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La guerra como solución final
17 abr 2022
No a la Guerra.
Ni Rusia, ni la OTAN.
Ni el tirano Putin, ni el payaso Zelenski o el burócrata Borrell.
LA GUERRA COMO SOLUCIÓN FINAL

No a la guerra. Ni Rusia, ni la OTAN. Ni Putin, ni Borrell. No a la guerra significa no tomar bando por ninguno de los adversarios enfrentados. Al ciudadano de ayer, hoy indigente porque le han destruido la casa, asesinado a sus familiares y dejado sin papeles, ni trabajo, ni ciudad, le da igual que el verdugo haya sido pro ruso o pro ucraniano. No a la guerra.

No hay guerras justas o injustas. No hay guerras de agresión o defensivas. Sólo hay guerras irracionales de destrucción masiva. E1 1 % de la población mundial concentra la mitad de la riqueza total producida en el planeta. La desigualdad no para de crecer. Esa guerra social por la igualdad y el reparto equitativo de los recursos es la guerra de clases.

El capitalismo se ha convertido en un sistema OBSOLETO. El capitalismo ha entrado en una fase de decadencia, y la actual crisis tiene un carácter estructural. No estamos ante una clásica crisis de sobreproducción. Se da, hoy, una crisis del proceso de valorización del capital y, por lo tanto, de las relaciones de producción capitalistas, que no garantizan ya la reproducción de la fuerza de trabajo. Aparece un enorme ejército industrial de reserva (global) a causa de la insuficiente absorción de la fuerza de trabajo en el proceso de producción capitalista. La tasa de plusvalía es cada vez menor y tiende a decrecer.

La economía real es sustituida por una economía virtual, fruto de una enorme especulación financiera descontrolada y desregularizada, que provoca un abismo insalvable con la economía productiva, con el consiguiente riesgo de crisis financieras y depresión económica.

Irrumpen las guerras imperialistas por el control de los mercados, de las fuentes de energía, de las materias primas y unos recursos naturales limitados. La guerra emerge como solución económica inmediata a la crisis de la demanda, esto es, la guerra entre potencias como única solución a las crisis internas de todos los protagonistas enfrentados. La tasa de plusvalía es el motor del sistema capitalista; un motor que se ha averiado.

La masiva destrucción de mercancías, fábricas, ciudades, países y población suponen un reinicio o “reset” del sistema capitalista, que en la posguerra ve cómo se ha restablecido la tasa de plusvalía. El motor del sistema vuelve a funcionar.

Las élites capitalistas, tanto en Rusia como en Estados Unidos y Europa, ya tienen la solución preparada. No se trata de ninguna novedad, pues el capitalismo ha resuelto sus últimas grandes crisis con un recurso infalible: la guerra mundial.

La crisis de 1875 se resolvió con la Primera Guerra Mundial, la crisis de 1929 se solventó con la Segunda Guerra Mundial, y la de 1973 lo hizo con una auténtica guerra social, una ofensiva neoliberal, jalonada por dictaduras militares en Chile, Argentina y un largo etcétera, complementada por la ofensiva militar y política que llevó al colapso del bloque socialista y encendió definitivamente el polvorín de Oriente Medio.

La Tercera Guerra mundial se fragmentó en una miríada de conflictos bélicos menores de carácter local: Palestina, Israel, Corea, Vietnam, Indonesia, Congo, Ruanda y Burundi, Etiopía, Somalia, Sudán, Afganistán, Irak, Siria, Yemen… sólo entre las más conocidas.

De todas estas grandes crisis, el capital supo salir airoso porque la guerra no solo supone un descomunal negocio en sí misma, sino que las reconstrucciones posteriores a esas destrucciones masivas de capital y de personas auguran una especie de «reinicio» del sistema de enorme rentabilidad. La Cuarta guerra mundial se está fraguando, hoy, en Irak, Siria y Ucrania.

Estados Unidos, primera potencia militar mundial, es el estado más endeudado del mundo, la Unión Europea agoniza y el colapso económico global tampoco respeta a potencias emergentes y muy militarizadas como Rusia o China.

Desde que empezó la crisis bancaria en 2008 el mundo se ha gastado unos diez billones de dólares en armamento, lo que supone un gasto de unos 1,5 billones de dólares al año. Un gigantesco negocio en tiempos de paz, que puede incrementarse si el sistema decide reiniciarse mediante la guerra como solución final a una crisis que ya no es solo económica, sino social y, sobre todo, energética y ecológica.

