Electrosmog de antenas y radares, el verdadero «cambio
climático» que apoyan los gobiernos
https://davidrey.com.ar/electrosmog-de-antenas-y-radares-el-verdadero-cambio-climatico-que-apoyan-los-gobiernos/https://davidrey.com.ar/electrosmog-de-antenas-y-radares-el-verdadero-cambio-climatico-que-apoyan-los-gobiernos/
Entrevista a Carlos Avellaneda, experto en radiaciones: "Plantear
nuestra existencia como dentro de un horno microondas no es exagerado
sino que peca de limitante. La contaminación electromagnética se ha
incrementado a un nivel irrazonable".
Nov 21, 2022
Contaminación electromagnética, el verdadero "cambio climático" del que no habla la Agenda 2030
Escribe: David Rey
Si durante los años de circense pandemia -mientras mucha gente se
fundía económicamente por no ser “esencial” y mientras un padre
no podía entrar a una provincia para darle el último adiós a su
hija a punto de morirse de cáncer- aprovecharon para llenar las
ciudades de “esenciales” antenas 5G, no resulta menos preocupante
lo que pueden hacer ya sin disfrazarse de “sanitarios”. En fin,
si algo le faltaba a una ciudad para convertir su atmósfera en un
verdadero smog electromagnético era atravesarla por un rosario de
radares. Es el caso de la ciudad de Rosario -la segunda más
importante de Argentina junto con Córdoba-, donde la gestión
municipal del intendente Pablo Javkin tiene tres
grandes objetivos por los cuales no fue votado en absoluto para
ocupar su cargo: hablar en lenguaje inclusivo, vacunar con un
experimento a todo el mundo y radarizar toda la ciudad.
Claro que, si durante la farsa del Covid todo el mundo estaba
preocupado por no contagiarse un virus inexistente, ahora todos
deambulan cautos y sigilosos con tal de no tener que pagar una multa
de la madona por ir a más de 40 kilómetros por hora en medio de una
avenida. Lo cierto es que, en realidad, ni a unos ni a otros, ni a
los de ayer ni a los de hoy, les importa lo importante: la forma con
que estas medidas absurdas han afectado y afectan lo único que
tienen para seguir adelante, es decir, su salud. Más preciso, la
manera con que el entorno (el miedo, la soledad, la resignación e
-infaltablemente hoy- las microondas) pueden enfermarlos e, incluso,
acelerar la manera con que se despiden de esta vida, algo que le
allana el camino al cacareado propósito despoblacional de la bendita
Agenda 2030. DAVIDREY.com.ar consultó a un
especialista en radiaciones, el cual no dudó un solo segundo: “Hoy
no solo que no es exagerado plantear nuestra existencia como dentro
de un horno microondas, sino que -en ciertos ámbitos- peca de
limitante”.
Carlos Avellaneda es experto en radiaciones, pero
antes que eso es un rosarino despierto, aunque esto parezca un
oxímoron. En 2012 empezó su lucha concienciadora sobre el impacto
en la biología y la salud de las personas de la inconsulta e
indiscriminada colocación de antenas para celulares. “Hoy las
ondas de irradiación, las que se usan para transportar información
[internet], tienen mucho más poder de penetración que en un
origen”, aseguró a este medio, para recalcar que “la
contaminación electromagnética se ha incrementado a un nivel que ha
superado lo razonable”, al punto de comparar su efecto “devastador”
con una lluvia de glifosato. Pero, como hace una década, Avellaneda
insiste con lo mismo: “El saber, hoy, es el recurso fundamental
para estar tranquilos y no entrar en pánico”, dijo, al mismo
tiempo de señalarnos la mira que apunta directamente sobre nuestras
frentes, “son armas que antes se usaban solo en el campo militar.
Ahora están en el civil”.
Nadie sabe nada
La verdad es que la gente no sabe que un radar es un aparato que,
para detectar la velocidad en que transita un vehículo, tiene que
emitir un haz de microondas que determine el tiempo en que va, toca
el objetivo y vuelve a la base. Ese haz afecta indiscutiblemente toda
la biología que se le interponga sin que nadie se dé cuenta, aunque
poco a poco uno se haga cada vez más sensible a los campos
electromagnéticos, para concluir con el denominado Síndrome de
Electrosensibilidad Severa, condición a partir de la cual ya no
podrá tolerar la presencia de campos electromagnéticos por pequeños
que sean, es decir aquellos que antes sí podía tolerar. Podría ser
inocuo hacerse un viaje de Pueblo Esther a Villa General
Belgrano y pasar debajo del “aura” de dos o tres radares
repentinos… Pero, vivir toda tu vida dentro de una ciudad
radarizada, pasar cinco o seis radares todos los días de tu vida
para ir a trabajar… y otros cinco o seis para volver a tu casa…
Es algo que tendría que, al menos, llamarnos la atención.
El horno microondas no calienta la comida por arte magia, ojo.
Realmente no es mágico. Es técnico. Más que técnico, es bélico.
Y, más que bélico, es electromagnético. Descubierto durante la
Segunda Guerra Mundial, las microondas producían una alteración en
las moléculas de agua que permitía la rápida cocción de los
alimentos… Y el caso es que, justamente, las personas somos 70%
agua. Avellaneda asegura que los efectos de la irradiación en la
biología son indisimulables: “La naturaleza del radar, más allá
de las mejoras, no cambió en absoluto. Está basado en emitir
microondas y esperar el rebote o el reflejo de las mismas, y de ahí
considerar los tiempos de emisión y recepción. Aunque hay un
detalle importante: se utilizan varias bandas de frecuencias, pero
mientras que las frecuencias que utiliza un horno microondas son de
2.4 GHz, la que utiliza un radar de uso civil es de 10 o de 13 GHz”
(las antenas 5G pueden irradiar frecuencias de hasta 86 GHz).
