y menos aún otros, esencialmente tramposos, como "mayoría estatutaria" o "mayoría constitucional") que pueden o no corresponderse, según la coyuntura. Pero en nuestra realidad -y salvo cambios muy importantes que no se atisban- conseguir esa mayoría social -sostén y palanca de la Ruptura independentista y socialista- es sinónimo de alcanzar una fuerza capaz de traducirse en una sustancial representación parlamentaria en el Parlamento andaluz -y muy posiblemente en la Junta- que permita usar ambas instituciones como plataformas de confrontación. Construirla es una tarea ineludible para poder estar en condiciones de iniciar, con la debida legitimación y soporte social, la etapa de ruptura política con España y de eliminación del orden social español en Andalucía.

Ahora mismo en Andalucía, si es posible, participar y contarse -sean cuales fueren los resultados- es mucho mejor y más educativo que esconderse. Sea bajo la abstención o sea diluyéndose en forma de un voto nulo importado que, como es obvio, no se corresponde a ningún proceso político propio.

La coyuntura electoral y los argumentos-trampa

Andalucía -para quien desde la izquierda piense políticamente en andaluz y no en "surespañol"- es una nación privilegiada para valorar ecuánimemente la coyuntura electoral. Aquí llevamos soportando no sólo ocho años de Gobierno español del PP sino también veintidós años de Gobierno andaluz ininterrumpido del PSOE (los ocho últimos en coalición con los andalucistas). Tenemos pues sobrada experiencia de lo que son y lo que pretenden PP y PSOE, PSOE y PP.

A la hora de hacer política, forjar tácticas y construir discurso, es cierto que conviene tener siempre presente las singularidades que definen respectivamente a PSOE y PP; sus diversas matrices nutricias y sobre todo la diversa percepción social que provocan. En general, en política siempre conviene atender a los matices y tenerlos en cuenta. Ahora bien, también es conveniente no verlos distorsionados colocándoles forzadamente lentes de aumento para justificar subsidiariedades y encubrir carencias propias. En dos palabras, PP y PSOE no son lo mismo; pero son sustancialmente parecidos. Sus diferencias, son datos a tener presente a la hora de diseñar las respectivas formas de combatirlos; sus acuerdos y coincidencias, elementos esenciales a la hora de caracterizarlos y definir. PSOE y PP son fuerzas capitalistas que asumen esencialmente el mismo modelo neoliberal, que comparten una idéntica fe española y un similar compromiso con el Estado español; proyectos que comulgan con la misma visión de Andalucía dependiente, sumisa y alienada. PP y PSOE son fuerzas enemigas de la emancipación nacional y la liberación socialista de Andalucía.

Políticamente, el dato esencial es que tanto PSOE como PP asumen y defienden el pacto constitucional español, es decir, la formula que saldó la Transición del franquismo a la Monarquía parlamentaria, dándole sustento jurídico-político, alterando las formas pero manteniendo los beneficiarios y controladores de la dominación. Con sus diferencias tácticas -derivadas de sus diversas posiciones, alianzas e intereses coyunturales- ambos asumen como intocable el acatamiento a los procedimientos trucados vigentes para bloquear la emersión de nuevos poderes y procesos constituyentes nacionales y preservar a España. La defensa de los limites y requisitos establecidos por la Constitución española de 1978 los sitúa juntos. De igual manera, la deslealtad ante esas condiciones y la voluntad de subvertirlas, constituye el elemento delimitador más nítido de las fuerzas realmente de izquierda y andaluzas. No se puede votar a favor de Andalucía, es decir o lo que es lo mismo, contra el Régimen español, sosteniendo a una u otra de sus versiones o lecturas. Una prueba de los vínculos existentes entre PSOE y PP es que, incluso ahora -sea desde la oposición en Madrid o desde el Gobierno en Andalucía- nunca el PSOE ha defendido el aislamiento total del PP, su deslegitimación absoluta como expresión social de la derecha neofranquista. Muy al contrario, ha rubricado y aún propuesto abundantes acuerdos y le ha manifestado solidaridad siempre que se han planteado cuestiones de entidad para la perpetuación del orden político, económico y social. De hecho, por encima de las aspiraciones por sustituirse en las poltronas, prima la conciencia de continuidad que vincula entre si -desde hace más de un cuarto de siglo- a los gobiernos que se han sucedido desde el tardofranquismo a Aznar, pasando por los de Felipe González. No es un fenómeno políticamente irrelevante -que dice mucho sobre la naturaleza del Estado español- que la actual dirección del PSOE siga reivindicando vigorosamente la etapa felipista como patrimonio partidario y que ni siquiera se haya planteado utilizar como recurso oportunista para recuperar el Gobierno español un tipo de "alejamiento" como el que en su día asumió en Francia Jospin en relación a la desacreditada gestión de Mitterand.

