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El contagio de la revuelta se extiende… ¡Luchas por doquier! [ES/EN]
02 jul 2020
[ES]
EL CONTAGIO DE LA REVUELTA SE EXTIENDE…
¡LUCHAS POR DOQUIER!

Desde que publicamos nuestro anterior texto a finales de marzo,1 el desarrollo de los acontecimientos no ha hecho sino confirmar lo que allí denunciábamos: la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. La declaración de pandemia fue el chivo expiatorio, una excelente oportunidad y cobertura para ir imponiendo toda una serie de brutales medidas que exige despóticamente la dictadura de la ganancia. Se trata de enchufar al proletariado toda clase de medidas de austeridad, imponer a una parte jornadas de trabajo aún más intensas y extensas a cambio de salarios cada vez más precarios, facilitar los despidos de otra parte, exterminar a las enormes franjas sobrantes de la población, asegurar su implantación por medio del control y el terror, y frenar la oleada de revueltas de 2019 reiniciando un nuevo ciclo de acumulación.

El aislamiento que intenta imponer el capital representa la negación del proletariado como clase revolucionaria, la alienación de su comunidad de lucha, para destruir no sólo su proceso actual de asociacionismo, sino su potencia futura (que ya se evidencia en las luchas actuales). Ese es el verdadero objeto del estado de alarma:2 concretar las necesidades intrínsecas a la relación social capitalista.

Pese a que, en un primer momento, toda esta guerra consiguió paralizar al proletariado, lo cierto es que nuestra clase pronto comprendió en sus carnes de qué trataba la cosa: las condiciones materiales aún peores que sufría por todas partes no eran con motivo de la “pandemia”,3 sino con motivo de las necesidades de valorización del capital.

Los primeros signos de que el proletariado comprendía esta realidad quedaron patentes en las expresiones de lucha que saludábamos en nuestro texto anterior. Los motines y revueltas en las cárceles de numerosos países, las protestas en Hubei, los saqueos y conflictos en Italia o Panamá, la extensión de actos de desobediencia a las medidas del Estado de alarma y confinamiento… Eran las escaramuzas que anunciaban que el proletariado se disponía a retomar la oleada de luchas contra el capitalismo iniciadas en 2019.

Decíamos también que las toneladas de capital ficticio que mantenían, con una importancia cada vez más decisiva, los flujos de capital desde hace décadas, y que ahora se inyectaban masivamente en el intercambio mercantil efectivo, con una creación masiva de signos de valor si ningún respaldo ni límite, crearían una desvalorización sin precedentes, una destrucción de capital de consecuencias imprevisibles que llevarían al proletariado al límite. Líbano, el primer país que vio extenderse en su territorio una revuelta contra el estado de alarma, fue al mismo tiempo el primero que vio cómo su moneda tocaba fondo. El Estado libanés, que se había declarado en quiebra y declarado el impago de la deuda, veía cómo el aumento impresionante de los precios de las mercancías expresaba una drástica reducción del valor que dice representar la moneda (hasta dos tercios). Los proletarios que todavía disponían de algunos miserables billetes con los que podían cubrir parte de sus necesidades básicas (pues la gran mayoría ni eso) veían cómo éstos se evaporaban.

Confinados en sus casas, con la prohibición de todo tipo de reunión y con los milicos recorriendo las calles, la situación se tornó dramática. La perspectiva era agachar la cabeza y aceptar confinados el funeral que le preparaban o apostar por la vida. Una vez más, el proletariado apostó por la vida saliendo masivamente a las calles. Desde entonces, la llama de la revuelta vuelve a iluminar la oscuridad de este mundo, extendiéndose por diversas regiones, rompiendo el confinamiento, las prohibiciones de reuniones y movilizaciones, la represión y todo el paquete de medidas del estado de emergencia. En Irak, Irán, Panamá, Francia, Colombia, Venezuela, EE.UU, etc., se retoma la oleada de luchas iniciadas en 2019 poniendo en cuestión los planes de reestructuración de la burguesía y planteando con fuerza otra “nueva normalidad” a la que la burguesía mundial quiere imponer.

De Líbano a EE.UU…

La “noche de los molotovs” fue el primer revés serio que el capitalismo mundial recibió en su “guerra al coronavirus”. A mediados de abril, las principales ciudades de Líbano experimentaron protestas y enfrentamientos que fueron respondidas con la brutalidad habitual por parte de los milicos. El 26 de abril se baleaba una manifestación, asesinando al joven Fawaz Fouad e hiriendo a treinta manifestantes. Esa misma noche se desató una respuesta imponente del proletariado, en lo que se denominó la noche de los molotovs. Los milicos se vieron desbordados por la ruptura generalizada del estado de emergencia y por la lluvia de cócteles molotovs que reemplazaban a las piedras. Desde entonces, bancos, milicos, comisarías y otras expresiones del capital sufren con cotidianidad el calor de los molotovs mientras desde las ventanas los gritos y las caceroladas apoyan cada incendio y manifestación de nuestra clase.

Pese a que el gobierno trató de desviar la atención anunciando un plan en cinco fases para salir del confinamiento, proclamando el éxito sanitario,4 los proletarios no han dejado de intensificar la revuelta, denunciando que la miserable vida bajo el capital es la verdadera pandemia. El Estado no puede ofrecer otra cosa que balazos, muertos, amputaciones, torturas y miseria, que son respondidos con la extensión de las capuchas y los molotovs, organizando al mismo tiempo expropiaciones y redes de apoyo para el reparto de alimentos y productos básicos.

Pero si en Líbano tuvo lugar la primera revuelta contra el estado de alarma mundial, esta no era más que la cristalización en ese territorio de la lucha internacional del proletariado contra las condiciones de vida que impone el capital.5 Si bien nuestra lucha siempre ha partido de esa realidad, de que independientemente dónde se desarrolle, la misma forma parte de una misma lucha mundial, por las mismas necesidades y contra un mismo enemigo, es cierto que la burguesía despliega todo tipo de recursos e ideologías para aislar, sectorizar, particularizar, nacionalizar, y presentar como diferentes las diversas expresiones de la misma lucha, como si fueran expresiones independientes, como si fuesen ajenas unas de otras y de naturaleza u orígenes diferentes. Pero el desarrollo de la catástrofe capitalista no ha dejado de homogenizar de forma cada vez más brutal las miserables condiciones de existencia del proletariado dificultando las maniobras de la burguesía.

Con la imposición del estado de alarma mundial, el capital daba otro salto cualitativo en esa homogenización. En todas partes las mismas medidas, los mismos sacrificios, el mismo ataque terrorista. La pandemia era la cobertura adecuada para tratar de ocultar la generalización de ese ataque capitalista contra el proletariado,6 la homogenización brutal de nuestras condiciones de vida a nivel internacional.

