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Notícies :: corrupció i poder
García Oliver: La amarga realidad
22 jul 2020
Hasta el 23 de julio de 1936 Juan García Oliver fue o intentó ser un revolucionario, a partir de esa fecha dejó de serlo, muriendo igual que él, como organización revolucionaria, la CNT. En este breve artículo él mismo, en su autobiografía política, cuenta cómo se desarrolló la asamblea en la que la clase media dió el golpe de mano dentro de la CNT sometiendo a sus bases proletarias a la rendición al régimen capitalista. García Oliver fue un revolucionario "hacia afuera" que perdió ante el reformismo cuando la revolución debía ser ya "hacia adentro"...
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Garcia_Oliver_El_eco_de_los_pasos.pdf
Garcia_Oliver_El_eco_de_los_pasos.pdf (7,46 MiB)

LA DERROTA


Como mariposa de una gran crisálida, la Organización despertó el día de la revolución desplegadas al viento sus multicolores alas. Ayer todavía, el Comité regional de la CNT estaba arrinconado en el viejo caserón que ocupaba el sindicato de la Construcción de Barcelona, en la antiquísima calle de Mercaders. El Comité regional tenía allí una salita que le servía de secretaría yde lugar de reunión del Comité. Igualmente ocurría con la Federación local de Sindicatos.

Enfrente se alzaba un enorme edificio nuevo, hasta ocupar toda una manzana por Mercaders y por la vía Layetana, mitad conocido por Centro Patro-nal y Fomento del Trabajo Nacional y la otra mitad como Casa de Cambó. Pues bien, fue ocupado a mano revolucionaria por el Comité regional de la CNT, Comité regional de la FAI, Comités locales de la CNT y FAI, Comité peninsular de la FAI y Comités de Juventudes Libertarias y de Mujeres Libres.

Fue una incautación expeditiva. Sin pago de alquileres ni de impuestos. Mejor dicho, fue una expropiación sui generis, como lo fueron las que realizaron los otros partidos y organizaciones, que expropiaron el enorme hotel Colón en la plaza de Cataluña y la imponente «Pedrera» construida por Gaudí en el paseo de Gracia. ¿Qué pensaría de ello Companys.

Era el día en que había de celebrarse el Pleno regional de Locales y Comar-cales de la CNT y la FAI. El salón de actos del nuevo edificio que ocupaba el Comité regional ofrecía un aspecto impresionante. Estaba ocupado por las delegaciones locales y foráneas; más Comités en pleno de algunos sindicatos de Barcelona, como el de la Madera, y de grupos anarquistas. Allí estaban todos los que tenían obligación y derecho, más cuantos pudieron colarse, porno querer nadie perderse lo que se esperaba que serían los debates de más trascendencia jamás oídos en los locales de la Organización.

En un amplio y profundo escenario estaban la mesa de presidir los debates y dos mesas para secretarios y periodistas de nuestra prensa; más dos largas hileras de sillas adosadas a las paredes laterales, en una de las cuales apareció un delegado del Comité nacional, que acababa de llegar, para informar al Ple-no. En general, todos los compañeros asistentes, hasta el delegado del Comité nacional, tenían el fusil entre las piernas.

Nombrada la mesa de discusión, Marianet informó sobre las luchas sostenidas en Barcelona y la región contra los militares sublevados, poniendo de relieve que la victoria lograda se debía al esfuerzo de los militantes anarco-sindicalistas, dirigidos por el Comité de Defensa confederal. Finalizó haciendo referencia al llamamiento del presidente Companys, a su sugerencia de constituir un Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, a la aceptación, en principio, por el Comité regional de la CNT y de la FAI, y a la necesidad de que la Organización, en aquel momento reunida, con la máxima representación posible dadas las circunstancias, en Pleno de locales y comarcales, estudiase los problemas planteados por la revolución triunfante y trazase la línea de conducta a seguir por el Comité regional, el Comité de Milicias y toda la organización catalana.