Para las élites. una gran guerra global no sería ningún problema, sino la única solución a una crisis económica mundial sin otra salida. Una solución que pone a la humanidad en peligro de extinción, a causa del riesgo de desencadenar una guerra atómica mundial, con numerosos protagonistas….

Comunismo o barbarie. No a la guerra: ni Rusia, ni la OTAN. La OTAN no es mejor que Rusia o Chuna, todos son beligerantes que representan el omnipresente poder de las élites estatales y/o de las corporaciones multinacionales.

Los soldados rusos han de girar sus fusiles contra sus oficiales y su élite gobernante. Los ciudadanos ucranianos no deben ser obligados a tomar las armas porque les cierran las fronteras Los trabajadores europeos han de luchar contra las políticas de sacrificio y austeridad que todos y cada uno de los Estados europeos han declarado contra cada uno de sus pueblos.

La insurrección de los soldados rusos contra sus oficiales y la insurrección de los pueblos europeos contra sus Estados forman parte de la misma guerra de clases. Hay un hilo directo, que relaciona la actualidad de las ciudades bombardeadas en Ucrania con la inminente gestión estatal del caos, la miseria y el hambre en los pueblos europeos.

El objetivo no puede ser otro que la destrucción de todas las estructuras estatales, la desaparición de todas las fronteras, la supresión del trabajo asalariado y la plusvalía. Hay que destruir todos los ejércitos y todas las policías. No a la guerra.

A la guerra mundial como solución capitalista, los trabajadores deben oponer la Guerra de clases: SUPRESIÓN DE TODAS LAS FRONTERAS Y EJÉRCITOS

No a la guerra. Ni Rusia, ni la OTAN. Ni el tirano Putin, ni el payaso Zelenski o el burócrata Borrell. No a la guerra significa no tomar bando por ninguno de los adversarios enfrentados. Guerra a la subida de precios de la cesta de compra; guerra a la disminución de los presupuestos en educación, servicios sociales, pensiones y sanidad.

NO A LA GUERRA. Ni Rusia ni la OTAN

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Comentaris

Re: La guerra como solución final
18 abr 2022
Leyendo un artículo de esta misma página, he podido comprobar que no hace gracia el antifascismo.

"Antifascismo" es Respeto, nada más. No significa a un monstruo pegando patadas.

Miro y escucho: "comunismo o barbarie". Está bien; pero no a la burocracia.

Yo no me muevo en un mundo de burocracia. Ya se ha demostrado repetidas veces que la burocracia no sirve para nada.

El antifascismo es Respeto, nada más...

... Y solo dice una cosa: a quién no respeta, fuera.

Tú puedes ser muy diferente a mí pero respetar. Yo no voy a tener problemas contigo pero: si me hablas de que eres racista, homófobo, sexista, xenófobo... ¡Te vas! Y te vas por fascista... Y eso aunque te consideres "rojo".

Si eres antisemita: ¡te vas! Porque eso es una forma de racismo.

Una cosa más:

Un anarquista es antifascista por naturaleza, y, si no, no eres anarquista.

Antifascismo es Respeto. Nada más.

Si no lees, ¡qué le voy a hacer!

Yo me instruí, y os suelto este parrafote:

