Parece que el sarcasmo ha entrado en "la escuela de incendios", el profesor nos da la "bienvenida" y nos prepara anticipando "una nueva era de incendios forestales". Su segundo apellido y dedicarse al "cambio global", son las partes complementarias del sarcasmo. Si no fuera real, hasta parecería que se están burlando en nuestras narices.
Habría que informar a este profesor que sin incendios, esas preocupaciones por las dolencias de salud pública provocadas por ellos, no existirían y por tanto no sería lo prioritario. Es cierto que es alarmante el efecto inmunodepresor de la inhalación de humos, tanto como el efecto nocivo que produce la misma explotación laboral o la vida en precario, pero de estas cuestiones ni se acuerdan y no nos recuerdan que también es preciso erradicarlas.
Estoy de acuerdo con "bumberillu", el fuego, dirigido por el viento y mantenido por la temperatura de la tierra, se detiene porque devora todo lo que encuentra a su paso hasta que ya no queda nada más que arrasar. Las actuaciones de forestales, bomberos y toda suerte de recursos, son encomiables y no se pueden subestimar, pero no suele ser lo que acaba determinando la extinción del incendio en un bosque. Solo hay que recordar el papel principal que juegan el viento o la lluvia en la extinción o su expansión.
El abandono de los entornos naturales por parte de ayuntamientos y todo tipo de administraciones, es determinante, pues el fuego tiene todo el combustible posible, como para mantenerse activo por tiempo indeterminado y alcanzar proporciones desconocidas hasta hace un tiempo.
Antaño, cuando todavía había vida y alegría en las zonas rurales, lxs lugareñxs se encargaban de no dejarle espacio al fuego. A medida que paulatinamente se fueron despoblando y abandonando los pueblos, los ayuntamientos prefirieron invertir las recaudaciones de impuestos en destruir los montes, en vez de cuidarlos y en ser parte del espectáculo turístico.
Es así cuando, tras emigrar a las grandes ciudades y conseguir cierta estabilidad económica, que se crean numerosos planes urbanísticos en espacios naturales, urbanizando, "legal" e "ilegalmente", gran parte de la costa y paulatinamente muchas zonas de montaña, para segundas residencias, complejos hoteleros y estancias o villas turísticas y vacacionales e incluso multitudinarias actividades deportivas y de ocio.
Los entornos naturales han soportado el peso de una masificación explotadora descontrolada y desenfrenada, que se ha desplazado hasta los territorios antes salvajes, dejando a su paso un paisaje poblado con sus basuras y desperdicios. Los masificados desplazamientos vacacionales, son un tremendo negocio que enriquece a numerosos sectores productivos y empresariales que, ávidos de codicia, han dejado que se exprese su desmesura con el apoyo institucional de las administraciones, cómplices necesarias para tal desatino.
Nuestra cultura, sostenida desde un sistema de acumulación capitalista y productor de infinitas opresiones y falsas necesidades, hace miles de años que ha dado la espalda a la naturaleza. Y ese es un camino muy complejo para desandar si no existe una mínima conciencia y empatía hacia las múltiples formas de vida, algunas mucho más antiguas que las de los seres humanos.
Y esa conciencia que nos hace sentir una parte más de la naturaleza y no su "dios" vengativo y dominador, necesita desprenderse de actitudes como el individualismo o el sentimiento de propiedad. Alguien puede decidir ser eremita, pero nuestra condición humana es social por naturaleza y eso lo hemos olvidado creando diversas estructuras de jerarquías, que desarrolla la peor versión de la ambición.
La cultura en la que hemos crecido y fortalecido, ha promovido desde su origen, la creación de grandes ciudades y cuanto más grandes, más recursos se han destinado para extenderlas mucho más. Esas políticas de las megalópolis, es lo que ha empobrecido los entornos rurales acaparando sus recursos naturales, provocando la huída de los habitantes de pueblos por la falta de oportunidades y recursos, hacia las grandes ciudades que lo acaparan y devoran todo.
Por lo general, en las ciudades tenemos una falsa e idealizada concepción de la vida en entornos naturales. No es fácil decidirse a abandonar las "comodidades" consumistas de las grandes ciudades, por lugares en los que apenas hay comercios, servicios o lugares para el ocio. Sin embargo fantaseamos con ideas muy bucólicas y desacertadas cuyo romanticismo desaparece inmediatamente cuando te encuentras limpiando un bosque o un pequeño terreno en la montaña, o abriendo un grifo del que no sale agua si últimamente no ha llovido.
