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México_Unitierra Oaxaca: Conversación con Gustavo Esteva
22 gen 2023
México_Unitierra Oaxaca:
Conversación con Gustavo Esteva (2007)
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Comunicación y sociedades en movimiento:
la revolución si está sucediendo

Paula Restrepo
Juan Carlos Valencia
Claudio Maldonado Rivera

CIESPAL (2007)
Quito, Ecuador
http://ediciones.ciespal.org/

Trascendiendo el código común: una conversación con Gustavo Esteva

sobre acciones colectivas y comunicación

Vimos por primera vez a Gustavo Esteva (Ciudad de México, 1936) a principios del año 2009 en la Universidad de la Tierra en Chiapas, en el seminario de la Sexta declaración de la Selva Lacandona y la Otra Campaña. En ese momento aún no lo habíamos leído, pues su nombre no es muy conocido en algunos ámbitos académicos y aún menos en el de la comunicación, de donde venimos los tres editores de este libro.

La oportunidad de escucharlo se materializó en lo que en México los zapatistas llaman una compartición, en donde la mayoría de los asistentes eran indígenas y activistas cercanos al movimiento zapatista. Esas primeras palabras fueron memorables, llenas de sabiduría, experiencia y amor. Sabíamos ya que estábamos al lado de uno de los más grandes pensadores latinoamericanos contemporáneos. Más adelante comenzamos a explorar su obra y a conocer las experiencias de donde venia, y esa figura se nos fue configurando poco a poco muy ligada a la critica al desarrollo, la educación y el neoliberalismo. Pero su propuesta no es solo critica, o no es principalmente critica; su obra es derivada de un trabajo comunitario sostenido que se ha materializado especialmente en la fundación de y participación en la Universidad de la Tierra en Oaxaca.

La segunda vez que escuchamos a Esteva fue justamente durante nuestra primera visita a Unitierra, Oaxaca, en el 2015. Las Unitierras en México son un movimiento decolonizador, no solo de la educación, sino del conocimiento, la comunicación y la vida. Allí, en una casa llena de libros, activistas de todas las edades y procedencias, asombrosos sistemas de ecotecnia y un huerto orgánico en la terraza, conversamos con Gustavo en uno de los habituales seminarios de los jueves. Nos habló del dolor por la desaparición de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, de la creciente crisis del Estado-nación y de la expansión do las luchas autonómicas en México y América Latina, Esteva habla pausado, con voz cálida, sin recurrir a la jerga que tanto incomunica a los académicos, pero citando a sus autores, amigos y compañeros de lucha, con lucidez y pasión.

A partir de este encuentro se nos ocurrió el título de este libro, “La revolución sí esta sucediendo”, pues Esteva nos mostró cómo el rechazo a un estado de cosas siniestro y destructor, a una modernidad de impronta occidental que ha desatado el antropoceno (2000), tiene una contraparte que los “aparatos de desesperanza” de los que habla el antropólogo anarquista David Graeber (2013) no nos dejan percibir: ya están en marcha, por toda América Latina, esas sociedades en movimiento de los que habla Raúl Zibechi (2009,2015), y prosperan los esfuerzos de personas, colectivos y pueblos por vivir en comunalidad. por gestar la convivialidad y expandir formas diversas de Buen Vivir.

Esteva tiene su centro de trabajo en Oaxaca. una ciudad intermedia de México, con una gran efervescencia cultural, intelectual y política. Su trabajo, aunque muy cercano al movimiento indígena y a las comunidades rurales, está asentado en lo urbano, un emplazamiento que para muchos intelectuales es un centro perdido para la emancipación y los procesos de resistencia, un dispositivo de captura, inserción en la obsesión por el consumo y aguda despolitización. En nuestra última visita, y a través de unas sencillas y potentes palabras, entendimos que los desposeídos somos los habitantes de las ciudades, de los edificios de apartamentos y las urbanizaciones, con la vida supuestamente resuelta.