Ha sido la lucha del proletariado la que ha desenmascarado a la burguesía mundial y ha reconocido a la pandemia como la tapadera para hacerle la guerra, para imponer las necesidades económicas que demanda el capital por encima de las necesidades humanas más básicas. Los proletarios en lucha expresan sin tapujos que las muertes que el capital adjudica al COVID–19 son una anécdota al lado de la masacre diaria en la vida capitalista, y que las condiciones implantadas con el estado de alarma no han hecho más que agudizar. Si, como decimos, en Líbano se cristalizó la primera revuelta desde la imposición del estado de alarma, sintetizando y amplificando las protestas, oposiciones y tentativas que se dieron anteriormente de diversas formas por todo el mundo (en las cárceles, con huelgas —también internacionales como la de Glovo o Amazon—, con saqueos, manifestaciones…), su cristalización en otros muchos lugares expresa el desarrollo de la lucha internacional de nuestra clase.

Sin duda, Irak es otro de los lugares donde la lucha ha asumido niveles formidables. Recordemos que esa región ha sido uno de los bastiones de la lucha en los meses pasados. Tras un primer impasse provocado por el estado de alarma y ciertas concesiones del Estado (puesta en libertad de
presos, investigación de abusos policiales…), las protestas se reanudaron a principios de abril. En esas fechas, varias localidades de la región comenzaron a desafiar el estado de alarma. Bagdag, Diwaniya, Bassora, Nassiruya y Kout fueron algunas de las ciudades donde se desarrollaron duros enfrentamientos con la policía. Pronto las protestas se tornaron revueltas en todo el territorio, colocándose en el punto donde se habían abandonado antes de la imposición del estado de emergencia. La plaza Tahrir de Bagdad volvió a ser uno de los centros de organización de la lucha en la región. Los intentos de asalto a la “zona Verde” (lugar estratégico de la burguesía), las barricadas en los accesos a la zona puente (al–Jumhuriyah), las piedras y los molotovs sobrevolando las cabezas de los milicos y explosionando en bancos, residencias de burgueses, etc., volvieron a preocupar a la burguesía.

Como le preocupa que en Francia se hayan extendido también las protestas, en especial en los suburbios. En Oise, Amiens, Yvelines, Elbeuf, Compiègne…, los proletarios se enfrentan a la policía con barricadas, molotovs y bengalas. En Mulhouse se tomó la calle después de que los antimotines hirieran a un joven de dieciséis años. Como en Ile–de–France, donde se desató la rabia porque un coche policial atropelló y mató a un joven de dieciocho. En otros lugares como Seine–St. Denis organizaron emboscadas a los policías y atacaron símbolos del capital. Para tratar de calmar los ánimos, el Estado francés decidió retirar temporalmente a la policía de los suburbios más calientes.

Pero no solo los suburbios viven jornadas de lucha. Las huelgas se suceden en diversos sectores y empresas (Amazon, Nancy, Deliveroo, basureros, trabajadores sanitarios…), algunas expropiaciones se reproducen en Marsella y Lille, y las prisiones y los centros de detención de migrantes sufren protestas y motines, como Uzerche, en Rennes o Correze, donde los prisioneros destruyeron y quemaron distintas partes de la cárcel y se subieron al tejado.

Hasta en Mayotte (departamento francés en el océano Índico), donde los proletarios se niegan al aislamiento y el encierro y rompen el toque queda, los policías enviados a hacer cumplir el confinamiento son recibidos constantemente con barricadas y piedras. En Bélgica, el Estado se ensaña en los suburbios para frenar la rabia del proletariado, especialmente tras los disturbios por la muerte de un joven en un control policial.

Con la llegada de la revuelta a EE.UU, la lucha internacional ha adquirido nuevos bríos. El asesinato de George Floyd el 26 de mayo por la policía de Minneapolis fue la gota que colmó el vaso. Como un volcán en erupción, los proletarios desataron la furia contenida y saciaron las necesidades que les reprime el capital. Al grito de “¡No puedo respirar!”, nuestra clase se hacía eco de las palabras de Floyd, a la vez que expresaba la imposibilidad de vivir bajo las condiciones sociales que impone el capital. Lo que comenzó en Minneapolis pronto se extendió a todo el territorio de EE.UU y más allá de sus fronteras. Ataques a la policía, incendio y asalto de varias comisarías, saqueos, destrucción de bancos y otras entidades del capital… Conocidos símbolos y estatuas de personajes de la clase dominante fueron golpeados, como estatuas de Churchill, de Cristobal Colón, etc., destruidas o decapitadas en numerosas ciudades, no sólo en EE.UU sino en regiones como Reino Unido o Bélgica. En esta última las protestas y manifestaciones se extendieron a ciudades como Bruselas y Lieja, dejando destruidos y decapitados monumentos históricos en honor al rey Leopoldo II.

La revuelta en EE.UU adquirió rápidamente tal magnitud que hay que retroceder varias décadas para recordar en ese territorio una afirmación semejante del proletariado contra el capital. El Estado tuvo que declarar toques de queda en numerosas ciudades y se movilizó a los soldados de la Guardia Nacional para intervenir. La cantidad de heridos y muertos por la represión sigue avanzando, como en Atlanta, donde la policía acribilló por la espalda a Rayshard Brooks, pero los proletarios lejos de retroceder responden con decisión a cada golpe del Estado.

… pasando por todas partes

Hoy podemos decir, pese a que todavía en numerosas regiones nuestra clase sigue aturdida y sometida a toda la paranoia del miedo difundida por los diversos aparatos del Estado, que las luchas que los proletarios estamos desarrollando de un lugar a otro retoman la confrontación internacional iniciada antes de la imposición del estado de alarma mundial. El proletariado defiende sus necesidades contra las del capital contraponiéndose a sus medidas: enfrentando al estado de alarma, a sus medidas excepcionales, al confinamiento, a los “ajustes”, a lo que la burguesía llama en algunas regiones la “nueva normalidad”,7 etc.

Si bien hemos querido subrayar algunos de los lugares donde la revuelta del proletariado está siendo especialmente importante, ni mucho menos queremos restar importancia a cómo el proletariado está expresando la lucha en otros lugares, tratando de generalizar la revuelta.

Por ejemplo, en Venezuela o Colombia el proletariado expresa su rechazo a sacrificarse a las necesidades del capital mediante la extensión de las protestas, los cortes de calles y los saqueos a mercados o camiones de alimentos, los ataques a las oficinas bancarias… En Panamá, las barricadas y los incendios se enfrentan al ejército en las calles. En Chile, los proletarios retoman poco a poco la lucha que había refluido mediante disturbios como el de Antofagasta o Valparaiso. En Italia, las expropiaciones se han reproducido hasta el punto de que la policía patrulla los supermercados. Grupos de proletarios organizados expropian y reivindican las expropiaciones porque “el dinero para comprar se ha ido”. Las huelgas también se suceden, como la reciente en Whirpool, Nápoles. Así como las manifestaciones en solidaridad con los presos y en contra de las políticas carcelarias. En Alemania, las protestas y manifestaciones contra las medidas implantadas se han venido sucediendo desde finales de marzo, como en Irán y gran parte de Oriente Medio. En Uruguay ha habido manifestaciones durante y contra el confinamiento, como la gran manifestación frente al Palacio Legislativo, y toda clase de resistencia desde diversos barrios acompañada de consignas “¡No nos quieren sanos, nos quieren esclavos!”. O en México, donde se suceden los disturbios, tras la muerte (otra más) de Giovanni López, un joven que un mes antes había sido detenido por no llevar barbijo y asesinado a golpes por la policía en la localidad de Ixtlahuacán de los Membrillos. Las protestas comenzaron el 4 de junio en Jalisco y se extendieron a la capital y otras partes de la región incendiando patrullas, comisarías, el Palacio de Gobierno de Guadalajara y otras expresiones del capital al grito de “¡No murió, lo mataron!”.

