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Notícies :: corrupció i poder : ecologia : guerra
Regalo de Reyes
08 gen 2004
Todo el mundo, en general y la izquierda mejor que nadie y en particular, sabe que los EE.UU. invadieron Irak por el petróleo. Pero lo que los EE.UU. (y Europa) ha conseguido que permanezca en el mayor de los secretos y fuera de todo debate, es la extrema e imperiosa necesidad que tienen de ese petróleo y lo escaso que va a estar en todo el mundo de forma inminente.
Arboles que no dejan ver bosques en Irak

Pedro Prieto
Rebelión

Compruebo con estupefacción cómo el discurso general de la izquierda sobre la actuación estadounidense en la invasión de Irak se dedica a contar árboles, sabiendo que lo que están arrasando es el bosque completo.

Algunos se animan diciendo que están perdiendo la guerra, porque caen soldados yanquis y se derriban helicópteros. Otros hacen cálculos económicos de lo que les está costando y dicen que eso les hundirá. Primero, creo que se equivocan en ese análisis y en segundo lugar, me temo que desvían la atención de la gente sobre el verdadero problema que aflige a los iraquíes y puede afligir al mundo en general.

Veamos primero de qué bosque se trata. Toda el mundo, en general y la izquierda mejor que nadie y en particular, sabe que los EE.UU. invadieron Irak por el petróleo. Pero lo que los EE.UU. ( y Europa) ha conseguido que permanezca en el mayor de los secretos y fuera de todo debate, es la extrema e imperiosa necesidad que tienen de ese petróleo y lo escaso que va a estar en todo el mundo de forma inminente.

Efectivamente, los EE.UU., después de haber sido la mayor potencia mundial petrolífera durante alguna década, en producción y consumo, alcanzó su cenit de producción en 1970 y está en un declive terminal de la misma, que ni las más poderosas finanzas, ni toda la tecnología del mundo a su disposición han podido evitar.

En apenas cinco o diez años más, los EE.UU. pasarán de importar el 65% del petróleo que consumen actualmente, a tener que importar la práctica totalidad, puesto que para ese entonces, apenas quedarán los posos de los pozos de Alaska y poco más. Los EE.UU. consumen en la actualidad el 25 % del petróleo mundial.

Como además resulta que la producción mundial va a llegar (si no ha llegado ya) a su cenit máximo de producción precisamente en los próximos cinco o diez años, digamos que el gigantesco problema que se presenta es que entre el año 2005 y el 2015 va a empezar a existir menos petróleo cada año que el año anterior y eso de forma inexorable y a un ritmo que puede oscilar entre el 3% y el 6% menos cada año.

Así pues, los EE.UU.(y Europa) saben varias cosas, que no nos quieren anticipar; a saber:

Que no hay sustituto energético para el petróleo en todo el planeta, porque el petróleo representa el 40% del consumo mundial de energía y la mayor parte de la infraestructura mundial está preparada para consumir petróleo y no otros combustibles.

Que no da tiempo, en el tiempo de que se dispone, a preparar un cambio de las estructuras económicas y de los modelos sociales de producción y de vida, para adaptarse a consumir entre un 3 y un 6% menos cada año y durante muchos años sin parar, hasta llegar, dentro de tres o cuatro décadas, a disponer de un nivel de vida con un 30% de energía de la que actualmente disponemos; que ningún país, ni ningún dirigente se atrevería a preparar a su propio pueblo para pasar de este cáliz, de la forma menos traumática posible; que cuando la energía disminuye (lo saben bien los ancianos) las fuerzas para hacer cambios todavía menguan más y los hacen exponencialmente más difíciles.

Que sus principales y verdaderos competidores ( y por tanto, enemigos) por los recursos vitales ajenos, no son ni Irak, ni Arabia Saudita, ni Kuwait, Irán, Indonesia o Venezuela. No. Estos son vistos sólo como vacas lecheras del maquinismo mundial, no como competidores. Saben perfectamente, como lo saben sus competidores, que son, por este orden:

La Unión Europea, que consume el 23% del petróleo mundial y también está importando más de la mitad de lo que consume y en los próximos cinco o diez años, tendrá los mismos posos en sus únicas reservas significativas, los pozos del Mar del Norte que los EE.UU. en Alaska. Europa dispone de armas nucleares y una tecnología para preocupar a los EE.UU.