Varias delegaciones pidieron la palabra. La primera en hablar fue la delegación de la Comarcal del Bajo Llobregat, que entendía que con el Comité de Milicias se estaba taponando la marcha de la revolución social, y como el Comité de Milicias se había creado provisionalmente en espera de lo que acordase el Pleno, proponía retirar de él los delegados de la CNT y la FAI y marchar adelante con la revolución, para terminar implantando el comunismo liberta-rio, consecuentes en ello con los acuerdos de la Organización y con sus principios y finalidades ideológicas. Creían conveniente que, antes de proseguir el debate, alguno de los compañeros delegados al Comité de Milicias informase al Pleno si, desde dicho Comité, se podía llevar adelante un proceso revolucionario compatible con nuestras aspiraciones sociales.

Al terminar de hablar el delegado de la Comarcal del Bajo Llobregat, se produjo un momento de silencio expectante.1 Se sentía que el ambiente se rarificaba. Algo raro estaba ocurriendo. Observé que alguien andaba de un sitio a otro, de una delegación a otra, como transmitiendo una consigna, algo acordado antes y a espaldas del Pleno. El correveidile era Fidel Miró, de las Juventudes Libertarias, muy vinculado a Diego Abad de Santillán.

Me di cuenta de que los integrantes del Comité de Milicias estábamos dispersos. Sólo Aurelio estaba casi junto a mí, y Asens casi junto a Aurelio. Pero Durruti estaba alejado y Abad de Santillán también. De manera que cuando el que presidía el Pleno preguntó a los delegados al Comité de Milicias si creían procedente hablar sobre lo que pedía la Comarcal del Bajo Llobregat,se produjo bastante confusión, no pidiendo ninguno de nosotros la palabra para informar. Al reiterar el presidente su llamamiento a los miembros del Comité de Milicias, me decidí a intervenir en el debate.

Dije que el planteamiento del problema por la Comarcal del Bajo Llobregat me liberaba de un sentimiento de culpabilidad, porque yo había llegado a la conclusión de que, a partir del llamamiento del presidente Companys y de la aceptación de acudir a oírle, así como de haber aceptado, aunque fuese provisionalmente, la creación del Comité de Milicias, lo que en realidad habíamos hecho todos era taponar la marcha de la revolución social, por laque habíamos luchado siempre.

Expliqué que el Comité de Milicias se había tenido que constituir cuando ya Companys se había arrepentido de haber sugerido su creación. Que los demás partidos y organizaciones no creían •—al igual que Companys— que el Comité de Milicias pudiese servir de algo más que de Comisaría de Policía de segunda clase, como lo probaba el que los delegados designados para su integración fuesen militantes casi desconocidos de los partidos y organizaciones. Sólo nuestra organización había designado a miembros significados.

Afirmé que los errores podían y debían ser anulados, tenida cuenta de que estábamos en los inicios de un proceso revolucionario que podría ser largo en su desenvolvimiento y durante el cual seguramente tendríamos que ir modificando algunas actitudes y no pocos acuerdos. Expliqué también que la marcha revolucionaria estaba adquiriendo tal profundidad que obligaba a la CNT a tener muy en cuenta que por ser la pieza mayoritaria del complejo revolucionario, no podía dejar la revolución sin control y sin guía, porque ello crearía un gran vacío, que, al igual que en Rusia en 1917, sería aprovechado por los marxistas de todas las tendencias para hacerse con la dirección revolucionaria aplastándonos. Opinaba que había llegado el momento de que, con toda responsabilidad,terminásemos lo empezado el 18 de julio, desechando el Comité de Milicias y forzando los acontecimientos de manera que, por primera vez en la historia,los sindicatos anarcosindicalistas fueran a por el todo, esto es, a organizar la vida comunista libertaria en toda España.

