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La locura del Rey Jorge
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per Alejandro R. Vilardebó Correu-e: arodvilar@yahoo.es |
06 set 2003
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Más allá de que la ética del sr. Bush y de quienes "gerencian" la OMC sea cuestionable (que lo es) hay demasiados signos (como información circulante) de que la administración de EEUU y entidades como la OMC están en manos de personas con serios desordenes (o enfermedades) mentales. |
La locura del Rey Jorge
(O No es una cuestión ética, es otra lógica, la lógica de la locura.)
A fines de marzo escribà una pequeña nota relacionada con “la locura de la guerraâ€?. Hoy releerlo y relacionarlo con viejos y nuevas lecturas no está de más, se podrÃan a pie de nota agregar más datos que no hacen más que confirmar la orientación inicial.
Releo y comparto:
Voces, peligrosidad y autoridad. Tres escollos a salvar
Hace unos meses, un amigo que es médico y trabaja en un Hospital Psiquiátrico me prestó una revista de la cual hoy quiero recordar especialmente un artÃculo que comenzaba diciendo: “Jeanne habÃa sido una niña normal, común y corriente hasta que comenzó a oÃr vocesâ€?. Y las voces que la niña oÃa la llevaron a hacer muchas cosas.
Tiempo después de que sucediera la historia de Jeanne. En otro lugar distante y en otras –muy distintas- condiciones, un señor ya adulto “sintió voces que le daban indicaciones�, quizás no fuera la primera vez.
Para la psiquiatrÃa oÃr voces no es dato suficiente para diagnosticar nada, pero sà como para estudiar o investigar (clÃnicamente) a la persona que está pasando por eso. Claro que mucho dependerá de las circunstancias y condiciones sociales de cada caso en particular. Otro médico, decÃa años atrás: “Si una persona oye voces que los demás no oyen; ve cosas que los demás no ven y tiene conductas extrañas o incomprensibles, si es pobre, es posible que termine en un Hospital Psiquiátrico; si por el contrario es rico y no hay nadie que pretenda conspirar para quedarse con sus bienes, es posible que digan que es una persona extravagante o excéntricaâ€?.
Tal parece que para ingresar a un psiquiátrico, hay atenuantes y agravantes que tienen más que ver con la condición social y con el poder que con razones médicas.
Luego está el tema de la “peligrosidadâ€?. Hay una fórmula legal que existe en casi todos los paÃses y que con mayores o menores variantes plantea que “cuando por su estado mental, una persona reviste peligrosidad para sà mismo o para terceros, puede ser ingresado en un hospitalâ€?. Muchas veces este artilugio legal es usado convenientemente, otras veces sirve para que personas se pierdan para siempre (se pierdan de sà mismas y para otros) tras los muros de un psiquiátrico. Claro está que para este supuesto, -como para el de “las vocesâ€?- también rige el atenuante (o agravante) de las condiciones sociales; la conveniencia o inconveniencia de dejar circular a la persona en cuestión, o sacarla de circulación.
El tercer escollo que hace serie –al menos asà lo estoy pensando- es la cuestión de la autoridad, o mejor dicho “el sometimiento a la autoridadâ€?. Desde Aristóteles hasta nuestros dÃas viene representando una dificultad no siempre felizmente salvada. Los discÃpulos del maestro griego tenÃan una expresión aparentemente de uso corriente entre ellos que usaban para fundamentar ciertos argumentos, decÃan : “Aristóteles dixitâ€?, o sea lo dijo Aristóteles, o sea “si lo dijo la autoridad, no hace falta explicar másâ€?.
Para el común de las gentes, el primer Aristóteles de nuestras vidas es la madre, luego el padre, y durante un tiempo hacemos lo mismo que los antiguos discÃpulos griegos: “lo dijo mamá; o “lo dijo papáâ€?. Gracias a esa etapa tan difÃcil que es la adolescencia, y para desprendernos comenzamos a descreer de lo que nos enseñaron y los cuestionamos y nos desprendemos y nos diferenciamos y hacemos nuestra vida (más o menos como podemos). Pero de lo que las autoridades nos enseñaron seguimos creyendo mucho. Gran parte de nuestras vidas se sigue rigiendo por lo que las autoridades nos han dicho o nos siguen diciendo. Seguimos “creyendoâ€? que una madera más o menos amplia, con cuatro “patasâ€? se llama mesa, aunque otras personas le llaman “tableâ€? y palabras aún más raras. Toda nuestra visión y comprensión del universo está viciada (¿necesariamente?) por la necesidad de lo que alguna “autoridadâ€? nos ha dicho, y no todas las autoridades son tan fácilmente cuestionables como la de los padres. A algunas da mucho miedo ponerlas en tela de juicio.