Nosotros sin territorio, que si nos cae el edificio encima nos quedamos con menos de medio metro cuadrado en tierra para vivir, con nuestras casas en el aire donde los lazos sociales, la potencia de la comunidad, el conocimiento para vivir autónomamente y la resistencia se han ido perdiendo en medio de la comodidad llevada al extremo de lo absurdo y del mito de un estado de bienestar que nunca ha existido en América Latina.
Pero hablando con Esteva también vislumbramos cómo nosotros, sin embargo, en muchas ciudades de América Latina, experimentamos el renacimiento de las resistencias y las comunidades en movimiento a través de las huertas urbanas, la revitalización de los lazos barriales, el movimiento de datos abiertos, el arte comunitario, las cocinas de todos, los saberes desde abajo, las pluralidades de género. Estamos reviviendo y construyendo sobra esos terrenos poco abonados formas de convivencia que se nos habían olvidado porque las sentíamos superadas o no modernas.

La combinación de potencia critica, desmitificación del desarrollo, rechazo al neoliberalismo, cercanía al zapatismo y propuesta de autonomía, desescolarización y comunalidad en el discurso de Gustavo Esteva, nos llevaron a considerar que él podía llevarnos a pensar, de maneras inusuales e interesantes, el tema de la comunicación y la movilización social. Y después de leer esta entrevista, que Arturo Guerrero, su amigo y compañero de muchas luchas, nos ayudó a hacerle, nos mantenemos en nuestra idea. El pensamiento de Esteva es un pensamiento de frontera que emerge desde dentro de las sociedades en movimiento y reflexiona con y para ellas, con un compromiso muy fuerte con los lenguajes y las intencionalidades de la resistencia y un absoluto sentido crítico de las intencionalidades académicas, tanto desde su discurso como desde su hacer.

Gustavo Esteva llegó a trabajar en IBM, pero sus raíces, su contexto, su reflexión personal y colectiva le llevaron por los cauces del activismo. Se considera a sí mismo como un intelectual público desprofesionaliza-
comunidad, el conocimiento para vivir autónomamente y la resistencia se han ido perdiendo en medio de la comodidad llevada al extremo de lo absurdo y del mito de un estado de bienestar que nunca ha existido en América Latina. Pero hablando con Esteva también vislumbramos cómo nosotros, sin embargo, en muchas ciudades de América Latina, experimentamos el renacimiento de las resistencias y las comunidades en movimiento a través de las huertas urbanas, la revitalización de los lazos barriales, e) movimiento de datos abiertos, el arte comunitario, las cocinas de todos, los saberes desde abajo, las pluralidades de género. Estamos reviviendo y construyendo sobre esos terrenos poco abonados formas de convivencia que se nos habían olvidado porque las sentíamos superadas o no modernas.

La combinación de potencia critica, desmitificación del desarrollo, rechazo al neoliberalismo, cercanía al zapatismo y propuesta de autonomía, desescolarización y comunalidad en el discurso de Gustavo Esteva, nos llevaron a considerar que él podía llevarnos a pensar, de maneras inusuales e interesantes, el tema de la comunicación y la movilización social. Y después de leer esta entrevista, que Arturo Guerrero, su amigo y compañero de muchas luchas, nos ayudó a hacerle, nos mantenemos en nuestra idea. El pensamiento de Esteva es un pensamiento de frontera que emerge desde dentro de las sociedades en movimiento y reflexiona con y para ellas, con un compromiso muy fuerte con los lenguajes y las intencionalidades de la resistencia y un absoluto sentido crítico de las intencionalidades académicas, tanto desde su discurso como desde su hacer.

Gustavo Esteva llegó a trabajar en IBM, pero sus raíces, su contexto, su reflexión personal y colectiva le llevaron por los cauces del activismo. Se considera a sí mismo como un intelectual público desprofesionalizado y un escritor. Fue asesor de los zapatistas en las negociaciones con el gobierno mexicano en 1996 y participa en numerosos organismos civiles, redes locales, nacionales e internacionales y movimientos sociales. Es autor de más de 30 libros, cientos de ensayos y columnista del diario La Jornada.

Paula Restrepo, Juan Carlos Valencia. Claudio Maldonado y Arturo Guerrero1 escribimos una serie de preguntas para Gustavo Esteva, basadas en los temas de los que trata este libro y en lo que hemos aprendido de su trabajo.