Así podríamos seguir, subrayando cómo el proletariado busca afirmar las mismas necesidades, los mismos intereses, frente a un mismo enemigo, frente a una misma condición. La lucha internacional del proletariado está asumiendo diversos niveles de cristalización y fuerza, diversas formas y lugares donde materializarse. En esta situación, y con la perspectiva de consolidación e intensificación de la guerra de clases, uno de los aspectos fundamentales para el avance del proyecto comunista de abolición del capitalismo, del Estado, de las clases sociales, el trabajo y el dinero, es derribar las fuerzas que frenan desde el interior el desarrollo de la perspectiva revolucionaria.

Nos estamos refiriendo a las fuerzas que, ataviadas con falsos ropajes de lucha, nos distraen de nuestros objetivos conduciéndonos por caminos que perpetúan este mundo de muerte, canalizando nuestra potencia. Esas fuerzas se consolidan y desarrollan en base a nuestras propias debilidades, a los propios límites que las luchas contienen. Criticar, denunciar y superar esos límites es una condición imprescindible para la afirmación revolucionaria. No es este el lugar donde profundizar y desarrollar en todos estos límites, que por otro lado hemos ido abordando diversos compañeros y minorías revolucionarias en los últimos años, expresándolos en numerosos materiales, pero sí creemos necesario referirnos brevemente a algunos de los que ostentan protagonismo en la actualidad.

Algunos límites de las luchas actuales

Si bien queremos por un lado difundir la lucha que los voceros del capital tratan de ocultar por todos los medios,8 también queremos subrayar algunas de las debilidades que esta contiene. El objeto no es otro que fortalecer la dirección revolucionaria que contiene nuestra lucha, defender la autonomía de clase respecto a todos los intentos de encuadramiento, división y frentismo. Solo llevando hasta las últimas consecuencias las luchas en proceso, tumbando todos los elementos de contención, no solo los más evidentes, tales como la acción represiva del Estado, sino las más sibilinas y peligrosas, como las ideologías que posibilitan el encuadramiento y la neutralización burguesa, podremos avanzar hacia la destrucción del capitalismo.

La presencia de ideologías parcializadoras que enfocan los problemas sociales como aspectos parciales que pueden solucionarse al margen de la totalidad que los genera y necesita, que crean movimientos específicos para abordarlos, sigue siendo uno de los lastres del proletariado. Haciendo bascular la lucha hacia aspectos parciales, todas esas ideologías son un sostén del capitalismo al alejar la lucha de la raíz del problema. El antirracismo, el feminismo o el ecologismo son algunas de las ideologías parcializadoras más importantes. Todas ellas trasladan la lucha hacia cuestiones interclasistas. Sin embargo, para muchos proletarios representan una lucha y un sentimiento compartido, sea contra el racismo, contra el sexismo o contra la destrucción del planeta. Porque parten de una problemática existente, pero de manera aislada, sin comprender que es el capital quien organiza y gestiona dichas cuestiones. Si bien el machismo, el racismo o la destrucción de un bosque no son el objetivo de ningún burgués, son elementos inherentes a la tasa de ganancia y por tanto necesarios para el capital, y para esos burgueses en su conjunto.9

La falta de demarcación de clase ha sido y es un problema para superar el estado actual de cosas y también para dejar atrás estos movimientos parcializadores y reformistas que solo ven en el Capital, a lo sumo, un problema como los otros. Por tanto, no es necesario agregar la crítica anticapitalista a estas parcializaciones, no se trata de unir lo separado, sino de advertir la dimensión total de la sociedad capitalista en la que vivimos.

Cuando criticamos tal o cual ideología habrá muchos compañeros que se sientan atacados, que no comprendan que lo que estamos atacando es toda una concepción alienante de la lucha. En su propia lucha, el proletariado expresa sus propias debilidades a través de estas cuestiones ideológicas, interclasistas e inmediatistas. Pero de esa misma lucha saca lecciones y directivas, de la cual nuestra crítica no es más que una expresión. Es el proceso por el cual el proletariado se delimita de su enemigo histórico y de las ideologías que la propia vida capitalista afirma, es su proceso de constitución en clase.

Claro que la fuerza de estas ideologías no se constata a nivel individual, sino en el movimiento mismo. Los propios proletarios que luchan contra el capital salen impulsados por sus propias condiciones materiales y en la mayoría de las veces presos de diversas ideologías. Lo decisivo en la lucha es si esas ideologías acaban dominando y canalizando el movimiento o son tumbadas en su propio desarrollo.

En EE.UU hemos sufrido esa ideología parcializadora en forma de antirracismo, tratando de llevar la lucha hacia una cuestión de razas. Pero todo cuestionamiento del racismo que no ataque la base del capital no conduce más que a su reforzamiento, porque no se puede combatir el racismo —ni comprender cómo opera— si no se parte de la crítica profunda al capital. El proletariado en EE.UU ha hecho tambalear esa ideología cuando proletarios de todas las razas han salido a la calle a cuestionar el capital, a imponer sus necesidades, a decirle al capital que no se puede respirar bajo su bota. Sin embargo, la fuerza de esta ideología sigue presente.

Tentativas de repolarización burguesa

La burguesía siempre busca encuadrar la lucha del proletariado en dos bandos que no aspiren más que a metas burguesas y reformistas. No solo le sirve a tal o cual fracción para torcer la lucha del proletariado en favor de sus intereses particulares, sino al capital en general para neutralizar la lucha revolucionaria. El gancho por excelencia siempre ha sido la falsa disyuntiva fascismo–antifascimo. La región española en los años treinta del siglo pasado, nos dio la lección más clara de esta polarización cuando el proletariado revolucionario, que puso en cuestión todas las formas que adoptó el Estado, fue finalmente encorsetado en esa tramposa dicotomía, y acribillado entre (y por) los dos bandos. La llamada segunda guerra mundial fue el corolario de ese encuadramiento aportando dinamismo al capital con el sacrificio de las vidas de millones de proletarios. Hoy, en EE.UU, el Estado vuelve a tratar de canalizar la lucha bajo esos rótulos, al definir a “Antifa” como una organización terrorista. Trata de encuadrar a los manifestantes en esta vieja polarización con ropajes modernos, a la vez que criminalizarlos. Aunque el nombre “Antifa” no refiera a ninguna organización formal determinada y el antifascismo como movimiento es en la actualidad una expresión parcial y minoritaria de los proletarios en lucha, no podemos dejar de apuntar esta tentativa de encuadramiento del Estado burgués.

