ANA LOPEZ BARRIO (Portugalete).
Todo empezó el 7 de septiembre a eso de las 4 h de la madrugada. Estábamos yendo para casa dos amigos, Roberto y yo, cuando un coche se nos acercó por detrás, se bajaron cuatro personas encapuchadas obligándonos a tirarnos al suelo.
Ã?bamos en nuestro coche, yo me bajé y un hombre me empujó hasta tirarme al suelo. Me golpearon en la espalda con algo duro (creo que era una pistola porque luego vi que la tenÃa en la mano), poniéndome las esposas a la espalda, me daba continuos golpes contra la carretera. Yo gritaba quiénes eran pero no me contestaban.
Me metieron en un coche llevándome a una comisarÃa que me dijeron que era Bilbao. Me llevaron con la cabeza entre las piernas. Cuando llegamos un agente de la Brigada Móvil apareció, y en aquel momento me di cuenta que era la Ertzantza.
Me metieron en una celda grande de unos cinco metros de largo por cuatro de ancho que tenÃa un banco de cemento al fondo. Allà empezó el interrogatorio con un agente de paisano encapuchado, de 1.60 más o menos, ojos claros. Me zarandeaba por el brazo gritándome dónde estaba no sé quién, yo le contestaba que no sabÃa. En un momento dado sacó su pistola, la llevaba con unas cintas por la espalda y me dijo “esto va en serioâ€?.
Después me llevaron de nuevo a Portugalete, donde me habÃan detenido. Me llevaron a mi casa donde vivo con mi pareja, Roberto. Allà estaba él, junto con 10 ó 12 agentes, y un hombre de paisano me dijo que era el secretario judicial de Baracaldo. Entre los agentes habÃa dos o tres vestidos de paisano y encapuchados, y me llevaban con ellos de una habitación a otra mientras miraban mis cosas y lasa de Rober. Algunas las cogÃan para sacarles fotografÃas, todo lo que miraban eran cosas personales, como fotografÃas de viajes nuestros, comuniones, bautizos etc. También agendas con teléfonos del trabajo o de amigos y la familia. El secretario no podÃa ver todo lo que registraban y cogÃan por el tránsito los agentes en la casa. Después de bastante tiempo me pidieron las llaves y se quedaron varios agentes en la casa. A nosotros nos llevaron a Arkaute.
El viaje de vuelta fue en un coche con dos agentes atrás, me dolÃa la espalda por los golpes y tenÃa heridas en los pies, la rodilla y los codos por la detención. En el coche iba esposada a la espalda.
En Arkaute me metieron en una celda de unos cuatro metros de larga por tres de ancha, con un banco de cemento al fondo. Entró en la celda un hombre de 1.75 ó 1.80, moreno de ojos negros, con algo de tripa, parecÃa sudamericano. Me gritaba que me pusiera en el centro de la celda de espaldas a la puerta y con las piernas flexionadas y las manos detrás. Le dije que no podÃa porque tenÃa hernia discal y me habÃan golpeado. Le dio igual, me contestó que sino me ponÃa yo, me pondrÃa él y asà lo hizo, dándome patadas en las piernas y aplastándome la cabeza con sus manos. Gritaba preguntándome por alguien, yo le contestaba que no sabÃa, entonces salió de la celda dejándome sola. Pero seguido entraron cinco hombres altos, muy altos de 1.90 más o menos, con buzos negros y me empujaron hacia la pared aplastándome y gritando. También estaba el anterior agente. Yo tenÃa mucho miedo y empecé a llorar. Luego se quedó el primer agente y volvió a forzarme para que estuviera en medio de la celda, con las piernas flexionadas y los brazos en cruz. Yo lloraba, me dolÃa mucho la espalda. SeguÃa gritándome al oÃdo, a ver dónde estaba no sé quién, me zarandeaba y me daba golpes en la nuca con la mano. Me decÃa que iba a confesarlo todo, que me quedaban cinco dÃas de infierno y que aquello no era lo peor. Pasó un tiempo que a mi me pareció eterno y se marchó.
Entró una agente encapuchada, me mando desnudarme, me quedé en ropa interior. Me cortó las pulseras y el cordón del pantalón, le dije que se me caÃan, pero le dio igual.
