La supuesta alianza entre los obreros, por ser varones, y el capital, por supuestamente ser patriarcal, contra las mujeres obreras carece de base por mucho que puedan aportarse hechos secundarios para ilustrarla, por el contrario el análisis de la dinámica estructural de la acumulación de capital en sus fases iniciales y actuales apunta en una dirección muy distinta:

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(...) Durante el verdadero período de la manufactura, o sea, el período en que ésta se erige en forma predominante del régimen capitalista de producción, tropieza con toda una serie de obstáculos que se oponen a la plena realización de sus tendencias. Como veíamos, la manufactura, además de implantar una organización jerárquica entre los obreros, establece una división simple entre obreros expertos e inexpertos; pues bien, a pesar de esto, la cifra de los segundos queda notablemente contrarrestada por la influencia predominante de los primeros. La manufactura adapta las operaciones especiales al diverso grado de madurez, fuerza y desarrollo de su órgano vivo de trabajo, viéndose por tanto impulsada a la explotación productiva de la mujer y del niño. No obstante, esta tendencia choca, en general, con los hábitos y la resistencia de los obreros varones. La descomposición de las faenas manuales reduce los gastos de formación, y por tanto el valor de los obreros no obstante, los trabajos de detalle más difíciles exigen una época más larga de aprendizaje, que los obreros defienden celosamente aun en aquellos casos en que es inútil. Así por ejemplo, en Inglaterra las laws of apprenticeship, con sus siete años de aprendizaje, se mantienen en vigor íntegramente hasta fines del periodo manufacturero, hasta que la gran industria viene a arrinconarlas. Como la pericia manual del operario es la base de la manufactura y el mecanismo total que en ella funciona no posee un esqueleto objetivo independiente de los propios obreros, el capital tiene que luchar constantemente con la insubordinación de los asalariados.

El Capital, cp 12, División del trabajo y manufactura. Karl Marx

Esto es, la introducción de la manufactura incluía una precarizacion del trabajo asalariado, su proletarización en masa y el estallido del antiguo patriarcado campesino, junto a la descualificación masculina, pero la maquinización todavía no había llegado a la subsunción del trabajo por el capital, que no fue realizado únicamente mediante el maquinismo, sino también políticamente mediante la segmentación por estatus, que no meramente por sexo-géneros, de la fuerza de trabajo y la clase proletaria, con la formación de una aristocracia obrera que no se define únicamente por su grado de cualificación y exclusividad productiva, como las fracciones técnicas, sino también por su adhesión política al capital:

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«El segundo sector de obreros «protegidos» lo integran las grandes tradeuniones. Son éstas organizaciones de ramas de la producción en las que trabajan única o predominantemente hombres adultos. Ni la competencia del trabajo de las mujeres y de los niños ni la de las máquinas han podido debilitar hasta ahora su fuerza organizada. Los metalúrgicos, los carpinteros y los ebanistas y los albañiles constituyen otras tantas organizaciones, cada una de las cuales es tan fuerte que puede, como ha ocurrido con los obreros de la construcción, oponerse con éxito a la introducción de la maquinaria. No cabe duda de que la situación de estos obreros ha mejorado considerablemente desde 1848; la mejor prueba de ello nos la ofrece el que desde hace más de 15 años no sólo los patronos están muy satisfechos de ellos, sino también ellos de sus patronos. Constituyen la aristocracia de la clase obrera, han logrado una posición relativamente desahogada y la consideran definitiva. Son los obreros modelo de los señores Leone Levi y Giffen (y también del honorable Lujo Brentano). Se trata, en efecto, de personas muy agradables y complacientes, tanto, en particular, para cualquier capitalista sensato, como, en general, para toda la clase capitalista.

Prefacio a la segunda edición alemana de 1892 de La situación de la clase obrera en Inglaterra. F. Engels, 1892

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Después de toda la fase de la manufactura, ya avanzados el maquinismo y asentada la industrialización, no olvidemos otro proceso que va implicito y en co-desarrollo con la combinación de estas flexibilizaciones sociales y rigideces políticas simultáneas durante la industrialización, proceso que llega hipertrofiado a nuestros días:

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(…) el aumento extraordinario de fuerza productiva en las esferas de la gran industria, acompañado, como lo está, de una explotación cada vez más intensiva y extensa de la fuerza de trabajo en todas las demás ramas de la producción, permite emplear improductivamente a una parte cada vez mayor de la clase obrera, reproduciendo así, principalmente, en una escala cada vez más intensa, bajo el nombre de "clase doméstica", la categoría de los antiguos esclavos familiares: criados, doncellas, lacayos, etc.

