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Presentació Llibre Lluís Maria Xirinacs a Terrassa
24 nov 2003
Presentació del llibre "El Terror, la Pau i el Sagrat" de Lluís Maria Xirinacs a Terrassa.

Lloc: Local de la Colla Castellera Minyons de Terrassa (C/ Teatre, al costat dels Amics de les Arts) Data: divendres 28 de novembre, a les 19:30 hores.

En principi, els diferents grups que hi donem suport hem pensat en convocar l'acte sota el nom de "Plataforma de Terrassa en Suport a Lluís M. Xirinacs".
US HI ESPEREM A TOTS I TOTES!!!
Mira també:
http://www.kaosenlared.net

Comentaris

Re: Presentació Llibre Lluís Maria Xirinacs a Terrassa
25 nov 2003
Aquest indesitjable, fa dos anys va dir ser amic d'ETA i que els etarres son uns sacrificats perquè sacrifiquen la seva vida, viuen a l'anonimat, renuncien a tenir parella, i que tenen humanitat perque al menys avisen abans de posar un cotxe-bomba...
Aquest Xirinachs és un desgraciat. Imagineu-vos ara un sociata o un pepero que digués el mateix dels del GAL, o dels grups d'extrema dreta...
Vagi a l'asil, Lluís Maria...
Sobre el pretendido racismo de Sabino de Arana y Goiri
25 nov 2003
SOBRE EL PRETENDIDO RACISMO DE SABINO DE ARANA Y GOIRI
Andoni Olabarria Basauri Presidente de la Fundación Sabino Arana

Sirva este artículo incómodo, polémico y contracorriente, de búsqueda de la justicia y la verdad, como fuera la vida del propio Sabino de Arana y Goiri, como testimonio de gratitud por su sacrificio y en honor de su memoria, en el centenario de su fallecimiento. Hablar de Sabino de Arana no ha sido, ni es, tarea fácil. Ni siquiera hoy que ya se ha cumplido un siglo de su muerte, dado que la lucha por la libertad del pueblo vasco, que él, en muchos sentidos, comenzara, no ha terminado. En esta lucha desigual, Arana sigue siendo un referente indiscutido para todos, vascos, españoles y franceses. Estos últimos entienden que los primeros no existimos como nación, siendo sólo variantes regionales de ellos mismos, a su norte o sur, respectivamente. Ellos defien- den que la nación de los vascos es una invención, una mentira o una patraña de Arana, al que no reconocen más mérito que el de haber convencido, primero, a unos pocos y, tras varias generaciones posteriores a su muerte, a la mayoría de los vascos de su propia existencia. Como nación.

Se puede comprender así la profunda antipatía que se siente desde los nacionalismos expansionistas español y francés por Sabino de Arana. Culpable, como «inventor» de los vascos de todos los males sufridos por su causa desde hace cien años. Hay quien ha escrito que admiraba a Hitler, sin reparar en que muriera años antes de que el caudillo nazi llegara siquiera a cumplir la mayoría de edad. Incluso hay un catedrático nacional-estatalista que ha establecido un vínculo directo entre Arana y ETA en base a la letra de alguna canción. No voy a entrar a desmentir este tipo de afirmaciones. Quiero referirme aquí únicamente al principal y más terrible e injusto pecado atribuido a Sabino de Arana: su pretendido racismo.

La mentira en la Historia es una lacra que sufrimos especialmente las minorías que no disponemos de academias para escribirla.

Los vascos lo sabemos bien. Quizás la más conocida y ejemplar sea la relativa a la destrucción de Gernika por la aviación germa- no-italiana que apoyaba a los militares españoles sublevados contra la democracia, y que éstos atribuyeron a los propios nacio- nalistas vascos. Cuando se pueden negar hechos tan evidentes como bombardeos aéreos y mareas negras, por historiadores y periodistas al servicio del poder, qué frágil y difícil puede plantearse la verdad de las ideas y la justa y honrada memoria de los hombres.

Es el caso del pretendido racismo de Sabino de Arana, que es un pecado atribuido algunas veces con pruebas amañadas y en la mayoría de los casos sin razonamiento alguno, dando por supuesta y comprobada su culpabilidad. Con la intención de manchar no sólo su memoria sino la de todos sus seguidores e incluso compatriotas, que adquirimos así un «pecado original» que nos anula políticamente. Y que llega a «justi- ficar», en 2003, la no aceptación «por todos los medios posibles» del democrático sometimiento a refe- réndum de una propuesta del lehendakari del democráticamente elegido Gobierno vasco. Reduciendo la cuestión a que, al ser un nacionalista vasco, seguidor del «racista» Sabino de Arana, todo lo que haga o diga debe ser «racista» y antidemocrático.

