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Notícies :: dones
Buen militante, mejor maltratador
17 ago 2016
Un texto bastante revelador y totalmente actual para el debate de género en los espacios libertarios.
EL MITO DEL MACHO Y LA COHESIÓN DE GRUPO

[¿Cómo podría un movimiento] «movilizarse como una
fuerza política transformadora si no comienza interro-
gándose acerca de los valores y las normas internamente
asumidos que pueden legitimar la dominación y la des-
igualdad neutralizando «diferencias» particulares?»
A. Brah, 2004

En primer lugar queremos remarcar cómo, desafortunadamente, aún en muchos ámbitos del activismo el imaginario del «buen militante» toma un carácter casi caricaturesco en algunas figuras prototipo (Subbuswamy y Patel, 2001). De una parte, tenemos una representación extremadamente parecida a la que del mismo dan los medios de comunicación: «joven hombre blanco con capucha negra con propensión a la violencia» (Alldred, 2000). Sus características serían la fuerza, la intrepidez, la decisión, la osadía y, sobre todo, como dice Silvia (Italia) * , la capacidad de esconder todas sus posibles contradicciones. Por otra parte, encontramos el tipo intelectual, que se muestra como alguien con una buen bagaje de conocimientos teóricos (o por lo menos con facilidad para aparentarlos), una fuerte capacidad de convicción, dotes organizativas y de mando, y tendencia al liderazgo. Aunque «este modelo» tiene actitudes más sofisticadas sigue manteniendo dotes de masculinidad clásica (Jorquera en este volumen); podríamos decir que mientras los primeros se acercan más a la idea normativizada de masculinidad de clase social baja, estos últimos serían más
parecidos a los varones aristócratas, más refinados pero no menos peligrosos en sus actitudes machistas. A nuestro entender, la asunción de ambos roles enmarcados en los canales de la masculinidad normativizada puede desembocar en situaciones de maltrato, en su vertiente más física o más intelectualizada. De manera física, con palizas o intentos de violaciones (o baboseos) —ocasionales o continuos—. De manera «invisible», con la creación de relaciones de dependen-
cia, inferiorizando a las compañeras y «haciéndolas creer» que sin ellos ellas no son absolutamente nadie (para un testimonio en este sentido: Nopper, 2005).

Pero hay más, las situaciones de maltrato pueden ser de difícil reconocimiento cuando su «protagonista» no corresponde al imaginario del maltratador; así, por ejemplo, nos lo muestra la campaña por parte de la Association contre les Violences faites aux Femmes au Travail (http://www.avf.org), en contra de un profesor universitario profeminista que sigue ejerciendo sin problemas a pesar de varias denuncias de acoso a sus alumnas y colaboradoras. Por otra parte, los grupos de activistas están y/o se sienten frecuentemente amenazados desde el exterior y como estrategia de defensa tienden a buscar una cohesión interna que pasa, con demasiada frecuencia, por una identificación identitaria y una reducción de las posibilidades de poner en duda cualquier dinámica interna de discriminación (Apfelbaum, 1989; Biglia, 2003). Bajo estas circunstancias puede que haya resistencias a reconocer la existencia de maltrato por parte de un activista en cuanto ello podría convertir al grupo minorizado en blanco de críticas de otros espacios externos.

Probablemente a este tipo de lógica responde, por lo menos en parte, el vergonzoso desenlace en torno al homicidio de Hélène Legotien por parte de Althusser (Rendueles en este volumen).
Finalmente, el maltratador se puede amparar y justificar en nombre del peligro (real o imaginario) que conlleva su activismo, de la represión que está recibiendo, que ha recibido (como en el caso de los activistas chilenos citados anteriormente) o podría recibir, o del estrés de su posición de superhéroe, etc. Elementos utilizados para justificar sus ataques, para reivindicar/exigir un cuidado omnicomprensivo (ya que ponen tanto de sí en la lucha necesitan el «descanso del guerrero») o, finalmente, para acusar (expresamente o de manera latente) de connivencia con el sistema represor a aquellas mujeres que no quieran prestarle estos servicios, se quejen de los malos tratos o intenten denunciar la situación.