Esto fue lo que nos respondió:

Jesús Martín-Barbero dijo hace unos años que los intelectuales críticos latinoamericanos padecían una especie de “mal de ojo” con respecto a la comunicación, siempre asociándola con los grandes medios y el poder hegemónico y no visualizando sus alternativas disidencias y posibilidades. ¿Considera usted que esta situación se sigue dundo, de acuerdo a su propia experiencia? ¿Hoy se reconoce más ampliamente el potencial liberador que puede tener la comunicación?

Pienso que Jesús sigue teniendo razón… pero también ha dejado de tenerla. Es cierto que la critica al régimen mediático se ha vuelto redundante y hasta tautológica y empieza a ser lugar común, y también es cierto que muchas veces no sabe ver hacia los lados. Pero es igualmente cierto que hace 30 años hubo intelectuales que descubrieron los usos alternativos de las nuevas tecnologías de comunicación y anticiparon su empleo disidente y su potencial liberador… y que ese grupo ha estado creciendo. Sin embargo, aún prevalecen cegueras sobre la transición de la era de las herramientas a la era de los sistemas que habría tenido lugar a partir de los años ochenta. Pertenezco a la generación que aún se irrita y desconcierta cuando Word o Thunderbird resisten nuestra voluntad y nos recuerdan que al usar lo que aun vemos como una herramienta a nuestra disposición nos hemos incorporado a un sistema que nos convierte en subsistemas. Me asusta ver que a muchos niños y niñas les encanta ser controlados por la máquina en un videojuego. Tengo la impresión de que incluso en el uso alternativo de la tecnología de información y comunicación, no se ha tomado suficiente distancia critica de herramientas que han dejado de serlo porque ya no pueden responder plenamente a la intención del usuario.

Si por un lado los intelectuales ven con desconfianza la comunicación, desde dentro de los movimientos sociales el panorama es bien distinto.

¿Cómo lo describiría usted?

Siento aún desconfianza, ambivalencia y preocupación ante lo que seguimos llamando “comunicación”. Más allá de modas y fascinaciones impuestas, veo prácticas geniales, creativas y eficaces de las herramientas, y al mismo tiempo usos y estilos que destruyen la interacción real entre personas y grupos. Una amiga querida, de una pequeña comunidad, me llamó un día para pedirme que la ayudara a destruir su teléfono. Cuando le comenté que podía danzar encima del aparato para deshacerlo me dijo que quería impedir la posibilidad del teléfono en su casa. Corrí a verla con mucha curiosidad. “Quiero ver a mis hijos”, me dijo cuando le pregunté por qué quería hacer lo que quería. “Aprovecharon que me fui de viaje para instalar el teléfono, al que me había resistido. Desde hace semanas no vienen a verme. Me llaman los cinco todos los días y a veces hasta dos veces al día. Pero ya no me visitan. Y yo quiero verlos, tocarlos, darles de comer… Será muy egoísta de mi parte pero el teléfono nada más me recuerda lo que ya no tengo”.

He visto organizaciones y movimientos que se hunden poco a poco en un pantano de información y han dejado de hablarse o de verse. La utilidad innegable de las nuevas tecnologías, la fascinación que provocan y el descubrimiento de lo que puede hacerse con ellas hacen que muchos movimientos se dejen llevar por ellas, sin precauciones ni desconfianzas. Me gustaría ver en ellos una conciencia más clara de los riesgos que corren al entrar en ese mundo.

Hay un debate entre intelectuales que se han aproximado a la televisión y el cine hecho por indígenas y afrodescendientes. Unos opinan que las narrativas y las estéticas de esas creaciones audiovisuales deberían reflejar la alteridad de sus creadores, pero hay quienes consideran que ese tipo de producciones casi siempre tienen intencionalidades políticas que tal vez no se lograrían si las estéticas de la alteridad se sobreponen al propósito político. Dado que sabemos de su cercanía con el Movimiento Zapatista y con luchas indígenas nos gustaría saber como ve usted este debate.

He visto personas de comunidades pequeñas que se divierten como enanos al verse en un video y cómo, al verlo juntos, desatan en torno a él conversaciones fascinantes: el instrumento les hizo ver cosas que no veían. También presenciado su disgusto al observar la metamorfosis grotesca que sufren, al haber sido convertidos en objeto, así sea con los más altos fines políticos.