Pero la polarización que con mayor influencia se está constituyendo en el horizonte, y a la que nos empuja la burguesía de todos los países, es la puja entre las fracciones del capital exacerbándose, con la guerra comercial de fondo, principalmente entre el Estado de EE.UU y el de China. Se intenta encuadrar al proletariado en alguno de los campos burgueses: el Estado chino y ruso se definen contra el poder de los financieros occidentales; los Estados occidentales denuncian a China como la que elaboró el coronavirus, etc.

Se trata de hacernos creer desde un lado que la producción material capitalista se realiza para nuestras necesidades y que hay que defenderla del parasitismo de las finanzas que la oprime, de los bancos, de la élite, del 1 %; desde el otro, se nos intenta vender que la producción material de nuestras necesidades necesita del dinero de las finanzas, que el dinero es una herramienta que puede utilizarse para las necesidades humanas. Pero los dos lados son meras alternancias burguesas. Ambas fracciones (que por otro lado están interconectadas) no son más que dos expresiones del capital, dos formas bajo las que el capital transita en su existencia.

Nosotros tenemos claro que el capital no es solo el banco o el dinero, Rockefeller o Bill Gates, de la misma forma que no es solo la fábrica, la empresa o la mercancía, el gran patrón o el pequeño. Creer que alguna de sus expresiones, por más centrales que sean en coyunturas determinadas o por más poder y presión que puedan ejercer a las otras, son la personificación exclusiva del capital, nos saca del terreno revolucionario al considerar que el capitalismo se suprimiría eliminando simplemente a los patrones, o a las “grandes familias” o inclusive a toda la actual élite financiera mundial. Por supuesto que hay que enfrentarse a todos ellos, pero su poder social viene del capital, que es una relación social, más aún, un sujeto que domina y subsume toda la actividad humana y se materializa y personifica de múltiples formas y niveles. Por eso, el comunismo es un movimiento de transformación social, de supresión y superación de las condiciones existentes.

Perspectiva y necesidad de estructuración internacional

En la situación actual que sufrimos y que el capital nos ha preparado, y la que se viene, uno de los grandes límites que tenemos es la debilidad para estructurarnos y centralizar internacionalmente el combate, organizando y extendiendo el asociacionismo proletario, y sobre todo organizando el poder de la revolución que tiene que oponerse y quebrar el poder del capital. Ese aspecto central de la lucha proletaria, supone ya, ahora más que nunca, nuestra máxima necesidad y su afirmación contiene la cristalización de nuestra potencia revolucionaria.

El capital se está organizando, estructurando, no solo para conseguir el máximo beneficio extrayéndonos hasta la última gota de aliento de nuestras vidas, sino también preparando los mecanismos, legales, policiales, sociales, etc., para reprimir nuestra furia y nuestras luchas. La dictadura democrática del capital se presenta hoy con una transparencia extraordinaria que evidencia, una vez más, la crítica que los revolucionarios siempre hemos realizado y profundizado.10

La única alternativa al presente y al futuro que nos ofrece la burguesía es la respuesta internacional y revolucionaria que el proletariado intenta materializar, pero la misma necesita afirmarse como fuerza organizada unitaria que se contraponga al poder burgués.

Pese a las diferencias existentes en nuestra comunidad de lucha, pese a la heterogeneidad existente en diversos aspectos de la lucha, la base de nuestro accionar es la lucha contra las condiciones que impone el capital, contra el estado de alarma, contra las necesidades de su economía, de sus bancos, de sus empresas… Es en ese terreno donde las diversas heterogeneidades pueden y necesitan tratarse, discutirse, confrontarse. Y es ahí, en el enfrentamiento al orden existente, donde el proletariado traza su unidad, donde la comunidad de lucha tiene el ecosistema desde el que se desarrolla y potencia. Hay muchas formas de expresar las posiciones de clase, y también formas diferentes de percibir los momentos históricos y nuestro papel en ellos, pero como siempre, lo fundamental y de lo que partimos para la organización es lo que hacemos, es la práctica que llevamos adelante. Partimos de la lucha contra las condiciones a las que nos someten, contra las medidas del Estado represor y chupóptero, partimos de la negación, del enfrentamiento directo al capital.

Hoy, podemos ver un nítido ejemplo de todo esto en la lucha que el proletariado está cristalizando contra el estado de alarma mundial y las diferencias en torno a la importancia que se le da al virus entre las distintas expresiones que luchan. Vemos expresiones en lucha de nuestra clase que ponen de relieve los datos que nos da el Estado y denuncian que es un aspecto central de la catástrofe capitalista y del empeoramiento de nuestras condiciones materiales —dando también mucha relevancia al origen del virus—, pero que no los lleva a negar al verdadero objeto que determina el estado de alarma.11 Vemos a otras expresiones que denuncian que todo eso es una exageración del Estado12 para imponer una nueva vuelta de tuerca del capital, que el eje debe estar puesto en las medidas que se amparan tras la declaración de la pandemia y no en la pandemia en sí. Pero más allá de las diferencias, lo importante es que las posiciones se plantean desde la lucha, desde las necesidades, desde la contraposición al capital, desde el enfrentamiento al estado de alarma, al confinamiento y a todas las medidas desplegadas por el capital. Porque es necesario asumir que el estado de alarma (confinamiento y demás medidas) es un estado de guerra contra el proletariado. Independientemente de esas diferencias, esas expresiones comprenden, en forma más o menos clara, que todo lo que han montado los Estados es para las necesidades de valorización y hay que contraponerse a ello.

Por eso, nos encontramos juntos luchando en la calle, conspirando, rompiendo el confinamiento, desobedeciendo, discutiendo, poniendo en cuestión las necesidades de la economía y tratando de imponer las humanas. Es en ese terreno donde siempre el proletariado se organizó y desarrolló su lucha, pero también las necesarias polémicas y discusiones. Tal y como hoy tratamos de hacer pese a las numerosas dificultades existentes. Es en ese terreno donde el proletariado vuelve a sentar las bases para afirmarse como clase revolucionaria a nivel internacional. Seamos consecuentes con ello e impulsemos a todos los niveles la estructuración internacional del proletariado para abolir este viejo mundo.

¡LUCHAS POR DOQUIER… QUE ESA SEA LA NUEVA NORMALIDAD!

CONTRA EL ESTADO DE ALARMA, CONTRA EL CONFINAMIENTO, CONTRA LA NUEVA NORMALIDAD, CONTRA EL CAPITAL Y EL ESTADO.

¡IMPONGAMOS NUESTRAS NECESIDADES HUMANAS!

Proletarios Internacionalistas.
28 de junio de 2020.

