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Antonio Negri: La construcción de la autonomía y el obrero social
09 gen 2024
Italia
Antonio Negri: La construcción de la autonomía y el obrero social
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Italia
La construcción de la autonomía y el obrero social
Antonio Negri
//jacobinlat.com
Entre la memoria y el ensayo, Toni Negri reconstruye su propia historia en tres momentos: su infancia y primeros años de formación en una Europa devastada por la guerra y el fascismo; los años de explosión del protagonismo del obrero masa y la «década caliente» de 1968 a 1977, momento de máxima intensidad de las luchas.

El texto a continuación es un fragmento de Historia de un comunista, de Toni Negri, coeditado recientemente por Tinta Limón y Traficantes de sueños.

La autonomía con la «a» minúscula nace en los años sesenta, pero ha existido siempre: es una especie de característica física de la clase obrera, como también lo son su organización y sus movimientos. Pero la Autonomía con la «A» mayúscula nace como una producción política a principios de 1973.

Después del 68 los grupos no consiguen construir un proyecto político adecuado: mueren por su propia incapacidad, por haberse dejado arrastrar a una experiencia burocrática y repetitiva. Por el contrario, el feminismo y los jóvenes proletarios terminan produciendo, junto a los obreros de las grandes fábricas, la Autonomía –una Autonomía que hace entrar en relación, convergente o polémica, pero siempre dirigida contra la sociedad y el desarrollo capitalistas, estratos distintos del proletariado–: el 68 se ve recogido pero también encerrado en los grupos, pero no termina en los grupos, produce nuevas autonomías. Estas nuevas autonomías destruyen los grupos construyendo Autonomía.
De esta suerte, en las grandes regiones del Norte, la Autonomía ejerce hegemonía en las fábricas y en las escuelas. En el Véneto, Lombardía, Emilia de inmediato; algo más tarde en Piamonte y Liguria. En Toscana, la Autonomía aparece de manera muy tímida –del mismo modo que luego, deprisa, se militarizará–: son partes de Lotta Continua, la misma procedencia, muy desparramada, que tienen las organizaciones de Las Marcas. En Roma están i Volsci pero también grupos que empiezan a encaminar el análisis y la iniciativa política hacia el obrero social. La situación romana se ve complicada por el hecho de que la industria está concentrada sobre todo en grandes empresas públicas; ese obrero no podía volverse inmediatamente homogéneo respecto al obrero de la FIAT: por otra parte, podía tener una sensibilidad más fuerte hacia los aspectos sociales de la producción. En Nápoles hay el batiburrillo habitual; en Calabria, pequeños grupos autónomos; en Apulia se dan de bofetadas autónomos y maoístas; en Sicilia, la Autonomía será importada más tarde por grupos estudiantiles; en Cerdeña, en el norte, alrededor de Sassari y Olbia, la implantación de la Autonomía es fuerte.

La construcción de la Autonomía se interseca con la coyuntura mundial en 1974: una crisis de regulación, un conjunto de crispaciones convulsas y de caídas de la ganancia y de la capacidad política de control de los patrones. Que bloquean las inversiones, imponiendo la reestructuración de los procesos de trabajo, la reorganización política de la relación entre producción y división social de las clases, y el reforzamiento de las estructuras «democráticas» del poder de mando estatal. ¿Cómo relacionar las luchas de fábrica con este proyecto, en progresión, de reestructuración capitalista?

***

La Autonomía es un movimiento: ¿pero qué es un «movimiento»? Los muchos intentos de definirlo empiezan en torno a 1848, fecha fatídica para el redescubrimiento del punto de conversión del pensamiento político frente a la emergencia revolucionaria del proletariado.
A nosotros nos gusta definir esta aparición (después de 1848) de los movimientos como punto eminente en la evolución social, biopolítica, del trabajo vivo: este, cobrando conciencia de sí mismo, aparece como aspiración política y, dominado y regulado por las potencias sociales del capital, quiere rebelarse. Cualquier otra definición es insuficiente, cuando está asociada a las dimensiones de la organización del trabajo: los movimientos proletarios y obreros no pueden ser definidos sencillamente en relación con la «sociedad civil» hegeliana, sino que deben ser asociados a la estructura y a la reestructuración de la organización del trabajo. La obra que leyeron la mayoría de los autónomos, The Making of the English Working Class, de E. P. Thompson, es mucho más importante que Hegel, von Stein o incluso Arendt. O Schmitt, que extremiza la evaluación «politicista» de los movimientos y entiende su naturaleza desde un mero punto de vista jurídico-político, con la vista puesta en el «hacerse Estado». Y si es cierto que «el concepto de movimiento presupone el eclipse de la noción de pueblo como constitutiva del cuerpo político», resulta cómica la afirmación de que el movimiento se presenta como decisión política, que surge de la indistinción/indecisión del pueblo, para hacerse Estado. ¡Pero qué delirio metafísico! Los únicos movimientos que han querido hacerse Estado han sido los fascistas: los movimientos proletarios tienen una relación tan solo indirecta con el Estado, tienen una relación directa con el trabajo, con los Soviet –contra el capital–. Los movimientos viven en la lucha de clase, viven como tensión de liberación de la esclavitud, de la explotación, del trabajo: están inmersos en lo biopolítico y luchan contra todo biopoder.

En los años sesenta y setenta, los movimientos se construyen en el tejido biopolítico que el Estado capitalista ha construido, se mueven en el vientre del capital –«dentro/contra», se decía entonces–, animados por objetivos destituyentes (la lucha sobre el salario de fábrica y sobre la renta social que se torna en lucha de reapropiación) y constituyentes, es decir, de construcción de nuevas formas de asociación: no de integración en el Estado, sino de destrucción de su poder, de extinción del Estado. El sueño que atraviesa a los movimientos es la «Comuna», la fuerza real que impulsa el movimiento es instituir un proceso de apropiación de la riqueza. Pero de nuevo, entre los años sesenta y setenta los movimientos se han constituido como fuerzas en acción a largo plazo: como apertura de fallas geológicas que desplazan las fronteras de la lucha de clase y desencadenan sacudidas telúricas de gran alcance. El movimiento es siempre una realidad ontológica: cuando no lo es, se envilece y corre el peligro de no ser más que una mueca de la historia.

El carácter indefinido de los movimientos se define en la relación entre fuerza destituyente y capacidad constituyente: solo si se tiene en cuenta ese proceso se entiende la importancia de los años setenta, en los que la continuidad del período largo se hace añicos en el presente, el pasado se muestra como una máquina rota en su propia continuidad, y el proceso se ofrece, discontinuo, a un constituirse hacia adelante.

Quienes han intentado definir los movimientos como una relación nunca concluida entre la excedencia de una pregunta y la deficiencia del resultado, los fija en la estaticidad: pero los movimientos son productivos, nunca estáticos, no nacen de un agujero negro (ni quieren llenarlo), sino de una realidad que se presenta ante ellos como conflicto –donde la existencia es resistencia, la resistencia es lucha–.

Esta nueva intensidad de lo social y de los movimientos deriva de un cambio radical de las formas subjetivas de la acción; los años setenta presentan un cambio objetivo de la estructura de clase y una transformación igualmente profunda de una nueva realidad productiva, del obrero masa al obrero social, del trabajo industrial al trabajo cognitivo y cooperativo en red. Este tránsito se caracteriza por nuevas formas de subjetivación. La subjetividad de la vieja clase obrera siente ahora que llega la derrota y responde en términos veterocomunistas: un grito resentido que no consigue leer las nuevas características de la explotación. Sin embargo, ¡qué grande había sido la capacidad de conocimiento de los obreros de la clase obrera masificada! ¡Qué responsabilidad recae sobre los dirigentes picisti por haber oprimido ese conocimiento y por no haber sido capaces de transmitir la resistencia contra el nuevo modo de producción que estaba imponiéndose! La subjetividad que se organiza en las fábricas y en la sociedad es una multitud: singularidades jóvenes que salen de los institutos técnicos, han vivido una vida escolarizada y socialmente articulada desde la infancia, impulsados por las familias y por la modificación misma de los regímenes de consumo a una transformación de sí mismos, a expresar una nueva «capacidad de gozar». El rechazo del trabajo asume una dinámica que transforma sus contenidos: del rechazo de la fábrica, del sabotaje del proceso de trabajo a la apropiación de nuevas potencias del actuar, del estar juntos, del producir. En las luchas que constituyen el movimiento, el proyecto subversivo empieza a vivir a través de la imaginación de una nueva sociedad, con la conciencia creciente de una autonomía colectiva en la que se construyen las singularidades: quieren instituciones adecuadas a su capacidad de vivir y gozar.

Los movimientos son el emblema del proceso revolucionario continuo a través del cual el capital ha querido imponer su propio poder sobre la vida –pero donde la vida ha expresado violentamente su rechazo–.

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1974: Rosso dentro il movimento. El periódico es de formato pequeño, pero tan inteligente y avispado que muchos lo leen y lo valoran. Tras la pantalla de las asambleas empiezan a aparecer nuevas figuras del proletariado y nuevas instancias organizativas. Ahora el terreno de la lucha social ha entrado en incandescencia: mientras las luchas de fábrica estaban en parte bloqueadas por las reestructuraciones crecientes, en el territorio los proletarios respondían a la crisis con acciones de apropiación –en este período, sobre todo sobre la vivienda–. En Roma se había producido una verdadera batalla en el barrio de San Basilio: la policía había tenido que retirarse derrotada, los ocupantes habían conseguido el uso de una decena de grandes edificios. Pero también en Milán la Unione inquilini gestionaba amplias zonas de ocupación y de congelación de los alquileres. La lucha por el salario, que los obreros habían aprendido a emprender en la fábrica y que los autónomos habían dirigido desde los años sesenta, estaba transformándose en todas partes en lucha por el salario indirecto en el territorio. De esta suerte, una de las hipótesis de la Autonomía naciente había tenido una anticipación de masas: pero si esto sucedía –se razonaba dentro de Rosso– ¡significaba que las necesidades y los deseos habían alcanzado tal grado de maduración! ¡Y que ahora era necesario construir en ese terreno!
Es lo que subraya el editorial de octubre de 1974: ¿Qué chispa puede incendiar la pradera? Se vincula el tema del poder sobre el territorio al del poder obrero en la fábrica: salario garantizado contra las reestructuraciones. La «apropiación» se convierte en un concepto central en la ampliación de la lucha de la fábrica a lo social: no se trata solo de la lucha contra la extensión de las características del salario a las rentas sociales, sino de una lucha de base en la que se empieza a intuir una subjetividad autónoma, que excede toda medida y disciplina salariales.

***

El 6 de octubre de 1974, domingo, un grupo de militantes entra en Fizzonasco, cerca de Milán, en una fábrica de la ITT (en italiano Face Standard) e incendia su enorme depósito. El espectáculo televisivo es impresionante. La octavilla que recuerda la responsabilidad de la itt, una multinacional estadounidense, en el golpe de Estado chileno, lleva la reivindicación: «Nunca más sin fusil». No era una acción terrorista (los guardas habían sido amablemente encerrados y habían asistido incólumes a la acción), sino un sabotaje. El fusil no representaba, ni pretendía hacerlo, la lucha armada: era la prótesis de una acción de la lucha obrera. Se había destruido la riqueza del enemigo de clase, pero con esta acción se impedía la reestructuración, la posibilidad de la empresa de continuar vendiendo y obtener ganancias mientras la fábrica estaba parada por la crisis. Los patrones despedían o suspendían a los obreros y al mismo tiempo imponían horas extraordinarias: era esto lo que se quería combatir. No hay que olvidar que la Face era una fábrica de ingenieros, el sabotaje era ilustrado por esta nueva inteligencia obrera. Rosso lleva la reivindicación obrera a ese nivel.
***

Contar estos años setenta significa también revivir la revolución de las relaciones familiares. Vivíamos la disolución de la familia patriarcal y, al mismo tiempo, de la fordista. Tanto Paola como yo trabajábamos –yo en la universidad, Paola en las 150 horas[1] de la Alfa Romeo–. Contamos con la ayuda, no tanto financiera como material, de nuestros mayores: vacaciones con los abuelos o los tíos para los niños, regalos frecuentes y una gran amistad. Ganábamos lo bastante para vivir bien: los pisos de Padua y también de Milán (siempre de alquiler –nunca he tenido propiedades–) son espaciosos, elegantes y abiertos a los amigos. Vive con nosotros la legendaria Armida, arisca con Paola, cariñosísima con los niños y conmigo. En casa recibimos las visitas de colegas. Pero sobre todo estamos inmersos en la vida política, vivimos con los compañeros. Paola se ve engullida por el ritmo de la política de movimiento desde comienzos de los años sesenta, le fascina vivirla desde dentro, pero paulatinamente toma distancia de mi modo de vida, le fastidian mis desplazamientos constantes y sobre todo mi papel de intelectual militante: lo ve con un espíritu cada vez más crítico, cáustico. Paola hace suya la crítica feminista en formas concretas, políticas: porque política es la vida, y la vida es política. Porque la familia es un lugar de poder patriarcal, encubierto por nuestras relaciones intelectuales, pero revelado por las formas de autoridad en las que convivimos. Paola no frecuenta los círculos feministas, pero es la más feminista de todas en la gestión de la casa y de los niños. Se vuelve cada vez más independiente. Nuestro aprecio es recíproco, intentamos modificarnos juntos: paridad no es hacerse daño.