El sello monocultural, una cierta mirada inevitablemente subjetiva y culturalmente arraigada en la cultura de quien usa el medio, es inherente a herramientas diseñadas para la comunicación “masiva” -cuando el habla y el ojo se dirigen a una audiencia abstracta homogeneizada en el procedimiento. En ciertas lenguas indígenas no hay palabras para decir “yo hablo”; solo puede usarse un vocablo que significa “yo hablo-tú escuchas“, es decir, no se puede hablar sin interlocutor. ¿Qué hacer cuando el “tú” no está ahí, cuando cumple su función una construcción abstracta? Pueden usarse trucos. Cuando escribo invito siempre a mi mesa, en la imaginación, a ciertos interlocutores que conozco, con los cuales quiero placticar algo; me imagino que otros pueden estar interesados en esa conversación. Lo hago ahora mismo. Traje a Jesús a esta pláctica, y a Beatriz Solís, a Héctor Schmudler y a algunos más. He visto usar trucos semejantes en la producción de ciertos materiales para radio y televisión, tanto por algunos indígenas que se dedican a eso como por grupos y comunidades enteras que deciden participar juntos en esa aventura.

No es fácil escapar de formas de solipsismo colectivo que parecen insertadas en la tecnología de comunicación. Si Humboldt tiene razón y para entender una sola palabra necesito conocer el lenguaje completo al que pertenece, ¿ cómo compartir con alguien que no tiene mi lenguaje? Creo que el camino que han estado eligiendo los pueblos que no comparten la manera occidental u occidentalizada de experimentar el mundo, cuando reconocen que estamos en una situación sin precedente que nos impone la necesidad de interactuar con “otros”, radicalmente otros como condición de supervivencia, es recurrir ai arte, a la poesía, tratar de ir más allá de la propia racionalidad, trascendiéndola, a partir de la conciencia de que no se comparten racionalidades. Se trata de trascender la razón sin caer en la irracionalidad.

Tengo la impresión de que esos pueblos saben que la inter-culturaIidad es tierra de nadie, que nada hay ahí. que nadie puedo instalarse en un lugar al lado o por encima de toda cultura. Que ni siquiera podemos afirmar la diversidad de las culturas, porque eso implicaría poder compararlas con un criterio supra-cultural para decidir, desde ahí, si son o no diversas: todo lo que podemos hacer, como condición de la coexistencia armónica, es suponer que son diversas, es decir, asumir la diversidad como presupuesto de la armonía de los pueblos, como sostiene un bello texto de Raimón Panikkar (1993)- El uso de ciertos medios que están explícitamente abiertos a la interacción con “otros” debería, creo yo, tener plena conciencia de este desafio para escapar de la trampa intimista (solipsista) o la colonizadora.
En las lenguas occidentales circulan cotidianamente palabras como “mundo” que no tienen sujeto ni objeto. A nadie le preocupa usarlas a pesar de esa limitación. En lenguas como el zapoteco la palabra equivalente significa lo que está más allá del horizonte del sujeto comunal que ve del otro lado. No se pierde la condición del sujeto y el objeto tiene una caracterización explícita, en relación con sujeto, aunque sea vago o desconocido. Creo que la producción audiovisual de pueblos indígenas o afro-desccndicntes retiene esa raigambre, más allá de toda intencionalidad política.

Se habla mucho de activismo por internet, de cómo se conocen causas y noticias que los medios hegemónicos invisibilizaban, de como facilita a los actores sociales coordinar sus iniciativas y conseguir apoyo nacional e internacional, pero a la vez internet está expuesta a la vigilancia de los Estados y las grandes corporaciones, lo cual pone en riesgo a los activistas. ¿Qué papel considera usted que juega la comunicación en internet en los movimientos sociales en América Latina? ¿Vale la pena correr el riesgo de la vigilancia al usarla ?

Hace tiempo pienso que la clandestinidad es en la actualidad imposible y que estamos condenados a vivir en riesgo» incluso mortal, si queremos seguir vivos, es decir, seguir luchando, seguir afirmando nuestra dignidad y desafiando con ello todos los sistemas de gobierno, cada vez más autoritarios. Al concebir y realizar iniciativas y movilizaciones debemos estar permanentemente conscientes de que están expuestas a la escucha policiaca, se utilicen o no medios tan observables como internet. En un pequeño cuarto cerrado, la policía puede estar escuchando a distancia lo que platica un pequeño grupo de amigos. La idea de fraguar algo en secreto se ha vuelto ridícula, en particular cuando se trata de personas activas en la movilización social.