Entró el hombre anterior, me dijo que era extraño que no hubiera cantado después de los me habÃan hecho y que me llevaban al hospital. Antes volvió a intentar que estuviese flexionada. Mientras me gritaba, también me tocó un pecho
Todos los traslados desde la celda me llevaban con la cabeza agachada y las manos hacia atrás. Me dolÃa la espalda, me dolÃa mucho, yo se lo decÃa, pero les daba igual. Incluso algún agente me agachaba más la cabeza.
La ropa que llevaban los agentes eran pantalones de chándal o vaqueros con camisetas negras y playeras o botas.
Me sacaron de la celda llevándome hacia la izquierda, pasamos una puerta y habÃa un garaje con un coche patrulla. Me esposaron detrás y me metieron en el asiento de detrás, sola. El asiento era de plástico duro y como conducÃan muy rápido me golpeaba contra él. Se lo dije pero les dio igual.
Llegamos al hospital, y vi en una bata que ponÃa “Hospital de Santiagoâ€?. Después de registrar mis datos me llevaron a un cuarto en el que me quitaron las esposas y junto a otra agente me reconocieron. Me mandaron tumbarme y me dijeron que me quitase la ropa. Me preguntaron cómo me habÃa hecho aquellas heridas, les conté que fue contra la carretera, en el momento de la detención. Me curaron con Betadine y me vendaron una de ellas, la de la pierna izquierda. Me pusieron una inyección del tétano, les pregunté si era perjudicial si estaba embarazada, y me dijeron que no. Me llevaron a otro cuarto, vino un médico, me volvió a preguntar cómo me habÃa hecho las heridas. Le volvà a contestar que me las habÃan producido los agentes en la detención. Me preguntó si creÃa que estaba embarazada, le dije que tenÃa un retraso de algunos dÃas.
Volvimos a Arkaute. La vuelta fue más tranquila. Me metieron en otra celda, esta era al final del mismo pasillo, pero a la izquierda. La celda era algo más pequeña. Entraron a sacarme para huellarme y sacarme una foto.
A partir de ese momento no entraron más para interrogarme sino que me sacaban a habitaciones, tipo despachos.
Calculo que serÃa el domingo por la tarde cuando empezaron con lo de la música, ponÃan distintos tipos, a veces grabaciones de Euskadi Gaztea, y a veces música tétrica o heavy. Cuando eran estas últimas las que ponÃan subÃan muchÃsimo el sonido, era imposible dormir o descansar y siempre coincidÃan con golpes de puertas metálicas como la de mi celda, y de alaridos de dolor. Si no se oÃan golpes sabÃa que me tocaba a mÃ, era una verdadera tortura esperar a cuándo viniesen, al igual que el oÃr que gritaba otra persona. Cuando ponÃan “Euskadi Gazteaâ€? la bajaban de tono, era como para que bajáramos la tensión, jugaban continuamente con aquello; bajar o subir la tensión. A mi aquello me rompÃa los nervios y no hacÃa más que llorar cuando empezaban con aquello. Asà estuvieron los cuatro dÃas casi de continuo.
Aquel domingo me sacaron hacia una habitación en la que se interrogaba. Según se salÃa de la celda era bastante cerca, a la izquierda. Allà estaban dos agentes, uno moreno de pelo rizado, de 1.80 m y ojos negros, de unos cuarenta años. Estaba sentado en una mesa, la mesa era en forma de “Lâ€?. El otro agente era un poco más bajo, pelo moreno liso y ojos negros, también era de 35 a 40 años, era algo más delgado. Este se ponÃa detrás de mÃ, muy cerca. Al principio estaba de pie contra la pared, luego me dejaban sentarme. La habitación era blanca y tenÃa una luz muy potente en el techo.
El más bajo de los dos me insultaba continuamente, “zorraâ€? y un “aliasâ€? que decÃa que era el mÃo. Yo lo negaba. Insultaba a mi novio que también estaba detenido diciéndome que era un mongolo, un oligofrénico etc. que no éramos ni abertzales ni nada. Me decÃa que iban a detener a mi madre, que estaba en el “ajoâ€?, que si éramos un comando etc. que mi hermana me pasaba información para atentar contra ellos etc. Yo lo negaba todo. También habÃa en otros interrogatorios un agente que se hacÃa el “Euskaldunâ€?, que él sà era abertzale, no como yo, que era escoria, que me iba a hacer hablar, que tenÃan una técnica y que hasta los del “Erakundeâ€? caÃan. Cuando estaba con este agente me llevaban a otro cuarto que estaba saliendo de la celda a la derecha. Estaba más lejos que el otro cuarto. También tenÃa una mesa blanca, una potente luz en el techo y tenÃa un ordenador. Allà me ponÃan de cara a una esquina mientras entre 2 ó 3 me gritaban al oÃdo interrogándome.