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Y esta dinámica estructural de formación de estatus al interior del proletariado ocurre hoy como ayer con una mediación crucial:

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(…) La maquinaria, al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin un desarrollo físico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del niño fue, por tanto, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria. De este modo, aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros, se convertía inmediatamente en medio de multiplicación del número de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital. Los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no sólo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto del trabajo libre dentro de la esfera doméstica y, a romper con las barreras morales, invadiendo la órbita reservada incluso al mismo hogar.35 El valor de la fuerza de trabajo no se determinaba ya por el tiempo de trabajo necesario para el sustento del obrero adulto individual, sino por el tiempo de trabajo indispensable para el sostenimiento de la familia obrera. La maquinaria, al lanzar al mercado de trabajo a todos los individuos de la familia obrera, distribuye entre toda su familia el valor de la fuerza de trabajo de su jefe. Lo que hace, por tanto, es depreciar la fuerza de trabajo del individuo. Tal vez el comprar una familia parcelada, por ejemplo, en 4 fuerzas de trabajo, cueste más de lo que costaba antes comprar la fuerza de trabajo del cabeza de familia: pero, a cambio de esto, el patrono se encuentra con 4 jornadas de trabajo en vez de una, y el precio de todas ellas disminuye en comparación con el exceso de trabajo excedente que suponen 4 obreros en vez de uno solo. Ahora, son cuatro personas las que tienen que suministrar al capital trabajo y trabajo excedente para que viva una familia. Como se ve, la maquinaria amplia desde el primer momento, no sólo el material humano de explotación, la verdadera cantera del capital,36 sino también su grado de explotación.

El Capital. Libro Primero EL PROCESO DE PRODUCCION DEL CAPITAL. CAPITULO XIII MAQUINARIA Y GRAN INDUSTRIA. Apropiación por el capital de las fuerzas de trabajo excedentes. El trabajo de la mujer y del niño

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En suma, las revueltas antimaquínicas de las primeras poblaciones proletarias tienen un componente pro patriarcal y pro familiar, - es decir favorable a la defensa de la base económica asalariada no maquinica de la familia patriarcal preindustrial -, evidente, las mujeres no participaban en ellas como género para si sino que participaban en tanto sociedad civil proletaria, en el sentido marxista de millones de familias que viven en las mismas condiciones materiales y vitales, y reaccionan a su depauperación como una unidad política, en este caso contra la depauperación y superexplotación que les imponía el sistema máquinico-manufacturero y luego maquínico-industrial, no simbolicamente la maquina .

Por otra parte, el supuesto “pacto patriarcal” no era una alianza patriarcal de capital y trabajo, sino que era la formación por parte de la burguesía de un cinturón defensivo de clases medias extraídas in continun del proletariado en cada generación y ciclo de la acumulación, con salario individual suficiente para la reproducción familiar (ahora en la península unos 3000-3500 euros mensuales en oder de compra, - no simplemente salario nominal -, formado con salario directo y salario indirecto visible u oculto, otorgado por las nuevas pequeña y mediana noblezas hereditarias partitocráticas), política que se extiende hasta la actualidad y que se recrudeció durante el toyotismo como trasfondo y tendencia opuesta invisibilizada de la precarización, precisamente durante su eclosión.

Detrás de esos capataces y cuadros organizadores, en empresas, instituciones y partidos, había y hay mujeres con las opciones de realizar trabajo libre doméstico o comprar ese trabajo en el mercado de fuera de trabajo proletario, pero también de obtener un salario de clase media si se aburrían; delante feroz competencia entre obreros por los empleos, sean mujeres u hombres, todo ello sobre la base de una muy numerosa y (necesariamente) creciente sobrepoblación relativa proletaria y una gran terciarización, o gran incremento numérico y porcentual de los trabajadores improductivos empleados en servicios reproductivos para la burguesia y las clases medias.

La novedad consiste ahora, durante la robotización, en la formación de una sobrepoblación femenina estructural, compuesta de varios millones de mujeres proletarias, relativamente sobrante a la producción pero también a la reproducción biológica (sin posibilidad real de ejercer la maternidad sin entrar en superexplotación), que se ven en competencia por los empleos precarios y/o por las “ayudas” estatales orientadas a controlar la población sin propiedades, precaria improductiva o directamente parada estructural.

En este sentido, hay datos aplastantes que conviene tener presentes, ahora a escala estatal hay en torno a cinco millones de familias con todos sus miembros trabajando y casi dos millones de familias en las que no trabaja ninguno de sus miembros, pero esto ocurre siendo el empleo público directo e indirecto de entorno al 50-60% del total de la fuerza general de trabajo. Cabe concluir, pues, que en lugar de esta supuesta alianza patriarcal lo que se observa es una alianza entre la burguesía, las clases medias y una parte del proletariado, incluyéndose en esa parte una porción muy importante y activa de las mujeres sobrantes pero con fuertes aspiraciones de movilidad social ascendente en la sociedad de consumo, alianza que implementa intensivamente al estatismo como señuelo y, a la vez, al estado como un medio de explotación extractiva de plusvalia tributaria (que abarca por lo menos del PIB) sobre el proletarido y no, como nos están contando, como un medio socialmente redistribuidor, excepto en las clases medias que absorven los insumos de la deuda y luego dejaran su pago a las espaldas del proletariado. Este es el verdadero pacto, lo es de clases, no géneros.