"Si no hay nada, no hay nada. Si hay más, hay más".
Re: La guerra como solución final
19 abr 2022
FASCISMO Y ANTIFASCISMO
Los medios de comunicación son la voz de su amo y del gran capital que les financia. Los desacreditados, falsarios y corruptos socialistas y populares del partido único PP-PSOE necesitan desesperadamente el espantajo fascista para mantenerse en el escenario político, y, además, como si fueran opciones diferentes.
Derechos y libertades democráticas han entrado en contradicción con la defensa de los intereses del capital por parte del Estado. Esa contradicción conduce a la burguesía a renunciar a su propia ideología democrática y desvela el carácter represivo del Estado, que ha de defender los intereses de clase de la burguesía por TODOS LOS MEDIOS, incluidos los que suponen la abolición de los derechos y libertades democráticos.
Democracia y fascismo no se oponen, sino que se complementan; ya sea de forma alternativa o al unísono. Podemos y su propuesta de alianza antifascista se complementa con el fascismo de Vox: se trata de someter el proletariado a la alternativa entre fascismo o antifascismo, obstruyendo cualquier vía anticapitalista.
Podemos hace un llamamiento a defender la democracia capitalista, azuzando el espantajo fascista de Vox: ¡Cuidado que viene el lobo! ¡Defendamos este sistema corrupto y explotador, porque peor sería el fascismo!
El desdoblamiento político de la burguesía, ante la constante amenaza del proletariado, bajo sus dos aspectos de fascismo (el ultraderechista Vox, pero también de PP y Ciudadanos) y democracia parlamentaria (PSOE, Podemos y nacionalistas) convergen en una estrategia común de la burguesía, en defensa de sus intereses históricos de clase.
La función de la socialdemocracia (PSOE y Podemos) es la de desviar las luchas del proletariado de su objetivo revolucionario y anticapitalista, para llevarlas a la defensa de la democracia burguesa. Es necesario preparar el altar de la sagrada unidad antifascista, para proceder a efectuar todos los sacrificios económicos “necesarios”, incluidas las libertades democráticas y el nivel de vida de los trabajadores.
Vox carece de programa, porque a los cien puntos de su pretendido proyecto político sólo se le puede denominar vía libre al capitalismo salvaje y esclavización del proletariado. El franquismo como solución. El fascismo no es un producto de las capas reaccionarias de la burguesía, ni producto de una sociedad feudal, sino por el contrario producto de un capitalismo avanzado que, ante la galopante crisis económica que se avecina, pasa a la ofensiva.
Hay una continuidad esencial entre democracia y fascismo, de igual modo que en el siglo 19 existió una continuidad básica entre liberalismo y democracia. Los métodos socialdemócrata y fascista en lugar de alternarse en el gobierno tienden a fusionarse. Podemos y Vox son dos voces distintas para defender los mismos intereses: los del gran capital financiero y de las multinacionales.
Podemos, y otros, nos piden que aceptemos gozosamente el actual capitalismo salvaje, corrupto y caduco para salvarnos del fascismo.
Fascismo y democracia eran sólo dos formas distintas de gobierno del capitalismo a principios del siglo 20. Pero, hoy, el capitalismo es un sistema obsoleto, que sólo puede ofrecernos miseria, horror y muerte. Por primera vez en la historia se plantea la posibilidad de la desaparición en el planeta de la especie humana y de todo tipo de vida, a causa de la explotación incontrolada y excesiva de los recursos naturales por un capitalismo salvaje y suicida.
La alternativa no es fascismo o antifascismo, porque ambos defienden el sistema capitalista, mientras nos engañan con un falso enfrentamiento.
Hace ochenta años, fascismo y democracia eran dos formas distintas de gobierno del Estado capitalista; hace cuarenta, eran dos formas alternativas, que los Estados aplicaban en función de la relación de fuerzas existente; hoy, se han fusionado y apenas son distintos talantes del mismo método de gobierno, explotación salvaje de la natura y ataque generalizado a las condiciones de vida del proletariado.
La globalización cambia levemente las reglas de juego. Surge una nueva clase corporativa (inferior al uno por ciento de la población), gestora de las multinacionales, de carácter, ámbito, vida, hábitos e intereses internacionales, opuesta y distinta a la clase empresarial de carácter y ámbito nacionales. Ese enfrentamiento provoca nuevos fenómenos, como el Brexit o el independentismo catalán.
Entre los proletarios se incrementa hasta el paroxismo el paro y el precariado y surgen fenómenos nuevos y descarnados como el trabajador pobre, con sueldos de hambre y miseria. Esa nueva clase corporativa carece de arraigo geográfico y es totalmente indiferente y ajena a la cuestiones sociales, ecológicas o laborales. Los gobiernos democráticos se convierten en rehenes de esta nueva clase corporativa, que no controlan como pueden hacer aún con las empresas de carácter nacional o regional.
De esta forma, la apariencia formal de las democracias occidentales oculta la gestión tiránica de la economía internacional por esa minoritaria y elitista clase corporativa, independiente de los débiles Estados nacionales, que lo somete y subordina todo a los beneficios e intereses de las grandes firmas multinacionales, que ni pagan impuestos, ni cumplen la legislación vigente, contaminan sin límites ni mesura, o amenazan con irse a otro lugar.
Acendremos, depuremos y afilemos la teoría, porque las batallas del mañana son de una magnitud gigantesca y nos jugamos la existencia. En el capitalismo no hay futuro.
Re: La guerra como solución final
20 abr 2022
Para un revolucionario, sobre todo si es anarquista, no se trata de luchar por la defensa de la democracia burguesa contra el fascismo, sino contra el Estado capitalista, ya sea democrático o fascista.
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