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Feminismos a la contra: Entre-vistas al Sur Global
25 nov 2023
Feminismos a la contra: Entre-vistas al Sur Global
La tercera oleada de revisión crítica que ha ido cuestionando la matriz de racionalidad masculina blanca, heterosexual, propietaria, capitalista, capacitista y urbana...
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CREAR -Circulos de Reflexión y Estudio “Alternativas y Resistencias”

Feminismos a la contra
Entre-vistas al Sur Global
Luis Martínez Andrade (*)

Rita Segato, Amal Eqeiq, Sonia Dayan-Herzbrun, Nouria Ouali, Silvia Federici, Mariana Mora Bayo, Karina Ochoa, Rosalva Aída Hernández Castillo, Francesca Gargallo, Marilú Rojas Salazar, Márgara Millán, Sayak Valencia, Leïla Benhadjoudja, Françoise Vergès, Eleni Varikas, Yvoire de Rosen

La Vorágine, editorial críticainfo ARROBA lavoragine.net lavoragine.net | voravi.com
Santader (Cantabria)

descarga completa (PDF): https://www.academia.edu/40464954/Feminismos_a_la_contra_Entre_vistas_al

A Marielle Franco
In memoriam Asesinada el 14 de marzo de 2018
https://es.wikipedia.org/wiki/Marielle_Franco

Para Kamila

En el movimiento feminista, es necesaria la diversidad, el desacuerdo y la diferencia si queremos crecer.
bell hooks
( https://es.wikipedia.org/wiki/Bell_hooks )

PRÓLOGO. Patricia Manrique 13
INTRODUCCIÓN. Luis Martínez Andrade 29
Rita Segato 71
Amal Eqeiq 89
Sonia Dayan-Herzbrun 99
Nouria Ouali 113
Silvia Federici 125
Mariana Mora Bayo 135
Karina Ochoa 153
Rosalva Aída Hernández Castillo 165
Francesca Gargallo 177
Marilú Rojas Salazar 189
Márgara Millán 199
Sayak Valencia 215
Leïla Benhadjoudja 229
Françoise Vergès 247
Eleni Varikas 261
Yvoire de Rosen 271

PRÓLOGO
PATRICIA MANRIQUE

La tercera ola revolucionaria de/contra la Modernidad

Partamos de una hipótesis: la Modernidad estaría viviendo, en el siglo XXI, la tercera oleada de revisión crítica, una revisión crítica que ha ido cuestionando o revisando, con más o menos radicalidad, su matriz de racionalidad masculina blanca, heterosexual, propietaria, capitalista, capacitista y urbana. Esta tercera oleada la constituiría el pensamiento que critica el saqueo generalizado de los recursos naturales, humanos y simbólicos de los países de lo que llamamos “Sur Global” desde un punto de vista anticolonial.

Y, dado que no ha habido oleada crítica dela Modernidad, ya sea desde el punto de vista de la clase o del género, sin movimiento que la inspire y vertebre, esto es, que la ponga en marcha, la desarrolle y la materialice en luchas, el movimiento que da aliento a este pensamiento se produce en los países saqueados y, a la vez, en las comunidades racializadas reivindicativas en el propio Sur o en los países del Norte Global a los que han migrado o en que viven las personas tras los procesos de descolonización. Ha llegado la hora delos y las indígenas, de quienes quieren recuperar patrimonio material y simbólico y vivir en sus países de origen, o de las que reclaman su derecho a habitar libremente en los destinos a los que un día se vieron forzadas a migrar.La crítica a la Modernidad ha sido abundante y prolífica en el pensamiento europeo, sin embargo, se ha obviado constantemente el componente colonial que, de la mano del pensamiento anticolonial, hoy sabemos que es esencial para componer un cuadro fidedigno y completo de dicho pensamiento, de sus aciertos y desaciertos.

