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Notícies :: amèrica llatina
Crece el rechazo a las bases militares dentro y fuera de la zona de conflicto. Chiapas
16 gen 2004
Culpan al Ejército de alterar el tejido social en zonas zapatistas.
San Cristobal de las Casas, Chis., 14 de enero. Mientras el Ejército echa a andar lo que para observadores independientes es una nueva estrategia en Chiapas, crece el rechazo a la presencia de bases militares y puestos de revisión dentro y fuera de la zona de conflicto.

Sólo la semana pasada la prensa local registró protestas de la población contra las revisiones militares en Arriaga y Tonalá. Particular molestia han causado las actitudes de los soldados contra automovilistas y pasajeros en la caseta de cobro en Arriaga.

También la semana pasada, los ejidatarios de Emiliano Zapata, municipio de Tila, demandaron la salida del 31 regimiento de infantería de su comunidad, argumentando que desestabiliza la vida comunitaria y provoca divisiones.

En 2003 hubo varias protestas contra las bases militares. En Las Delicias, municipio La Trinitaria, la población reaccionó por el asesinato de una persona por un oficial. En Querétaro, municipio Angel Albino Corzo, las familias exigieron, "por la seguridad de sus hijas", la salida del Ejército y la Policía Sectorial. En la ciudad de Cintalapa, la población rechazó la presencia de los soldados acampados en Chiapas Nuevo (Jiquipilas), que acuden a bares y burdeles y provocan problemas en las calles y la carretera.

Los casos referidos tienen en común que los inconformes son de distintas filiaciones políticas; con frecuencia se trata de priístas. La penetración cotidiana de la tropa ha cambiado el rostro de Ocosingo, Altamirano e incluso de San Cristóbal de las Casas, y ha hecho más densas las noches en Tuxtla Gutiérrez y Comitán. La respuesta de la población no siempre es conformista.

Con todo, este no es el efecto más perturbador de la militarización en Chiapas. En las comunidades indígenas, rebeldes o no, la impronta militar resulta más profunda. En poblados de la zona norte y la selva Lacandona, la penetración alcanza niveles de convivencia. Ocurre en Limar, Nuevo Limar y Emiliano Zapata (Tila), en Monte Líbano, San Quintín y ejido Cintalapa (Ocosingo), en Temó y Bachajón (Chilón). De hecho, es parte del plan.

Menor éxito ha tenido la "convivencia" con los tzotziles de Chenalhó (donde la presencia militar es muy abundante) y los tojolabales de la cañada de Las Margaritas. Al parecer se debe a mecanismos culturales. No obstante, como es bien conocido, en Chenalhó esto no impidió la organización de un grupo paramilitar en forma.

En cambio, las comunidades tojolabales no se prestaron a la paramilitarización, pese a los intentos en Benito Juárez, Poza Rica y Maravillas Tenejapa. Por tanto, allí la acción es puramente militar, y muy especializada.

En el municipio autónomo San Juan de la Libertad las bases militares han sido repudiadas por los indígenas; especialmente San Cayetano. No obstante, a partir de 2003 se establecieron tres atrincheramientos entre esta base y la comunidad Bajoveltic, en un tramo de un kilómetro. Si bien se argumentaron los frecuentes asaltos en la zona para estas posiciones, varios activistas de derechos humanos han sido asaltados ahí por hombres armados, encapuchados y uniformados de negro en meses recientes; es decir, después de la instalación de dichos puestos de guardia.

No es el primer caso de vecindad entre asaltantes de caminos y bases militares. Antes de que desmantelaran la base de Cuxuljá, eran fecuentes los asaltos violentos a camiones de pasajeros que viajaban entre San Cristóbal y Ocosingo. Del mismo modo, en forma intermitente ocurren asaltos en la carretera Ocosingo-Palenque, cerca del crucero Xhanil, donde se instaló una base militar hace dos años, en medio de la eufórica ficción foxista-salazarista de que "se retiró el Ejército de Chiapas".

En fechas recientes se reactivaron los retenes militares en Amparo Agua Tinta y Chancalá. Durante las primeras semanas de 2004 ha vuelto a operar un puesto de control en Amatenango del Valle, además de que operan tres retenes intermitentes de las agencias Federal de Investigación y Estatal de Investigaciones, Migración y Policía Federal Preventiva en el trayecto Comitán-Teopisca (no más de 50 kilómetros). Según testimonio de diversos viajeros, los agentes se comportan agresivamente con la población y con los extranjeros: si vienen de Centroamérica, podrían ser ilegales; si proceden de Europa, subversivos.

http://www.jornada.unam.mx/2004/ene04/040115/014n2pol.php?origen=index.h


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Forma un triángulo estratégico con las de Chichimá y Las Margaritas.

La base militar de Copalar, puerta a la Lacandona para operativos rápidos.

En las afueras de Comitán se ha desarrollado otro enclave: de prostitución y miseria.

HERMANN BELLINGHAUSEN

San Juan Copalar, Chis., 14 de enero. Creada, como muchas otras, como respuesta al alzamiento zapatista, la base militar de Copalar desempeña funciones especiales. A pesar de ubicarse a escasos kilómetros de la ciudad comiteca, entre los ejidos Pamalá y San Antonio Copalar, no es la guarnición de Comitán. Su función consiste en mantener abierta la puerta a la selva Lacandona para grandes operativos "rápidos" y altamente especializados sobre las cañadas y montañas de Las Margaritas. Sede del 91 batallón de infantería de la 39 Zona Militar, y base aérea del Ejército federal, ocasionalmente funciona como aeropuerto civil (alterno al de San Cristóbal de las Casas, que su vez sirve al cuartel de Rancho Nuevo).

