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Anàlisi :: corrupció i poder : amèrica llatina
PERONISMO, PRT: DOS CADÃ?VERES SIN ENTIERRO *
07 gen 2004
El 1º de Julio de 1974 falleció el capitán general Juan Domingo Perón. La misma tarde fallecería, también, el peronismo. El 16 de julio de 1976 murió el comandante Mario Roberto Santucho. Con esto el PRT entró agonía. Y terminaría de morir en mayo de 1977.
Cascarones sin alma

Según numerosas tradiciones aborígenes las personas que expiran sin haber logrado satisfacer sus más hondos anhelos, o con graves culpas que los escuecen, deambulan por mucho tiempo, sin espíritu, tratando de conseguir otro cuerpo, con el cual concretar los angustiantes reclamos de su inquietud post-mortem. Algo semejante parece haberles ocurrido a dos movimientos políticos -los que con mayor fuerza signaron al siglo XX en la Argentina-: Peronismo y PRT. Presentes sin atenuación en las psiquis de algunos militantes, se introducen en uno u otro esfuerzo político novedoso cada tanto, empeñándose por infundirles su sello. Cada cual con sus características -Peronismo en proyectos corporativos, PRT en frentes de izquierda- no asumen su condición de fantasmas, dañando con ello la performance de cada sector al que se integran.

La letra y el fusil

En el caso del PRT, desde su disolución en 1977 hubo grupos que se negaron a acatarla para continuar con su funcionamiento orgánico en el exilio. Tuvimos noticias al menos de dos PRT hacia los 80: uno todavía "combatiente", otro convertido en semilegal, ambos con activas células en Europa y México. Ninguno logró sobrevivir al desgaste del tiempo.
El primer grupo, sin romper totalmente con el resto, optó por actuar como un Comando Guerrillero Internacional. Y pasó a combatir allí donde se los necesitaba. Entre sus miembros más conspicuos se contaron Enrique Gorriarán Merlo, ex jefe del ERP, y el "Colorado" Irurzun, un santiagueño, ya convertido en mito por su coraje y participación en numerosísimos enfrentamientos armados, antes y luego de la dispersión. Sin duda su mayor gloria la obtuvieron durante el triunfal avance de la guerrilla sandinista, con la cual participaron de los más importantes combates contra las fuerzas de Somoza. Precisamente al efectuar la eliminación del dictador -en su exilio del Paraguay- iba a morir el comandante "Santiago" (Irurzun), poco después de la victoria en Nicaragua.
Este grupo sería -por fatalidad- el llamado a lograr mayor inserción popular en la Argentina post-dictadura. Aún con olor a pólvora y el inmenso lustre de sus victorias boricuas se convertiría en sostén y animador principal del más exitoso intento de construcción política revolucionaria del periodo: el MTP (Movimiento Todos por la Patria). También el que le daría el golpe de gracia a las ilusiones revolucionarias, retrasando el proceso por años.

El avance de la derecha

Al momento de la muerte de Perón los grupos de ultraderecha y sus amigos habían copado completamente el aparato partidario justicialista. Favorecidos por el manejo del poder estatal, intentaron establecer un rígido control sobre la sociedad, a través de grupos represivos legales y parapoliciales. Pero esta arremetida fracasó finalmente, debido al muy alto grado de conciencia y movilización que había logrado ejercer el pueblo durante 18 años de lucha. La existencia de innumerables organizaciones de base, sindicales, villeras, estudiantiles, culturales, y su ejercicio constante de la práctica combativa, lograban revertir medidas represivas o planes económicos confiscatorios. Como el "Rodrigazo", un ajuste salvaje digno de López Murphy, aplicado por el ministro Celestino Rodrigo, que fue derribado en dos días por intensas movilizaciones obreras y sindicales.
Pero estos signos no hacían otra cosa que augurar el destino final del peronismo: sin la incomparable habilidad nomencladora de Perón, era evidente que los más fuertes se quedarían con el derecho de asignar sus rumbos.
El más serio intento por dotar de una estructura orgánicamente ideológica al peronismo había provenido de las "Organizaciones Especiales". Herederas de John William Cooke, habían construido poder interno desde los años de la resistencia, 1956-1968, dando un salto cualitativo con la aparición de Montoneros, FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y FAP (Fuerzas Armadas Peronistas). Fue su empuje y arrojo, integridad ética, carisma revolucionario (junto a las guerrillas de izquierda, FAL y ERP), lo que catapultó la inmensa movilización de masas. Por esta incontenible marea popular la dictadura militar, que gobernaba en nombre del imperialismo norteamericano, debió abandonar la escena, en 1973, tácticamente derrotada.
Pero una serie de errores permitieron que fuesen expulsados rápidamente del notable poder logrado con aquella gesta magnífica. (Bueno es decirlo, gran parte de ello por ingenuidad política, debido a una concepción alejada de las constantes traiciones y duplicidad con que actuaban los viejos zorros peronistas.) Hacia fines de 1974, Montoneros y sus organizaciones de superficie -JP, JTP, Ligas Rurales- debieron pasar a un doloroso repliegue, debido a la gran cantidad de bajas que les estaba ocasionando la derecha armada.

