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Notícies :: criminalització i repressió
Testimonio tortura Ana lopez (Euskal Herria)
15 nov 2003
Detenida por la ertzaintza el 7/9/03.
ANA LOPEZ BARRIO (Portugalete).

    Todo empezó el 7 de septiembre a eso de las 4 h de la madrugada. Estábamos yendo para casa dos amigos, Roberto y yo, cuando un coche se nos acercó por detrás, se bajaron cuatro personas encapuchadas obligándonos a tirarnos al suelo.
    Ã?bamos en nuestro coche, yo me bajé y un hombre me empujó hasta tirarme al suelo. Me golpearon en la espalda con algo duro (creo que era una pistola porque luego vi que la tenía en la mano), poniéndome las esposas a la espalda, me daba continuos golpes contra la carretera. Yo gritaba quiénes eran pero no me contestaban.
    Me metieron en un coche llevándome a una comisaría que me dijeron que era Bilbao. Me llevaron con la cabeza entre las piernas. Cuando llegamos un agente de la Brigada Móvil apareció, y en aquel momento me di cuenta que era la Ertzantza.
    Me metieron en una celda grande de unos cinco metros de largo por cuatro de ancho que tenía un banco de cemento al fondo. Allí empezó el interrogatorio con un agente de paisano encapuchado, de 1.60 más o menos, ojos claros. Me zarandeaba por el brazo gritándome dónde estaba no sé quién, yo le contestaba que no sabía. En un momento dado sacó su pistola, la llevaba con unas cintas por la espalda y me dijo “esto va en serioâ€?.
    Después me llevaron de nuevo a Portugalete, donde me habían detenido. Me llevaron a mi casa donde vivo con mi pareja, Roberto. Allí estaba él, junto con 10 ó 12 agentes, y un hombre de paisano me dijo que era el secretario judicial de Baracaldo. Entre los agentes había dos o tres vestidos de paisano y encapuchados, y me llevaban con ellos de una habitación a otra mientras miraban mis cosas y lasa de Rober. Algunas las cogían para sacarles fotografías, todo lo que miraban eran cosas personales, como fotografías de viajes nuestros, comuniones, bautizos etc. También agendas con teléfonos del trabajo o de amigos y la familia. El secretario no podía ver todo lo que registraban y cogían por el tránsito los agentes en la casa. Después de bastante tiempo me pidieron las llaves y se quedaron varios agentes en la casa. A nosotros nos llevaron a Arkaute.
    El viaje de vuelta fue en un coche con dos agentes atrás, me dolía la espalda por los golpes y tenía heridas en los pies, la rodilla y los codos por la detención. En el coche iba esposada a la espalda.
En Arkaute me metieron en una celda de unos cuatro metros de larga por tres de ancha, con un banco de cemento al fondo. Entró en la celda un hombre de 1.75 ó 1.80, moreno de ojos negros, con algo de tripa, parecía sudamericano. Me gritaba que me pusiera en el centro de la celda de espaldas a la puerta y con las piernas flexionadas y las manos detrás. Le dije que no podía porque tenía hernia discal y me habían golpeado. Le dio igual, me contestó que sino me ponía yo, me pondría él y así lo hizo, dándome patadas en las piernas y aplastándome la cabeza con sus manos. Gritaba preguntándome por alguien, yo le contestaba que no sabía, entonces salió de la celda dejándome sola. Pero seguido entraron cinco hombres altos, muy altos de 1.90 más o menos, con buzos negros y me empujaron hacia la pared aplastándome y gritando. También estaba el anterior agente. Yo tenía mucho miedo y empecé a llorar. Luego se quedó el primer agente y volvió a forzarme para que estuviera en medio de la celda, con las piernas flexionadas y los brazos en cruz. Yo lloraba, me dolía mucho la espalda. Seguía gritándome al oído, a ver dónde estaba no sé quién, me zarandeaba y me daba golpes en la nuca con la mano. Me decía que iba a confesarlo todo, que me quedaban cinco días de infierno y que aquello no era lo peor. Pasó un tiempo que a mi me pareció eterno y se marchó.
Entró una agente encapuchada, me mando desnudarme, me quedé en ropa interior. Me cortó las pulseras y el cordón del pantalón, le dije que se me caían, pero le dio igual.
