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Vacunación infantil contra el coronavirus desde una posición política. ¿Individuo o colectividad?
26 gen 2022
Hace poco un amigo madrileño me compartió un artículo cuyo tema central era la posición anti-vacunas que tenían madres vascas genuinamente preocupadas por la reciente política pública del Estado Español de abrir la vacunación contra el SARS-CoV-2 a niñ@s de 5-18 años.
Los puntos centrales destacaban que “no se puede vacunar a l@s niñ@s en beneficio de la colectividad” en virtud del muy bajo riesgo de desarrollar COVID19 severo y los “enormes riesgos” de desarrollar algún efecto adverso; argumentos adicionales giraban en torno a intereses billonarios, corpo-soberanía, control del Estado sobre los cuerpos, interés superior del menor y el derecho a dudar. Finalmente las autoras denunciaban las feroces críticas que enfrentan las personas que se pronuncian contra la vacunación. Todo iba bien hasta que mi amigo aseveró que se trataba de un artículo desde una posición de izquierdas.

Identifico dos principios al respecto de la vacunación: por un lado está el que antepone el bienestar individual, y en el otro aquel que antepone el bien de la colectividad; es a partir de esos dos principios en donde es posible construir una posición, idealmente respaldada con hechos irrefutables o al menos datos aproximados sobre los riesgos-beneficios tanto individuales como colectivos de la vacunación, y que son obtenidos a partir de estudios científicos con una metodología mínima indispensable como para confiar que la información contenida esté reflejando la realidad, que a su vez es observada desde una determinada postura epistémica. Siendo así, no es difícil identificar cual principio es por naturaleza de derechas (quien construye su discurso desde el beneficio individual y después el colectivo) o de izquierdas (quien lo construye desde el beneficio colectivo y después el individual). De acuerdo a la confiabilidad y robustez de la información sobre los riesgos y beneficios, es posible decantarse hacia un posicionamiento final sobre la vacunación.

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Sin embargo en la gran mayoría de las veces que me ha tocado leer algún texto similar o incluso participar en alguna discusión entre amistades, parece que los discursos no se construyen a partir de alguna de estos dos principios, sino de un posicionamiento previamente establecido y predominantemente anti-vacuna. Es a partir de este posicionamiento donde las personas intentan “fortalecerlo” con justificaciones a modo, con revisiones científicas a modo que seleccionan aquellos estudios “científicos” (muchos no lo son) que concluyan aquello que se apegue mejor a su posicionamiento anti-vacuna. Toda aquella información que no encaje en su posición, simplemente es desechada. No sobra decir que la mayoría de las veces, esos estudios científicos a los que apelan ni siquiera concluyen lo que se cree que concluyen, ya que las personas poco familiarizadas (pero también las familiarizadas!!!) interpretan erróneamente los resultados. Es decir, el tomar por anticipado una posición anti-vacuna o incluso pro-vacuna cometiendo los sesgos arriba señalados, independientemente que las personas se definan como de derechas o de izquierdas, nos condena a cometer errores en nuestros juicios sobre la vacunación que tienen potenciales consecuencias negativas tanto individuales pero sobre todo colectivas, particularmente las posiciones anti-vacuna en países donde la vacunación contra el SARS CoV-2 es una carrera contra el tiempo y depende de la voluntad de los individuos.

https://twitter.con/Hibai_/status/1471066873332736005?ref_src=twsrc%5Etf

Vale la pena decir que el beneficio de la vacunación contra cualquier enfermedad prevenible por vacunación, incluyendo contra SARS CoV-2 es en principio colectivo, ya que a diferencia de un tratamiento curativo -donde las personas sienten en carne propia un alivio a su problema- la prevención de una enfermedad con vacunas simplemente no se siente…. No se siente no enfermar, no se siente no estar grave, no se siente no morir, no se siente tampoco que no se te mueran los padres, ni los abuelos, ni otros seres queridos. Tampoco se siente que los hospitales no estén saturados, ni que personas a quienes ni siquiera conoces puedan acceder a un hospital y no morirse de cosas tan fáciles de tratar que de otra manera hubieran muerto en casa ante una saturación hospitalaria que caracteriza a una epidemia de COVID19. Todo aquello lo sienten aún menos las personas que sin vacunarse, tampoco sufren de ninguna de esas pérdidas debido a que otras sí se vacunan y les otorgan una protección de rebaño. En cambio, epidemiológicamente sí se observan caídas en las estadísticas de enfermedades graves y muertes directas e indirectas; es decir, se observa un beneficio colectivo.

Quizás porque en apariencia no experimentamos directamente los beneficios de una vacuna, podemos entonces concentrarnos en los riesgos individuales que puede causar una inmunización, y se nos paran los pelos de punta cuando se trata de vacunar a l@s niñ@s .

Si bien l@s niñ@s tienen un riesgo muy bajo de desarrollar una enfermedad grave que los lleve a morir y por lo tanto el beneficio individual de vacunarlos se anticipa muy pobre, lo cierto es que l@s niñ@s se infectan de SARS-CoV-2 y transmiten el virus a la mitad de sus contactos en casa; si estos últimos no están vacunados, terminan frecuentemente hospitalizados y no son pocas las veces que l@s niñ@s se quedan sin padres, madres, abuelos, hermanos y demás seres queridos. El interés superior del menor también incluye a los derechos de l@s niñ@s a disfrutar de una familia íntegra. En ese sentido, las personas vacunadas – si acaso adquieren la infección- tienden de manera global a transmitir con menor duración e intensidad el bicho contra el que fueron vacunadas.

