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Notícies :: ecologia
La campana de Artozki
30 des 2003
El pueblo de Artozki fue derribado finalmente el miercoles 1 de octubre, despues de 15 dias de resistencia y en el segundo dia del brutal desalojo de la policia foral y el gobierno de Navarra. Mientras l@s vecin@s de Artozki, el cura de los pueblos afectados por el pantano, l@s resistentes lloraban, las risas y el tintineo de las monedas se oian en el arzobispado. Alli contaban los 200 millones de pesetas que el gobierno de Navarra habia pagado por tirar con saña y odio las iglesias de Itoiz, Artozki, Orbaiz,..., todas ellas, como los pueblos, insustituibles.
Las pruebas de llenado del pantano estan empezando ahora, saltandose como siempre todas las leyes, poniendo en peligro a las poblaciones aguas abajo, continuando la destruccion del valle del Irati. SOS ITOIZ. IRATI BIZIRIK. IÑAKI ASKATU!!.
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Carta aparecida ayeren el diario de noticias(Nafarroa):
La campana de Artozqui, por Feli Iriarte Elizalde
Día primero No han podido contigo. Mañana aún tendrás el gozo, desde tu trono, de ver un nuevo amanecer en tu querido pueblo.

Celebrarás la victoria rodeada del hermoso paisaje que todavía ofrece ese lugar, de los cálidos y variados tonos del monte en otoño, del río Irati que, al besar el puente, llora de emoción aumentando su caudal.

Verás por última vez las hojas color ocre caídas en el suelo. Este año los árboles se han desprendido de ellas con una especial amargura...

Eras la primera en saludar al sol y has sido la última en despedir este bello trozo de tierra.

Los cronistas dicen que sólo queda en pie la torre de la iglesia, no han hablado de ti, pero desde tu centenario hogar me haces un guiño. Entre la polvareda del derribo de las casas me llega clara y transparente tu voz. Y emocionada, en silencio, te escucho. Me dices que al ver el desprendimiento de los viejos caserones temblabas y que el miedo arrugó tu corazón de metal congelando tu sonido.

Me cuentas lo importante que eras entre los vecinos, pues a través del lenguaje de tus campanadas comunicabas al pueblo cuanto en él se celebraba; misa, ángelus, rosarios, procesiones, rogativas, defunciones, nacimientos, inundaciones, incendios y fiestas patronales.

Sigues hablando y hablando, como alguien que presiente el final y quiere contar su vida a borbotones...

Día segundo No he podido dormir, el camino de Pamplona a Artozqui me ha parecido muy largo, interminable. Me aferraba con todas mis fuerzas a un último hilo de esperanza; que alguna causa de fuerza mayor hubiera impedido a la excavadora hacer su trabajo. No ha sido así. Junto con el párroco y los empleados de la obra pasamos entre los despojos de las casas esparcidos de cualquier manera, hasta llegar junto a la torre.

Los trabajadores intentan cogerte en la cuchara, con mimo, para no hacerte daño. El esfuerzo resulta inútil, no cabe la cuchara en el campanario. Sigues mirándome, esperando el milagro. Al sentir el zarpazo de la pala, el sol, asustado, se asoma entre dos nubes, mas no quita la tristeza. A nuestros pies la tierra tiembla de espanto. Al final eres brutalmente derribada. Entre el ruido de piedras y ladrillos puedo percibir los gemidos del dolor de tu agonía.

Mi mente se niega a aceptar esta visión. Cierro los ojos. Siento cómo dos lágrimas resbalan por mis mejillas. El párroco se vuelve de espaldas sin fuerza para soportar el espectáculo. Cuando ya en el suelo das tu último toque, seco, frío, de muerte en los párpados del sacerdote se posa la escarcha...

Uno de los trabajadores, por quitar hierro al asunto, comenta: -¡Total, una iglesia menos!

El sacerdote, girándose, le responde: -Cuando muere una madre, también hay una madre menos en el mundo, pero si es la tuya...

El empleado, en silencio, comienza a recoger tus pedazos para fundirlos en metal. Mas no se da cuenta de que un pequeño trozo queda abrigado entre los ladrillos y piedras de las casas. Podrán borrar tu figura más no podrán callar tu voz. A través del agua del pantano seguirás mandando la magia de tu sonido a todos y cada uno de tus amigos, allí donde se encuentren.

Al terminar de escribir este artículo me quedo en silencio. Sé que no queda nadie en Artozqui para voltear las campanas más yo juraría que dentro de mí ha sonado el cálido y familiar tañido...
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