1 Ver “Contra la pandemia del capital, ¡revolución social!” en nuestro sitio.

2 Bajo el rótulo de estado de alarma, de emergencia, etc. nos referimos, claro está, a todas las medidas desplegadas por el Estado: confinamiento, despidos, ajustes, desahucios, terror médico y científico, mascarillas, vacunas, multas, detenciones, disparos, desapariciones, encarcelamientos, inyecciones de capital…

3 Queremos precisar que el término “pandemia” es ya toda una trampa. Es parte del lenguaje científico y tiene su fundamento en tomar un aspecto biológico, como la existencia de un virus, como el factor esencial de una enfermedad. La ciencia, desde su lógica de la separación, ve el virus como una amenaza sobre el ser humano, los animales y su entorno. Su comprensión del mundo, que parte de la racionalidad capitalista, no puede percibir el ecosistema como un todo orgánico, sino como seres aislados que actúan por su cuenta. Pero un virus estudiado en un laboratorio no tiene nada que ver con ese mismo virus en tal o cual ciudad. Un virus desarrollándose y conviviendo como parte equilibrada de una sociedad no tiene nada que ver con lo que haría ese virus en otro lugar, en otra sociedad… Bajo la lupa científica se difuminan elementos mucho más decisivos que el virus, como la forma en la que viven y se relacionan los seres humanos. Teniendo eso en cuenta, en nuestros materiales utilizamos indistintamente el término pandemia con o sin entrecomillado, con o sin matiz. No se trata de entrar en el terreno científico para discutir el uso correcto de esa terminología, cuestionar los criterios científicos que se usan para definir algo como pandemia, sino comprender que el término mismo es una interpretación burguesa de la realidad. En la historia, se ha utilizado esa terminología para dar responsabilidad exclusiva a un virus de tal o cual mal que aquejó a la humanidad ocultando los verdaderos factores decisivos.

4 El Estado libanés ha oficializado apenas una treintena de muertes asociadas a la COVID–19, dato que además deja en claro lo insostenible que es justificar en algunos lugares todas las medidas terroristas de alarma bajo la excusa de la pandemia.

5 Recordemos que Líbano ya había sido uno de los lugares donde la revuelta proletaria de otoño 2019 actuó con más fuerza. La revuelta se contrapuso tanto a Hezbolá, que salió a reprimir, como a la canalización bélica y religiosa que el proletariado de la zona sufre desde hace décadas.

6 Hay Estados como Filipinas que apenas guardan las apariencias. En ese Estado se acaba de aprobar una ley antiterrorista donde toda persona con una simple sospecha por parte de una autoridad policial o militar de estar involucrada en actividades terroristas puede permanecer detenida durante dos meses sin una orden de arresto, y puede ser vigilada otros dos meses a nivel digital y telefónico, lo que significa que cualquier dispositivo conectado a internet, un teléfono, una computadora… son inspeccionados. La formulación legal es de tal magnitud que todo lo que hagan los sospechosos puede considerarse un “acto terrorista” y estará sujeto a las formas y los medios extrajudiciales del Estado.

7 Como si alguna vez hubiéramos abandonado la normalidad capitalista por la irrupción del estado de alarma, cuando en realidad no hemos vivido más que una nueva vuelta de tuerca de la dictadura de la economía contra nuestras vidas. Por su parte, la “nueva normalidad” representa el desarrollo consecuente del estado de alarma que lejos de mejorar las condiciones materiales de vida son el resultado directo de todo lo que está implicando la guerra al coronavirus. Es decir, aún peores condiciones materiales de supervivencia para los proletarios de todo el mundo. Todo se presenta como el lógico desarrollo capitalista de la “vieja normalidad” que la ideología del mal menor añora, presentando como realidades a elegir lo que no son más que momentos de una misma existencia miserable.

8 El ocultamiento de nuestra lucha por parte de los medios no solo consiste en tratar de no mencionar tal o cual revuelta, también consiste, particularmente cuando esa revuelta o protesta no puede ser ignorada por su repercusión, en distorsionarla, fragmentarla, tapar su raíz común.

9 La esclavitud y el tráfico de esclavos tiene por objeto la ganancia, pero el racismo es un elemento inherente para materializarlos. La destrucción del planeta tampoco es un objetivo en sí, pero la maximización de la ganancia solo puede realizarse por ese medio. El sexismo tampoco es una meta per se, sino la forma como el capital consigue reproducirse de manera eficaz. Que todas esas realidades se desarrollen como aspectos de la vida del capital conlleva evidentemente que las mismas se materialicen, expandan y expresen en todas las relaciones humanas de muy diversas maneras. Lo crucial es que la crítica no se quede solo en algunas de esas materializaciones, sino que llegue a la fuente, a la raíz, que sea radical.

10 La democracia no es una forma política, es la forma de vida propia del mundo mercantil generalizado y su esencia es la dictadura del capital, independientemente de que a nivel político se cristalice como gobierno militar, república, monarquía, etc. Recomendamos la lectura del libro de Miriam Qarmat “Contra la democracia”.

11 Es decir, que son parte de la verdadera comunidad de lucha que pelea contra el capital, contra el Estado, contra sus medidas. Queremos aclarar este punto pues nos contraponemos y denunciamos a todos aquellos seudorrevolucionarios que no solo reproducen en su ser el pánico que siembra el Estado, sino que colaboran con él o realizan un apoyo crítico, extendiendo el terror del Estado y favoreciendo la represión. Reivindicándose del comunismo o de la anarquía, esos seudorrevolucionarios siguen al pie de la letra los dictados de Estado, defienden el confinamiento y las otras medidas de control, mirando como sospechosos a los proletarios que se niegan a someterse, a los que se reúnen para luchar, a los que desobedecen al Estado.

12 Lo cual evidencia nuestra imposibilidad de corroborar o refutar estas cuestiones, y muestra cómo nuestras vidas se nos escapan de las manos.

[EN]
THE CONTAGION OF REVOLT SPREADS…
REVOLTS EVERYWHERE!

Since we published our previous text at the end of March,1 the unfolding of events has only further confirmed what we had there denounced: the war against the coronavirus is a war against the worldwide proletariat. The declaration of the pandemic was the scapegoat, an excellent opportunity and cover for imposing a whole series of brutal measures that despotically demand the dictatorship of profit. It’s a matter of subjecting the proletariat to all kinds austerity measures, imposing even more intensive and extended workdays upon some proletarians in exchange for increasingly more precarious wages, facilitating layoffs for others, exterminating enormous swathes of excess population, assuring their implementation by means of control and terror, halting the wave of revolts of 2019 and reinitiating a new cycle of accumulation.

The isolation that capital tries to impose represents the negation of the proletariat as a revolutionary class, the alienation of its community of struggle, in order to destroy not only its current process of associationism, but its future potential (which is already evinced in the current struggles). That is the true objective of the state of alarm:2 to specify the necessities that are intrinsic to the capitalist social relationship.

Despite the fact that, at first, this whole war had managed to paralyze the proletariat, what’s certain is that our class soon felt to the bone what the whole thing was really about: the material conditions that they suffered all over the world were not due to the “pandemic”3 but due to the necessities of the valorization of capital.