Digamos que el maltratador encuentra razones para su justificación, pero ¿qué ocurre con el entorno?, ¿cómo se perciben estas dinámicas? Este testimonio, recolectado por las autoras en una charla privada con una compañera y amiga (2005), deja constancia de la dificultad de reconocer estas dinámicas a partir de su experiencia como mujer maltratada y como activista en el mismo grupo en el que estaba su pareja:

"Tuve una larga relación de maltrato con un militante heroico, seductor, con carisma. Conseguía que cualquier crítica interna se convirtiera en un ataque a la causa, pero ¿cómo cuestionar a quien constantemente nos demostraba que se dejaba la piel en el intento, en la lucha?, ¿cómo cuestionar a quien parecía tener la experiencia y la lucidez como para guiar al resto? Así se daba el cambiazo mortal: el que criticaba era culpable, la «gracia» estaba en que llegara a sentirse así. Se devolvía, en una carambola de espejo, el cuestionamiento hacia el otro, siempre más frágil, siempre menos valiente, menos heroico, menos comprometido, más egoísta... Esta persona se dedicaba a atacar, en esa técnica de atacar sin que lo parezca a las mujeres. ¿Quién iba a creer (entre ellas yo misma) que esa persona fuera un maltratador?

Así, criticar a un «buen compañero» tiene con frecuencia la contrapartida de recibir la acusación de estar haciendo el juego al sistema y de no entender que hay problemáticas más importantes a afrontar; y las mujeres que se han atrevido a esto son acalladas, escarnecidas, ignoradas, excluidas—cuando no amenazadas— y acusadas de ser cómplices de los adversarios políticos.

Hace pocos años presenciamos un caso de este tipo en Cataluña. Cuando una activista explicó su situación de maltrato por parte de su ex compañero, un reconocido activista, la respuesta generalizada fue de fuerte escepticismo. Dentro del movimiento se crearon dos bloques enfrentados (quienes la creían y la apoyaban a ella, y quienes le creían y le apoyaban a él), y tal vez lo peor: algunas de las personas se posicionaron sólo por lo que habían oído decir o por proximidad política con el/la activista en cuestión. Hablando con algunas de las mujeres que apoyaron a la activista «denunciante», nos comentaban la sensación de tristeza, de soledad y de rabia al ver cómo personas con las que habían compartido años de militancia antifascista, anticapitalista, autogestionada, etc., se podían mostrar tan cerradas e inflexibles cuando los discriminadores eran sus propios amigos.


Es obvio que, especialmente cuando conocemos a las personas implicadas en una situación de este tipo, mantengamos una cierta precaución antes de formarnos una idea precisa sobre los hechos. Pero nos parece que tal vez las precauciones hacia el «supuesto maltratador» son desmesuradas en comparación con otras situaciones. De hecho, por ejemplo, en el caso de que alguien haga público el haber recibido una paliza por parte de otros por divergencias políticas, nadie pondrá en duda que esto haya ocurrido y la persona no deberá explicar miles de veces todos las particularidades del evento en correcta y precisa sucesión, ni justificar por qué el puñetazo recibido debe considerarse
violento. En cambio, en el caso de que una activista sea maltratada por un activista se desarrolla un fenómeno cuanto menos curioso: la mujer que se atreve a «denunciar públicamente» antes de poder «demostrar la culpabilidad» de la otra persona debe primero defenderse de la acusación de mentirosa, rencorosa e histérica (y aun así no siempre funciona como, por ejemplo, nos detalla Rendueles en este mismo volumen). Con frecuencia, hemos oído comentarios del tipo «si fuera verdad y ella no tuviera nada que esconder vendría aquí al colectivo a explicarnos exactamente lo que ha pasado; mejor podrían venir los dos, así con la confrontación sabríamos quién tiene razón», que muestran una clara insensibilidad hacia las dolorosas dinámicas del maltrato y las dificultades para superarlas. Nadie se plantearía, por ejemplo, obligar a un compañero que ha sido torturado y/o violado por algún organismo represor a contar con pelos y señales lo ocurrido delante de todos los grupos a los que se pide la participación en una campaña de denuncia-solidaridad. Esta doble moral hace suponer tres cosas: la primera, que es fácil reconocer los errores de «los enemigos», pero que la protección del «nosotros» resulta aún muy fuerte; la segunda, que todavía las palabras de las compañeras tienen menos credibilidad que las de los compañeros; y la tercera, que el maltrato aún se percibe como una experiencia personal en los espacios privados y no como parte de un proceso político. Cuando además los malos tratos son de tipo psicológico, la situación se complica aún más, por la imposibilidad de «probar» lo que ha pasado: no hay marcas físicas y se trata de situaciones de abuso sutil cuyo resumen las vacía de sus matices más cruentos y devastadores. Así, como sugiere
una compañera de la Eskalera Karakola (sin fecha):

