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Liberación nacional; cobertura de la guerra imperialista
18 oct 2019
x Grupo Comunista Internacionalista
La nación, como la religión, u otras formas ideológicas constituyen importantes materias sociales que mantienen cimentada la comunidad ficticia, la comunidad del capital y como tales han sido siempre enfrentadas por el partido del comunismo. Por lo tanto, el fundamento de esas realidades no tiene nada que ver con el que sus protagonistas pretenden y creen, sino que el mismo debe buscarse, como en todos los demás casos, en la reproducción de una sociedad de explotación, que bajo el capitalismo se reproduce precisamente negando las clases y los antagonismos inherentes a él. Dicha negación se reproduce con el propio capital, pues el capitalismo existe como comunidad ficticia en contraposición viviente y total a la comunidad humana. La máxima expresión de esa comunidad ficticia, cimentada por la creencia nacional (creencia de que son los elementos lengua, raza, territorio, los que se defienden) es la guerra imperialista de destrucción del proletariado, del comunismo. Hoy la "agudización de problemas nacionales", no responde de ninguna manera a algo como la "reemergencia de las culturas nacionales", o algo que sería inherente a las diferentes pigmentaciones de la piel o unidades lingüísticas, sino por el contrario, únicamente responde a la exacerbación de la competencia propia al modo de producción capitalista, que ante la reemergencia violenta de su crisis histórica solo puede existir en base a la guerra imperialista entre sus Estados Nacionales, es decir en base a la guerra capitalista contra el comunismo.
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En general, cuando se habla de independencia nacional se distingue independencia económica e independencia política, admitiéndose por lo menos que la independencia económica es imposible en el capitalismo. Nosotros pensamos que la no independencia económica, implica la no independencia política; es decir que en el capitalismo ningún país puede ser considerado independiente ni económica, ni políticamente.
Cuando la opinión pública habla de independencia política, está tomando lo formal y jurídico, como criterio de apreciación de la realidad política. Ya la burguesía inglesa en el siglo pasado, tenía más claras las cosas y decía: "Toda América será independiente y por lo tanto nuestra". Por consiguiente, la formulación "los países de América Latina conquistaron su independencia económica pero no su independencia política" nos parece tan falsa como decir que conquistaron su independencia a secas. Ella oculta la realidad: no hay independencia real dé ningún tipo, sino cambio de campos imperialistas, cubierto por la independencia jurídico-formal.
Unos cuantos siglos de desarrollo capitalista, con centenares de "independencias obtenidas", prueban irrefutablemente, dicha afirmación. La independencia efectiva, es una utopía y una utopía reaccionaria. Toda lucha nacional por la independencia, se liga necesariamente, económica, política, ideológica, organizativa y logísticamente, a uno de los campos imperialistas en presencia. Todo Estado Nacional en tanto que fuerza antiproletaria y de lucha interburguesa, constituye parte de la potencia de uno de los campos imperialistas, aunque coyunturalmente pueda oscilar entre uno y otro debido a la lucha entre fracciones burguesas que se disputan su control. Esta lucha puede evidentemente concluir en un cambio de campo imperialista.
Por lo tanto, si consideramos la "independencia nacional con respecto al imperialismo", no como lo que aparece establecido en tal o tal proclamación de "la liberación nacional", sino como lo que efectivamente es en la realidad (un gran mito para enrolar al proletariado al servicio de fracciones rivales de la burguesía); es evidente que el proletariado no tiene ningún interés en esta "tarea democrático burguesa". Por el contrario, el interés del proletariado es combatir dicha tarea democrático-burguesa con las armas en la mano. Los partidarios de las "tareas democrático-burguesas", sostienen, ante la evidencia histórica de las liberaciones nacionales contrarrevolucionarias, que esto ha sucedido de esta manera porqué “no fue el proletariado que dirigió la lucha de independencia sino la burguesía nacional”, que es vendida, antipatria, etc; a partir de lo cual deducen que es al "proletariado que incumbe la tarea de liberar la patria del yugo del imperialismo extranjero, dirigiendo el frente de lucha contra él".
