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Comentari :: antifeixisme
Tener razón
12 set 2003
Tener razón no depende de saber construir el edificio del discurso. Ni siquiera de la habilidad en la oratoria del prestigitador.
Tener razón, ya, sólo depende de tener la fuerza del Poder detrás; cualquier clase de fuerza a excepción justamente de la fuerza moral. Siempre fue así, pero en una era en la que se suponía a fines del pasado siglo que la razón desnuda había avanzado con un salto de gigante, la regresión es infinitamente más dolorosa...

El mundo armado nos impone ahora su razón, como nunca, desde la fuerza aunque no la emplee directamente contra nosotros. Exhibirla le basta y, para no perder vigor, cuida no mencionarla ni relatar innecesariamente su potencial. La sociedad armada sabe que, además de él, cuenta con un fluido que se desprende de esa misma circunstancia jugando un papel preventivo, persuasorio y de escarmiento. Y sabe muy bien que, allá donde no la aplica con inmediatez, su eficacia estriba esencialmente en omitir toda referencia a la fuerza material para no empañar la moral...

Así es cómo se van ahogando paulatinamente contestaciones, resistencias, insumisiones. Pero del mismo modo que quienes “viven� de y para la fuerza bruta saben que obtienen efectos suplementarios sólo con mostrarla, los “justos� centran su fuerza en el silencio una vez comprobado que las quejas y los reproches enardecen más a los desalmados. Del mismo modo que frente a la fuerza directa, esa que se ejerce sin concesiones ni treguas, ni justicia sino sólo por capricho, entrenamiento, prepotencia y depredación no conduce a nada enfrontarla otra fuerza más débil, sino sólo terrorismo...

En estos momentos del mundo, la fuerza moral va perdiendo terreno vertiginosamente. Y todos los esfuerzos son pocos para recuperar el perdido. Porque la poca que queda de poco sirve cuando los que, además de tener la fuerza armada y una obsesiva actitud criminal en emplearla, persiguen la fuerza moral también tanto para acallar sus conciencias como para amordazar las ajenas.

En todo caso, en tiempos de injusticia es grave tener razón, decía Francisco de Quevedo, refiriéndose quizá a la razón natural. En ellos esa razón se pliega en retirada, y poco a poco va dando paso al instinto. En ese momento la moral para la paz, la que nos ha guiado en la paz, pide urgentemente ser reemplazada por otra moral de guerra, para la guerra. Es preciso tenerlo en cuenta si no se quiere caer el primero... Pero mientras tanto, en esos tiempos, como en tiempos de crisis y precisamente por la intangibilidad de la fuerza moral repleta de racionalidad, el único recurso es callar...

No hay mejor antídoto contra la barbarie, la desfachatez y la desvergüenza que el silencio. Y lo que debiera tenerse el valor de hacer en España, aunque de la Política en este país no pueda esperarse genialidad, es dejar solos en el Parlamento a los que se han apropiado de él para hacer valer “su� razón por encima de todo lo demás, sirviendo sólo de turiferarios a los planes del emperador y del imp
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