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Algunas reflexiones en torno a las manifestaciones de estos días en Madrid
23 feb 2021
Después de la primera manifestación que se dio en Madrid tras conocer la sentencia que dictaba el juzgado contra Pablo Hasel y que le daba 10 días para entrar a prisión, el ambiente aquí y en todo el Estado no ha hecho más que caldearse por momentos.

Está claro que estábamos y estamos bajo una olla a presión que podría estallar en cualquier momento. Llevamos muchos meses aguantando una serie de medidas políticas, sociales y económicas bastante insostenibles. Se habla de una cuarta ola Covid de salud mental y se sigue haciendo mucho hincapié en señalar las consecuencias que estas medidas están teniendo sobre nuestras vidas en su más amplio sentido.

Pese a esto, no terminamos de comprender porqué no se han dado situaciones como las que estamos viviendo en otros momentos y por otros motivos mas globales y concernientes a una mayoría más amplia de la población. Sabemos la capacidad de adaptación y la flexibilidad que tiene la población para amoldarse a nuevas medidas, en los últimos tiempos casi diarias, para poder compaginar toda esa amalgama de legislación, decretos, recortes y precariedades con sus finales de mes y un mínimo abastecimiento de las necesidades más básicas. La maldita “resiliencia” que nos venden tantas teorías positivistas, también hacen lo suyo, convirtiéndonos en seres que buscan la “felicidad” y el aumento de sus capacidades de resistir ante situaciones que son insostenibles, inasumibles, indignas e intolerables.

A todo esto hay que sumarle el tremendo liberalismo que se está instaurando cada vez más y que viene a decirnos, en este ámbito concreto, que si fracasamos en nuestra vida es porque no hemos trabajado lo suficiente o porque las desavenencias que sufrimos, son consecuencias de una mala gestión de nuestras vidas. Primero de todo, poco margen de gestión de nuestras vidas nos queda a día de hoy cuando prácticamente todos los ámbitos de ésta son reglados y controlados por el Estado y las múltiples caras del Capitalismo que se “ofrecen”, con sus servicios, para hacerse cargo de ella. Segundo, todas y cada una de las cosas que tienen que ver con nosotros, son consecuencia de decisiones políticas que otros toman en nuestro nombre y de consecuencias sociales y económicas que se dan sin nuestro permiso. Los fracasos no son nuestra culpa, la pobreza y no llegar a fin de mes no es algo que nos hayamos buscado. El “emprendimiento” también es algo que ha llegado de la mano del liberalismo que nos han metido en vena y que nos dice que, ser autónomo en vez de asalariado, y abrir un negocio en vez de que te contraten, es una alternativa real al desastre global que estamos viviendo en los últimos años. Más deuda, más esfuerzo, más riesgo, menos garantías, más barato para el Estado, etc. Precariedad disfrazada de ímpetu, iniciativa y flexibilidad.

Todas estas situaciones, con los muchos detalles que se quedan en el tintero, son motivos más que suficientes para echarse a la calle a saquearlo todo si no fuera por todo lo que se comenta antes, que hace frenar rotundamente cualquier atisbo de lucha o protesta que pueda darse fuera de los márgenes democráticos. A esto, hay que sumarle el papel de la prensa, que estas semanas han estado todo el día señalando las protestas en las calles y allanando el camino a la represión y al desprestigio de estas formas de actuar. Esta inquina y el especial interés en generar este caldo de cultivo negativo entre la población, ha creado una nueva polarización muy fuerte entre los que piensan que es legítimo luchar en las calles sin permiso y haciendo uso de la violencia, y quienes creen que todo esto se puede y se tiene que hacer dentro de los margenes y la legalidad vigente.

El uso de la fuerza policial y las armas que usan para disuadir manifestaciones, también ha sido objeto de debate pero sigue siendo un debate estéril tanto en cuanto se siga justificando que, unicamente se usan ciertos métodos cuando quienes son reprimidos, atacan a la policía o utilizan métodos ilegales para protestar. Es decir, se ve bien el uso de la fuerza policial en cualquier medida si es en esos supuestos y sólo podemos llegar a hacer ver esa brutalidad policial en casos como Linares, cuando quienes son golpeados en primera instancia, no se defienden y no tienen la capacidad de repeler semejante paliza. Y al decir “sólo” no hace referencia a los pocos ejemplos que existen así, sucesos cotidianos intrínsecos a los cuerpos y fuerzas del Estado. No, no son manzanas podridas, es la policía en esencia.

Por esto, creemos injusto e insuficiente que las protestas en las calles se sigan personalizando con un único caso represivo concreto o con una única persona. Pablo Hasel, es uno de los tantos y tantos rebeldes que han sido encarcelados por las ideas contrarias al poder. No es el primero y tampoco va a ser el último y quizá toda esta respuesta no se podría haber dado en un momento en el que la gente no estuviera tan harta de soportar tantas otras injusticias y tanta presión acumulada.

