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Notícies :: amèrica llatina |
Argentina, la guerra bruta al descobert.
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per K (c/p)- Pagina 12 |
01 set 2003
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El general Benito Bignone admitió 8000 desapariciones, aunque asignó 1500 al gobierno justicialista. Detenido por el robo de bebés, dijo que la tortura fue aprobada por la Iglesia. |
El ex dictador Benito Bignone admitió que los instructores franceses enseñaron a los militares argentinos el método del secuestro, la tortura y la ejecución clandestina de personas y dijo que el Episcopado argentino aprobó esa práctica. En una entrevista con la periodista francesa Marie-Monique Robin, contenida en el documental Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa, que se emitirá el 1º de septiembre en la televisión de ParÃs y en otra docena de paÃses, Bignone dijo que los derechos humanos tienen valor distinto según la persona de quien se trate. En una asombrosa extrapolación de épocas, homologó las torturas aplicadas durante la dictadura militar con el maltrato a detenidos por la policÃa en el presente y dijo que los delincuentes que entran a una comisarÃa deben recibir por lo menos una pateadura. Bignone está bajo arresto domiciliario a disposición del juez federal Jorge Urso, en la causa por el robo de bebés dados a luz en cautiverio. Durante la entrevista, que fue filmada con una cámara oculta, Bignone dijo que sólo padece el “daño moralâ€? de su detención y describió las envidiables condiciones en que la cumple, con salidas diarias autorizadas por la Justicia.
Según Bignone no hubo diferencia alguna entre la denominada Batalla de Argel y la guerra sucia militar contra la sociedad argentina. “Fue una copia. Inteligencia, cuadriculación del territorio dividido por zonas. La diferencia es que Argelia era una colonia y lo nuestro fue dentro del paÃs. Era una diferencia de fondo pero no de forma en la aplicación de la doctrina. Los [instructores] franceses dictaban conferencias y evacuaban consultas. Para algo estaban acá. No cobraban el sueldo de gustoâ€?, dijo. Quien introdujo en la Argentina el interés por la guerra revolucionaria fue el coronel y luego general Carlos Jorge Rosas, quien cursó la Escuela de Guerra francesa a mediados de la década de 1950. “El trajo la inquietud de que toda la preparación de la guerra clásica no servÃa, porque la guerra moderna, la guerra revolucionaria, era totalmente diferente. Fue subdirector de la Escuela de Guerra y subjefe del Estado Mayor y el gestor de que tuviéramos una asesorÃa francesa.â€?
El caso Moro
Respecto de los interrogatorios con torturas, Bignone contó una reunión que mantuvo en 1977 con tres obispos de la Iglesia Católica. Se trató de “un almuerzo para hablar de estos temas�. El 7 de mayo de ese año, el Episcopado firmó una carta pastoral en la que expresó “serias inquietudes� por las desapariciones y secuestros, las detenciones sin proceso y las torturas, que atribuyó en forma bizantina a que “el gobierno no ha logrado aún el uso exclusivo de la fuerza�. Bignone no identificó quiénes fueron sus interlocutores eclesiásticos, pero contó el diálogo que dijo haber sostenido con ellos. El militar les formuló un dilema hipotético:
–Como representante del Estado argentino, sea juez o general, tengo en mi poder al señor Juan Pérez. Es un subversivo que sabe dónde está una señorita que sé que está raptada por la subversión y de la que yo soy responsable, porque tengo la obligación de protegerla. ¿Hasta dónde llega mi potestad como Estado para que aquel señor me diga dónde está esta señorita, de modo que yo la pueda salvar?
–Su pregunta es muy difÃcil, general –dijeron al unÃsono los tres obispos, según Bignone. Pero luego, “el más viejo, que ya murió, dijo que ensayarÃa una respuesta:
–Creo que su potestad llega hasta cuando ese hombre hable con dominio de su mente�.
