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El pájaro del trueno nº 10
27 oct 2003
Ya en la calle el nº 10 de "El pájaro del trueno". Este número contiene artículos teóricos sobre la revolución, el anarquismo y la guerra social (de los que presentamos aquí el más destacado), que ocupan la mitad exacta del periódico, y otros artículos informativos sobre lxs compas de BCN y de Grecia (en huelga de hambre, como todxs sabréis) que nos abstenemos de difundir aquí pues ya se han publicado en este foro.
Sin más que os aproveche este nuevo pájaro.
El pájaro del trueno nº 10

La muerte de la revolución

Nos gustaría repasar ahora mismo un concepto asociado a la mayoría de las ideas socio-políticas transformadoras (al margen de en lo que se hayan convertido una vez transformado algo) existentes desde los albores de la revolución francesa (1789-1794): el concepto de revolución.
Dicho concepto es una formulación de lo que se ha venido a llamar Modernidad. Ésta tomó el concepto de revolución de la astronomía del s. XVIII y después lo politizó. El artífice de tal teorización política fue Montesquieu, conocido revolucionario francés (además de filósofo y científico), y una de las fuentes junto con Hegel de las que bebió Karl Marx.
Según la astronomía del XVIII la revolución era un proceso de progreso, de evolución acelerada que se daba en las partículas del cosmos que acontecía más rápido de lo habitual (por ejemplo el fugaz pasó que a veces tiene lugar en una estrella de azul a negra). Con lo cual esto, originariamente, no significaba una ruptura total con lo existente (ni en la astronomía ni en la teoría de Montesquieu) sino simplemente un cambio rápido desde lo que ya existía hacía otra cosa que hacía variar lo existente. Posteriormente este término fue acuñado por Marx y por los teóricos anarquistas, que se apresuraron a difundirlo, probablemente, sin analizarlo en el fondo, ya que todos eran herederos de la Modernidad.
Así pues, desde esta publicación, y antes de entrar a fondo con el concepto de Modernidad, nos vemos practicamente obligados a rechazar el concepto de revolución, ya que ésta supone un cambio desde algo que ya existe hacia otra cosa, hacia otra variante de lo que existe. Así por ejemplo dentro de las doctrinas marxistas y sindicalistas se trata de revolucionar la sociedad a partir del trabajo. No se busca su destrucción, por ejemplo, sino sólo cambiar las condiciones de producción (eliminación del salario, igual participación en la toma de decisiones entre lxs trabajadorxs, benefecio para todxs,...), con lo que el trabajo permanece, cambiando de algo existente a algo nuevo pero basado en lo anterior.
Pero más cosas hay que nos llevan a rechazar este concepto de revolución, y otra es, como venimos señalando, la Modernidad. Se suele entender ésta como una construcción histórica que agrupa una serie de movimientos intelectuales que se plasman en la vida política, cultural, cotidiana,... a partir del renacimiento (llegando hasta el s. XX) en confrontación abierta con la mentalidad feudal y con la dominación teocéntrica de la Iglesia. Es un “movimiento� europeo, que toma sus bases del pensamiento clásico y judeocristiano. De él surgen conceptos como modernidad, moderno, revolución, cultura o trabajo. Sus máximas figuras fueron los renacentistas (Miguel �ngel, Da Vinci,...) y a partir de ellxs filósofos como Hegel (en el que se basan tanto Marx, como Bakunin), científicos como Newton o Descartes, artistas como Rembrandt,... hasta llegar a las vanguardias artísticas del XX. Pero lo más importante aquí es precisamente que esa Modernidad, cuyos adalides son la ciencia y el progreso (bases del pensamiento de Marx y de la mayoría de lxs pensadorxs anarquistas) es una justificación ideológica del ascenso al poder de la burguesía. A partir del XVI se va formando una fuerte burguesía (alejados ya de los artesanos de los siglos XIII y XIV) que comienza a pugnar contra la aristocracia. Esta burguesía asciende al poder en el XVIII y en todo este proceso y hasta la formación del capital financiero en el s. XX (cuando surgirá otro concepto: la post-modernidad) elaborará una justificación ideológica de su ascenso al poder, de sus valores. Nueva élite, nueva ideología. Es curioso cuando menos ver a Marx, que afirmaba que la ideología era burguesa, afirmar términos burgueses. Pero claro Marx era una contradicción andante: decía que para ser libres teníamos que emanciparnos del trabajo pero diseña un nuevo concepto colectivista y proletario del mismo, decía que debíamos acabar con la autoridad pero establece la dictadura del proletariado y el centralismo obrero, hay que acabar con la burguesía porque nos intoxica y aliena con su ideología, pero nuestros pilares han de ser la ciencia y el progreso, valores de la modernidad, valores burgueses. Lo mismo hicieron lxs pensadores anarquistas del XIX y XX, con la única excepción de Max Stirner.