Otro interrogatorio que sufrÃ, fue con un agente rubio de ojos claros, con la cara marcada por el acné, de 1.65 más o menos y de 35 a 40 años. Este nos puso una grabación de una persona detenida en la que se autoinculpaba y nos culpaba a mi compañero y a mÃ. Yo les dije que si habÃa dicho eso era porque algo le habrÃan hecho. Se enfadaron muchÃsimo y golpeaban la mesa.
Creo que fue ese domingo a la tarde cuando me sacaron a un cuarto de la izquierda y con la pareja de agentes del principio (los dos morenos). El del pelo rizado se sentó detrás de la mesa, y el del pelo liso al lado mÃo. Empezaron a gritar que ya habÃa oÃdo la grabación, que tenÃan pruebas para inculparme y que mi novio me habÃa cantado. Yo les decÃa que no me lo creÃa. Empezaron a zarandearme por el brazo. Me salieron hematomas de lo que me apretaban. Yo les decÃa que si tenÃan pruebas me llevaran ante el juez, que todo aquello era gratuito. En la habitación de al lado se oÃan golpes y gritos de “hablaâ€?, “vas a hablarâ€?. Reconocà la voz del agente que entró primero en mi celda. Me dijeron que al lado estaba mi novio. OÃa gritar tan fuerte que no sabÃa si era él porque nunca habÃa oÃdo a nadie gritar tan fuerte.
Mientras seguÃa el interrogatorio, el del pelo liso me daba patadas con las botas en la silla que eran tan fuertes que me hacÃan saltar y me repercutÃan en la columna. No podÃa más del dolor, se lo decÃa y no me hacÃan caso. Me dio unas 20 patadas. Después el del pelo rizado se levantó y me agarró del pelo. Yo no podÃa más, no hacÃa más que llorar y temblar. De repente apagaban y encendÃan la luz. El interruptor estaba dentro del cuarto en la pared del fondo. Noté un dolor fortÃsimo en el pecho en la derecha y se lo dije. Se asustaron y me dijeron que me llevaban al hospital.
En el Hospital de Santiago me miró una médico, que me levantó la camiseta y el sujetador delante de 4 agentes hombres que estaban en la habitación conmigo. El trato de aquella médico hacia mà fue de lo más humillante. Mandó hacer una placa de rayos “Xâ€? en el pecho y me preguntó si querÃa hacerme la prueba del embarazo. Le dije que no, en aquellas circunstancias preferÃa no saberlo. Me pusieron un delantal especial en la tripa y me la hicieron con los agentes dentro, a los que también les dieron unas batas especiales. Tuve que hacerlo levantándome el sujetador; fue horrible.
Después, la misma médico me preguntó si habÃa tenido algún accidente, que se veÃa algo en la columna. Le contesté que tenÃa hernia discal y me la golpearon en la detención. Me recetó Paracetamol para el dolor y que me curaran los pies con Betadine. Me curaron dos veces mientras estuve en Arkaute.
La vuelta a Arakute fue horrible. Iban muy deprisa con el coche y me golpeaba con el asiento de plástico. Me dijeron que si querÃa volver al Hospital el viaje serÃa de aquella manera. En la calle era de noche, calculo que serÃa la madrugada del lunes.
Al dÃa siguiente, después de volver de un interrogatorio, me di cuenta que pasaba más tiempo de lo normal y que quitaron la música (con los dÃas me di cuenta que era la llegada de los forenses). Tampoco me sacaban agachada de la celda.
Los primeros forenses eran dos chicas que se identificaron con carnés. No recuerdo sus nombres, me preguntaron qué tal estaba. Les conté lo de los golpes, heridas y mis dos visitas al hospital. Me reconocieron el cuerpo, apuntaban todo lo que les decÃa. Les dije que tenÃa una hernia discal y que me dolÃa mucho al agacharme. Me ofrecieron la prueba de toxicologÃa y me negué a hacerla porque no comÃa ni bebÃa nada. Me tomaron la tensión y la temperatura. Todos los dÃas lo hicieron. Me dijeron que iban a comentarles a los agentes lo de la medicación y las curas. Por ellas sabÃa loa hora y el dÃa que era.