La precariedad laboral, la fiscalidad regresiva, la promoción de los "emprendedores", el cinismo sobre la inmigración, el amparo al imperialismo español o la ortodoxia neoliberal, sea privatizadora (recordemos los servicios sociales o la situación del SAS) o presupuestaria, son elementos que comparten PP y PSOE y que han puesto en practica -cada cual con su acento- desde sus Gobiernos. Los dos amparan el modelo educativo que impide una Educación Nacional andaluza y coloca al sistema educativo bajo hipoteca clerical. Ambos, además -sea desde los gobiernos o desde la oposición- defienden las bases esenciales que condenan a Andalucía al subdesarrollo, la dependencia y la subordinación (aun cuando se boicoteen y confronten en su respectiva gestión).

Desde una perspectiva que asuma los intereses del pueblo trabajador andaluz y los derechos de la nación andaluza no cabe sino combatir tanto a los que pretendan negarlos, sea defendiendo el estancamiento estatutario sea propugnando reformas insustanciales. De igual manera, no hay motivo para preferir a unos, porque condenen a Andalucía a vegetar en la uniformidad autonómica "semifederal", "federal" o "federalizante" -amparándose en el paraguas paralizante del "agravio comparativo" - o a otros, ejerciendo así de papanatas, porque estén por su lado en disposición de comprar nuevamente la estabilidad de España a cambio de conceder españolidades privilegiadas a determinadas fuerzas catalanas o vascas. Andalucía, por Sí y por la Humanidad.

En resumen, el "mal menor" o el "voto a la contra" no tienen ningún fundamento político sólido; sólo sirven para fortalecer precisamente aquello que se ha de derribar. El llamado "voto útil" es otro argumento-trampa. Al respecto, hace algunos años, el PSR en Portugal acuño la consigna: "voto útil, diputado inútil". Gran verdad, avalada por la experiencia. El voto útil es aquel que sirve para cuantificar las fuerzas de quienes quieren una real emancipación -sean cuales fueren sus perspectivas de resultados- y que se identifica coherentemente con sus aspiraciones. Ese otro "voto útil", con que se reclama apoyos aun tapándose la nariz para ampliar el respaldo de personas indignas o de políticas que se saben falsas, es una argucia igualmente tramposa tanto cuando lo esgrime el PSOE -"vótanos, para vencer a la derecha"-, cuando lo hace el andalucismo -"los votos andaluces en un partido andaluz"- o cuando lo utiliza el PCE/IU -"danos fuerza para condicionar al PSOE desde la izquierda"-. Un recurso hipócrita de quienes se benefician de un régimen político y electoral que dificulta sobremanera, de múltiples formas, la expresión de nuevas opciones alternativas y que usan de este canto de sirena con el mismo desparpajo que a la vez y contradictoriamente ni en sus opciones de presentación ni en sus prioridades ni en sus alianzas son coherentes consigo mismos en este punto.

Las fosas sépticas: IU y Andalucistas (PA y PSA)

Las formulas de voto interpuesto o aplazado al PSOE mediante el voto a IU o a los andalucistas (que también pueden terminar incluso nutriendo al PP) son desfiladeros hacia el pozo negro del oportunismo y la incoherencia política.

Ocho años de Gobierno de coalición han demostrado sobradamente cuales son los criterios y prioridades andalucistas (que contaminan de igual modo tanto a PA como a PSA). Su derechismo es notorio; su inconsecuencia nacional, palpable a cada ocasión que se presente. La relación de ejemplos sería interminable y agotadora por redundante. Basta verles y escucharles. Cotidianamente se envuelven en nuestra bandera para ensuciarla haciendo españolismo tan cobarde como rabioso y para prostituir con su política sin principios el nombre y la memoria de Blas Infante, del que se reclaman sin fundamento practico alguno. Si Andalucía es su excusa, su medro corporativo es realmente su único fundamento. Ni siquiera tienen imaginación para proponer modelos propios. En lo social, no van más allá de un híbrido entre PP-PSOE y en lo nacional, su presunta alternativa no avanza un paso más de la versión más españolista del PSOE o de IU. Que sean fuerzas de ámbito orgánico nacional con la política y el discurso español que encarnan resulta irrelevante. Siguen confundiendo interesadamente como el primer día de su historia partidaria ser andaluces de conciencia -pervirtiendo conscientemente el significado de este compromiso- con ejercer de anticatalanes y antivascos, es decir, actuar como españoles.