"Otro salto que hay que hacer posible es la atención a la mujer que ha sufrido la agresión [...]. Primero, para entender y aprender cómo se experimenta la agresión [...] y no tener miedo al intercambio y al fantasma del morbo. Cuando se producen agresiones hay que crear grupos de apoyo, de intermediación y seguimiento porque una vez ocurrida la agresión, quien la sufre sigue circulando por ahí y tiene mucho que digerir. Nada de invisibilizar sino saber, conocer cómo se siente la agredida, cómo define la violencia y actúa en su contra, contra la violencia del momento y contra la de los momentos posteriores. Enganchar con el ritmo y las exigencias de quien la vive."

En este sentido, un intento de encarar esta problemática reconociendo que aún tenemos mucho por aprender (lo que es un buen principio) son las recomendaciones por parte de la red activista People Global Action Europe (PGA, 2005) ante situaciones de malos tratos dentro de los colectivos.


YO , MUJER FUERTE : SOLA ENTRE MUCHAS

Otra imagen a derrumbar para una superación de los malos tratos dentro de los grupos activistas es la de que una mujer, para ser feminista o para ser no sexista, debe haber superado todas las limitaciones de una cultura heteropatriarcal; que una mujer liberada tiene que parecerse al estereotipo del hombre blanco moderno: independiente, fuerte, activa, segura de sí y, además en el caso de las militantes, exenta de contradicciones (para un testimonio: Anónima, 2004). Este imaginario lleva a activistas maltratadas a tener extremas dificultades en reconocer su dependencia de un hombre y su poca fuerza para salir de una situación abusiva. Así, por ejemplo, lo remarca el testimonio de esta activista norteamericana:

La incomodidad asociada a decirle a la gente que has sufrido un abuso, o como en mi caso, que has estado en una relación abusiva, aumenta por las respuestas que recibes de la gente. Más que simpatizar, mucha gente estuvo como decepcionada conmigo. Muchas veces me dijeron que estaban «sorprendidos» de que me «hubiera metido en esa mierda» porque lejos de ser una «mujer débil» era una mujer «fuerte» y «política». (Nopper, 2005)

De alguna manera seguimos sintiéndonos culpables o inferiores por estar soportando una situación de este tipo y nos da mucha vergüenza admitirlo, aparte del miedo a hacerlo. A nuestro entender, esta característica se debe a una mala comprensión, que queremos denunciar aquí, de lo que es el feminismo. Ser feministas o ser una mujer activista no implica, afortunadamente, no necesitar apoyo de nuestras amigas y amigos, ni ser completamente autónoma ni tener que resolver
cualquier problema personal sólo individualmente. Más aún, desafortunadamente, todas reproducimos formas de dependencia heteropatriarcal y algunas veces nos comportamos de modo sexista. Reconocer limitaciones y contradicciones, compartir nuestros malestares en el diálogo con unas y otros, pedir ayuda, consejos, soporte, son prácticas feministas que nos pueden ayudar a crecer tanto a nivel individual como de manera colectiva. Romper la imagen de mujer fuerte y dura pase lo que pase, vivirnos en nuestras múltiples facetas, performándonos de manera diferencial según las ocasiones y los momentos, son prácticas de subversión y desarticulación del heteropatriarcado que nos quiere construir como subjetividades individualizadas.

Obviamente, abatir las barreras de la soledad (que pueden existir aunque tengamos muchas amigas) y de lo privado no es una tarea fácil y, por supuesto, no incumbe exclusivamente a las que están en situaciones de abuso, sino que debería ser un trabajo político y colectivo que nos implique a todas y todos para dejar de ser, como decían las compañeras de Roma (cita más arriba), cómplices de nuestro silencio o ceguera. Las barreras —como hemos ido señalando— son múltiples, e insistimos, toman especial fuerza al seguir considerando el maltrato expresión de relaciones privadas. Así, delante de sus manifestaciones, nos encontramos frecuentemente con una extrema indecisión e incertidumbre sobre las posibles acciones a realizar y tendemos a asignar a la mujer la responsabilidad última de la respuesta a esta situación, como muestra este extracto de entrevista con Paloma (Chile) * :