Para Bignone ello implica que los obispos “estaban de acuerdo con buscar la manera de que [el detenido o secuestrado] me diga dónde está la persona que necesito salvarâ€?. A su juicio la disyuntiva correspondÃa a un “casotÃpicoâ€?, que ejemplificó asà ante la cámara: “Aldo Moro estaba preso y al mismo tiempo estaba preso el jefe de las Brigadas Rojas. ¿Usted cree que no sabÃa dónde estaba Moro? ¿Qué era más importante, los derechos humanos de ese sinvergüenza o los derechos humanos de Aldo Moro?â€?. La democracia italiana respondió a ese dilema de un modo opuesto al de la dictadura argentina. Cuando el jefe de policÃa, general Carlo Alberto Dalla Chiesa, recibió la sugerencia de torturar a los detenidos para llegar a Moro respondió: “Italia puede permitirse perder a Aldo Moro, pero no puede permitirse implantar la torturaâ€?. Moro fue asesinado por las Brigadas Rojas en mayo de 1978 pero Italia conservó un gobierno democrático y derrotó a los brigadistas sin cometer las atrocidades que hasta el dÃa de hoy han dejado una huella espantosa en la sociedad argentina.
Ocho mil desaparecidos
Bignone admitió la desaparición de personas detenidas pero puso en duda su cantidad. “Nuestro presidente habla de 30.000, pero sólo fueron 8000, de los cuales 1500 bajo el gobierno de ellosâ€? [los justicialistas]. Hace una década, en su libro El último de facto, redactado por el escritor fantasma militar Héctor Simeoni, Bignone consideró que “hubiera sido un error trágicoâ€? publicar una lista de muertos por la dictadura militar, porque “después vendrÃan los interrogantes: ¿quién lo mató, dónde está el cadáver, por qué lo mataron?â€?. Dijo que los secretarios generales de las tres Fuerzas Armadas “llegamos a la conclusión de que no era convenienteâ€?. Pero aun luego de haber admitido ante Marie-Monique Robin la responsabilidad castrense por la desaparición de entre 6500 y 8000 personas, Bignone repitió las inconsistentes explicaciones de los años de su gobierno. “Es un tema tabú, es una exageración lo que dicen acá. Es un tema muy difÃcil de explicar. La esencia es que los primeros que optan por desaparecer son ellos. No es como en el caso de Argelia. En el caso nuestro, ellos pasan a la clandestinidad, desaparecen. Se ponen nombres de guerra, tienen documentos falsos y obran en la clandestinidad. O sea, para la sociedad no existen. ¿Nos vamos a preocupar después nosotros por identificarlos? Llevaban una pastilla de cianuro en el bolsillo. En la guerra clásica también hay desaparecidosâ€?, dice, acumulando incoherencias.
Entrevistado para el mismo documental, el ex comandante del Cuerpo de Ejército II general de división Ramón Genaro DÃaz Bessone reconoció que la dictadura militar hizo desaparecer a 7000 personas y que no se animó a fusilarlas por temor a la condena papal. Marie-Monique Robin le preguntó a Bignone si tales métodos le habÃan costado “algunas preguntas éticas al principioâ€?. Su respuesta: “¿Qué le parece? Uno vive haciéndose preguntas éticas. Yo creo que la reacción que vino después contra la Argentina, contra Chile y Uruguay fue precisamente motivada para que nadie se anime en el mundo a hacer lo que hicimos nosotros, porque ésa es la única manera de terminar con la subversión. No es lo mismo que convivir con la subversión, como convive Colombia o España con la ETA, o que ser derrotado por la subversión, como fue con Cuba o pudo ser El Salvador. Porque nosotros terminamos con la subversión. Que después perdimos polÃticamente es otra cosa. Pero militarmente terminamos con la subversiónâ€?. El ex dictador ni siquiera sospecha que aquello que el mundo condena son los crÃmenes de lesa humanidad cometidos en forma sistemática desde el Estado para lograr fines que la camarilla gobernante definió por sà y ante sà como deseables para la Patria.
Ayer, hoy y mañana
La atrocidad de esos procedimientos y su incompatibilidad con cualquier forma del derecho, civil o militar, aparece en toda su extensión cuando Bignone intenta fundamentarlos en una doctrina contrainsurgente: “Si usted quiere que no le pongan una bomba en su casa, por más guardia que tengaigual se la van a poner. La única forma de evitarlo es matar al tipo que le va a poner la bomba antes de que la ponga�.