Sabino de Arana nació en un momento difícil para su país, que hoy se conoce como Euskadi, Euskal Herria o no se reconoce. En el momento de su inmediata desaparición. «Pueblo mío, ¿nací yo sólo para verte morir?», llegó a decir. A finales del siglo XIX, en el mundo había acabado triunfando la explicación científica de la evolución de las especies, que se basaba en la constatación de la supervivencia de las más aptas y la desaparición de las peor adaptadas. Esta teoría tuvo una peligrosa aplicación política, conocida como «darwinismo social», que suponía que lo mismo ocurría con las diferentes razas humanas. Que unas eran superiores, lógicamente las de los elaboradores de la teoría, blancos y especialmente anglosajones, y el resto eran inferiores y estaban condenadas, de modo más o menos natural, a desaparecer. Lo que justificaba la dominación colonial de los europeos del resto del mundo y también la de sus descendientes sobre los «aborígenes», especialmente en América, Oceanía y el sur de Africa. Lo que justificaba el racismo en los términos generales que comprendemos hoy en día: la creencia de la superioridad de unas razas y personas sobre otras. Algo hoy desmentido por la ciencia pero que supuso la base teórica de dos siglos, el XIX y el XX, de genocidios y crímenes contra la Humanidad.

Lo más triste, como en el caso del bombardeo de Gernika, es que a la víctima se le atribuyera el crimen, como hoy en día ocurre con Sabino de Arana. Hijo de un pueblo sobre el que, dos años después de su nacimiento, en 1867, Elisée Reclus publicara un reportaje en la "Revue des Deux Mondes" con el expresivo título "Les basques. Un peuple qui se'n va". Sabino de Arana no pudo identificarse con los defensores de la superioridad de unas razas sobre otras porque su nación no era una de las poderosas y pujantes llamadas a dominar el mundo, sino que era un pequeño y antiguo pueblo al que las teorías racistas colocaban al borde de la extinción. Un pueblo al que incluso un rector de la Universidad de Salamanca le pedía que dejara de hablar en su propio idioma: «eres un pueblo que te vas; (...) estorbas a la vida de la universal sociedad, debes irte, debes morir, transmitiendo la vida al pueblo que te sujeta y te invade. (...) esa lengua que hablas, pueblo vasco, ese euzkera desaparece contigo; no importa porque como tú debe desaparecer; apresúrate a darle muerte y enterrarle con honra, y habla en español».

Además de lo anterior, las convicciones religiosas de Arana le impedían asumir y aceptar el mencionado «darwinismo social». Para él, como para sus seguidores, apabullados por los argumentos supuestamente científicos y descaradamente racistas de los académicos del Estado español, su pobre y pequeño pueblo tenía derecho a seguir existiendo por ser obra de Dios. Si Dios, que había creado el mundo, había creado naciones y razas diferentes, era por su voluntad divina y todas ellas debían a esta voluntad del Creador su existencia. Aunque no se com- prendiera el motivo de su diversidad. Para Sabino de Arana, todos los hombres y las razas eran iguales ante Dios. Y esta forma de pensar es precisamente antagónica del racismo.

Por todo lo planteado, Sabino de Arana nunca creyó ni escribió que los vascos fuéramos superiores a nadie. Lo que defendió fue precisamente lo que le tocó demostrar, que no éramos inferiores a los que nos pedían que desapareciéramos, como pueblo atrasado, a favor del progreso universal. Para ello buscó reforzar la autoestima de sus compatriotas, para que no dejaran ni de reconocerse como vascos ni de transmitir la conciencia de esa identidad, su cultura y forma de entender el mundo, su idioma, a sus propios hijos. De no haberse producido esa transmisión, hoy, un siglo después, los vascos seguramente ya no existiríamos más que como objeto de estudio de antropólogos, filólogos e historiadores. Precisamente lo que pretendían los políticos y académicos nacional-estatalistas españoles y franceses.