Es decir, ni más ni menos, que suponen que la "independencia nacional" es neutra, que un frente de liberación nacional no tiene un contenido propio, que éste depende de quién lo dirija. Nosotros pensamos por el contrario que un frente es determinado por su programa, por los objetivos estratégicos que se fija, por la práctica permanente que desarrolla.
Liberar la nación es un programa anticomunista burgués. Si el objetivo estratégico es derrocar a una fracción burguesa para mejorar el desarrollo del Capital, la práctica cotidiana implica una renuncia de los proletarios a la lucha contra una fracción de la burguesía considerada "progresista". Un frente con dicho programa, supone necesariamente que los obreros que lo integren renuncien a la defensa de sus intereses inmediatos e históricos, que renuncien por lo tanto a su clase. Un frente de liberación de la nación, tiene ya un contenido bien determinado, un contenido integralmente burgués.
Por lo tanto, cuando se dice que la independencia nacional lograda no es la que deseamos los explotados y ello se debe a que fue la burguesía que dirigió el frente, se miente descaradamente. La cosa es exactamente la inversa: un frente de liberación nacional, cuyo contenido es burgués, no puede tener otra dirección que una dirección burguesa. Es el contenido que determina su dirección y no al revés; los obreros que lo integran, aunque lleguen a dirigirlo y se llamen "Partido Marxista Leninista" o "Partido Comunista", lo hacen renunciando a sus intereses de clase para aceptar ese programa burgués. El resto de los argumentos utilizados, para sostener la necesidad de realizar esta tarea democrático burguesa, son en general más burdos y entran en lo ya criticado. Así, por ejemplo, cuando se presenta a Estados Unidos, Inglaterra, Francia... como modelos de independencia nacional, se olvida integralmente el carácter mundial y atrofiado del capitalismo, se quiere ver el lado "bueno" de la tarea democrático burguesa sin ver su realidad de conjunto, se olvida que la lucha obrera ha desmentido prácticamente la tesis según la cual el "mayor desarrollo e independencia" de un país implique que la lucha de clases irá más lejos en él. Basta por lo tanto con aplicar ejemplos de esto a América. La dependencia del ciclo de acumulación del Capital es generalizada y determina al mismo tiempo el crecimiento de polos regionales y el anticrecimiento del resto, como determinó el crecimiento enorme de Estados Unidos y el crecimiento ultra atrofiado de América Latina. Un tipo de crecimiento presupone el otro. Una América Latina "tan independiente como Estados Unidos" sería necesariamente una América Latina "tan imperialista como Estados Unidos", de la misma manera que un "Estados Unidos tan independiente como Inglaterra es tan imperialista como fue Inglaterra". Lo que sucede es, que esos que más confunden imperialismo con un país, lucha antiimperialista como lucha contra tal país, son los que sin excepción tienen como modelo de desarrollo ese mismo país; a ese mismo "imperialismo", como gran ejemplo de "independencia nacional".
La misma comparación nos permite ejemplificar la relación entre "independencia nacional" y lucha de clases. ¡¿Quién tendría la osadía de decirnos que la lucha de clases en Estados Unidos e Inglaterra fue más lejos que en América Latina gracias a la tan cacareada "independencia nacional"?! Nosotros tenemos el máximo interés en que esto sea así, que ahí donde se centralice el Capital, donde la lucha proletaria pueda atacar directamente los centros de concentración y de represión internacional; vaya más lejos aún que en América Latina. Pero lamentablemente no ha sido así y los obreros de Inglaterra y Estados Unidos ni siquiera pudieron impedir hasta el momento, las centenas de intervenciones directas o indirectas que los ejércitos de esos Estados realizaron históricamente contra el proletariado del mundo entero.