–En mi paÃs se habla abiertamente de estos temas, que antes eran tabú. Se discute si habÃa que utilizar la tortura o no y qué técnicas se aplicaron –dice la periodista francesa.
Bignone responde que leyó las declaraciones del general Paul Aussaresses, cuyo libro Services Speciaux Algérie 1955/57 sacudió a Francia hace dos años porque narró en primera persona y con detalle las torturas y ejecuciones clandestinas cometidas por sus Fuerzas Armadas en Argel, donde 3024 personas desaparecieron, según el cálculo preciso del renunciante jefe de PolicÃa de la ciudad, Paul Teitgen. “Israel tiene reconocida la tortura. Todas las policÃas del mundo. ¿O somos tan hipócritas para decir que no? A la policÃa hay que tenerle respeto y si no, miedo. El delincuente tiene que saber que si entra a la comisarÃa por lo menos una pateadura se va a ligar. Aquà en nuestro paÃs pasa lo contrario. El policÃa le tiene miedo al delincuenteâ€?, agrega Bignone, en una notable extrapolación cronológica.
La picana eléctrica se utilizó siempre “en todos ladosâ€?, dice, y en la Argentina comenzó a utilizarse “en tiempos de Perónâ€?. La principal enseñanza de los franceses fue el uso de la inteligencia, que Bignone describe como “la piedra angular de la lucha contra la subversiónâ€?. También cuenta que leyó Los Pretorianos, Los Mercenarios y Los Centuriones, de Jean Lartéguy, que los instructores franceses recomendaron a sus discÃpulos argentinos. Curioso cruce de ficción y realidad: los libros de Lartéguy son novelas apologéticas. En uno de ellos, Los Centuriones, el personaje Boisfeuras está inspirado en Aussaresses, el torturador y ejecutor. Ex paracaidista él mismo, Lartéguy retrata a Boisfeuras/Aussaresses en forma despectiva. Le atribuye “espÃritu tortuoso, gusto por la intriga, falta de escrúpulos y palabra de honor, necesidad monstruosa de poder, que sólo conseguÃa satisfacer a la sombra de personas de grado superior, lo cual lo tornaba al mismo tiempo cauteloso y amargoâ€?. A la inversa, el documental muestra cómo la pelÃcula Ãtalo-argelina de ficción La batalla de Argel, dirigida por el comunista Gillo Pontecorvo para denunciar los métodos utilizados por el Ejército colonial francés, fue luego utilizada en la instrucción de los oficiales estadounidenses y latinoamericanos que los replicaron en el Cono Sur y en el Sudeste Asiático.
Al comparar la experiencia francesa en Argelia con la de la dictadura argentina, Bignone dijo que en ambos casos habÃan ganado la batalla militar y perdido la polÃtica. También mencionó su amistad con el instructor francés Robert Servent, un veterano de Indochina y Argelia que formó parte de la misión militar en Buenos Aires. Bignone recuerda el furibundo antigaullismo de Servent, quien no perdonaba el abandono de Argelia decidido por Le Général. Bignone es comprensivo con el ex jefe de Estado. “Lo entiendo a De Gaulle. No se podÃa seguir asà en este mundo. En nuestro caso era distinto, porque estábamos en nuestro propio paÃs, no se podÃa decir al final les vamos a regalar dos provincias para que se queden tranquilosâ€?. Ni se le ocurre que por la misma distinción que intenta, nunca debieron acudir en su propio paÃs a los métodos infames de un Ejército colonial.
Bignone conoció a Servent en Madrid, en la Escuela de Estado Mayor español. “Nos hicimos muy amigos, entre 1962 y 1964. En Madrid empezaba a despertarse el interés [por la guerra revolucionaria]. Yo llevé el planteo de un ejercicio teórico que se hizo en el segundo año. TranscurrÃa en una colonia francesa imaginaria de Africa.â€? La importancia que ya entonces asignaba el Ejército argentino a la experiencia colonial francesa se desprende de otro de los recuerdos de Bignone: el oficial que obtenÃa las mejores calificaciones en la Escuela Superior de Guerra era enviado a loscursos de perfeccionamiento en ParÃs, que incluÃan un perÃodo de práctica de un mes en Argelia. “La guerra contrarrevolucionaria interesaba, y la cuna de esto era Francia. En España el interés no estaba tan actualizado como acá. Allá la enseñanza estaba más volcada a la guerra clásica, y muy poquito de la guerra revolucionariaâ€? dijo Bignone.