Por otro lado los efectos adversos a las vacunas siempre han ocurrido y seguirán ocurriendo mientras retemos a nuestros mecanismos de defensa inmunológica con sustancias ajenas a nuestro cuerpo, cosa que por cierto sucede casi a diario de manera natural, sin embargo los efectos de una vacunación son más o menos calculados y anticipados. Afortunadamente ya no se transporta forzadamente a mendigos enfermos de viruela del otro lado del mundo, para inocularle sus costras a gente sana y esperar que estos desgraciados vacunados a lo medieval, no tuvieran la mala suerte de morirse de lo que se les quiso proteger. Ahora, el asunto es mucho menos salvaje y nos preocupamos por la ocurrencia de efectos adversos que ni sabíamos que existían, y si ahora lo sabemos, es porque se buscan intencionadamente para objetivar la seguridad con los datos más cercanos a la realidad. No está demás decir que si ocurren efectos adversos, la absoluta mayoría de las veces son leves y terminan curándose solos.

Por lo tanto, ¿Vacunar o no a l@s niñ@s ?
Depende. Anteponiendo el beneficio colectivo, dependerá del grado de inmunización en adultos, disposición de vacunas, evolución de las epidemias y brotes regionales y locales y sus implicaciones en enfermedades graves, muertes y saturación de servicios y sus efectos sobre la aplicación de estrategias de distanciamiento social como el cierre de escuelas y nuevos confinamientos. Esto sí jode a l@s niñ@s: quedarse sin familia, no ir a la escuela y permanecer encerrados por periodos prolongados. Desde el punto de vista de la solidaridad internacional y ante una carrera por inmunizar a personas susceptibles en un contexto de escasez, comercialización preferente y acumulación de vacunas por países ricos, también debe importar el grado de acceso a la vacunación en los países del sur del mundo. Sin embargo, es innegable que en la balanza también entran los datos de seguridad individual y hasta ahora los riesgos son aceptables. Puede tocar un efecto adverso grave? Sí. El riesgo es el mismo que sacarte el premio gordo en la lotería. Pero parafraseando una escena de la película chicana Sangre por sangre “la vida es un riesgo, carnal”. Ese riesgo lo hemos corrido una y otra vez cuando nuestra madre nos llevaba a vacunar y gracias a esos riesgos nos hemos olvidado de epidemias y enfermedades que duramente golpeaban a nuestr@s abuel@s.

Es innegable que ahora existe un nuevo combustible de la economía capitalista que es el COVID19, incluyendo la comercialización de las vacunas por las grandes farmacéuticas y sus intereses billonarios. Sin embargo no nos perdamos que el problema es el capitalismo y no lo es el beneficio colectivo que implica la vacunación, que como principio preventivo ha sido uno de los pilares en salud -además del tratamiento de las infecciones severas con antibióticos, de beber agua potable y de haber abandonado la costumbre de arrojar las heces por la ventana- que ha hecho la diferencia en la supervivencia de las personas en el mundo. Claro que también haya que cuidar que se apliquen y mejoren los principios éticos que desde el siglo pasado se han incorporado a la investigación biomédica, las buenas prácticas clínicas, el trabajo de los comités de bioética y los mecanismos reguladores de aprobación de vacunas conformados por expertos libres de conflictos de intereses, con el objetivo de utilizar vacunas que cumplan con los mínimos requisitos de seguridad, eficacia y otros valores, incluyendo el económico. Es clave aquí que las personas tengamos un papel crítico para evitar que dentro de estas posiciones estratégicas que los Estados monopolizan, se cuelen personas con intereses muy particulares. Con Estado o sin él, las enfermedades prevenibles por vacunación seguirán existiendo y más vale que también los mecanismos de regulación del uso de vacunas orientados al bien común.

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Con la actual evolución amenazante de la pandemia del SARS-CoV-2 y los beneficios de la inmunización, negarse a vacunar a nuestr@s niñ@s a cualquier costo, significa anteponer el supuesto bien individual obtenido al no hacerlo, la soberanía corporal, una posición contra el Estado y contra las ganancias billonarias de las empresas farmacéuticas y tras de esto, preocuparse por el bien colectivo ante una pandemia que se ensaña en los sectores socialmente más desprotegidos. Siempre resulta saludable dudar sobre la seguridad y beneficios de las vacunas, pero la mejor manera de hacerlo, es teniendo los principios claros, con una visión extendida, con la mejor información disponible que se interprete correctamente y abone a un conocimiento previo, para entonces dudar sabiamente y evitar así que nuestras posiciones queden al nivel de una derecha individualista, negacionista, ignorante e intransigente.

*Ariel E. Campos, sanitario mexicano especializado en enfermedades transmisibles y salud pública, quien radica en la ciudad mexicana de Guadalajara (Jalisco)
Mira també:
https://www.todoporhacer.org/vacunacion-infantil/
https://twitter.con/Hibai_/status/1471066873332736005?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1471066873332736005%

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