Por lo tanto hay un interés directo, total, en que la lucha de los obreros en esas "naciones independientes" vaya lejos, muy lejos en la afirmación de sus intereses, que son los nuestros. Pero no ceguera, ni resignación. El proletariado latinoamericano tiene el deber y la necesidad, de ligar sus luchas con las del proletariado del mundo entero y en especial con las luchas obreras al interior del impresionante gendarme democrático: USA. La organización en partido directamente internacional, es para ello imprescindible.
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Dijimos que “el comunismo es el movimiento social de abolición del orden establecido”. Agreguemos ahora que dicho movimiento incluye necesariamente su punto de partida y su punto de llegada, la sociedad primitiva y la sociedad postcapitalista. La teoría comunista, no puede ser otra cosa que la expresión teórica de ese movimiento por el cual la sociedad comunista primitiva es negada dando origen a la sociedad de clases, que a su vez vuelve a ser negada (negación de la negación) para dar origen al comunismo superior (la obra de Marx ha puesto en evidencia la totalidad de dicho proceso). El comunismo primitivo, es disuelto progresivamente por la acción del valor de cambio y su autonomización, solo posible con un cierto nivel del desarrollo de las fuerzas productivas; este proceso de destrucción de las comunidades engendra simultáneamente los individuos, las clases, los Estados, las Naciones: Ia deshumanización del hombre. A partir de entonces, la “historia” (prehistoria) de la “humanidad” (no humana) es la de la pérdida de su comunidad bajo la acción del valor de cambio y la lucha contra éste. Dicha lucha pasa a su fase crucial con la autonomización extrema del valor de cambio, es decir con el Capital que al mismo tiempo conduce al máximo el despotismo del valor, desarrollando las condiciones y las fuerzas sociales que hacen posible su destrucción que marcará el fin de la prehistoria de la humanidad, dando paso a la fundación de la verdadera gemeinwesen del hombre (ser colectivo, ser común, comunidad en constante movimiento), el ser humano.
“El comunismo, abolición positiva de la propiedad privada, en tanto que autoextrañización humana y, por ello, apropiación efectiva de la esencia humana por el hombre y para el hombre, de este hecho retorno completo, consciente y al interior de toda la riqueza del desarrollo efectuada hasta él, del hombre para sí en tanto que hombre social, es decir humano. Ese comunismo, en tanto que naturalismo acabado = humanismo, en tanto que humanismo acabado = naturalismo; es la verdadera solución del antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la verdadera solución de la lucha entre esencia y existencia, entre objetivación y afirmación de si, entre libertad y necesidad, entre individuo y género”. El es el enigma resuelto de la historia y se conoce como esta solución” (Marx 1844). Contrariamente a los revisionistas de todo tipo, para nosotros eso es el comunismo, hace 100 siglos, hoy y mañana, su naturaleza es invariante, no puede partir de principios sino de hechos, no solo de hechos sino de hechos necesarios, no solo de hechos necesarios sino de necesidades transformadas en hechos. Todas las posiciones ideológicas quedan demolidas por la práctica social, toda la ideología de la contrarrevolución queda al descubierto, frente al comunismo como movimiento de naturaleza invariante práctica, histórica y universal. La cuestión nacional no escapa en absoluto a la regla.
La lucha de una nación contra otra nunca fue otra cosa que la negación de la comunidad humana, estando siempre ligada a los intereses imperialistas de las clases explotadoras y dominantes de la historia, y suponen invariantemente en toda la historia que los explotados que dan su vida por la de “sus” explotadores, renuncian totalmente a sus necesidades, renuncian por lo tanto a la lucha por el comunismo. No podemos aquí detenernos en la historia de las diferentes formaciones sociales, pero es necesario retener el hecho de que la lucha de la humanidad por reconstituir la comunidad perdida y destruida (que dará lugar sea a la formación social esclavista, sea a la formación social asiática o tributaria) es asumida siempre por las clases explotadas de estas formaciones sociales, y que dicha lucha se enfrenta necesariamente a las clases explotadores y a sus potentes Estados Nacionales o Plurinacionales e Imperialistas. En todas las formaciones sociales clasistas preburguesas, donde las guerras de rapiña y conquista son permanentes, la cuestión militar central y de más difícil resolución es ya desde el punto de vista de las clases dominantes el problema de cómo supeditar a los súbditos y vasallos, a sus intereses imperiales, obligándolos a realizar la guerra por su cuenta.