¿Es feliz nuestra vida? Era una vida alegre con una comunicación continua y profunda de aventuras intelectuales y la construcción de reglas de convivencia. No es que hubiera fiestas, encuentros o pasatiempos organizados –se hacía fiesta cuando se hacían cosas normales–: era el orden de la vida lo que nos resultaba agradable. Casi sin que nos diéramos cuenta, fueron disueltas la organización burguesa de la vida y su orden patriarcal. Esto vale para toda una generación: nosotros fuimos sobre todo testigos de ello –pero una vez que entramos en el ambiente fuimos también partícipes, conscientes del cambio que estaba en marcha–. Recuerdo encuentros provocativos con Mario Mieli y su grupo homosexual; feroces discusiones con Lucio Dalla; y luego Manfredi, Ricordi y, más distanciados, Gavazzeni, Consolo: en resumen, una humanidad burguesa que estaba rompiendo los roles, que se abría a lo nuevo. Elvio Fachinelli fue el testigo serio e irónico de este acontecimiento, de este balancearse entre épocas: su revista, L’erba voglio, un lugar crítico y productivo. Luego estaban los compañeros. Las «comunas» del 68 se replantearon (en el Norte) y continuaron existiendo en parte en los setenta. Se transformaron: eran comunas políticas que, en el esfuerzo de construcción de una vida distinta, multiplicaban experiencias múltiples de convivencia y esfuerzos de intervención política. Sin la generalización de estas comunas habría sido imposible la invención de lo biopolítico. Leyendo a Foucault –sobre todo el «cínico», postsocrático y moralista de los años ochenta– no cuesta entender cómo esa revolución operaba dentro de lo biopolítico y al mismo tiempo lo producía. La vida se había convertido en una plenitud, producida por la historia de las luchas y del capitalismo, que ahora se veía quebrada, en lo biopolítico, por nuevas experiencias y por el cuidado de sí en el construir común. Cuando, en la cárcel, conocí mejor a los compañeros de las Brigadas Rojas, me sorprendió el hecho de que también su estilo de vida, a pesar de las estrecheces de la clandestinidad, había buscado esa felicidad y en cualquier caso revivía con angustia la nostalgia de no tenerla.

Estaba además el uso moderado de drogas ligeras que ayudaba, en aquellos años, a ser felices. Y las formidables vacaciones comunes, todos juntos: hay playas que se volvieron históricas, en el Gargano, en Salento o en cabo Palinuro y en distintos lugares de Cerdeña. En el verano de 1978 estábamos todos controlados por los gendarmes: no entendían qué hacíamos trasladándonos de una playa a otra. Leyendo las carpetas del proceso con las interceptaciones telefónicas que tenían que ver conmigo, llevadas a cabo ese verano –y que habían sido aportadas a mi proceso– a uno le dan ganas de soltar una carcajada.

***

En Milán, en el 68, los operaisti estaban al margen del movimiento. El discurso operaista en Milán en los primeros años de la gran revuelta estaba presente sobre todo en las fábricas de técnicos, en el ENI–SNAM y en las farmacéuticas. En el 68, de Potop hay en Milán un pequeño grupo que tiene una enorme capacidad de contactos intelectuales, universitarios y sindicales –pero no tiene implantación política en las fábricas–. No existe, por lo tanto, una continuidad organizativa entre Potere Operaio y Autonomía en Milán. Cuando la Autonomía se afirma en Milán ya no teníamos el problema de salir a las calles: salíamos incluso con demasiada facilidad. El problema era más bien el de construir una militancia teórico-política parecida a la que se había construido en el Véneto. Fue muy difícil moverse en este sentido, porque se intervenía en medio de un denso control. Milán no era Turín, donde la FIAT llegaba dentro de todas las casas obreras, Milán conocía desde siempre una historia proletaria más independiente y autónoma: sin embargo, quienes venían de fuera no tardaban en darse cuenta de lo tupidas que eran las mallas del control social. ¿Qué significaba hacer como en Marghera? Construir una comuna de obreros y estudiantes, de proletarios, que construyera una trama y un proceso organizativos: pero Marghera era un gran kombinat industrial, aquí en Milán hay una metrópolis; en Marghera la espontaneidad se convertía en un elemento de organización, en Milán trasladar el discurso de la fábrica a la sociedad es una operación organizativa. Era necesario ir más allá del espontaneísmo y del insurreccionalismo que habían constituido el modelo inicial en Potop y en la primerísima Autonomía, estar en el movimiento y llevar a cabo la transición del obrero masa al obrero social.

¿Pero cómo se desarrolla el dispositivo del obrero social en la política metropolitana? ¿Cómo transformar la consigna de «tomar la ciudad» en una serie de acciones que recompensen el esfuerzo organizativo? Acostumbrado a moverme en un ámbito «local» limitado, me resultaba difícil, en la metrópolis, medir el grado de concreción de la propuesta organizativa. En el Véneto sucedía por contacto, uno podía percibirlo en un flujo continuo, podía verificarlo como si fuera una experimentación: en la metrópolis la medida no se percibía –el trabajo eficaz era revelado por acontecimientos, por saltos de cualidad que aparecían de repente–. Era la primera vez que nos veíamos ejerciendo un trabajo organizativo en el que esperar el acontecimiento era tan importante como prepararlo: junto al esperar llegaba inevitablemente –cuando las cosas llegaban, cuando había un efecto del trabajo político– el asombro, el desconcierto por el efecto del trabajo político que se ha hecho. Había una operación micro que tenía efectos macro: la metrópolis agiganta el trabajo subversivo.

De todos modos, la Autonomía empieza a organizarse fuera de las fábricas con pequeñas manifestaciones, preparadas o improvisadas, que recorren las calles o se concentran en los barrios proponiendo «salario para todos» o viviendas para quienes las necesitan. Estas acciones se multiplican: se trata entonces de acudir allí donde ha habido una iniciativa y recogerla en la asamblea, en la coordinadora metropolitana. Pero tampoco la asamblea metropolitana es un resultado inmediato: toda conquista organizativa tiene que pasar por esfuerzos y frustraciones, casi nunca esperamos que la iniciativa salga bien, porque siempre parecen darse todas las condiciones que deberían contribuir a su fracaso –¡y sin embargo sale bien!–.

Habíamos dado en el blanco: habíamos intuido no solo que la explotación se había extendido de la fábrica a la sociedad, sino también que todos los trabajadores sometidos a esa explotación tomaban conciencia de ello, resistían, mientras esperaban una reacción. La organización no es un mecano ni un lego, es la combinación de un dispositivo teórico-práctico gestionado por minorías activas con un deseo colectivo, de resistencia. La iniciativa no tarda en organizarse por campañas, empezando por la denuncia y la destrucción de las «guaridas del trabajo en negro»: se trataba de combatir la redistribución del trabajo de las grandes fábricas a los pequeños obradores y talleres, que permitía despedir en la fábrica para producir de manera esclavista en el territorio. Con la crisis de 1973 se había generalizado esta técnica patronal: nosotros rastreábamos esas líneas de difusión territorial, defendiendo a la clase obrera de las grandes fábricas. Era difícil hacer todo esto sabiendo que el proceso de puesta en producción de la sociedad era inevitable: sin embargo había que hacerlo, porque solo obrando de este modo se podía resistir al desmantelamiento del aparato industrial y, negociando a nuestra manera, crear dificultades a los patrones. Luego vinieron otras campañas. Las más importantes fueron contra las horas extraordinarias en la fábrica: los patrones lamentaban la crisis pero al mismo tiempo querían el máximo de flexibilidad horaria. Se vino abajo, durante un sábado laborable, una torre de alta tensión que llevaba electricidad a la Alfa: la fábrica se quedó sin energía. Y después la lucha ganadora contra la FIAT para obligarla a contratar.

***

A partir de 1973-1974 los grupos de jóvenes compañeros en los barrios milaneses se organizan en Circoli del proletariato giovanile: ocupan espacios y allí preparan actividades militantes, entran en política educándose para vivir en común. Habían empezado a teorizar su propia marginación como un terreno que había que sanear: en la discusión con la Autonomía empiezan a cansarse de compadecerse, de lamentar su propia miseria –hasta de convertirla en música (que a veces era buena)–: mejor reír, gozar, mejor tener un espacio entero y no uno delimitado dentro de un gueto. La discusión con las tradiciones ideológicas, antiguas y recientes, es muy viva. Luego, como es natural, se producen otras lecturas, se construyen otros enfoques, otras tradiciones que se instalan en el futuro.

Esa urgencia de enfrentarse a la vida y de romper/reinventar tradiciones es recogida por Rosso. A Lenin non piaceva Frank Zappa: ¿era un alejamiento de Lenin? Cuando ibas a ver lo que realmente no les gustaba a estos chicos, descubrías que el objeto de los ataques eran el conformismo del movimiento obrero oficial y los comportamientos mojigatos en la familia y en la escuela: hacía falta ese eslogan, esa paradoja, para forzar las puertas del Vigorelli, donde se celebraban los grandes conciertos de jazz y pop y para atizar a los servicios de orden que el Movimento Studentesco milanés vendía al gestor de los conciertos. Para enfrentarse luego a la policía que se presentaba jadeante hacía falta organización: al final valía más Lenin que Frank Zappa –más bolchevique aquella organización no podía serlo–.

Este era el modo en el que a menudo nacían y se desarrollaban una teoría y una práctica consecuentes de organización: bastante hecha a jirones, a veces cansada, casi siempre danzante. Y la demanda de organización se volvía cada vez más urgente: a tropezones, en niveles cada vez más macro. Los campos de intervención se ampliaban, se volvía central la lucha contra la droga, introducida a espuertas en el mercado contra los movimientos por las organizaciones internacionales de la represión: se prohibían las drogas ligeras para difundir las pesadas que mataban –y el poder intervenía indiscriminadamente no contra el tráfico, sino contra el consumo–. También había que organizarse en ese terreno. Para estos chicos terminé haciendo la introducción de un librito de Jerry Rubin. La introducción no fue una obra maestra, como tampoco lo era el librito: pero las cosas que escribí eran honestas. Defendía la libertad de vivir, transgredir, luchar contra quienes transformaban en muerte ese deseo: «Recogemos positivamente el drama de Jerry Rubin. Nuestro marxismo creativo nos permite recuperar, comprender y superar colectivamente muchas de sus derrotas individuales».

***

En esos años estalla un feminismo inteligente y duro. Con los grupos del «salario para el trabajo doméstico», las mujeres habían sido las primeras en extender la temática del salario a la sociedad: habían empezado a hablar de salario, con una concepción más rica del trabajo de reproducción –era más bien trabajo de cuidados–. Había aquí una enorme ampliación del concepto de fuerza de trabajo: tenía como ejemplo el trabajo de las mujeres, era fuerza de trabajo que constituía el trasfondo de la sociedad productiva. El feminismo que reivindicaba el salario para las mujeres por el trabajo doméstico era la punta de un iceberg que revelaba no solo la importancia del trabajo femenino, sino la socialización del trabajo en general. El feminismo unificaba todos los aspectos del dominio ejercido en la sociedad capitalista sobre la mujer: determinaba lo específico femenino abstrayéndolo de una realidad dispersa e inorgánica, y sacaba a la luz un movimiento subterráneo. En Milán se difunde la práctica de la autoconciencia feminista: una práctica que había estado siempre en las mujeres, una lectura de la «separación autónoma» que las mujeres estaban realizando para romper el bloqueo que las excluía de una vida plena. La conciencia de sí y de los propios problemas es un primer elemento de la insurrección feminista; un segundo elemento es el rechazo de toda delegación en la gestión de las cuestiones de la mujer. De esta suerte, surge una nueva subjetividad entre las mujeres: «Cúmulo de antiguas capacidades materiales de gestión de las luchas y de nueva invención de modos de ser dentro de las luchas, de modos de expresarse a sí mismas y la propia rabia», decía mi compañera Lisi Del Re. En cada fábrica, escuela y hospital empiezan a constituirse comités y coordinadoras de trabajadoras, y en las guarderías, coordinadoras de madres; más tarde, a raíz de la aprobación de la ley del aborto, en los hospitales nacen comités para la aplicación de la ley, constituidos por trabajadores de los hospitales y usuarias del servicio. Este feminismo atraviesa todos los grupos de movimiento, con efectos más o menos críticos, con acciones más o menos duras: pero sobre todo afecta a las jóvenes, a los jóvenes y a los Circoli del proletariato giovanile. El feminismo se abre a la vida de comunidad y se articula con los procesos de movimiento: no será nunca un cuerpo externo a los movimientos –los atravesará, para lo bueno y lo malo, con mucha fuerza–.
***

Así, pues, hay organización. Y también planificación de formas de lucha completamente nuevas: luchas metropolitanas producidas por el nuevo proletariado juvenil en el que confluyen muchos jóvenes obreros industriales.
¿Pero qué nuevas formas de lucha? La apropiación surge sencillamente del ilegalismo contra la propiedad privada que subyace a todo movimiento proletario y socialista. Los comportamientos de apropiación son consustanciales a todo movimiento de los pobres en su inmediatez, a todo riot, a toda jacquerie: con mayor motivo cuando estos proletarios se sentían aplastados por la crisis. Por lo demás, también la huelga, cuando se caracteriza por técnicas subversivas, es reapropiación por parte de la fuerza de trabajo de la propia capacidad de ser productiva: cuando la fuerza de trabajo se reconoce a sí misma y la producción como sociales, se abre un nuevo terreno de lucha –de la producción a la distribución, de la reapropiación de la fuerza productiva a la apropiación de las mercancías–. Se dice que la huelga no destruye mercancía: falso –la huelga destruye producción no haciéndola–. En las luchas de los jornaleros destruye cosechas, cuadras o rebaños; en las luchas industriales destruye máquinas con el sabotaje: son distintos grados en los que se expresa el contrapoder. También la apropiación social es contrapoder: puede ser una verdadera apropiación de mercancías, por ejemplo en los supermercados (jurídicamente se califica como saqueo).