P: [...] Yo quedé impactada con la actitud de un compañero que se llena la boca con lo de la igualdad social y el respecto mutuo. Anoche fuimos a comer pizza y su esposa [...] pidió la pizza y [...] no eran las que él quería [...] y le dijo «pero cómo se te ocurre pedir esta huevada mala» y no comió y nos echó a perder toda la tarde porque él quería una pizza y la trató como un déspota...
B.: ¿Nadie dijo nada?
P.: No, o sea algunos de nosotros como que le dijimos ya [...] pero no fue como algo «oye corta el juego». Es que también ella debería haberle parado los carros, pero se quedo callada y estuvo a punto de llorar entonces, como superresignada.

A pesar de algunas interesantes campañas, generalmente llevadas a cabo o por lo menos iniciadas por colectivos feministas en respuesta a situaciones concretas, el maltrato, y en concreto el que se desarrolla dentro de los espacios del movimiento, no ha sido todavía objeto explícito de debate político profundo en los movimientos sociales. Esto nos lleva a situaciones de enorme fragilidad e incertidumbre que se constituyen en dificultades para reconocer y actuar. Como hemos podido
constatar a través de conversaciones privadas, en diferentes ocasiones en que colectivos de feministas autónomas han iniciado campañas de respuesta ante agresiones generizadas por parte de algún activista, se han enfrentado también a muchas contradicciones, dudas y, obviamente, a una cantidad de críticas que han sido tremendamente dolorosas. La falta de debate sobre el tema, las pocas campañas realizadas, el fuerte obstruccionismo al que se han visto por lo general sometidas, y el hecho de tener que intentar maneras de actuar que sean incisivas pero que no despierten rupturas en el movimiento no ha permitido desarrollar líneas de intervención. Esto, aparte de requerir muchas energías, convierte a veces las campañas en poco efectivas. Por ejemplo, en Cataluña, hace unos años, una mujer explicó la situación abusiva en la que estaba viviendo y no hubo capacidad de arroparla suficientemente ni de protegerla de la situación. Finalmente esta activista no tuvo más
remedio que denunciar al maltratador al sistema judicial, siendo entonces acusada de «traidora».

Nos preguntamos: ¿cómo se pueden juzgar las actuaciones de las personas por pedir ayuda externa, si no somos capaces de asumir colectivamente la responsabilidad en la solución de la problemática?

ALGUNAS REFLEXIONES DE CONCLUSIÓN

¿Cuál es la finalidad de este escrito? Simplemente la de servir para mirar hacia nosotras y hacia nuestras compañeras, para que se acabe con las dinámicas de los malos tratos y que juntas poda-
mos arrinconar a quienes se creen con derecho a realizarlos. Lo que esperamos es que genere polémica, que se considere el maltrato como una cuestión política sobre la que nos debemos posicionar y frente a la que debemos actuar. Quisiéramos que las activistas que pasan por esta experiencia no se sientan solas, ni poco feministas por lo que les está pasando, sino que descubran que es algo que ocurre más de lo que se dice y que la solución debe ser colectiva. Por ello hay que encontrar fuerzas para hablar, compartir la experiencia de maltrato con una amiga es un primer paso para salir de él. Por otra parte, esperemos que, cuando una mujer lance señales de lo que le está ocurriendo, las personas que estén a su lado intenten percibirlas y, a partir de ello, le puedan ofrecer el apoyo necesario, sin que se desaten respuestas de rechazo, de juicio y ataque, sino que haya
escucha y acogida.

Aunque nos parezca exagerada la expresión «cada hombre es un maltratador en potencia», es importante reivindicar que el imaginario del maltratador con que iniciábamos este escrito nos desvía de la posibilidad de reconocer el abuso en todas sus formas y expresiones. Esperamos además que se entienda que aunque «reconocidos activistas» puedan ser maltratadores, físi- cos o psíquicos, en realidad quien maltrata no es y no puede ser un compañero.

Ser capaces de ver más allá de la imagen, de lo aparente y desarticular los imaginarios de género, así como los que circulan alrededor de las «identidades militantes», es —a nuestro entender— una práctica necesaria contra las violencias de género.

