Los Ángeles es una de las megalópolis más opulentas de Norteamérica y del planeta tierra. En este territorio habitaban de los indígenas Chumash y los Tongva hasta que en el siglo XVIII fue conquistado por los misioneros jesuitas y después de su expulsión, por los Franciscanos. Cuenta las crónicas que la ciudad fue fundada en 1781 por un grupo de colonos españoles (súbditos de Carlos III), mestizos, mulatos y esclavos indígenas o jenízaros procedentes de Sonora y Sinaloa. Los padres pioneros la bautizaron con el nombre de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de la Porciúncula. Hasta que en el año de 1846 los invasores yanquis le arrebataron a los mexicanos California (la isla de la fantasía).Con el estallido de la fiebre del oro y el descubrimiento del campo petrolífero de Brea-Olinda se convertiría en uno de los estados más prósperos de la Unión Americana.
Los Ángeles con 17.000.000 millones de habitantes es la segunda mayor aglomeración después de Nueva York, una ciudad multiétnica con más de 200 nacionalidades. Aunque también hay que destacar otros centros urbanos como San Francisco, San Diego (donde está la base aeronaval de North Island que es una de las más importantes del Pacifico) Sacramento (capital), San José, San Carlos o Fresno,
El estado California se considera la quinta economía del mundo pues es un centro neurálgico de la industria aeronáutica, cinematográfica, turística y de las multinacionales de la tecnología punta más famosas con sede en el Silicon Valley (bahía de San Francisco) Google, Facebook, Amazon, Twitter, Microsoft, IBM, Adobe, Apple, Cisco, eBay, HP, Netflix, SanDisk, Tesla, Yahoo, Lockheed Martin, etc., etc. Aunque parezca mentira tan solo las ganancias anuales de Google -que rondan los 13.000 millones de dólares- equivalen al PIB de un país como México. Los sueldos de director ejecutivo de una de estas compañías multinacionales supera los 363.000 dólares anuales, la de los ejecutivos no bajan de los 16.000 dólares mensuales. De ahí que el costo de la vida se haya disparado hasta las nubes en toda el área de la bahía de San Francisco.
En el horizonte se recorta las cordillera Snowed Peaks que enmarca el valle de San Fernando donde se levanta esta mítica y súper tecnológica megalópolis del siglo XXI, Un verdadero espejismo de ensoñación con sus free way atestadas de vehículos y rascacielos que disparan rayos laser que nos obnubilan con sus efectos especiales. Nos sentimos empequeñecidos al contemplar esos penes erguidos de acero y cemento armado recubiertos de cristales de plata que intentan copular con las nubes. Símbolo de la opulencia y el poderío imperial en los bancos catedrales se adora el becerro de oro. Nos subyuga el bombardeo de anuncios publicitarios que con sus lucecitas de colores pretende engatusarnos con las más variadas ofertas y rebajas. Una marabunta de individuos con sus teléfonos celulares en la mano trotan apresurados hacia sus colmenas de trabajo; son los businnessman del time is money y el fast food cuyo primer mandamiento es elevar la productividad hasta el infinito. Prevalece la ética protestante del trabajo, es decir, disciplina, ahorro, y laboriosidad sin límites (fundamentos del capitalismo según Max Weber) Donald Trump declaró al principio de su mandato que “nunca hubo un mejor momento para vivir el sueño americano” Claro, la clase baja quiere ser clase media, la clase media sueña con ser clase alta y la clase alta desea multiplicar aún más su riqueza.
Pero detrás de todo está apoteósica y megalomaníaca escenografía nos encontramos cara a cara con una desgarradora realidad que nos sobrecoge. Como por arte de magia nos trasladamos al pútrido Tercer Mundo de las barriadas de Daca, Bombay, o Calcuta. Y es que 60 mil homeless han invadido calles, avenidas, plazas y parques del condado de los Ángeles con sus campamentos de tiendas de campaña o tugurios improvisados de cartón, madera y plástico. De ahí que esta majestuosa megalópolis del Primer Mundo se haya ganado el vergonzoso título de la capital de los homeless de Estados Unidos. Hasta en las alcantarillas o debajo de los puentes sobreviven hacinados en sus ratoneras unos faquires cadavéricos a los que sin compasión se los traga, devora y deglute el feroz capitalismo depredador.
