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Historia del siglo XX (Hobsbawm). 7: La descolonización
13 nov 2003
Cuando las guerras, promovidas por las potencias imperialistas, socavaron los imperios
(Pasajes seleccionados)

La industrialización del mundo dependiente no figuraba en los planes de los países desarrollados, ni siquiera en países como los del cono sur de América latina, donde parecía lógico transformar productos alimentarios locales como la carne, que podía envasarse para que fuera más fácilmente transportada. (...) De hecho, en el esquema de la mayoría de los estados y empresarios de los países del Norte, al mundo dependiente le correspondía pagar las manufacturas que importaba mediante la venta de sus productos primarios. (p 208)



Sin embargo, cuando consideramos cuán lógica parecía la predicción de Marx respecto a la difusión de la Revolución industrial al resto del mundo, es sorprendente que antes de que finalizara la era imperialista, e incluso hasta los años 70, fueran tan pocas las industrias que se habían desplazado hacia otros lugares desde el mundo capitalista desarrollado. A finales de los años 30, la única modificación importante del mapa mundial de la industrialización era la que se había registrado como consecuencia de los planes quinquenales soviéticos. (...)

Pero, paradójicamente, era la relativa inmadurez del desarrollo de la economía capitalista mundial y, más concretamente, de la tecnología del transporte y la comunicación, la que impedía que la industria abandonara sus núcleos originarios. En la lógica de la empresa maximizadora de beneficios y de la acumulacion de capital, no había ningún principio que exigiera el emplazamiento de la industria del acero en Pensilvania o en el Rhur (...) Pero, a pesar de las repercusiones de la guerra y de la Depresión, lo cierto es que en la primera mitad del siglo XX el mundo dependiente continuó siendo fundamentalmente agrario y rural. (p 209-210)



Más difícil le resultó [a Gran Bretaña] encontrar una fórmula sencilla para mantener el control en la más extensa de sus colonias, la India, donde el lema de «autonomía», adoptado por el Congreso Nacional Indio por primera vez en 1906, estaba evolucionando cada vez más hacia una reclamación de independencia total. El período revolucionario de 1918-1922 transformó la política nacionalista de masas en el subcontinente, en parte porque los musulmanes se volvieron contra el Gobierno británico, en parte por la sanguinaria histeria de un general británico que, en el turbulento año 1919, atacó a una multitud desarmada en un lugar sin salida y mató a varios centenares de personas (la «matanza de Amritsar») y, sobre todo, por la conjunción de una oleada de huelgas y de la desobediencia civil de las masas propuganada por Gandhi y por un Congreso radicalizado. (p 214)



Nunca como en el período de entreguerras había estado una área tan grande del planeta bajo el control, formal o informal, de Gran Bretaña, pero nunca, tampoco, se habían sentido sus gobernantes menos confiados acerca de la posibilidad de conservar su vieja supremacía imperial. Ésta es una de las razones principales por las que, cuando su posición se hizo insostenible, después de la Segunda Guerra Mundial, los británicos no se resistieron a la descolonización. Posiblemente explica también, en un sentido contrario, que otros imperios, particularmente el francés —pero también el holandés—, utilizaran las armas para mantener sus posiciones coloniales después de 1945. Sus imperios no habían sido socavados por la Primera Guerra Mundial. (p 215)



El período revolucionario había afectado especialmente al imperio británico, pero la Gran Depresión de 1929-1933 hizo tambalearse a todo el mundo dependiente. La era del imperialismo había sido para la mayor parte de él un período de crecimiento casi constante, que ni siquiera se había interrumpido por una guerra mundial, que se había vivido como un acontecimiento lejano. (...) Sin embargo, la economía imperialista modificó sustancialmente la vida de la gente corriente, especialmente en las regiones de producción de materias primas destinadas a la exportación. (...)

¿Qué significaba, por ejemplo, para unas economías que apenas utilizaban el dinero, o que sólo lo usaban para un número limitado de funciones, integrarse en una economía en la que el dinero era el medio universal de intercambio, como sucedía en los mares indopacíficos? Se alteró el significado de bienes, servicios y transacciones entre personas, y con ello cambiaron los valores morales de la sociedad y sus formas de distribución social. (...)