La ceguera guerrillerista

Cuando en 1984 un pueblo cansado de violencia demencial, frustraciones económicas, avergonzado de su anterior impotencia política, opta por un modelo socialdemócrata, parece haber elegido bien, por un corto lapso.
Es entonces cuando renacen fuerzas de izquierda con una vitalidad asombrosa, teniendo en cuenta que un par de años atrás la sola mención de palabras tan tibias como "socialismo" o "militancia" provocaban temor.
En Buenos Aires, hacia 1985, comienza a construirse un dinámico movimiento con raíces villeras y barriales, denominado MTP (Movimiento Todos por la Patria). Ante los militantes veteranos se presenta como una inteligente propuesta de frente amplio, con amplias posibilidades de inserción popular. Esto debido a que, rectificando anteriores posiciones ultraizquierdistas, otorga espacio prácticamente a todos los sectores, desde la izquierda tradicional a las clases medias -incluyendo burguesía mediana, productores rurales, artesanado independiente, etcétera. El crecimiento de este sector político despierta grandes expectativas en todo el país. La mayor parte de sus miembros se siente optimista respecto a su protagonismo como fuerza política legal, en base a fundados análisis de la realidad.
Pero ciertos indicios de actividad conspirativa armada en el seno del movimiento, comienza a suscitar inquietud, primero, luego provoca el alejamiento de muchos de los cuadros más advertidos. Estos últimos, provistos de la experiencia y el olfato propios de la durísima etapa anterior, reconocen los síntomas de la desviación guerrillerista, lo cual les permite alejarse a tiempo.
Efectivamente, el 23 de enero de 1989 Gorriarán Merlo y su grupo protagonizan el trágico intento de copamiento del cuartel militar de La Tablada. Que termina para siempre con una de las mejores construcciones políticas de masas que había emprendido la izquierda revolucionaria desde los 70.

El engaño menemista

Al patético fin de las expectativas de izquierda sucedería un equivalente no menos patético en las filas peronistas hacia la década de los 90. Muchos sectores del anterior peronismo revolucionario habían colaborado con la instalación de Menem en el poder. Sus despliegues de una parafernalia publicitaria desempolvando los símbolos más caros del justicialismo, junto a consignas como la "Revolución Productiva" o el "Salariazo", habían bastado para ilusionar a una militancia -y un pueblo- harto de fracasos. Había deseos de volver a creer, y la masa peronista formó pelotón con muchos de sus dirigentes, otrora combativos.
Así se llegó al desenmascaramiento brutal del menemismo, que en vez de establecer las tres banderas como parámetros de su política de gobierno, impuso las normas enajenantes del imperialismo internacional en expansión; en vez de apelar a ortodoxos peronistas para las políticas estructurales, introdujo a los Alzogaray, co-responsables de los peores crímenes contra el movimiento popular.
Hoy muchos de esos ex militantes revolucionarios -como Schiaretti- gozan aún de un próspero lugar en la estructura de poder creada por el menemismo. Pero al igual que sus antiguas ilusiones, son cadáveres, rellenos de alimentos finos y lujosos ornamentos, es cierto. Pero tan muertos como un lechón al horno, con una manzana en la boca.

Enterrar las ilusiones

Contrariando un elemental sentido común, todavía existen grupos bastante numerosos de militantes que creen posible la resurrección del Movimiento Peronista en la Argentina. Ilusionados nuevamente con la prestidigitación de Kirchner, trabajan con denuedo en la conformación de grupos de base, destinados a disputar un espacio posible dentro de la potencial fuerza mayoritaria que -según estas aspiraciones íntimas- renace.
Pese a una manifestación más cruenta y clara en el caso del PRT, con el fracaso de La Tablada, se desarrollan esfuerzos simétricos en el campo de la izquierda revolucionaria, con el ánimo de construir lo que se espera alumbrar, si no como el mismo, sí tal vez como un aplicado hijo pródigo del "glorioso PRT".
Estas aspiraciones no tienen en cuenta el sentido inexorable de la existencia. Que no es otro que el renovarse perpetuamente, creando situaciones nuevas a medida que la historia avanza en un sentido cronológico.
Aprovechar los errores del pasado, aplicar creativamente los aciertos, debería llevarnos a comprender que aquella estimulante, maravillosa gesta revolucionaria de los 70, no volverá. En primer lugar porque los militantes ya no son los mismos, ni existen clones en la juventud actual, que estén preparándose para reproducir conductas que, apropiadas o no, tuvieron su oportunidad irrepetible en el momento en que sucedieron.
No entender eso, demorará no sólo nuestra evolución individual, frustrándonos nuevamente, sino también obstaculizará las posibilidades objetivas de desarrollo de nuestra nación. Descubrir, en cambio, que todo presente es un desafío maravilloso, que toda lucha puede ser magnífica y estimulante, si sabemos descubrir las claves de su particularidad, comenzará a enfilarnos ordenadamente por el camino correcto.
Este no es otro que la conformación de un nuevo movimiento político de masas en la Argentina. Un movimiento popular, amplio y revolucionario, que combine los mejores aciertos del PRT y la izquierda revolucionaria argentina, así como los del Peronismo. Sin otra ambición que la de procurar un país mejor, un mundo mejor (las mismas que tuvimos siempre). Pero dejando atrás estructuras o ideas del pasado. Imitemos en esto a tantos militantes anarquistas, socialistas, comunistas, de principios de siglo, que supieron contribuir generosamente a la construcción visionaria de los movimientos revolucionarios destinados a tomar la posta hacia los 50, y que tantas enseñanzas extraordinarias dejaron a los argentinos.


* Peronismo: movimiento político nacionalista, fue el mayor movimiento de masas en toda la historia argentina. Fundado hacia fines de la década de 1940, tuvo su período de auge entre 1948 y 1955, gestando luego una saga revolucionaria, que fue apagándose después de su gran victoria electoral en 1973.
PRT: Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fundado en el norte Argentino, hacia 1965, luego de varias transformaciones ideológicas adquiere rasgos definitivos en 1970, con la adopción del marxismo leninismo como herramienta de análisis y la lucha armada como táctica política principal. Tiene su mayor auge entre 1971 y 1975.
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