Al terminar de hablar, pidieron precipitadamente la palabra Federica Montseny, Diego Abad de Santillán, Marianet y la Comarcal del Bajo Llobregat. A todos los asistentes nos llamó la atención que Durruti no hubiese pedidoya la palabra. Todos estaban acostumbrados a que Durruti defendiese mis puntos de vista, que se suponía correspondían a los del grupo «Nosotros».

Empezó a hablar Federica Montseny, rememorando su vida de aprendiza de anarquista al lado de sus padres, Federico Urales y Soledad Gustavo, dela inmensa alegría que llenaba su pecho desde que el triunfo de la clase obrera sobre los militares estuvo decidido. Creía que, sin necesidad de precipitar los acontecimientos, la vía revolucionaria estaba abierta y que el pueblo en armas haría el resto. Su conciencia de anarquista no le permitía aceptar que ahora, de buenas a primeras, forzásemos los acontecimientos para ir a por el todo, como proponía García Oliver, por cuanto ello suponía la instauración de una dictadura anarquista, que por ser dictadura no podría ser jamás anarquista. A su manera de ver, era ya mucho conceder el formar parte de un Comité de Milicias, que deberíamos abandonar tan pronto como fuesen vencidos los militares sublevados, para dedicarnos una vez más a la obra de la organización y de la propaganda anarquista.

Diego Abad de Santillán, miembro del Comité de Milicias, estimaba que nuestras organizaciones, tanto la sindical como la específica, no perderían nada formando parte del Comité de Milicias, por lo que se pronunciaba por continuar en el mismo, colaborando con los demás antifascistas, ya que, vista la situación de manera realista, un intento de ir a por el todo, como proponía García Oliver, aun cuando fuese realizado por la CNT, con la consiguiente puesta en ejecución del comunismo libertario, no sería otra cosa que una nube de verano, teniendo en cuenta que las potencias que rigen los destinos del mundo no lo consentirían, como se podía comprobar contemplando el horizonte desde cualquier azotea: cerca del puerto de Barcelona esperaban los buques de Inglaterra la oportunidad de intervenir, desembarcando tropas de ocupación, a las que habría que someterse, pues no se podría combatir contra ellas al mismo tiempo que contra los militares. En oposición a la propuesta de García Oliver de ir a por el todo, proponía que «sea aceptada la colaboración en el Comité de Milicias, desestimando por el momento la puesta en práctica del comunismo libertario».

Marianet intervino para expresar que, según su manera de ver la situación, lo más conveniente y práctico era mantenernos en el Comité de Milicias, sin perjuicio de ir gobernando desde la calle y no comprometer a la Organización en prácticas dictatoriales, como sería el caso si la CNT fuese a por el todo;ello equivaldría a ejercer funciones de gobierno que a la larga terminarían en una férrea dictadura.

La Comarcal del Bajo Llobregat intervino de nuevo para expresar que,vista la claridad de la propuesta de García Oliver de reabrir el proceso revolucionario y determinar que se fuese a por el todo, recordaba lo expuesto por ella antes y pedía al Pleno que aceptase la propuesta y desechase la precaria colaboración en el Comité de Milicias.

Me tocó hablar nuevamente. Expliqué que de mi boca no había salido ni una vez la palabra dictadura, ni sindical ni anarquista. Que había sido Federica Montseny la primera en llegar a la conclusión de que ir a por el todo era tanto como instaurar una dictadura anarquista, que sería tan mala como cualquier otra dictadura... «En momentos tan serios y decisivos, convendría elevar el contenido del debate, porque la revolución iniciada el 18 de julio era conducida o terminaría por ser traicionada. Y sería traicionada si en un Pleno llamado a trazar los destinos de nuestra Organización, mayoritaria en Cataluña y en gran parte de España, empequeñecemos el debate con argumentaciones de un sedicente anarquismo. No podemos marcharnos tranquilamente a nuestras casas después de que terminen las tareas del Pleno. No importa lo que el Pleno acuerde, ya no podremos dormir tranquilos en mucho tiempo,pues si nosotros, que somos mayoritarios, no le damos una dirección a la revolución, otros, que todavía hoy son minoritarios, con sus artes y mañas de corrupción y eliminación, sacarán del vacío en que habremos dejado a las masas, y pronto la alegría que llena de gozo a Federica será sustituida por la tristeza y el dolor que hubieron de vivir los anarquistas rusos, que así de ingenuamente se dejaron eliminar por los bolcheviques.«Puesto que se habla de dictadura —añadí—, conviene precisar que ninguna de las hasta ahora conocidas ha tenido los mismos caracteres. Ni siquiera las tiranías han sido siempre de igual significación. Han existido tiranías por imposición sobre los pueblos, cierto. Pero han existido tiranías elegidas por el pueblo.