En su promoción, el destino en ParÃs le correspondió a su compañero Juan Carlos Gutiérrez Morcchio. Antes que él realizó el mismo curso el entonces teniente coronel Alcides López Aufranc, quien también es entrevistado en el documental. Al regresar, López Aufranc dirigió en Buenos Aires el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participaron oficiales de catorce paÃses. Hasta entonces “la doctrina nuestra era la vieja doctrina alemana, después la americana. Nuestros reglamentos eran extraÃdos del Ejército de Estados Unidos, que casi no tenÃan doctrina en esta materia. La Escuela de las Américas de Panamá era la única que tenÃan. Los demás que iban a Estados Unidos era para estudiar la guerra clásicaâ€?.
“Muchos menos�
El ex dictador repite en el documental una frase que hizo célebre en 1980 el general Santiago Omar Riveros, quien fue su jefe en el Comando de Institutos Militares y en la Zona IV de Seguridad y que, igual que Bignone, ahora está bajo arresto domiciliario por el robo de bebés cuyas madres, detenidas-desaparecidas, dieron a luz en el Hospital Militar de Campo de Mayo. “Peleamos con la doctrina y con el reglamento en la manoâ€?, dicen ambos. Pero además Bignone explica cuáles fueron esa doctrina y aquellos reglamentos: “La manera de oponerse a la guerra revolucionaria fue encarada a partir del modelo francés que Ãbamos conociendo por publicaciones y oficiales que realizaban cursos en institutos galos. A fines de la década del ‘60 aparecieron los primeros reglamentos para la lucha contra la subversión, LC82 Operaciones contra las Fuerzas Irregulares, tomos I, II y III, hechos por nosotros copiándolos de los franceses. La influencia francesa fue la que nos dio todo. Nuestra doctrina se volcó en los reglamentos y fue lo que aplicamos despuésâ€?.
Por eso, agrega, “cuando vuelve la democracia el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas dictamina que las órdenes para la lucha eran inobjetables. Allà fue donde en un exabrupto polÃtico le quitaron la causa al Consejo Supremo y se lo pasaron a la Cámara Federal aduciendo demoraâ€?. A sus 75 años, el general ni se arrepiente ni vacila: “Los que dicen que hicimos una guerra sucia, no es ciertoâ€?, se enoja en un momento. “El gran error nuestro fue admitir llamarle guerra suciaâ€?, dice en otro, como si el problema fuera semántico. “Ninguna guerra es limpia. En la guerra clásica todos los que mueren o la inmensa mayorÃa son inocentes. No eligieron ir, los mandaron a la guerra. En la guerra revolucionaria, ellos eligen ir a la guerra. Es mucho más sucia la otra que ésta, porque los inocentes que mueren en la guerra subversiva son muchos menos que en la otra donde todos, salvo el que llevó el paÃs a la guerra, son inocentesâ€?, afirma. |
Mira també:
http://www.pagina12web.com.ar/diario/elpais/1-24901.html |
Comentaris
Re: Argentina, la guerra bruta al descobert.
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per Juan Carlos elgasell ARROBA mmsn.cco |
02 set 2003
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no me cuesta creer lo expresado por este grosero ser "casi humano", donde no importaba la forma sino el modo de aplicar el tormento con la excusa de sacar información.Los he visto como operaban porque fui testigo de esa época aqui en Bs As.Y tampoco me llama la atención de quienes fueron sus maestros.Solo espero que T.P.I los reclame, ya que España rehusó el pedido de extradición que sean los proximos jueces que los sentencie porque "la memoria es implacable"y nuestros desaparecidos siguen pidiendo justicia. |
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