Nada puede esperarse de los andalucistas mientras sigan representados por los Ortega, Del'Olmo, Benavides, Pacheco, Vivancos, Rojas Marcos, Calvo, Valenzuela, Checa... Y estos continuaran al mando mientras tengan resultados electorales que los sostengan. De ahí que el desastre electoral andalucista sea precondición para su refundación y depuración. De ahí que cada voto recibido sea un voto contra la posibilidad de desparasitarse y contribuir así de alguna manera a partir de entonces a la tarea de levantar Andalucía.

Por lo que respecta a la sucursal andaluza de IU, se presenta a la espera de ser necesaria para el PSOE (como no hace mucho describía con todo detalle su hoy candidato Rejón). Carece de todo proyecto y modelo nacional para Andalucía, que no sea la perpetuación de orden existente, en la forma que concreten aquellos que la compensen (como en su día se analizó extensamente en este mismo boletín)*. Su demagogia y deshonestidad política e intelectual es palmaria, como ha tenido ocasión de manifestar en incontables ocasiones y en todas las circunstancias políticas definitorias, desde la elaboración constitucional y estatutaria hasta hoy día (por no remontarnos más atrás). Notoria es su practica en la tradición de utilizar quejas y expresar demandas genéricas, rechazando luchar por los instrumentos políticos imprescindibles para hacerlas efectivas. Su lealtad de fondo al Régimen español está acreditada y es flagrante su condición de sucursal (esencial, por otra parte, para la continuidad de su matriz estatal). Su trayectoria afirma con reiteración su versatilidad y disponibilidad para adecuarse prestamente a los limites impuestos, archivando con toda diligencia anteriores declaraciones hechas cara a la galeria. La fuerza de IU no potencia las luchas y protestas actuales ni desarrolla las posibles sino que las integra y reconduce.

Al votar IU se vota Alcaraz, Romero, Rejón, Valderas, Aguilar, Meyer, García, Vaquero, Cervantes...; este es un hecho objetivo inapelable. El programa político del PCE-IU empieza y acaba con esta sucesión de nombres propios que la definen y en sus ansias de perpetuación. Nadie puede equivocarse. La inclusión supeditada e instrumental en sus listas de personas que responden a otros presupuestos políticos y éticos (llámense Gordillo o Villa) no altera el hecho de que lo que realmente se vote en esos casos sea en la practica Caballero, Alcaraz o Vaquero. Lo que es la sucursal andaluza de IU se ejemplifica con el mero dato de que su cartel Valderas sea un dirigente eterno -experto en transformismo interno- tan singularmente lucido que apoyó públicamente con vigor la invasión militar española del islote marroquí Perejil por un retraso técnico en recibir la correspondiente consigna desde Madrid. Y se remacha con que, incluso con esas características, reciba hoy el apoyo unánime -integrando sus candidaturas y silenciando sus criticas- de quienes hasta hace poco lo consideraban en sus mismas filas, expresamente impresentable (en toda la extensión de la palabra).

Se equivocan quienes como Corriente Roja, El Militante, Nuevo Claridad, Espacio Alternativo, PRT-IR o CUT-BAI repiten por enésima vez, de una forma u otra, sus criticas a IU desde la izquierda para terminar concluyendo forzadamente en una nueva petición de apoyo a la formación que los acoge (pero que, por otra parte, no parece muy predispuesta a reconocerles alguna capacidad para representarla). Sus aspiraciones y propuestas poco tienen que ver con las que animan a IU y con las que en la practica está comprometida. IU no está siquiera por una ruptura franca con el modelo neoliberal (a manera de ejemplo, aún esta reciente su ultimo Congreso en que optó por aplazar un pronunciamiento expreso sobre la Constitución europea para evitarse una definición incomoda para sus aspiraciones de acuerdo con el PSOE); menos aún por combatir por el ejercicio real del derecho a la autodeterminación y a la Soberanía Nacional a partir de la apertura de reales procesos constituyentes nacionales. Quienes de entre estos -como Espacio Alternativo- además, manifiestan apoyo político a los Gobiernos tripartitos de Euskadi o Cataluña (ninguno de los cuales asume ni posiciones socialistas o antineoliberales ni tampoco propugna la plena Soberanía Nacional respectiva ni aspira a romper con España) y aún confían en su capacidad de influir positivamente sobre el escenario político general y en particular sobre IU, evidencian que no sólo no leen bien la realidad multinacional del Estado español -condicionados quizá por sus patronazgos particulares en esas naciones- sino que tampoco la ven con ojos andaluces (que han de ser solidarios con quienes aspiran a su libertad nacional pero no con quienes sólo pretenden su privilegio dentro de España). Quienes no lo hacen, pero tampoco apuestan por la lucha por la independencia nacional y un marco de construcción política nacional y se quedan, por ejemplo, en la defensa de una hipotética "neoEspaña", reformada en forma de III Republica española, denotan de otra manera -pero con similares consecuencias- los costes políticos de actuar bajo criterios españoles o con anteojeras doctrinarias.