»De todos los tipos de dictadura conocidos, ninguna ha sido todavía ejercida por la acción conjunta de los sindicatos obreros. Y si estos sindicatos obreros son de orientación anarquista y sus militantes han sido formados en una moral anarquista como nosotros, presuponer que incurriríamos en las mismas acciones que los marxistas, por ejemplo, es tanto como afirmar que el anarquismo y el marxismo son fundamentalmente la misma ideología puesto que producen idénticos frutos. No admito tal simplicidad. Y afirmo que el sindicalismo, en España y en el mundo entero, está urgido de un acto de afirmación de sus valores constructivos ante la historia de la humanidad, porque sin esa demostración de capacidad de edificación de un socialismo libre, el porvenir seguiría siendo patrimonio de las formas políticas surgidas en la revolución francesa, con la pluralidad de partidos al empezar y con partido único al final…

»En lo que se refería a la intervención de Abad de Santillán, afirmé que no contenía un adarme de argumentación ideológica y que se había limitado a cultivar el miedo. «El miedo a la intervención extranjera no debería ser esgri-mido en ese momento, porque aquí, según estoy viendo, estamos todos armados, y si de verdad hemos luchado todos en las calles los días 18, 19 y 20, hemos de tener presente que estamos hablando con permiso del enterrador, cosa quepura su desdicha ya no pueden hacer Ascaso ni Alcodori ni ninguno de loscompañeros que dieron su vida esos tres días. Es decir, que no deberíamos olvidar que estamos hablando desde un enorme sepulcro, que eso ha sido la CNT desde que se constituyó, un enorme sepulcro, dentro del cual están, en terrible anonimato para la mayoría, todos los ilusos que creyeron que sus luchas eran las de la gran revolución social. Porque alguien debe hablar ennombre de ellos. Y creo que este deber me corresponde...»

Proseguí diciendo que habría preferido no hacer referencia a las manifestaciones del compañero Marianet. Pero, de haberlo silenciado, tanto él como los asistentes habrían podido interpretarlo como menosprecio.

«No creo que Marianet lo merezca. La opinión que ha expresado de gobernar la revolución desde la calle, pese a su apariencia demagógica, lleva en sí el germen de una verdad más realista que las opiniones expresadas por Federica Montseny y Abad de Santillán, ya que admite que una revolución debe ser dirigida y gobernada, aunque sea desde la calle. Ahora bien, una revolución hecha, no por un puñado de aventureros, sino por una gran organización como la CNT, que es mayoritaria, no lo puede admitir...

»Y puesto que estoy sostenido por una Comarcal —terminé—, presento enfirme la proposición de que la CNT vaya a por el todo e implante el comunismolibertario.»

Por su parte, Abad de Santillán presentó en firme su proposición de dese-char la implantación del comunismo libertario y aceptar la participación enel Comité de Milicias.

Ante un silencio expectante, el presidente de la reunión plenaria pasó avotación nominal las dos proposiciones. Se votó primero la de García Oliver:

—Comarcal del Bajo Llobregat, vota a favor.

—¿Nadie más? Que conste en acta. Un solo voto. Los que estén a favor de la proposición de Abad de Santillán, que levanten la mano y digan qué Localo Comarcal representan.

