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Notícies :: globalització neoliberal : guerra
Una mentira que podemos usar
07 feb 2004
Una mentira que podemos usar
Si usted le cree a la Casa Blanca, el futuro gobierno de Irak se está diseñando en Bagdad. Si usted le cree al pueblo iraquí, se está diseñando en la Casa Blanca. Técnicamente, ninguna de las dos afirmaciones es cierta: el futuro gobierno de Irak se está diseñando en un anónimo parque de investigación en los suburbios de Carolina del Norte.

El 4 de marzo de 2003, apenas 15 días antes de la invasión, la estadunidense Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) pidió a tres firmas estadunidenses que se abocaran a un proyecto único: después de que Irak fuera invadido y ocupado, una compañía recibiría el encargo de establecer 180 concejos locales y provinciales sobre los escombros. Este era el nuevo territorio imperial para empresas acostumbradas a lo que en el lenguaje de las ONG se llaman "sociedades público-privadas," y dos de las tres firmas decidieron no entrar. El contrato de "gobierno local", que valía 167.9 millones de dólares en el primer año y podía llegar hasta los 466 millones en total, se lo llevó el Research Triangle Institute (RTI), una institución sin fines de lucro mejor conocida por su investigación en medicinas. Hacía años que ninguno de sus empleados había estado en Irak.

En un principio, la misión del RTI atrajo poca atención pública. Al lado de la incapacidad de Bechtel para encender las luces y los extraordinarios sobreprecios de Halliburton, los talleres de "sociedad civil" de RTI parecían más bien benignos. Ya no. Ahora sabemos que los concejos locales que RTI ha estado instalando silenciosamente son la piedra angular del plan de Washington para entregar el poder a juntas de gobierno regionales designadas, un plan tan vivamente rechazado en Irak que podría poner a la ocupación de rodillas.

La semana pasada visité al vicepresidente de RTI, Ronald W. Johnson, director del proyecto de Irak, en sus oficinas cerca de Durham (a media cuadra de las de IBM, a la vuelta de las de GlaxoSmithKline). Johnson insiste en que su equipo está concentrado en los fundamentos y no tiene nada que ver con las batallas épicas sobre quién mandará en Irak. "En realidad no hay una forma suní de recoger la basura distinta de la shií," me dice. (A lo mejor, pero sí hay una forma pública y una privada de hacerlo, y de acuerdo con un reporte de la Autoridad Provisional de la Coalición aparecido en julio, RTI está impulsando la segunda, estableciendo un "nuevo sistema de recolección de basura en vías públicas" que "será llevado a cabo por empresas privadas.")

Tampoco los concejos que RTI ha estado instalando están libres de controversia. El mismo día que Johnson y yo tranquilamente discutíamos los puntos más delicados de la democracia local, el concejo designado por Estados Unidos en Nasiriyah, unas 200 millas al sur de Bagdad, estaba rodeado por hombres armados y manifestantes enojados. El 28 de enero, unos 10 mil vecinos marcharon a las oficinas del concejo exigiendo elecciones directas y la renuncia inmediata de los concejales, a los que acusaban de ser peones de las fuerzas de ocupación. El gobernador provincial mandó traer guardaespaldas con lanzagranadas y abandonó el edificio.

Pobre RTI: el apetito iraquí por la democracia sigue caminando delante de los afanosos planes para la "construcción de capacidades" que el instituto diseñó antes de la invasión. En noviembre, el Washington Post reportó que cuando RTI llegó a la provincia de Taji, armado con diagramas de flujo y listo para instalar los concejos, descubrió que "la gente iraquí había formado sus propios concejos representativos meses antes y que muchos de ellos eran electos, no seleccionados como la ocupación está proponiendo." El Post citaba a un hombre que decía a un contratista de RTI que "sentimos que vamos hacia atrás."

Johnson niega que este concejo haya sido electo y dice que, además, RTI sólo está "ayudando a los iraquíes," no tomando decisiones por ellos. Quizá, pero no ayuda el hecho de que Johnson compare los concejos en Irak con "asambleas de pueblo en Nueva Inglaterra" ni que cite a otro consultor de RTI que dice que los retos en Irak son "lo mismo con lo que tuve que lidiar en Houston." ¿Será que la soberanía iraquí está siendo concebida en Washington, delegada a Carolina del Norte, modelada a partir de Massachussets y Houston e impuesta sobre Basora y Bagdad?

La ONU, ahora que ha aceptado volver a Irak, debe de alguna manera construir un papel para sí misma en este desastre. Un buen principio sería, si decide que las elecciones directas son imposibles antes de la fecha límite del 30 de junio que marcó la Casa Blanca, exigir que se retire esta fecha límite. Pero la ONU tendrá que hacer más que vigilar las elecciones. Tendrá que detener un robo: tendrá que detener el intento de Estados Unidos de quitarle a la futura democracia iraquí del poder de tomar decisiones significativas. Y todo esto gira en torno de los poderes del gobierno de transición.

Washington quiere un cuerpo de transición en Irak que tenga todos los poderes de un gobierno soberano, capaz de asegurar decisiones que un gobierno electo heredará. Para ello, la Autoridad Provisional de Paul Bremer está impulsando sus reformas ilegales hacia el libre comercio, contando con que estos cambios serán ratificados por un gobierno iraquí que pueda controlar. Por lo pronto, Bremer anunció que dará las tres primeras licencias para que bancos extranjeros operen en Irak. Una semana después, mandó a los miembros del Concejo de Gobierno Iraquí a la Organización Mundial de Comercio a pedir el estatus de observadores, el primer paso para convertirse en miembros de la OMC. Y los ocupadores de Irak acaban de negociar un préstamo de 850 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, dándole al fondo, como es usual, el poder para hacer "ajustes" económicos en el futuro.

En otros países que han pasado recientemente por transiciones a la democracia, desde Sudáfrica a Filipinas, pasando por Argentina, este tiempo entre regímenes es precisamente cuando han tenido lugar las más devastadoras traiciones: acuerdos tras bambalinas para transferir deudas ilegítimas, compromisos para mantener la "continuidad macroeconómica." Una y otra vez, los pueblos recién liberados llegan a las urnas sólo para descubrir lo poco que les dejaron a votar.

Pero en Irak todavía es tiempo de detener este proceso. La clave está en limitar el mandato del gobierno de transición a lo que tiene que ver directamente con las elecciones: el censo, la seguridad, protección para las mujeres y las minorías.

Y aquí está lo verdaderamente sorprendente: realmente podría suceder. ¿Por qué? Porque todas las razones de Washington para ir a la guerra se han evaporado; la única excusa que les queda es el hondo deseo de Bush de llevar la democracia al pueblo iraquí. Por supuesto que esto es tan falso como todo lo demás, pero es una mentira que podemos usar. Podemos aprovechar la debilidad de Bush en Irak para exigir que la democracia de mentiras se vuelva verdadera, que Irak sea verdaderamente soberano: sin que la deuda lo estrangule, sin que los contratos heredados lo sobrecarguen, sin que las bases militares estadunidenses lo hieran, y con pleno control sobre sus recursos, desde el petróleo hasta las reparaciones.

El control de Washington sobre Irak se debilita día con día, mientras las fuerzas en favor de la democracia dentro del país se hacen más fuertes. La verdadera democracia llegará a Irak no porque la guerra de Bush haya sido correcta, sino porque ha demostrado estar desesperadamente equivocada.

2004 Naomi Klein.

Una versión de este artículo fue publicada en The Nation www.thenation.com

Traducción: Eugenio Fernández Vázquez
Sindicato Sindicat