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Anàlisi :: globalització neoliberal : ecologia
... y el destino los alcanzó
26 ago 2003
Todo parece indicar que el Siglo XXI será el de los ajustes de cuentas. El boomerang de Somalia, Colombia, Libia, Nicaragua, ..., y tantos otros regresó a Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001 del mismo modo en que los 54 grados centígrados azotaron a Europa como recordatorio
De �frica a Europa: y el destino los alcanzó

Fernando Montiel T
Rebelión

Se advirtió desde hace años, y poca fue la atención prestada. Miles, millones sufrían y su lamento no encontraba nada más que oídos sordos. Hoy, después de que la tragedia toco a su puerta, tal vez escuchen, y tal vez, solo tal vez, exista todavía tiempo para hacer algo.

La reacción inmediata es siempre buscar un culpable, no importan las pruebas científicas ni los estudios serios sobre el tema, los objetivos de los ataques son, sin excepción, aquellos a quienes se considera los más débiles, o aquellos que ofrecen mayor rentabilidad política.

Es una historia ya conocida. El sectarismo se antepone a los análisis más racionales. Sin embargo cuando la vida de muchos va a de por medio, el correcto diagnóstico del problema es el primer paso a su solución. En este, como en muchos otros casos, el diagnóstico de primera instancia ha sido equivocado, corregirlo debería ser prioridad, o la terapia puede resultar peor que la enfermedad.

Las cifras más conservadoras -las oficiales por supuesto- hablan de 5,000 decesos, aunque otras fuentes ubican hasta en más de 13,000 el total de las víctimas por las altas temperaturas (Milenio Diario, 21.8.03). Negarlo ya no es más que una necedad: el destino los alcanzó.

Los números espantan sorprende sólo a los no muy informados. En 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que 10 millones de personas perderían la vida por causa de la hambruna en el continente africano. Esta cifra sí es aterradora y, aún, se le ha prestado poca atención. Después de todo, de �frica, ese continente que ha tenido que recoger los peores resultados de la ingeniería social de las naciones "civilizadas", parece que nada puede ya sorprender: decenas de guerras civiles e internacionales -triste legado de la historia colonial- como en Liberia, Sierra Leona o Guinea; guerras multidimensionales para abastecer los mercados de coltan y diamantes que requieren las industrias de telefonía celular y piedras preciosas respectivamente como en la región de los Grandes L (el caso de la República Democrática del Congo es particularmente elocuente); 17 millones de muertes en 20 años por causa del SIDA y 30 millones de infectados de VIH (Reforma, 20.8.03). Hasta el día de ayer todo esto sonaba lejano en el mundo "culto, civilizado y occidental", después de todo ocurría en un continente aislado por la triple exclusión, una racista ("son negros"), una clasista ("son pobres") y una xenófoba-territorial ("son africanos").

Hoy, 13,000 muertos en Francia son algo más que un número: representan para quienes poseen alguna conciencia y visión del futuro, la punta del iceberg de un holocausto que existe y se extiende. El futuro parece sombrío. ¿Qué podrían hacer nuestros países que no pueda hacer Francia por su gente?. Si Chirac, con todos los recursos con los que contó no pudo salvar 13,000 vidas, ¿qué podrían hacer Somalia, Eritrea, Etiopía, México o Bolivia en la misma situación?, empobrecidas y endeudadas, nuestras naciones se presentan bajo esta luz como los eslabones más débiles de una tragedia potencial de dimensiones globales.

El chivo expiatorio no podía ser otro más que el gobierno galo. El culpable fue correctamente señalado, pero fue juzgado por el cargo equivocado. Acostumbrados a la crítica superficial y unidimensional, la mayor parte de los críticos se perdieron del bosque por centrarse en los árboles. La prensa fustigó al sistema de seguridad francés y los observadores más duros dirigieron sus ataques contra sus responsables políticos. La crítica de esta naturaleza era sin duda rentable en términos políticos, sin embargo, juzgar si el Ministro de Salud es un inepto o no es una tarea que le compete exclusivamente a los franceses, juzgar si Francia -en tanto miembro del G-7- falta a su responsabilidad como nación de peso global es algo que nos compete a todos. Pocos, muy pocos repararon en lo verdaderamente importante: el cambio climático.

¿De qué habría servido el mejor Ministro de Salud y Protección Social, si no para poner solo remedios temporales y parciales a la crisis?. Ciertamente el gobierno francés tiene mucha de la culpa, pero su falta más grave no estuvo en no saber atender la crisis con propiedad (que por supuesto es un error grave), sino en ser co-responsable del origen del problema junto con Estados Unidos, Japón, Alemania, Canadá, Inglaterra e Italia. Al igual que sus seis acompañantes en el G-7, Francia es uno de los principales responsables del calentamiento global.