Si bien es cierto que su campaña ha sido, bajo sus ideas, parámetros y métodos, “bien” ejecutada, sentimos que hay que poner el acento en todo aquello que acompaña a tan injusta y gratuita condena y usar este caso concreto (salvando las evidentes y grandes distancias políticas con Hasel) en algo más colectivo y genérico: la represión, la policía, la superación de los márgenes democráticos, la miseria a la que nos vemos empujados a diario, la explotación, los conflictos que no se están abordando, la necesidad de estallar que tenemos desde hace mucho tiempo, etc.

Siempre ocurre que se toma como punta de lanza un caso concreto o un hecho determinado para poder justificar toda una reacción y, en este momento, no es diferente al resto. Hasel y la torpe decisión judicial de no recular en ningún momento, han propiciado que las calles estén ardiendo durante 5 días en muchas ciudades del Estado pero también, esta rabia acumulada, venía empujada por lo acontecido en Linares días antes. En este caso, podemos decir que teníamos dos puntas de lanza, ambas relacionadas con la represión y ambas estrechamente ligadas a la policía, a la impunidad, al abuso de poder, etc. Pero también una de ellas, la de Hasel, directamente relacionada con la férrea defensa a la “libertad de expresión” y los límites que esto tiene como reivindicación.

Se hace necesario poner encima de la mesa otras posturas en torno al discurso de la libertad de expresión, las incongruencias que ello tiene y las limitaciones que ello supone. Por un lado, se recurre a esto como garantía de que dicho derecho nos permita expresar cualquier cosa que queramos sin que sea penalizada. Cualquier cosa y cualquier persona, sin distinción. Supone otorgarle este derecho también a personas con ideas que incitan al fascismo, racismo, homofobia, etc. No tendría sentido equiparar bajo la misma vara de medir que nosotros podamos decir lo que queramos sin ser condenados y que, bajo esa misma premisa, pueda hacerlo alguien que pretende la destrucción de todo lo que nosotros defendemos y creemos justo. Y no porque queramos que se les sancione, si no porque la libertad de expresión está cargada de una tolerancia para con el otro que no estamos dispuestos a tener. Ante un fascista o un racista, no cabe libertad de expresión ni tolerancia, no queremos que la tengan. Por otro lado, además, sería ingenuo pedirle a quien te ha robado la posibilidad de expresar lo que quieras, que te deje hacerlo. ¿Bajo que parámetros o supuestos pensamos que nos van a permitir que desarrollemos ese “derecho”?. Cualquier cosa que pidamos y que se conceda por el poder, va a venir reglada de tal forma que no pueda desarrollarse plenamente. Y por último, estas demandas son un arma de doble filo. Por un lado se pide libertad de expresión pero por otro se piden condenas duras para quienes incitan al odio al inmigrante o al judío, como ocurrió hace poco en el homenaje a la División Azul en Madrid. Leyes que son bidireccionales, que se aplican de la misma forma a unos y a otros, como ocurrió hace tiempo cuando un amplio sector del antifascismo peleó por ello y ahora, estamos sufriendo las consecuencias de los “delitos con agravante ideológico” puesto que la ley no distingue y nos posiciona a unos y a otros en el mismo lugar.

Pero volviendo a lo anterior, es importante tomar todo este impulso para englobarlo en algo más genérico y aprovechar esta rabia para pasar de la protesta a la lucha, para dejar de responder ante situaciones extremas y crear conflictos de una forma más dinámica y con mas iniciativa. Y para algo muy importante también: para animar a toda la gente que ha salido a las calles a seguir haciéndolo y apoyar a todos aquellos que han sufrido la represión estos días. Dos de los detenidos han sido enviados a prisión provisional en Granada y Barcelona, las consecuencias son graves y debemos estar a la altura.

Si bien es cierto que este caso concreto está muy politizado y que por ello muchas personas que podrían haber salido bajo otro supuesto no lo han hecho ahora (por ejemplo, la sanidad pública, los recortes, etc.), ya era hora de que los conflictos que se vivían en esta ciudad tuvieran un componente más politizado y con un contenido más consciente o “de clase”, si se le quiere decir así. Las últimas protestas multitudinarias, que fueron las del clima, fueron un claro ejemplo de lo que significa salir a la calle todos juntos y compartir escenario pese a las evidentes diferencias sociales que hacían que unos y otros acudieran a una huelga tan despolitizada y vacía de contenido como era esa.

En Madrid, estos días, pudimos ver un potencial y unas ganas de superar los márgenes de la legalidad muy interesantes durante las primeras dos manifestaciones, convocatorias que no fueron comunicadas a Delegación de Gobierno y que nos parece un hecho que de por si, es interesante dada la dificultad y la aversión que genera últimamente hacer convocatorias ilegales en esta ciudad. Sólo este hecho, era dar un paso adelante y confrontaba con lo que habitualmente ocurre aquí.

En ambas convocatorias la gente iba con muchas ganas de que aquello no se convirtiera en un mero paseo y se notaban las ganas de estallar y de no quedarse de brazos cruzados mientras la policía arremetía. Esa actitud es otra cuestión muy positiva que hacía tiempo que no se daba y que llena de combatividad una convocatoria que se pretende alejar de cualquier espectáculo callejero más cerca de ser un show que de ser un espacio de lucha.