China, que aunque sólo consume el 7% del petróleo mundial, ya produce (el 4,8% del petróleo mundial) menos de lo que consume y aunque tiene reservas propias para 15 años de la producción actual y para diez años, si tuviesen que vivir sólo de ellas, pretende seguir creciendo económicamente (y por tanto, energéticamente) entre un 5 y un 8% acumulativo cada año. China tiene el 20% de la población mundial, también tiene armas nucleares y en diez años va a necesitar un 10% del petróleo mundial y será casi todo ajeno.

Japón tiene el mismo consumo de petróleo que China (un 7% del mundial), aunque solo posee el 2% de la población del planeta. Pero sucede que tiene que importar todo ese petróleo, porque no posee nada. Japón no tiene armas nucleares, pero tiene los tres vectores necesarios para disponer de cientos de bombas nucleares en un año.

India y Pakistán, son dos colosos con pies petrolíferos de barro. No es que consuman mucho, porque entre ambos consumen el 3,5% del petróleo mundial, pero es que producen aún menos, apenas el 1% -casi todo en la India- y los hindúes apenas tendrían reservas para 19 años de producción propia y para un lustro de todo lo que consumen. Lo poco que necesitan, lo necesitan mucho y ambos tienen algunas armas nucleares y una base de población explosiva, de unos 1.200 millones de habitantes. Sin embargo, su gran base de población que vive al margen del mundo industrial, sufrirá posiblemente menos una escasez grave y continuada de petróleo.

Rusia, solo consume el 3,5% del petróleo mundial, produce unas tres veces más de lo que consume (10,7% del total mundial) y tiene reservas para unos 20 años, al nivel de producción actual. Ahora exporta los dos tercios de su producción a Occidente, para pagar deudas contraídas tan veloz como misteriosamente, pero puede dejar de pagarlas, si necesitase su propio petróleo. No es de los países que estén más urgidos por la inminente escasez de petróleo mundial. Dispone de un poderoso ejército y muchas armas nucleares, pero los EE.UU. saben que no tiene excesivas urgencias. Por eso se coloca en el quinto lugar de las preocupaciones estadounidenses.

Vistos los competidores y verdaderos enemigos potenciales y la escasez de petróleo, se entiende perfectamente lo que está en juego en la próxima década.

Hay que verlo así: Irak posee 120.000 millones de barriles de reservas probadas. Es el 12% de lo que queda en el mundo y está entre el 50% del petróleo que queda de más fácil y menos costosa extracción y de mejor calidad, para que lo puedan digerir sin cambios y sin molestias o costos adicionales las refinerías bajo control de los EE.UU. y de Europa. Es una cantidad tremenda y sin embargo, es apenas el consumo de 6 años para los EE.UU.

Pero es que Arabia Saudita, el más gigantesco y colosal depósito del mundo, tiene reservas para apenas 13 años de consumo actual estadounidense.

Por tanto, las disputas por el petróleo, causarán millones, cientos de millones de muertos en las próximas dos décadas. Ese es el verdadero bosque. Porque en cuanto la producción mundial de petróleo comience a declinar un 6% cada año, en cualquier momento, alguien se va a ir quedando sin el petróleo; esto es, sin la vida, que tenia, el año que deje de recibirlo.

Y si alguien no quiere reducir su cuota nacional, en la misma proporción en que caerá la producción mundial, las matemáticas más elementales aseguran que se la tendrá que quitar a otro. Y si la caída promedio mundial es del 6% y uno se la quita a otro, uno se podrá quedar igual, pero el otro tiene que bajar un 12% en un solo año.

Esto es el bosque, el llanto y crujir de dientes de una sociedad industrial que tiene estos datos en estadísticas públicas y esconde la cabeza como un avestruz, en el capó de sus coches. O peor aún, un mundo en el que los dirigentes de algunos países consumistas, habituados a esquilmar recursos ajenos, se han dado cuenta de la situación, pero prefieren ocultarla a sus ciudadanos, poniéndolos árboles y más árboles, para que no puedan ver que estamos quemando el bosque, que lo estamos arrasando.