Para reforzar esta peligrosa apreciación, Avellaneda indicó a
DAVIDREY.com.ar que “los radares de uso
aeronáutico o naval son muy restringidos en el sentido de que cuando
uno está funcionando en un aeropuerto está prohibida la circulación
de personal de la planta”. El caso es que ahora acaban de atiborrar
indiscriminadamente las calles de la ciudad de Rosario con 70 de
estos “aparatitos”, colocados -en algunos tramos- cada dos o tres
cuadras y preferentemente en los semáforos, de modo que el conductor
no solo que debe pasar obligadamente debajo de uno o varios sino,
además, frenar y exponerse a la irradiación lo mismo que esa comida
que recalentamos en un horno microondas. Quien firma este artículo
ha llegado a contabilizar hasta ocho radares en el tramo que realiza
para regresar a su casa una vez terminado el trabajo, al punto de que
realizar un trayecto alternativo libre de estas microondas constituye
una travesía verdaderamente imposible.
No solo un dolor de cabeza
El experto en radiaciones, no obstante, va un paso más allá de
lo estrictamente comprobable. “Nadie puede asegurar que las ondas
electromagnéticas no interaccionen con la biología”, dijo. “La
realidad es que cuanto más se investigó, aparecieron mayores
problemas biológicos, al punto de que fue insostenible plantear como
inocuo el uso de las microondas. De inocuo no tiene nada”. En
definitiva, la vida dentro de un “electro-smog” nos puede deparar
algo más que “un dolor de cabeza”.
En este sentido, Avellaneda precisó que “los experimentos
comenzaron hace varias décadas. Un pulsito eléctrico podía
transformar el estado anímico del primate. Esto es lo que se conocía
superficialmente. No era un secreto. Pero las técnicas actuales,
mucho más complejas, no llegaron para experimentar, sino que
trajeron toda una intencionalidad muy vinculada con el estudio de la
conducta humana. Es extremadamente necesario saber que hoy lo que se
está implementando con tecnologías de microondas, patentadas (es
decir, que funcionan), anteriormente se conocían como armas
electromagnéticas. Armas que disparan pulsos de microondas. Son las
famosas armas de disuasión. Hoy estamos utilizando tecnologías de
uso bélico. Esto dejó de ser ficción y dejó de estar en campo de
la conspiranoia como le llamaban antes”.
En rigor, el incremento indisimulable de infartos y muertes
repentinas, como las curiosas “estampidas” que están de moda y
que en lugar de asfixias y quebraduras expuestas nos depara un
paisaje con cientos de personas resucitando infartados (como acaba de
ocurrir en Corea de Sur), abona esta observación. Evidentemente, hoy
la cuestión pasa por algo mucho más complejo que controlar la
voluntad de las personas como en un pasado se logró, mediante
experimentación, con animales. Al tiempo que los gobiernos del mundo
marchan leales al propósito de reducir la población de cara a 2030
(ya no es un misterio la baja en la natalidad, como tampoco el
incremento “inexplicable” de la tasa de mortalidad -sobre todo en
aquellos lugares del mundo donde más se aplicó la “vacuna”
contra el Covid), por otra parte, ya comienza a hacer hablar al mundo
científico el aumento “alarmante” de infertilidad en personas,
ya sea tanto en la capacidad gestacional de las mujeres como en la
disminución de la cantidad y la calidad de los espermatozoides en
los hombres, lo cual nos adelanta una “crisis inminente”, tal
cual lo consignó el sitio IntraMed.
Son como soldados
Antenas 5G, grafeno hasta en la sopa, luces ultravioletas, radares
por donde mires, millones de pesos invertidos para “vacunar” a
todo el mundo, aviones que constantemente dejan su estela misteriosa
surcando todo el cielo… Pero, ¿acaso las mismas personas que
organizan todo esto no están también sometidas al mismo peligro que
el resto de la población? ¿Por qué lo harían? “Es una pregunta
fácil de responder”, contestó Avellaneda, como si hubiera estado
esperando este momento. “Los organizadores no organizan nada. Son,
simplemente, personas que actúan. Responden a ideas no
propias, nada más que eso. El mismo criterio de no
identificar a quien responden, hace que quede anulado el hecho de
identificar a quienes están dañando. Y si les afecta a ellos, es
como que ya están entregados. Son como soldados. Nuestros dirigentes
están en ese ámbito: solo responden a la orden sin saber su origen
ni las consecuencias”.
En rigor, y a favor de nuestros dirigentes, podríamos decir que
muchos de ellos permanecen inmersos en la misma ignorancia que la
mayoría de las personas, de ahí, entonces, la irresponsabilidad con
que ejecutan un plan con fines nocivos para el ser humano, y la doble
responsabilidad que tienen muchos divulgadores no solo en transmitir
nuestras preocupaciones sino, además, en la capacidad de saber cómo
dosificar tanta información que resultaría sumamente novedosa para
el resto de las personas. “El primer paso es comenzar a generar y a
gestionar la consciencia, y transformarla en objeción de
consciencia, que ya tiene valor jurídico”, indicó Carlos
Avellaneda.
En una época donde se habla de contaminación todo el tiempo en
función de forzar un cambio de vida de cara al año 2030, con muchas
menos personas en el mundo y mucho más dominados que ahora, pero
donde inexplicablemente se omite referirse a la contaminación
electromagnética que se promueve sin pausa alguna, bien haríamos en
preguntarnos si, en realidad, no es este el verdadero cambio
climático que, en lugar de evitar, se intenta instaurar de la forma
que sea.
Escuchar entrevista (para ver, al principio de esta
página):
Antenas Y Radares, Los Verdaderos Responsables Del Cambio Climático
|