The first signs that the proletariat comprehended this reality were left patently clear in the expressions of the struggle that we saluted in our previous text. The riots and revolts in the jails of numerous countries, the protests in Hubei, the looting and conflicts in Italy or Panama, the extension of acts of disobedience to the measures of the State of alarm and confinement… were the skirmishes which announced that the proletariat was prepared to retake the wave of struggles against capitalism that initiated in 2019.

We also said that the tons of fictitious capital which have maintained, with an ever more decisive importance, the flows of capital for decades already, and which have now been massively injected into real mercantile exchange, with a massive creation of symbols of value without any backing or limit, would create a devaluation without precedents, a destruction of capital of unforeseeable consequences that would push the proletariat to the limit. Lebanon, the first country to see a revolt spread in its territory against the state of alarm, was at the same time the first to see its coin hit rock bottom. The Lebanese State, which had declared bankruptcy and declared a default on its debts, saw how the dramatic increase in the prices of commodities expressed a drastic reduction in the value that the coin claims to represent (as much as two thirds). The proletarians that still had a few miserable bills available with which to cover a portion of their basic needs (since the grand majority couldn’t even do that) saw how quickly these bills evaporated.
Confined in their homes, with the prohibition of every kind of reunion and with the soldiers sweeping the streets, the situation turned dramatic. The prospects were either to bow the head and, confined, accept the funeral that was being prepared for them, or to bet on life. Once more, the proletariat placed their bets on life by taking to the streets in mass. Since then, the call to revolt has returned to illuminate the darkness of this world, extending to different regions, breaking the confinement, the prohibitions of reunions and mobilizations, the repression and the whole package of measures of the state of emergency. In Iraq, Iran, Panama, France, Columbia, Venezuela, The USA, etc., the wave of struggles initiated in 2019 was retaken, putting the plans of the bourgeoisie for restructuring into question and forcefully presenting a different “new normality” from the one that the worldwide bourgeoisie wants to impose.

From Lebanon to the USA…

The “night of the molotovs” was the first serious backlash that worldwide capitalism received in its “war against the coronavirus”. Towards the middle of April, the major cities of Lebanon experienced protests and confrontations that were responded to by the soldiers with their habitual brutality. On April 26th live rounds were fired on a demonstration, killing the youth Fawaz Fouad and injuring thirty demonstrators. This same night a formidable proletarian response was unleashed, in what was to be called the night of the molotovs. The soldiers found themselves overwhelmed by the generalized rupture of the state of emergency and by the hail of molotov cocktails that took the place of the rocks. From then on, banks, soldiers, police stations and other expressions of capital have suffered every day from the heat of the molotovs while from the windows the shouts and the banging of pots support every fire and demonstration of our class.

In spite of the government having tried to divert the attention by announcing a five stage plan to come out of confinement, proclaiming a sanitary success,4 the proletarians have not ceased to intensify the revolt, denouncing that the miserable state of life under capital is the real pandemic. The State can’t offer anything but bullets, deaths, amputations, tortures and misery, which are responded to with the spread of the hoods and molotovs, and at the same time organizing expropriations and networks of aid for the distribution of food and basic products.

Although the first revolt against the worldwide state of alarm took place in Lebanon, this was no more than the crystallization in that territory of the international struggle of the proletariat against the living conditions that capital imposes.5 Though indeed our struggle has always commenced from that reality, in which independently from where it starts, the struggle forms part of a shared global struggle, for the same needs and against the same enemy, it’s certain that the bourgeoisie rolls out all kinds of resources and ideologies in order to isolate, section off, particularize, nationalize, and present as different the diverse expressions of the same struggle, as if they were independent expressions, as if they were alien from each other and of a different nature or origin. But the development of the capitalist catastrophe has not ceased to homogenize the miserable conditions of proletarian existence in an ever more brutal way, complicating the maneuvers of the bourgeoisie.

With the impositions of the global state of alarm, capital made another qualitative leap in this homogenization. Everywhere the same measures, the same sacrifices, the same terrorist attack. The pandemic was the adequate cover to try to hide the generalization of that capitalist attack against the proletariat,6 the brutal homogenization of our living conditions at an international level.

It was the struggle of the proletariat that unmasked the worldwide bourgeoisie and recognized the pandemic as the cover for making war, for imposing the economic necessities that capital demands above the most basic human needs. The proletarians in struggle openly express that the deaths that capital attributes to COVID–19 are an anecdote compared to the daily massacre of life under capitalism, and that the conditions which were implanted with the state of alarm have done no more than worsen it. Although, as we have said, in Lebanon the first revolt was crystallized since the beginning of the imposition of the state of alarm, synthesizing and amplifying the protests, efforts, and defiance that arose previously in different forms around the world (in the jails, with strikes —also international ones like those of Glovo or Amazon—, with looting, demonstrations…), its crystallization in many other places expresses the development of the international struggle of our class.

Without a doubt, Iraq is another of the places where the struggle has assumed formidable levels. Let’s remember that this region has been one of the bastions of the struggle during the last few months. After an initial impasse provoked by the state of alarm and certain concessions of the State (a release of prisoners, an investigation of police abuses…), the protests resumed at the beginning of April. On these days, various localities of the region began to defy the state of alarm. Baghdad, Diwaniya, Bassora, Nassiruya and Kout were a few of the cities where heavy confrontations with the police unraveled. Soon the protests turned into revolts in the whole region, placing themselves at the point where they had left off before the imposition of the state of emergency. Tahir Square in Baghdad returned to being one of the centers of organization of the struggle in the region. The attempts to assault the “Green Zone” (a strategic spot for the bourgeoisie), the barricades at the entrances to the area around the bridge (al–Jumhuriyah), the stones and the molotovs flying over the heads of the soldiers and exploding into banks, residences of the bourgeois, etc., returned to worry the bourgeoisie.

Just as they worry about how the protests have spread over France as well, especially in the suburbs. In Oise, Amiens, Yvelines, Elbeuf, Compiègne…, proletarians confronted the police with barricades, molotovs and flares. In Mulhouse the street was taken over after some riot cops injured a sixteen year old youth. Like in Ile–de–france, where the rage was unleashed because a police car ran over and killed an eighteen year old youth. In other places like Seine–St.Denis they also organized ambushes on the police and attacked symbols of capital. In order to try to calm thing down, the french State decided to temporarily withdraw the police from the most heated suburbs.

But not only the suburbs are seeing days of struggle. The strikes are happening in many sectors and businesses (Amazon, Nancy, Deliveroo, sanitation workers, health sector workers…), some expropriations have reoccurred in Marseilles and Lille, and the prisons and detention centers incur protests and riots, like in Uzerche, in Rennes, or Correze, where the prisoners destroyed and burned separate parts of the prison and climbed onto the roof.

Even in Mayotte (a french territory in the Indian ocean), where proletarians reject the isolation and the enclosure and break the curfew, the police sent to ensure compliance with the confinement are constantly met with barricades and rocks.

In Belgium, the State showed no mercy in the suburbs in order to put a halt to the proletarian rage, especially after the riots because of the death of a youth during a police control.