Extracto de "Rompiendo imaginarios: maltratadores políticamente correctos" de Barbara Biglia y Conchi San Martín

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Comentaris


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Discrepo con la interpretación generista burguesa de los malos tratos en pareja.
17 ago 2016
Es imprescindible la denuncia de los malos tratos a las parejas, y el rechazo a los maltratadores o maltratadoras. Quién haya padecido malos tratos de su pareja no puede menos que solidarizarse con las personas maltratadas por sus parejas, y, efectivamente, comprender que una persona maltratadora que es activista es un fraude. Ahora bien, discrepo con el diagnóstico burgués generista de Conchi y Barbara en este texto.

Concretamente en el caso de Althuser. Althuser maltrataba a su esposa, cuenta en sus memorias que le ponía los cuernos con sus alumnas, y que una vez estando en la playa copuló delante de ella con una joven. Cabe preguntarse ¿cómo soportó ella eso? ¿por qué no se fue para siempre de la compañía de ese individuo? Es evidente que si ella hubiera tenido un apoyo feminista y social del tipo del que plantean Conchi y Barbara, hubiera salvado la vida. Pero ello no autoriza a hacer abstracción de la dimensión política en ese asesinato, cuando él, dándole un masaje de espalda a Helene, comienza a apretarle el cuello y la mata. Y es que no puede abstraerse el hecho de que ella era sindicalista, una obrera, firme comunista, y él un prestigioso teórico académico “marxista”, en realidad un reformista que se esforzó en sacar la lucha de clases del marxismo en su accionar teórico y académico. Un reformista profesional.

Vuelvo a preguntar ¿por qué ella soportaba estos malos tratos? La primera explicación es “porque le quería”. Pero claro, a muchísimos de los maltratadores y maltratadoras de sus parejas sus victimas les padecen sin aplicar el sabio “ahí te quedas” porque les quieren, incluso mucho. Pero ¿ante semejantes malos tratos cómo es posible que prosiguiera con él? Porque además de quererles muchas veces está en juego el estatus de la persona. Docenas de millones de persona soportan los malos tratos por la combinación de perdida de estatus y adhesión afectiva. Pero la lucha de estatus, la dependencia material y en prestigio social del otro, no es directamente lucha de clases. Puede ser y es frecuentemente luchas de poder, de tipo toyotista o de jerarquía burguesa, al interior de las clases. Pero cuando esas luchas de estatus se complican con lucha de clases, cuando una persona de la pareja tiene consciencia de clase distinta y opuesta a la de su pareja, la violencia de poder al interior de la pareja se incrementa. Así la obrera sindicalista termina estrangulada, y el brillante académico no sabe por qué lo ha hecho, mientras sus amigos académicos, intelectuales progres, incluso anti heteropatriarcales, le apoyan como a una victima... Mi interpretación es que fue un acto de lucha de clases; el reformista mató a la revolucionaria.

En mi opinión, el generismo está funcionando en la práctica como un verdadero reduccionismo de la contradicción principal, la lucha de clases, que impide tener la visión de la totalidad concreta, al ocultar su conexión con el movimiento de la totalidad, en nuestro caso capitalista. Creo que las generistas es esto lo que estáis haciendo en la actualidad, intentando atribuir el auge del machismo toyotista (y hay también un toyotismo femenino que nunca aflora en el equilibrio de intereses materiales actual) a una abstracción, el hetero-patriarcado, ocultando que es efecto de la crisis social descomunal en el capitalismo imperialista de final de ciclo, en crisis estructural de ganancias, y así ocultando también las luchas de clases, - mitigadora i intensificadora de las luchas de estatus -, que se encuentran como motor del auge de la violencia social, en general, y de los malos tratos a las parejas en particular en los países capitalistas centrales.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
18 ago 2016
Apuesto a que el comentario anterior está escrito por un varón cisgénero europeo. Me juego el clítoris, vamos...