Entró el hombre anterior, me dijo que era extraño que no hubiera cantado después de los me habían hecho y que me llevaban al hospital. Antes volvió a intentar que estuviese flexionada. Mientras me gritaba, también me tocó un pecho
Todos los traslados desde la celda me llevaban con la cabeza agachada y las manos hacia atrás. Me dolía la espalda, me dolía mucho, yo se lo decía, pero les daba igual. Incluso algún agente me agachaba más la cabeza.
La ropa que llevaban los agentes eran pantalones de chándal o vaqueros con camisetas negras y playeras o botas.
Me sacaron de la celda llevándome hacia la izquierda, pasamos una puerta y había un garaje con un coche patrulla. Me esposaron detrás y me metieron en el asiento de detrás, sola. El asiento era de plástico duro y como conducían muy rápido me golpeaba contra él. Se lo dije pero les dio igual.
Llegamos al hospital, y vi en una bata que ponía “Hospital de Santiago�. Después de registrar mis datos me llevaron a un cuarto en el que me quitaron las esposas y junto a otra agente me reconocieron. Me mandaron tumbarme y me dijeron que me quitase la ropa. Me preguntaron cómo me había hecho aquellas heridas, les conté que fue contra la carretera, en el momento de la detención. Me curaron con Betadine y me vendaron una de ellas, la de la pierna izquierda. Me pusieron una inyección del tétano, les pregunté si era perjudicial si estaba embarazada, y me dijeron que no. Me llevaron a otro cuarto, vino un médico, me volvió a preguntar cómo me había hecho las heridas. Le volví a contestar que me las habían producido los agentes en la detención. Me preguntó si creía que estaba embarazada, le dije que tenía un retraso de algunos días.
Volvimos a Arkaute. La vuelta fue más tranquila. Me metieron en otra celda, esta era al final del mismo pasillo, pero a la izquierda. La celda era algo más pequeña. Entraron a sacarme para huellarme y sacarme una foto.
A partir de ese momento no entraron más para interrogarme sino que me sacaban a habitaciones, tipo despachos.
Calculo que sería el domingo por la tarde cuando empezaron con lo de la música, ponían distintos tipos, a veces grabaciones de Euskadi Gaztea, y a veces música tétrica o heavy. Cuando eran estas últimas las que ponían subían muchísimo el sonido, era imposible dormir o descansar y siempre coincidían con golpes de puertas metálicas como la de mi celda, y de alaridos de dolor. Si no se oían golpes sabía que me tocaba a mí, era una verdadera tortura esperar a cuándo viniesen, al igual que el oír que gritaba otra persona. Cuando ponían “Euskadi Gaztea� la bajaban de tono, era como para que bajáramos la tensión, jugaban continuamente con aquello; bajar o subir la tensión. A mi aquello me rompía los nervios y no hacía más que llorar cuando empezaban con aquello. Así estuvieron los cuatro días casi de continuo.
Aquel domingo me sacaron hacia una habitación en la que se interrogaba. Según se salía de la celda era bastante cerca, a la izquierda. Allí estaban dos agentes, uno moreno de pelo rizado, de 1.80 m y ojos negros, de unos cuarenta años. Estaba sentado en una mesa, la mesa era en forma de “L�. El otro agente era un poco más bajo, pelo moreno liso y ojos negros, también era de 35 a 40 años, era algo más delgado. Este se ponía detrás de mí, muy cerca. Al principio estaba de pie contra la pared, luego me dejaban sentarme. La habitación era blanca y tenía una luz muy potente en el techo.
El más bajo de los dos me insultaba continuamente, “zorra� y un “alias� que decía que era el mío. Yo lo negaba. Insultaba a mi novio que también estaba detenido diciéndome que era un mongolo, un oligofrénico etc. que no éramos ni abertzales ni nada. Me decía que iban a detener a mi madre, que estaba en el “ajo�, que si éramos un comando etc. que mi hermana me pasaba información para atentar contra ellos etc. Yo lo negaba todo. También había en otros interrogatorios un agente que se hacía el “Euskaldun�, que él sí era abertzale, no como yo, que era escoria, que me iba a hacer hablar, que tenían una técnica y que hasta los del “Erakunde� caían. Cuando estaba con este agente me llevaban a otro cuarto que estaba saliendo de la celda a la derecha. Estaba más lejos que el otro cuarto. También tenía una mesa blanca, una potente luz en el techo y tenía un ordenador. Allí me ponían de cara a una esquina mientras entre 2 ó 3 me gritaban al oído interrogándome.
