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Debate//"La violencia del capitalismo, la violencia de la resistencia"
12 set 2003
Reproducimos, a continuación, el texto íntegro del capítulo III del libro, de Ignacio Rodas, El movimiento anticapitalista y el Estado (Ediciones Curso, Barcelona, 2001).
Dada la plena vigencia del tema que en él se aborda —anticapitalismo y violencia—, animamos a todos los anticapitalistas a realizar su aportación al debate, cuyo contenido consideraremos con la máxima atención.
También animamos a los reformistas a que sigan mostrando, como siempre hacen, su “mente abierta� y “no dogmática�, acerca de las cuestiones sociales, escribiendo, como es habitual, sus insultos, por toda “respuesta� a nuestros documentos políticos revolucionarios.
Este mismo debate se halla abierto, en exclusiva para anticapitalistas, en la comunidad: //groups.msn.com/Anticapitalistasrevolucionarios. Aprovechamos para dar a conocer que, en adelante, será únicamente en dicha comunidad y no en las páginas, de La haine, Indymedia y A las barricadas!, que, de forma tan impune y anónima, se llenan de basura e incluso de notas provocadoras de todo tipo, entre ellas las falsamente firmadas por el MAR, que responderemos, con toda fraternidad, a cuanta aportación, crítica o no, sobre cualquiera de nuestros documentos quiera publicar todo compañero anticapitalista.

Comisión del MAR

12 de septiembre de 2003
III

LA VIOLENCIA DEL CAPITALISMO,
LA VIOLENCIA DE LA RESISTENCIA
Luchar o morir; la lucha sangrienta o la nada. Es el dilema inexorable.
(George Sand)

La violencia es la partera de toda vieja sociedad preñada de una nueva.
(Karl Marx)



Enseña la historia —claro está que únicamente a quien está dispuesto a aprender de ella— que el carácter precursor y la superioridad incontestable de la revolución industrial inglesa sobre las del resto de países de su época exigieron para hacerse realidad que Cromwell y su ejército popular revolucionario se cobraran, durante el siglo anterior, la testa coronada de Carlos I...
Es sabido, por ende, aunque tampoco se considere de buen gusto rememorarlo, que el poder de la actual primera potencia capitalista del mundo empezó a forjarse de acuerdo con una declaración de independencia que no sólo reconocía al pueblo el derecho a armarse y levantarse contra el despotismo, sino que le intimaba a cumplir con su «deber» de alzarse para «derrocar ese gobierno y establecer nuevas garantías para su futura seguridad»...(1)
En fin, ¿alguien en su sano juicio podría siquiera concebir el progreso europeo vehiculizado por la Francia napoleónica sin que, al calor del auge de la Gran revolución francesa, la Montaña jacobina, con Robespierre a su cabeza, no hubiera conseguido hacer efectiva la «medida de salud pública» que supuso conducir a Luis XVI al cadalso?...(2)
Con todo, esta notoria violencia política desplegada por la burguesía revolucionaria palidece al lado de la violencia social, a gran escala, con ayuda de la cual, desde el último tercio del siglo XV hasta fines del siglo XVIII, se emplazaron las bases materiales de la sociedad capitalista, en primer lugar mediante la expropiación terrorista de la población del campo, como paso previo necesario para instaurar la agricultura capitalista y desencadenar posteriormente el inmenso torrente proletario abocado a ser explotado en las fábricas...
Es un hecho reconocido: la llamada acumulación originaria del capital fue, en realidad, cualquier cosa menos pacífica. El robo, el esclavizamiento, el asesinato, el terror organizado del Estado contra el campesinado, subyace a eso que hoy la burguesía únicamente recuerda, cuando es el caso, idealizadamente, como la «liberación de la servidumbre». Eufemismo donde los haya, para que el campesino deviniera proletario, es decir, vendedor de su fuerza de trabajo, fue preciso antes despojarle violentamente de sus tierras y de sus medios de producción, de todas las garantías de vida que le aseguraban, pese a todo, las viejas instituciones feudales. Se conoce de qué manera lo hizo el capitalismo: a sangre y fuego. Como Karl Marx explica en El Capital y ningún historiador burgués que se precie ha sido ni será capaz de negar:

"El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de �frica en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos proceso idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria. Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario. Se inaugura con el alzamiento de los Países Bajos y su separación de España; adquiere proporciones ciclópeas en la guerra antijacobina llevada a cabo por Inglaterra y se prolonga todavía hoy en las guerras del opio contra China, etcétera.
Los diversos factores de la acumulación originaria se distribuyen ahora, en una secuencia más o menos cronológica, principalmente entre España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. En Inglaterra, a fines del siglo XVII, se combinan sistemáticamente en el sistema colonial, en el de la deuda pública, en el moderno sistema impositivo y el sistema proteccionista. Estos métodos, como por ejemplo el sistema colonial, se fundan en parte sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del Estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia es la partera de toda vieja sociedad preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica."(3)

