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Notícies :: criminalització i repressió |
Testimonio torturado por la Ertzaintza, Aritza Ferrero detenido 5/9/03
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per Santurtziko Torturaren Kontrako Taldea Correu-e: santurtzi-tkt ARROBA euskalerria.org (no verificat!) |
04 oct 2003
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Testimonio de las torturas padecidas por el vecino de Santurtzi, Aritza Ferrero; a manos de la Ertzaintza. |
ARITZA FERRERO RUIZ
· Fecha y lugar de nacimiento: 2/11/1978 (24 años), Barakaldo
· Dirección: Camino de los Hoyos, 48900 Santurtzi
· Estudios: REM, dos años de electrónica
· Trabajo: albañil.
Me detuvo la Ertzantza en Sopelana, en casa de mi novia sobre las cuatro o cuatro y veinte de la mañana, en la madrugada del 4 a 5 de septiembre del 2003. oÃmos golpes en la puerta y para cuando yo subà arriba, ya estaba la madre de mi moza levantada y abriendo la puerta. Me vieron y comenzaron a gritarme “no te muevas, no te muevasâ€?. Uno se me acercó, y para cuando me di cuenta estaba esposado a la espalda y con un movimiento muy rápido me puso la camiseta por la cabeza de forma que me impedÃa la visión.
Vino la agente o secretaria judicial. Me enseñaron la orden de registro, y comenzaron con el registro de la casa, primero bajaron al piso de abajo, a la habitación donde yo dormÃa, la registraron, y después miraron por encima la sala, la habitación del hermano de mi moza... HabÃa un ordenador que mi novia les dijo que era de su hermano y no se lo llevaron. Cuando acabaron me sacaron a la calle y registraron el coche que estaba fuera aparcado.
De allà me metieron en un coche patrulla y me llevaron a Muskiz. Nada mas llegar, me metieron en una habitación. Entraron dos personas a la vez, uno se identificó como el jefe de la operación, y me dijo que me habÃa oÃdo mucho recalcar lo de mi abuela. Resulta que mi abuela es una persona muy mayor que sufre del corazón, y cuando estábamos en casa de la moza yo le repetÃa una y otra vez que la sacase de casa porque si veÃa todo aquello le podÃa dar algo. Aquà ya empezaron con las amenazas y las presiones, me decÃan que en mi casa habÃa dos liberados de ETA, que yo era militante de ETA, que cuando entrasen en mi casa se iban a llevar por delante a todo el que se encontrasen allÃ, menos a mis abuelos, que iban a reventar la puerta con explosivos... Comenzaron ya las presiones. Yo en aquella habitación estaba en una esquina de pie, contra la pared. Después me hicieron sentarme para que les dibujase un plano de mi casa. Les dije que podÃa estar mi hermano allÃ, que no suele ir mucho, pero que podÃa ser que aquel dÃa si hubiese ido, y ellos me seguÃan diciendo que iban a entrar en casa y que a todo el que estuviese en mi cuarto se lo iban a llevar por delante por la seguridad de sus hombres...
Me metieron en una furgoneta y me llevaron a Santurtzi a donde vivo con mis abuelos. Ya estaba mi tÃa allÃ, y casualidad, mi hermano también habÃa ido a casa aquel dÃa, la gente ya se habÃa enterado de la detención. Mi abuela se habÃa tomado la pastilla de dormir y no se enteró de mucho. Registraron mi cuarto, la sala, la cocina, no entraron donde estaban dormidos mis abuelos. De casa me metieron de nuevo en la furgoneta y me llevaron a Arkaute. Al salir de casa me pusieron un verdugo que me impedÃa la visión e iba esposado delante. En Sopelana estuve todo el tiempo esposado a la espalda, pero como me dolÃan mucho los brazos de tenerlos torcidos, le dije a la secretaria si me podÃan esposar delante, y asà lo hicieron. En la furgoneta yo fui pegado a la ventana, la furgoneta iba llena, nadie dijo nada.
