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Más Bakunin y menos Foucault: un análisis de clase de las relaciones de poder
31 mai 2020
El primer intento de organizar a la clase trabajadora a nivel internacional se concretó con la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en 1864. En el Congreso de Basilea (1869) una resolución estimaba que "todos los trabajadores deben afanarse en crear sociedades de resistencia[sindicatos]en los diferentes cuerpos de oficios"[1]. La huelga general era establecida como una táctica indispensable. La influencia del asociacionismo obrero internacionalista, particularmente el de tipo bakuninista, fue clave en el desarrollo posterior del sindicalismo revolucionario francés.[2]En España el influjo del revolucionario anarquista ruso Mijaíl Bakunin resultó esencial en la creación de la Federación Regional Española de la AIT en 1870, con la que se inició una rica tradición combativa que se extendió durante décadas hasta culminar con la creación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910.[3]
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Esta tradición fue interrumpida tras la derrota sufrida en la guerra civil en 1939. Mucho ha llovido desde entonces: exilio, dictadura franquista, relanzamiento de la CNT en los años setenta... En esta década el anarcosindicalismo pareció resurgir como al ave fénix. No obstante, hubo diversos acontecimientos que acabaron cortando las alas a la organización: Pactos de la Moncloa, caso Scala, escisiones posibilistas... A esto hemos de sumar la nefasta influencia que tuvieron en el movimiento libertario acontecimientos como mayo del 68 y el desarrollo posterior del postmodernismo, que arrastramos hasta nuestros días.[4]Nuestra crítica se va a centrar en este "movimiento", en su faceta más "política", concretamente en un autor que sorprendentemente tiene mucho influjo en nuestros espacios: Michel Foucault. Contra su análisis de las relaciones de poder, conocido como genealogía, opondremos un análisis de clase.[5]

MICROPOLÍTICAS POSTMODERNAS: INFECCIÓN DE LAS ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS

El postmodernismo es un virus que carcome el tejido organizativo; logra imponerse de forma insidiosa y puede llevar al borde de la ruina a organizaciones centenarias. Este movimiento surgió en los años setenta tomando como base el irracionalismo filosófico de Nietzsche, el estructuralismo -iniciado por el lingüista Ferdinand de Saussure- o el psicoanálisis lacaniano. Michel Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Jean-François Lyotard, y otros tantos "postestructuralistas" figuran entre sus filas. Lyotard en La condición postmoderna (1979) definió esta postura como incredulidad respecto a los metarelatos o grandes relatos. No solamente se oponen al proyecto ilustrado (que ensalza la Razón), o a cualquier idea de progreso, sino también a la misma ciencia, que queda reducida a una narrativa más al nivel de la magia o la religión. Foucault manifestó oponerse al "saber centralizador" que representaba la ciencia, y contra los efectos de poder del discurso científico; proclamando que "las genealogías son precisamente anticiencias".[6]Una excusa para enmascarar la falta de rigor en sus análisis, la utilización de bibliografía más que dudosa (lo que llama "saberes locales") o la burda manipulación de los hechos (crear un relato) para amoldarse a su particular visión del poder.

Contra la "macropolítica" racionalista -que es básicamente tener un proyecto político colectivo, una alternativa social a gran escala, y una estrategia clara a seguir- los postmodernos oponen sus "micropolíticas" irracionalistas, la acción política sin fundamento racional alguno (irreflexiva). Estas "micropolíticas" las llevan a cabo grupos reducidos (auténticos guetos), que actúan a muy pequeña escala, superando raramente el ámbito local, derivando en luchas dispersas, altamente desorganizadas, y sin una finalidad clara. Las "políticas marginales" desarrolladas por estos grupos tienen un carácter subcultural, entendiendo la "militancia" como estilo de vida, haciendo primar el elemento estético sobre las cuestiones éticas, y utilizando una jerga pedante y vacía con pretensiones de profundidad. En determinadas ocasiones se infiltran en grandes organizaciones como sindicatos donde llevan a cabo una acción disolvente. Estos individuos se caracterizan por su falta de seriedad, ausencia de compromiso y rechazo a seguir la disciplina que marca la organización. En realidad desprecian los movimientos y organizaciones de masas, con lo cual están más cómodos en grupos cerrados de carácter sectario. De hecho, para el postmodernismo la clase trabajadora deja de ser el sujeto de referencia para pasarlo a ser grupos marginales.

