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El mal es un asunto delicado
02 des 2003
El mal es un asunto delicado
Cuando George W. Bush se dio su escapada al aeropuerto de Bagdad para su "comida caliente" de dos horas, el Día de Acción de Gracias, estaba en ánimo combativo. Los estadunidenses no vinieron a Bagdad para "retroceder ante un montón de matones, asesinos". El mal todavía acecha, al parecer, listo para atacar a las fuerzas del bien. Y si sólo un puñado de los iraquíes insurgentes son ex miembros del partido Baaz -sospecho que no son sólo un puñado-, ¿quién va a protestar porque los hombres de confianza de Saddam sean llamados "matones"? Pero el mal es un asunto delicado. Lo es un día y deja de serlo mañana. Ahí tenemos el ejemplo de Japón.

A mí me caen bien los japoneses. Son trabajadores, sinceros, cultos -basta ver su colección de impresionistas franceses-, incluso tuvieron el buen tino de retirarse de la guerra contra el terror de Bush. Recordemos que Japón es uno de los ejemplos que George siempre destaca cuando promete la democracia para Irak. ¿No fue acaso Estados Unidos el que convirtió al nacionalista Japón, que tanto adoraba a su emperador, en una nación que ama la libertad, después de la Segunda Guerra Mundial?

Estando en Tokio, no hace mucho, tomé un paseo por los recuerdos. No mis recuerdos, sino el recuerdo de la vida cruelmente corta de un marine británico adolescente llamado Jim Feather. Jim era hijo de la hermana de mi padre, Freda, y estaba a bordo del buque Repulse cuando éste fue hundido por un avión japonés el 10 de diciembre de 1941. Jim se salvó y fue trasladado a Singapur, sólo para ser capturado cuando se rindieron los británicos que trataban de defender de los japoneses su gran fortaleza asiática.

Hambriento y maltratado, se le obligó a trabajar en la construcción de una vía ferroviaria en Birmania, por órdenes del ejército japonés. Cualquiera que recuerde la magnífica película de David Lean El puente sobre el río Kwai tendrá una buena idea de lo que le pasó a Jim Fea-ther. Uno de sus compañeros le contó a Freda que durante sus últimos días Jim podía ser alzado y cargado sobre un hombro como si fuera un niño, tan ligero como una pluma. Murió como prisionero de guerra en Japón en algún momento de 1942.

No pensaba en Jim cuando entré al gran santuario de Shinto, en el centro de Tokio, lugar que rinde homenaje a los japoneses muertos en la guerra: no sólo los pobres héroes de infantería cuyo grito de guerra era banzai, banzai, sino también los kamikazes, los atacantes suicidas que estrellaban sus aviones bombarderos en las cubiertas de los buques que trasladaban naves estadunidenses.

Los atacantes suicidas iraquíes no deben saber mucho del Viento Divino de Japón, pero existe toda una narrativa histórica que comienza en la guerra del Pacífico y se extiende hacia los bombarderos suicidas de Sri Lanka y hasta Medio Oriente. Si los "matones y asesinos" de los que habla Bush tienen a Alá en mente cuando mueren, los aviadores japoneses pensaban en su emprerador.

En el santuario de Shinto, en la parte que documenta con fotografías la campaña japonesa en el sureste asiático, hay algunas útiles explicaciones escritas en inglés. Pero en la habitación que contiene todos los retratos de los kamikazes, además de una devastadora pintura al óleo de un ataque suicida contra un barco estadunidense, las explicaciones son sólo en japonés. No me sorprende.

Lo que sí me sorprendió fue un tramo de vía ferroviaria y una locomotora que limpiaban adolescentes japoneses a sólo unos metros del santuario. De niño yo quería ser maquinista, así que me subí. ¿Alguien habla inglés?, pregunté. ¿Por qué había una locomotora en el templo de Shinto?

Un joven de anteojos finos me sonrió. "Fue la primera locomotora que trasladó al ejército japonés a través de Burma", explicó. Comprendí. El marine Jim Feather, víctima de uno de los mayores crímenes de guerra japoneses, había muerto para que este lindo trenecito pudiera atravesar la selva birmana. De hecho, esta misma locomotora trasladó las cenizas de soldados japoneses del frente norte de la guerra.