En Milán, la Autonomía organizó algunas de esas apropiaciones: una de ellas se hizo famosa, el mismo día y a la misma hora en cinco grandes áreas comerciales en cinco puntos distintos de la ciudad. Se repetía de manera organizada lo sucedido en Nueva York unos meses antes, durante el famoso black out. También fue ejemplar la apropiación en el supermercado de Arese por parte de los obreros de la Alfa Romeo, llevada luego a la escena por Dario Fo, durante un huelga; salieron de la fábrica en manifestación, entraron en manifestación en el supermercado y volvieron a la fábrica con una manifestación de carros de la compra cargados todos de cosas buenas. Había asimismo apropiaciones espontáneas, sobre todo en los restaurantes, en las librerías, en los autogrill.

Luego las autorreducciones: también estas son primero autoorganizadas, y luego se vuelven espontáneas y generalizadas en todas partes. Las más frecuentes, en los transportes, acompañan al sabotaje de los sistemas de venta y de control de los billetes; en los recibos de los servicios de vivienda, electricidad, gas, teléfono, suelen ir acompañados de la invención de aparatos de autorreducción. También las autorreducciones en los espectáculos –cine, conciertos, etc.–: pero si la negociación es demasiado larga para llegar a un resultado antes del inicio del espectáculo, la autorredución regresa a su fuente, ocupación y apropiación. Y también las autorreducciones de los alquileres, los squat, las ocupaciones: el ataque a la renta inmobiliaria se vuelve directo y eficaz. En todas partes, en las metrópolis, empieza la batalla por la vivienda. La vivienda (al igual que la sanidad y la educación) es un punto central del Welfare fordista, es el punto originario del «salario indirecto»: cuando se habla de vivienda, se habla de lo biopolítico en el más pleno sentido de la palabra. La falta de un «interés singularizado» por la conquista de la vivienda en el programa del movimiento obrero oficial demuestra lo alejado que estaba de los objetivos y las necesidades de los trabajadores de hoy: una verdadera traición, si se piensa en el trabajo descomunal que llevaron a cabo las cooperativas socialistas por la vivienda entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. La Autonomía lleva a cabo ocupaciones masivas, autorreducciones expansivas, con experimentos de gestión cooperativa, reapropiándose desde abajo del mutualismo tradicional del movimiento obrero. En Roma y en Milán enfrentamientos muy duros incluyen a miles de familias proletarias contra la policía en torno a las ocupaciones de casas: todo el mundo sabe que no es suficiente, como hace el movimiento obrero oficial, con atacar la especulación inmobiliaria en los plenos municipales –hay que ocupar los pisos–. Hay zonas metropolitanas enteras que, tras esos enfrentamientos, quedaron en manos de los ocupantes.

Por último, la expropiación proletaria. Es un terreno resbaladizo, que fue recorrido en todas sus formas. Hubo expropiaciones que se confundieron con las de delincuentes porque de hecho fueron llevadas a cabo por una delincuencia politizada; y expropiaciones que, por el contrario, eran organizadas desde dentro de las actividades de la Autonomía para sostener los costes de la imprenta, de las sedes y más tarde, cada vez más, de la clandestinidad a la que se veían forzados muchos compañeros; por último, expropiaciones encaminadas al castigo a empresas que ejercían presiones ilícitas sobre los obreros o apoyaban a fascistas. En la segunda mitad de los años setenta, la expropiación pasó a ser en las organizaciones de la Autonomía una figura de la militancia. No hay que olvidar que la expropiación es una práctica tradicional en los movimientos revolucionarios; y asimismo hay que señalar que, dado el peligro extremo al que el ataque a la propiedad privada expone a los militantes en nuestra sociedad, la expropiación de bancos exigía una cierta especialización y provocaba mucha tensión –cuantas menos se hicieran, mejor–. Sin embargo, la generalización de estas actividades constituyó una gran escuela para los militantes revolucionarios. Cuánto tiempo había pasado desde que Classe operaia se mantenía, además de con las ventas y los sacrificios de los compañeros, con pequeñas estafas de letras de cambio sin fondos y con viajes a Berna a mendigar a la embajada china…

Notas
↑1 Las «150 horas» fueron una de las conquistas más reseñables del ciclo de luchas del obrero masa de finales de los años sesenta en Italia, y en particular del «otoño caliente» de 1969. Aunque su reconocimiento genérico figura en el art. 10 del Estatuto de los trabajadores de 1970, fueron introducidas en 1973 con motivo de la renovación del convenio colectivo de los trabajadores metalmecánicos. Con posterioridad ese derecho se extendió a los demás sectores del trabajo asalariado, hasta ser reconocidas también para los trabajadores del sector público en 1988. La institución de las 150 horas establecía permisos retribuidos para los trabajadores que quisieran ampliar su formación profesional o cursar estudios medios o superiores, con un máximo de 150 horas anuales.

fuente:
https://jacobinlat.com/2021/10/27/la-construccion-de-la-autonomia-y-el-o/

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Mira també:
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Brasil: Homenaje de la Universidade Nômade a Antonio Negri
09 gen 2024
Modificat: 12:38:34
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Brasil: Homenaje de la Universidade Nômade a Antonio Negri

Homenaje de la Universidade Nômade a Antonio Negri
Brasil, 22.12.2023
https://uninomade.net/

Antonio Negri nos dejó este último sábado 16 de diciembre. La Universidad Nómade rinde un pequeño homenaje al maestro que nos trajo inmensas contribuciones. Con Toni, nos reímos, bebimos, escribimos, publicamos: parte de este trabajo está en el sitio web de Universidade Nômade (https://uninomade.net/?s=Antonio+Negri)

Grazie, Toni!

“ Ti xe Dotor en té Sorbona ” | Giuseppe Cocco

La retirada política y personal, que sucedió en el finales de 2014, podría haber relativizado la conmoción de su partida. En realidad, el impacto es algo paradójico, porque ahora que la ausencia se ha vuelto efectiva, me viene a la mente un torbellino de recuerdos, muchos episodios, frases y, sobre todo, risas que incluso había olvidado. Muchas situaciones “personales” que ahora adquieren otra dimensión.

Cuando llegué a París a principios de la década de 1980, además de mis compañeros en la autonomía de Padua, tenía dos frecuencias : por un lado, un circuito de exiliados chilenos ( y algunos argentinos ) que frecuentaban un bar restaurante llamado Rayuela en el barrio de Sentier; por el otro, un compañero de Turín, Carlo Vercellone ( que vino de otro segmento de movimiento, Lotta Continua y hoy es profesor de economía en la Universidad de París 8 ). Con los amigos de Padua, tuvimos que resolver los problemas inmediatos de supervivencia: encontrar algo de trabajo y alguna fuente de ingresos. Con Carlo, pasamos mucho tiempo dando vueltas por París como náufragos a la deriva, un radeau de la Méduse hecho de muchas suelas de zapatos y numerosos cuencos de ( muy malo ) Café parisino para poder usar toilettes. Después de un tiempo, Carlo y yo logramos volver a la escuela: fue a terminar la economía y la ciencia política. Juntos, comenzamos a asistir a la llamada escuela de regulación francesa, las clases de Benjamin Coriat, Alain Lipietz y, sobre todo, el seminario Cepremap animado por Robert Boyer. Carlo fue muy estudioso y en conversaciones con él me actualicé sobre autores, bibliografías. Las reflexiones teóricas y la investigación de los reguladores tuvieron como hito, por un lado, el modelado de la trayectoria de crecimiento que surgió después de la gran depresión, con el New Deal en los Estados Unidos y, en el segundo período de posguerra, en Europa occidental y Japón: hablaron de un régimen de acumulación taylorista vinculado a un modo de regulación en el corazón del cual se encontraba la llamada relación salarial “ fordista ”: La distribución de las ganancias de productividad permitió el crecimiento de la producción y el consumo en masa. Por otro lado, intentaron aprehender la dinámica del régimen de acumulación que se afirmaba en la crisis del fordismo y buscaban nuevas formas de regulación. Para Carlo y para mí, esto fue extremadamente estimulante y al mismo tiempo nos molestó: nuestra experiencia no se ajustaba a esta visión del fordismo como un período “ regular ”. Inspirados en el libro de un demógrafo ( Jean Fourastié ) consideraron las 3 décadas ford ( 1945-1975 ) como las impresiones “ años ( ) glorioso ” <TAG1>. Encontramos “ gloriosas ” nuestras luchas, a pesar del resultado loco. Para nosotros, el motor del fordismo no fue el aumento de la productividad, sino la dimensión conflictiva de la relación salarial. Fue la paradoja la que encendió la intuición de Mario Tronti: Las luchas de los trabajadores fueron más fuertes en las democracias liberales que en los países socialistas donde fueron prohibidas.

El hecho es que habíamos luchado dentro y contra el fordismo que los reguladores estaban preocupados por la reconstrucción en otros términos, en las nuevas condiciones: en el nuevo régimen de acumulación.

Por un lado, los reguladores movilizaron toda una serie de herramientas conceptuales de la macroeconomía y la sociología keynesianas; en el otro, pudimos ver una serie de puntos de contacto sobre cómo el operatismo ( Tronti ) se había apropiado de la noción estadounidense de era progresiva. Por lo tanto, trabajamos en esta idea de que entre la regulación y la operatividad había muchos puntos en común, ya que las dos escuelas se concentraron en estudiar la relación entre el régimen de acumulación taylorista ( de fábrica ) y el modo de regulación ( Fordista ) como integración de la presión de los trabajadores en el desarrollo de capital. Los dos ponen en el corazón la relación entre trabajo y capital: la masa obrera ( taylorista ) en el caso del operaismo, la relación salarial fordista en el caso de la regulación.

Al mismo tiempo, vimos un gran diferencial de métodos: los reguladores estaban buscando un nuevo régimen de acumulación ( en el momento en que los candidatos para este estado eran Toyotism ( Japanese ), el modelo californiano o los distritos de la tercera Italia ). Dijimos que estábamos buscando nuevas peleas tipográficas. Sobre todo, dijimos que la “regularidad “ del período fordista fue el resultado de una visión a posteriori de su dinámica real. A priori, en su dinámica, el fordismo había sido un período de grandes luchas y fueron estas luchas las que mantuvieron viva su dinámica. Así estábamos escribiendo un texto ( mi primer texto académico ). Encontramos el apoyo de Benjamin Coriat y lo presentamos en una sesión en el seminario de Cepremap. Para desempeñar el papel de discusión, llamamos a Yann Moulier-Boutang.

Cuando Yann recibió nuestro artículo de Cepremap, no asoció nuestros apellidos con el italiano que había cruzado en alguna reunión y llamó a Negri, diciendo que había dos nuevos investigadores italianos que utilizaron un enfoque de “operador” para discutir la crisis del fordismo dentro del prestigioso laboratorio del CNRS.

Así, en algún momento de noviembre de 1988, Yann y Negri aparecieron el día de la presentación. Fue una situación divertida: por un lado, incluso estaban decepcionados porque los “nuevos italianos “ eran solo militantes jóvenes, pero viejos y conocidos; en el otro, estaban súper felices de ver nuestro trabajo. El resultado fue que comenzamos a trabajar más junto con Negri ( y Yann ) en esta búsqueda de una lectura posterior al fordismo que no se ajustara a las explicaciones en términos de neoliberalismo, ni limitado a buscar regulación. El desafío fue doble: explicar la crisis del fordismo como algo determinado por las luchas de los trabajadores de las fábricas y aprehender el post-fordismo ( donde el neoliberalismo era solo un régimen discursivo ) como un régimen de acumulación que los reconoció luchas y eso es exactamente por qué tenía como objetivo dominarlas.

Lo que nos interesó fue comprender estas formas de cooperación social productiva que huyeron de la fábrica y la relación salarial y aprehender la producción de subjetividad ( las luchas ) que se estaban formando directamente en el sociedad, servicios, reproducción. Negri fue, en este sentido, un multiplicador gigantesco por la profusión de lecturas y conceptos: trabajo inmaterial, intelecto general, la multitud y luego llegó el Imperio.

En esta fase, Negri no aceptó el doxa de la izquierda que refería todo al “neoliberalismo”. A este paso, llegaron algunos artículos publicados en Futur Antérieur y mi tesis. Cuando lo defendí ( en 1993 ), la única persona a la que llamé en público fue Negri. También recuerdo lo divertido que fue el almuerzo de celebración, nosotros dos en un restaurante cerca de la Sorbona, y él me dijo en un dialecto del Véneto que ahora “ ti xe dotor en té Sorbona ”.