Estamos ante una emergencia humanitaria devastadora y masacrante aunque la administración del presidente Donald Trump intente ocultarlo o ignorarlo.
Producto de sus alteraciones psíquicas muchos hablan solos por las calles repitiendo sus soliloquios incomprensibles, sobreexcitados gritan, lanzan alaridos, berrean, patalean y luchan contra un enemigo invisible como si se tratara de un dantesco teatro del absurdo. Estas tribus urbanas se dan apoyo mutuo y autoprotección. Al carecer de las más mínimas condiciones de higiene proliferan las infecciones, las plagas de parásitos, piojos, chinches, cucarachas, ratas. Una cosa es sobrevivir en la calle durante la primavera y verano y otra cuando el tiempo cambia y se viene encima el crudo invierno. Entonces, deben enterrarse vivos en cajas de cartón recubiertas de plástico o parapetarse en sus tiendas de campaña envueltos en mantas para darse calor. Es increíble pero en pleno down town traen y llevan el agua, apilan leña para hacer fuego y cocinar, empujan por las calles sus carros supermercados cargados con chatarra, cartón, plástico o latas de refresco o cerveza para luego venderlos en las recicladoras. Todos llevan grabado en la frente ese estigma de parias malolientes que les produce un hondo sentimiento de humillación y vergüenza.
La policía intenta por todos los medios impedir que sigan invadiendo el centro angelino; los reprime a palazos, se les acosa, se destruyen sus campamentos con bulldozer o se les expulsa a la fuerza hacia otros distritos marginales situados en los extrarradios. Pero las autoridades saben que si no se actúa con cautela y contención podría generarse un estallido social de impredecibles consecuencias.
¿Como puede ser posible que exista este contraste tan brutal en una de las ciudades más ricas del mundo, en uno de los estados más prósperos del mundo? Parece inconcebible por las calles avenidas plazas más céntricas vaguen sin rumbo fijo manadas de parias harapientos, zombis en estado catatónico, tullidos, reumáticos, jóvenes prematuramente envejecidos, desdentados, cojos con muletas, inválidos en sillas de ruedas, ciegos, sordos o autistas. y sin distinción racial o étnica (jóvenes hombres, mujeres, o viejos) pues están mezclados desde anglosajones 24%, afroamericanos (43%) latinoamericanos (mestizos e indígenas) el 36%, asiáticos 12,3%.
Son los que naufragaron a la orilla del oasis capitalista del esplendor y la abundancia, son los que creyeron que iban a comerse el mundo y recoger a manos llenas la cosecha de dólares bien verdecitos pero la fatalidad del destino los condujo al corredor de la muerte.
Los Ángeles se jacta de ser una ciudad respetuosa con los derechos de los animales. Así lo han declarado repetidamente los responsables políticos y por eso es que no existen perros callejeros pues la sociedad protectora de animales se encarga de recogerlos y conducirlos a los albergues municipales para entregarlos en adopción. Por lo general las mascotas despiertan entre los ciudadanos sentimientos de amor y de cariño; se les acaricia, se les abraza y se les colma de besos (el perro es el mejor amigo del hombre) pero esos desechos humanos sucios y malolientes solo inspiran asco.
los sábados y los domingos los predicadores de las sectas evangélicas se acercan a los campamentos de indigentes para leerles pasajes de la Biblia a ver si la palabra de Dios obra el milagro de redimirlos. Porque estos seres estigmatizados se merecen una segunda oportunidad y si se arrepienten de sus pecados podrán gozar de la vida eterna junto a Jesucristo nuestro señor. “Hermanos, bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”
El fenómeno de la marginación social lo describió magistralmente el laureado autor y humanista Walt Withman que nos dejó este poema inmortal de su obra “Canto a mi Mismo” (1855) “yo no me tapo la boca, ni me pongo el dedo índice en los labios, encarno todas las tragedias la del forajido y la del loco, la del fugitivo y la del muerto de hambre, de mi garganta salen voces largamente calladas, voces de prisioneros y de vagos, de vírgenes y de prostitutas. Y solo me inclino ante los altares humildes y olvidados, solo ante los desposeídos y los que limpian las letrinas. Os juro por mi alma que jamás os negaré”.