Durante muchos siglos, las clases explotadoras, no obtienen absolutamente ninguna adhesión al respecto y el peso fundamental de la guerra nacional e imperial recae sobre los propios interesados, los opresores. A este tipo de condiciones de no supeditación corresponden las formaciones militares estrictamente cerradas, donde el derrotismo de los vasallos era enfrentado en el propio campo de batalla: éstos eran totalmente rodeados por los señores y empujados (no ideológicamente sino físicamente) dejándoles como único agujero de salida el ángulo por donde aparecía el enemigo nacional a enfrentar. Si los opresores no eran capaces de asegurar, su superioridad físico-militar con respecto a sus vasallos era materialmente imposible llevarlos a la guerra. Los vasallos hacían la guerra solo porque optaban por una muerte probable peleando contra los enemigos nacionales de sus opresores, frente a una muerte segura si retrocedían contra sus opresores. El desarrollo de las fuerzas productivas, permitirá a algunas naciones revolucionar este esquema, permitiéndoles a las clases dominantes de las mismas obtener una considerable adhesión “nacional” que les permitirá a su vez utilizar formaciones militares mucho más abiertas, fortificando su capacidad militar y su poder de imposición en el campo de la guerra imperialista. Dicho cambio cualitativo, en la potencia de las clases dominantes de esas naciones, está indisociablemente ligado al desarrollo de una capa social intermediaria libre en las ciudades, que hará posible la consolidación del ciudadano, la democracia y la consecuente fortificación del Estado como Estado Nacional e Imperial.
En todas las sociedades precapitalistas, los vasallos, súbditos, esclavos, serán objetiva y subjetivamente antinacionales, subversivos y derrotistas. Ello no puede explicarse por ninguna ideología, por ningún tipo de principios o de doctrina, era una necesidad histórica material. Así, por ejemplo, toda lucha contra las impresionantes condiciones de la esclavitud a las que estaban sometidos invariablemente hombres de razas diversas de pueblos muy diferentes (y en muchos casos al principio extraídos directamente de una comunidad) era evidentemente una lucha contra la esclavitud y al mismo tiempo una lucha que objetivamente saboteaba los intereses imperialistas de los esclavistas y su Estado Nacional Imperialista: al respecto retengamos el ejemplo luminoso de los esclavos, de orígenes tan diferentes, que se revelaron dirigidos por Espartaco.
No pretendemos de ninguna manera identificar la lucha del proletariado moderno con la que desarrollaron sus prefiguraciones históricas (las clases y estamentos sociales que lo precedieron como explotadas en las sociedades precapitalistas), sino poner en evidencia el hecho indiscutible de que la reacción comunista de la humanidad ha sido y es invariantemente antinacional y de paso poner a los ideólogos de la liberación nacional en su verdadero lugar del lado de todas las clases explotadoras y dominantes de la historia. Los explotados no pueden intentar resolver el problema de su explotación, eligiendo entre un tirano bueno y un tirano malo; la lucha contra la explotación no ha incluido nunca consideraciones filosóficas sobre el progreso por la simple razón de que no parte de ideas, sino de necesidades vitales, y por ello durante toda la historia asume su fuerza contra la explotación directa, contra los explotadores directos sin ninguna consideración sobre si estos promueven o retrasan el tan cacareado “Progreso”. A partir de la dominación del mundo por el Capital, el conjunto de las contradicciones de clase no quedan abolidas, sino que se simplifican y exacerban, división de la sociedad en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. La cuestión nacional, lejos de ser resuelta, se exacerbará cualitativamente, la burguesía será la portadora de todos los antagonismos entre las naciones y pueblos; y en este sentido (al recibir un mundo desgarrado por contradicciones que no resuelve sino que desarrolla), será la heredera de todas las clases explotadoras de la historia, no suprimirá las crisis, el hambre y la miseria; por el contrario las llevará a su generalización: las crisis y las guerras se mundializarán por primera vez en la historia. En el campo enemigo se desarrollará el proletariado, heredero de todas las clases explotadas y oprimidas en la historia, síntesis de todos los sufrimientos de la humanidad y clase portadora de eliminación de todas las clases, de todos los Estados, de todas las naciones: el comunismo pasa a ser la acción del proletariado.