Todo ello fue trastocado por la Gran Depresión, durante la cual chocaron por primera vez de manera patente los intereses de la economía de la metrópoli y los de las economías dependientes, sobre todo porque los precios de los productos primarios, de los que dependía el Tercer mundo, se hundieron mucho más que los de los productos manufacturados que se compraban a Occidente. Por primera vez, el colonialismo y la dependencia comenzaron a ser rechazados como inaceptables incluso por quienes hasta entonces se habían beneficiado de ellos. (...) Lo que es más: por primera vez (salvo en las situaciones de guerra) la vida de la gente común se vio sacudida por unos movimientos sísmicos que no eran de origen natural y que movían más a la protesta que a la oración. Se formó así la base de masas para una movilización política, especialmente en zonas como la costa occidental de �frica y el Sureste asiático, donde los campesinos dependían estrechamente de la evolución del mercado mundial de cultivos comerciales. (...)

La década de 1930 fue, pues, crucial para el Tercer mundo, no tanto porque la Depresión desencadenara una radicalización política sino porque determinó que en los diferentes países entraran en contacto las minorías politizadas y la població común. Eso ocurrió incluso en lugares como la India, donde el movimiento nacionalista ya contaba con un apoyo de masas. (p 215-217)



Sólo el �frica subsahariana permanecía en calma, aunque también allí la Depresión provocó, a partir de 1935, las primeras huelgas importantes, que se iniciaron en las zonas productoras de cobre del �frica central. (...)

A mediados de los años 30 existía ya en las ciudades un sector de africanos cultos e insatisfechos lo bastante nutrido como para que pudiera crearse una prensa política floreciente (...)

A la pregunta de si en 1939 podía verse como un acontecimiento inminente la previsible desaparición de los imperios coloniales, he de dar una respuesta negativa, si me baso en mis recuerdos de una «escuela» para estudiantes comunistas británicos y «coloniales» celebrada en aquel año. Y nadie podía tener mayores expectativas en este sentido que los apasionados y esperanzados jóvenes militantes marxistas. Lo que transformó la situación fue la Segunda Guerra Mundial (...)

Lo que dañó irreversiblemente a las viejas potencias coloniales fue la demostración de que el hombre blanco podía ser derrotado de manera deshonrosa, y de que esas potencias coloniales eran demasiado débiles, aun después de haber triunfado en la guerra, para recuperar su posición anterior. (p 218-219)



Fue la guerra lo que produjo la ruptura de la India en dos mitades. (...) Por última vez, el «raj» movilizó los recursos humanos y económicos de la India para ponerlos al servicio de una guerra británica, en mayor escala aún que en 1914-1918, y en esta ocasión contra la oposición de las masas que se alineaban en un partido de liberación nacional, y —a diferencia de lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial— ante la inminente invasión militar de Japón. (...) La oposición del Congreso [el partido del Gobierno local] a la guerra determinó que sus dirigentes quedaran al margen de la política y, desde 1942, en prisión. Las dificultades inherentes a la economía de guerra enajenaron al «raj» el apoyo de importantes grupos de musulmanes, particularmente en el Punjab, y los aproximaron a la Liga Musulmana, que adquirió la condición de un movimiento de masas en el mismo momento en que el Gobierno de Delhi, llevado del temor de que el Congreso pudiera sabotear el esfuerzo de guerra, utilizaba de forma deliberada y sistemática la rivalidad entre las comunidades hindú y musulmana para inmovilizar el movimiento nacionalista. En este caso, puede decirse que Gran Bretaña aplicó la máxima de «divide y vencerás». (...) Cuando concluyó la guerra resultó imposible dar marcha atrás al motor de una política confesionalista. (p 223)



La guerra de Argelia fue un conflicto sangriento que contribuyó a institucionalizar la tortura en el ejército, la policía y las fuerzas de seguridad de unos países que se declaraban civilizados. Popularizó la utilización de la tortura mediante descargas eléctricas que se aplicaban en distintas zonas del cuerpo como la lengua, los pezones y los genitales (...) (p 224)
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