Barbara Szaniecki

Lo conocí en 1992. Con Giuseppe comencé a seguir sus seminarios aquí mismo en París. En 2003, al comienzo del primer año del gobierno de Lula y el primer viaje después de su liberación de la prisión, Toni llegó a Brasil por invitación de Beppo, quien organizó mil y una actividades. Conoció a muchos de nuestros recién nacidos de la Universidad Nómada, habló con los ministros y habló sobre Empire ( ya publicado ) y Crowd ( aún por venir ). Fue debido a este diálogo que Toni se interesó en América Latina y más específicamente en Brasil, hasta entonces fuera de la ruta. Y así, con Beppo escribió Glob ( AL ): biopoder y luchas en una América Latina globalizada. Heterodoxa, su propuesta teórica ( y militante ) no era naturalmente bienvenida en el campo de la izquierda, había una enorme desconfianza en los pensamientos y prácticas que no eran sumisos a las partes, entre otros aparatos poderosos. Aun así, en el flujo del Foro Social Mundial y las manifestaciones alter-globalistas, algunos percibieron el potencial para renovar este campo.

Para mí, estos intercambios trajeron la inversión más total de la perspectiva teórica y práctica de mi vida, se abrió una visión totalmente libre y libertaria, por lo que estoy muy agradecido con él. Creo que este fue un momento de reinvención total de Toni: no solo ese equilibrio típico de los que alcanzan los 70, sino realmente una reinvención de la vida, los tuyos y los que estaban a tu lado. Contagioso, constituyente. Toni dedicó mis modestos escritos ( Estética da Multidão, Civilização Brasileira, 2007; y Otros monstruos posibles, AnnaBlume, 2014 ). La filosofía y la teoría política no fueron fáciles de entender, traté de aprehender algunas de sus propuestas de lo que sucedió en las calles en las manifestaciones, en las asambleas, en los momentos constitutivos. Una contribución desde un punto de vista estético. Muchos amigos se inspiraron en este momento de intenso diálogo.

Diez años después, a partir de 2013, y más específicamente con los días de junio de 2013, tuvo lugar la divergencia. Hubo un gran distanciamiento: después de todo, fue su teoría la que ahora se materializó en las calles. A partir de ese año, el colapso del ciclo progresivo latinoamericano comenzó a verificarse, en la práctica, muchas de esas propuestas teóricas y continúan poniéndolas bajo control este año 2023 a punto de terminar en un estado de polarización constante y guerras en el horizonte. Esta distancia se hizo y aún es necesario, por lo tanto, continuar tratando de comprender y transformar el mundo, pero también resistiendo la homogeneización del pensamiento ( y resistiendo lo envidioso, por supuesto ). Un método inmanente a la vida. A pesar de la extrañeza frente a la alineación con la hegemonía actual … ¡grazie, Toni, grazie!

( Arriba, foto en nuestra casa, en Río de Janeiro, cualquier año entre 2003 y 2013 ).

Talita Tibola

Me conmovió saber de la muerte de Toni Negri. Las primeras palabras que leí de Deleuze las leí de las preguntas de Negri: “ ¿cómo pensar en una comunidad infundada pero poderosa, sin totalidad pero, como en Espinosa, absoluta? ” Este es un extracto de una de las preguntas en esta entrevista que se llamó Controle e Devir en el libro Conversations, traducido por Peter Pal Pelbart. Para dar una dimensión a aquellos que no me conocen: Deleuze y Guattari marcan todo mi viaje como psicólogo y mi relación con la escritura de investigación de arte. La lectura de Toni Negri, basada en la noción de común, alimentó una red de relaciones en Santa Maria – RS con un deseo de colectividad y que legalizó y movilizó lo que inicialmente llamamos el Territorio Independiente, una red de personas interesadas en la creación y la vida común, y que luego se institucionalizaron como Macondo Coletivo. El colectivo tal como está constituido, ya no existe, pero como constituyente la red repercute hasta hoy. Esta red no es la que me lleva a Río, pero aquí reverbera, cuando personalmente conozco a Barbara Szaniecki y Rede Universidade Nômade, de quien leemos y debatimos los textos que comenzaron con el pensamiento de Negri y que hoy es una red muy importante para mí también. Conocí a Negri personalmente, si no recuerdo mal, hice una traducción simultánea de una conversación con él en PUC-Rio inclusive. Es un gran compañero de mesa para sacudir y con quien realmente lo hice, pero cuando pienso en su partida, lo que me toca es el poder de movilizar su pensamiento y que en mi insignificante vida mínima tuvo un efecto de conexión con grandes personas mías vida.

Bruno Cava: ÉL ERA MI MAESTRO

Habrá innumerables obituarios, balances, ensayos, pero me permito una nota muy personal.

Toni Negri desde mediados de la década de 2000, cuando lo conocí en un discurso en una casa en la colina de Santa Teresa, en Río de Janeiro, fue lo más cerca que conocí en mi vida de un hombre renacentista.

Una inteligencia viva, voraz y universal, esa fue mi impresión. Años más tarde, al revisar “ Commonwealth ”, aludí a esa ocasión bajo el título “ Amor y poscapitalismo ”. Por qué, sí, Negri en ese momento habló de la dimensión política del amor, el amor cupido, que se recrea y reinventa de la soledad, la pobreza, el desierto.

En las intervenciones, la razón y la pasión ‘ ’ en Toni se mezclaron sin perder nunca la serenidad equilibrada del grupo, sin coquetear con las obscuridades o los conceptos erróneos. Como G. Bruno o Galileo, Toni no permitió que la dolorosa experiencia de sus peores momentos se infiltrara en el pensamiento. No se dejó envenenar por los problemas de venganza o amargura, no dudó en metabolizar las transformaciones del tiempo. Fue un filósofo cruzado de pies a cabeza por el tejido histórico, dijo que solo era un lector y revolucionario de su tiempo, y de hecho se movió y se bañó en el humus de las luchas callejeras, de debates en el púlpito y calor de reunión, como Maquiavelo o Gramsci, pero no era pesado ni fruncido el ceño. Los años de plomo, al final, fueron ligeros, lo que requiere arte y mañana. Continuó viviendo así mundanamente, tomando sus vinos, discutiendo en la mesa del bar, cotilleando sobre cupinchas y desafectado, terco, orgulloso, alegre en todo momento.

Todos los períodos de derrota y tribulación por los que pasó, y hubo algunos — la pérdida de ‘ compagni ’, el aplastamiento político, la amargura de las acusaciones falsas, El ascenso al poder de quienes más despreciaban — tampoco le infundió ningún derrotismo. Desafío a quienes leen cuidadosamente su monumental trabajo a encontrar un solo pasaje que exuda melancolía.

Primero arrestado en 1979, luego en una prisión de máxima seguridad, se reinventó, en primer lugar, por estudio. Recreó sus pensamientos a partir de las fuentes que logró pasar de contrabando a la celda, en condiciones de extrema inseguridad, humillación y falta de perspectivas. La trayectoria de Toni Negri atestigua, para mí, el gran poder del estudio, su fuerza para salvarnos de las peores condiciones. Incluso es capaz de cambiar una vida.

Detrás de las rejas, Negri estudió intensamente Spinoza, un Spinoza filtrado en gran parte por Deleuze, pero no menos original, en particular, con respecto a la tesis de la segunda base del espinozismo. Un Spinoza inusualmente marxista y un Marx que se convirtió en spinozano al mismo tiempo. De este estudio en abîme, llegaron al menos tres libros, comenzando con la ruptura del paradigma en los estudios espinozistas en general, que fue “ Anomalía salvaje ”.

En la misma temporada en el infierno, estudió el libro bíblico “ de Job ”, del cual aparecería el libro “ La fuerza del esclavo ”, y también estudió duro el trabajo del poeta Giacomo Leopardi. Por así decirlo, el Hölderlin “ italiano ”, aunque para Negri lo que importaba era el Leopardi Europeo y de la Ilustración, y no el poeta nacional reconstruido por el Risorgimento. La posición especial para Negri está ocupada por el poema de resiliencia y pesimismo alegre, “ La ginestra ” ( o “ Flor del desierto ” ), por lo demás magnífica, Solo podía disfrutarlo incluso después de sumergirme en el lenguaje. Esta obra poética del siglo XIX de Leopardi sirvió al filósofo encarcelado para un libro largo y virtuoso, publicado cuando estaba en libertad en 1987, no por casualidad titulado “ Lenta ginestra ” ( desafortunadamente aún sin edición brasileña ).

Cuando presencié el discurso de Toni a mediados de la década de 2000, su “ Alma Venus Multitudo ”, que había escrito en la segunda estación de la prisión italiana, acababa de ser liberado en portugués, por cargos recalentados. La evidencia se redujo a acusaciones galardonadas de ex compañeros arrepentidos. El libro recientemente lanzado, en 2003, se desarrolla al modo geométrico, en proposiciones, similares a la Ética de Spinoza.

En ese momento, en el umbral de los setenta, Negri podría recurrir a los recuerdos, para transmitir con sabiduría el legado de las luchas autonomistas que culminaron en el Movimiento de 1977, entrelazado con ‘ soixante-huitards ’ ( Guattari, Deleuze, Foucault, sus amigos … ), increíble ( y sin igual ) reelaboración del sistema mundial en “ Empire ” y <TA. Todo al respecto era diseño, construcción, sentido de urgencia. Todo estaba abierto, a punto de hacerlo.

Siempre estuve en desacuerdo con François Zourabichvili, cuando escribió que la ausencia de un proyecto es la condición negativa de lo que Deleuze llama “ creer en el mundo ”. Como es bien sabido, el Deleuzian Zourabichvili delimita los pensamientos de Deleuze y Negri al atribuir al primero un sesgo político puramente táctico de escaramuzas y desestabilizaciones locales, mientras que la segunda apuesta ( todavía? residuo voluntario? ) en un telos ‘ ’, una marcha hacia adelante desde los movimientos, la multitud.

Bueno, como escribí en otra parte, no veo esa línea divisoria fuerte, casi suena como una etiqueta perezosa de Zourabichvili, no. La multitud es tanto un concepto “ optimista ” como el proletariado en Marx, o la democracia absoluta en Spinoza, y lo que en Deleuze es ‘ pessimisme joyeux ’ también se puede encontrar en todas partes en Negri, en la creación incesante, a pesar de todo, en la insoportable inquietud ante la reapertura del tiempo histórico, en la imaginación de la obra, y en la reimaginación de uno mismo por la obra. Así como un humanista renacentista llevó a cabo la síntesis entre el pasado y el presente señalando lo nuevo, por ejemplo, entre otros, por Pico della Mirândola ( citado por Negri y Hardt en “ Empire ” ).

La multitud, el umbral problemático y el horizonte sin igual de la filosofía política en el siglo XXI. Por lo tanto, más rigurosamente conceptual, más “ problemático ”, que el concepto de ‘ Común ’, recapturado fácil y rápidamente por el doxa antineoliberal común.

Pero el concepto no es teóricamente optimista: multitud cuando uno se convierte en populismo; cuando el miedo cambia de bando, debe estado; y la multitud incluso puede conducir al fascismo, cuando le debe a la policía ( en este caso, ocurre en dos etapas: primero las singularidades le deben a todos y luego todos se convierten en policías ). De todos modos, para empezar, si todavía hay capitalismo operativo hoy, si todavía funciona, habemus multitud, el concepto de clase para igualar.

Toni definitivamente no apreciaba el barroco. Fue un temperamento del clasicismo meridiano, lo que explica, de hecho, parte del éxito rotundo en la asociación con Michael Hardt. El encuentro con Hardt llevó a Negri a encontrarse a sí mismo, con fluidez de prosa clara y segura. Cuando, una vez, le confié sobre el sabor neobarroco de la situación posterior a junio ( 2013 ), me advirtió que el barroco era la exaltación del poder y la internalización de la crisis. Luego descubrí, en “ Anomalía salvaje ”, que Toni tenía a los seiscientos holandeses como paradigma, en detrimento del italiano, solo porque no conocía el barroco — como sabemos, en el arte es el siglo de Caravaggio, Bernini, Borromini ecc.

En las Provincias Unidas en las que vivía Spinoza, la gran crisis del tiempo no se internalizó en forma de una teoría del poder y sus mediaciones trascendentes, como en los éxtasis y agonías de la Roma barroca o, mucho más tarde, en el romanticismo alemán ( interiorización exasperada de la Revolución Francesa).

Toni no aceptó, por lo tanto, que la multitud estaba calificada como barroca, porque no había más. La multitud era de clasicismo completo y luminoso, igual que su Spinoza, su Marx o su Leopardi.

No tengo vergüenza en reconocer que Toni era mi maestro, que sabía tocarme con una novedad radical, que me impactó en las formas de pensar y vivir. Yo y muchos otros. Como Deleuze escribió sobre Sartre, triste es la generación que no tiene maestros. Los nuestros fueron Negri, Graeber, Butler, Haraway, Holloway… Correspondían a la modernidad en la que nos convertiríamos y lograron dar sentido a nuestros entusiasmos difusos, que así pudieron verterse en el mundo, como la praxis.

Fabricio Toledo

Comparto con muchos de los amigos que tuvieron un gran diálogo en el pensamiento y las obras de Antonio Negri, la gran tristeza en esta despedida. Pero, como la mayoría de ellos, aprovecho esta oportunidad para celebrar la vida y el poder de la vida. A esta alegría que Negri impresionó en sus obras, que siempre han sido obras que abrieron puertas o desviaciones al menos. Evidentemente su curiosidad por el mundo, por los acontecimientos, por las personas. Una curiosidad que parecía renovar su pensamiento, recrear un deseo de estar juntos. Constituyente Power es uno de los libros más bellos que he leído. Y en este libro, además de la enorme beca, uno puede notar este enfoque en el poder de la vida. A través de buenos amigos llegué a Negri . Y debido a Negri, conocí a muchos otros.