El proletariado es el producto del mercado mundial capitalista, y como tal, primera clase de la historia que es directamente mundial, pues no sólo abarca el mundo entero sino que no tiene ningún interés regional, nacional, particular, específico a defender, pues su esclavitud asalariada no es un mal particular, sino un mal general, que solo podrá abolir a la escala universal: “... la masa de obreros que no son otra cosa que obreros-fuerza de trabajo masiva, separada del Capital y de toda especie de satisfacción incluso limitada supone el mercado mundial; como lo supone entonces también la pérdida, no a título temporario, de ese trabajo en tanto que fuente asegurada de existencia, pérdida resultante de la competencia. El proletariado no puede existir a otro nivel que a la escala de la historia universal de la misma manera que el comunismo que es su acción, no puede de ninguna manera reencontrarse de otra forma que en tanto que existencia “ histórico universal”.” (Marx) Todos los sostenedores de la “liberación nacional”, de la “gran unificación nacional” o del “separatismo nacional” pretenden situar al proletariado a un nivel totalmente inferior al de las Clases explotadas del pasado: renunciando a su necesidad inmediata de lucha contra sus explotadores directos en nombre de que estos serían más progresistas que los otros. En realidad, el proletariado está determinado por el Capital y por su propia existencia práctica a situarse a un nivel completamente superior a todas las clases explotadas del pasado. No solo porque no abandona la lucha por sus necesidades e intereses inmediatos contra sus explotadores directos, sino porque esta misma lucha se sitúa objetivamente como una lucha mundial contra todos los explotadores, asumiendo directamente el carácter de acción de una clase mundial, asumiendo totalmente su esencia: lucha directamente comunista por el comunismo. Ese importantísimo salto cualitativo, no puede implicar de ninguna manera el abandono de la acción derrotista como una acción directa, espontánea, necesaria; sino que implica la tendencia a la asunción consciente, organizada y voluntaria de ella; la constitución del proletariado en partido comunista a nivel mundial. El proletariado como clase no renuncia al combate invariante, antinacional, subversivo y derrotista de sus prefiguraciones históricas, sino que no tiene más remedio que afirmarlo y transformarlo en derrotismo revolucionario, derrotismo directamente comunista.
