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La cara de poker de Dorothy Counts
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per Aliss |
12 oct 2017
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Una breve historia sobre una joven mujer negra, valiente. Dorothy Counts. Recuérdenla, no la olviden en sus historias de lucha. |
Érase una vez una chica de 15 años que quería estudiar. “No puedes estudiar ahí” le decía su vecina. “No puedes estudiar ahí” le decía el señor que le vendía helados. “No vas a estudiar ahí” le decía el ayudante del sheriff del condado. Y es que la protagonista de esta historia tenía dos handicap nada desdeñables en la Carolina del Norte de 1957, a saber: era mujer y era afroamericana. “No puedes estudiar ahí“, le dijeron, pero Dorothy, que así se llamaba aquella chica se matriculó aquel septiembre en un instituto de secundaria para blancos.
El Consejo de Ciudadanos Blancos de la ciudad, compuesto por honorables y respetables miembros de la sociedad local, montó en cólera e instigó al resto de alumnos para que la “echaran fuera” y pidió a las alumnas: “¡¡Escupidle, chicas, escupidle!!.
Y así, con el gesto impasible de quien se sabe haciendo lo que debe hacer, entró nuestra Dorothy en el colegio para blancos Harry Harding High School, entre insultos, escupitajos, pedradas, burlas y miradas de odio. No le resultó nada fácil, como imaginarán. Pero ningún músculo de su cara reflejó el miedo que debía sentir; ni la impotencia, ni la tristeza. Dorothy siguió caminando entre rostros vociferantes y muecas burlescas. La dignidad con piel de ébano, orgullo de género, clase y raza, atravesó con determinación un pasillo de amenazas, de demencial salvajismo endémico, de absurdo y miserable odio… y cubierta de escupitajos tomó asiento en un pupitre.
Durante los primeros cuatro días le volcaron cubos de basura encima mientras almorzaba, siempre sola, en un rincón del comedor escolar. Ignorada por los profesores, Dorothy atendía a las explicaciones, se aplicaba en sus notas y soportaba estoicamente los objetos que le lanzaban durante las clases. Finalmente, fue su familia la que empezó a ser objeto de agresiones y amenazas y ante el peligro que corrían sus seres queridos nuestra amiga decidió desistir y se trasladaron a Philadelphia.
En cualquier caso, Dorothy ya había hecho su trabajo. Un año más tarde, miles de estudiantes negros/as de todo el Estado se matriculaban en institutos para blancos.
“No puedes estudiar ahí” le dijeron. Y vaya si pudo. Y ni su vecina, ni el señor que le vendía los helados, ni el ayudante del sheriff, ni sus compañeras que le escupían, ni sus compañeros que se burlaban, ni ningún miserable miembro del Consejo de Ciudadanos Blancos de Charlotte, en Carolina del Norte, pasaron a formar parte de los libros de Historia: Dorothy Counts, sí.
Fuente: Orfanato de utopías |
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