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Debate (A): Los problemas del anarquismo hoy y qué hacer ante ellos
13 des 2020
Extracto de un interesante ensayo de Gabriel Kuhn, que permite el necesario debate sobre diferentes maneras de concebir el anarquismo, preparar la revolución y hacer una profunda y sincera reflexión.
Algunos de los puntos que se aportan pueden desarrollarse más e incluso entrar en contradicción con las visiones más personales de cómo concebir las ideas, ampliarlas desde el antiautoritarismo o reconocerlas como un pesado lastre del que hay que desprenderse o desechar.
El problema de la revolución ha obsesionado al anarquismo desde el principio. Otros problemas han ido y venido, dependiendo de las circunstancias históricas y el estado del movimiento. Estos son los principales que podemos identificar hoy:

– Un desafortunado sentido de superioridad moral que a menudo ensombrece el trabajo político. Parece que el problema subyacente es que hay dos motivaciones cuando la gente decide involucrarse en círculos anarquistas: una es querer cambiar el mundo, la otra querer ser mejor que la persona promedio. Lo segundo conduce fácilmente a la automarginación, ya que todo sentimiento de superioridad moral se apoya en ser parte de unos pocos elegidos y no de la masa. Cuando esto predomina, tu identidad toma ventaja sobre tus acciones y señalar las limitaciones personales de los demás sobre el cambio político. Irónicamente, los principales blancos de la crítica son habitualmente gente dentro de las propias filas antes que de entre las del enemigo, siguiendo la penosa lógica de que “si no puedes alcanzar a los que deseas golpear, golpeas a los que tienes al alcance”. La combinación de juzgar a los de fuera y competir con los de dentro por el puesto de mandamás moral es incompatible con ningún movimiento que aspire a la integridad revolucionaria.

– El movimiento anarquista es, en términos generales, una subcultura. Los subculturas son estupendas. Proporcionan un refugio a la gente (a veces, uno que les salva la vida), ayudan a preservar el conocimiento activista, permiten la experimentación, etc… pero disidencia no es igual a revolución. Por tanto, cuando la política se reduce a subcultura, la retórica revolucionaria se vuelve vacía y alienante. Odio esto y que le den a lo otro, pero, ¿con qué propósito?

– El ambiente de muchos círculos anarquistas va de antipático a abiertamente grosero. En ocasiones, nuestro supuesto microcosmos del mundo liberado está entre los lugares menos atractivos imaginables: oscuro, sucio y habitado por tipos que confunden la rebelión con la hostilidad. Portarte como un imbécil no te hace más radical, solo te hace un imbécil. Desgraciadamente, la agresividad también caracteriza los debates internos. Los hilos de algunos foros online anarquistas están entre las formas más seguras de desinteresar a la gente por el anarquismo para siempre. La gestión radical de conflictos se caracteriza por la franqueza y la autocrítica, no por el haterismo anónimo.

– A pesar de abrazar teóricamente individualidad y diversidad, muchas escenas anarquistas son increíblemente uniformes. Cualquier cafetería de una calle céntrica reúne una variedad más amplia de gente que la mayoría de los locales anarquistas. Hay razones históricas para ello, pero, básicamente, la cultura anarquista (el lenguaje, las pintas, los códigos sociales) es extremadamente homogénea. ¿Cómo de anarquistas son entornos en los cuales la gente se siente incómoda por lo que come, lleva puesto o escucha?

– Hay una barrera clave en los círculos anarquistas entre los activistas que se oponen a la injusticia y aquellos que la experimentan. Es necesario que todos trabajen juntos para cambiar las cosas de manera eficaz, pero las diferentes motivaciones no pueden obviarse. Mientras que la gente que sigue una vocación misionera tiende a ser más bien ideológica, la gente afectada por la injusticia es normalmente más pragmática. Si no se admite esta diferencia, los dos grupos tienden a distanciarse. En el peor caso, solo quedarán los ideólogos, entretenidos con debates abstractos sobre la identidad personal o el lenguaje aceptable, tomando la supuesta primera fila de la política radical mientras se pierde cualquier conexión con el trabajo político de base. La política radical pasa a convertirse principalmente en un ejercicio intelectual que habla muy poco de la calidad de sus protagonistas como compañeros dedicados y fiables.

– Los conceptos de espacio libre y espacio seguro a menudo se confunden. Los espacios seguros, es decir, espacios donde la gente pueda contar con encontrar cuidado y apoyo, son necesarios en el mundo en el que vivimos, pero son espacios que satisfacen un objetivo preciso. No son los espacios libres que buscamos construir, es decir, espacios en los cuales la gente pueda decir lo que piensa, entablar una discusión y resolver con regularidad los problemas que surjan en el proceso. Lo que da seguridad a largo plazo en la capacidad colectiva de acordar límites. La seguridad absoluta es imposible, además. Vulnerabilidades, incomprensiones y enfados son parte de la vida social y no van a desaparecer tampoco en la más anarquista de las sociedades.