La publicidad en toda esta idealización, cumple la perversa función de hacernos soñar con la idea de algún recóndito paraíso. Nos hablan de un remanso de paz y tranquilidad que bruscamente se ve alterada e interrumpida, cuando oyes los gritos constantes de tus vecinxs más cercanxs o los motores y portazos de sus vehículos. Recuerdo que un compañero que se dedicaba a la ganadería autóctona, me decía que ellxs sabían siempre cuando llegaban "els pixapins", nombre que utilizaban para referirse a los urbanitas, pues encontraban desmontadas las cercas que tenían para evitar que las vacas fueran a la carretera, o les oían gritar mientras se divertían en los terrenos que tenían en barbecho. Eso en los mejores casos, pues también entraban con sus vehículos 4X4, como si los campos fueran circuitos de competición o se bañaban en las balsas de agua que recogían para regar los huertos y dar de beber al ganado e incluso algunos colocaban tumbonas para tomar el sol, mientras sus hijxs gritaban mientras jugaban al escondite o a la pelota.
Sinceramente, los seres humanos nos hemos convertido en la plaga más perjudicial de este planeta y nuestra extinción es necesaria para su supervivencia. Eso, o tomar conciencia de que nada es nuestro y que debemos de preservarlo para que quienes nos precedan, aprendan también a vivir con la naturaleza y ser una parte más de ella.
Estoy completamente de acuerdo que "la continuidad de los bosques es necesaria", es más, diría que urgentemente necesaria. Disponemos de elementos tan indispensables como el agua porque los árboles forman parte fundamental de su ciclo. Sin árboles, el ciclo del agua se quiebra, y no podemos olvidar que el agua es vida, de ahí que las misiones espaciales de las grandes potencias económicas, busquen con tanto interés agua en otros planetas, quizás porque ya han puesto fecha de caducidad para este y lo llevan hasta su agotamiento.
Territorios con reservas de agua tan importantes como los del Amazonas, están perdiendo parte de la humedad a causa de las grandes deforestaciones y numerosos incendios provocados, para el beneficio de las industrias madereras o para que los grandes terratenientes y las multinacionales los utilicen en su ganadería o agricultura intensiva y transgénica y sus industrias extractivistas que, además, necesitarán de infraestructuras viarias para el transporte de sus mercancías, provocando una enorme y profunda herida a la selva y la extinción de sus pobladores, algunos de ellos parte de los pueblos conocidos como "no contactados".
No es la sequía la principal responsable de crear las condiciones idóneas para el fuego, sino la deforestación la que hace que el terreno se seque y alcance temperaturas más altas de las habituales y no se reproduzcan las lluvias necesarias para mantener la humedad de los bosques. Cuando el ciclo del agua deja de producirse y aparece el ciclo de la desertización y la permanente devastación que lleva al proceso del cambio climático.
Los incendios, el cambio climático, la sequía, etc..., todos son consecuencias de la actividad humana, principalmente la industrial, todas aplicadas desde la lógica acumulativa capitalista. El profesor alerta de unas consecuencias y, aunque no acierte plenamente en la exposición de los incendios, sólo alude de pasada y sin entrar en detalle, en que "el problema de los incendios" es "humano, social y económico".
Efectivamente, más allá de la inoperancia de medios para la extinción de los incendios, lo fundamental para evitar que se sigan produciendo, es acabar con el capitalismo y sus lógicas productivistas y devastadoras, siendo conscientes de que es preciso cambiar nuestras relaciones con la naturaleza y los seres vivos que habitan en ella. Si lo conseguimos y se produjera algún incendio, probablemente no encontraría la complicidad sistémica contra la naturaleza y se extinguiría con mucho menos esfuerzo y un menor derroche de recursos.
De la misma manera que no podemos permitir que los gobiernos dirijan nuestras vidas, tampoco deberíamos consentir que gestionaran las emergencias que ellos mismos crean. Ya hemos visto las disparatadas medidas que aplican y como protegen siempre los intereses de las grandes corporaciones, sin importarles demasiado nuestras vidas. El pensamiento neoliberal sostiene que las vidas de lxs trabajadorxs, pueden ser reemplazadas y sustituidas, las de las grandes corporaciones o las multinacionales, no. Y para sostenerlo, invierten lo preciso y necesario para domesticarnos.
Alimentar el fuego para que arda el capital, es la principal medida contra el avance del cambio climático y todas las amenazas que penden contra la naturaleza y las vidas que dependemos de ella. |