Mientras todas las clases explotadas del pasado eran subversivas pero no revolucionarias, pues su existencia material contenía el comunismo primitivo y no el comunismo del futuro; la existencia y acción del proletariado como clase, es decir como partido, contiene ya el movimiento de abolición del orden actual, el comunismo como plan de vida para la especie humana. Mientras las clases explotadas del pasado podían aparecer regionalmente como tales sin distinción de origen y nacionalidad, aspirando a una reconstitución comunitaria particular sin posibilidades materiales de abolir las clases y las naciones en el mundo, el proletariado es ya hoy disolución de todas las nacionalidades, de todas las clases y su acción revolucionaria prefigura la comunidad futura mundial: “la revolución ... está dirigida contra el modo de actividad anterior, ella suprime el trabajo y realiza la abolición de la dominación de todas las clases, aboliendo las clases mismas, porque ella es efectuada por la clase que no es más considerada como una clase en la sociedad, que no es más reconocida como tal y que es ya la expresión de la disolución de todas las clases de todas las nacionalidades, en el cuadro de la sociedad actual”. MARX
El capitalismo ha cambiado enormemente, resultando difícil a veces comprender la continuidad entre el burgués ruso o americano actual y el mercader de la edad media o las compañías piratas. Sin embargo, ninguna de sus determinaciones esenciales han variado, más aún todos los cambios y revoluciones en las fuerzas productivas y las relaciones de producción del planeta en los cuatro últimos siglos solo pueden ser explicadas por lo que constituye la esencia del Capital: valor que requiere valorización permanente y para ello no tiene más remedio que revolucionar las fuerzas productivas y las relaciones de producción, desarrollando y fortificando la fuerza y la concentración de su enemigo histórico. La afirmación de la esencia invariante del Capital, no ha hecho más que afirmar antagónicamente la esencia invariante del proletariado: si siempre ha sido la expresión de la disolución de todas las clases y de todas las nacionalidades, su propio desarrollo, autonomía y organización ha afirmado cada vez que ha actuado como clase un nivel superior de su esencia internacionalista y de su programa derrotista revolucionario, enfrentando a “su propia” burguesía saboteando y oponiéndose a la guerra imperialista por medio de la guerra civil revolucionaria, llevando el antagonismo invariante entre comunismo y nacionalismo a su expresión suprema y más desarrollada; la guerra civil, clase contra clase a nivel mundial.
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La oposición entre comunismo (igual a acción del proletariado) y liberación nacional (o sus variantes llamadas unificación nacional o separatismo nacional) no es por lo tanto únicamente una oposición entre “finalidad” proletaria y “finalidad” burguesa, que dejaría abierta la puerta a especulaciones sobre táctica o sobre el progreso; es una oposición total del conjunto del movimiento. Dicha oposición se manifiesta en que cualquier subordinación del proletariado a la nación implica, no solo la renuncia a la lucha por sus intereses históricos si no la renuncia a la lucha por sus intereses inmediatos. En efecto, toda lucha por la “autonomía nacional” o la “unificación nacional” explicada en nombre del progreso, de la táctica y de la lucha contra otra burguesía que sería “más opresora”, solicita del proletariado que éste abandone su lucha momentáneamente; tácticamente (eso dicen) contra la burguesía oprimida.
Dejando de lado la reaccionaria división entre burguesía oprimida y opresora (pues toda clase explotadora ha luchado entre sí por apropiarse de la mayor parte del excedente posible creado por los productores, sin que las fracciones más desfavorecidas adquieran un carácter de oprimida, sino que, continúan siendo igual e inseparablemente explotadoras y opresoras) es evidente que este planteo parte de negar lo que realmente es la lucha del proletariado: una lucha espontánea que nace de las condiciones mismas de su explotación.
Proponerle al proletariado que renuncie a la lucha contra sus explotadores directos, contra la explotación inmediata, sea en nombre de Cristo, de Mahoma o de Stalin o de la liberación nacional es proponerle negar su propia realidad material, en nombre de una ideología o religión. En efecto, el ABC del materialismo histórico permite comprender que la lucha de clases no nace de la filosofía ni de un conjunto de ideas, sino de las propias condiciones de producción y vida que empujan a las clases a enfrentarse entre sí, y que el proletariado se define prácticamente en una lucha que lo opone directamente a “sus” burgueses antes de cualquier consideración ideal o filosófica (sobre si estos burgueses son o no “oprimidos”) con la cual estos intentan desviar el descontento obrero: lo que pone nuevamente en evidencia quienes son los que están interesados en la ideología de la liberación nacional.