Los interrogatorios eran 4 ó 5 al dÃa y durante los ratos de celda ponÃan la música. Los golpes eran continuos, y los gritos de dolor. No dormà nada.
Me daban una pastilla cada 6 horas (decÃan ellos) y antes de cada toma comÃa un yogur que yo abrÃa. No comà nada mas, ni bebà más que para tomarme la pastilla. TenÃa muchas nauseas todo el dÃa y no veÃa bien; imagino que de la luz tan potente que habÃa.
En otro interrogatorio, según salÃamos a la derecha, se sentó el rubio con marcas de haber tenido acné al lado mÃo e intento meterme un cigarro en la boca. Le dije que no fumaba y empezó a echarme el humo en la cara. Me dijo que me iban a violar, enseñándome su brazo, refiriéndose a un pene como su brazo de duro y de grande. Yo lloraba mucho, tenÃa mucho miedo. VeÃa que eran capaces de hacerlo. Luego me echó agua por la cara. Me tocaba la cara y los brazos. Le dije que no me tocara.
Otra vez me sacaron una especie de trabajo a ordenador de varios folios con mis fotos. Allà ponÃa un “aliasâ€? que era el mÃo en el comando y según ellos, mi vida desde los 18 años, más o menos. Les dije que allà ponÃa muchas mentiras, y otras que eran verdad, que iba al Euskaltegi por ejemplo.
Otra vez me llevaron a ver a Roberto, mi novio. Estaba en una celda como la mÃa, pero en otro pasillo. Le vi por la mirilla de la puerta, estaba recostado en el banco de cemento, con los ojos enrojecidos y la camiseta rota, era horrible su aspecto.
Llegó el cuarto dÃa, miércoles, era de noche (calculo), me subieron a declarar por unas escaleras, me metieron en un cuarto en el que habÃa un hombre vestido con una camisa de cuadros. Le habÃa visto algún dÃa hablando con la forense, una chica rubia de pelo largo que me dijeron que era mi abogada de oficio. Hice la declaración negando todo lo que me preguntaban, también me negué a hacerme la prueba de ADN y la caligráfica, y denuncié malos tratos fÃsicos y psÃquicos.
Después de bajar a mi celda oà como en el pasillo gritaban enfadados con lo que habÃa declarado. Reconocà la voz del agente que venÃa de pareja con otro, era el moreno de pelo liso. Después dieron unos golpes fuertÃsimos en la puerta de mi celda, yo lloraba de miedo. Al de un rato volvieron a dar más golpes en mi puerta, y después todo quedó tranquilo, sin música. Pero creÃa que iban a entrar de nuevo y no pude dormir, solo lloraba.
Vinieron a buscarme para llevarme a Madrid, me ofrecieron ducharme y cambiarme de ropa, asà lo hice. Era la madrugada del jueves, calculé, el viaje lo hice tranquila junto con una agente que me dejó incorporarme en el asiento con la condición de que no les mirara a la cara. Iba esposada delante.
En la Audiencia me quitaron las esposas, me sacaron de la celda para que me viera el forense, este era un hombre de unos 50 años y el pelo canoso. Me dijo que me habÃan levantado la incomunicación, le enseñé los hematomas y las heridas y que sÃquicamente estaba destrozada, creo que lo apuntó todo.
Me esposaron y me subieron por unas escaleras, mi abogado estaba en el pasillo, solo pude intercambiar dos palabras con él mientras andábamos.
Ante la juez Mª Teresa Palacios ratifiqué la declaración policial, en la que negaba todo, y declaré malos tratos sÃquicos y fÃsicos, y vejaciones sexuales, me preguntó cuales habÃan sido estas, y le contesté que amenazas de violación, (no le conté que me tocaron un pecho porque no podÃa hacerlo sin llorar).
A las siete de la tarde me llevaron a la prisión de Soto del Real. El traslado con la Guardia Civil fue correcto, aunque conducÃa de manera temeraria.
Por el informe del forense he tenido acompañamiento en la celda durante un mes.
Las secuelas han sido psÃquicas. Pesadillas con Arkaute en las que me despertaba con mucha ansiedad, me levantaba cada vez que abrÃan mi celda. Durante la primera semana oÃa voces de conversaciones de Arkaute. No soportaba que me hablaran al oÃdo, ni que me tocaran por detrás, no podÃa oÃr música.....
Ellos me dijeron que en Navidad me iban a felicitar con una poesÃa y que su fin serÃa que me suicidara en la celda. |