Priscila Pedrosa Prisco

Un simple homenaje al Maestro Toni Negri, quien fue mi mayor referencia política y teórica. La tristeza insiste en llegar mientras escribo y recuerda cuántas marcas dejó su pensamiento en mi vida.

El primer contacto que tuve con su filosofía en el ciclo de luchas en Río de Janeiro, en 2013, fue a través del profesor Giuseppe Cocco, mi gran maestro a quien le debo casi toda mi formación intelectual.

El contacto con la filosofía de Negrian no fue solo una experiencia teórica, sino que descubrió que la acción política también era una pasión de lo común en un contexto de revuelta.

Era junio de 2013, estuvimos marcados por una crisis durante la preparación de grandes eventos en Brasil, la clase trabajadora alcanzó el límite de lo que podría soportar en el contexto político, social y urbano que se presentó. Corrupción, especulación inmobiliaria, privatización de espacios públicos, mudanzas, etc. Allí, los viejos esquemas de organización de la izquierda ya no eran suficientes, vimos a Brasil explotar con fuerza, como sucedió en 1968.

La profundización de las revueltas urbanas de 2013 no podía entenderse por claves conceptuales diferentes de las abordadas por Negri: autogestión, reapropiación de espacios públicos, en resumen, nació un nuevo activismo y una nueva forma de acción política conectó a la multitud con lo ordinario.

Su pensamiento no es un dogma y Negri no es un líder, es un maestro cuyo poder está en el método, para reapropiarse de su teoría e ir más allá, como lo hizo con Marx, y me atrevo a decir que a él también le gustaría que fuera la interpretación de su propia teoría. Es toda una lección, lo que queda es poderoso, indestructible y revolucionario.

A través de su pensamiento, eché un nuevo vistazo al mundo, a las relaciones con el mundo, al compromiso con lo común, pero principalmente, un comunismo “ más allá de los límites de las condiciones dadas al resistir ”.

Con este ímpetu para rechazar ciertas lógicas indefendibles, muchas de ellas impuestas por mi campo político, que pasé por un largo período de conflictos y rupturas. El país polarizado y la negativa a ceder ante un partido u organizaciones políticas fue la lección más liberadora, me permitió afirmar mi singularidad, mi autonomía.

Entonces mantuve mi activismo, luego, en la academia, entendí el peso de afirmar “ negriana ” en el entorno académico. Hubo muchos debuts, indirectos, intentos de descalificar conceptos negros dentro del curso de sociología: “ posmoderno ”, “ pequeño marxista ”, “interpreta mal a Marx”, “es un maoísta”, “pagado por la CIA”, “neoliberal”, “mentor intelectual del fascismo en junio de 2013” y miles de adjetivos y juicios peyorativos de personas que ni siquiera han leído el oído del Imperio.

Pero fue en contra de todo lo que mantuve mi línea epistemológica, tanto en la maestría como en el doctorado, Perdí a mi asesor doctoral porque el maldito y hereje pensador italiano no era digno de la masturbación tradicional de Marx.

Negri pudo presentar un diagnóstico preciso, muchos todavía son tabúes dentro de la izquierda brasileña, su pensamiento me entrenó para hacer las cosas de manera autónoma, para no tener miedo de inventar, pero sin separarme de la capacidad de compartir en todas partes, ya sea contando un día en la Manifestación de Maré o escribiendo un texto en Internet o incluso, inventar formas de organizarse.

Combinar conocimientos teóricos, pasiones, deseos, comportamientos, experimentación, lenguaje y comunidad fue lo mejor que me dio la teoría de Negrian.

A lo largo de este camino, incluso pude soñar con otros mundos, experimentar formas, luchar y saber que es posible “ asumir la derrota sin ser derrotado ”. Las lecciones de Negri me acercaron a mis compañeros en la Universidad Nomad y me mostraron la importancia del debate, el pensamiento crítico y la amistad.





Salvador Schavelzon | O adiós a un militante comunista

Hice la escuela secundaria en educación pública argentina en la época de Menem. Los dos principales partidos nacionales fueron desmoralizados, hubo una propagación progresiva del disenso peronista que buscaría llegar a la presidencia en 1995 y terminar mal. Aliado en 1999 por la Unión Cívica Radical e involucrado en escándalos de corrupción, el progresismo proto-kircherista del Frente Grande ya mostraría los límites para superar el consenso neoliberal.

Entre los estudiantes creció la izquierda autonomista independiente y amigable de los movimientos de desempleados y las protestas sociales de los sindicatos no colegiados. Fue en este espacio donde se sintió la influencia del zapatismo, los movimientos latinoamericanos y las lecturas como Negri y Hardt, La autonomía es el concepto que guió una imaginación política de ruptura que no tenía respuestas sino intuiciones que se alejaban de las viejas izquierdas del partido, del leninismo organizacional y de este progresismo cálido e impotente. La degeneración política del peronismo y la falta de respuestas del poder frente a la crisis, permitieron escapar del desencanto crítico de aquellos que pensaban que no era posible hacer nada. La fuerza de los movimientos latinoamericanos acumuló el poder social y anunció el fin del período contra el gobierno neoliberal que se había impuesto a la democratización posterior a la dictadura.

Negri era una lectura obligada en la universidad y en grupos que trabajaban en este espacio ocupado. Después del Imperio, el Poder Constituyente y los textos sobre el trabajo inmaterial. La lucha de las comisiones de fábricas en los años 60 y 70 acercó la experiencia europea a la de los trabajadores argentinos y brasileños. La militancia que, lejos de las fábricas, leyó Negri en la década de 2000 generó una asociación indirecta y muy libre entre la autonomía indígena zapatista; la autonomía de los trabajadores de las fábricas; militancia de izquierda “ independiente ” y autónoma no partidista en la universidad, espacios de militancia en vecindarios y territorios e incluso críticas libertarias al estado en el momento de la globalización neoliberal.

Estudié antropología en la Facultad de Filosofía y Letras. En 2000 hubo una ocupación universitaria de varios meses con la interrupción de las clases. El maoísmo controlaba formalmente el centro académico y los grupos anarquistas horizontales de filo formaron grandes grupos de discusión y acción inspirados en Foucault, cuestionando las micropotencias que circulaban entre nosotros. Las marchas contra los ajustes de Menem se reiniciaron contra el gobierno de De La Rua, que había convocado nuevamente a Domingo Cavallo en el Ministerio de Finanzas. Comencé a colaborar con el periódico Madres de la Plaza de Mayo y el ejército en El Mate, donde se conocieron todas estas referencias y algunos compañeros entrevistaron a Negri, todavía en el arresto domiciliario de Italia.

Los hijos de personas desaparecidas ( H.I.J.OS ) organizaron escuadrones contra represores en territorios, con actos de coordinación territorial y participación de grupos artísticos y militantes. Movimientos de desempleados en periferias urbanas, un nuevo sindicalismo fuerte entre maestros y trabajadores estatales y una clase media frustrada con la clase política y la falta de soluciones daría lugar a las movilizaciones a fines de 2001 con el grito “ Que Se Vayan All ” y la caída del gobierno con el programa económico Menem-Cavallo con incumplimiento y una fuerte devaluación monetaria. Las fábricas recuperadas por los trabajadores, las asambleas vecinales, el picnic y las organizaciones de derechos humanos eran en ese momento militantes de la autonomía en lugar de cualquier propuesta de reforma estatal.

¿Cuál sería la base social del kirchnerismo? No vi ninguna alternativa política estatal en ese momento. Ninguna izquierda militante apoyó la candidatura de Nestor Kirchner, quien llegó como ex gobernador que vino a apoyar las leyes del menemismo en el congreso y fue patrocinado por el Duhalde, presidente de transición que gobernó con represión y una devaluación del peso que aumentó considerablemente el número de personas pobres. Esta distancia y vacío del poder de representación es claro en una anécdota: el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, el cargo político principal celebrado en manos de Kirchnerist después de la elección de Milei en 2023, formó parte de un movimiento llamado 501 en 2001, porque propuso viajar 501 km desde la ciudad de Buenos Aires, para no votar ( en las elecciones parlamentarias ), dada la distancia donde la ley permite justificar el voto.

En ese momento Macri era presidente del club Boca y nadie podía imaginar llegar al gobierno nacional. Ernesto Laclau diría antes de su elección en 2015 que Macri en la presidencia era algo más difícil de suceder que imaginar al propio Laclau como emperador de Japón. Pero si la operación populista de Laclau se activara creando un ciclo de opciones electorales con Lula, Kirchner, Evo y Chávez, la lectura de Negri permitió, en ese momento, mantener abierta una hipótesis política que no se cerró a nivel nacional y que, además de la gente como sujeto político clásico, pensó en términos de la multitud, como pensamiento no estatal, crítico de los caminos de los socialismos democráticos y las transformaciones de izquierda.

El libro de Negri y Hardt también había sido un éxito editorial. Recuerdo una revisión de dos páginas del cuaderno cultural del periódico conservador La Nación dedicado a él. Era una izquierda que surgió del sectarismo autorreferencial y se conectó con el movimiento antiglobalización, que llegó con las imágenes de Seattle, Praga y Génova y dieron voz a un movimiento relevante que se refería al día actual de Capital.

Negri fue un autor que permitió vincular el pasado reciente de la lucha armada, La lucha de los trabajadores de inspiración marxista y el comunismo internacionalista derrotado, con un nuevo panorama de los Bloques Negros, la comunicación independiente de Internet, Chiapas y el 19 y 20 de diciembre de 2001.

Después de diciembre de 2001, la izquierda autonomista como sentido común de la época construyó asambleas populares, fortaleció con interés los movimientos territoriales de los desempleados y campesinos, y luego organizaría el Foro Social Mundial. En estas reuniones, el espíritu autonomista, zapatista y antiglobalización viviría con Chávez y la llegada del progresismo al gobierno. Negri & Hardt había tratado deliberadamente de hablar con una amplia audiencia, junto con voces como Naomi Klein, el movimiento ATTAC para gravar las transacciones financieras y Le Monde Diplomatique, izquierda del gobierno e intelectuales cercanos al nuevo poder.

Como victorias “ que significaron derrotas ”, según la frase escuchada en Ecuador cuando el movimiento indígena entró en el palacio de gobierno durante unos días, junto con la llegada de líderes de izquierda cercanos a los movimientos sociales, se estaba cerrando algo que estaba abierto en esos años y que tenía que ver con el diálogo de Negri con el movimiento político latinoamericano. Al mismo tiempo, el momento político cambiaría rápidamente, acortando el espacio para la política autónoma que no pasó por la política estatal, e iniciar un proceso gubernamental marcado más por el signo del populismo que por la multitud.

En 2003 fui a Río de Janeiro para tomar el examen para ingresar a la maestría y coincidí con una de las primeras visitas de Negri, si no la primera, en la que habló en el Hotel Glória. Conocí a Uninomade en ese momento, una red de investigación y activismo, con un pie en la universidad, pero buscando la política de la multitud en las favelas, en la cultura, en las luchas urbanas, luego hablando con sectores específicos del gobierno del PT. La situación política había cambiado. En el momento de la asignación mensual, la red Uninômade apoyaba al gobierno de Lula, algo demasiado audaz o irreverente, si pensamos que la izquierda estaba más preocupada por criticar las reformas neoliberales de Lula ( como la de la seguridad social ), la alianza con los agronegocios y los bancos, en un giro hacia el centro sin los cambios esperados, que nunca llegarían.

El progresismo latinoamericano ha estado vaciando y capturando gran parte de la militancia y la subjetividad autonomista. Fui a hacer investigación doctoral en Bolivia, donde Negri también fue invitado. El Imperio, Negri y Hardt fue seguido por los libros Multidão e Common, con referencias a las luchas del período anterior al progresismo en la región: la guerra del agua de Cochabamba, potreros de Argentina y Chiapas. The Common también se refirió al perspectivismo multinaturalista y la movilización indígena en el continente.

El diálogo de Negri con América Latina fue más que el diálogo de un intelectual europeo con sus lectores, fue un diálogo militante. Los textos y reflexiones con Giuseppe Cocco, la red Uninômade y los participantes de las innumerables actividades organizadas, lo convirtieron en un autor que escribió y opinó sobre la política latinoamericana.

Si hasta 2000 Negri fuera una lectura obligada y elegida por el activismo; ahora fue Negri quien leyó las luchas latinoamericanas con la predilección y algo de encanto.

En sus visitas, Negri quería escuchar más que explicar. Pero fue bueno escucharlo en su elocuencia militante. Habló de amor y luchas con un temperamento intenso y apasionado que cautivó. Su fuerza provino del encuentro entre una ontología materialista que guía el pensamiento y las luchas concretas del presente, el pasado y el futuro que fueron más allá del Estado y la propiedad. Foucault, Marx, Deleuze y Spinoza pasaron por este pensamiento fértil.

La crisis política del progresismo crearía una división entre lectores y amigos de Negri en América Latina. Fue la misma separación que dividió a la izquierda después de 2013 en Brasil, mientras que el progresismo del gobierno mostró su compromiso con el neoliberalismo, el desarrollo y las políticas de los grupos de poder. No es que Negri no haya notado este proceso, pero como buena parte de la izquierda, se cerró en defensa de los gobiernos progresistas. La aparición de una extrema derecha fortalecería aún más la polaridad, con una condescendencia sobre la izquierda del poder diferente de lo que había sido su lectura en Europa de la socialdemocracia y la izquierda formando parte de los gobiernos.