– La idea de que a todos se les debería dejar hacer de todo se confunde con que la idea de que todos pueden hacer de todo. Las habilidades o conocimientos de los activistas u organizadores más experimentados son a menudo menospreciados, lo que lleva a volver a tropezar con los mismos obstáculos y a reinventar la rueda una y otra vez.

– Existe una falta de visión de futuro y de orientación estratégica casi totales en el movimiento anarquista. Además, las estructuras organizativas están en crisis. Espontaneidad, el modelo del grupo de afinidad y un entendimiento romántico de la multiplicidad se han hecho hegemónicas. Todas estas nociones están llenas de fallos. Las únicas comunidades que permiten a largo plazo consisten en un puñado de amigos, base insuficiente para la organización necesaria para un cambio social profundo. La principal respuesta a esto por parte del movimiento anarquista, el plataformismo, subestima la importancia de la responsabilidad individual, lo que lleva a una confusión entre formalidad y eficacia (volveremos a esto en el capítulo final).

¿Qué hay que hacer?

La subcultura anarquista está muy extendida. Disfruta de una sólida infraestructura y de un flujo constante de nuevos miembros (no obstante un alto nivel de reemplazo). Puede fácilmente mantenerse a sí misma, proporciona un refugio identitario para gente que rechaza la cultura “convencional” o “burguesa” y tiene todas las ventajas que las subculturas aportan (véase más arriba). El anarquismo produce además ideas influyentes, formas de interacción social estimulantes y una animada cultura de protesta. Todo ello da lugar a un apasionante vivero político y confirma la relevancia del anarquismo en el día a día. Por tanto, si la carencia de un enfoque revolucionario no nos importa, no hay mucho de lo que preocuparse. La subcultura no está amenazada por los problemas enumerados previamente. Pero si creemos que renunciar al punto de vista revolucionario es un sacrificio excesivo (y si no queremos abandonar a los compañeros anarquistas con un compromiso fuerte con la revolución al marxismo ortodoxo), tenemos que hacer posible el desarrollo de esta perspectiva revolucionaria. Estas son algunas sugerencias para ello:

1. Los anarquistas tienen que ser claros sobre lo que quieren y honestos sobre lo que pueden hacer.

2. El deseo de cambiar la sociedad debe ser más importante que promover la superioridad moral de tu identidad radical.

3. Los anarquistas tienen que hablar de maneras que la gente que no es parte de la escena de iniciados pueda entender. El lenguaje siempre fluye y las expresiones problemáticas deben ser puestas en cuestión, pero las discusiones anarquistas tienen que ser interesantes, no alienantes.

4. Necesitamos visiones de futuro. Al contrario de lo que se ha vuelto un mantra para muchos anarquistas, las visiones de futuro no son proyectos cerrados que intentan dictar el comportamiento de la gente. Las visiones de futuro anarquistas simplemente esbozan ideas concretas sobre lo que los anarquistas quieren. Sin formular estas mismas ideas, a nadie fuera de los círculos anarquistas le va a importar un comino lo que los anarquistas tengan que decir. Prefigurar el porvenir no es siempre suficiente. A veces es hora de figurárselo.

5. La estrategia ha sido malentendida como un rígido plan maestro del activista. Desarrollar una estrategia significa simplemente tener una propuesta sobre cómo conseguir lo que quieres conseguir. Si renuncias a esto, renuncias al trabajo revolucionario.

6. No existe contradicción entre construir estructuras autónomas e intervenir en el orden dominante. Este falso conflicto es innecesario y dañino. Igual sucede con el supuesto conflicto entre praxis personal (estilo de vida) y organización colectiva. La una fortalece a la otra.

7. Necesitamos una transformación de valores. Mientras que deseemos las cosas que se producen, no seremos capaces de reducir el sistema político y económico a un nivel que sea sostenible tanto ecológica como socialmente.

8. Una crítica de la tecnología debe ser parte de cualquier movimiento revolucionario. La tecnología hace a la gente dependiente de sistemas sobre los que no tiene control y requiere una organización social de una complejidad imposible de alcanzar a un nivel próximo. Tenemos que rechazar la energía nuclear y otras supuestas bendiciones que tienen a la tierra y a la humanidad como rehenes, cuestionar al progreso como medio indispensable para hacer del mundo un mejor lugar, escrudiñar al racionalismo y a la ciencia y orientarnos a comunidades de pequeña escala.