Estados Unidos es uno de los países más ricos, más poderosos y tecnológicamente avanzados del mundo, pero también es una de las sociedades más desiguales del mundo, una sociedad decadente del derroche y el consumismo extremo. 40.000.000 de sus habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza (cifras anteriores a la crisis del coronavirus) Y no solo son inmigrantes, negros o indígenas sino que en esta lista hay que incluir 8 millones de blancos pobres. Se ha estructurado una sociedad hipercapitalista donde la distribución de la riqueza e ingresos lo domina el 1% de ricos.
Esta monstruosa urbe artificial y opresiva no tiene clemencia del lumpen antisistema, los anarquistas sin dios ni patria ni ley que se niegan a cumplir las normas más elementales de convivencia. Las multas que les impone la policía por su comportamiento antisocial están diseñadas para que rápidamente se conviertan en deudas impagables y sin piedad sean condenados a penas de cárcel. Parece mentira pero hay hambre y la única opción es estirar la mano a ver si los buenos samaritanos les regalan un pedazo de pan o una monedita. En muchas ciudades de los EEUU está prohibido recoger lo que se tira en las papeleras pues es propiedad municipal.
Los defensores de derechos humanos como la Alianza de los Derechos Humanos de los Ángeles y distintas ONG levantan la voz reclamando al gobierno del estado de California y al federal un programa de reinserción social para indigentes o homeless. Algo que también exige el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU en Desigualdad y Pobreza Extrema. En todo caso también se aplica el Wellfare de asistencialismo y bienestar del gobierno, el Homeless Assistance Program y el Health Service (HHS) del Departamento de Servicios Sociales. El condado de los Ángeles administra refugios y comedores donde se entregan las donaciones procedentes de los supermercados, fundaciones, iglesias y asociaciones de beneficencia.
En los EEUU los servicios de salud están privatizados y la seguridad social exclusivamente atiende a trabajadores que cotizan mientras los millones de ciudadanos pertenecientes a los estratos más bajos de la sociedad o familias vulnerables se ven abocadas al Medicaid (salud pública gratuita) mediocre y deficitario. Muchos tienen que elegir entre comer o comprar medicamentos. Por ejemplo, el presupuesto de un tratamiento médico puede elevarse a varios miles de dólares dependiendo de la gravedad de la dolencia. Algo imposible de asumir por pacientes pauperizados. Existen altísimas tasas de desnutrición, mortalidad infantil, enfermedades crónicas. Es tal la emergencia sanitaria que las iglesias y organizaciones caritativas han instalado en muchos pueblos y ciudades hospitales de campaña para brindarles tratamientos gratuitos a los más necesitados. Al menos algunas almas compasivas dejan caer algunas migajas del gran banquete demostrando así su profundo espíritu caritativo. Donald Trump prometió que durante su mandato se reducirían drásticamente las cifras de pobreza.
Para mantener el tren de vida en esta megalópolis desquiciante es necesario tener dos o tres empleos que aseguren una sustanciosa paga mensual para asumir el pago de las deudas, los créditos bancarios, el alquiler, los servicios, los seguros, los impuestos… Los ciudadanos deben aguantar la presión insoportable de un ritmo de vida vertiginoso y desquiciante. Después de agotadoras jornadas laborales, rendidos por el estrés traumático el único escape a tantas tensiones es el alcohol, las drogas, los antidepresivos o ansiolíticos. Si se les acaba el seguro de desempleo y no tienes nada entonces eres el candidato perfecto a engrosar las filas de los homeless.