Por esta razón, el cuento de la reforma como “táctica obrera” estalla en pedazos. La lucha del proletariado es una unidad indisociable de la totalidad de su movimiento, su fin y sus medios. Un grupo obrero solo realiza consideraciones tácticas a partir de esta base material, intentando resolver, cuales son los mejores medios para que la rabia obrera surgida de las condiciones de la explotación se organice lo mejor posible para golpear a los culpables directos de ella, sin perder de vista la contribución de dicho sector del proletariado a la lucha del conjunto de la clase. Es decir desde el punto de vista obrero no hay ninguna separación, ningún interés en contener la rabia contra la explotación, sino por el contrario un interés de clase en que esta rabia se exprese en la forma más potente, organizada y efectiva posible.
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Desde el punto de vista burgués al contrario, existe interés en contener y desviar dicha rabia obrera y para ello se utiliza la táctica de la liberación nacional a los efectos de lograr su objetivo estratégico: mantenimiento del sistema capitalista. La burguesía no puede evitar que la bronca surja, lo principal entonces es que esta bronca sea dirigida contra otra fracción de la burguesía, canalizarla al servicio de sus intereses estratégicos de fracción “oprimida”. Es únicamente en este sentido que el cuento de “hay que apoyar tácticamente la liberación nacional”: es en realidad una táctica de la burguesía para lograr sus intereses generales de clase y fortificar sus intereses fraccionales.
Con el mito del progreso, que es uno de los tantos que sostiene la ideología de la liberación nacional, sucede lo mismo. Desde que la socialdemocracia creó el “marxismo” como ideología del progreso, el conjunto de la política burguesa para el proletariado se basa en desorganizarlo con el cuento de que tal o tal otra fracción de la burguesía representa el progreso, fracción “progresista de la burguesía”. También está “historia del progreso” pretende que el proletariado abandone la lucha por sus necesidades, surgida de las condiciones mismas de la explotación y que acepte la elucubración filosófica sobre un concepto absoluto, aclasista, y por lo tanto ahistórico denominado progreso. Este mito estalla en pedazos cuando se sitúa el progreso como categoría histórica clasista y nos preguntamos: ¿en qué consiste el progreso del Capital? Los “marxistas” dirán que el Capital desarrolla las fuerzas productivas y fortifica así al proletariado (lo que es evidentemente cierto), pero “olvidarán” agregar que ese mismo progreso traba al mismo tiempo el desarrollo de las fuerzas productivas, las destruye periódicamente y que, frente a cualquier acción del proletariado el Capital hoy o hace dos siglos es contrarrevolucionario. Jamás dirán que esa acción “civilizadora” del Capital incluye la guerra de proletarización permanente, la guerra contra el proletariado y la guerra imperialista. Efectivamente desde el punto de vista del Capital es progreso (y lo ha sido siempre) también la destrucción física de los que no se adaptan a las condiciones de explotación, la masacre de los obreros que luchan por sus intereses de clase, y la misma guerra imperialista periódica sin cuya destrucción brutal no hay expansión; lo que muestra hasta qué punto la lucha del proletariado ha sido siempre antagónica a ese progreso. Queda también clarito de qué lado de la barricada se sitúan los defensores del “progreso” en abstracto, y hasta qué punto son coherentes los defensores de la liberación nacional cuando se sitúan en uno de los campos de la guerra imperialista. Sin lugar a dudas están contribuyendo a ese progreso que ha permitido la extraordinaria expansión capitalista de todas las postguerras, sobre los cadáveres de decenas de millones de proletarios.
Efectivamente, no hay duda de que cada postguerra expande el Capital y desarrolla al proletariado en número y concentración y que en base a ello se podría argumentar eternamente sobre el carácter progresista de la guerra imperialista, diciendo que luego de la misma la revolución será más factible, en especial si gana el campo imperialista “más progresista”. Pero la lucha del proletariado no parte de la ideología del “progreso”, sino de la necesidad; no parte de consideraciones filosóficas sino de la explotación y contra ella. Hoy el carro del progreso capitalista tiene un solo camino para no empantanarse; la autopista que conduce a la “tercera” guerra mundial; hoy como ayer contra la “civilización”, contra las otras guerras imperialistas, el proletariado luchará por sabotear y liquidar dicho carro, porque desde el punto de vista del proletariado lo único que constituye un progreso es precisamente esta lucha y sus resultados comunistas.