With the arrival of the revolt to the USA, the international struggle has acquired new energy. The killing of George Floyd on May 26th by the Minneapolis police was the final straw. Like a volcano in eruption, the proletarians unleashed their pent–up fury and satiated the needs that capital represses. To the cry of “I can’t breath”, our class echoed the words of George Floyd, while at the same time expressing the impossibility of living under the social conditions that capital imposes. What started in Minneapolis soon extended to the whole territory of the USA and beyond its borders.

Attacks on the police, incendiary attacks and assaults on various police stations, looting, the destruction of banks and other entities of capital… Well known symbols and statues of personalities of the ruling class were hit, such as statues of Churchill, of Christopher Columbus, etc. being destroyed or decapitated in numerous cities, not only in the USA but in regions like the United Kingdom or Belgium. In Belgium the protests and manifestations spread to cities like Brussels and Liège, leaving historical monuments in honor of king Leopold II decapitated and destroyed.

The revolt in the USA rapidly acquired such magnitudes that it’s necessary to go many decades back to find a similar affirmation of the proletariat against capital. The State had to declare curfews in many cities and the soldiers of the National Guard were mobilized to intervene. The amount of wounded and killed by the repression continues increasing, like in Atlanta, where the police shot Rayshard Brooks in the back, but the proletarians, far from retreating, respond decisively to every blow from the State.

… happening everywhere

Today we can say, despite the fact that in numerous regions our class has been dazed and subjected to all the fearful paranoia diffused by the various apparatus of the State, that the struggles which the proletarians are developing from one place to another retake the international confrontation initiated before the global state of alarm. The proletariat defend their necessities against those of capital, opposing themselves to its measures: confronting the state of alarm, its exceptional measures, the confinement, the “adjustments”, and what the bourgeoisie call in some regions the “new normality”,7 etc.

Though we wanted to highlight some of the places where the proletarian revolt has been especially strong, we don’t want at all to detract importance from how the proletariat is expressing the struggle in other places, trying to spread the revolt.

For example, in Venezuela or Columbia the proletariat has expressed their refusal to sacrifice themselves to the necessities of capital by means of the spreading of the protests, the blocking of the streets and looting of markets or food transport trucks, attacks on bank offices…

In Panama the barricades and the fires confront the army in the streets. In Chile, the proletarians retake the struggle that had ebbed little by little by means of riots such as those in Antofagasta or Valparaiso. In Italy, the expropriations have duplicated to the point that the police patrol the supermarkets. Groups of organized proletarians expropriate and vindicate the expropriations because “the money for buying has gone away”. Strikes are also happening, like the recent one at Whirlpool in Naples. As well as the manifestations in solidarity with the prisoners and against the prison policies. In Germany, the protests and manifestations against the measures implemented have been occurring since the end of March, like in Iran and a large part of the Middle East. In Uruguay there have been demonstrations during and against the confinement, like the large demonstration in front of the Legislative Palace, and all kinds of resistance coming from different neighborhoods accompanied by slogans like “They don’t want us to be healthy, they want us to be slaves!”. Or in Mexico, where riots have occurred after the death of Giovanni López, a youth who had been detained a month before for not wearing a mask and was beaten to death by the police in the locality of Ixtlahuacán de los Membrillos. The protests commenced on the 4th of June in Jalisco and they extended to the capital and other parts of the region, setting aflame patrol cars, police stations, the Palace of the Government in Guadalajara and other expressions of capital to the cry of “He didn’t die, they killed him!”

We could continue like so, highlighting how the proletariat seeks to affirm the same necessities, the same interests, facing the same enemy, facing the same condition. The international struggle of the proletariat is assuming various levels of crystallization and of force, various forms and places in which to materialize. In this situation, and with the perspective of consolidation and intensification of the class struggle, one of the fundamental aspects for the advancement of the communist project for the abolition of capitalism, of the State, of the social classes, work and money, is to topple the forces that halt the development of the revolutionary perspective from the inside.

We’re referring to the forces that, dressed in false garbs of struggle, distract us from our objectives by driving us down paths that perpetuate this world of death, channeling our power. These forces consolidate and develop upon the basis of our own weaknesses, on the very limits that the struggles contain. To criticize, denounce and overcome these limits is an unavoidable condition for revolutionary affirmation. This is not the place to go deeper and elaborate on all these limits, which on the other hand several comrades and revolutionary minorities have addressed in numerous texts, but we do believe it’s necessary to refer briefly to some of the ones that boast protagonism right now.

Some limitations of the current struggles

Though on one hand we want to propagate the struggle that the spokespersons of capital try to hide by every means,8 we also want to highlight some of the weaknesses that it contains. The objective is none other than to strengthen the revolutionary direction that our struggle contains, to defend class autonomy in regards to all the attempts at framing, division and frontism. Only by carrying the struggles at hand to their final consequences, knocking down all the elements of contention, not only the most evident ones, such as the repressive action of the State, but also the most enigmatic and dangerous ones, like the ideologies that make bourgeois framing and neutralization possible, can we advance towards the destruction of capitalism.

The presence of particularizing ideologies that focus on social problems as partial aspects which can be solved apart from the totality that generates and needs them, that create specific movements to address them, continues to be one of the impediments of the proletariat. Causing the struggle to tilt towards partial aspects, all these ideologies are a buttress of capitalism in distancing the struggle from the root of the problem. Antiracism, feminism or environmentalism are a few of the most predominant particularizing ideologies. All of them shift the struggle towards interclassist issues. However, for many proletarians they represent a shared struggle and sentiment, be it against racism, against sexism or against the destruction of the planet. Because they commence from an existing problem, but in an isolated way, without comprehending that it’s capital that organizes and manages such questions. Although male chauvinism, racism or the destruction of a forest are not the objective of any bourgeois, they are elements inherent to the rate of profit and therefore necessary for capital, and for those bourgeois in their ensemble.9

The lack of class demarcation has been and is a problem for overcoming the current state of things and also for leaving behind those particularizing and reformist movements that only see Capital as, at the most, a problem like the others. Therefore, it’s not necessary to adjoin the anticapitalist critique to these particularizations, it’s not a matter of uniting the separate, but of warning about the total dimension of the capitalist society that we live in.

When we criticize this or that ideology there will be many comrades who feel attacked, who don’t understand that what we are attacking is an alienating conception of the struggle. In their struggle itself, the proletariat express their own weaknesses through these ideological, interclassist and immediatist questions. But from that same struggle they take lessons and directives, of which our critique is no more than an expression. It’s the process through which the proletariat delimit themselves from their historical enemy and from the ideologies that capitalist life itself affirms, it is their process of constitution as a class.

Of course the force of these ideologies is not verified at an individual level, but in the movement itself. The same proletarians that fight against capital are propelled to come out by their own material conditions and most of the time they are prisoners of various ideologies. What’s decisive in the struggle is if these ideologies end up dominating and channeling the movement or if they are knocked down in the development of the movement.