Los japoneses son nuestros amigos, desde luego. Son el fruto de nuestra democracia. ¿Pero qué significa todo esto? Hasta hoy el gobierno japonés no reconoce todos los detalles de violaciones y matanzas de mujeres. Después de la guerra, 27 japoneses fueron juzgados como criminales y siete fueron ahorcados, pero ni un japonés ha sido juzgado por estos crímenes en cortes japonesas. Hombres que admitieron haber participado en la violación masiva de niñas chinas -sin contar las "mujeres de confort" de China y Corea obligadas a trabajar en burdeles militares japoneses-, aún viven. Pero están a salvo de juicios.

¿No representaban estos hombres al mal? ¿No es este tren de vapor un símbolo del mal? ¿No murió Jim Feather de manera igualmente cruel que los soldados de Bush en Irak? ¿Cuál es la diferencia entre los jóvenes que son homenajeados por hacerse estallar estrellándose contra buques estadunidenses y los igualmente jóvenes que se matan para destruir instalaciones estadunidenses en Irak? Claro, los insurgentes iraquíes no respetan a la Cruz Roja. Los japoneses tampoco lo hacían.

Supongo que todo es cuestión de quiénes son nuestros amigos. Recordemos esa pequeña exhibición sobre "crímenes contra la humanidad" inaugurada hace un año en el Museo Imperial de la Guerra en Londres (MIG). Se incluyó una sección sobre el holocausto armenio de 1915, el genocidio en que murieron millón y medio de personas a manos de los turcos otomanos, que le enseñó a Hitler cómo perpetrar el mayor genocidio del siglo XX: el holocausto de 6 millones de judíos europeos. Pero la exhibición en el MIG contenía una declaración de descargo de responsabilidad del gobierno turco, el cual sigue negando, con falsedad, que los armenios hayan sido asesinados en un genocidio cuidadosamente planeado por sus líderes de entonces. Afirman que los muertos fueron simplemente resultado del caos que reinó en Turquía durante la Primera Guerra Mundial.

Andy Kevorkian, hijo de un hombre cuya familia fue asesinada por los turcos en 1915, escribió una carta de protesta a Robert Crawford, director del museo, en la cual se quejó de que en la exhibición no había ningún mensaje del historiador derechista David Irwing o de los neonazis, y preguntó por qué sí lo había en el caso de los armenios.

Kevorkian agregó: "Que el MIG (¿o será más bien la oficina del exterior?) ceda a la presión de los turcos para negar lo que el mundo entero reconoce sobre el primer genocidio del siglo XX es un insulto a los armenios que sobrevivieron. Que el MIG permita que los turcos digan que no sucedió es una tergiversación de la justicia y la verdad".

Por supuesto, la declaración turca no fue retirada. Y el diario The New York Times, que fue el primero en difundir la historia del holocausto armenio -y "holocausto" fue la palabra que Churchill empleó para describirlo- ahora ocupa su tiempo en dudar de los asesinatos masivos y los tacha de "presuntos".

No hace mucho, el diario publicó una fotografía muy conocida de 1915 -tomada por un alemán- de una fila de armenios que eran conducidos a la ejecución. Pero el New York Times la acompañó de un pie mentiroso que decía que eran "llevados a prisión por soldados turcos". ¿Qué sigue? ¿Va a publicar el Times fotografías de judíos siendo trasladados en trenes para ganado y decir que iban en camino a campamentos en el este de Europa"?

Es el mismo problema de siempre. La locomotora en Tokio, la declaración turca en el MIG y el pie de foto del Times son mentiras que tratan de demostrar que quienes eran nuestros adversarios son ahora nuetros amigos. Japón es una democracia y una nación occidental, así que ahí el mal es ignorado. Turquía es nuestro aliado laico, amigo de Estados Unidos, una democracia que quiere sumarse a la Unión Europea. Ahí el mal es ignorado. Pero no teman, a medida que los estadunidenses necesiten cada vez más desesperadamente escapar de Irak, los matones y asesinos se convertirán de nuevo en tipos buenos y los hombres del mal en Irak estarán trabajando para nosotros. Las autoridades de ocupación ya admitieron que han contratado a algunos de los malvados policías secretos de Saddam para dar caza al malvado Saddam.

Es muy delicado este asunto de el mal.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

Comentaris

Re: El mal es un asunto delicado
02 des 2003
El problema de les democracies occidentals, com sempre, ja el va descriure Orwell al 1948. Es questio de buscar-se un bon enemic comú per focalitzar l'atenció del votant. Si cal, primer li venem les armes. Després, ja l'atacarem per que les fa servir.
Sindicato Sindicat