Otro interrogatorio que sufrí, fue con un agente rubio de ojos claros, con la cara marcada por el acné, de 1.65 más o menos y de 35 a 40 años. Este nos puso una grabación de una persona detenida en la que se autoinculpaba y nos culpaba a mi compañero y a mí. Yo les dije que si había dicho eso era porque algo le habrían hecho. Se enfadaron muchísimo y golpeaban la mesa.
Creo que fue ese domingo a la tarde cuando me sacaron a un cuarto de la izquierda y con la pareja de agentes del principio (los dos morenos). El del pelo rizado se sentó detrás de la mesa, y el del pelo liso al lado mío. Empezaron a gritar que ya había oído la grabación, que tenían pruebas para inculparme y que mi novio me había cantado. Yo les decía que no me lo creía. Empezaron a zarandearme por el brazo. Me salieron hematomas de lo que me apretaban. Yo les decía que si tenían pruebas me llevaran ante el juez, que todo aquello era gratuito. En la habitación de al lado se oían golpes y gritos de “habla�, “vas a hablar�. Reconocí la voz del agente que entró primero en mi celda. Me dijeron que al lado estaba mi novio. Oía gritar tan fuerte que no sabía si era él porque nunca había oído a nadie gritar tan fuerte.
Mientras seguía el interrogatorio, el del pelo liso me daba patadas con las botas en la silla que eran tan fuertes que me hacían saltar y me repercutían en la columna. No podía más del dolor, se lo decía y no me hacían caso. Me dio unas 20 patadas. Después el del pelo rizado se levantó y me agarró del pelo. Yo no podía más, no hacía más que llorar y temblar. De repente apagaban y encendían la luz. El interruptor estaba dentro del cuarto en la pared del fondo. Noté un dolor fortísimo en el pecho en la derecha y se lo dije. Se asustaron y me dijeron que me llevaban al hospital.
En el Hospital de Santiago me miró una médico, que me levantó la camiseta y el sujetador delante de 4 agentes hombres que estaban en la habitación conmigo. El trato de aquella médico hacia mí fue de lo más humillante. Mandó hacer una placa de rayos “X� en el pecho y me preguntó si quería hacerme la prueba del embarazo. Le dije que no, en aquellas circunstancias prefería no saberlo. Me pusieron un delantal especial en la tripa y me la hicieron con los agentes dentro, a los que también les dieron unas batas especiales. Tuve que hacerlo levantándome el sujetador; fue horrible.
Después, la misma médico me preguntó si había tenido algún accidente, que se veía algo en la columna. Le contesté que tenía hernia discal y me la golpearon en la detención. Me recetó Paracetamol para el dolor y que me curaran los pies con Betadine. Me curaron dos veces mientras estuve en Arkaute.
La vuelta a Arakute fue horrible. Iban muy deprisa con el coche y me golpeaba con el asiento de plástico. Me dijeron que si quería volver al Hospital el viaje sería de aquella manera. En la calle era de noche, calculo que sería la madrugada del lunes.
Al día siguiente, después de volver de un interrogatorio, me di cuenta que pasaba más tiempo de lo normal y que quitaron la música (con los días me di cuenta que era la llegada de los forenses). Tampoco me sacaban agachada de la celda.
Los primeros forenses eran dos chicas que se identificaron con carnés. No recuerdo sus nombres, me preguntaron qué tal estaba. Les conté lo de los golpes, heridas y mis dos visitas al hospital. Me reconocieron el cuerpo, apuntaban todo lo que les decía. Les dije que tenía una hernia discal y que me dolía mucho al agacharme. Me ofrecieron la prueba de toxicología y me negué a hacerla porque no comía ni bebía nada. Me tomaron la tensión y la temperatura. Todos los días lo hicieron. Me dijeron que iban a comentarles a los agentes lo de la medicación y las curas. Por ellas sabía loa hora y el día que era.