El petróleo es la fuente de la vida moderna y mucha gente, incluyendo a la gente mejor dotada de la izquierda, ignora hasta qué punto. Entre cuatro y cinco de cada seis calorías de los alimentos que hoy ingerimos en el planeta, provienen de utilizar el petróleo o sus derivados en maquinaria agrícola, en pesticidas, en fertilizantes, en trasporte y almacenamiento de alimentos, etc. etc.

Dejar a un país moderno sin energía, es dejarlo sin alimentos, como muy saben en Corea del Norte y en Cuba. Pero es dejarlo también sin transporte, sin material para las carreteras, sin aviación, sin barcos de transporte de bienes, sin maquinaria para la construcción, sin minerales y sin los derivados plásticos. Es dejarlo sin agua dulce que bombear, sin sistemas de saneamiento, como bien saben los iraquíes. Es hacerlo retroceder más atrás de la era preindustrial, porque las tierras ya están agotadas y la población se ha multiplicado mientras tanto.

Esto los saben los EE.UU. y los gobiernos de los países que aquí se citan como competidores de EE.UU. por ese recurso escaso.

Y claro, saben que de esta gran tragedia que se avecina, dependen las vidas y el futuro de miles de millones de personas y de sus generaciones venideras, aunque no sea el fin de la civilización. Este es el bosque que no estamos viendo, porque unos gobiernos y otros nos van poniendo árboles por delante.

¿Y cuales son los árboles? Pues contarnos que los cuatrocientos soldados estadounidenses muertos en combate en Irak, le preocupan mucho a su gobierno y que los golpes de la resistencia iraquí suponen batallas perdidas del imperio en favor de las actuales víctimas. Con ello, consiguen que la izquierda mundial se solace y se disipe en este aspecto muy secundario del problema.

O que les preocupan las elecciones, cuando toda persona de juicio sabe que EE.UU. es un plutocracia, y Europa una burocracia con ribetes de plutocracia, en los que un hombre no es un voto, sino un dólar un voto y ellos, los que ahora gobiernan, tienen todos los dólares y todos los euros. No. No tienen miedo a las elecciones. En todo caso, tendrían miedo a que se subvirtiese el proceso llamado electoral, que tienen controlado. Y serían capaces de matar y de meternos en estados de excepción para evitarlo. Sin duda y dirían que por nuestro bien.

La última guerra de Irak empezó en marzo de 2003 y al cerrar el año, los contables bélicos suman cuatrocientos o quinientos soldados caídos, de los que apenas doscientos o trescientos son producto del mantenimiento de la ocupación. Unos ponen cara de estar preocupados por ellos y las izquierdas del mundo se alegran de que los agresores y prepotentes invasores no se vayan de rositas.

Pero ese coste humano de, pongamos 500 soldados al año, no inquieta al poder ni lo más mínimo. Esos soldados son un solo árbol, escuálido y alienado, de todo el bosque que estamos analizando.

Seamos sensatos y miremos al bosque. Lo que está en juego en el próximo decenio son las vidas de cientos, miles de millones, no de una centésima parte de lo que perdieron en Vietnam, sin que se llegaran a marchar por esa razón. Con esa tasa de bajas, los EE.UU. tardarían cien años en llegar a las bajas de Vietnam. Pensemos fríamente: ¿cómo no van a aguantar ese coste humano de carne de cañón pobre, marginal y desarraigada? Aguantarían eso y mucho más.

Los más conscientes comentan las miles de muertes de iraquíes, como si eso fuese importante para los dirigentes estadounidenses. Si los iraquíes caen en proporción de veinte a uno, respecto de los soldados estadounidenses, pues son veinte árboles que siguen sin dejar de ver el bosque. Por hacerse con el bosque, ellos, que se consideran los gestores exclusivos del bosque, sacrificarían sin problemas todos los árboles que exijan los cortafuegos y las vías de extracción de esa madera, que es el petróleo.