—Que conste en acta. A favor de la proposición de Santillán todas las delegaciones menos una.

El presidente de la Plenaria dijo a continuación:

—Puesto que con la proposición de Santillán hemos aprobado también la participación en el Comité de Milicias y los compañeros que actualmente nos representan en dicho Comité lo hacen a título provisional, han de ser designa-dos por el Pleno. Son cinco, tres por la CNT y dos por la FAI. Vengan proposiciones.

El Pleno, consciente ya de la barbaridad que acababa de cometer, me ratificó por aclamación. Cuando el presidente me hizo la pregunta obligada de si aceptaba, no contesté verbalmente; bajé la cabeza, asintiendo. Fueron ratifica-dos también por aclamación Marcos Alcón, sustituto de Durruti, José Asens,Aurelio Fernández y Diego Abad de Santillán.

No salía de mi asombro. Acababa de celebrarse el Pleno de locales y comarca-les más insólito. Unos delegados, convocados urgentemente y desconocedores de lo que iba a tratarse en aquel Pleno, acababan de adoptar acuerdos que tiraban por la borda todos los acuerdos fundamentales de la CNT, ignorando de paso lo más elemental de su historia de organización fuertemente influida por los radicalismos del anarquismo. Y habían sido elementos de la FAI los que la impulsaban a posiciones tan reformistas que ni siquiera los «treintistas» se hubieran atrevido a enunciar, quienes, por cierto, no habían intervenido en la discusión ni adoptado posición. Muchos de ellos, despejada la incógnita de vencer al ejército, hubieran suscrito la propuesta de ir a por el todo, siempre que significase, como yo había defendido, que sería la CNT, con sus órganos sindicales, la que lo afrontase.

Entre la revolución social y el Comité de Milicias, optaba la Organización por el Comité de Milicias. Habría que dejar que fuera el tiempo el que decidiera sobre quién tenía razón, si ellos, la mayoría del Pleno, con Santillán, Ma-rianet y Federica y su grupo de anarquistas antisindicalistas como Eusebio Carbó, Felipe Alaiz, García Birlan, Fidel Miró, José Peirats y otros, o la Comarcal del Bajo Llobregat que conmigo sostenía la necesidad de ir adelante conla revolución social, en una coyuntura que nunca se había presentado antes tan prometedora.

Con su actitud, aquellos sedicentes anarquistas ponían en quiebra a la propia FAI, que se constituyó precisamente para neutralizar dentro de la CNT a los sindicalistas reformistas.

¿Qué había ocurrido? ¿Cómo se las arreglaron para lograr tan densa mayo-ría de reformistas? ¿Tenía algo que ver con ello el rumor difamatorio difundido desde hacía tiempo sobre las aspiraciones dictatoriales del grupo «Nosotros» y de García Oliver, de quien se decía que era anarcobolchevique? ¿No era sorprendente la actitud de Durruti, tan ostentosamente manifestada con su silencio durante el debate en el Pleno? ¿Tenía alguna relación la actitud de Durruti con las conversaciones que sostuvimos en el grupo «Nosotros» sobrequé podría ocurrimos personalmente durante la revolución que se avecinaba?

La cuestión fue planteada por Ascaso, después de que desecháramos la posibilidad de sustraer la CNT a un enfrentamiento con los militares y los fascistas si éstos se sublevaban, y de haber optado por una actitud de resistencia y de máxima acción revolucionaria:—Puesto que nos hemos decidido por la revolución, ¿quién de nosotros será el primero en morir?
Contesté, no con pretensiones de vidente, sino para frenar en lo posible el extraño nerviosismo que observaba en él:

—Tú serás el primero, Paco.

—¡Hombre, gracias, Juan! ¿Por qué?

—Tu pregunta ha puesto de manifiesto tu estado de ánimo desde que dejaste la secretaría del Comité regional de la CNT, de la que saliste apenado por la interpretación que algunos compañeros dieron a tu conducta durante el movimiento de Octubre.

