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Anàlisi :: sanitat
no hay vuelta atrás
04 mai 2021
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Plandemia o no plandemia esa no es la cuestión. En este mundo atomizado y hecho complejo por el dominio del sacro-santo imperio de la razón, la capacidad para abarcar los procesos globales que determinan nuestras vidas es hoy por hoy el premio de una minoría privilegiada. Sin embargo, para nosotrxs, común de los mortales, conocer el universo que nos rodea se ha vuelto como conocer a Dios, es decir, una cuestión de fe, con la necesaria sumisión a los dogmas de lxs expertxs, esos nuevos sacerdotes de los tiempos modernos. En cambio, si hay algo que nuestros sentidos hayan podido experimentar directamente es la deriva autoritaria del Estado, sin precedente en nuestra supuesta querida democracia, desde que se declaró el estado de alarma coronavírico. Desde hace más de un año cada unx ha podido no sólo ver sino también sentir en sus propias carnes cómo recortaron de forma inaudita la mayor parte de nuestras libertades individuales y públicas: mordaza, confinamientos, toques de queda, prohibición de reuniones, rastreadores y control social, censura y delitos de desinformación, vacunas y test sanitarios obligatorios; tantas medidas que recuerdan a los años más sombríos del siglo pasado, del nacional-catolicismo franquistas a la revolución cultural maoista, el estalinismo, el nacional-socialismo del régimen nazi y el fascismo de Mussolini. Lo más extraordinario en los acontecimientos actuales no es tanto el avance del Estado –ya sabemos que el Estado es la máxima expresión de la dominación y que odia al pueblo– sino la absoluta falta de respuesta frente a este nuevo golpe de estado 4.0, incluso por parte de los sectores que tradicionalmente solían llevar la crítica más radical. Lxs que ayer se proclamaban sin Dios ni Amo y gritaban fuego al Estado, hoy se quedan calladxs e incluso algunxs se arrodillan delante de él para suplicar su protección y hasta lo defienden. Cabe pues preguntarse: ¿con qué truco de magia el Estado ha conseguido lograr un consenso tan amplio en su afán de totalitarismo?

La clave radica en el hecho de que la ofensiva actual del Capital se sitúa en el terreno de la salud y la enfermedad, un campo predilecto para el ejercicio del poder, pues ahí es donde menos aparece como tal, y donde más nos encontramos alienadxs y aisladxs, condicionadxs para abandonar nuestra salud en manos de la Ciencia, la Sanidad y su ejército de médicos. La salud es nuestra pero la sanidad es del Estado; Medicina y Sanidad no son aquellas instituciones del supuesto Estado Providencia que vela por nuestro bienestar sino que, como todo en nuestra sociedad, responden a la lógica del Mercado creando enfermedades y enfermxs para el lucro de la potente industria farmacéutica que administra sus venenos. Basta con ver las artimañas financieras detrás de la mal llamada pandemia actual para darse cuenta de ello.
En el caso de AstraZeneca por ejemplo, cuando el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford empezó a idear la vacuna contra la Covid, fue la Fundación Bill y Melinda Gates quien presionó para que se incluyera como socio a una corporación farmacéutica multinacional para asegurar la rentabilidad económica del proyecto. Es ahí cuando el gobierno británico de Boris Johnson propuso AstraZeneca, con la que la Universidad de Oxford firmó entonces una acuerdo de exclusividad.
Los medios de comunicación tampoco nos cuentan que existe un triple pago a las empresas farmacéuticas con las vacunas. Primero las empresas Moderna, Johnson & Johnson, Pfizer y AstraZeneca recibieron grandes cantidades de dinero público para desarrollar la vacuna, para luego venderla a los mismos Estados a precio de mercado. La tercera forma de pago es mediante exenciones fiscales y medidas de incentivo para estimular la producción. Por tanto no es sorprendente que Moderna, una empresa que jamás había registrado beneficio, prevé una facturación 18.000 millones de dólares en 2021. Por su parte, Pfizer prevé facturar unos 15.000 millones.
La crisis sanitaria producida por la supuesta pandemia del Sars-Cov2 se parece de forma extraña a la crisis de la deuda de los años 2008 - 2012, con la diferencia de que esta vez nuestro dinero recae en los bolsillos de la industria farmacéutica en lugar de en los bancos.

Pero la mercantilización de nuestra salud sólo es el aspecto más visible y evidente del problema. Para entender la aprobación general de las medidas liberticidas tomadas en nombre de la mal llamada pandemia del coronavirus, que de hecho deberíamos llamar el atraco del siglo, hay que apelar a la existencia de un apuntalamiento potente e inconsciente, un fenómeno impensado que no sólo se resiste al análisis, sino que se opone a él, de la misma forma que lo hace la esencia del Capital. La estructuración del Imaginario occidental alrededor del principio de la abstracción racional y especulativa es el resultado de unas relaciones de producción que se dan desde hace tanto tiempo que podemos hablar de una milenaria y profunda aculturación, desde los protoestados de Mesopotamia, luego la expansión del cristianismo, las revoluciones intelectuales y tecnológicas de la época medieval, el esclavismo y el comercio triangular, para encontrarse en el siglo XIX con la cristalización del modo de conocimiento científico, el capitalismo termoindustrial y los estados-nación modernos –la “triple alianza”–, que contribuyeron decisivamente a apuntalar esta estructuración occidental del Imaginario. Sobre la base de esta observación podemos hablar de una "civilización capitalista" que se establece a finales de siglo XIX.
En el corazón de esta civilización y su Imaginario, la Ciencia es religión porque representa la cúspide del pensamiento racional, y es la sola y única instancia legítima para establecer verdades. Hoy en día, basta con decir que un hecho es “científico” para que reciba el consentimiento general y acallar las voces críticas.
La pandemia del coronavirus es el pensamiento racional y el Imaginario occidental en acción. La televisión, los periódicos y la radio nos hipnotizan con cifras y estadísticas, con científicxs y expertxs que opinan. Índice de contagio por país, región, ciudad y barrio, numero de fallecidxs, tasa de ocupación de camas en UCI, tasa de personas vacunadas, porcentaje de efectividad de las vacunas, aplanar curvas, y un largo etcétera de datos matemáticos que hechizan nuestras mentes. Al igual que la mercantilización de lo vivo, el relato oficial de la pandemia es despreciativo porque lo es la Ciencia al objetivar su objeto de estudio. En este relato no hay lugar para lo vivo, la sensibilidad, la subjetividad, lo personal y lo existencial. Somos como animales de granja: nos enjaulan, nos amordazan, nos aíslan, nos despojan de nuestras relaciones sociales y nuestra solidaridad, nos cuentan y nos administran sus vacunas experimentales, y no decimos nada, agachamos la cabeza y nos resignamos en nombre de la Ciencia, secuestradxs por el fundamento subjetivo del Capitalismo.

Sin un esfuerzo ampliamente compartido para aclarar esta situación, todas las revueltas que inevitablemente se producirán ante los estados de excepción que están en marcha o que se anuncian, estarán condenadas al fracaso reiterado. Con la crisis del coronavirus, el Capital y el Estado nos han declarado la guerra total. No habrá vuelta atrás, la nueva normalidad ha venido para quedarse y consolidarse. La única cuestión pertinente en este momento es: ¿cuál es tu bando?

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Comentaris

Re: no hay vuelta atrás
04 mai 2021
¿Qué quiere decir la gente del cambio climático con "Cero Absoluto"?
Chart es el plan para el futuro, solo en inglés.
Probablemente un enlace que te rastrea.
https://ukfires.org/absolute-zero/
Sindicato Sindicat