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Anàlisi :: educació i societat
Historia del siglo XX (Hobsbawm). 9: La gran expansión o «edad de oro»
29 nov 2003
Cuando la producción i el comercio, en general pero sobre todo capitalistas, dieron un salto como jamás se había producido
(Pasajes seleccionados)


Además, el arma secreta de una sociedad opulenta «popular», el pleno empleo, no se generalizó hasta los años 60, cuando el índice medio de paro en Europa occidental se situó en el 1,5 por 100. En los 50 Italia aún tenía un paro de casi el 8 por 100. En resumen, no fue hasta los años 60 cuando Europa acabó dando por sentada su prosperidad. (p 262)



Resulta ahora evidente que la edad de oro correspondió básicamente a los países capitalistas desarrollados (...) Otra razón por la que se tardó tanto en reconocer lo limitado de su alcance fue que en los años 50 el crecimiento económico parecía ser de ámbito mundial, con independencia de los regímenes económicos. De hecho, en un principio pareció como si la parte socialista recién expandida del mundo llevara la delantera. El índice de crecimiento de la URSS en los años 50 era más alto que el de cualquier país occidental, y las economías de la Europa oriental crecieron casi con la misma rapidez (...) (p 262)



El modelo industrial, desde luego, se expandió por doquier, por los países capitalistas y socialistas y por el Tercer mundo. En el viejo mundo hubo espectaculares ejemplos de revolución industrial, como España y Finlandia. En el mundo del «socialismo real», países puramente agrícolas como Bulgaria y Rumania adquirieron enormes sectores industriales. En el Tercer mundo, el asombroso desarrollo de los llamados «países de reciente industrialización» se produjo después de la edad de oro, pero en todas partes el número de países dependientes en primer lugar de la agricultura (...) disminuyó de forma notable. (...)

La economía mundial crecía, pues, a un ritmo explosivo. Al llegar los años 60 era evidente que nunca había existido algo semejante. La producción mundial de manufacturas se cuadruplicó entre principios de los 50 y principios de los 70, y, algo todavía más impresionante, el comercio mundial de productos elaborados se multiplicó por diez. (...)

Hubo un efecto secundario de esta extraordinaria explosión que apenas si recibió atención, aunque, visto desde la actualidad, ya presentaba un aspecto amenazante: la contaminación y el deterioro ecológico. Durante la edad de oro apenas se fijó nadie en ello, salvo los entusiastas de la naturaleza (...) Como las autoridades, tanto del Este como occidentales, descubrieron que podía utilizarse algo parecido a los métodos industriales de producción para construir viviendas públicas rápido y barato, llenando los suburbios con enormes bloques de apartamentos anónimos, los años 60 probablemente pasarán a la historia como el decenio más nefasto del urbanismo humano.

Una de las razones por las que la edad de oro fue de oro es que el precio medio del barril de crudo saudí era inferior a los 2 dólares a lo largo de todo el período que va de 1950 a 1973, haciendo así que la energía fuese ridículamente barata (...)

Sin embargo, las emisiones de dióxido de carbono, que calentaban la atmósfera, casi se triplicaron entre 1950 y 1973 (...) La producción de clorofluorocarbonados, productos químicos que afectan la capa de ozono, experimentó un incremento casi vertical. (p 264-266)



El modelo de producción en masa de Henry Ford se difundió por las nuevas industrias automovilísticas del mundo, mientras que en los EEUU los principios de Ford se aplicaron a nuevas formas de producción, desde casas a comidas-basura (Mc Donald's es un éxito de posguerra). Bienes y servicios hasta entonces restringidos a minorías se pensaban ahora para un mercado de masas, como sucedió con el turismo masivo a playas soleadas. (...) Así, España, que prácticamente no había conocido el turismo de masas hasta los años 50, acogía a más de 54 millones de extranjeros al año a finales de los 80, cantidad que sólo superaban ligeramente los 55 millones de Italia. Lo que en otro tiempo había sido un lujo se convirtió en un indicador de bienestar habitual, por lo menos en los países ricos: neveras, lavadoras, teléfonos. (...) En resumen, ahora al ciudadano medio de esos países le era posible vivir como sólo los muy ricos habían vivido en tiempos de sus padres (...) (p 266-267)



Tres cosas de este terremoto tecnológico sorprenden al observador. Primero, transformó completamente la vida cotidiana en los países ricos, e incluso, en menor medida, en los pobres, donde la radio llegaba ahora hasta las aldeas más remotas gracias a los transistores y a las pilas miniaturizadas de larga duración, donde la «revolución verde» transformó el cultivo del arroz y del trigo y las sandalias de plástico sustituyeron los pies descalzos.

Segundo, a más complejidad de la tecnología en cuestión, más complicado se hizo el camino desde el descubrimiento o la invención hasta la producción, y más complejo y caro el proceso de creación. La «investigación y desarrollo» se hizo crucial en el crecimiento económico, y por eso la ya entonces enorme ventaja de las economías de mercado desarrolladas sobre las demás se consolidó.