—¿Crees que no es injusta esa actitud?

—Sí que lo es. Pero no basta para que te comportes como si estuvieras esperando la oportunidad de ir a la muerte para callarles la boca a algunos.

—Sé que me dices esto por afecto y compañerismo. Esperemos que no sea yo el primero en morir. ¿Quién será el segundo?

—Solamente estoy haciendo un cálculo basado en riesgos innecesarios capaces de conducir a la muerte…

—Adelante, Juan.

—Creo que serás tú, Durruti; no por los motivos que empujan a Ascaso, sino por otros totalmente distintos. Tu gran enemigo, Durruti, está dentro de ti. Morirás víctima de tu demagogia, en el buen sentido de la palabra. Tú siempre dirás y harás lo que quieran que digas y hagas las multitudes. Es algo superior a ti mismo. Cuando participamos en un acto y el presidente del acto dice: «Ahora os hablará el compañero Durruti», los oyentes sonríen satisfechos, seguros de que les dirás lo que saben que has de decir. Son ellos los que hablan por tu conducto y dicen lo que ha de serles agradable. En cambio,cuando me anuncia a mí, la reacción del público es totalmente distinta:«¿Y ahora qué nos dirá éste?», sabiendo que siempre hablo de la revolución como si sólo comportase duros deberes. Quiero satisfacer vuestra curiosidad:mi muerte será gris y posiblemente llegue con demasiado retraso.

Así ocurrieron las cosas.

Aquella mañana del 20 de julio, cuando iniciamos la marcha para asaltar elcuartel de Atarazanas y las Dependencias militares, situados frente a frente,casi a la entrada del puerto de Barcelona, con la columna del monumento a Colón por medio, unos —entre ellos, yo— marchábamos Rambla abajo guare-ciéndonos tras los enormes árboles de ambos lados; otros —entre ellos Ascaso y Durruti— preparaban unas formaciones en línea a lo ancho de la Rambla,alentados por un tipo extranjero, seguramente concurrente a la proyectada Olimpiada Obrera, que les indicaba cómo adelantar de aquella manera, a pechodescubierto, como si se tratase de reproducir a lo vivo escenas de película,como las del Acorazado Potemkin, exponiéndose vanamente al tiro de los militares.

Cuando me di cuenta, desde el árbol en que me encontraba con otros compañeros, de adonde iban a ser arrastrados Ascaso y Durruti, les grité que viniesen adonde yo estaba y les dije:

—Así no avanzaréis ni diez metros. Esa no es manera de combatir, o loes para suicidas. Avanzamos de árbol en árbol unos, tras las bobinas de papel de periódico rodando otros, hasta que, ya completamente a descubierto, iniciamos una rápida marcha hacia una tapia en construcción que nos separaba de la Maestranza, entre el final de la Rambla y la calle Santa Madrona. Cuando Ascaso y Correa se separaron de nosotros para colocarse en la acera de enfrente, rodilla en tierra, apuntando los fusiles hacia el otro lado de la Rambla, posiblemente en dirección del Lloyd's italiano o de las Dependencias militares, desde donde disparaba el enemigo, les hice gestos para que se aplastasen contra el suelo. No pude repetirlo. Ascaso, como si lo hubiesen fulminado, se abatió después
de alzar ambos brazos, fusil en alto, sobre las losas de la acera en que estaba.

—Tú serás el primero en morir, Paco, porque andas como buscando la muerte.