Una vez en Arkaute, me bajaron de la furgoneta dentro de un garaje. Desde el primer momento cuando me llevaban de un sitio a otro me obligaron a ir agachado, con la mitad del cuerpo agachada, tenÃa que llevar la cabeza casi a ras del suelo. Me metieron en un calabozo y me dijeron, “cada vez que abramos la puerta de la celda te tienes que poner de pie, contra la pared, con la cabeza agachada y las manos a la espaldaâ€?. Me metieron en la celda y enseguida vinieron los que te cogen las huellas, y me llevaron a otra habitación donde me tomaron las huellas, me sacaron las fotografÃas, y me volvieron a llevar al calabozo. Pero al poco rato, se abrió la puerta y entró un ertzaina gritando, obligándome a ponerme contra la pared. En este momento fue cuando me explicaron que cada vez que entrasen al calabozo me tenÃa que poner de pie, contra la pared con la cabeza agachada y las manos a la espalda. Y me dijo “nunca, nunca, mires a la cara ni a mÃ, ni a ningún compañeroâ€?. Me sacaron de la celda y me llevaron a una habitación. Nada más entrar, me empezaron a decir a gritos, “¡¡tú eres militante de ETA!!â€?, yo les decÃa que no, me lo volvÃan a decir, yo lo negaba... las cosas empezaron muy suaves, pero poco a poco se iban endureciendo, “¡¡Mecagüen dios, abre las piernas!!â€? me gritaban, mientras me daban patadas en las piernas para que las abriese cada vez más, hasta que casi no podÃa más. Entonces uno de ellos por detrás me daba un rodillazo en la parte trasera de la rodilla, y otro por el otro lado, después me obligaban a levantar los brazos, y me obligaban a permanecer en aquella postura mucho tiempo. Yo estaba de pie, con las piernas abiertas al máximo, y con los brazos a la espalda, pero me obligaban a levantarlos al máximo también, me estiraban de los brazos y me gritaban que asà me querÃan ver y que no me moviese. Yo no podÃa más y poco a poco se me iban bajando los brazos, pero en cuanto veÃan que se me caÃan, me los cogÃan y me los volvÃan a levantar. Al final me dolÃan los brazos y también me dolÃan las piernas de tenerlas abiertas al máximo. Mientras ocurrÃa todo aquello, me gritaban constantemente, se me ponÃa un ertzaina en cada oÃdo y otro detrás y me iban haciendo cada uno una pregunta, todas seguidas, todas a gritos al oÃdo, la única distancia que habÃa entre nosotros era la visera que llevaban, se me acercaban lo más que podÃan, y con sus viseras me chocaban en la cabeza. Y todo entre gritos, “¡¡cuánto tiempo llevas en ETA; quien te captó, cuántas bombas has puesto...!!â€?, todo el tiempo me repetÃan las mismas preguntas al oÃdo, cada uno me hacÃa una pregunta, sin parar, entre gritos, chillando... me dolÃan los oÃdos de los gritos.
En ocasiones me acercaban a una bombilla o un foco que habÃa en el techo de la sala de interrogatorios, y me obligaban a mirarla. Ellos me agarraban de los párpados de forma que no pudiese cerrar los ojos, y me hacÃan mirar a la bombilla, mientras la encendÃan y la apagaban, la encendÃan y la apagaban, y me decÃan si no me mareaba, que de allà iba a salir loco, y que ellos llevaban visera por la luz aquella. Cuando me tenÃan mirando a la bombilla, yo intentaba mirar para abajo, pero no podÃa, ellos me levantaban la cabeza, y me decÃan “¿Sabes para que es esta luz?, ¿no te mareas?â€? Yo les decÃa que si y me decÃan de nuevo “para que te crees que llevamos nosotros las viseras, gilipollas...â€?, estaban todo el tiempo despreciándome, insultándome. Me decÃan que si aquel era el primer interrogatorio, me imaginase cómo serÃan los demás, que me imaginase como estarÃa al quinto dÃa, porque me decÃan que iba a estar allà los cinco dÃas y que no aguantaba nadie, “vas a firmar lo de Carreroâ€? me decÃan. No sé lo que durarÃan los interrogatorios, pero al dÃa tendrÃa unos once o doce, por mis cálculos, pero no lo sé seguro.
En las salas de interrogatorios lo que habÃa eran muchas huellas en las paredes, eran marcas de que habÃan pegado patadas a las paredes, como si las hubiesen pisado. Yo cada vez que entraba en una de aquellas salas miraba cómo era y lo que habÃa y las marcas de las paredes eran cada vez más. Yo me imagino que las marcas eran más cada vez por los interrogatorios que se iban desarrollando en las habitaciones aquellas. Porque yo podÃa oÃr los gritos y los lloros de más detenidos.