9. Si le preguntas a los anarquistas por qué se centran más en ciertas luchas que en otras, la respuesta más habitual es que “todas las luchas son importantes”, lo que en realidad no responde a la pregunta. El asunto no es si todas las luchas son importantes (por supuesto todas lo son), si no por qué priorizamos unas sobre otras. Sí, factores subjetivos juegan un papel: tú te centras en las luchas que te afectan más o en las que te sientes más competente. Sin embargo, si nos reclamamos revolucionarios, tenemos también que identificar las luchas que sean más prometedoras para la revolución. La urgencia moral no necesariamente se correlaciona con el potencial revolucionario. La mayoría de las luchas no son revolucionarias en sí mismas, tienen que volverse revolucionarias a través de conexiones concretas con la política revolucionaria.

10. La aceptación de la diversidad siempre ha sido uno de las fuerzas del anarquismo, pero no debe convertirse en una excusa para negar el análisis. Cualquier sinsentido puede justificarse por la necesidad de diversidad, como si fuese esta un cheque en blanco para hacer lo que quieras. Por ejemplo, no todas las tácticas son igualmente útiles en todo momento; tienen que elegirse en relación a nuestras posibilidades y a la situación específica que nos ocupe. ¿Qué queremos? ¿Quién está involucrado? ¿Qué puede realmente hacerse? ¿De qué medios disponemos? La diversidad está bien cuando defiende la apertura, la flexibilidad y la variedad de opiniones, pero si se celebra como una virtud en sí misma, la política radical se vuelve shopping neoliberal: coges cualquier capricho que te haga tilín.

11. La discusión abierta es esencial tanto para un medio intelectual fructífero como para los procesos de liberación. Cuando la gente dice o hace cosas que otros consideran problemáticas, estas deben ser abordadas y discutidas, en vez de regañar, disciplinar o silenciar.

12. Las etiquetas son tabú para muchos anarquistas. “No es importante como te definas, sino lo que haces”. Al pie de la letra esto suena convincente. Sin embargo, una etiqueta no es más que una palabra, las palabras son herramientas para la comunicación y en la comunicación dependemos de etiquetas. Ponerle una etiqueta a los contenidos de nuestra política permite a otros (propios y extraños) hacerse una idea de qué estamos defendiendo. Así es como construimos comunidad y solidaridad. Nunca habría habido una “amenaza comunista” si no hubiera habido una palabra para ello. Es importante para un movimiento social de gente afín tener un nombre común.

13. Necesitamos construir organizaciones que sean de naturaleza anarquista, pero que puedan jugar un papel crucial en movimientos sociales amplios y en organizaciones populares (sindicatos, grupos de consumo, sindicatos de inquilinos, asociaciones deportivas, etc.). Las organizaciones anarquistas tienen que proporcionar una red para el debate, la acción colectiva y el apoyo mutuo. Pese a que esto requiere un cierto grado de formalidad, esta no debe confundirse con eficiencia. La eficiencia siempre depende de las cualidades individuales de los miembros de la organización, es decir, de su responsabilidad, fiabilidad y rendición de cuentas. Por esto el plataformismo no es la solución a la crisis organizativa del anarquismo. Es necesario algo más versátil.

14. La importancia de las cualidades individuales debe ser tomada en serio. Si rechazamos estructuras verticales para asegurarnos de que las cosas se hacen, debemos comprometernos a hacerlas nosotros mismos. La realidad anarquista está lejos de esto. Muchos anarquistas solo hacen cosas cuando “se sienten inspirados”; muchos tienen todo tipo de opiniones sobre lo que los demás deberían hacer sin haber hecho nada ellos mismos; muchos son poco fiables e irresponsables, siempre dispuestos a denunciar a los que les llaman la atención como autoritarios; muchos usan las asambleas para el parloteo egocéntrico en vez de para tomar decisiones clave. Si estas actitudes prevalecen, no hay la menor esperanza de que el anarquismo se convierta en un movimiento revolucionario.

15. Se necesita una nueva síntesis en el anarquismo. Gente con diferentes focos de interés (el lugar de trabajo, el patriarcado, el militarismo, etc.) tienen que trabajar juntos, unirse alrededor de una serie de principios compartidos y compartir una estrategia común en la que las diferentes tácticas se coordinen del modo más beneficioso. Las proclamas de representación exclusiva del anarquismo dañan a todo el mundo, incluido el propio grupo que las emite.