Esos vagabundos nos recuerdan lo que significa el fracaso en el mismísimo corazón de la opulenta Babilón. Nadie quiere ser un perdedor y quedarse tirados en la cuneta y por eso no les importa romperse el espinazo esclavizados de sol a sol haciendo horas extras los siete días de la semana y los 365 días del año. Todo vale con tal de mantener su estatus social y consumir manos llenas en los supermercados y grandes superficies. En este sistema perverso y competitivo solo los mejores alcanzan la cima del éxito.
Hollywood como Meca de la industria fílmica mundial es el centro obligado de peregrinación donde los amantes del séptimo arte vienen ilusionados a disfrutar del “walk of fame”. En Beverly Hills glamurosos actores y actrices de renombre se pasean en limosinas Cadillac o Rolls Royce, codo a codo junto a los multimillonarios WASP de Orange Curtain, o los ejecutivos, banqueros y empresarios que son la flor y nata American Way of Life. Estamos en el mismísimo jardín de las maravillas con los shopping center de Rodeo Drive, las stores más lujosas, las afamadas boutiques de ropa de marca. Solo basta con poseer una buena cuenta corriente para disfrutar de una variada oferta gastronómica en los restaurantes de primera categoría, hoteles cinco estrellas y una electrizante vida nocturna en el Pantages Theatre o en el Kodak Theatre de los Oscar y cabarets, casinos o burdeles. Pero quizás el máximo atractivo sean las playas de Santa Mónica, Malibu Venice Beach o Long Beach.
Ciudadanos “honestos” y “honorables” que pagan puntualmente los impuestos denuncian la degradación que sufre Los Ángeles por culpa de la invasión de pordioseros. Han demonizado la pobreza y a todos los consideran unos delincuentes en potencia que atentan contra la paz y seguridad. En los vecindarios y condominios “¡the neighborhood we are watching you!” ¡Warning! las armas están cargadas y se mantienen en guardia pues muchos pertenecen la Asociación Nacional del Rifle y no dudaría en disparar al más mínimo movimiento sospechoso. Al fin y al cabo los ampara la Quinta Enmienda de la Constitución que decreta que la propiedad privada es un derecho natural de todos los ciudadanos. No quieren intrusos indeseables y por eso se levantan grandes muros y vallas electrificadas para proteger sus lujosas mansiones, No solo existe el control policial sino también guardias de seguridad que hacen sus rondas con sus pitbull o rottweiler adiestrados para devorar a esas “razas malditas” En toda la zona urbana de LA miles de cámaras de video-vigilancia monitorizan todo lo que sucede las 24 horas del día. Si por algún motivo se activan las alarmas al instante las patrullas de la policía o el sheriff del condado se lanzan a la caza de los “peligrosos criminales” que pretenden violar el orden y la ley. Muchos extremistas pro KKK preferirían que se aplicara mano dura y “fumigar esa plaga de alimañas”. El racismo es uno de los principales componentes del ADN del supremacismo blanco.
Los Ángeles se ha convertido en una de las ciudades más caras de Estados Unidos. El costo de la vida es altísimo: una persona adulta soltera necesita aproximadamente 2.500 dólares mensuales (más horas extras) Por ejemplo, si hablamos de arrendamientos -según los barrios- el precio puede variar entre los 1.600 dólares por un cuarto sencillo compartido, lo más barato 10 metros cuadrados por 1.200 euros al mes y de 2.800 dólares a los 3.000 dólares por un apartamento de máximo tres habitaciones. En zonas de alto standing como Bel-Air, Berkeley Hills, Hollywood West es imposible comprar una casa o apartamento por menos de 1 millón de dólares. Los precios son onerosos porque los salarios también son muy elevados. Así que a las clases populares no les queda más remedio que alojarse en los suburbios o los guetos donde se mezclan negros, latinoamericanos, árabes o asiáticos.