Hace unas semanas, una amiga muy querida fue acusada, según leyes antiterroristas turcas, por imágenes que habian aparecido en su fucebook. Hubo una interesante movilización internacional de apoyo; quizás miles tratamos de hacer algo. El dia del juicio el juez la exoneró de todo cargo y la dejó en libertad. Es pura especulación pensar si fue o no la visibilidad internacional del incidente lo que produjo ese resultado, porque hay miles como ella que están siendo activamente perseguidos, hayan o no usado algún medio electrónico para decir lo que dicen y hacer lo que hacen.

En mi experiencia en la base social, en los barrios y en los pueblos, la “información” de lo que pasa no está colgada de los medios; la gente común no es la que ve los noticieros…salvo cuando alguien recomienda ver algo en particular, un gran desastre o lo que sea… Todavía tienen otras fuentes más confiables para enterarse de lo que pasa… o ignorarlo por completo, como ocurre a menudo. La gente de afuera se sorprende a menudo de ese nivel de “desinformación”, que es como llaman a la condición de vivir fuera del planeta creado desde arriba y proyectado en los medios.

Dicho todo esto, que parece evadir la pregunta* pienso que la interacción a través de internet ha estado resultando muy útil para la movilización social en América Latina, y que sus ventajas y contribuciones superan sus riesgos. Simplemente hay que saber lo que se está haciendo con plena conciencia del contexto, ¡lo que es una bobada, algo aconsejable para hacer cualquier cosa!
La mayoría de las personas cuando escuchan la palabra comunicación. incluso en las ciencias sociales. siguen asociándola con lo mediático, pero por nuestro acercamiento a diversas movilizaciones sociales y a la obra de Jesús Martín-Barbero, quien ha hablado de mediaciones y prácticas comunicativas, nos hemos dado cuenta de que la comunicación cara a cara, las prácticas cotidianas y las comparticiones de palabra son igualmente importantes. ¿Cuáles podrían ser los objetivos de las diferentes movilizaciones sociales con esas distintas modalidades de comunicación? ¿Deberían privilegiar una de ellas a sabiendas de. la gran saturación en la oferta de esos canales de comunicación mediática?

Sentí que el de la comunicación era territorio minado y traté de abandonarlo» hace casi 30 años, al entenderlo como una forma de adoptar un código común… impuesto. Podemos lograr comunicación perfecta entre nosotros ante el signo pi. si lo conocemos, o ante muchos términos técnicos; está en esto la huella de los primeros usos modernos de la palabra, en el siglo XIX. cuando empezó la “comunicación científica” como intercambio de signos entre expertos. Por eso Jaime Goded decía que “gobernar es comunicar”: quien gobierna debe tener a todos enchufados en un código común, el de las leyes e instituciones pero también el de los líderes, los partidos, el alfabeto, los video tipos y todo lo demás. Eso está en la naturaleza del poder político. Cuando se le pierde. es decir, cuando la gente deja de hacer lo prescrito por ese “código Común”, los gobernantes tienen que recurrir a la policía. Este principio es la base de toda la publicidad comercial, como se ha examinado hasta el cansancio.

Algunos gobernantes han invertido el dictum del comunicólogo Goded. Piensan que “comunicar es gobernar”. Creen estar gobernando cuando usan masivamente los medios. Es cierto que así se construyen en la actualidad los códigos comunes que permiten el gobierno, pero no debe confundirse una cosa con otra. Los medios no sustituyen la gestión de gobierno. En sus primeros dos años Peña Nieto invirtió casi 1,500 millones de dólares en publicidad, por los medios convencionales, para fortalecer su imagen y convencer a todo mundo de la validez y ventajas de sus ‘reformas estructurales”. Tiene el índice de popularidad más bajo de la historia del índice y la mayoría de la población sigue viendo a las reformas como amenazas, en muchos casos cumplidas.