Tal fue la violenta génesis del capitalismo. Pero no caigamos en la injusticia de juzgar al actual sistema social sólo por sus orígenes. Pasemos, por el contrario, a examinar las credenciales históricas de su máxima creación, de su criatura favorita, la democracia burguesa, ese mismo régimen político de la clase dominante que hoy condena y persigue, como inaceptable, la violencia de la resistencia anticapitalista. Hemos tenido ocasión de ocuparnos de la trayectoria criminal, terrorista donde la haya, de esa democracia, la democracia capitalista, en nuestra respuesta al mentiroso Libro negro del comunismo. (4) Allí, pusimos ya en evidencia que los frutos del reinado, indiscutible sobre el planeta durante los últimos cien años, del capitalismo se hallan a la vista. Dos guerras mundiales con más de 60 millones de muertos y multitud de otros conflictos armados causados, sin excepción alguna, por la rapiña de los poderosos sobre los débiles, por los bastardos intereses de competición entre ellos, alumbran su obra contemporánea en la que brillan, con luz propia, en la actualidad, mientras se acrecientan las riquezas en manos de unos pocos, y se extienden, por doquier, las guerras, los 3.000 millones de personas que se ven obligadas a sobrevivir con menos de 250 pesetas (1,5 euros) por día, los 1.500 millones, de entre ellos, que no tienen acceso a agua potable, la quinta parte del total de la infancia del planeta que no ingiere cotidianamente la cantidad mínima de calorías y proteínas necesarias, el tercio de la población mundial, 2.000 millones de seres, que sufre de anemia, los 800 millones que padecen subalimentación crónica, los 30 millones de personas que mueren de hambre al año...(5)
Es este mismo régimen, convicto y confeso de constituir la causa de la desgracia que se abate sobre miles de millones de desamparados; son esas mismas juntas estatales que, ayudándose de la artimaña, congénitamente viciada, del sufragio universal, administran los negocios del conjunto de las burguesía; (6) son esos mismos líderes que, cuando se reúnen, se ven obligados a desplegar auténticos ejércitos para protegerse de las más que justificadas iras de las masas; es ese mismo sistema que ya no vacila en tirotear a los jóvenes que no le aceptan mientras eleva a sus gobiernos (Austria e Italia) a los partidos fascistas; son, en fin, los responsables del cobarde asesinato del anticapitalista Carlo Giuliani, quienes, con inigualable cinismo, tratan de hacerse perdonar por sus víctimas sus execrables crímenes arrastrándolas, con la ayuda de la demagogia de un pacifismo que ellos no practican, a la defensa de los escaparates de las grandes tiendas capitalistas y de los opulentos bancos atacados por las fuerzas vivas de la nueva generación proletaria que resisten al sistema.

*
«Vándalos», «violentos»... «ajenos a la movilización democrática contra la globalización»... De epítetos descalificadores de este género —carentes, como salta a la vista, de toda ciencia y pobres de solemnidad en cuanto a su contenido social—, echan mano los políticos y comentaristas burgueses de toda laya, de derecha y de izquierda, para condenar ante la opinión pública, sin juicio previo, al citado movimiento de la Resistencia Anticapitalista surgido en Barcelona, o lo que es lo mismo, para el caso, al Black Bloc, propulsado a primer plano, ante la opinión pública mundial, en Génova. Examinemos, sin embargo, objetivamente —esto es, ciñéndonos, en exclusiva, al plano de los hechos— la cuestión.