El historial de los inquilinos se puede consultar para saber cuál es su credibilidad. Si no saldas tus deudas, te demandan y posiblemente te desahucian. Se cobran unos salarios tan bajos que no alcanzan para rentarse un apartamento y por eso miles de personas se ven obligadas a adaptar sus propios autos como viviendas instalándose en los parkings o en plena calle.
Los dueños de los inmuebles aumentan los alquileres cuando les parezca y si el inquilino se atrasa cinco días en el pago tienen el derecho a desalojar su vivienda. Aunque algunos les dan una semana de plazo para que se pongan al día o de lo contrario se arriesgan al desahucio. Se ha llegado a tal degradación que en algunos estados de la Unión la policía expulsa a los morosos a punta de pistola.
El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) es el responsable de garantizar a sus ciudadanos un hogar digno donde vivir -Tal y como reza en la Constitución Americana- Además hay múltiples programas de asistencia pública como el de “protección al derecho a la vivienda”, el TANF (asistencia temporal para familias con necesidad) el de la Seguridad Social SSI o la Section 8 de vivienda subsidiada.
La mayoría de los homeless padecen enfermedades crónicas y traumas psicológicos graves como: esquizofrenia, oligofrenia, psicosis, neurosis, paranoias o locura. Y lo peor de todo es que no reciben tratamiento médico alguno. En un buen porcentaje pertenecen a familias desestructuradas víctimas de abandono infantil, huérfanos, hijos de padres alcohólicos, carentes de amor y sin vínculo afectivo que han sufrido violencia intrafamiliar, abusos y violaciones, otros han caído en este pozo sin fondo con la pérdida de empleos, quiebra y deudas, divorcios, viejos abandonados o expresidiarios. Dramas que los empuja a refugiarse en las sustancias psicotrópicas, adicción a los medicamentos con los que atenuar el dolor físico y mental. La única vía de escape a este tremendo suplicio son las adicciones: marihuana, crack, speed, fentanilo o “mexican oxy” (en el año 2019 murieron por este opiáceo 34.000 personas), efedrina, éxtasis, metanfetaminas, cocaína, LSD, Opana, opiáceos y ansiolíticos que al mezclarlos con alcohol lo convierte un coctel explosivo que puede llevarlos a la muerte por sobredosis o al coma etílico. Enloquecidos por el delirium tremens juegan a la ruleta rusa en busca de la libertad y la felicidad. En EEUU los consumidores de drogas se gastan 150.000 millones de dólares al año. (cifra equivalente a la de las bebidas alcohólicas) La única salida que tienen para obtener un poco de dinero es robar, el narcomenudeo, vender su sangre o prostituirse.
El National Institute on Drug Abuse ha habilitado centros de desintoxicación donde se les inyecta metadona para calmar el síndrome de abstinencia. En los bajos fondos de la marginalidad el riesgo de suicidio es un fenómeno en alza. Y lo más indignante es que aprovechándose de su estado de indefensión se les soborna con una atractiva suma de dinero para que voluntariamente testen los nuevas medicinas para el tratamiento de las enfermedades mentales. Las compañías farmacéuticas comenzaron a sacar antipsicóticos “atípicos” mejorados como el Risperdal, Zyprexa, Seroquel y Abylify. Este último fue el medicamento más vendido en EEUU en 2013 y cuyas ganancias se elevaron a más de 6.500 millones de dólares.