Pienso que no hay comunicación cuando nos hablamos, nos tocamos o nos sonreímos. Un beso no es un signo de interpretación única, no es un “código común*. No veo razón para reducir todas las formas de interacción entre las personas y grupos al término “comunicación”, cayendo en el síndrome de Humpty Dumpty cuando propuso a Alicia un lenguaje en que cada palabra significara lo que la persona que la usara quisiera. Cuando Alicia pregunta cómo nos entenderíamos en esas circunstancias, Humpty responde: “Lo importante es quién tiene poder aquí”.

No digo esto para reabrir un debate confuso, y quizá muerto, sobre ‘la comunicación’. A partir de la conciencia de que las palabras son símbolos me preocupa que se les transforme en códigos, operación que debemos confinar al uso de términos técnicos para ciertos propósitos. Trato de vivir en interacción viva y directa con los demás y uso para propósitos específicos otras formas de interacción. Una de ellas es construir en común, con otras personas y con grupos y organizaciones, códigos para la acción, lo que es a menudo la clave para concebir y realizar las movilizaciones que nos hacen falta. Códigos que movilizan por las condiciones de su aparición, como la fotografía del Che y el Basta ya! de los zapatistas, pueden convertirse en signos sectarios o elementos de propaganda comercial.

Más que nunca debemos estar conscientes de lo que significa movilizarse. En la masa la gente pierde su movilidad» esa condición que la hace más móvil de lo que es, dándole la libertad de un bailarín, la presencia de ánimo del futbolista, el factor sorpresa del guerrillero. Dice bien Rnzenzbergen:
quien considera a las masas como objeto de la política no logrará movilizarlas; solo logra darles órdenes. Un paquete, por ejemplo, no tiene movilidad; solo se le envía de un lugar a otro. Las concentraciones de masas, las marchas y los desfiles inmovilizan a la gente. La propaganda que no da rienda suelta a la autonomía, sino que la paraliza, sigue el mismo patrón. Conduce a la despolitización <1992).

Aunque se nos ha construido como individuos y somos individualizados con toda suerte de presiones, seguimos siendo personas, nudos de redes de relaciones concretas. Como nunca, necesitamos activar esos nudos y esas redes para entrelazarnos con otrxs. La materia inicial y constante tiende a ser la amistad, la actitud empática y gratuita entre esos nudos, que entremezclan ideas y prácticas al descubrirse en una condición común, en la opresión común, en la resistencia común, para formar nuevos ámbitos de comunidad. Se constituyen así bandas, tertulias, grupos, organizaciones, etc. que adoptan las más diversas formas, para los más distintos propósitos y en las más variadas condiciones. Se afirman en la comunalidad, que permite dejar atrás el aislamiento enfermizo del individualismo competitivo. Tienden a mantener con rigor su escala humana: son por naturaleza pequeños. “Es el desmantelamiento de lo grande.” como dice Arundhati Roy: “grandes bombas, grandes presas, grandes ideologías, grandes contradicciones, grandes héroes, grandes errores. Quizá estamos ya en el siglo de lo pequeño” (1999» P-12).
En el campo minado sobre el que discutimos aquí, mantener la noción de escala puede ser el desafío principal.

La crítica al mito del desarrollo que iniciaron activistas e intelectuales como usted, Arturo Escobar y Vandana Shiva ya tiene casi tres décadas y ha circulado ampliamente en entornos académicos y entre algunos movimientos sociales, pero parece que el desarrollo sigue todavía alentando acciones estatales e incluso los sueños de muchos actores sociales en América Latina. ¿A qué le atribuye usted la perduración del atractivo de ese mito? Y ¿tiene la comunicación algo que ver?

Cuando el equipo del presidente Truman seleccionó la palabra ‘desarrollo* y acuñó la de subdesarrollo’ no fue como el burro que tocó la flauta: hicieron bien su tarea. Escogieron una palabra de sólida tradición y arraigo, tanto en el mundo letrado como entre los legos. Lograron empacar el designio hegemónico norteamericano y una herramienta de lucha contra el comunismo en una propuesta teórica y filosófica de Marx que incluso los anti-yanquis aceptaron.