En definitiva, representan un callejón sin salida, no una alternativa al sistema, ni desde luego un peligro para éste. A continuación realizaremos el análisis de parte de la obra de Foucault para ejemplificar el pensamiento de uno de los principales referentes de este movimiento, sirviéndonos de sus escritos Nietzsche, la genealogía, la historia (1971), Vigilar y castigar (1975) y Microfísica del poder (1977).

LAS RELACIONES DE PODER: ANÁLISIS DE CLASE VERSUS GENEALOGÍA DEL PODER

La genealogía del poder es una forma de análisis de las relaciones de poder nietzscheana desarrollada por Foucault, que utiliza la guerra como modelo, entendiendo el poder como simples relaciones de fuerza. Este autor describe el poder como algo que se ejerce, en lugar de una posesión (concepción jurídica), aspecto con el que podemos estar más o menos de acuerdo. Resaltó las facetas productivas del poder (en lugar de las puramente represivas), que se hacen patentes con el llamado poder disciplinario: la técnica llega a transformar (y producir) a los sujetos. Algunas técnicas disciplinarias incluirían la vigilancia, la regulación de la actividad, los exámenes o la sanción normalizadora. La multiplicidad de las relaciones del poder daría lugar a toda una microfísica del poder, las manifestaciones capilares del poder, que se harían patentes en determinadas instituciones locales: hospitales, cárceles, escuelas, etc. Desde esta óptica se realiza un análisis en términos de mecanismos internos, tácticas y estrategias del poder (más que en términos de leyes, clases sociales, ideologías, Estado...). Foucault nunca llega a realizar un análisis a gran escala, solamente se centra en "micropoderes", sin tener una visión de conjunto, desdibujando los sujetos que ejercen el poder (o la clase social a la que pertenecen), y dando a entender que no hay finalidad alguna en este ejercicio (pierde de vista el contexto histórico y social en el que se desarrollan las acciones humanas). Asimismo rechaza una concepción materialista de la historia y el papel de la lucha de clases, ya que considera que "las fuerzas presentes en la historia no obedecen ni a un destino ni a una mecánica, sino al azar de la lucha".[7]

Las relaciones de producción o económicas

Foucault rechaza los análisis del poder que denomina economicistas como el realizado por el marxismo -y también por el sindicalismo revolucionario- que sostienen que el poder tiene principalmente una función económica, la de mantener unas relaciones de producción determinadas y, por lo tanto, una dominación de clase. "El poder no es principalmente mantenimiento ni reproducción de relaciones económicas sino ante todo una relación de fuerza", mantiene.[8]Foucault pierde de vista que, aunque se entienda el poder como ejercicio hay algo que sí se posee efectivamente: los medios de producción; y esto determina el ejercicio de ese poder. Contra un análisis de clase mantiene "no considerar el poder un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros, de una clase sobre las otras".[9]Rechaza partir de "una estructura binaria compuesta de dominantes y dominados".[10]El poder, argumenta, se ejercería a través de una red reticular sin un centro privilegiado; "una red de relaciones siempre tensas, siempre en actividad más que un privilegio que se podría detentar".[11]Solamente un intelectual profundamente alejado de la realidad laboral puede argumentar que partimos de las mismas condiciones en esta "guerra"; pierde totalmente de vista las condiciones materiales -como la existencia de determinada división social del trabajo- que hacen posible la explotación. Si nos atenemos a un análisis clasista observamos que existen dos clases sociales claramente definidas -clase capitalista y clase trabajadora- en relación al papel que desempeñan en el proceso productivo. Los individuos que conforman la primera clase disponen de los medios de producción; los de la segunda solamente disponemos de nuestra fuerza de trabajo, que estamos obligados a enajenar a cambio de un salario. Esto implica claramente una dominación masiva de una clase sobre la otra. Resulta imposible entender las relaciones de poder si perdemos de vista la estructura económica de la sociedad como hace este autor.