En la última convocatoria, en Madrid, el brutal despliegue policial y la cantidad de gente que asistió (bastante mermada en comparación a la anterior), ha hecho imposible o muy difícil que se convirtiera en algo más allá. Encapsulados en la Plaza de Callao, prácticamente aislados, se ha convertido en algo contrario a lo que pretendía, que era generar visibilidad en las calles más principales interpelando así a aquellos que estaban pasando por allí y rompiendo la asquerosa normalidad y tranquilidad que permite que las vidas de la gente puedan seguir siendo consumidas en tiendas sin que nada de lo que ocurre a su alrededor perturbe la normalidad en lo más mínimo.

Pero lejos de desanimarnos, es interesante tomar como positivo todo lo anterior mencionado y los pequeños logros que se han ido haciendo estos días, incluso con una perspectiva más global y saliendo de Madrid, y pudiendo hacer un balance muy positivo de la deriva que han ido tomando estas protestas.

Madrid no es Barcelona, las trayectorias de lucha y las formas que éstas toman, son caminos a construir entre todos y hay que ser conscientes de que los procesos no se dan de un día para otro. Es mejor quedarse con lo vivido, aprender de ello y mirar hacia otros lugares más combativos para tomar ideas y seguir haciendo hincapié en que ese es el camino si queremos conseguir algo, por mínimo que sea.

Venirnos abajo no tendría ningún sentido teniendo en cuenta que no deberíamos hacernos cargo de ideales que pretendan procesos inmediatos, que se den apretando un botón o esperando que ocurran por arte de magia. Sin paciencia, sin perspectiva y sin dedicarle tiempo a repensar todo tipo de situaciones, estrategias y métodos para alcanzar los distintos objetivos, estaremos sumidos en una derrota constante y formaremos parte de un movimiento anarquista pueril, impaciente y empujado por la prisa que los tiempos que corren nos obligan a tener.

Hay algo que hay que sacar en claro de estos días y es que, hay ganas, hay potencial, también hay miedo que va disminuyendo, hay muchísima gente joven sin experiencia y poca gente con un recorrido más largo. Y esto último es un factor importante también porque se pueden dar momentos como los del otro día en la puerta del Sol en los que se veía claramente a una multitud de chavales respondiendo, con ganas, pero desorientados, como la inmensa mayoría de las personas que acudieron con otras experiencias algo más amplias, pero con una falta de fondo considerable.

Se aprende haciendo, equivocándose, ensayando. Y si toda esta gente tiene la paciencia necesaria para seguir estando dispuesta a todo esto, no muy tarde las cosas podrían cambiar. Algo está claro con todo esto: nos tenemos que organizar, en todas las formas posibles. Ir a una manifestación de este tipo sin tener las cosas claras, nos deja vendidos. No estamos acostumbrados, no tenemos la carrerilla necesaria. Y no es un ataque a nadie, si no, un ánimo a que empiece a cambiar algo en todo esto y propiciemos y hagamos públicos los ejemplos y los documentos necesarios que faciliten información a aquellos que acuden por primera vez a un evento así: desde qué hacer en caso de detención, pasando por la peligrosidad de grabar absolutamente todo, hasta distintas tácticas y formas de actuar en el ámbito de lo callejero y de la autodefensa para evitar también algo que ocurre mucho en Madrid y que no ocurre tanto en otros lugares con mas capacidad de aguante en unos disturbios: el cuerpo a cuerpo ante el cual no tenemos nada que hacer pero que tan empeñados solemos estar. Hay más formas, sólo hay que darle a la imaginación. Todo esto sumado, obviamente, a un contenido que se aleje de la espectacularidad de los disturbios o de la violencia como un fin en vez de como uno de los tantos medios que podemos tener a nuestro alcance. No queremos cabestros destrozando todo sin sentido. La violencia tiene un motivo y un objetivo y el porqué se usa, es algo que tenemos que cargar de un fuerte contenido si queremos que todas estas personas sigan teniendo motivaciones más allá de asistir a las manifestaciones. Motivaciones relacionadas con la lucha, con la solidaridad, el apoyo mutuo, los conflictos, con un discurso, etc.

Habrá que seguir caldeando el ambiente e ir viendo en qué deriva todo esto, sin depositar unas expectativas que nos hagan darnos de bruces. Los esfuerzos que se hacen hoy, pueden verse reflejados inmediatamente si ocurre algo que hace estallar a la gente, o son posos que van quedando para un futuro. Afortunadamente la revuelta nos supera y no depende de nosotros que un cambio global de paradigma ocurra de un día para otro, de una forma determinada, por un motivo que queramos. Las circunstancias a veces nos son ajenas y otras no, pero la incidencia, nuestros discursos y prácticas si que tienen que estar preparadas para momentos como el actual, para dejar de hacer de la improvisación un camino.

Que no decaiga, que la desidia no nos venza y que tengamos la paciencia necesaria. Nadie dijo que esto fuera fácil, nadie dijo que esto fuera inmediato.

Tan solo hemos elegido andar por un camino que nos tiene que durar toda nuestra vida: la anarquía.

Nos han enseñado que ser pacíficos es inútil. ¡Nos vemos en las calles!

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