En América Latina, numerosos intelectuales y dirigentes políticos contribuyeron a enraizar el término, al tratar el ‘subdesarrollo’ como algo real, una condición objetiva, cuyo origen podía rastrearse. Los teóricos de la dependencia, mucho más que la Alianza para el Progreso, el Programa del Punto Cuatro y otras campañas norteamericanas, contribuyeron a acreditar y legitimar el término y con él una orientación política que todo lo reducía a llegar a la meta propuesta: conseguir el desarrollo, una meta que incluso sustituyo a In justicia en la definición del socialismo “real”.
Creo que fue válido el obituario que escribimos hace 25 años: el mito está muerto. El discurso que lo rodeaba es ya insostenible y la palabra, que carece de toda denotación técnica pero sigue llena de connotaciones, se usa para cualquier cosa: la parte media de una partida de ajedrez, el despertar de la mente de un niño o la expansión del pecho de una quinceañera. La empresa del desarrollo, sin embargo, y la lógica que la configura, la del capitalismo, no han muerto aún. Podemos asociar lo que hoy significa desarrollo con tres “Sachses“:

-Con Goldman Sachs, la empresa de inversión de Wall Street, cuyos departamentos corresponden casi exactamente a las orientaciones de política del desarrollo de los años cincuenta y se concentra ciegamente en el “desarollo” para encubrir lo que en rigor debe llamarse capitalismo salvaje. Esta es la mentalidad y la orientación dominantes en los gobiernos de todo el mundo, incluso los que se pretenden “progresistas”, y en las instituciones internacionales.

-Con Jeffrey Sachs, un fanático neoliberal que contribuyó a destruir los dispositivos estatales de Bolivia y Polonia. Sufrió en el camino una epifanía moral y llegó a la conclusión de que esos aparatos que odiaba debían utilizarse para ayudar a los pobres creados por el capitalismo. Para salvarlos, era preciso ocuparse directamente de ellos, sin esperar al famoso “efecto cascada”, y así combatir la inestabilidad social que causan. Nadie, sostiene Sachs, está a favor de la malaria o el SIDA. Un grupo de artistas y personas prominentes respalda su campaña, que puede llamarse capitalismo filantrópico y retoma la tradición de los años setenta, cuando la OIT y el Banco Mundial propusieron concentrarse en las necesidades básicas, en vista de que la metas del desarrollo eran imposibles. Este enfoque corresponde claramente a las famosas metas del milenio y ha generado instrumentos de política pública particularmente dañinos.

-Con Wolfgang Sachs, que fue el editor del Diccionario del Desarrollo que elaboramos cuando Iván Illich invitó hace 25 años a un grupo de sus amigos a conversar sobre el tema “Después del desarrollo, ¿que?”. Se habìa empezado a hablar de posdesarrollo.

En 1985, cuando la Sociedad Internacional para el Desarrollo me invitó a participar en un panel sobre el futuro de los estudios del desarrollo en su gran conferencia en Roma, propuse buscarlo con la arqueología, solo una mirada arqueológica podría explorar las ruinas que había dejado el desarrollo; ya no lo veíamos en nuestro presente y mucho menos en nuestro futuro.

Es cierto que todavía hay millones que siguen luchando para ser “incorporados” al desarrollo, es decir, por alcanzar las condiciones que definen la forma de vida de la clase media norteamericana; hay miles de migrantes centroamericanos que enfrentan toda suerte de penalidades y riesgos al cruzar México para alcanzar el “American dream“. Pero un número creciente de personas, que nunca han leído el “Diccionario“, resisten cada vez más los proyectos y políticas que aún se asocian con el desarrollo y se caractirizan por el despojo, lo que se ha estado llamando extractivismo en la América Latina. Solo quieren vivir bien y conservar, en sus propios espacios, sus propias tradiciones para hacerlo. El desarrollo no es ya para ellos un mito movilizador y experimentan cada vez más el discurso del desarrollo como una amenaza.

¿Puede, por favor, hablarnos sobre la comunicación en Unitierra, Oaxaca ¿qué hacer? ¿Qué papel desempeña la comunicación en trabajos como los seminarios, la radio, el video, la cooperativa “El Rebozo” y la editorial?
Cuando empezamos, hace unos 15 años, muchos jóvenes indígenas se mostraron interesados en aprender “comunicación popular”. Conforme al principio que adoptamos desde que nacimos, el de aprender haciendo, en su primer año con nosotros esos jóvenes aprendían a producir programas de radio, hacer videos, diseñar e imprimir panfletos y algunas otras cosas, mientras leían, según sus preferencias, libros y otros materiales que dejábamos por ahí a su alcance. Todos ellos destruyeron esa especie de currículo. Cada uno se estacionó en cierta actividad y no le interesó aprender las otras. Hasta donde sabemos, todos ellos siguen haciendo cada vez mejor y en formas y contextos cada vez más complejos, lo que aprendieron en su paso por Unitierra.