HabÃa una radio puesta, y sabÃas cuándo iban a empezar los interrogatorios, porque cambiaban la música, la ponÃan más alta. PonÃan mucho AC/ DC y música rara, yo creo que era para que no se oyesen los gritos que provenÃan de las otras habitaciones. Esto igual era lo peor, el oÃr los gritos de otros detenidos, los gritos de los ertzainas interrogando y amenazando, golpes con sillas, la radio a tope, Euskadi Gaztea, Kiss FM... yo ya sabÃa que habÃa más detenidos. Por ejemplo, el primer dÃa me sacaron no sé cuantas veces, pongamos que llegué allà sobre las nueve y veinte de la mañana, y a las diez y media o asà empezarÃan los interrogatorios. Este dÃa tendrÃa unos ocho, nueve, diez, once... no lo sé. Y lo que hacÃan era, igual sacaban a alguien y si decÃa algo, iban donde otro detenido y jugaban con ello. A mà por ejemplo, jugaron con Aitor, me decÃan que habÃa dicho no sé qué, y estaban todo el tiempo encarándonos. Ellos tampoco eran siempre los mismos, y la impresión que me daba es que los que me interrogaban a mÃ, después iban donde Aitor, y al revés, los que le habÃan estado interrogando a Aitor después venÃan donde mÃ. Las caras les vi a los ertzainas que no les importaba que les viese, y aunque llevasen visera se dejaban ver. En cambio hubo otros a los que no les pude ver, y estos me gritaban amenazándome que si les miraba a la cara ya verÃa, me decÃan que allà se podÃa estar mal o muy mal. Esta frase me la repitieron no sé en cuantas ocasiones. Igual en algunos interrogatorios venÃa uno me hacÃa una pregunta y se iba a otra sala, por eso es por lo que creo que se iban cambiando, primero estaban con uno, después con otro... Vi a más de un ertzaina de los que participaban en los interrogatorios. Uno era más grande que yo, era muy grande y muy feo. Era moreno, tendrÃa unos cuarenta años o cuarenta y algún año. HabÃa otro más pequeño, era más bajo, tenÃa una cicatriz en la cara y una cara de malo... creo que era moreno de pelo, pero no lo puedo asegurar porque llevaba una visera. HabÃa alguno que con la visera se apoyaba en mi cara y me gritaba que le mirase a los ojos, y yo, aunque me daba miedo, le miraba a los ojos. HabÃa otro que debe ser el jefe de los grupos de asalto, era bajito, fuerte, y una especie de perilla. Este parecÃa el tÃpico gordito, pero que está súper cachas de gimnasio, es el tÃpico que te golpea y te mata, estaba súper cuadrado. Estuvo en un interrogatorio conmigo, un interrogatorio corto pero muy violento, donde me obligó a permanecer en diferentes posturas, entre gritos, amenazas... Hubo otro que me interrogó en el calabozo, que tenÃa perilla. También habÃa uno muy moreno, muy moreno, de piel muy morena, alto y delgadito. HabÃa otro con el pelo canoso y liso, con tripa, igual tenÃa los ojos azules y era alto. Me decÃa que era amigo de un chaval que detuvieron el año pasado, al que debió machacar. HabÃa otro que llevaba una visera y una especie de mosquitera, este no querÃa que le viese la cara bajo ningún concepto, y en una ocasión que le miré un poco se me puso a gritar que no le mirase. Eran todos hombres, y les podrÃa reconocer. Entre ellos habÃa algunos de unos cuarenta años, otros eran más jóvenes... Si les veo si que les conozco, no se me olvidan las caras... En ocasiones no les veÃa a todos los que estaban en los interrogatorios, pero oÃa sus voces por detrás, y podÃa saber más o menos cuántos estábamos, tres, cuatro, cinco...