¿Lo recordaba también Durruti? ¿Era ésa la explicación de su marcha atrás,con su elocuente silencio en el Pleno regional?La misma noche, terminado el Pleno de locales y comarcales, reuní al grupo«Nosotros», ampliando la asistencia a los compañeros convenidos en el Club Náutico, sede entonces del Comité de Milicias, con Marcos Alcón, García Vivancos, Domingo Ascaso, hermano de Paco, y su primo Joaquín Ascaso. Fui lacónico en la exposición de los motivos que tenía para reunidos: El desarrollo del Pleno regional y los acuerdos negativos que en él recayeron.—Es cosa inexplicable. En realidad, los derrotados no hemos sido la Comarcal del Bajo Llobregat y yo, sino toda la Organización. Las consecuencias de esta derrota no son visibles de momento, pero sí previsibles. Nos encaramos con un porvenir tan inseguro que ni siquiera sabemos qué hacer a partir de este momento. Como organización mayoritaria sustraída al proceso revolucionario, estamos creando un enorme vacío…

Podíamos haber esperado el resultado del Pleno regional. No había que olvidar que la mecánica de nuestra Organización no se asemeja a la de un partido político, como el comunista por ejemplo, que es monolítico, sino que la composición heterogénea de nuestra Organización determina que siempre se ande entre dudas y vacilaciones. Por ello siempre fue dirigida, en realidad,por un grupo más o menos numeroso. La constitución de los «Treinta» perseguía esa finalidad. Con el grupo «Nosotros» también lo hemos intentado, yes posible que no se hubiese producido el triunfo de la clase obrera de Barcelona sin las directrices de nuestro grupo...

Creo que, una vez más, el grupo «Nosotros» debería marcar la tónica a seguir por la Organización, que debe terminar la obra que inició el 18 de julio. Debemos aprovechar la concentración de las fuerzas que mañana se pondrán a las órdenes de Durruti y proceder al asalto de los principales centros de gobierno, Generalidad y Ayuntamiento, con una rama de la columna que podría-mos dirigir Marcos Alcón y yo. Teléfonos y plaza de Cataluña, con otra rama decolumna dirigida por Jover y Ortiz. Y Gobernación y Dirección de Seguridadcon otra rama dirigida por Durruti y Sanz, pudiendo sumarse a cualquiera de ellas los Ascaso y García Vivancos, siempre que estéis de acuerdo.

Habló Durruti. Siquiera ahora romperíamos la incógnita de su actitud.

—La argumentación de García Oliver, ahora y durante el Pleno, me parece magnífica. Su plan para realizar el golpe es perfecto. Pero a mí no me parece que sea éste el momento oportuno. Opino que debería ser realizado después dela toma de Zaragoza, cosa que no puede tardar más de diez días. Insisto en que debemos dejar esos planes para después de tomar Zaragoza. En estos momentos, sólo con Cataluña como base de sustentación, estaríamos reducidos geográficamente a la mínima expresión.

Se calló Durruti. Los demás guardaron silencio, con una dureza tan grande en sus expresiones que los labios, apretados, parecían inexistentes.

Ascaso —nuestro Paco— acababa de morir por la revolución social y Durruti le estaba dando la espalda. Ninguno de los presentes dejaba de darse cuenta de que Durruti eludía la marcha adelante. No decía abiertamente que no, pero apelaba a un subterfugio para no decir que sí. Se agarraba a la toma de Zaragoza como a un clavo ardiendo. Volví a tomar la palabra. Dije que la argumentación de Durruti era de apariencias y no de realidades. Las realidades con las que se enfrentan las organizaciones mayoritarias como la nuestra, obligan a tomar las riendas de la revolución desde el primer momento, no dejando la revolución en la mitad de la calle en espera de que se tome ésta o aquella ciudad. La toma de Zaragoza no sólo es insegura ahora, sino que además puede no ser tomada en tres o seis meses, o nunca. Pero hasta para marchar adelante en esa empresa, no bastaba con estar al frente de una columna de milicianos, luchando por una abstracción como el antifascismo. Hay que luchar como revolucionarios que defienden una causa sagrada, que saben que están luchando por algo propio y no para defender al gobierno de la Generalidad y al gobierno de Madrid.—Comprendo que ya no vale la pena proseguir la reunión, porque se han producido en el grupo «Nosotros» dos cosas que trastocan fundamentalmente su fisonomía. La muerte de Paco es una y la división irremediable de opiniones es otra. Sólo me queda esperar para ver los resultados... y colaborar en la medida que me lo permitan mis fuerzas.
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Comentaris

