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Notícies :: antifeixisme |
A proposito de la banalidad del mal.
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per apatridas |
14 mar 2022
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En 1963, en respuesta a la posición de la filósofa sobre la "banalidad del mal" imputable a los responsables del Holocausto, frente a la tesis de la retórica de masas más contundente de "mal radical" (mal de naturaleza malvada). |
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Hannah recibe una carta de un viejo conocido que le reprocha carecer de verdadero "amor hacia el pueblo judío", hacer una "burla del sionismo" y de valerse de un mero eslogan para sostener la tesis de la banalidad de aquel mal.
La respuesta empieza así: "Hay ciertas afirmaciones en tu carta que no se prestan a controversia alguna, porque son simplemente falsas. Permíteme que me ocupe primero de ellas para que podamos pasar luego a los temas que merecen discusión". Y despejado el camino de obstáculos insidiosos, pasa a discutir lo importante, le dice que tiene bastante razón cuando le imputa no amar al pueblo judío, pues ella no "ama" a ningún pueblo ni colectivo, alemán, francés, estadounidense, ni siquiera a la clase obrera ni nada semejante. El único amor en el que ella cree es en el amor a las personas. Y le viene a decir: soy judía y me siento muy honrada y muy involucrada con su causa, pero en ese sentido que tú, Scholem, lo utilizas "no amo al pueblo judío".
Vemos, otra vez, la retórica de las frases populistas frente a los argumentos bien timbrados. Arendt entiende el amor como una cuestión ética, no como algo político. Se puede amar a un amigo o a toda la “humanidad”, pues se puede amar a cualquiera. Pero en qué consiste "amar a un pueblo" más allá de empeñarse en una causa justa por defender sus derechos. Porque también es preciso que ese llamado amor no sea excluyente, esa es la cuestión.
El lector que aún no conozca bien a la filósofa que estudió con denuedo los entresijos del totalitarismo, tiene ahora un acceso a su pensamiento muy bien escandido.
Entre cuestiones de calado que sí merece la pena discutir, determinar si el "mal" hunde sus raíces en la naturaleza humana sin más o es más bien fruto de una irresponsabilidad de quien, en el interior de un engranaje, se ampara en la obediencia que se debe a la maquinaria que le acoge: "cumplía con mi deber, obedecía". Por eso Arendt vio claro que la pregunta en los juicios de Núremberg como en el juicio contra Eichmann no debía ser ¿por qué obedeció aquellas órdenes? Sino ¿por qué colaboró? y ¿cuándo empezó a consentir usted como persona? |
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