En los interrogatorios me obligaban a permanecer en diferentes posturas. He estado en muchas: en cuclillas, encogido, y con los brazos a la espalda y levantados para arriba, de pie con las piernas abiertas al máximo y los brazos también en la espalda y para arriba. Al final ya no aguantabas más y te caÃas al suelo, pero te volvÃan a levantar y de nuevo te ponÃan en la misma postura... En otra ocasión lo que me hicieron fue obligarme a ponerme de pie con las piernas abiertas al máximo, con los brazos a la espalda, y a contar de cien para abajo hasta llegar a cero. Yo empezaba a contar “cien, noventa y nueve, noventa y ocho...â€?, y me decÃan “no, no, cuenta más despacio que no tenemos prisaâ€?, y de nuevo tenÃa que empezar, “cien... noventa y nueve... noventa y ocho...â€?, y de nuevo me decÃan “más despacio que no tenemos prisa...â€?, y mientras tanto yo seguÃa en aquella postura. Al final conté de cien a cero súper- súper despacio, mientras permanecÃa en aquella postura, al llegar a cero, me hicieron una pregunta y al contestarles que no sabÃa, me mandaron de nuevo empezar a contar de cien a cero, más despacio aún si cabÃa. Al llegar de nuevo a cero, me hicieron otra pregunta y al volver a contestar que no sabÃa, de nuevo me obligaron a contar de cien a cero, más despacio todavÃa. Uno de los ertzainas estaba sentado en una silla y me preguntaba si estaba cansado, al contestarle yo que si me decÃa “pues dime quien ha hecho no sé quéâ€?. Asà estuvieron hasta que se aburrieron, al final me dijeron, “has aguantado media hora, ahora te vamos a llevar al calabozo para que pienses, y en cinco minutos te traemos de nuevoâ€?. Luego venÃan en tu busca... jugaban mucho conmigo, por ejemplo, me obligaban a permanecer en una postura no sé cuanto tiempo, hasta que acababa agotado, y me decÃan “venga, siéntate un rato y descansaâ€?, y me dejaban sentarme y relajarme un poco, y cuando estaba medio tranquilo de repente, venÃa otro por detrás gritando y amenazándome y de nuevo me alteraba muchÃsimo. Es decir, te obligaban a estar en diferentes posturas, te dejaban sentarte un rato y cuando estabas un poco tranquilo, de nuevo comenzaban los gritos, las presiones, te cogÃan y te llevaban a una esquina para ponerte de nuevo en posturas agotadoras, todo ellos entre gritos, insultos, amenazas...
Todos los dÃas me visitaron dos médico forenses. Se notaba cuando te iban a llevar donde ellos, porque quitaban la música y la radio. Siempre que te trasladaban de un sitio a otro dentro de la comisarÃa, te obligaban a hacerlo completamente agachado, con la cabeza casi tocando el suelo, pero cuando te llevaban donde los forenses, solo te decÃan que bajases un poco la cabeza y que fueses mirando al suelo, sin más. Claro, para que la forense no viese en qué condiciones nos llevaban de un sitio para otro. Se identificaba, vino todos los dÃas la misma persona menos dos dÃas que vinieron otras dos. SolÃan venir dos personas, una era la que apuntaba y leÃa los papeles, y la otra era la que me tomaba la tensión, le temperatura, el pulso... Yo todos los dÃas bajaba medio grado de temperatura, 38º, 37.5º, 37º, 36.5º... Siempre me reconocÃan en la misma habitación, estábamos los tres solos dentro, me dejaban sentarme en una silla. El primer dÃa me dijeron si querÃa hacerme análisis de toxicidad, yo les dije que si, y oriné en un bote que se lo llevaron, pero a partir del segundo dÃa no pude orinar porque no habÃa comido ni bebido nada. Me preguntaron por cicatrices, tatuajes, me preguntaban qué tal me estaban tratando. El primer dÃa no les dije nada, pero a partir de este dÃa empecé a decirles lo de las posturas, les dije que tenÃa muchÃsimas agujetas en el culo, en las piernas y en los brazos, las presiones, ellos me preguntaban si me habÃan golpeado. Cuando les decÃa lo de las posturas, presiones y demás, no sé si lo apuntaba.
Yo perdà mucho peso porque me pasé casi cuatro dÃas sin comer y sin beber nada.