Otros hablan del coste económico insoportable. Otro árbol que sigue impidiendo ver el bosque. Porque veamos: si el petróleo está a unos 30 dólares el barril y los EE.UU. se acaban de asegurar con la invasión de Irak, los 120.000 millones de sus reservas, esto representa, en términos puramente monetarios 3,6 billones de dólares (billones europeos, de 1012).

Algunos especialistas en ver árboles, dicen que el coste (dinerario) de la guerra de Irak ya va por los 90.000 millones de dólares y para impresionarnos, hacen contadores automáticos sobre como aumenta de forma alarmante. Y contadores alternativos para ver cuantas escuelas se podrían crear con ese dinero. Es otro falso debate. Primero, porque ni siquiera poniendo ese astronómico coste, deja de ser un negocio rentable. A ese coste, se puede hacer la guerra durante más de 30 años. Pero además, porque no es una cuestión de dinero. Es que no tienen otra. El dinero se puede imprimir, sobre todo cuando hay necesidad, como se sabe muy bien, desde hace siglos. El petróleo, no.

Pero es que es incluso más dantesco. Los gobiernos estadounidense y europeos saben que incluso si EE.UU. aceptase compartir con los otros grandes consumistas, los europeos, el botín entero del petróleo del golfo Pérsico, el resto de los países del mundo comenzarán a morir a tasas jamás conocidas hasta ahora. Los occidentales aceptan y dan por asumido, con la reserva moral de sus ONG's, que en el estado actual de cosas, que la muerte de 40 millones de niños al año por hambre y unos 20 por enfermedades fácilmente evitables, por falta de agua potable o vacunas elementales, es aceptable.

Lo saben tan bien como saben que cuando el petróleo empiece a escasear, las muertes se multiplicarán por diez, o por cien. Saben que pueden haber empezado ya, a un ritmo exponencialmente creciente. Y saben que muchos países, aunque pobres y desarmados, se resistirán a morir. Y aumentarán su violencia contra los que sienten que les expolian y se niegan a repartir.

Por ello, en Occidente hacen una piña, aunque sepan que el petróleo les terminará enfrenando a ellos, inevitablemente, y se preparan ahora para enfrentar las mareas humanas que se les acercan. Y convencen -fácilmente, todo hay que decirlo- a sus orondos ciudadanos de que se trata de inmigración ilegal y de terrorismo islámico o terrorismo internacional, que quiere destruir nuestros valores y nuestro modelo de vida. Y cierran fronteras, fichan pasajeros, militarizan sociedades. Más claro, agua. Esos árboles empiezan a dejar de ver un bosque en llamas.

Y Occidente sabe muy bien (lo saben los EE.UU. por un lado y Francia y Alemania por el otro: -ellos son Europa-), que incluso aunque ganasen esa guerra, exterminando a todos los demás, incluso sin costes energéticos adicionales, en dos décadas más, se tendrán que enfrentar entre sí, si es que antes, alguno de los competidores de tercera fila, con armamento nuclear generalizado, no dice también esta boca es mía.

Ese es el bosque y probablemente no haya nada que pueda evitar el triste fin del mismo. Pero como incluso a los que van a morir se les concede el privilegio de ir al paredón con una venda en los ojos o a pecho descubierto, mirando de frente al pelotón de ejecución, los que preferimos ésta última modalidad y quizá aún creamos que las masacres podrían disminuir grandemente si todos supiésemos de qué juego se trata y pudiésemos organizar una mejor distribución de las riquezas menguantes, vamos a intentar, por todos los medios posibles, evitar que nuestros conciudadanos se distraigan con los árboles que les van poniendo por el camino y que se eleven un poco, para ver el verdadero bosque, aunque esté en llamas.

Pedro Prieto. Coeditor de Crisis Energética

6 de enero de 2004. Regalo de Reyes.

Los datos citados en este artículo están extraídos de la Statistical Review of world Energy 2003 de British Petroleum, que es públicamente accesible en http://www.bp.com/ y también de http://www.crisisenergetica.org/
Sindicat Terrassa