¿Es «vandálico» el movimiento anticapitalista?...
Señala el Diccionario de la Lengua Española, aprobado por los próceres de la Real Academia, que el vandalismo es, en el sentido figurado, un «espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana». ¿Y qué otro requisito mínimo —nos preguntamos— es exigible a todo movimiento auténticamente nuevo, sino su afán de barrer de escena todo lo elevado a los altares, de uno u otro signo, todo lo caduco?... Por otra parte, si un «vándalo», es, siempre según nuestras autoridades de la Lengua, quien «comete acciones propias de gente salvaje y desalmada», es decir, actos propios de individuos «zafios», «faltos de conciencia», «crueles» e «inhumanos», ¿no cabe, quizás, preguntarse, cómo deberían ser adjetivados, en consonancia con ello —si efectivamente se da en tildar de «vandálico» el ataque del anticapitalismo a los bancos y demás significativos establecimientos burgueses—, y sin ir más lejos, los protagonistas de actuaciones, como la carga policial indiscriminada descrita del pasado día 24 de junio en Barcelona, mediante la cual, los servidores armados del Estado imperante vulneraron —previa provocación por su parte— y según la Comisión de Defensa de los Derechos de la Persona del Colegio de Abogados, a costa de causar, recordémoslo, decenas de heridos entre manifestantes indefensos, ni más ni menos que «el derecho a la manifestación, a la información, a la integridad física y moral, a la libertad ideológica y a la libertad y la seguridad» de miles de pacíficos manifestantes?...(7) En una palabra, si se considera «vandálica» la actuación desplegada por la animosa y juvenil, por la voluntaria y clasista, pero todavía aficionada, amateur, Resistencia Anticapitalista, por ejemplo en esa protesta del 24 de junio, ¿no debiera considerarse propia de un Atila de nuestros días la represión ejercida ese mismo día, por los destacamentos armados y entrenados profesionalmente, a sueldo, de la democracia burguesa?...
¡Oh, disculpen, señores reformistas, pacifistas!... Quizás preferirían, ustedes, que habláramos del «vandalismo» que campó por sus anchas en julio de 2001, en Génova... ¿Puede dudar, siquiera un momento alguien, a este respecto y a estas alturas, tras todas las indesmentibles informaciones aparecidas acerca la actuación de la policía italiana y de los carabinieri —por supuesto, alguien no prisionero de los prejuicios ideológicos que presentan el capitalismo como el «mejor de los mundos posibles», existente, en adelante, para “felicidad� de la doliente humanidad, por toda la eternidad—, de que, si cabe hablar de la actuación, en Génova de «vándalos», deberá hablarse de los «vándalos» de uniforme —entrenados, pertrechados y preparados durante todos los días del año para ocasiones como la que nos ocupa— que asaltaron, sin previo aviso, y destrozaron el centro de actividad del FSG, de los Medios de Comunicación Independiente (CMI/IMC) y de Radio Gap, sito en la escuela Armand Díaz, apaleando a sus pacíficos integrantes, de los «vándalos», cuyas nóminas paga y sigue pagando el Estado capitalista italiano, que propinaron palizas y detuvieron, acto seguido, con las calles ya en calma, a cientos de indefensos manifestantes, de los «vándalos» que, ya más tarde, en las dependencias policiales, golpearon, patearon la cara y vejaron a los detenidos, incluso orinándose encima de ellos y amenazando con la violación a ellas mientras se les obligaba a firmar documentos exculpatorios para la policía y a gritar ¡Viva il Duce! y cantar canciones fascistas, mientras se les mantenía, bajo amenaza de ser, de nuevo, golpeados, alineados, durante horas, contra las paredes, con las piernas y brazos separados y sin recibir alimento ni bebida algunos, cuando no se les aplicaba contra su voluntad potentes drogas psiquiátricas?... ¡Ahí tienen, señores embaucadores que claman contra la «violencia» de los anticapitalistas, los auténticos «vándalos» de Génova, esas tan obedientes como desgraciadas criaturas que componen los cuerpos represivos de la sociedad burguesa, capaces por un miserable salario de masacrar a su propia madre con tal de que el Estado capitalista así se lo ordene! Y no piensen, por ello, ni por un momento, intelectuales de toda especie rendidos a los brazos de la democracia de la clase dominante, que su conciencia, sus ideas “progresistas�, cuando no de “izquierda� o, incluso, “comunistas, les hacen a ustedes mejores que esa escoria social capaz de disparar dos tiros a la cabeza de un joven sin arma de fuego y de envalentonarse, a continuación, abriendo las cabezas, escarneciendo y torturando a indefensos manifestantes. ¡Nada de eso! Barcelona y Génova bastan, sin otra necesidad, para probarlo. Si los polizontes y de similar ralea tienen como profesión cumplir no importa qué orden, la suya, señores demócratas burgueses críticos, a fin de cuentas, no es menos rastrera. Consiste, en resumidas cuentas, en aceptar, en los hechos, protestas ciudadanas aparte, la violencia que venga avalada por el sacrosanto Estado capitalista, en condenar, por principios, toda aquella que se le resista.