Para reforzar esta autoestima de los vascos, Sabino de Arana ensalzó lo que él consideraba principales virtudes de los vascos enfrentadas a lo que pensaba eran los mayores defectos de los españoles. Generalizó, y esto, seguramente, es criticable. Evidentemente, a nadie que se identifique como español le gustará leer los escritos irónicos y mordaces de Arana en los que alababa la laboriosidad de los bizkainos frente a la pereza de los españoles, la honestidad de unos y la falsedad de otros, etc., etc. Pero ni siquiera esos son los escritos de un racista, sino los de un xenófobo, o, precisando más, hispanófobo. Pero hispanófobo cuando la mayoría de los españoles estaban intentando precisamente que todos los habitantes del Estado se asimilaran a la nacionalidad española, dejando de existir los vascos como tales, con su propia identidad, cultura e idioma.

Creo que esta argumentación es suficiente para comprender lo injusto de calificar a Sabino de Arana como racista, que además tuvo entre sus principales colaboradores a personas con apellidos tan poco vascos como Guiard, Sota o Chalbaud. Pero para ilustrarla considero conveniente incluir aquí dos textos, que no tendrían expli- cación sin ella.

El primero, que nos recordara el historiador Jean-Claude Larronde en una conferencia impartida recientemente en el foro de debate de la Fundación Sabino Arana, corresponde a unas declaraciones de Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno de la Monarquía española que aboliera los ordenamientos forales vascos, hechas en 1896 al periódico francés "Le Journal":

«(...) creo que la esclavitud era para ellos (los negros de Cuba) mucho mejor que esta libertad que sólo han aprovechado para no hacer nada y formar masas de desocupados. Todos los que conocen a los negros le dirán que en Madagascar, como en el Congo y en Cuba, son perezosos, salvajes, inclinados a obrar mal, y que es preciso manejarlos con autoridad y firmeza para obtener algo de ellos. Estos salvajes no tienen otros dueños que sus instintos, sus apetitos primitivos».

Cánovas fue defensor de la superioridad de unas razas sobre otras, partidario de la esclavitud y contrario a la democracia y al sufragio universal. Pero todo ello no parece obstáculo suficiente para que la historiografía española no le valore hoy en día muy positivamente, como «padre» de la patria y el Estado español. No se encontrarán sobre él más que grandes elogios y pequeñas críticas muy matizadas por amables disculpas. Nunca se leerán en los libros de Historia de España de laureados catedráticos textos como el anterior. Todo lo contrario del caso de Sabino de Arana, el «inventor» de los vascos, que escribió en 1893 denunciando, precisamente, el colonialismo racista justificado por Cánovas y desarrollado por las potencias europeas a finales del siglo XIX, en su artículo titulado "Los seudo-civilizadores":

«A tan alto grado de intensidad llega la caridad de las naciones europeas, que ya no se contentan con ejercitarla en sí mismas, sino que las lleva al sacrificio por civilizar a los hombres de color. De ahí la conquista de las Américas por los españoles y las demás conquistas llevadas a cabo por la raza blanca.

Que hay un país cuya posesión promete, o por sus riquezas agrícolas o minerales, o por sus ventajas marí- timas o estratégicas... pues allá se mandan un par de cañoneros que planten e icen el pabellón nacional. Si el indígena protesta, se le acribilla el cuero; lo cual, como no dispone de cañones rayados ni de fusiles de repetición, es fácil hacerlo.

Y se dan los invasores tal traza de buenos profesores en instruirle al natural del país en los elementos de cultura, que para cuando pueda enterarse de la manera de explotar las minas, de cultivar los campos, de construir puertos o establecer industrias, mira en su rededor y ve extinguida su familia y usurpado su hogar, se mira a sí mismo y observa que la dignidad humana es patrimonio de la raza blanca y vese rebajado a la condición del bruto (...)».

Hoy, son muchos los vascos que han sucumbido a la propaganda nacional-estatalista española y que se han creído y asumido, ingenuamente, que Sabino de Arana era un racista. Como pudieron creerse que José Antonio Aguirre ordenara incendiar Gernika. A todos ellos les pido una reflexión.
Re: Presentació Llibre Lluís Maria Xirinacs a Terrassa
09 mar 2004
Tot el meu suport a Lluís Maria Xirinacs. El món n'és ple de desagraïts. Malparits els qui l'ataquen!
Sindicato Sindicat