16. Los anarquistas tienen que entender los límites de la política anarquista. Dependiendo de los objetivos de una lucha en particular, un enfoque socialdemócrata o leninista puede ser más adecuado. Defender el estado de bienestar es una lucha reformista y si los anarquistas consideran que esta merece la pena, pueden ser más efectivos como tropas extraparlamentarias de apoyo a los esfuerzos socialdemócratas. Asimismo, los campesinos indios pueden considerar que una prolongada guerra popular (y, por tanto, leninismo en su variedad maoísta) es la respuesta más prometedora a la represión estatal que ellos confrontan; si los anarquistas quieren ayudar a estos campesinos, tendrán que hacer concesiones ideológicas. El sectarismo dentro de la izquierda debe desaparecer y para ello los anarquistas deben hacer su parte.

17. Muchos anarquistas asocian los cuadros políticos exclusivamente con el leninismo, lo que es poco acertado. Esencialmente, un cuadro no es más que un organizador a tiempo completo y hay una gran diferencia entre un organizador a tiempo completo y un activista de fin de semana. Los cuadros no merecen ningún privilegio, pero sus experiencias y dedicación deben ser reconocidas; no por ellos, sino por el interés del movimiento. Los cuadros necesitan prepararse para situaciones revolucionarias y su falta ha sido uno de las mayores debilidades históricas del anarquismo.

18. Evitar obstinadamente discusiones sobre liderazgo daña al movimiento anarquista. Siempre hay líderes en los grupos sociales, tanto si usas el nombre o no. Solo cuando esto es reconocido, pueden mantenerse a raya los aspectos autoritarios y explotadores del liderazgo. En caso contrario, operarán de los modos opacos e irresponsables característicos de muchos grupos anarquistas.

19. Debemos tener en cuenta los orígenes del anarquismo. El anarquismo no tiene el monopolio del pensamiento antiautoritario que, de varias formas y maneras, puede encontrarse a través de las culturas y las épocas. El anarquismo como movimiento político así definido es el producto de las condiciones sociopolíticas de la Europa del siglo XIX, lo que tiene implicaciones culturales que caracterizan al movimiento hasta el día de hoy y evitan que se expanda del modo que a la mayoría de los anarquistas les gustaría. La solución no es reclamar que todas las corrientes antiautoritarias son anarquistas en esencia (lo que, en el peor de los casos, es una forma de cooptación colonial; si la gente elige no usar el término anarquista, tendrán sus motivos). Más bien, la cuestión para los anarquistas es demostrar ser colaboradores valiosos en la lucha global por la liberación.

20. La así llamada política de alianzas (ally politics) puede servir como principio rector para anarquistas involucrados en luchas sociales emprendidas por otros, pero el concepto debe ser correctamente entendido. Decir que sí sin pensar a todo lo que otro te pide es autosacrificio y no tiene nada que ver con el radicalismo. Además, ningún individuo o grupo representa a ninguna comunidad, así que nunca podemos entregar nuestra responsabilidad de tomar decisiones propias por referirla a la autoridad de otra persona. Tenemos que ser responsables de nuestras decisiones. Puede ser obligatorio aceptar el liderazgo de otros en una lucha, pero siempre necesitamos involucrarnos con ellos para llevarla colectivamente a cabo.

21. Necesitamos discusiones serias sobre las posibilidades e imposibilidades de la lucha armada; no una romantización infantil de los disturbios y el crimen, sino una investigación sobre cómo se distribuye y mantiene el poder y sobre cómo puede ser desafiado por la militancia, lo que, en la mayoría de los casos de conflicto social acentuado, será necesario. Es más, si somos serios sobre la revolución, no podemos hacer del ejército y la policía el enemigo perpetuo. Casi todas las revoluciones dependieron de atraer a partes del ejército y la policía a sus filas, y las posibilidades militares de los grupos guerrilleros están disminuyendo drásticamente en tiempos de guerra de alta tecnología. Esta es una realidad con la que tenemos que lidiar, sin importar lo desagradable que sea.

22. Tenemos que reconsiderar la compensación económica. La cultura del hazlo tú mismo es genial para preservar la independencia, animar a la creatividad y alimentar el ingenio. Sin embargo, una vez cruzada la frontera de la autoexplotación, son casi exclusivamente tipos de clase media (mayoritariamente hombres, mayoritariamente blancos) los que permanecen.

23. Dedicarse a la revolución por la revolución no tiene sentido. La única justificación de la revolución es que hace la vida de la gente mejor. Esto debe reflejarse en todo lo que los revolucionarios hagan.

November 28, 2020 – De parte de El Libertario 175 puntos de vista
Gabriel Kuhn

[Extraído del ensayo más extenso titulado “Revolución es más que una palabra: 23 tesis sobre el anarquismo”, accesible en versión integral en https://es.theanarchistlibrary.org/library/gabriel-kuhn-revolucion-es-ma.]
Mira també:
https://es.theanarchistlibrary.org/library/gabriel-kuhn-revolucion-es-mas-que-una-palabra

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Sindicat Terrassa