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Anàlisi :: guerra
ingeniería política fallida
10 gen 2004
Sobre el resultado de esos ejercicios de ingeniería política fallida, esa serie de «procesos a la democracia» tutelados directa o indirectamente por Estados Unidos o la Unión Europea, desde Afganistán a Serbia, absolutamente artificiales y de escaso valor democrático.
Según la nueva doctrina internacional vigente, son un puñado los países que «faltos de democracia» se «enfrentan al progreso y a la libertad» que expande el modelo globalitario. Al margen del «Eje del Mal» sería larga la lista de países que nítidamente serviles a Occidente «gozan» de la homologación como «democracias y transiciones» de manual occidental y que asientan sus regímenes en el clientelismo, la represión indiscriminada y el expolio oligárquico. Túnez, Filipinas, Rusia, Azerbaiján, Marruecos... una extensa lista de «democracias» para el siglo XXI, diseñadas y alimentadas desde los orondos despachos del Norte para que el mundo «avance con el paso de los tiempos». Son historia, las satrápicas dictaduras que apuntalaban el orden en tiempos de la Guerra Fría. Los Mobutu, Idi Amin, Somoza, Pinochet, Suharto, Marcos... han sido poco a poco «corregidos» por impecables transiciones democráticas que siguiendo el «modelo español» han permitido que nada cambie para que todo siga igual.

Pero desde hace poco más de un mes podemos apreciar con especial nitidez, que un gran número de «procesos a la democracia» tutelados directa o indirectamente por EE.UU o en su defecto la UE no siguen el proceso que previamente se les exigía. No es nada nuevo, sólo una prueba más de que efectivamente las ingenierías político-diplomático-militares, es decir, la segunda pata del proceso globalitario se asientan sobre realidades socio-políticas claramente hostiles, lo que hace que estos procesos de «construcción» sean absolutamente artificiales, y por lo tanto nulamente democráticos.

Los dos ejemplos más sangrantes son sin duda los procesos afgano e iraquí de «construcción de la democracia», ambos claramente exógenos y lejanos de las lógicas sociológicas y políticas existentes en ambos estados.

La dos veces aplazada Loya Yirga afgana que convocó Karzai «a medida» (se han reunido apenas 500 delegados, cuando la Loya Yirga tradicional se basa en la participación de casi 1500 representantes) para proclamar una constitución «aceptable para Occidente» y de la que se auguraba un claro fracaso, sólo salió «adelante» gracias a los «consejos y voces» que hubieron de dar los representantes occidentales para forzar «el éxito». Un proceso de manual que existirá en las mentes occidentales gracias a la propaganda y los medios pero difícilmente cuajará en un Afganistán desgajado, en el que la resistencia tiene zonas bajo su control y en el que además se siente que todo ello es artificial (por algo hay tropas extranjeras).

Algo parecido a lo que ocurre en Irak, un país en el que tras la invasión y la ocupación, la resistencia ha sido capaz de hipotecar los planes «democratizadores» de los «libertadores» adueñándose de los parámetros y las llaves gerenciales de «la seguridad». Pero incluso sin un escenario así, los ocupantes serían capaces de «crear instituciones y democracia». La clara artificialidad del Consejo de Gobierno instaurado por EEUU no solo se vislumbra por su escasa popularidad, sino por las claras disputas interesadas de sus miembros por tocar poder. Una lucha fratricida que hipoteca el «infalible calendario» y el proceso de manual que había de instaurarse el «democrático Irak post Baaz».

Tanto en Afganistán como en Irak, la falta de sensibilidad por respetar los flujos de poder local de los clanes, entroncados en complejos organigramas tradicionales invulnerablemente jerarquizados supone que toda creación de instituciones de manera exógena sea absolutamente ineficaz, lo que imposibilita cualquier proceso, por muy claro que esté previsto en el manual.

En Georgia un nuevo gobierno con «el 95% de apoyo popular» (en este caso no hay sospechas), presidido por el favorito de la Casa Blanca, el nacionalista Saakaashvili (parece que su nacionalismo no es de «los problemáticos») será ahora garante de una transición «democrática» que lleve a la «democracia», ahora que ha depuesto al que hasta hace un mes era la garantía de la democracia en Georgia y padre de la «Georgia democrática postsoviética», Shevardnadze, que a su vez derrocó en 1992 al nacionalista Gamsajurdia, demócrata que venció a los soviéticos en las urnas.

Haití, que celebra el bicentenario de la independencia de la «isla de los esclavos negros» bajo otra «democracia» tutelada no existe para el mundo. Pero «goza» de una «democracia» en toda regla que es insostenible porque el clamor popular se ha alzado una vez más contra el «hombre que reinstituyó Clinton en su cargo de presidente», Aristide. Nunca un país ha estado más necesitado y a su vez ha sido tan claramente manipulado. El que iba a sacar a Haití de la caverna de los déspotas ha acabado haciéndose el jefe de la caverna, eso sí, democráticamente, no como Duvalier y sus tonton macutes, gracias al «amigo americano». Otra «democratización» artificiosa que permite visualizar con rotundidad cual es el modelo político para el planeta, de los creadores de la doctrina del «Nuevo Siglo Americano». Un claro ejemplo de «nuevo look democrático» para el siglo XXI de «nuestros hijoputas», como los definía Kissinger, de la Casa Blanca. -

(*) Gabirel Ezkurdia: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
Mira també:
http://www.gara.net
Sindicat Terrassa