Estamos enteramente inmersos en el movimiento social oaxaqueño. No tenemos una agenda propia: seguimos las que la gente marca. Desde dentro, en 2006, participamos en el sociomvto que llegó a llamarse “la comuna de Oaxaca“, cuando cerramos todas las oficinas de gobierno, dejó de haber policía -hasta para el tránsito y la ciudad estuvo en nuestras manos por cinco meses. Jóvenes de Unitierra estaban en aquel tiempo aprendiendo a usar sus cámaras y les tocó en suerte estar en la plaza central de la ciudad cuando se prodigo la represión policiaca contra los maestros en plantón que el 14 de junio de 2006 desató el movimiento. Editaron sus imágenes en un disco que circuló por la ciudad en miles de copias piratas. Fue una forma de compartir el incidente que contribuye a explicar lo que pasó en los siguientes días.
Como en toda guerra, la información fue pronto dada de baja, Un grupo de estudiantes decidió, junto con nosotros, reunirse en nuestras oficinas todos los días a las cuatro de la tarde para compartir lo que habían podido registrar en cámaras y grabadoras en el curso del día, al participar en marchas, realizar entrevistas o cualquier otra cosa. A las seis subíamos todo el material a una página de internet –oaxacalibre-. que pronto se convirtió en el mejor punto de referencia para saber lo que pasaba.

Nos tocó la fortuna de contribuir a instalar 25 radios comunitarias y formamos parte del impulso que las sigue multiplicando. Desde hace diez años lanzamos panfletos y libros a través de Ediciones ¡Basta! y de la Palapa Editorial “El Rebozo”, una cooperativa autónoma vinculada recientemente a Unitierra. Producimos Radio Tlayuda, donde, además de decir lo que queremos decir, aprenden con nosotros a producir radio jóvenes que forman parte del movimiento de radios comunitarias. Cumplió ya quince años un encuentro semanal que actualmente se llama “Conversatorio Caminos de la Autonomía en Tiempos de la Tormenta” en donde examinamos la cambiante coyuntura, y nos hemos trazado una agenda de estudio y reflexión para entender lo que pasa e intercambiar experiencias de construcción del mundo nuevo.

En las iniciativas que hemos lanzado, como “Sin maíz no hay país*, América profunda” y “Regeneración cultural“, o en aquellas en que contribuimos con muchos otros, como el Foro Oaxaqueño del Agua, Tejiendo Voces por la Casa Común, la Campaña Nacional por la Defensa de la Madre Tierra y el Territorio y otras más, tanto locales como nacionales e internacionales, utilizamos muy diversos medios para informamos mutuamente, compartir experiencias, reflexiones o llamados, convocar a encuentros y diálogos o difundir saberes y aprendizajes.
No sabría decir si en todo eso tiene un papel la comunicación.

NOTAS:
1) Arturo Guerrero Osorio {Ciudad de México, 1971). radialista, docente e investigador de lo propio, desde la comunalidad.

2) La palabra comunalidad fue acuñada independientemente por Jaime Martínez Luna (zapoteco) y Floriberto Díaz (mixe) para expresar la forma de ser en comunidad (Maldonado, 2021)


fuente: https://www.academia.edu/36699503/Gustavo_Esteva_Trascendiendo_el_codigo

Referencias bibliográficas

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Zibechi, R. (2015). Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias. Colombia. Ediciones desde Abajo.


Otros enlaces relacionados:

Video Gustavo Esteva
https://youtu.be/9R1g4uiyxS8

Gustavo Esteva 2015
https://youtu.be/Q7NM8SYdT-Q

Universidad de la Tierra Oaxaca: Videos https://www.youtube.com/@universidaddelatierraoax.4854
Mira també:
https://unitierraoax.org/
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2023/01/22/mexico_unitierra-oaxaca-conversacion-con-gustavo-esteva/

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