El Estado como órgano de dominación de clase

Foucault también critica los análisis centrados en el aparato de Estado como localización privilegiada del ejercicio de poder. Dice que se ha "privilegiado el aparato de Estado como blanco de la lucha". Rechaza esta lucha porque, según él, serían "necesarios los mismos mecanismos de disciplina, las mismas jerarquías, la misma organización de poderes".[12]Por lo tanto, Foucault parece concluir que lo mejor es dar esta lucha por imposible, cruzarse de brazos y dedicarse a las (inofensivas) luchas "micropolíticas". Ninguna organización revolucionaria digna de este adjetivo puede compartir esta conclusión, ya que implica renunciar a transformar la sociedad. Respecto a la importancia del Estado, es mucho más que evidente que es un instrumento clave, que utiliza la clase social dominante para mantener precisamente ese dominio. En este sentido, disponer de grandes efectivos de individuos armados (policía y ejército permanente) garantiza el monopolio de la violencia. Bakunin, refiriéndose a la "burguesía triunfante", indicaba como ésta se había "convertido en la clase dominante, y por eso mismo en la defensora y conservadora del Estado, pues este último se había convertido a su vez en la institución regular de la potencia exclusiva de esa clase".[13]Marx y Engels también sostenían: "el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa".[14]En esto estaban de acuerdo bakuninismo y marxismo, a pesar de la escisión que representó el Congreso de la Haya (1872) en la AIT.[15]En definitiva, desde un análisis de clase el Estado debe ser concebido como un instrumento de explotación, un órgano de dominación, de una clase sobre otra. Negar su importancia es estar ciego. En su crítica del Estado han dado mucho más en el clavo anarquistas como Bakunin que postmodernos como Foucault.

A MODO DE CONCLUSIÓN: RETOMANDO LA SENDA DEL ANARQUISTA RUSO

Foucault había militado en el Partido Comunista Francés (PCF) en los años cincuenta, y posteriormente tras renegar del marxismo -y convertirse gradualmente al postmodernismo- participó en iniciativas puntuales como el Groupe d'Information sur les Prisons-GIP o en grupos homosexuales. Estas luchas (presos, homosexuales) pueden considerarse, sin duda, luchas dignas, pero no pueden constituir por sí solas una alternativa social. Perder de vista a la clase trabajadora como sujeto de referencia es quedarse anclado en micropolíticas inofensivas para el sistema. En una organización como CNT deberíamos tener esto perfectamente claro. No hemos comentado a otros autores, ya que Foucault es de lo poco rescatable de todo este ambiente. Para ejemplificar tenemos a Deleuze y Guattari, que teorizaron sobre la micropolítica del deseo. Para combatir la represión social del deseo propusieron el esquizoanálisis, forma aberrante de psicoanálisis que tiene por objetivo producir "esquizofrenia", destruyendo la identidad del individuo y la del grupo (incluida la clase social). Es así que la micropolítica del deseo sustituye en su obra a la lucha de clases. También tenemos a Derrida, famoso por introducir la deconstrucción, que no es nada más que una "estrategia" para analizar textos literarios, consistente en perder de vista su significado, el contexto social o las intenciones del autor, en definitiva, despojando a los textos de todo sentido. Desde esta forma de textualismo extremo ("no hay nada fuera del texto") se analiza igual una novela, que un panfleto político o que un artículo científico. La deconstrucción es un puro ejercicio de retórica inofensivo para el sistema. En general, los autores de esta corriente son famosos por el uso de una serie de términos rimbombantes -micropolítica del deseo, deconstrucción, biopolítica, etc- que quienes los utilizan ni tan siquiera entienden. ¡Ni sus autores originales sabían de qué narices hablaban!