Sólo hay que ver cómo empieza hablando de "maltratadores y maltratadoras" para luego continuar poniendo en duda a la agredida de manera constante ("Cabe preguntarse ¿cómo soportó ella eso? ¿por qué no se fue para siempre de la compañía de ese individuo?", "¿por qué ella soportaba estos malos tratos?"...) y terminar calificando el heteropatriarcado como una "abstracción", que supuestamente nosotras separaríamos de su causa principal, el capitalismo, lo cual es totalmente falso, aunque no es el patriarcado un resultado del capitalismo, sino que de hecho es al revés. El capitalismo, de hecho, no puede sobrevivir sin una división del tiempo, los espacios y las tareas por el sexo, ni sin imponer roles y categorías a les individues basándose en sus genitales, educándonos para ver el género como algo biológico y no como un esencialismo patriarcal artificial. Igualmente, atribuir el maltrato y la violencia de género a la crisis capitalista es estar muy perdido, creo yo. ¿Antes de la crisis no había maltrato?

Tiene gracia, todo el rato hablas de "el maltrato a las parejas". Eso sí es hablar en abstracto. El maltrato a la mujer es estructural, el maltrato mujer a hombre no, ni dispone de todo un respaldo cultural, social etc. con el que articularse. Pretender sentar una relación equidistante entre el maltrato a la mujer y el maltrato al hombre es misógino, y además, falaz.

En fin, mansplaineos de mierda...

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Re: Buen militante, mejor maltratador
18 ago 2016
Al del primer comentario...que alguien le de de leer a Federici por favor.
En cuanto al texto principal, verdades como un templo, desgraciadamente.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
19 ago 2016
El patriarcado es una institución precedente al Estado, de hecho muy probablemente es uno de sus pilares fundamentales. Ya no hablemos de la creación monstruosa del Frankenstein estatal llamada Capitalismo. Este surgió muchos siglos después del surgimiento del Estado, así que los vínculos entre Patriarcado y Capitalismo existen, sin duda, pero hablar del primero como una especie de abstracción del segundo es erróneo.

Que existen feminismos burgueses nadie lo niega. El izquierdismo es un cáncer que ataca a la revolución, en esta lucha y en todas las demás, y que cría y se propaga en la academia. Pero la lucha contra el patriarcado debe darse como tal, e insinuar que llevarla a cabo es diluir la lucha de clases me parece interesado y falso. Un comentario propio de machista-leninista.

Por la revolución, nos vemos en las calles!
Un análisis distinto.
19 ago 2016

Kaixo “me aburro”:


Aunque dudo de que merezcan la pena estas horas de trabajo de redacción, porque estos textos largos son muy poco leídos en Internet, aunque sea como testimonio te incluyo más abajo un análisis distinto al tuyo, y primeramente una serie de consideraciones de la comunista feminista Mariola García Pedrajas sobre la ideología de El Patriarcado:


“no hay la más mínima prueba de que esto sea cierto, de que mujeres que disfrutan de privilegios de clase, ni siquiera las de “clase media”, en su interés por luchar contra el “patriarcado” dirijan la lucha, ni la hayan dirigido nunca, hacía un cambio social profundo que cuestione la estructura de clases. Mientras que hay pruebas abundantes de lo contrario, de que han convertido su lucha en algo perfectamente compatible con la estructura de clases sociales”.(...)


“Lo cierto es que debemos ser cautas a la hora de adoptar y propagar términos que se ponen de moda, y preguntarnos si reflejan la realidad que queremos transformar mejor que aquellos que hemos venido utilizando como machismo o sexismo, generadores de discriminación, violencia y desigualdad. Básicamente lo que tenemos en la sociedad son sentimientos de supremacía masculina que en su forma más agresiva cuando se sienten cuestionados dan lugar a la violencia machista. Pero ya no hablamos mucho de eso, ahora la palabra clave que te hace estar en lo nuevo es “patriarcado”. ¿Estamos reflejando con ello mejor la realidad social? Yo diría que al contrario. Se trata de un término que al no reflejar ninguna realidad objetiva claramente evidente de la sociedad actual, se convierte en algo tan etéreo y vacío de contenido que cada una, y cada uno, lo mete literalmente donde bien le parece creando más confusión que otra cosa. Quienes lo usan no nos aclaran gran cosa de qué están hablando y a que realidad específica se refieren. Esa misma ambigüedad ya debería darnos que pensar. Como bromea una amiga, meten lo del patriarcado en todos lados y con tan poca aclaración que no ha conseguido identificar lo que es, pero que por el tono general entiende que debe ser algo muy chungo.


Asisto a la popularización del término patriarcado de igual manera que asistí a la de términos como ciudadanía y ciudadano, y como entonces soy plenamente consciente de que el proceso se está dando.”(...)