En Comitán se ubica también la Base de Operaciones (BO) del 15 regimiento de caballería motorizada, en el predio Chichimá, camino a Tzimol. Esta base cubre la franja fronteriza, incluidas las posiciones recientes en Chamic (Trinitaria) y El Jocote (Frontera Comalapa), así como El Vergelito, cerca de Altamirano.

Componentes clave en la estrategia de guerra establecida durante el gobierno de Ernesto Zedillo y heredada por Vicente Fox, se crearon los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (GAFE). De acuerdo con el Informe de labores 1996-1997 de la Secretaría de la Defensa Nacional, consultado por el investigador Jorge Luis Sierra, el primero de abril de 1997, procedente de la tercera Región Militar en Sinaloa, el primer GAFE pasó revista de entrada como Fuerza de Intervención Rápida, precisamente en Copalar.

Si bien pertenece a la 39 Zona Militar (ubicada en Toniná), Copalar pareciera una jurisdicción en sí misma dentro de la séptima Región Militar. Posee una gran unidad habitacional y la mayor base aérea en la zona de conflicto, conectada directamente con la de Terán, en Tuxtla Gutiérrez, y se compone, al menos en parte, de las fuerzas especializadas en ofensiva rápida. Tiene bajo su mando las BO de Rancho Momón, Vicente Guerrero, Edén, Francisco Villa y Rizo de Oro, con lo cual mantiene rodeado el caracol de La Realidad (comunidad donde ha hecho sus apariciones públicas la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en años recientes), y en general el municipio autónomo San Pedro de Michoacán.

Cuando los militares se retiraron de Guadalupe Tepeyac en 2001, y la comunidad tojolabal retornó del exilio, se hizo creer a la opinión pública que el Ejército había "salido" de la zona. No sólo no ocurrió así, sino que Guadalupe Tepeyac sigue bajo rigurosa vigilancia, a escasos kilómetros. Hacia el sureste del pueblo se localiza una BO en Francisco Villa, con tropas de infantería que pertenecen al dispositivo de contención ofensiva en las cañadas de Las Margaritas. Las BO referidas a Copalar cierran el cerco a San Pedro de Michoacán con el cuartel de San Quintín y hacen triángulo sumándose a las posiciones de montaña en Corozal y Santo Tomás, en las que a finales de 2003 se acantonaron fuerzas del cuerpo de elite de Intervención Rápida.

El "triángulo galáctico"

Otros triángulos involucran al Ejército en estos valles comitecos de cielos vastos y despejados, buenos para la aviación. La mítica Balún Canán. Un punto significativo del crecimiento urbano es la llamada Zona Galáctica, curiosa "colonia" constituida exclusivamente por bares y burdeles, a corta de distancia del Instituto Tecnológico de Comitán, donde estudian cientos de jóvenes, en las afueras de la ciudad. Está en el estratégico triángulo de las bases militares de Las Margaritas, Chichimá y Copalar.

Conformada al principio por un solo, largo callejón de establecimientos con nombres como Villa Cariño, además del pionero Bar Lewiston, la Galáctica ha crecido. Finalmente fue concluido El Castillo, un gran burdel kitch que tardó años en construirse y hoy funciona febrilmente a puerta cerrada, frente del Lewiston y de un vistoso anuncio que dice algo así como "lleva una vida digna, usa condón".

Sin ser un área de uso exclusivo del Ejército, casi lo es. También acuden traileros y otros necesitados de servicio sexual, pero la absoluta mayoría de clientes son soldados, con o sin uniforme. El éxito de la Galáctica obedece a la densidad demográfica de su clientela potencial. Chichimá, Las Margaritas y Copalar son grandes bases militares, que además reciben continuamente patrullas procedentes de la selva y la frontera.

Las "zonas galácticas" son una invención chiapaneca anterior al levantamiento de 1994. El ex gobernador Patrocinio González Garrido creó, con una liberal idea de higiene social, la Zona Galáctica de Tuxtla Gutiérrez, un gueto de burdeles alambrado, con servicio de microbús, baños y boleto de entrada. Al llegar decenas de miles de soldados a la región, la demanda aumentó exponencialmente. Hoy existen servicios de prostitución, galácticos o no, tanto en Ocosingo, San Cristóbal de las Casas, Altamirano y Comitán, como en locaciones remotas (San Quintín, Monte Líbano e Ibarra).

El trasiego de prostitutas a las comunidades militarizadas de la selva y la zona norte consiste, al parecer, principalmente en mujeres centroamericanas indocumentadas. Pero esto no quita que las presiones sexuales hayan alcanzado a las jóvenes tzeltales, choles y tzotziles de los pueblos ocupados. Proverbial fue el caso de San Quintín, comunidad priísta, "leal" al Ejército desde que se instaló ahí en 1995 la mayor base militar de la selva; se supo de familias indígenas que "vendieron" los servicios de sus hijas, quienes cotizaban más alto que las prostitutas.

Más frecuentes de lo que se piensa, las historias de "hijos de soldado", familias locales cortesanas por las buenas o las malas, y jóvenes reclutas rebosantes de adrenalina y testosterona, podrían arrancar sonrisas cínicas, pues "así es la cosa", pero significan verdaderas tragedias personales y culturales para las mujeres y, por extensión, para las familias indígenas. En términos culturales, se trata de una "perversión" comunitaria equivalente a la paramilitarización, y así de disolvente.

http://www.jornada.unam.mx/2004/ene04/040115/014n1pol.php?origen=politic
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/2004/ene04/040115/politica.php?fly=1
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