Los interrogatorios eran 4 ó 5 al día y durante los ratos de celda ponían la música. Los golpes eran continuos, y los gritos de dolor. No dormí nada.
Me daban una pastilla cada 6 horas (decían ellos) y antes de cada toma comía un yogur que yo abría. No comí nada mas, ni bebí más que para tomarme la pastilla. Tenía muchas nauseas todo el día y no veía bien; imagino que de la luz tan potente que había.
En otro interrogatorio, según salíamos a la derecha, se sentó el rubio con marcas de haber tenido acné al lado mío e intento meterme un cigarro en la boca. Le dije que no fumaba y empezó a echarme el humo en la cara. Me dijo que me iban a violar, enseñándome su brazo, refiriéndose a un pene como su brazo de duro y de grande. Yo lloraba mucho, tenía mucho miedo. Veía que eran capaces de hacerlo. Luego me echó agua por la cara. Me tocaba la cara y los brazos. Le dije que no me tocara.
Otra vez me sacaron una especie de trabajo a ordenador de varios folios con mis fotos. Allí ponía un “alias� que era el mío en el comando y según ellos, mi vida desde los 18 años, más o menos. Les dije que allí ponía muchas mentiras, y otras que eran verdad, que iba al Euskaltegi por ejemplo.
Otra vez me llevaron a ver a Roberto, mi novio. Estaba en una celda como la mía, pero en otro pasillo. Le vi por la mirilla de la puerta, estaba recostado en el banco de cemento, con los ojos enrojecidos y la camiseta rota, era horrible su aspecto.
Llegó el cuarto día, miércoles, era de noche (calculo), me subieron a declarar por unas escaleras, me metieron en un cuarto en el que había un hombre vestido con una camisa de cuadros. Le había visto algún día hablando con la forense, una chica rubia de pelo largo que me dijeron que era mi abogada de oficio. Hice la declaración negando todo lo que me preguntaban, también me negué a hacerme la prueba de ADN y la caligráfica, y denuncié malos tratos físicos y psíquicos.
Después de bajar a mi celda oí como en el pasillo gritaban enfadados con lo que había declarado. Reconocí la voz del agente que venía de pareja con otro, era el moreno de pelo liso. Después dieron unos golpes fuertísimos en la puerta de mi celda, yo lloraba de miedo. Al de un rato volvieron a dar más golpes en mi puerta, y después todo quedó tranquilo, sin música. Pero creía que iban a entrar de nuevo y no pude dormir, solo lloraba.
Vinieron a buscarme para llevarme a Madrid, me ofrecieron ducharme y cambiarme de ropa, así lo hice. Era la madrugada del jueves, calculé, el viaje lo hice tranquila junto con una agente que me dejó incorporarme en el asiento con la condición de que no les mirara a la cara. Iba esposada delante.
En la Audiencia me quitaron las esposas, me sacaron de la celda para que me viera el forense, este era un hombre de unos 50 años y el pelo canoso. Me dijo que me habían levantado la incomunicación, le enseñé los hematomas y las heridas y que síquicamente estaba destrozada, creo que lo apuntó todo.
Me esposaron y me subieron por unas escaleras, mi abogado estaba en el pasillo, solo pude intercambiar dos palabras con él mientras andábamos.
Ante la juez Mª Teresa Palacios ratifiqué la declaración policial, en la que negaba todo, y declaré malos tratos síquicos y físicos, y vejaciones sexuales, me preguntó cuales habían sido estas, y le contesté que amenazas de violación, (no le conté que me tocaron un pecho porque no podía hacerlo sin llorar).
A las siete de la tarde me llevaron a la prisión de Soto del Real. El traslado con la Guardia Civil fue correcto, aunque conducía de manera temeraria.
Por el informe del forense he tenido acompañamiento en la celda durante un mes.
Las secuelas han sido psíquicas. Pesadillas con Arkaute en las que me despertaba con mucha ansiedad, me levantaba cada vez que abrían mi celda. Durante la primera semana oía voces de conversaciones de Arkaute. No soportaba que me hablaran al oído, ni que me tocaran por detrás, no podía oír música.....
Ellos me dijeron que en Navidad me iban a felicitar con una poesía y que su fin sería que me suicidara en la celda.
Sindicat Terrassa