¿Que es violenta la resistencia anticapitalista, el anticapitalismo?... Por supuesto, ¿cuál no lo fue?... ¿qué auténtica resistencia al sistema establecido no lo ha sido y lo es?... Pero ¿se comete un delito al exigir que —dado que se utiliza la calificación («violento») como suficiente para condenar a la hoguera al anticapitalismo— dicha violencia de la resistencia contra el sistema sea comparada y juzgada en relación con su causa, con la ingente, creciente y cotidiana violencia social e institucional, esto es, estatal, que ejerce, tanto “pacífica� como bélicamente, el capitalismo contra sus víctimas?... ¡Máscaras fuera, señores de la «no violencia»! Admitirán, cuando menos, que el balance que presenta su siempre “reformable� democracia capitalista —dos grandes conflagraciones imperialistas en menos de un siglo, además de otras centenares de guerras, una cincuentena de ellas ardiendo en la actualidad— no constituye precisamente un dechado histórico de paz. Como tampoco es ningún modelo de paz —al menos de otra paz diferente a la de los cementerios— un mundo, como el presente, como la sociedad capitalista, que, tras varios siglos de dominio ininterrumpido sobre el planeta y de destacada presencia en su escena política y en sus gobiernos de predicadores reformistas y «no violentos» como ustedes, reporta, a día de la fecha, por todo horizonte, para media humanidad, la pobreza, la miseria y la muerte, y para la otra mitad, la de los países capitalistas avanzados, el desempleo, y la precarización y la sobreexplotación, más y más insufribles, en el trabajo, mientras, a todo ello, bajo los engañosos oropeles de las declaraciones oficiales, se asiste a un incremento, como nunca en tiempos todavía de paz, de la feroz competencia económica entre las grandes potencias y de su rearmamento militar, mientras que en el seno de éstas, como anuncio irrefutable del curso vigente de los acontecimientos que pasa ineluctablemente por la nueva guerra imperialista mundial, alza de nuevo cabeza el fascismo...(8)
¿Eso no es, acaso, violencia —y una violencia a gran escala, organizada en todos los terrenos (el económico, el político y el militar), coordinada, a nivel mundial, en todos los planos, desde el FMI al BM, desde el G-7 más uno (Rusia), G-8, a la OTAN— señores defensores, críticos o no, de los Estados capitalistas?...
¿Se sorprenden nuestros próceres democrático burgueses y sus servidores de izquierda y extrema izquierda de que desde Seattle a Génova, pasando por Washington, Davos, Ginebra, Durban, Buenos Aires, Seúl, Okinawa, Melbourne, Praga, Niza, Quebec Gotemburgo y Barcelona, una ola, una marea imparable de «vándalos» y «violentos» anticapitalistas, «ajenos —tienen ustedes razón, señores— por completo a la movilización democrática contra la globalización», empiece a protagonizar la escena social en los países capitalistas avanzados?...
No tienen por qué hacerlo.
En menos tiempo del que el lector empleará para leer este capítulo, 2.000 mujeres morirán o sufrirán graves secuelas de por vida a consecuencia de la falta absoluta de cuidados médicos y medicamentos con la que tendrán que afrontar sus partos (9), y más de un millar de niños fallecerán de enfermedades tan evidentemente curables que hoy restan desterradas de los países avanzados. (10) ¿Prefieren otro dato?... Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) existen, en la actualidad, 36,1 millones de casos de sida en el mundo. El 90 % de ellos en los países atrasados y el 75 % en el �frica subsahariana. (11) Mientras tanto, es sabido que las grandes empresas farmaceúticas, con el amparo de las principales potencias imperialistas, siguen manteniendo los medicamentos contra el sida en precios inasumibles para la mayor parte de la población del planeta. Si tomamos, por ejemplo, como buenas las cifras que nos proporciona Noam Chomsky, bastaría para evitar tales masacres con que, por ejemplo, el orgullo y estandarte del capitalismo mundial, EE UU, dedicara a tal propósito una décima parte de su actual presupuesto militar.(12) Sin embargo, el caso es que, a despecho de lo que sueñen todos los Chomskys del mundo, la realidad no ha sido ni será jamás así, pues el ser social del capital —léase, su tendencia irrefrenable a la acumulación ampliada—, que penetra y determina la acción, en su conjunto, de la clase que lo gestiona, la burguesía, ni lo ha permitido ni lo permitirá. (13) Mas, de cualquier forma, este asesinato, en marcha, al que asistimos, de la población de los países atrasados, a manos de los intereses globales del sistema capitalista, ¿no es, por un casual, violencia, señores gobernantes de las civilizadas democracias burguesas, no es, acaso, terror social, el auténtico terror social, defensores antiglobalizadores de los escaparates y bancos de éstas atacados por los anticapitalistas?...
Y no, no piensen, ni por un instante, en que les permitiremos salir del paso arguyendo tramposamente que esa imponente miseria, que esa omnipresente violencia —latente, cuando no flagrante— consubstancial a la extensión de la anterior, las sufren “sólo� los explotados de los países atrasados... Con una tasa de indigencia que se ha triplicado en los últimos veinte años, hasta reconocer oficialmente a 40 millones de pobres de solemnidad y otros tantos habitantes del país sin cobertura médica de ningún tipo (14), con un 10 % de los estadounidenses —la burguesía— acaparando el 76 % de las riquezas netas totales y con la mitad de éstas en manos de únicamente un 1 % —la gran burguesía— de los ciudadanos, con 2,3 millones de personas en las cárceles, que camuflan la tasa real de desempleo (15), con, en fin, a todo ello, una precarización y liquidación crecientes del trabajo y una pérdida imparable de la capacidad adquisitiva de los salarios de los “afortunados� que aún mantienen, en la cuerda floja, la ocupación mientras se sumergen en una escalada inexorable de deudas (16), la primera potencia imperialista del planeta, detentadora, ni más ni menos, que de un 30 % del Producto Interior Bruto (PIB) del conjunto del globo y acumuladora del 80 % del ahorro de éste, constituye el espejo en que se mira el resto del capitalismo avanzado, ansioso, como nunca, en Europa y Japón, de ponerse a la altura de su competidor haciendo extensivas a sus propios proletariados las relaciones laborales de inaudita sobreexplotación surgidas, en EE UU, de la mano de la primera arremetida de la nueva revolución productiva tecnológica en ciernes.