In the USA we have suffered from this particularizing ideology in the form of antiracism, attempting to carry the struggle towards a question of races. But all questioning of racism that doesn’t attack the basis of capital leads to nothing more than its reinforcement, because it’s not possible to combat racism —nor understand how it operates— if not commencing from the profound critique of capital. The proletariat in the USA caused this ideology to tremble when proletarians of all races took to the streets to question capital, to impose their needs, to tell capital that it’s not possible to breathe under the weight of its boot. Nevertheless, the force of this ideology continues to be present.

Bourgeois attempts at repolarization

The bourgeoisie has always sought to frame the struggle of the proletariat into two camps that aspire to nothing more than bourgeois and reformist aims. It doesn’t just serve this or that faction to twist the proletarian struggle in favor of their particular interests, but it serves capital in general to neutralize the revolutionary struggle. The fishhook par excellence has always been the false dichotomy fascism–antifascism. The spanish region in the 1930’s gave us the clearest lesson about this polarization when the revolutionary proletariat, which put every form that the State adopted into question, was finally corseted into this deceitful dichotomy, and gunned down between (and by) both sides. The so–called second world war was the corollary of that framing, providing dynamism to capital with the sacrifice of millions of proletarian lives. Today, in the USA, the State has returned to try to channel the struggle under these labels, by designating “Antifa” as a terrorist organization. It tries to frame the demonstrators under this old polarization in modern garb, while at the same time criminalizing them. Although “Antifa” is not any kind of organization and antifascism as a movement is currently a partial and minoritarian expression of the proletarians in struggle, we can’t keep from pointing out this attempt at framing by the bourgeois State.

But the polarization with greater influence which is forming on the horizon, and which the bourgeoisie of all countries push us towards, is the strain between the factions of capital exasperating against the backdrop of the trade war between the State of the USA and the State of China. It’s being attempted to frame the proletariat into one of the bourgeois camps: the chinese and russian States define themselves as against the power of the western financiers; the western States denounce China as having elaborated the coronavirus, etc.

It’s a matter of making us think, from one side, that material capitalist production is done for our needs and we must defend it from the financial parasitism that oppress it, from the banks, the elite, the 1%; and from the other side, they try to sell us the idea that the material production for our necessities needs the finance money, that money is a tool that can be used for human needs. But the two sides are merely bourgeois alternations. Both factions (which on the other hand are interconnected) are no more than two expressions of capital, two forms under which capital transits in its existence.

We have it clear that capital is not only the bank or money, Rockefeller or Bill Gates, in the same way that it’s not only the factory, the enterprise or the commodity, the large owner or the small one. To believe that some of its expressions, as central as they may be on certain occasions or as much power and pressure that they can exercise on others, are the exclusive personification of capital, takes us off of the revolutionary terrain in considering that capitalism will be erased by simply eliminating the bosses, or the “big families” or even the whole elite of global financiers. Of course it’s necessary to confront all of them, but their social power comes from capital, which is a social relation, and furthermore a subject that dominates and subsumes all human activity and is materialized and personified in multiple forms and levels. Therefore, communism is a movement of social transformation, of suppression and overcoming of the existing conditions.

The perspective and necessity for international structuring

In the current situation that we suffer under and which capital has prepared for us, and the one that is coming, one of the greatest limitations that we have is the weakness in structuring ourselves and internationally structuring the battle, organizing and extending proletarian associationism, and above all organizing the power of the revolution that must oppose and bust the power of capital. This central aspect of the proletarian struggle already supposes our maximum necessity now more than ever, and its affirmation contains the crystallization of our revolutionary potential.

Capital is organizing, structuring, not only in order to obtain the maximum benefit by extracting every drop from our lives until the last breath, but also preparing the mechanisms, legal, policial, social, etc., to repress our fury and our struggles. The democratic dictatorship of capital presents itself today with an extraordinary transparency that evinces, once again, the critique that we revolutionaries have always realized and furthered.10

The only alternative to the present and future that the bourgeoisie offers us is the international and revolutionary response that the proletariat attempts to materialize, but it needs to affirm itself as a unitary organized force that is counterposed to bourgeois power.

Despite the differences that exist in our community of struggle, despite the heterogeneity that exists in diverse aspects of the struggle, the basis of our action is the struggle against the conditions that capital imposes, against the state of alarm, against the needs of the economy, of its banks, of its businesses… It is upon this terrain where the various heterogeneities can and need to be addressed, discussed and confronted. And it is there, in the confrontation with the existing order, where the proletariat draws its unity, where the community of struggle has the ecosystem in which to develop and strengthen. There are many forms of expressing class positions, and there are also different forms of perceiving the historical moments and our role within them, but as always, what is fundamental and the starting point for organization is what we do, it’s the practice that we put forward. We start off from the struggle against the conditions that we are subjected to, against the measures of the repressive and bloodsucking State, we start off from negation, from direct confrontation with capital.

Today, we can see a clear–cut example of all of this in the struggle that the proletariat is crystallizing against the global state of alarm and the differences centering around the importance that is given to the virus between the different expressions that struggle. We see expressions in the struggle of our class that place an emphasis on the data that the State gives us and denounce that it’s a central aspect of the capitalist catastrophe and of the worsening of our material conditions —also giving a lot of relevance to the origin of the virus—, but that doesn’t bring them to negate the true objective of the state of alarm.11 We see other expressions that denounce that all of this is an exaggeration of the State12 in order to impose another capitalist turn of the screw, that the main focus should be placed on the measures that take cover behind the declaration of the pandemic and not in the pandemic itself. But beyond the differences, what’s important is that the positions are presented coming from the perspective of the struggle, of the necessities, of the opposition to capital, of confrontation with the state of alarm, with the confinement and all the measures rolled out by capital. Because it’s necessary to assume that the state of alarm (confinement and the rest of the measures) is a state of war against the proletariat. Independently from these differences, these expressions understand, in a more or less clear form, that everything which the States have staged is for the necessities of valorization, and that must be opposed.

Therefore, we find ourselves together fighting in the street, conspiring, breaking confinement, disobeying, discussing, putting the needs of the economy into question and trying to impose human needs. It is upon this terrain where the proletariat has always organized and developed its struggle, but also the necessary polemics and discussions. Just as we try to do now despite the numerous existing difficulties. It is upon this terrain where the proletariat returns to seat the foundations to affirm itself as a revolutionary class at an international level. Let’s be consistent with that and on every level push forward the international structuring of the proletariat to abolish this old world.

STRUGGLES EVERYWHERE… MAY THAT BE THE NEW NORMALITY!

AGAINST THE STATE OF ALARM, AGAINST THE CONFINEMENT, AGAINST THE NEW NORMALITY, AGAINST CAPITAL AND THE STATE.

LET’S IMPOSE OUR HUMAN NEEDS!

Internationalist Proletarians
June 28th, 2020.

1 See “Against the capitalist
Mira també:
https://es.proletariosinternacionalistas.org/el-contagio-de-la-revuelta-se-extiende/
https://en.proletariosinternacionalistas.org/the-contagion-os-revolt-spreads/

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Sindicat Terrassa