Cuando me llevaban a la celda me obligaban a permanecer de pie, no me dejaban sentarme ni tumbarme. Depende el dÃa me dejaban un poco de tiempo entre un interrogatorio y otro que aprovechaba para descansar un poquito, pero en otras ocasiones no tenÃa tiempo para descansar porque los interrogatorios eran muy seguidos. Algo pude dormir, pero no sé cuánto, porque a veces me parecÃa que habÃa dormido mucho y no habÃa pasado casi nada de tiempo, y me imagino que también me pasarÃa al revés. No calculas el tiempo. Además no sé si jugaban con nosotros con la radio, porque de repente oÃas en la radio “son las diez de la mañanaâ€?, y después volvÃas a oÃr el pi- pi- pi que en las emisoras se oye cada hora, y yo intentaba calcular el tiempo que habÃa pasado, pero por ejemplo la primera vez que me llevaron donde el forense yo, según mis cálculos, pensaba que habÃan pasado ya dos dÃas y que iba para el tercer dÃa, y aún era el primer dÃa. Estaba muy desorientado, no controlaba el tiempo que estaba dormido. Esto fue un bajón. En el calabozo estaba siempre encendida una luz. Al principio molestaba muchÃsimo, pero al final casi ni la apreciabas. Yo creo que era por la sensación que tenÃa al final de estar cansado a causa del foco. HabÃa un altillo de cemento donde habÃa una esterilla y una manta. Me dolÃan todos los puntos de apoyo, me tocaba en el hombro, y me dolÃa, me tocaba en el brazo, y me dolÃa... después de estar cinco dÃas encima de una esterilla...
Los que me llevaban del calabozo a las salas de interrogatorios, no se enteraban de nada, eran los que se limitaban a darte la comida, llevarte a los interrogatorios... y depende con quienes habÃa estado en el interrogatorio, cuando me llevaban al calabozo no me dejaban sentarme o sÃ. Yo en alguna ocasión le pregunté al de custodia si me podÃa sentar y estos me decÃan que sÃ. Pero de repente aparecÃa alguno de los que habÃa estado en el interrogatorio gritando “¡¡Mecagüen dios, no te he dicho que no te puedes sentar!!â€?, y yo le decÃa “es que me ha dicho este que si que podÃa sentarme...â€?, y me decÃa “¡¡tú me haces caso a mi y punto!!â€?
En los interrogatorios también eran constantes las amenazas, que si iba a ir a prisión, “nosotros no nos equivocamosâ€? me decÃan, y también amenazas con mi novia, me decÃan que iban a ir a por ella y que la iban a llevar allÃ, porque según decÃan yo les estaba engañando, y seguro que ella algo les dirÃa, también me decÃan porque tengo hechos los papeles con una amiga que “te la follas, ¿Qué dice Amaia de esto? Mi mujer me matarÃa...â€?. En otra ocasión uno me dijo que me desnudara, yo me negué, él insistÃa que me desnudara y yo de nuevo que no. Al final le dijo a otro que estaba allà “llama a los demás que le vamos a desnudar y después te voy a meter una porra por el cuelo...â€?, pero el otro ertzaina no le siguió el juego. En otro, me dio una especie de ataque de ansiedad, se me dormÃan los brazos, las manos... ellos se preocuparon mucho y me sacaron al garaje, me decÃan que respirase más tranquilamente... Después me dejaron tranquilo un momento. Justo estaban en Arkaute los forenses, y me llevaron donde ellos a que me reconociesen.
Los interrogatorios eran casi todos iguales, me obligaban a estar de pie, en posturas, entre gritos constantes, presiones y humillaciones, pero en ocasiones venÃa el que hacÃa de bueno y me dejaba sentarme, pero enseguida venÃa algún otro gritando diciendo que yo les estaba mintiendo “te voy a pegar un ostiazo que te voy a matar, hijo de putaâ€?, y de nuevo comenzaba todo más bruscamente, de nuevo las amenazas... todos los interrogatorios eran iguales, gritos, amenazas, humillaciones, “¿Tú has estudiado electrónica?, no me extraña que luego os revienten las bombas, porque eres tonto, has tenido algún problema en el colegio...â€? me decÃan.
Otra cosa que me hacÃan mucho, que para mà era lo pero y más miedo me daba era estando yo contra la pared de espaldas a ellos, uno se sentaba en la mesa y empezaba a abrir los cajones haciendo mucho ruido y como si estuviese rebuscando en los cajones. Esto me asustaba mucho porque yo no sabÃa que era lo que podÃa sacar de allÃ, ni que me iba a hacer... Igual esto fue lo peor de todo, el miedo a no saber qué era lo que iba a sacar del cajón...