Esta gigantesca urbe engendra en sus entrañas un desgarradora tragedia humana. De vez en cuando aparece un cuerpo tirado en la calle que por su aspecto mugriento se le identifica como un “homeless”. Nadie se detiene, nadie lo asiste, los transeúntes pasan apresurados disimulando una mueca de asco. ¿quizás ha muerto por una sobredosis o víctima de una pelea? ¿o quizás le ha dado un ataque al corazón? ¿O quizás sea un borracho? ¿Quién sabe? Pero alguien ha dado la voz de alarma y a los pocos minutos llega la patrulla de policía y como es habitual en este caso los agentes ni siquiera examina el cuerpo inerte, no quieren ensuciarse las manos y comprobar si todavía tiene signos vitales. Aunque esté vivo oficialmente ya está muerto, es un paria sin papeles de identidad así que no llaman una ambulancia sino directamente a los servicios funerarios cuyos empleados se limitan a depositarlo en un cofre de zinc para conducirlo hasta la morgue. Con el visto bueno del forense en un alto porcentaje esos cadáveres de vagabundos que nadie reclama serán donados facultades de medicina para las prácticas de los estudiantes. Una vez diseccionados en la mesa de operaciones sus restos serán incinerados en los hornos crematorios
A partir de la pandemia del coronavirus se ha acrecentado el drama de los “homeless” pues corren el riesgo de infectarse y colapsar los hospitales creando una devastadora crisis humanitaria. No cumplen las más mínimas normas de higiene; ni siquiera tienen agua, ni jabón para lavarse las manos, ni servicios sanitarios, mascarillas o gel antibacterial. El Council o la municipalidad de los Ángeles planeó construir una especie de “campo de concentración” con el fin de aislarlos, pero hubiera supuesto una gravísima falta en contra de las garantías individuales de las personas. Los cierto es que como los refugios están saturados al final los jueces ordenaron a la administración del gobernador Gavin Newsom (Partido Demócrata) y al mayor de los Ángeles Eric Garcetti (Partido Demócrata) proporcionarles alojamiento temporal en hoteles y hostales. Y es así como surgió el “Project Roomkey” mediante el cual se pagó el alquiler de 15.000 habitaciones para enfrentar la emergencia sanitaria. Pero grupos de vecinos se han opuesto a esta medida pues consideran a los vagabundos “una molestia pública” “no somos un vertedero” Es tal la avalancha de indigentes que el Center For Diseases Control and Prevention del condado de los Ángeles ha habilitado también refugios improvisados en gimnasios o polideportivos.
Como consecuencia de la crisis del coronavirus se prevé que el desempleo en EEUU suba hasta el 20%, o sea, a unos 38.000.000 millones de estadounidenses. Para aquellos que perciban un salario anual de 75.000 o 90.000 dólares recibirán por parte de los Fondos de Ayuda 1.200 dólares mensuales, y a los padres 500 dólares por cada niño. Con las ayudas estatales y federales del Get my Payment tendrán que hacer frente al pago de sus apartamentos o habitaciones, los servicios esenciales o la canasta familiar. Para millones de ciudadanos es imposible escapar de este círculo vicioso de préstamos bancarios, las compras con tarjeras de crédito o en tiendas online. Sin duda alguna en los próximos meses deberán enfrentarse a los desahucios y a los embargos algo que provocará un exagerado aumento de la marginación social. El fantasma de la gran depresión de 1929 que condujo a millones de personas a la quiebra y la bancarrota es una amenaza latente que no se puede descartar. El capitalismo gansteril no perdona a los más débiles así que lo más seguro es que se desate un incontrolable tsunami de alcoholismo, drogadicción y los suicidios. Los sociólogos estiman que la pobreza extrema subirá en un 15% en el segundo trimestre del 2020.
Que la primera potencia del mundo sea incapaz de brindarle una vida digna a sus ciudadanos es algo que nos llena de asombro. Al parecer el gobierno federal (U.S Federal Government) tiene otras prioridades como transferir fondos multimillonarios a la industria armamentística, más miles de millones para mantener el gigantesco ejército imperial con sus 587 bases militares en todo el mundo (con un gran total de 1.300.000 soldados y gastos de 716. 000 000. 000 millones de dólares) Y como si fuera poco se ha destinado a la NASA más de 30.000 millones de dólares para financiar los viajes espaciales en los que se incluye una posible expedición a la luna e igualmente el fantasioso proyecto de la conquista de Marte.
Carlos de Urabá 2020 |