En definitiva, no logro ver qué tienen de aprovechable todos estos autores o sus teorías en organizaciones que se consideran revolucionarias. Mucho mejor haríamos volviendo a la senda del revolucionario ruso Bakunin que tantos frutos dio en el movimiento obrero español durante décadas. Concluiremos con unas palabras del famoso anarquista que compartió con sus compañeros de la Federación del Jura en los últimos años de su vida, y que ilustran el camino a seguir: "No es ya tiempo para las ideas, sino para los hechos y los actos. Lo que importa ante todo es la organización de las fuerzas del proletariado. Pero esta organización debe ser obra del proletariado mismo".[16]Refresca leer un poco de sentido común, y preocupa que tenga que venir de alguien del siglo XIX para recordárnoslo. ¡Viva la lucha de clase trabajadora! ¡Viva la lucha de clases! ¡Muerte al postmodernismo!

BIBLIOGRAFÍA

[1]Kriegel, A. (1986). Las Internacionales obreras (1864-1943). Ediciones Orbis, p. 21.

[2]Secretario de Acción Criminal, "El sindicalismo revolucionario francés", Solidaridad Obrera (Abr 11, 2019): https://lasoli.cnt.cat/2019/04/11/internacional-el-sindicalisme-revoluci/

[3]Secretario de Acción Criminal, "El sindicalismo revolucionario en España (I): organizaciones precursoras (1870-1907)", Solidaridad Obrera (Jun 25, 2019): https://lasoli.cnt.cat/2019/06/25/el-sindicalisme-revolucionari-a-espany/

[4]Secretario de Acción Criminal, "Mayo del 68: ¿revolución traicionada o fraude?", Solidaridad Obrera (May 10, 2020): https://lasoli.cnt.cat/2020/05/10/cultura-maig-del-68-revolucio-traida-o/; "Ciencia, pseudociencia y postmodernismo (I): introducción", Solidaridad Obrera (Oct 21, 2019): https://lasoli.cnt.cat/2019/10/21/cultura-ciencia-pseudociencia-i-postmo/;

[5]Secretario de Acción Criminal: "Somos clase trabajadora: organización sindical y lucha de clases", Solidaridad Obrera (Abr 25, 2020): https://lasoli.cnt.cat/2020/04/25/opinio-som-classe-treballadora-organit/

[6]Foucault, M. (1980). Microfísica del poder. Las Ediciones de La Piqueta: Madrid, p.130.

[7]Foucault, M. (1971). Nietzsche, la genealogía, la historia.

[8]Foucault, M. (1980). Microfísica del poder. Las Ediciones de La Piqueta: Madrid, p. 135.

[9]Ibid., 143-144.

[10]Ibid.,171.

[11]Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Siglo XXI Editores: Argentina, p. 27.

[12]Foucault, M. (1980). Microfísica del poder. Las Ediciones de La Piqueta: Madrid, p. 107.

[13]Bakunin, M. A. (2010). Dios y el Estado. Biblioteca Virtual Universal, p. 38.

[14]Marx, K.; Engels, F. (2011). Manifiesto del Partido Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx: Méjico, p. 33.

[15]No vamos a entrar aquí a analizar las diferencias estratégicas y tácticas entre la visión marxista, que plantea la extinción gradual del Estado (previa toma del poder político en forma de "dictadura del proletariado"), y la visión anarquista, que propone su abolición inmediata.

[16]Bakunin, M. (1998). Eslavismo y anarquía (selección de textos). Editorial Espasa Calpé: Madrid, p. 351.
Mira també:
https://lasoli.cnt.cat/2020/05/23/opinio-mes-bakunin-i-menys-foucault-una-analisi-de-classe-de-les-relacions-de-poder/

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