Nociones imprescindibles como modernidad-colonialidad (Enrique Dussel), colonialidad del poder (Anibal Quijano) o colonialidad del género (María Lugones) han puesto negro sobre blanco el racismo implícito en la racionalidad moderna. En cuanto a los movimientos, hasta ahora ha sido el feminismo de la izquierda radical quien hacuestionado esta retícula histórica de modo más profundo ya que, mientras el movimiento obrero ponía los acentos en el capitalismo, el cuestionamiento feminista en las calles y en la academia ha insistido en el componente multifactorial de la reclusión de la mujer en el ámbito doméstico, justificada demasiado a menudo por pensadores presuntamente revolucionarios —véase un Rousseau y su visión de la mujer como “ángel del hogar” que desarrolla el trabajo doméstico imprescindible para el ejercicio político del ciudadano— que no hacían más que santificar un nuevo modo de patriarcado.

Sin embargo, hemos de reconocer que el feminismo euro norteamericano, el feminismo blanco, ha permanecido, en general, ciego a la raza. Ante todo, las voces que llegan del Sur Global están llenas de alternativas al productivismo, al individualismo y al desprecio al planeta característicos del pensamiento moderno y abren puertas a nuevos planteamientos sociales que necesitamos a lo largo y ancho del planeta.

Recuperando saberes y modos de estar en el mundo de las cosmovisiones indígenas, descolonizándolos, ofrecen una caja de herramientas que puede servir para desobturar nuestro imaginario político.
Por otro, en un ejercicio de inteligencia y empatía política, de solidaridad, las mujeres feministas hemos de recordar el difícil papel de quien debe exigir una rebaja de los privilegios del otro, la incomodidad que genera con los compañeros de izquierdas y las dificultades que entraña la búsqueda del discurso más prolífico y movilizador. Porque somos las que nos hemos preguntado, las que aún nos preguntamos en alto, en una sala en la que predominan los varones de izquierdas, cómo conseguir torcerle el brazo, justamente, a la izquierda heteropatriarcal. Por eso, en adelante, deberíamos tener un ojo puesto en la lucha de las personas racializadas, si es que no lo habíamos hecho antes ya. Eso es la interseccionalidad: una praxis, no un aparato teórico listo para ser vaciado por la doxa académica.

En estos “Feminismos a la contra”, Luis Martínez Andrade entrevista a dieciseis militantes feministas de diferentes puntos del planeta que cuestionan el privilegio del feminismo blanco, subrayan sus errores y muestran una riqueza teórica y práctica que no puede sino contribuir a nuestro aparato conceptual teórico y militante. Exponen sus trayectorias de compromiso y análisis, unidas ambas en todos los casos, y algunos de sus planteamientos centrales, así como sus visiones del movimiento feminista alterno en Latinoamérica, en el mundo árabe o, incluso, en destacadas urbes del Norte Global. De su mano, podremos encontrar abordajes que nos cuestionen, que nos sorprendan, y nos hagan revisar, para mejorarlas, nuestras luchas como militantes, y una consistente plétora de contribuciones al feminismo que pone en cuestión la cómoda e incompleta demanda en que nos hemos instalado como feministas blancas. No sólo queda mucho por conseguir, queda mucho por exigir y mucho a lo que renunciar. Marilú Rojas, investigadora feminista y teóloga católica mexicana, explica en estas páginas que la expresión “feminismos del Sur” se refiere a una tradición descolonial que cuestiona el feminismo de las mujeres blancas, burguesas, educadas y con acceso al trabajo y la educación desde la experiencia de mujeres que vienen de tradiciones ligadas a pueblos originarios, afros, mestizos, pobres, despojados y con poco acceso a la educación formal y a la salud. Lo menciona junto a otras corrientes especialmente vivas en el propio Sur Global, como el feminismo comunitario, el trabajo de las mujeres zapatistas o la teología feminista queer.

En su prolija introducción, Martínez Andrade se encarga de dar una rica panorámica de todos estos movimientos tectónicos en el seno del feminismo del Sur que, a continuación, cada una de las entrevistadas repasará desde su perspectiva. La riqueza del movimiento feminista latinoamericano, por ejemplo, es hoy en día envidiable. A la gran cantidad de aportaciones críticas y analíticas que aquí podremos atisbar, se suma una potente nómina de interesantes encuentros continentales que son, por cierto, muy poco comunes en Europa.