Siento que Negri se ha acercado a las posiciones políticas con las que él mismo había luchado. La disputa con el eurocomunismo y la socialdemocracia europea representada por él en el pasado, ahora fue liderado por un progresista “ no hay alternativa ”, incluso cuando el levantamiento de junio de 2013 y las luchas de los años 90 y 2000 que siguió de cerca, había mostrado los límites de estos gobiernos junto con la posibilidad de una insurgencia multitudinaria que los superaría. Con progresiones que hicieron todo lo posible para representar la orden, criminalizando el movimiento indígena en Ecuador, Chile y Bolivia, arrestando a activistas contra la copa del mundo en Brasil, y viendo la extracción como un camino obligatorio, Negri abandonó ese lugar más allá del estado y debajo del comunismo, como un espacio de imaginación de posibilidades donde había militado y como se había leído poco antes.

Digamos en su defensa que los propios militantes autonomistas que lo leyeron de esta manera, y una buena parte de los movimientos que fueron protagonistas de estas luchas, También vieron este paso hacia la soberanía del Estado como inevitable, en apoyo de los progresistas y gobiernos que no sabían o podían pensar más allá del consenso neoliberal.

La red Uninômade que convirtió a Negri en anfitrión en los primeros años después de su arresto en Italia, vio a algunos miembros que, como Negri, mantuvieron el apoyo del PT, viendo la pérdida del gobierno en manos de la derecha y el intento posterior de regresar como las principales batallas políticas a ser tomadas. Algunos miembros de la Uninomad apoyaron a Marina contra Dilma Rousseff en las elecciones de 2014, una victoria cuya posibilidad habría derivado de movimientos políticos impredecibles, pero que fue desaprobada por Negri. Antes del regreso actual de Marina al gobierno de Lula, sospechaba de esta tercera vía, apostando en cambio por caminos militantes que creen en la posibilidad de una política autónoma en diálogo con la insurrección de 2013, con diciembre de 2001 y con las luchas de los movimientos que en Europa y América Latina demostraron que la lucha por el comunismo todavía tiene sentido.

Clarissa Moreira

Conocí al urbanista Negri, que habló fructíferamente con Rem Koolhaas en su texto Metrópole Biopolítica y que vino a visitar Oporto en proceso de destrucción / reconstrucción, por invitación de Barbara Szaniecki. En esta breve reunión, lo que me conmovió fue su amabilidad, la atención prestada al niño presente, el humor con cierta exasperación en relación con los procesos … fue un encuentro rápido, intenso y ocupado. Hablamos sobre la cara de uno de los retirados de Providence inmediatamente patrimonializado en el Museo. Lo que explica tanto sobre el ( en ) sensibilidad contemporánea capaz de en el mismo gesto amenazar con expulsar 1/3 de una comunidad, expulsar a más de 150 familias de sus hogares y hoy sabemos que fue incluso en vano y, en un acto continuo, patrimonializar la violencia del gobierno.

fuente: https://uninomade.net/homenagem-da-universidade-nomade-a-antonio-negri/


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Antonio Negri (1933-2023), elogio de la lucidez política
09 gen 2024
Modificat: 02:05:29
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Antonio Negri (1933-2023), elogio de la lucidez política

Negri ha pretendido sentar los zócalos teóricos, intelectuales, políticos y éticos a partir de los cuales sea posible producir una política de masas tan perfecta en su diseño antagonista y revolucionario, como sofisticada en sus implicaciones políticas, jurídicas, éticas, morales y existenciales.

Obituario
elsaltodiario.com/

La muerte de Antonio Negri deja un enorme vacío, pero pistas políticas, dispositivos teóricos y tensión ética y moral suficientes como para no caer en el abatimiento, el derrotismo o el posibilismo plano del extremo centro. La tremenda pérdida de un hombre indomable ante este sistema bestial, lúcido hasta la máxima tensión vital y la extenuación existencial y siempre en proceso de apertura y búsqueda de nuevas formas conciencia y acción frente a ineluctabilidad de la dominación y la sumisión dibuja la filigrana que traza las sendas de las nuevas formas de militancia, de constitución política antagonista y de organización de las formas partido todavía por inventar contra la lógica del capitalismo histórico en esta coyuntura.

Antonio Negri constituye la cifra de la apuesta por comprender y destruir la complejidad de la dominación y la bestialidad del sistema-mundo capitalista actual, así como la inagotable impostura intelectual, moral y política de las clases y elites dominantes actuales y de sus formas Estado (de von der Leyen a Biden y Meloni, de Macron a Borrell y Annalena Baerbock), cuyo proyecto constitucional máximo afirma que la sumisión y la destrucción discrecional de las clases trabajadoras y pobres constituye el logro máximo que puede garantizar la raquítica forma democrática que el capitalismo y sus elites políticas han permitido emerger hasta este momento histórico.

Ante esta brutalidad del diseño de las clases dominantes pretéritas y actuales Negri ha pretendido sentar los zócalos teóricos, intelectuales, políticos y éticos a partir de los cuales sea posible producir una política de masas tan perfecta en su diseño antagonista y revolucionario, como sofisticada en sus implicaciones políticas, jurídicas, éticas, morales y existenciales, que ya no permitirán ni la reproducción de la bestialidad sistémica del capitalismo gestionado por estas clases y elites dominantes, ni la ilimitada brutalidad de su modelo de reproducción social y geopolítico ligado a la primacía de la relación capital como ratio social última.
Tal vez estas condiciones de posibilidad de la parábola de Antonio Negri puedan calificarse de spinozianas o tal vez constituyan simplemente la prodigiosa actualización de la misteriosa curva de la recta de Lenin encarnada y puesta a punto en el quicio de estas décadas decisivas de la mano del maestro comunista véneto.

Antonio Negri jamás se rindió ante la impostura, la desvergüenza, la inmoralidad y la venalidad de las clases y elites dominantes de las sociedad capitalistas actuales

Antonio Negri ha llevado al límite de lo humanamente posible, como muchos otros anónimos e incontables militantes comunistas (vid. mutatis mutandis las trayectorias de tantos maquis y resistentes sin rostro y apenas sin nombre de la resistencia antifranquista y antinazi, por poner un ejemplo pertinente), esta tensión moral, política e intelectual y ha abierto innumerables pistas para pensar por dónde es posible abordar hoy las nuevas tareas de la organización, del antagonismo y de la destrucción de este orden inmoral, abyecto e inaceptable para la inteligencia, la generosidad y la concepción de lo político propugnada por el general intellect de la actual composición de clase proletaria.

Antonio Negri jamás se rindió ante la impostura, la desvergüenza, la inmoralidad y la venalidad de las clases y elites dominantes de las sociedad capitalistas actuales, de sus sistemas políticos, de sus sistemas de partidos y de sus circuitos de enunciación publicísticos, académicos y mediáticos, nunca creyó que su pretendido monopolio de la producción conceptual ideológica (liberalismo, posmodernidad, socialdemocracia, progresismo, conservadurismo, socialismo, etcétera) y la pretensión benevolente y paternalista o soberbia y violenta de su derecho subyacente a disfrutar de la práctica totalidad de los frutos del trabajo vivo y de la cooperación social del mismo, articulada mediante sus sistemas políticos y sus formas Estado, no fuera otra cosa que la expresión banal y grotesca la brutalidad de la violencia física sobre las clases dominadas, sobre sus cuerpos y sobre sus procesos de trabajo, sobre su derecho inalienable a una vida digna y a la organización de la producción y la inversión de acuerdo con un criterio racional de justicia constitucionalmente normativizada.

En su opinión, estas clases dominantes capitalistas, occidentales o no pero paradigmáticamente las primeras, siempre se han hallado tentadas literalmente a empobrecer, a humillar o a masacrar a las clases proletarias, si ello se adecua pertinentemente a sus absurdos modelos de cálculo del valor producido, mal distribuido y acaparado, y pésimamente invertido por su mequetrefe concepto de justicia social, de igualdad y de racionalidad económica, lo cual constituye la esencia última del liberalismo como proyecto político e ideológico del capitalismo histórico y el vacío reaccionario de todas las teorías e ideologías conservadoras y reaccionarias que en el mundo han sido.

Para Negri la conceptualización y la práctica de la autonomía de clase parte de esta constatación lúcida del orden capitalista como sistema incapaz de imponer un correlato jurídico y constitucional a la violencia nuda del poder de clase, así como lo hace de su crítica sin paliativos de la forma Estado capitalista como supuesta expresión máxima de la constitución democrática y de la racionalidad social en las sociedades modernas y contemporáneas (vid. como ejemplo sórdido y patético de esta insania intelectual y de esta bajeza moral y política brutales el lamentable eslogan popularizado por un genuino representante estrafalario e indocumentado de la derecha reaccionaria actual, recién elegido presidente de Argentina –«No hay plata»– en un momento sistémico en el que (1) el sistema financiero global y los balances de situación de las grandes corporaciones, de los bancos centrales, de las grandes fortunas y de las clases dominantes en general se hallan literalmente atrapados en un océano de liquidez, que estas últimas, ni con toda la ayuda prestada por sus flamantes grandes consultoras, sus bancos de inversión transnacionales y sus instituciones financieras globales, son capaces de gestionar racionalmente, lastradas por su incapacidad, reiteradamente demostrada durante las últimas tres décadas, no solo de encontrar líneas de inversión productiva aptas para generar una rentabilidad mínima en términos de la valorización capitalista estándar de los recursos colectivos y comunes, suciamente acaparados tras cuatro décadas de neoliberalismo, sin que ello traiga aparejada la destrucción de lo común; y son todavía mucho más incapaces de diseñar con ese enorme exceso de liquidez y recursos expropiados y acumulados un entorno y una dinámica de inversión capaz de alejar al sistema-mundo y al sistema-tierra capitalistas de la actual senda de degradación y destrucción, que resulta tan ineluctable, como fatídica la expulsión de sus orígenes y consecuencias de los campos políticos dichos democráticos nacionales. Y en un momento en el que «no hay plata» mientras estructuralmente (2) las clases dominantes argentinas extreman su modelo oligopólico exportador colocando sus recursos económicos en el exterior para descapitalizar el sistema financiero argentino y reducir así drásticamente la base imponible total y la capacidad presupuestaria pública del país en un proceso de degradación política y social literalmente sin fondo).

Congoja y pena, pues, por la muerte de Negri, tristeza por la desaparición de este hombre indómito y valiente, que intento llevar al máximo la tensión intelectual, ética y política para inventar qué podría ser la lucha de clases y la insumisión a este orden brutal, inaceptable y fascista en el que vivimos de Washington a Bruselas, de Ucrania a Buenos Aires, de Gaza al Mediterráneo migrante. Pero también rabia, fuerza y energías exponencial y geométricamente multiplicadas ante la inmundicia del mundo perpetrado por las clases y elites dominantes occidentales actuales, que él combatió, que nos enseñó a combatir y que debemos seguir combatiendo con toda la astucia de la razón, de la empatía y del afecto comunistas.

1. ¿Hasta donde puede alcanzar la lucidez de un teórico marxista, de un sujeto político, de un sujeto militante comunista como Antoni Negri, que atraviesa el largo siglo XX en el quicio mismo en el que la estabilización del capitalismo supuestamente verificada en los prolegómenos de la década de 1960 (Quaderni Rossi, 1961), producto del impacto de la lucha de clases y del ciclo de las luchas proletarias de los cien años precedentes sobre sus propias tendencias sistémicas más destructivas, se postula en ese momento como la realidad ineluctable de la constitución social y del campo político, como se hará de nuevo monótonamente después de 1989, y que en lugar de aceptar este constructo ideológico acríticamente (Do you remember neocapitalism? Do you remember fordism and mass democracy? Te recuerdas del neocapitalismo, del fordismo y la democracia de masas?) es capaz de convertir la desmitificación de esta supuesta estabilización en el punto de partida de una teoría y una práctica antagonista de la composición de clase y por ende de la lucha de clases apta para para teorizar un plan racional de intervención contra el capitalismo comprendido como forma social y política definitiva en el último tercio del largo siglo XX? ¿Cómo es posible que un sujeto teórico y político, que una generación comunista en realidad, haya pensado y comprendido que la estabilización del periodo de posguerra era, en realidad, el punto de constitución primordial de máquinas de dominación y explotación más feroces que las prefordistas, que no conocen otra lógica que la de la multiplicación de su intensidad vertical y horizontal en un horizonte permanente de intensificación del poder dictatorial de las formas políticas y económicas de la relación capital sobre las formaciones sociales realmente existentes en un proceso sin sujeto ni fines, que carece de otra ratio que la acumulación no de capital, sino del propio poder de clase concebido de modo cada vez más dictatorial y abocado por ello a su propia autodestrucción, como demuestra hoy la sabia combinación efectuada por parte de las clases y elites dominantes actuales de una estrategia de guerra sin fin y de la decisión de optar por la exacerbación acelerada de la crisis ecosistémica, y que este proceso de exasperación del poder irrestricto de las clases dominantes se propusiera entonces durante las décadas de 1960 y 1970 y se siga proponiendo hoy por estas mismas clases y elites como la constitución política más racional, más justa y más democrática de las sociedades humanas en el vórtice de la máxima productividad social del trabajo vivo explotado por la relación capital jamás alcanzada en la historia?