Re: García Oliver: La amarga realidad
23 jul 2020
Sr ".", usted y sus camaradas me acusan de ser "antianarquista", una descalificación gratuita que nunca han empleado con usted, que se ha dedicado, junto con algún camarada, a acusar sin pruebas ni argumentos, a anarquistas históricos de burgueses, capitalistas, vendidos a la socialdemocracia, etc.

Muchas anarquistas han reconocido la entrada de anarquistas en el gobierno, como un "error histórico", otros, lo definieron como una expresión de responsabilidad y compromiso histórico con la revolución, ante la situación provocada por las alianzas entre la burguesía liberal, el socialismo y el incipiente comunismo. También hubo quienes, como usted, hablaron de "traición". De todos los juicios que se han vertido, unos matizando más y otros poniendo acentos y comas, los de la "traición" han sido siempre "la quinta columna".

Todas sus argumentaciones, sr ".", se basan en sus sesgadas y retorcidas interpretaciones, en prejuicios y en su pensamiento reaccionario. La entradilla al texto de García Oliver, lo explica casi todo sobre usted.
Re: García Oliver: La amarga realidad
25 jul 2020
Buenas Aliss:

Ya veo, ¿también intentará ocultar las responsabilidades de Montseny y Abad de Santillán en la derrota de la revolución en Barcelona, como infiltrados socialdemócratas, como hizo con su intento de ocultación de la autoría socialdemócrata del SPD del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebneckt en la represión contra los espartaquistas para impedir la Revolución Europea de 1919? Lamnetablemente, si.
Re: García Oliver: La amarga realidad
26 jul 2020
Para acusar falsamente, tiene los dedos muy ágiles y despiertos. Pero para aportar pruebas de dónde he ocultado el asesinato de Rosa Luxemburgo, es usted un completo inepto, ¿Como usted ahora mismo no habla de los crímenes de Franco y el franquismo, quiere decir que los está ocultando?

Sobre lxs anarquistas que asumieron el poder en un contexto muy concreto de la historia del estado español, ya le he expuesto varias visiones de lxs propias anarquistas y ninguna oculta las responsabilidades aunque las interpreten de diferentes maneras.

Usted tiene una marcada y fuerte tendencia hacia la manipulación, Simplemente eso. Y sí, lamentable que usted se dedique específicamente a eso.

Usted me ha preguntado en varias ocasiones quien me pagaba por compartir textos en esta web, y ahora, viendo la dimensión y nivel que cobra su participación, le pregunto ¿quién le paga a usted para manipular todo de esta manera?

La revolución se la cargaron desde la república, y ahí usted encubre a la burguesía progresista que siempre tanto simula criticar, y al estalinismo más criminal que entre sus huestes tenía a personajes tan nefastos como Carrillo, Líster o los que montaron el servicio de espionaje para ejecutar a revolucionarios del POUM, la CNT, la FAI, Juventudes libertarias...

Sepa que por mucho que se esfuerce, no le van a dar ni un carguito, ni tampoco el diploma de empleado del mes.
Re: García Oliver: La amarga realidad
26 jul 2020
Buenas Aliss:

¿Cómo puede ser que cuando intento añadir información petienente los comentarios sean borrados y no meramente amagados mientras aparece que hay un comentario suyo que ni es borrado ni se publica? ¿Saldrá ese comentario suyo al final justo cuando se cierre el artículo a comentarios sin la información adicional que he puesto sobre las actividades de infiltración thermidorianas de Montseny y Abad de Santillan contra el proletariado y la CNT en 1937? ¿Está usted borrando personalmente esta información? ¿Es usted del PSOE?
Re: García Oliver: La amarga realidad
26 jul 2020
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