“Algunos de los argumentos que se esgrimen continuamente por parte de los adeptos a la teoría del patriarcado dentro del movimiento de clase para justificar que en la cuestión feminista incluso éste (el movimiento de clase) ponga todo el énfasis en la solidaridad de género y no en la centralidad de la clase trabajadora, en mi opinión no resisten el más mínimo análisis.”(...)


“al dejar que el análisis se lo hagan desde perspectivas propias de la ideología dominante, no es consciente de que incluso los elementos que afectan a todas las mujeres, afectan a las de clase trabajadora de forma muy distinta a como afectan a las de otras clases sociales. Acabará pues adhiriéndose a la visión de cómo afectan estas cuestiones a quienes hacen el análisis, que con altísima frecuencia en lo que refiere a la clase andan más cerca del privilegio que de la explotación y/o forman parte de un entramado de producción de ideas financiado por el propio sistema.” (...)


A VUELTAS CON LA CUESTIÓN DE MUJER Y CLASE. Mariola García Pedrajas. 

https://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2016/03/a-vueltas-con-la-cuestion-de-mujer-y.html

Por tu parte, me aburro", tu pareces afirmar todo lo contrario. A saber, que cambiando las estructuras de género se transforman las estructuras de clase.


Acumulación de Capital e imperatividad anti heterosexual


Afirmas que:


“El capitalismo, de hecho, no puede sobrevivir sin una división del tiempo, los espacios y las tareas por el sexo, ni sin imponer roles y categorías a les individues basándose en sus genitales, educándonos para ver el género como algo biológico y no como un esencialismo patriarcal artificial.”


Te contesto; si mañana a la vez todos los heterosexuales del mundo se hicieran lesbianas, gays, transgénero y bisexuales, ello no cambiaría ni en una micra las estructuras de clase, ni la propiedad privada ni la explotación, la depauperación ni el paro estructural. De hecho, en la actual coyuntura de la acumulación de capital, en nuestro entorno capitalista avanzado pero no solamente aquí, con tal evento se reduciría la reproducción biológica y social del proletariado, con ello los costos que acarrea a la burguesía y los problemas que le crea la sobrepoblación relativa sobrante a escala global. También aumentaría la oferta de fuerza de trabajo enormemente, ampliándose el dumping salarial global, pudiéndose lograr quizás, o al menos ayudar a lograr, una nueva fase de reproducción ampliada del capital. Y esta estaría basada también en una potente eclosión de nuevos ramos de la producción capitalista, como la industrialización biogenética de la materia humana, sin trabas, y en la ampliación e intensificación de la comercialización de la reproductividad humana; especialmente de la femenina.


De hecho, hasta se puede encontrar esta correlación político-industrial no casual; a mayor desarrollo de la industria biomédica y biogenética mayor desarrollo de la ideología anti heteropatriarcal y de su exportación. Por esto también, considero atrevido abordar este tema acríticamente sin tomarlo en consideración en su globalidad.


En efecto, al contrario de lo que afirmas, es precisamente en los países imperialistas centrales, donde mas avanzada está la explotación, donde se están introduciendo en la instrucción pública, de niños y jóvenes, - incluso apoyada legislativamente por el PP, veáse el caso Cifuentes en la Comunidad de Madrid -, las teorías generistas. Pero, si hubiéramos de creerte, ello se hace no para formar una nueva fuerza de trabajo explotable más adaptada a los nuevos requerimientos de la acumulación, más barata y más polifuncional en cuanto a las relaciones sexo-género y reproductivas necesarias durante este estadio de la reproducción de la sociedad burguesa, - a la que le sobran los costos de la reproducción no solvente del proletariado femenino y masculino en posición de sobrepoblación relativa (ahora entre un quinto y un tercio de la población total, pero con tendencia a ser la mitad y más) - sino que, - como sería consecuencia lógica de tu contrafáctica afirmación ideológica “anti heteropatriarcal” -, resulta que los cuadros del capital estarían introduciendo las teorías generistas en la instrucción y su legislación pública “para que el capitalismo no pueda sobrevivir”. Es insostenible.


Muy por el contrario, son las mismas estructuras de clase burguesa las que están fomentando el generismo en la instrucción – que no educación - pública universalizada para el proletariado, con la legitimación ahora, además, de la apelación al combate contra el “esencialismo patriarcal artificial”. Si te gustó la escuela te encantará el trabajo… tanto si son patriarcales como si son antiheteropatriarcales, dos diferentes maneras de castrar mentes y genitales, según y cuando le convenga al capital.