¿Cómo es posible que este conjunto de procesos de estabilización y esterilización democrática se haya propuesto en el punto álgido del denominado capitalismo y del liberalismo democráticos de posguerra, que se hallaban ya en esas décadas atravesado por una enorme violencia neocolonial, que no ha hecho sino incrementarse (Ucrania, Gaza), mediante una serie de procesos materiales construidos ideológicamente con un poder tan férreo como el propio ritmo de la acumulación indefinida de capital como el advenimiento de un orden finalmente estable y democrático y que la teoría marxista de Antonio Negri y de la generación operaista haya sido capaz de comprenderlo en tiempo real, al hilo de un ciclo intensísimo de lucha de clases local y global, como la reestructuración mundial de la relación capital, que abría un nuevo ciclo de dominación que debía ser analizado, comprendido y teorizado para sacar las pertinentes conclusiones políticas para organizar su subversión y su superación? ¿Cómo es posible que este conjunto de procesos de reestructuración reaccionaria, objeto de análisis, estudio y respuesta política por parte de Antonio Negri y de la generación operaista en clave netamente crítica y antagonista, se haya aceptado, gestionado e impuesto con absoluta negligencia en cuanto a la previsión de sus efectos, de sus impactos y de sus constricciones sobre los modelos de normatividad constitucional, sobre la lógica ecosistémica y sobre el impacto relacional, afectivo y reproductivo de la fuerza de trabajo, de sus formas existenciales y de sus mundos de vida, por parte de los sistemas de partidos y de los sistemas políticos entonces vigentes y de las respectivas formas Estado fordistas (Do you remember the compromesso storico?), que en lugar de evaluar, amortiguar e impedir estos procesos y efectos intensificando el carácter democrático del fordismo como pedían los movimientos y el ciclo de luchas obreras, anticoloniales y feministas, invirtieron sus energías institucionales durante las décadas de 1960 y 1970 en la contención y la represión del contenido democrático presente en las constituciones de posguerra y durante las siguientes en la desdemocratización y vaciamiento democrático radical de la reproducción social de la mano del diseño global neoliberal impuesto por las clases dominantes atlánticas y globales desde finales de esa última década (Proceso del 7 abril de 1979-1988)?

¿Cómo es posible que este conjunto de matrices y lógicas del poder de clase puestas a punto durante las décadas de 1960 y 1970 y por ende en proceso entonces de absoluta naturalización, que auguraban relaciones de dominación y explotación dotadas de una genuina tendencia totalitaria, haya sido conceptualizado por Antonio Negri no como el estadio último de la racionalidad capitalista y por ende democrática en la productividad de sus formas ideológicas, sino como el producto complejo de ritmos estructurales de dominación heteróclitos, múltiples y contradictorios, pero dotados de una tendencialidad nítida y evidente de intensificación de la explotación económica y la dominación política, al tiempo que objeto posible y necesario de análisis, conceptualización y teorización para que los mismos pudieran ser no simplemente objeto de comprensión racional, sino sobre todo objetos políticos en disputa, que en el proceso de su construcción teórica y de lucha debían producir la subjetividad política, que colocaba a los sujetos sociales frente a las condiciones de su propia existencia y los ubicaba respecto a la crítica de la propia reproducción como un genuino proceso de constitución de una subjetividad política, ética, intelectual y existencial antagonista, de modo que este conjunto de procesos constituyesen una fuente inagotable de potencia política, de ontología expansiva y de capacidad de multiplicar la liberación colectiva como el escenario más rico para constituir el propio proceso de constitución existencial (Do you remember the autonomia di classe? -Recuerdas la autonomía de clase?-)?

¿Y cómo es posible que el sujeto teórico y político Antonio Negri se haya constituido verticalmente sobre la impostura de tal construcción ideológica produciendo una obra de una riqueza asombrosa para atacar multidimensionalmente tal conjunto de procesos de cierre, clausura y claudicación de la liberación colectiva y por ende de sumisión mediante formas de subjetividad, que produce brutalidad, inmoralidad e insensibilidad abismales en las clases y elites dominantes (Ucrania, Gaza, migraciones, cambio climático), al tiempo que condena a las subjetividades sometidas a grados cada vez regresivos de reproducción social, que se expresan en formas políticas representativas cada vez más grotescas, en la medida que las coloca en la condición de generar, recrear y reproducir la propia empresarialidad de su propia sumisión y sometimiento, así como en la tesitura de aceptar la degradación intelectual, vital y moral inherente a la negación de toda posibilidad colectiva de liberación realmente universal de las actuales condiciones de dominación y abyección, además de la propia degradación existencial, impuestas por el capitalismo histórico en esta coyuntura?

El optimismo político de Negri hunde sus raíces en la potencia racional del análisis del capitalismo y de la fuerza de trabajo
2. La intransigencia de la lucidez política de Negri se halla radicada en su profundo racionalismo analítico anclado en la ontología de la producción exuberante, generosa, expansiva de la fuerza de trabajo, del sujeto proletario, de las clases pobres productoras de todo sentido y de la totalidad del valor existente en el ciclo productivo capitalista, dotado de existencia histórica específica en las diversas configuraciones sistémicas registradas en el sistema-mundo capitalista. Si la producción de valor es ontológicamente constitutiva del sujeto proletario, que es inmanentemente antipatricarcal, constitutivamente antirracista, ferozmente igualitario y radicalmente posnacional, toda la violencia desplegada por el sistema capitalista y por sus clases dominantes para capturarlo, expropiarlo e invertirlo en estructuras permanentes de producción de dominación y explotación como las producidas por el capitalismo histórico están viciadas por definición y la pretensión de justificarlas, intensificarlas y prolongarlas tecnológica, militar o jurídicamente son espurias teóricamente, insostenibles moralmente e ilegítimas política y constitucionalmente.

Esta impostura primordial debe ser explorada, de acuerdo con la concepción Negri, en todas las manifestaciones de su productividad, de su fenomenología y de su pretensión de racionalidad para luego ser remitidas, a modo de huecograbado (pero la metáfora es demasiado mecanicista), a la potencia productiva y política del sujeto proletario, esto es, a la constitución política de las clases pobres, desposeídas y sometidas a ordenes históricamente muy injustos, pero siempre altamente productivas.

El optimismo político de Negri hunde sus raíces en la potencia racional del análisis del capitalismo y de la fuerza de trabajo, cuya producción de valor permite la reproducción de este sistema social pero ante todo posibilita la constitución de esta última como sujeto político dotado de la máxima racionalidad en un determinado periodo histórico. No hay aquí teleología alguna, ni teoría bastarda del progreso humano, sino el proceso vertical de la constitución política del sujeto productivo comprendido como un sujeto polivalente en su riqueza ontológica, intelectual, imaginativa y moral y por ende política, que es a su vez el fundamento último de su productividad y de su capacidad cuasi infinita de producción de valor, de verdad y de potencia de liberación, de igualdad y justicia, esto es, de autovalorización y, por consiguiente, de las formas y constructos políticos para producir, implementar y gestionar esa liberación multidimensional poscapitalista al hilo de la destrucción de las formas actuales de dominación, cuya cartografía, análisis y cortocircuito producen la subjetividad que engendra las nuevas formas e instituciones de la socialidad comunista.

En la concepción de Negri, la pretensión de racionalidad esgrimida por las clases dominantes de su derecho a explotar y destruir la fuerza de trabajo y las condiciones de posibilidad del común y la vocación correspondiente de sus formas Estado de legitimar políticamente la brutalidad de esta explotación, basada indefectiblemente en una pretensión espuria de justicia, que se halla presente en todas las justificaciones y racionalizaciones liberales de la brutalidad del sistema-mundo capitalista, es por definición radicalmente inconsistente y lo es precisamente, porque la potencia de la fuerza de trabajo o de la multitud es la fuente de todo valor, de todo orden y de toda constitución.

La teorización de esta potencia es profundamente antiindividualista, aunque afirma radicalmente la singularidad de la potencia del sujeto productivo, que por definición es antagonista, políticamente revolucionario, homeostáticamente equilibrado en la urgencia y la necesidad de la constitución subjetiva singular así como de la producción colectiva e institucional de formas estables de no dominación, de no explotación, de no discriminación y de acceso igualitario a los recursos sociales, naturales y simbólicos, esto es, de producción de lo común igualitariamente gestionado, compartido y sostenido global y localmente, de lo común del comunismo.

Enemigo de todo particularismo y hastiado hasta la médula de las pretensiones nacionales como principio de constitución primordial de lo político, Negri coloca la potencia de la clase o de la multitud en el centro de su proyecto político y en el corazón de la práctica misma de su militancia. La geopolítica es, pues, la lucha de clases continuada por otros medios, al igual que los son las guerras comerciales y las políticas macroeconómicas globales y el orden financiero-monetario global, y el alineamiento nacionalista, en su pretendido derecho a la diferencia nacional, con los diseños imperiales de las potencias hegemónicas capitalistas la forma más lamentable de sumisión. La política de clase desnacionalizada es la política en su opinión, porque la lucha de clases coloca la transnacionalización de las relaciones de dominación y acumulación de capital en el centro del campo político, que para la multitud o la clase no pueden ser nacionales, porque nacional es la sumisión a la soberanía nacional de las clases y elites dominantes realmente existentes, que se constituyen por definición transnacionalmente y sobre todo sistémicamente, que es de donde extraen la fuente de su poder.

Recuerdo fulgurante de una cena en Liubliana en marzo de 2006, tras presentar Imperio con amigos eslovenos e italianos (Barbara Beznec, Andrej Kurnik, Sandro Mezzarda) activos en la redes de solidaridad con los migrantes atrapados (el movimiento de los erased surgidos en las nuevas polities posyugoslavas) en la nueva lógica nacionalista excluyente de los Balcanes, fragmentados y erizadamente nacionalistas, en la que Negri al final de la misma y tras haber analizado y comentado la situación política actual y la creada tras las guerras que asolaron la región durante los quince años precedentes cortesía de Estados Unidos y de la Unión Europea, rellenó su copa con otra ronda de grappa y lanzó un brindis apasionado por la inminente reconstrucción de una nueva República yugoslava realmente comunista entre la algarabía general por la línea posnacional de constitución y lucha política, que lanzaba su razonamiento ante una historia traumática cuajada de guerra, justo cuando se proclamaba torpemente el fin de la historia, para los antiguos países integrados en Yugoslavia (menos para Eslovenia militarmente hablando). La región en ese momento se hallaba irremediablemente fragmentada y las posibilidades de hablar constructivamente no ya entre sus diversas elites políticas nacionales, sino también entre sus respectivos movimientos sociales parecía más incierta y estéril que nunca, hecho que en Negri, que al día siguiente impartía un seminario en el centro social ocupado de ROG, solo producía consternación. Igual de segura y totalmente inevitable era la presa de las potencias occidentales sobre el destino de la región, lo cual parecía desbaratar cualquier comportamiento político antagonista durante los años por venir, como se ha visto corroborado por el tiempo transcurrido desde entonces durante el cual la presencia de Estados Unidos y de la Unión Europea ha dictado el ritmo de construcción política de las antiguas repúblicas yugoslavas y sofocado cualquier posible desalineamiento de su proyecto imperial de dominación.

La política es para Negri la apertura permanente de escenarios de antagonismo y lucha para comprender las formas renovadas de la violencia de la dominación
3. Esta racionalidad intransigente respecto a las formas de dominación de clase producía en Negri una perplejidad siempre renovada y siempre productiva teórica y políticamente ante la enorme violencia desplegada histórica y sincrónicamente por las clases dominantes ante el empeoramiento objetivo de las condiciones de vida y reproducción que su control sobre las estructuras de inversión, producción y explotación generaba sobre el cuerpo social y por ende sobre las dinámicas de las formaciones sociales sometidas a la lógica de la relación capital y sobre sus clases trabajadoras y pobres. La exacerbación de la violencia de la crisis y la intensificación de la violencia de la geopolítica de la dominación capitalista (1980-1988, 1998, 2001, 2008, 2020, 2022, 2023) han ido de la mano de la desnaturalización de la forma democrática, del debilitamiento del contenido democrático del funcionamiento de la forma Estado al hilo de la captura de su productividad por las clases dominantes, del deterioro exponencial de los derechos fundamentales y del proceso de degradación constante de las clases dirigentes capitalistas durante las últimas cuatro décadas, cuyo perfil ha llegado al esperpento de los nuevos líderes que los campos denominados del centro-derecha y del centro-izquierda han producido recientemente de Trump a Meloni, Feijóo y Abascal o de Susana Díaz/Juanma Moreno Bonilla, Enrico Letta y Rutte a Milei, Macron y Sunak. Para Negri esta renovación continua de la violencia ejercida por las clases dominantes y por sus elites renovadas constituía un dato crucial para pensar las formas de organización y de acción política del sujeto político proletario, multitudinario, actual en la medida que la garantía de estabilidad y orden del sistema, esto es, la materialización de una forma democrática consistente y articulada, era simplemente una pura coartada, permanentemente prometida pero continuamente escamoteada, para garantizar el mantenimiento de un orden inaceptable, como la situación de Ucrania y Gaza han puesto monótonamente en evidencia una vez más durante los últimos meses.