Así, si no es de extrañar, en absoluto, que el alumbramiento del movimiento anticapitalista (Seattle, diciembre de 1999) tuviera como escenario las relaciones laborables, de inaudita sobreexplotación, surgidas, al calor de la irrupción, en los EE UU, de la nueva revolución productiva, las poderosas razones, por otra parte, de su inmediato arraigo en la vieja Europa se hallaban patentes, como vimos, incluso con anterioridad a dicha fecha, cuando, apenas tres años después del embarazo anticapitalista del otoño de 1995, con el Gobierno de izquierda, de Jospin, ya en escena, otro movimiento proletario de nuevo cuño, esta vez de parados y precarios, surgido y desarrollado al margen de toda supeditación al Estado capitalista, había hecho resonar, con toda claridad, la voz anticapitalista de los «sin», de la actual generación proletaria.
Si el anticapitalismo es, pues, acusado de «ejercer la violencia», cabe preguntarse: ¿de qué deberían ser acusados, entonces, en justa proporción con lo anterior, todos esos Estados capitalistas —los más poderosos y democráticos por delante— que no reparan en la utilización de todo tipo de medios, legales e ilegales, al servicio de la acumulación ampliada del capital, o lo que es lo mismo, del acrecentamiento de los beneficios de la clase dominante, para aumentar la miseria de las masas trabajadoras y masacrarlas, ora bélica, ora “pacíficamente�?... Verdaderamente, hay que estar cegado por el espectáculo pirotécnico de la democracia burguesa o haber adquirido la desfachatez propia a un servidor profesional del sistema, para equiparar la violencia defensiva del movimiento anticapitalista con el ingente y abrumador terror cotidiano, legal y paralegal, con el que el capitalismo —incluso bajo su forma más perfeccionada, la democracia parlamentaria— explota, oprime y masacra, día a día, hora a hora, a las masas trabajadoras del planeta. Hay que haberse transformado en un completo pequeñoburgués adocenado, cretinizado irreversiblemente por los engañosos fuegos fatuos de la sociedad capitalista de nuestros días, para dejarse arrastrar a la condena de la violencia con la que las víctimas de tanta explotación, muerte y miseria, se resisten a sus verdugos, al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM), a la Organización Mundial del Comercio (OMC), al G-8, a la Unión Europea (UE) y al resto de instituciones capitalistas y de Estados burgueses que las imponen.
Y puesto que esta democracia capitalista de nuestros días, tan amante de la tartufa prédica, de cara a la galería, de la «paz» (mientras, claro está, en la trastienda prepara la guerra)(17) es tan débil socialmente en el fondo —constátese, si no se nos cree, ya no la aguerrida acción, de unos miles de jóvenes explotados que, en la actualidad, conforman, de hecho, a escala internacional (Seattle, Washington, Davos, Ginebra, Durban, Buenos Aires, Seúl, Okinawa, Melbourne, Praga, Niza, Quebec, Barcelona, Génova...), el movimiento anticapitalista, cual punta que emerge a la superficie del amenazador, para la burguesía, iceberg antisocial constituido por el grueso de la nueva generación proletaria, sino el rechazo al sistema (sordo, pero contumaz y en progresión imparable), de otros cientos de millones de jóvenes proletarios que expresan su verdadera posición sobre la “paz social� de la democracia burguesa y sobre esta misma, eludiendo, por ejemplo, participar en las elecciones parlamentarias y negando, así, palpablemente, su confianza, entre otras instituciones del Estado capitalista, a los partidos y sindicatos que, a modo de conciencia crítica del sistema, salvaguardan el flanco de izquierda de éste—; puesto que, en realidad, la base social de la presente democracia capitalista se halla tan deteriorada que ésta ya no puede tolerar elogio alguno de esa auténtica partera de la historia —¡y comadrona destacadísima del alumbramiento y desarrollo del propio capitalismo!— que ha sido y será la violencia revolucionaria de la clase oprimida contra la clase opresora y sus servidores, e incluso ha devenido incompatible, como hemos tenido ocasión de comprobar, con el reconocimiento del carácter inevitable y legítimo de la violencia defensiva, tome la forma que tome, con la que siempre, desde que existe la sociedad de clases, la clase dominada se ha visto obligada a resistir a los ataques de la clase dominante, violencia —cual la practicada hoy por el anticapitalismo— con la que dicha clase explotada, para el caso, el proletariado, desafiando el terror y la coacción institucionales imperantes, afirma, en un terreno básico, su independencia frente al Estado burgués, no sea este propio autor quien, acabando de despojar —en el plano fehaciente de los acontecimientos históricos— de su hoja de parra al filisteo pacifismo capitalista, rompa una lanza en favor de la violencia de la resistencia librada por el vigente anticapitalismo:

"Para el señor Dühring [léase, para todos los señores Dühring y similares —benefactores “humanistas� burgueses y pseudomarxistas al servicio de la democracia del capital— de nuestros días] la violencia es el mal absoluto; para él el primer acto de violencia es la caída, y toda su exposición es una jeremiada acerca del pecado original, que ha contaminado toda la historia hasta el presente, y acerca de la corrupción ignominiosa de todas las leyes naturales y sociales, por ese poder diabólico: la violencia. Mas la violencia juega también otro papel en la historia, tiene un papel revolucionario: es, según la frase de Marx, la partera de toda vieja sociedad preñada de otra nueva sociedad, es el instrumento con ayuda del cual el movimiento social se abre paso y rompe formas políticas muertas; de todo esto el señor Dühring no dice una palabra. Sólo con suspiros y gemidos admite como posible que la violencia sea quizás necesaria para destruir la explotación económica... ¡desgraciadamente, «porque la violencia —dice— desmoraliza siempre a quien usa de ella». ¡Y esto, cuando se sabe qué gran auge moral e intelectual siguió a toda revolución victoriosa!" (18)

Por su parte, otro de los aliados del movimiento anticapitalista —mantenido, hasta hoy, como el anterior, Friedrich Engels, en el anonimato—, otro valedor, en los hechos, del anticapitalismo, Karl Marx, culpable, a todos los efectos, de realizar apología de la violencia defensiva practicada por la resistencia al sistema, comparece asimismo para zanjar contundentemente nuestro litigio:

"La civilización y la justicia del orden burgués aparecen en todo su siniestro esplendor dondequiera que los esclavos y los parias de este orden osan rebelarse contra sus señores. En tales momentos, esa civilización y esa justicia se muestran como lo que son: salvajismo descarado y venganza sin ley. Cada nueva crisis que se produce en la lucha de clases entre los productores y los apropiadores hace resaltar este hecho con mayor claridad." (19)

"En cada uno de sus triunfos sangrientos sobre los abnegados paladines de una sociedad nueva y mejor, esta civilización criminal, basada en la esclavización del trabajo, ahoga los gemidos de sus víctimas en un clamor salvaje de calumnias, que encuentran eco en todo el orbe." (20)

"Todo este coro de calumnias, que el partido del orden, en sus orgías de sangre, no deja nunca de alzar contra sus víctimas, sólo demuestra que el burgués de nuestros días se considera el legítimo heredero del antiguo señor feudal, para quien todas las armas eran buenas contra los plebeyos, mientras en manos de éstos toda arma constituía por sí sola un crimen." (21)

En definitiva, es la propia sociedad burguesa, por medio de su intelectualidad bienpensante, la que —más allá de la prédica del demagógico evangelio de la «no violencia» por principios, que siempre ha sido tan útil para completar el arsenal con el que se mantiene en pie, frente a las masas explotadas, el orden establecido— nos confiesa inadvertidamente lo que, de veras, tiene contra esa piedra en su zapato que ha devenido el anticapitalismo, a saber, que sus expresiones genuinas, la Resistencia Anticapitalista, el Black Bloc..., sean ajenas y se opongan a la movilización de la democracia burguesa por la reforma del sistema capitalista:

