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Notícies :: laboral
Ha salido la Soli!!!
16 des 2020
La nueva edición de la "Soli" ya está en imprenta.
Para quien quiera hacerse una idea del contenido, os reproducimos la Editorial y su Portada, dado que en anteriores ocasiones no se nos permitió poner un enlace para descargarla en pdf.
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SIN REBELIÓN EN EL PESEBRE

Con el tintineo navideño a la vuelta de la esquina y la esperanza puesta en erradicar cuanto antes la pandemia, vía vacunas, pronto despediremos un año que, por distintos motivos será recordado por marcar un antes y un después.
En cuanto al Covid-19 y a la respuesta social, nos acordaremos de él cuando las hemerotecas rescaten imágenes en las que se verá una ciudadanía precavida y obediente que, con motivo o sin él –allá cada cual– sólo sale a la calle cuando se le ordena y según para qué. Sí, para consumir volviendo a llenar terrazas y centros comerciales a toque de silbato, como cuando se abre una veda. No, para protestar por las decenas de miles de fallecidos a consecuencia de un gobierno que subestimó el riesgo de contagio o para reclamar unas ayudas, anunciadas a bombo y platillo, que muchas veces ni se conceden, ni llegan. Y es que los votantes, también los de la llamada «progresía», tienen un comportamiento muy dócil. Se les conduce en rebaño urbano para criticar a la «derechona» cuando gobierna, pero se volatizan cuando son los suyos quienes mandan. Para trepar, sus líderes se apropiaron del «sí se puede» y una vez apoltronados también del ya típico «ahora no toca», que sus feligreses acatan.
Han pasado décadas desde que se editara Rebelión en la granja, pero nada parece haber cambiado en una historia que se repite: los cerdos –y también las cerdas– disfrutan de sus dispensas tras convertirse en casta privilegiada.
Siguiendo con los recuerdos del año que se nos va, sobre política parlamentaria se recordará por «el primer gobierno de coalición», si por coalición entienden sentarse en la misma mesa, pues hasta hoy todos los gobiernos se han apoyado en otras formaciones políticas para legislar. Sea como sea, el convite semanal de Moncloa cada vez se asemeja más a una boda. Hay tantos ministros y secretarios como invitados y, aunque se lleven mal, se reparten ministerios como si de la tarta se tratara para luego posar felices. Más aún después de sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado que vienen regados de miles de millones procedentes de la Unión Europea. Tienen hambre y cabe suponer que, con tal de saciar sus ansias de poltrona, harán lo imposible para gobernar hasta el final de su legislatura.
En esa pocilga convertida en bucólico pesebre de un gobierno más de colación –por su acepción de tentempié– que de coalición, los de PSOE intentan camuflar su rubor entre el rojo corporativo de su partido y siguen aceptando la monarquía como animal de compañía, mientras que las recién llegadas de Unidas-Podemos aspiran a seguir poniéndose moradas promoviendo una tercera república que a los anarquistas, vistas anteriores experiencias, debería traernos al pairo. Para legitimarla, ya someterán luego a otro referéndum interno si su república ha de ser bananera o platanera, pues los hechos diferenciales, curiosamente, ahora sí que les importan. La necesidad de subsistir, desde la caída del muro berlinés y de su renovada interpretación del internacionalismo, les ha llevado de perseguir a quien discrepara de su ideario de un comunismo estatal y uniforme a coaligarse con quienes los españolistas llaman «nacionalismos periféricos», esos que ven en cada matiz cultural una posibilidad de atomización patriótica.
Hablando de nacionalismos, ese otro virus que suele manifestarse a finales de verano y principios de otoño. ¿Acaso es sólo una cepa estacional, menos resistente de lo que parecía? Tan acostumbrados como estábamos a él, se le ha echado en falta, pero si este año nos quedamos sin el folclore típico de las Fallas, Feria de Abril o Sanfermines, la Diada y el 12-O no iban a ser menos. Lástima. Con lo bien que se veían desfilar los trapos estelados o rojigualdos desde una distancia social mínimamente responsable para evitar el contagio.
En fin, que vistos los tejemanejes políticos que han envuelto los nuevos presupuestos, está claro que la nueva normalidad, cuando lluevan los millones, será la misma de siempre o incluso peor por las contraprestaciones que querrán que soportemos. No traerán nada sospechoso de ser revolucionario, al contrario, porque quienes en su declive ideológico cambiaron la hoz y el martillo por las urnas escudándose en que la revolución podía hacerse desde dentro son los padres de las nuevas ilusionistas, las que entrelazan los aros de su logotipo en un juego que tiene embelesada a su devota militancia.
Todo es escenificación, como el tradicional pesebre navideño, en el que, por esta vez, quienes gobiernan y quienes les apoyan, se han colocado como mejor han podido para que se les venere. En el centro, bien franqueado por dos figuras de un gobierno malavenido, pero que aún se tolera, está el de siempre, el redentor dinero anunciado desde Europa que vendrá a salvar la economía. Para darle calor, los agentes sociales, la vaca que siempre ríe de la patronal y el mulo de un sindicalismo institucional que ya ni cocea. En frente, los ingenuos votantes, a quienes les esperan miles de despidos a modo de ERTE pero que aún tienen fe en que sus vidas cambien a mejor si siguen con sus reverencias. Y encima del portal, iluminando la escena, la estelada catalanista. Normal que la derecha más tradicionalista esté que trine.
¿Los reyes? El más veterano cuentan que descansa en la península arábica y que no se quiere mover de Oriente. «Por si acaso, mejor no tocar el tema» –deben de haberle aconsejado a Sánchez, el oportunista–. No sea que las nuevas «monclovitas», en otro gesto populista, amaguen con hacer un Kruschev, se quiten el zapato e intenten fastidiar el matrimonio de conveniencia golpeando sobre la mesa con sus tacones.

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