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Notícies :: amèrica llatina
A dos años de la insurrección popular en Argentina
19 des 2003
Homenaje y balance de las jornadas insurreccionales que sucedieron el 19 y 20 de diciembre en Argentina. Un abrazo a los compañeros catalanes desde el Sur. Salud y Comunismo.
“Sin la UCR ni el PJ, organización y pelotas�
(graffitti callejero, 19 de diciembre del 2001)

“Condenados a ser libres�
(graffitti callejero, 19 de diciembre del 2001)

“Ese hervidero de hombres, ese brotar de ideas,
ese desencadenarse de pasiones, mezcla admirable y terrible
en la que están presentes todas las aspiraciones, todos los principios
y todos los dolores de la humanidad�
(G. Tridon)



Cuál es la herencia del diciembrazo del 2001?

El diciembrazo surgió espontáneamente, nadie la preparó de modo consciente y sistemático. La lenta instauración del nuevo ciclo de explotación capitalista, el posfordismo, la exclusión de masas crecientes de argentinos, la podredumbre del “Capital-Parlamentarismo� (y el paralelo descubrimiento como verdadera máquina de dominio de clase), la indignación ética de la vieja clase media, la nueva generación de jóvenes sin futuro (ni empleo ni estudios), la sorda resistencia del viejo movimiento obrero a través de ocupaciones, la aparición de nuevas subjetividades revolucionarias, de prácticas materialistas inéditas, todo ello y otras muchas causas se combinaron para impulsar a la población de las principales ciudades de Argentina a la semi-insurrección del 19 y 20 de diciembre, que puso inesperadamente el poder en manos de la multitud, la vile multitude (Marx) lanzada a las calles.

Fue un acontecimiento histórico sin precedentes desde el “Cordobazo� y las luchas obreras de 1975. Se le había partido el espinazo al sistema bipartidista, a las corporaciones sindicales, desaparecía la mediación fetichista de lo político, se inventaban nuevas instituciones cien veces más democráticas que la pobre e ingnominiosa república parlamentaria de la Constitución de 1994. Después del 20 de diciembre el poder pasó por un período crucial a las masas, dueñas de la situación, pero sin tender aún a demoler el poder del capital, sin haber podido generar sus propias fuentes, instituciones, espacios de poder constituyente.

Al principio se trató de un movimiento muy heterogéneo y confuso. Por supuesto: se adhirieron a él ahorristas frustrados, capo cómicos, centristas caza-votos, pequeños comerciantes en quiebra, etc., que muchas veces ayudaron a confundir la esencia proletaria y el papel fundamental desempeñado, naturalmente, por los nuevos trabajadores precarios y desempleados. Las imágenes gráficas bastan para ver que en primera línea de fuego se encontraban la generación de los que por primera vez maduraban en qué condiciones de explotación y miseria los arrinconaba el capital. Era una generación vital, sin hipotecas ideológicas, despojada de miedos y represiones, que pedía primero organización, audacia y arrojo después.

Como se constató históricamente en otros sucesos de ruptura, sólo ellos siguieron siendo fieles al espíritu de diciembre del 2001. Los burgueses de la “Montaña�, que habían fogoneado el “putsch� contra De la Rua se apartaron bien pronto de ella: aterrados por la lucha de calles, la jacquerie urbana y salvaje y su carácter proletario; otros se apartaron a medida que apostaron por la recomposición del “Capital-Parlamentarismo�, incluidos muchos partidos de la vieja izquierda. Sólo los jóvenes proletarios apoyaron, y siguen apoyando, con su sangre la rebelión y la resistencia durante estos dos años. Siguieron madurando sus propias conciencias, puliendo sus primitivas o seminales formas de organización, cortando rutas, ocupando lugares de producción y servicios, manteniendo la llama de la autonomía allí donde se pudiera. Sólo ellos lucharon y murieron por acabar con este sistema cruel e inhumano de explotación, hambre y exclusión, es decir, por la emancipación de la amplia mayoría de la sociedad, por un futuro mejor para los trabajadores, por construir el cielo en la tierra.

Ahora es muy fácil escribir la necrológica fatalista del domingo académico, encontrar la “falta de partido� (la filosofía de la historia de bolsillo del dogma) o apostar al pesimismo del poder omnívoro del capital. Pero lo que le faltó al diciembrazo no fue nada de eso: como a la Comuna fue, principalmente tiempo, posibilidad de darse cuenta de la situación y emprender la realización de su programa inscrito en prácticas y en el instinto revolucionario desatado. Como un niño con un arma en las manos, el joven movimiento se encontró desconcertado con el poder en sus manos. Su antagonismo fue más allá de su propia concepción del tiempo y el espacio. Es que la autonomía revolucionaria del movimiento no tenía todavía teoría: su práctica había abierto un continente nuevo en el cual no había mojones señalados, ni guías o santones.

Sin embargo, pese a esas condiciones tan desfavorables y a la brevedad de su existencia (¿tres semanas?), el movimiento ensayó con virtuosidad una post-política que asombró y asombra al mundo: Argentina señaló que el eslabón débil del capitalismo global es el eslabón fuerte en la potencia del movimiento.

La memoria de los luchadores vivos, muertos y encarcelados del Diciembrazo del 2001 es honrada no sólo por los argentinos, sino también por el movimiento anticapitalista de todo el mundo, pues aquellos no lucharon por un objetivo local o estrechamente nacional-populista, sino por la emancipación de toda la humanidad trabajadora, de todos los humillados y ofendidos, de los pobres y humillados. Fue en su coyuntura una vanguardia mundial en el mejor sentido del término.

Nuestro humilde homenaje al glorioso levantamiento popular de diciembre del 2001 y a los muertos por el “Capital-Parlamentarismo�, de violencia directa o indirecta, y a nuestros 2500 compañeros encarcelados. El homenaje no debe hacernos olvidar a todos los compañeros del movimiento, se encuadren o no en partidos, las tareas pendientes, en especial el delicado tema de organizar el área autónoma, unificar criterios, discutir sin egoísmos ni narcisismos el diseño institucional que sedimente y transforme en una herramienta de transformación social las nuevas subjetividades revolucionarias. Igualmente seguiremos sosteniendo aquellas bellas palabras: que los errores cometidos por un movimiento verdaderamente revolucionario son históricamente e infinitamente más fecundos y más preciosos que la infabilidad del mejor Comité Central de un partido.

¡Al gran movimiento social argentino, salud y libertad!

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