Realicé la declaración policial el último dÃa. Antes de hacerla vino un ertzaina y me dijo que me iban a subir al piso de arriba y que allà me iban a hacer unas preguntas, que según él era lo Aitor habÃa declarado en mi contra, lo que él habÃa firmado “porque no te creas, que Aitor ha firmado contra tiâ€? me decÃa. Este ertzaina habÃa participado en bastantes interrogatorios también. Igual venÃa con el que supuestamente era el jefe de la operación, y me gritaba muchÃsimo, iba a volverme loco. Y en otras ocasiones cuando me veÃa muy alterado, muy nervioso, intentaba tranquilizarme. Me trajeron lo que Aitor habÃa firmado sobre mÃ, y me decÃa “sobre esto es lo que te van a preguntar ahà arriba, si quieres lo respondes, sino no, pero a ver que tienes que decir sobre ello, eh?â€?. Más o menos me dijo lo que me iban a preguntar. Subà arriba y dije que sà iba a declarar. Allà estaba la abogada de oficio que más tonta que ella era imposible ser. Yo llevaba allà cinco dÃas y estaba echo polvo ya, después de declarar firmé yo, después firmó el inspector y el secretario, y ella preguntó “¿Tengo que firmar yo?, yo me quedé alucinado.
Una vez de haber hecho la declaración, no me molestaron más. Me dejaron bastante tranquilo. La declaración la presté el lunes sobre las 6, 7 ó 8 de la tarde, aún era de dÃa y estaba lloviendo. SabÃa que era de dÃa porque veÃa la ventana. Después me metieron en el calabozo y ya no me tocaron más hasta las cuatro de la mañana, que me vino el mismo ertzaina con el que habÃa estado antes de declarar y me dijo que me duchase que me bajaban para Madrid y que me iban a dejar en manos de la PolicÃa Nacional. Me duché, me metieron de nuevo en la celda y me sacaron de allà al de un rato. Me metieron en un coche, yo creo que Ãbamos todos juntos porque Ãbamos cuatro “Lagunaâ€?. Me pusieron una especie de muñequeras de espuma o fibra, y las esposas por encima. El viaje fue muy malo porque me esposaron con una mano por debajo de una de las piernas, y tuve que ir todo el trayecto con la cabeza agachada.
Llegamos a la Audiencia Nacional y me metieron en un calabozo. Yo me encontraba bastante bien psicológicamente, aunque a partir del cuarto dÃa ya me encontraba muy cansado fÃsicamente. No comà nada hasta el cuarto dÃa, y en el periodo que permanecà incomunicado lo que comà fue una cena, un desayuno y una comida, y me encontraba muy débil. Tampoco bebà nada hasta el cuarto dÃa. Por ello cuando llegamos a la Audiencia me encontraba cansado fÃsicamente y débil, pero psicológicamente bien. Lo que pasó es que cuando llegué ante el juez (el juez ante el que tenÃa que declarar era Andréu) vi que no habÃa ningún abogado de confianza, pregunté el porqué y el juez me dijo que seguÃa incomunicado, y que tenÃa que prestar la declaración con un abogado de oficio. Me preguntó si querÃa declarar y como no estaba seguro de lo que tenÃa que hacer allÃ, les dije que no. Preferà no decir nada. Después me bajaron de nuevo a los calabozos y allà pasé cinco o seis horas esperando. Esto fue muy malo, casi lo peor de todo. El fiscal dijo que solicitaba mi libertad sin fianza y con la condición de ir a firmar cada viernes. Por ello, una vez de saber que quedaba en libertad y al permanecer aún no sé cuántas horas en los calabozos, se me hizo muy duro, me entraba una especie de claustrofobia... En la Audiencia lo pasé muy mal.
Cuando me soltaron le oà a Aitor en el calabozo de al lado, y salà con muchÃsima pena por dejarle allÃ. Nada más salir y juntarme con mis amigos y con la familia, me puse a llorar, porque lo que vivà en Arkaute fue un infierno. Es muy duro. |
Comentaris
Re: Testimonio torturado por la Ertzaintza, Aritza Ferrero detenido 5/9/03
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per los mismos perros... |
05 oct 2003
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Algunos creyeron ( ingenuos !)que las Policías autonómicas serían diferentes,mejores,que la Nacional y la Guardia Civil...y ya veis,los mismos perros con diferentes uniformes.
Un Polícia es un polícia ,con boina ,con gorra,con casco,con tricornio,de rojo o de marrón,o de verde.
Muerden a la voz de su amo...y les gusta! |
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