La revista que mencioné al principio (que me habÃa prestado mi amigo médico) no era de psiquiatrÃa, era de Historia y el artÃculo estaba escrito por un catedrático de Historia Medieval. La Jeanne de que hablaba era: Juana de Arco.
El señor adulto que oÃa voces y que hace unos años se atrevió a comentarle a un amigo: “Creo que Dios quiere que sea presidenteâ€? es quien hoy se “sienteâ€? elegido para “luchar contra el malâ€?, es George W. Bush
A. R. Vilardebó - BCN 31 de Marzo 2003
En una nota publicada en Le Monde (edición española – julio 2003), Lewis Lapham agregaba en la misma lÃnea frases expresadas por Bush o personas de su entorno. Sigamos haciendo serie: “tenemos a Jesús como Reyâ€?; “Dios nos confió la tarea de dar luz al mundoâ€?; “vamos a exportar la violencia y la muerte a los cuatro rincones del planeta para defender nuestra gran naciónâ€?; “el presidente Bush se encuentra convencido de que el curso de los acontecimientos de la historia están en las manos de un Dios justo y fielâ€? y considera su propia ignorancia como una virtud y su falta de curiosidad como un signo de fuerza moralâ€?.
En el mismo número de Le Monde se publicó una nota de Germán Velásquez sobre las graves limitaciones que “gracias a la OMC� existen sobre los medicamentos (y la propiedad “intelectual�que rige sobre ellos). Nos relata y nos ilustra muy bien acerca de la historia reciente (de 1995 a la fecha), de las distracciones de la OMS; de los años perdidos por la ONU y de la rigidez de la OMC.
En toda la nota (muy bien fundada e informada) va intercalando las consecuencias que este siniestro asunto va teniendo para las poblaciones del tercer mundo. Muertes evitables sin nombres ni historias para los que estamos lejos hacen que a cualquier persona sensibilizada se solidarice con el autor de la nota y con los que carecen de lo más elemental para cuidar de su vida y su salud. Justamente es por sensibilización que me intereso en completar el artÃculo. No está explicitado pero en toda la nota hay algo de cuestionamiento moral o ético que estarÃa muy bien si el problema fuera ese, pero creo que no lo es. La ciudadanÃa de Estados Unidos y la población del mundo -dado el alcance de los actos del Sr. Bush- se debe enfrentar a una realidad mucho más dura que considerar todo el tema de “la propiedad intelectualâ€? de los medicamentos y la “guerra contra e terrorismoâ€? como problemas de Ãndole moral o ético. El asunto se hace más duro y quizás por lo que significa más difÃcil de reconocer, el Sr. Bush y también quienes gerencian la OMC están dando signos de padecer un grave desorden psiquiátrico, no un dilema o una confusión moral. Si esto estuviera sucediendo en una familia y el abuelo estuviera haciendo “locurasâ€? que perjudican a la familia y a los vecinos, seguramente alguien tomarÃa cartas en el asunto y lo llevarÃa a un médico para que lo trate, pero tomar cartas en la locura del Rey y de su corte ya es otra cosa. Podemos hacer un ejercicio de “negaciónâ€? y pretender que no vemos como el elefante en el bazaar rompe toda la cristalerÃa que encuentra a su paso y pisotea a la gente incapaz de moverse más rápido que el elefante que recorre agitado los pasillos. Frecuentemente se dice de los locos que han perdido la razón. Craso error, ellos no es que la hayan perdido, es que solo cuentan con “SUâ€? razón, y esa razón se hace irreductible hasta que alguien conociendo el lenguaje de la locura pueda acceder a él (a cada loco), alguien que entendiendo la gramática y la lógica de esa persona aislada en “SUâ€? razón pueda empezar a considerar otras “razonesâ€?. Quizás la primera carta a tomar sea hacer público lo que se está viendo y no participar de “la negaciónâ€?. Al fin de cuentas estos asuntos nos están costando demasiadas vidas.
Alejandro R. Vilardebó - Barcelona, 5 de Agosto de 2003. |