Tanto el andalucismo como la sucursal andaluza de IU no defienden alternativas a la dependencia y a la explotación de Andalucía; más aún, retienen en su espacio fuerzas necesarias para construir la izquierda andaluza y el movimiento nacionalista. Cuantos menos votos reciban, más fácil será que las crisis subsiguientes puedan concluir en la apertura de nuevas propuestas y expectativas.

¿Qué hacer el 14 de Marzo?

El 14 de Marzo concurren muchas formaciones -y especialmente las parlamentarias- que se presentan con gruesos librotes a la espalda que tienen la desfachatez de denominar "programas". Es verdad que en esos pesados recetarios hay dispersas entre sus paginas -aquí y allá- algunas propuestas sectoriales interesantes en algún caso. Sin embargo, les falta lo esencial: un diagnostico claro de los objetivos por los que luchar y de las tareas a concluir para conquistar la liberación de Andalucía.

No obstante, hay una candidatura que, en sólo unas cuantas paginas, exige: "Parlamento, Gobierno y Poder Judicial Andaluces con competencias plenas en materias legislativa, ejecutiva y judicial" (es decir, Soberanía Nacional plena, capacidad para desde Andalucía y por Andalucía resolver nuestras carencias y autoorganizar nuestra vida). Tambien esa candidatura reclama: "Creación de una Hacienda Andaluza, con capacidad de recaudación y administración de todos los impuestos pagados en Andalucía" (es decir, soberanía fiscal, lo que implica demandar una renegociación global de la relación fiscal de Andalucía con España). Podría seguirse enumerando y encontrar otras propuestas de calado pero, ya sólo con estas dos y en cuatro fases, esta formación se sitúa políticamente en solitario en el único espacio político capacitado para combatir eficazmente la dominación política y económica española sobre Andalucía y abrir puertas a otro modelo social. Quienes la integran -además- son fuerzas andaluzas -o lo que es lo mismo, fuerzas que no tienen su cerebro en Madrid o en cualquier otro punto del Estado- que piensan en y desde Andalucía, incluso para ejercer su internacionalismo. La lista que asume estos objetivos y estas tareas es la que presenta la federación de partidos Asamblea de Andalucía. Votándola el 14 de Marzo, se sostienen y apoyan ambos. Con todas sus debilidades y con todas sus carencias (incluso con las diferencias que pueden existir con tal o cual de sus reivindicaciones o tal o cual aspecto de su practica) lo cierto es que es el único voto -en nuestra opinión- que se postula el 14 de Marzo comprometido con las necesidades de Andalucía y de su clase trabajadora y que asume y exige honestamente instrumentos políticos consecuentes para satisfacerlas.
Es cierto que el 15 de Marzo seguirán pendientes muchas tareas cruciales: avanzar en la implantación, clarificar y desarrollarse politicamente... La relación sería larga. Y que ese día después habrá nuevamente que seguir pugnando por confluir con quienes hayan optado finalmente por otras opciones y que quizá el futuro de la izquierda andaluza depare en adelante nuevas formulas. Pero también lo es que el 14 de Marzo no habrá otra lista de similares características y otra opción que tenga igual utilidad. Así pues, ese día la forma de cuantificar los apoyos a la emancipación nacional y social de Andalucía y de animar a su crecimiento será conseguir el máximo de votos posibles a sus candidaturas. Por eso, desde nuestra independencia, votaremos ese día a Asamblea de Andalucía.

Andalucía Libre, 1 de Marzo de 2004.

*Ver: IU: Retratos de la izquierda inútil, Andalucía Libre nº 204, de 21 de noviembre de 2003, a modo de ejemplo


Publicado en ANDALUCIA LIBRE nº 225
lunes, 1 de marzo de 2004 10:48

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