"En la cola de la marcha [la citada manifestación de Barcelona] se situó un grupo de unos 100 [¿seguro que sólo eran «100» señores “informadores� de la prensa “objetiva�?... ¿Seguro que estuvieron ustedes allí para contarlos?...] encapuchados [¿seguro que todos ellos iban «encapuchados»?... Decididamente ustedes escriben sobre lo que no vieron, intoxican al servicio de la clase dominante] ajenos a los manifestantes, quienes a su paso iban destrozando los escaparates de las tiendas [las más ostentosas tiendas burguesas del distinguido paseo burgués, habría añadido un auténtico informador, para hacer posible que el lector se situara, ¿no es cierto?...], los bancos y las cabinas telefónicas del paseo de Gracia mientras coreaban consignas a favor de la violencia y acusando de “reformistas� a las más de 350 entidades convocantes." (22)

Según el violento apóstrofe, al respecto, vomitado por Susan George, vicepresidenta de ATTAC y autora del divertimento reformista Informe Lugano:

"¿Estáis contentos, manifestantes? No me refiero a la inmensa mayoría del Foro Social de Génova, sé que estábais aterrorizados, y algunos, ensangrentados; ni tampoco a esos de entre los Blacks que de hecho eran polis, sino a los auténticos Blacks, que no habéis participado en ninguna de las reuniones preparatorias que se han venido celebrando desde hace meses, que no pertenecéis a ninguna de las 700 organizaciones italianas responsables y decididas a practicar la no violencia activa. ¿Estáis contentos de vuestros manejos unilaterales, antidemocráticos; de haberos mezclado voluntariamente con unos manifestantes pacíficos que han sido así gaseados y golpeados; de haber respondido a unas provocaciones policiales previsibles y previstas; de haber querido y buscado sus sangrientas respuestas? ¿Estáis contentos de que, por fin, tengamos un mártir?" (23)

Muy a despecho de su voluntad, el desvergonzado exabrupto proferido por George, contra el movimiento anticapitalista, en el que tiene la sinvergonzonería de responsabilizar, de hecho, a éste de la criminal represión desencadenada —por los destacamentos armados del Estado capitalista— contra manifestantes inermes, e incluso del vil asesinato del anticapitalista Carlo Giuliani (24), favorece, a fin de cuentas, a la resistencia al sistema. Y ello no sólo porque George —llevada en volandas por su intención de increpar al anticapitalismo— desmiente, sin quererlo, a su jefe Bernard Cassen y deja sentado, contra los infundados rumores que, con tanta candidez, compra la confiada “opinión pública� democrática producida por la burguesía, que «los auténticos Blacks» no tienen, en modo alguno, nada de servidores del Estado, nada de policías, sino, sobre todo, porque revela, más allá de los reproches de utilización de la violencia, los verdaderos delitos que la democracia burguesa crítica atribuye al anticapitalismo, a saber: no formar parte de ninguna de las organizaciones «responsables» ante los Estados capitalistas y «decididas» a promover la fraudulenta vía sin salida de la reforma del capitalismo, ser enemigos de la democracia burguesa y responder a la represión de los cuerpos armados de ésta.
En una palabra, éste es el imperdonable crimen cometido por nuestros anticapitalistas: ¡ser anticapitalistas!