Desde nuestro punto de vista el Estado, no es un pedazo de tierra, ni un conjunto de población, ni un derecho único, sino la organización de una clase para la dominación de otra. El Estado capitalista, es antes que nada la organización del capital para reproducirse en forma ampliada asegurando para ello la sumisión permanente de la fuerza de trabajo... para ello combina un conjunto de elementos ideológico-represivos que mantienen disueltas las clases - desorganizada la clase obrera - en el ciudadano, reconstituyendo la sociedad por la suma de ellos, sea como votantes (democracias parlamentarias y presidencialistas), sea como miembros del partido único (democracias populares y fascistas).Es decir que el fundamento del Estado, no es "nacional" (en la definición clásica que hemos venido viendo); su verdadero soporte y razón de ser no tiene nada que ver con elementos como la lengua, la raza, el territorio, la tradición, etc. El Estado capitalista, corresponde al capital, cuya realidad no es "nacional", sino mundial.
La existencia mundial del Estado del capital, se ha mostrado como una realidad viviente y esencial, como fundamental enemigo de la revolución cada vez que ésta se ha manifestado como tal. En todos esos casos el Estado de todos los países y "naciones" actuó como un solo bloque unificado frente al proletariado insurrecto. Ejemplos: durante la Comuna todos los sectores del capital abandonaban sus querellas para enfrentarla unidos, lo mismo sucedió luego de la revolución del 17, o más recientemente cuando en América del Sur, desde el 68 a la fecha, miles de militantes revolucionarios son perseguidos por una sola realidad Estatal abandonando solo para la ocasión los actos de guerra que se libran entre los países.
A la realidad mundial del capital corresponde la burguesía mundial y la necesidad de enfrentar estatalmente toda tendencia del proletariado a la organización. Pero esa misma realidad tiene otro componente esencial, tan contradictorio, como unificado al primero: el capital no puede existir sin competencia, sin la lucha entre capitales, empresas, grupos industriales, consorcios financieros, ejércitos. La guerra entre grupos de capitales, es tan inherente al capital en tanto modo de producción como la mundialidad del mercado capitalista. Son aspectos necesarios y contradictorios de la unidad capital. Por ello el Estado como organización mundial de la dominación capitalista solo puede perfeccionarse, formalizarse (unidad militar, mandos únicos políticos, unidad jurídica, complementariedad represiva, etc.) en términos relativos, frente a la emergencia y fortalecimiento del proletariado organizado. Su práctica dominante es la de concretizarse en un conjunto complejo de diferentes Estados, de distintas organizaciones territoriales, militares, represivas, ideológicas, que sin abandonar su función primordial en el terreno mundial, la de mantener la opresión capitalista, representan los diferentes grupos de capitales, disueltos y reorganizados, rompiendo alianzas y frentes económico-militares y reconstituyendo otros. El Estado, en sus diferentes formas particulares comprende elementos con una enorme heterogeneidad de todo tipo, no solo como vimos referente a "lo nacional', sino con respecto al tipo de aparato que lo compone. Así por ejemplo algunos de ellos están ligados a la unidad territorial-país (algunos ejércitos y policías), otros por el contrario son inconcebibles a dicho nivel (las Iglesias, bloques monetarios, etc.), pero en todos los casos se encuentra presente tanto el elemento lucha mundial contra el proletariado, como el de lucha entre capitales. Es, sin perder nunca de vista ambos elementos que se podrá comprender la realidad Estado Nacional.
Mira també:
http://gci-icg.org/spanish/index_spanish.html

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