Pese a una segunda ola feminista, en los años 90, criticada aquí por feministas como Ochoa o Gargallo que coinciden en denunciar la ONGecización vía inyección de fondos por parte de la ONU —y que coincide, por cierto, con una aburridísima etapa de institucionalización en el feminismo europeo, la época de los Estudios de género y el feminismo estatalizado que desalojó la ilusión de muchas militantes—, los encuentros entre el que, como feministas, nos relacionamos con nuestros compañeros varones, y con el que podríamos reflejar cómo queremos que las hermanas y hermanos racializados se dirijan a nosotras, ahora que, como espero, llega su momento. Emplear la razón de una manera lo más empática posible, siempre que sea factible —y me refiero sobre todo al debate entre activistas— es un camino basado en la cooperación y no en la competencia, tal vez más inteligente y productivo que la retórica guerrera y masculinista, a veces irresponsable, otras incluso algo cosmética, que utilizan, por ejemplo, algunas columnistas y tweetstars del universo del feminismo blanco (y algunas representantes del negro en España, por cierto, también).

No se trata de ahogar los gritos que provoca la injusticia, sino de buscar, siempre que sea posible, formas sostenibles y cuidadosas para facilitar alianzas, trabajar en común, analizar en detalle, planificar estrategias y alianzas… Porque el grito o el lema de manifestación ralo poco contribuyen a esto. Digo esto porque, en España, hemos vivido, por fortuna, una reciente explosión de los feminismos en la que han medrado algunas voces quizá poco responsables, cultivadoras de la estridencia que, sospecho, si bien sirven para alimentar las estrategias de ciberanzuelo en medios del sistema, ofrecen un estereotipo epatante para el gran público y, aunque funcionan muy bien en redes esencialmente frívolas como twitter, no aportan crecimiento profundo al movimiento y generan un ambiente en el que el extremismo, que no la radicalidad, campa a su anchas. Con esta observación no quisiera plantear una especie de tibieza demoliberal, sino algo similar, en todo caso, a lo que Houria Bouteldja denomina “amor revolucionario”: un modo de estar, netamente político y ejemplar, a la altura de los retos que tenemos delante, que nada tiene que ver con el amor romántico, sino que, un paso antes del odio, anticipando el peligro, conjure la guerra y opte por la cooperación entre diferentes e, incluso, entre quienes hasta la fecha son desiguales. Hablo de poner, en la izquierda radical, semillas que fomenten la democracia en un sentido amplio, no liberal, ni mucho menos representativa, sino entendida como actitud de convivencia en la diversidad, algo que no es de cuño privativo griego, sino que existe por igual, aunque reciba otros nombres, en otras partes del planeta. Aprender a convivir y trabajar juntas.
De lo contrario, tal vez nos encontremos de verdad con la guerra, con el enfrentamiento descarnado en la propia izquierda.

Hay mucho trabajo que hacer para hacerlo a gritos entre nosotras/os… Y esto siempre, repito, sin menoscabo de las necesarias explosiones cuando toque. Es, en cierta medida, una estrategia para la reducción de daños.

En “Los blancos, los judíos y nosotros” (2016), Houria Bouteldja, militante descolonial franco-argelina, representante del Parti des Indigènes de la République, pone ante nuestras narices la realidad de la blanquitud, ese amplio dispositivo que nos hace ser criminales sin tenerlo poco o nada presente. Mientras nos llevamos las manos a la cabeza con imágenes de soldados americanos matando a distancia con drones como quien juega a la PlayStation, la vida de toda europea es bastante similar, pues se sigue fundamentando en el expolio y el saqueo de otras tierras y sus habitantes.

En estos días, sin ir más lejos, las mujeres de la India se manifiestan exigiendo subidas salariales y la sangre de las sindicalistas represaliadas, de todas las trabajadoras, chorrea sobre nuestras camisetas… De poco vale intentar escapar de un sistema semejante comprando, por ejemplo, ropa de comercio justo, porque si no se interviene en la situación, si no se toma partido en el cambio, si no se contribuye a fomentar un diseño justo del planeta, seguiremos siendo cómplices de ese crimen que es el combo de racismo y expolio en el que tenemos un papel de explotadoras, seamos más o menos conscientes de ello.