Tercero, en su abrumadora mayoría, las nuevas tecnologías empleaban de forma intensiva el capital y eliminaban mano de obra (con la excepción de científicos y técnicos altamente cualificados) o llegaban a sustituirla. La característica principal de la edad de oro fue que necesitaba grandes inversiones constantes y que, en contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo como consumidores. Sin embargo, el ímpetu y la velocidad de la expansión económica fueron tales, que durante una generación eso no resultó evidente. (p 268-269)



¿Cómo hay que explicar este triunfo extraordinario e inédito de un sistema que, durante una generación y media, pareció hallarse al borde de la ruina? Lo que hay que explicar no es el simple hecho de la existencia de una prolongada etapa de expansión y de bienestar económicos, tras una larga etapa de problemas y disturbios (...) Al fin y al cabo, esta sucesión de ciclos «de onda larga» de aproximadamente medio siglo de duración ha constituido el ritmo básico de la historia del capitalismo desde finales del siglo XVIII. (...) como la gran expansión victoriana de 1850-1873 (curiosamente, con un siglo de diferencia, las fechas son casi las mismas) (...) Lo que hay que explicar no es eso, sino la extraordinaria escala y el grado de profundidad de esta época de expansión (...) No existen explicaciones realmente satisfactorias del alcance de la escala misma de este «gran salto adelante» (...) Sin embargo, es evidente que el «gran salto» no fue sólo eso, sino que se produjo una reestructuración y una reforma sustanciales del capitalismo, y un avance espectacular en la globalización y la internacionalización de la economía.

El primer punto produjo una «economía mixta», que facilitó a los estados la planificación y la gestión de la modernización económica, además de incrementar muchísimo la demanda. Los grandes éxitos económicos de la posguerra en los países capitalistas (...) son ejemplos de industrialización efectuada con el apoyo, la supervisión, la dirección y a veces la planificación y la gestión de los gobiernos (...)

El segundo factor multiplicó la capacidad productiva de la economía mundial, al posibilitar una división internacional del trabajo mucho más compleja y minuciosa. (p 271-272)



Tres aspectos de esta transnacionalización resultaban particularmente visibles: las compañías transnacionales, la nueva división internacional del trabajo y el surgimiento de actividades extraterritoriales en paraísos fiscales. Estos últimos no sólo fueron de las primeras formas de transnacionalismo en desarrollarse, sino también las que demuestran con mayor claridad el modo en que la economía capitalista escapó a todo control nacional o de otro tipo.

Que compañías con base en un país pero con operaciones en varios otros expandiesen sus actividades era bastante natural. (...) La novedad radicaba sobre todo en la escala de las operaciones de estas entidades transnacionales (...) la función principal de tales compañías era «internacionalizar los mercados más allá de las fronteras nacionales», es decir, convertirse en independientes de los estados y de su territorio. Gran parte de lo que las estadísticas (...) reflejan como importaciones o exportaciones es en realidad comercio «interno» dentro de una entidad transnacional como la General Motors, que opera en 40 países. La capacidad de actuar de este modo reforzó la tendencia natural del capital a concentrarse, habitual desde los tiempos de Marx.

Así, pues, una nueva división internacional del trabajo empezó a socavar la antigua. La marca alemana Volkswagen instaló fábricas de automóviles en Argentina, Brasil (3), Canadá, Ecuador, Egipto, México, Nigeria, Perú, Sudáfrica y Yugoslavia, sobre todo a partir de mediados de los años 60. Las nuevas industrias del Tercer mundo abastecían no sólo unos mercados locales en expansión, sino también el mercado mundial (...) tanto exportando artículos totalmente producidos por la industria local (...) como «formando parte del proceso de fabricación transnacional».

No hubiese podido ocurrir de no ser por la revolución en el ámbito del transporte y las comunicaciones, que hizo posible y económicamente factible dividir la producción de un solo artículo entre, digamos, Houston, Singapur y Tailandia, transportando por vía aérea el producto parcialmente acabado entre estos centros y dirigiendo de forma centralizada el proceso en su conjunto gracias a la moderna informática. (p 280-283)



Sin embargo, existe un claro paralelismo entre el giro a la izquierda y el acontecimiento público más importante de la década: la aparición de estados del bienestar en el sentido literal de la expresión, es decir, estados en los que el gasto en bienestar (subsidios, cuidados sanitarios, educación, etc) se convirtió en «la mayor parte» del gasto público total, y en que la gente dedicada a actividades de bienestar social pasó a formar el conjunto más importante de empleados públicos (...) Los primeros estados del bienestar en este sentido aparecieron alrededor de 1970. (p 286-287)

Comentaris

Re: Historia del siglo XX (Hobsbawm). 9: La gran expansión o «edad de oro»
30 nov 2003
Gracias por hacer esto de poner un texto así.
Re: Historia del siglo XX (Hobsbawm). 9: La gran expansión o «edad de oro»
26 oct 2005
Mejor comprense el libro y no pierdan el tiempo!
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