Tal vez el endurecimiento de trámites migratorios funcione para contener algunos problemas del capitalismo rampante pero no los puede contener todos (después de todo, al �frica se le ha tratado de aislar en una suerte de "cuarentena" criminal para evitar que "infecte" a las naciones culpables de su tragedia. Pero la "cuarentena" ha sido ineficaz, y su inutilidad deriva de un hecho elemental: �frica no es el origen del problema), así, eventualmente, estos problemas acabarán por arribar a los centros del poder. Francia aprendió hoy en materia ecológica lo que tal vez mañana tengan que aprender con dolor los Estados Unidos: a diferencia de lo que ocurre con otros "efectos indeseables del progreso" la madre naturaleza se niega a respetar fronteras políticas.

El daño humano del calor en Francia es exorbitante para sus propios estándares. Ahora bien, si consideramos que la guerra de agresión que desató Estados Unidos contra Irak en el 2003 dejó un saldo fatal oscilante entre 6,000 y 7,500 muertos comprobados (según la organización Irak Body Count -habría que agregar heridos y desaparecidos-), las 13,000 víctimas del calor adquieren una dimensión que se antoja monstruosa: ¡bienvenidos a la realidad africana!. Y es sólo el principio, hoy fueron las altas temperaturas, ¿y si el año que entra es la sequía?, ¿y si el siguiente la agricultura comienza a sufrir estragos?, ¿y si en el mediano plazo comenzaran a agudizarse los focos -que ya existen- de hambruna en los "reinos de la abundancia"?. De aquí al deterioro de la autosuficiencia alimentaria hay un paso. Si escasean los alimentos, las importaciones de granos subirán junto con los precios. ¿Qué ocurriría?, ¿impondrán los Estados Unidos condicionantes transgénicos a la "asistencia humanitaria" que se le brinde a los franceses tal y como le hicieron a Zambia hace algunos meses?. El escenario está más cerca de lo que parece. Estas no son especulaciones sin fundamento, año con año la temperatura se incrementa y con ella los cambios en el clima: las estaciones se recorren y los ritmos temporales y cuantitativos de precipitación pluvial se alteran: así no es posible hacer planeación agrícola alguna de mediano y largo plazo. ¿ Suena descabellado? si el año pasado le hubieran dicho al gobierno francés que por estas fechas morirían 13,000 personas en algo menos de un mes, probablemente habría reído con fuerza.

El siglo XXI trae consigo una bolsa llena de sorpresas. Todo parece indicar que el Siglo XXI será el de los ajustes de cuentas. El boomerang de Somalia, Colombia, Libia, Nicaragua, Egipto, Arabia Saudita, Camboya, Irán, Indonesia, Afganistán, Panamá, Irak, Granada, Turquía, Haití, Serbia y tantos otros regresó a Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001 del mismo modo en que los 54 grados centígrados azotaron a Europa como recordatorio de lo que han hecho mal. El de Estados Unidos fue un recuerdo del pasado político y su vigencia, y el de Europa -particularmente el de Francia- fue un recuerdo ecológico, los dos trágicos, los dos bien fundamentados. ¿Quién de entre las víctimas y sus victimarios recordó el Protocolo de Kioto y la posición estadounidense en este sentido?, después de lo que ocurrió ¿habrá cambiado alguien la imagen que tenía de los Estados Unidos después de la tragedia, conociendo datos como que Estados Unidos posee el 4% de la población global, y produce 25% de la contaminación mundial?.

El pueblo francés, a diferencia del estadounidense, no se caracteriza por su ignorancia. Del mismo modo en que las cenizas de los incendios funcionan como fertilizantes de las plantas que crecen tras la erupción, tal vez podamos apostar a que de entre la miseria y la desolación, del corazón de la tristeza puede surgir la esperanza. Tras la tragedia, los franceses en particular y los europeos en general deben abrir los ojos, y aprovechar la posición que tienen (think global, act local). En Kenia, con toda el hambre, la miseria, la violencia, la carencia y el desamparo un grupo de médicos va la vanguardia en materia de investigación del HIV y el SIDA. Lo mismo se puede observar en Cuba: asediada, limitada, agredida durante 40 años sin interrupción y boicoteada, la mayor de las Antillas es la única potencia en ingeniería genética y biotecnología del mundo subdesarrollado y es punta de lanza en sistemas de salud y prevención. Si en Kenia y en Cuba son posibles logros como estos contra todas las adversidades, ¿qué no se puede lograr en París, Londres y Roma si la población se moviliza?. Nadie sabe si todavía estamos en tiempo, tal vez a la larga y a estas alturas solo consigamos retrazar el desastre inevitable, pero si existe la más mínima oportunidad de salvar al mundo -y de paso salvarnos con él- ningún esfuerzo es vano.

Fernando Montiel T
Editor. Analista y consultor en relaciones internacionales y resolución de conflictos.
Mira també:
http://www.rebelion.org/opinion/030826fmontiel.htm
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