Curiosa la actitud de quienes se denominan proletarixs y ven en ello algo positivo, sin pararse a pensar que realmente tienen una ideología y que ésta es burguesa, que “existe� el proletariado (nosotrxs lo dudamos) porque “existe� la burguesía y vicerversa.
Para nosotrxs sólo existen dos clases: la de quienes quieren ser libres y la de quienes, activa o pasivamente, sostienen el sistema que nos lo impide, lo demás tiene tanto valor(ser o no asalariado,...) como el color del pelo (lógicamente quien está en disposición de ordenar la vida de lxs demás siempre será nuestro enemigx, al margen de su “posición� social, pues siempre defenderá lo existente).
Por esto mismo no queremos la revolución, porque no queremos nada de este viejo mundo, ni sus estructuras de dominación, que crean las condiciones para que unxs dirijan y otrxs sean dirigidxs, ni la sociedad, ni ningún sistema. No nos extenderemos más en el asunto de las clases sociales, pues lo hemos tocado en números anteriores. Recomendamos la lectura de estos números, así como del periódico anarquista francés de principios del XX La Anarchie (abanderado de la doctrina del ilegalismo), a quien tenga interés.
Pero, si no queremos la revolución, ¿qué es lo que queremos?.
Esbozaremos aquí un concepto elaborado por el anarquista Max Stirner (quien siendo discípulo de Hegel, rompió sabiamente con él y con la modernidad), que desde hace algunos años viene copando los discursos del anarquismo combatiente: el concepto de revuelta. Stirner afirmaba que una revolución afirmaba nuevas instituciones y por lo tanto nuevas formas de poder, consolidaba la sociedad bajo nuevas apariencias (pero seguía siendo sociedad y por lo tanto otra forma de dominación), no la destruía. A esto oponía la revuelta, el negar lo existente y rebelarse contra ello, pero para destruirlo, no para modificarlo, para abolir toda institución, no para crear otras nuevas, sean proletarias, confederales, sindicales o lo que fueren, para abolir la sociedad, no para perpetuarla.
Haremos aquí hincapié en el aspecto de abolir la sociedad. La sociedad es una forma de poder como ya dijo Stirner, y en esa línea, siguiendo a Foucault observamos que toda relación social es una relación de poder. La sociedad es eterna, siempre está ahí. Cuando uno nace ya forma parte de la sociedad sin ni siquiera poder elegirlo, y nadie puede salirse de la sociedad. Puede rebelarse y ser castigado, desechado o rechazado, pero sigue, en esencia, siendo parte de la sociedad. Si tenemos en cuenta, como dice Kropotkin, que la sociedad antecede al ser humano, tanto o más aberrante nos parece. A la sociedad oponemos la asociación libre de individuos. Individuos libres que se asocian cuando lo desean, para lo que quieran y durante el tiempo que lo desean, pudiendo disolver su asociación libre si así lo quieren. Ésta asociación puede tener larga duración (dentro de ese engendro de dominación llamado tiempo) o ser efímera. Al contrario que la sociedad, que no se puede disolver.
Para acabar con la sociedad (y no para transformarla, como pretenden lxs revolucionarixs) es preciso la revuelta en todos los frentes, extender la guerra social que haga estallar la insurrección, que será el cénit de la revuelta. Y la revuelta la haces en el hogar, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en la cárcel, en la sociedad, sin un momento de tregua, las 24 horas. Y queremos hacerlo así porque no somos militantes, porque no vamos al local sindical de 7 a 9 y luego nos vamos a casa olvidándonos de todo. Porque el campo de batalla está en todas partes y está siempre, y somos anarquistas las 24 horas del día en todo momento y lugar.
Esta revuelta se está dando ya, desde lo cotidiano, desde lo individual, hasta (preferiblemente para nosotrxs desde la asociación libre de individuos libres) que esa revuelta individual coincida en una gran revuelta colectiva que detone la insurrección contra lo que nos convierte en esclavxs: el trabajo, la sociedad, el Estado, el capitalismo, la educación, la familia, las religiones, la ideología,...
Y más allá, en el absurdo e hipotético caso de que cada cual pueda vivir libre de opresión como quiera en tantas asociaciones libres de individuos o no como le plazca (y decimos absurdo porque nos parece absurdo hacernos pajas mentales sobre cómo será el futuro), la revuelta continúa, porque la anarquía es una tensión, un constante conflicto de uno con todxs y consigo mismo, una tensión llamada convivencia, diferencia de opiniones y criterios (pero resueltos desde la libertad, la autocrítica, y no desde las porras policiales o los grilletes como sucede ahora), y no un paraíso en la tierra, eso se lo dejamos a lxs cristianxs de base.
Podemos decir bien alto y bien claro, con las razones expuestas (que para nosotrxs son suficientes) que queremos matar la revolución, matar la modernidad y afianzar la revuelta y la Anarquía.
Por la destrucción de todo lo que nos oprime.
Guerra social en todos los frentes.
Sindicat Terrassa