Bouteldja nos espeta nuestra propia blanquitud, que es tanto una forma de ignorancia como de chovinismo, cuando pedimos o incluso deseamos, en el más bien-pensante de los casos, integración a las personas migradas, y lo hacemos tratándose de un sistema que nosotras mismas debemos cuestionar y desmontar, pues bien sabemos que se aleja todo lo posible de lo que podríamos llamar buen vivir.
Pero, si como planteábamos en la hipótesis de partida de este prólogo, el dominio blanco se enfrenta a su declive, algo que pinta ser sólo cuestión de tiempo como ponen de manifiesto las reacciones histéricas, extremistas, desesperadas, a izquierda y derecha, tal vez no sea conveniente colocarnos actitud de ataque/defensa, no al menos quienes pretendemos cambiar la situación. Ella no emplea, por cierto, un tono precisamente accesible, y recibir su propuesta depende mucho de la capacidad de escuchar de quien esté al otro lado; sin embargo, su concepto de amor revolucionario puede ser realmente productivo.

Al plantearse este escenario, se pregunta qué ofrecer a blancos y blancas a cambio de su declive y las guerras que éste anuncia, y su respuesta es la paz, que no es posible sin justicia, mediante el “amor revolucionario”. Interpretable de múltiples maneras, me parece una magnifica idea en la que trabajar. Abiertas a pagar peajes, a bajarnos del carro del privilegio, a entender que hay vulnerabilidades mayores y menores, ensayemos desde ahora mismo, como gimnasia revolucionaria, cómo afrontar nuestro complejo papel en el mundo, como explotadoras explotadas o explotadas explotadoras, y busquemos, siempre colectivamente, el modo en que las luchas comunes puedan ser más fructíferas y vivibles porque, no lo olvidemos, somos seres finitos y sólo se vive una vez. Para empezar, oigamos lo mucho que a un mundo nuevo tienen que aportar las voces de un Sur Global que resuenan desde otras y desde estas latitudes, y produzcamos modos de comunicación que hagan posible una cooperación internacionalista e intergenérica, como mínimo en el amplísimo espectro de la izquierda radical. Creo que este libro contribuye a abrir puertas a todo ello.

(*) Acerca del autor Luis Martínez Andrade. Doctor en sociología por la EHESS de París. Autor de “Religión sin redención. Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina” (publicado en español, francés, inglés y polaco), de “Las dudas de Dios: Teología de la liberación, ecología y movimientos sociales” (Otramérica, 2015), de “Ecología y Teología de la liberación. Crítica de la modernidad/colonialidad” (Herder, 2019, publicado en francés por Van Dieren éditions), de “Feminismos a la contra. Entre-vistas al Sur Global” (La Vorágine, 2019), de “Textos sin disciplina. Claves para una teoría crítica anticolonial” (Universidad de Guadalajara, 2020), de “Fútbol y Teoría crítica. Ilusiones del balón y del sujeto abstracto” (La Vorágine, 2022), de “Dialectique de la modernité et socialisme indo-américain” (L’Harmattan, 2023) y de “Teoría crítica anticolonial. Ensayos de historia intelectual” (Tirant Humanidades, 2023). Co-editor con, Nicolás Panotto, de libro “Decolonizing Liberation Theologies.Past, Present, and Future” (Palgrave Macmillan, 2023); con Lucie Kaennel de la obra “Religions de la libération. Espérance, justice sociale et politique” (Van Dieren, 2021); con P. Lepe-Carrion y J.M. Meneses, “Chichitlahuiliztli, racialización y cacería humana. Ensayos sobre necropolíticas en América Latina” (UFRO/CLACSO, 2020) y, con J.M. Meneses, del libro “Esperanza y Utopía. Ernst Bloch desde América Latina” (Taberna Libraria, 2012).

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