En opinión de Negri, la producción permanente de formas siempre renovadas de violencia imponía la necesidad de relanzar continuamente las luchas para cortocircuitar la consolidación de esos procesos y para hacer aflorar las subjetividades militantes capaces de comprender su complejidad y, en consecuencia, la complejidad de las formas de organización política y de disputa del poder de clase en la totalidad de los circuitos de enunciación y producción de dominación y explotación. En la mente de Negri no hay paz política alguna posible, porque el proyecto de las clases dominantes, occidentales y no, se basa siempre en la invención y despliegue de nuevas formas y modalidades de ejercicio de la violencia en todas sus manifestaciones (estructural, sistémica, militar, simbólica, policial, legal) y en la nula predisposición a renunciar a este instrumento de reestructuración en la medida en que se mantenga vigente la lógica de la relación capital y las dinámicas de poder que esta induce en las formaciones sociales y que son objeto de su continua estructuración y reestructuración. Este juego permanente de la violencia de la relación capital se liga en Negri a la composición de clase y a todos los estratos de su constitución subjetiva y política, lo cual dota de toda su relevancia y pertinencia al concepto de autonomía de clase y a las posibles formas que esta ha asumido desde la década de 1970 y que asumirá en las hipotéticas nuevas modalidades que va adquirir durante el presente siglo en la coyuntura de la gravísima crisis actual. La política es para Negri la apertura permanente de escenarios de antagonismo y lucha para comprender las formas renovadas de la violencia de la dominación y para organizar just in time las formas posibles de resistencia, autovalorización de clase y poder constituyente en la medida en que lo político, su práctica y su concepto, se halla ligado por definición a la conceptualización del capitalismo como estructura de dominación e, idénticamente, a la composición de clase que se halla en condiciones de comprender el despliegue de la violencia sobre las condiciones de reproducción y a partir de ese reconocimiento comprender que produce valor de una determinada forma y que es capaz de producirlo políticamente de otra diferente mediante el uso táctico de la forma Estado y el despliegue estratégico de luchas de masas, que pueden lanzarse específicamente en una coyuntura histórica contra la matriz primordial de la violencia de clase, que se halla anclada en los procesos sistémicos de un determinados ciclo sistémico de acumulación y de su régimen macroeconómico, financiero y monetario global.

4. Encontramos aquí, en la misma longitud de onda teórica, otra matriz primordial de la lectura política propuesta por Negri, que se remite a la composición de clase y a su plasticidad constituyente como sujeto político y como sujeto capaz de tejer las relaciones de lo común frente a la violencia de las clases dominantes y de sus elites políticas, así como frente a la desplegada por estas mediante las estructuras de acumulación de capital: producir valor para Negri es producir las condiciones de antagonismo necesarias para organizar respuestas políticas para sustraer y destruir el diseño de dominación ínsito en su estructura productiva mediante sujetos políticos construidos a partir de los sujetos productores de valor. La autonomía de clase postula que el sujeto productivo se halla objetivamente en condiciones de teorizar, enunciar y organizar el proceso político de destrucción de la dominación de clase y de hacerlo en toda la complejidad de las formas de socialidad política históricamente existentes. Si ahora la capacidad productiva se ha socializado absolutamente en la totalidad de los procesos de la reproducción social, entonces producir valor hoy es el acto político por antonomasia y la forma Estado la condensación del bloqueo de las clases dominantes para garantizar su expropiación; y simétricamente hacer política es el práctica por antonomasia de producir valor, esto es, de crear las condiciones para que la producción de este no consista en la producción negativa de valor, que constituye hoy el paradigma productivo del régimen de acumulación de las clases dominantes actuales, que para acumular capital y poder de clase deben inexorablemente, en las actuales condiciones de producción capitalista, producir valor negativo, esto es, destruir las condiciones mismas de producción de riqueza, hecho que la autonomía de clase no puede permitir bajo ningún concepto y que en su momento se teorizó como rifiuto del lavoro, esto es, la negativa a producir valor negativo y poder de clase en la fábrica del capital y que ahora aflora de nuevo en la lógica todavía no totalmente dilucidada de la denominada Gran Resignacion registrada desde 2020 con diversas intensidades y escalas sobre todo en Estados Unidos pero también en otras economías dichas desarrolladas. No hay condición democrática en la actualidad que no integre todas y cada una de las condiciones de producción de valor y no es posible considerar estas, si se excluye la productividad política de la forma Estado, que desintegra democráticamente la violencia constante ejercida para expropiar la producción y las condiciones de producción de aquel. La clase no es, pues, un correlato socioeconómico más o menos sofisticado o más o menos interseccionado con otras formas de dominación, sino la expresión política del sujeto que produce valor en el proceso de reproducción social y que se convierte en sujeto político antisistémico en una coyuntura histórica determinada. Producción no negativa de valor, violencia contra la expropiación y el acaparamiento del valor y riqueza producidos, deconstrucción/destrucción de la pretensión y materialidad de la legitimidad de la forma Estado en la gestión de la (re)producción, y organización política antisistémica del sujeto productivo son en Negri el correlato mínimo de la forma democrática apta para la composición de clase de este ciclo histórico y adecuada a la fenomenología de la actual crisis sistémica terminal del capitalismo.

// La dignidad de la clase o de la multitud es, pues, para Negri la expresión máxima de una ontología que no puede permitirse el estúpido lujo de tolerar la desigualdad, la injusticia o el sometimiento //

Idénticamente, la violencia de la forma Estado, la organización política del sujeto productivo y el antagonismo irreductible de su poder constituyente se hallan ínsitos en la concepción del tiempo de Negri, del tiempo político y del kairos revolucionario, porque las temporalidades de estos tres planos inmanentes pueden ser dispares y la lucidez de sujeto político proletario o multitudinario radica en conservar la potencia teórica y organizativa de esas temporalidades desacompasadas para garantizar en el momento propicio su sincronía articulada, hecho que proporcionaría a la práctica antagonista toda su potencia política y, por consiguiente, la causalidad más eficaz de su articulación, de sus sinergias y de su efectos exponencialmente transformadores del resto de lógicas y temporalidades precipitadas en la constitución y organización política de los sujetos que producen valor cristalizado en la producción y la reproducción de la vida social, ecosistémica y afectiva. Así, el obrero social se dota de sus atributos socioeconómicos, productivos y ontológicos a finales de la década de 1970, cuando muta en clave autoritaria la forma Estado y la estructura de la relación capital a partir de la de 1980 para reaparecer de modo novedoso en el ciclo non global y tras la crisis de 2008 con algunas de sus características intactas y con otras transformada por las nuevas relaciones de poder conservadoras y reaccionarias instiladas por la governance neoliberal; el carácter apologéticamente democrático del Estado planificador muta en el carácter autoritario del Estado rentista neoliberal, lo cual abre espacio para reacciones antagonistas de los nuevos sujetos productivos precarizados e intelectualizados, pero también sobredeterminados por la reacción defensiva de la nueva derecha reaccionaria a partir de 2008; el horizonte constituyente de las décadas de 1960 y 1970 se encoge durante las tres siguientes para recrearse de nuevo desde la crisis del posfordismo neoliberal registrada desde inicios del presente siglo y la explosión de su crisis en 2008-2020, cuando la crisis climática señala inexorablemente la necesidad de una gran transformación, que pone sobre la mesa la exigencia de contenidos utópicos, de diseños políticos audaces y de formas de movilización que recurrirán a muchos de los elementos y metodologías utilizados por las composiciones de clase precedentes, etcétera, etcétera: estos tiempos de la forma Estado, de la organización política del sujeto productivo y de del antagonismo de su poder constituyente son diversos, contradictorios y no lineales ni homogéneos, pero la acumulatividad de los estratos políticos, teóricos, estructurales y ontológicos de su proyecto político antisistémico brinda la oportunidad de operar con una heterogénesis de tiempos que la práctica política antisistémica debe integrar, mediar, reelaborar continuamente en función de la teoría de la autonomía de clase y de la constitución política en la forma organizativa posible de los sujetos productores de valor: se trata, pues, de la inmanencia y la dialéctica del tiempo específico de cada proceso estructural y sectorial, de la reelaboración permanente de la autonomía de clase, de la teorización y la puesta a prueba de las diversas modalidades de la organización política del conflicto y la resistencia, de las tentativas de construcción de la forma partido más apta a la precipitación de esas temporalidades diversas en un proyecto de transformación revolucionaria racional y viable en una coyuntura histórica específica.

Negri vive su subjetividad política en esta mutación permanente pero acumulativa de la composición de clase y de sus tiempos de constitución, al tiempo que teoriza la dignidad de la clase y sus modalidades de constitución y controla y entrelaza los tiempos diversos de la acción política constituyente históricamente posible al hilo de la mutación de la forma Estado, sus modalidades de soberanía y governance y la transformación del campo político y de los correspondientes sistemas de partidos, procesos que constituyen la sustancia misma de la lucha de clases y de la lógica del conflicto y de la resistencia a la dominación y que colocan al teórico y al militante comunista en la recomposición permanente de los tiempos y las lógicas de la constitución política que la reproducción posible del poder constituyente abre en cada coyuntura. Negri reivindicó y teorizó, en consecuencia, la dignidad sociológica y sobre todo política de las distintas figuras proletarias con las que se cruzó a lo largo de su vida militante —del obrero masa y el obrero social a la plena madurez de la multitud, que es el sujeto de clase por antonomasia en las condiciones de lucha de clases en el periodo final del ciclo sistémico de acumulación de capital estadounidense y de su crisis terminal, que se articula con la propia crisis irreversible del capitalismo como sistema histórico– para contribuir a dotarlas de las condiciones mínimas de posibilidad para su eventual constitución política antisistémica, que se organizaría mediante un poder constituyente en el proceso mismo de las relaciones laborales de (re)producción de valor en los lugares de trabajo (la fábrica y la sociedad) y se expresaría en los ámbitos y espacios en los que ese genuino poder constituyente puede concebir las condiciones políticas de la producción de la reproducción en la mejor tradición de un constitucionalismo hiperdemocrático, que es tan expansivo como inteligente, para dotar a la producción de valor de toda la dignidad constitucional de un derecho fundamental, porque su garantía es la garantía de la justicia, la igualdad y la sostenibilidad absolutas de la reproducción social. Esta certidumbre analítica en la dignidad y la esencialidad del carácter de clase de la reproducción social dota a la militancia de Negri de la fuerza contagiosa de un proyecto político animado por esa racionalidad de la apertura máxima de los espacios y procesos de acción singular y colectiva en la soldadura virtuosa de sus respectivas potencias: el poder constituyente de la clase es la condición objetiva de la singularidad proletaria y esta el zócalo último de la ética y la moral individuales en un mundo no dominado por la pura violencia de las relaciones de producción capitalistas y por ende la garantía de la producción de institución, norma y autoverificación democrática.

La dignidad de la clase o de la multitud es, pues, para Negri la expresión máxima de una ontología que no puede permitirse el estúpido lujo de tolerar la desigualdad, la injusticia o el sometimiento de ningún sujeto singular reconocido igualmente en su máxima dignidad política, lo cual comienza por la colocación en el centro de la acción política de la suerte de los desheredados de la tierra en un proceso ascendente de reparación, de integración y de expansión de los derechos fundamentales a escala no nacionalmente general sino a priori realmente global en el proceso mismo de transformación y reestructuración de los circuitos y estructuras de producción de valor capitalistas en lo que en la teoría marxista Negri llama comunismo.

5. La asombrosa parábola de Antonio Negri ha constituido un esfuerzo titánico por pensar, organizar y producir estas condiciones exigentes de producción y militancia de la teoría marxista para dotarla de la fuerza suficiente como para destruir la eficacia siempre sobredeterminada de las relaciones de poder de clase y de su constante violenta recreación ideológica, jurídica, discursiva y militar, que produce de modo permanente la enunciación de lo socialmente más abyecto (Gaza, Ucrania, Melilla, Steccato di Cutro, Mediterráneo migrante) como el núcleo más precioso de los sistemas democráticos actuales y sus correspondientes campos políticos, que deben aceptarse como la situación ideal de habla de lo políticamente posible y que postulan las formas Estado realmente existentes como la expresión consensual de tal desequilibrio: la permanente capacidad productiva de dominación y de expropiación de estos sistemas políticos y de estas formas Estado, en ruta en el momento presente hacia su mutación autoritaria y dictatorial por mor de las distintas versiones de los proyectos políticos liberales, socialdemócratas y conservadores reaccionarios, no garantiza las condiciones mínimas de dignidad de los procesos de producción de valor ni la justicia social para la mayoría proletaria de la población global y, por consiguiente, deben ser radicalmente impugnados en su forma actual y destruidos como la expresión última de la racionalidad política. La negación de ambas premisas –el carácter racional de la producción de valor y la neutralidad democrática de la forma Estado– y la afirmación radical de la autonomía de la clase constituyen el núcleo incandescente del proyecto intelectual y político de Antonio Negri y la matriz de su expansión por venir: no hay normatividad democrática alguna, si persisten las condiciones de explotación capitalistas; no existe forma Estado legitima alguna, si el poder constituyente proletario y por ende hiperdemocrático no anima hasta la médula la fisiología de la totalidad de las relaciones de producción de valor y de reproducción social y la lógica geopolítica que las sustenta en el apuntalamiento del mercado mundial, de su sistema financiero-monetario global y de su lógica de inversión y producción de catástrofe; no hay representación política viable, si la autonomía de clase no se constituye en sujeto político predominante a escala posnacional en los diverso campos políticos nacionales. Negri afirmó con su obra y con su actividad militante que todos estos rompecabezas y dilemas podían ser resueltos teóricamente, que la teoría y la práctica política organizada a partir de esta complejidad podía convertirse en política democrática antisistémica de masas y que la realización de este proyecto constituye hoy la forma más sofisticada de comportamiento político, de reafirmación del sustrato ético y de racionalidad intelectual y revolucionaria.

fuente: https://www.elsaltodiario.com/obituario/antonio-negri-1933-2023-elogio-l

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