NOTAS

(1) «Declaración de independencia de los Estados Unidos (1776)», Textos básicos sobre derechos humanos, Madrid, G. Peces-Barba Martínez y L. H. Sánchez-Pescador, 1973, pp. 80-82.
2 «Solicitamos la muerte del rey para grabar profundamente en los corazones el desprecio de la realeza y llenar de estupor a todos los partidarios del rey. [...] No tenéis que dictar ninguna sentencia a favor o en contra de un hombre, sino tomar una medida de salud pública. [...] Dentro de una República, un rey destronado sólo sirve para dos cosas: una, la de turbar la tranquilidad del Estado y quebrantar la libertad; otra, la de servir de medio para afirmar a la vez la una y la otra» («Intervención de Robespierre en la Convención», Alfredo Traversori: La Revolución Francesa y el Imperio, Buenos Aires, Kapelusz, 1972, pp. 59-60).
3 Karl Marx: El Capital. Crítica de la Economía política, 8 v., Libro primero, El proceso de producción del capital , 4ª ed., esp., Madrid, Siglo XXI, 1984, v. 3, pp. 939-40.
4 Ignacio Rodas: La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo, Barcelona, Curso, 2001.
5Ib., p. 17.
6 «Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: ésa es la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, tanto en las monarquías constitucionales parlamentarias como en las repúblicas más democráticas» (V. I. Lenin: El Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, 1917, Obras completas (O. C.), 55 t., URSS, 1981-88, t. 33, p. 47).
Cuando elección tras elección, una parte creciente del proletariado tiende a dar la espalda a una cada vez más erosionada democracia capitalista, cuando, en el seno mismo de ésta, la juventud explotada alza su movimiento de resistencia y pasa a la acción, por encima de las cortapisas ciudadanas, contra el sistema, ¿no cobra —dígasenos— más actualidad que nunca esta caracterización científica de la democracia burguesa propia al auténtico marxismo, esto es, al marxismo revolucionario del Partido de Marx, Engels y Lenin?...
7 Cf., El País, 26 de junio de 2001.
8 Para comprobar el fundamento de lo aquí afirmado, realizando una primera aproximación a la aprehensión del proceso por el que maduran las condiciones de la nueva guerra imperialista mundial, que hoy se desarrolla tras las mistificadoras bambalinas de las declaraciones, por lo general, amistosas, de cara a la galería, entre las grandes potencias, así como a la penosa existencia que arrastran organismos sentenciados como la UE, v. Ignacio Rodas: La guerra de los Balcanes y nuestros propios criminales (Barcelona, Curso, 1999), obra de candente actualidad, ante el enésimo giro bélico, otra vez a las puertas, en la zona.
9 UNICEF: The Progress of Nations 1996, UNICEF House, 1996.
10 UNICEF: The State of the World’s Children 1997, Oxford University Press, 1997.
11 Cinco Días, 27 de agosto de 2001, p. 18.
12 Noam Chomsky: El beneficio es lo que cuenta. Neoliberalismo y orden global, Barcelona, Crítica, 2001, p. 99.
13 Cf., Karl Marx: El Capital. Libro I. Sexto capítulo (inédito). Resultados del proceso de producción inmediato, Barcelona, Curso, 1997.
14 Cf., Ignacio Rodas: «La vigencia del Manifiesto a sus 150 años...», op. cit., p. XXXVII.
15 Frédéric F. Clairmont: «Una década de crecimiento norteamericano termina. Amenazas sobre la economía mundial», Le Monde diplomatique, ed. española, núm. 67, p. 3.
16 «El pago de los préstamos se eleva ya oficialmente a un 34 % de la totalidad de los ingresos de las familias estadounidenses, tendencia que ha comportado, entre otras consecuencias, que el índice de ahorro se haya situado en cotas negativas —esto es, desde 1999 crece más su endeudamiento que su ahorro— y que las, cada vez más arruinadas economías familiares hayan tenido que echar mano de hipotecar las viviendas en las que residen para poder afrontar los gastos ordinarios de consumo» (ib.).
17 ¿No se está dando, acaso, hoy mismo, mediante los beligerantes planes militares adoptados por Bush y el crecido presupuesto para el Ejército, votado por el Senado estadounidense, el primer paso efectivo —bajo la dirección de la democracia burguesa preponderante en el globo— de un relanzamiento general del armamento de las grandes potencias capitalistas?...
18 Federico Engels: El Anti-Dühring o «La revolución de la ciencia» de Eugenio Dühring. Introducción al estudio del socialismo, junio de 1878, Buenos Aires, Claridad, 4ª ed., 1972, pp. 196-7.
19 C. Marx, La guerra civil en Francia. Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores, 30 de mayo de 1871, C. Marx y F. Engels: Obras escogidas... , t. II, p. 249.
20 Ib., p. 251.
21 Ib., p. 253.
22 Pere Ríos, Pere Rusiñol: «La policía carga en Barcelona contra grupos antiglobalización tras tolerar actos vandálicos», El País, 25 de junio de 2001, p. 26.
23 Susan George: «Los sucesos de Génova ponen en peligro el movimiento por otro tipo de globalización. ¿Estáis contentos?», El País, Domingo, 29 de julio de 2001, p. 8.
24 «Se llamaba Carlo Giuliani —escribe cínicamente George—, tenía 23 años e iba a esa manifestación con sus convicciones, con eso basta; no eran las nuestras, pero protestaremos por su ejecución [¡querrá usted decir, Susan —mejor dicho, no lo quiere decir—, su asesinato!]. Descanse en paz» (ib.).
¡Pero Carlo sólo descansará cuando el sistema que combatía y que acabó asesinándolo sea derruido y con él toda la infame superchería de todos los Georges reformistas que obran para prolongar su existencia!

Comentaris

Re: Debate//
12 set 2003
puffff,digue´m derrotista,però amb la violència tenim les de perdre. Una altra cosa és l´autodefensa en casos extrems.
Aquest és un bon lloc per debatre sobre aquestes coses?
Balada de oshiro
12 set 2003
bEEeee! beeEeee! beEEee! bEeEeee!
Re: Debate//
14 set 2003
Vaya, resulta que el azote del reformismo ha elegido la red de microsoft para soltar sus genialidades.
Sindicat Terrassa