Sexo-normatividad capitalista y sexo-normatividad revolucionaria.


Hablas de “esencialismo patriarcal artificial”. La esencia es la unidad de lo múltiple, en una totalidad concreta. ¿Cuál es aquí la unidad de lo múltiple? La reproducción biológica heterosexual. Y esta no es artificial, pero esta socialmente mediada: Es el modo de producción es el que determina el modo de reproducción, no lo contrario. Esto significa que el interés del capital por reprimir ahora la heterosexualidad en el proletariado, surge como determinación de las necesidades de desarrollo del aparato productivo capitalista. No por necesidades de la población, homosexual o no. Los cambios que está auspiciando el capital en la sexo-normatividad proletaria no se basan más que en apriencia en las reivindicaciones de derechos LGTB, se basan esencial y realmente en las necesidades prácticas de la acumulación de capital. Otra cosa es que no queramos verlo, o que pretendamos legitimarlo apelando a las luchas por los derechos LGTB de la población homosexual en concreto y de la población en general. Pero más difícil es legitimar la represión de la maternidad del proletariado femenino – que es una forma grave de misoginia estructural que al parecer las generistas no quieren denunciar -, apelando al feminismo. Por la utilidad práctica que tiene para ellos y no por otra cosa se les hace necesario dar una vuelta de tuerca de laboratorio ideológico de manual, ahora anti heteropatriarcal.


La sexo-normatividad humana está dividida en Primaria y Secundaria. La Primaria es aquella que es imprescindible a la reproducción biológica de la sociedad, heterosexual en los últimos seis millones de años. La Secundaria es la necesaria para la reproducción social, es decir, de la forma social, esta sexo-normatividad secundaria es, dependiendo del grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, relativamente autónoma de la sexo-normatividad primaria. Sobre esta base estructural y sus mezclas político-productivas adhoc, la sexo-normatividad se divide en Mayoritaria y Minoritaria. La mayoritaria es heterosexual y la minoritaria es homosexual, lo cual, puede, efectivamente, cambiar. Pero en la sociedad de clases hay, además, otro nivel de división de la sexo-normatividad, una Sexo-normatividad Dominante y una sSxo-normatividad Dominada. Esto es, en el capitalismo en realidad hay dos sexo-normatividades, una proletaria y otra burguesa.


La sexo-normatividad capitalista es eugenésica, malthusiana, darwinista social y democrática. Digo que es democrática en el sentido de que la minoría se subordina a la mayoría, y a cambio la mayoría respeta a la minoría. Este carácter democrático en el caso de la minoría sin empleo ante la mayoría con empleo es mortal para la minoría, en cambio en el campo de la sexo-normatividad no lo es, apareciendo la dimensión democrática como mitigadora de los aspectos negativos eugenésicos, malthusianos y darwinistas sociales de la sexo-normatividad capitalista.


Sobre estas mediaciones, no podemos perder de vista las condiciones concretas de la base material real de la sexo-normatividad capitalista, cuando el capital está subsumiendo realmente la reproducción biológica del proletariado, y poniendo en producción de valor su sexualidad, expropiando, cosificando y mercantilizando,- que son condiciones ineludibles de la reproducción económica y social del capital - resulta que la negativización de la heterosexualidad no es neutra ni inocente y puede ser el complemento de fuerza ideológica alienadora que necesita la burguesía para operar a manos libres en el proletariado, apoyándose en un reformismo social aparentemente radical.


Esta critica no quita ni mucho menos que una sexo-normatividad revolucionaria sea necesaria en el proletariado, esta debe ser No Totalitaria, y por tanto favorable a la expansión de los derechos LGTB; Solidaria, y por tanto Descosificadora y No mercantilizadora y no alienadora, contraria así a la sexualidad forzosa, sea por sorda coerción mediante poder de compra o por poder masculino totalitario expropiador de sexualidad femenina. Entonces la sexo-normatividad proletaria es necesariamente también una sexo-normatividad antagónica al machismo. Pero igualmente, en una sexo-normatividad revolucionaria no hay ninguna imperatividad apriorística de rechazo a la heterosexualidad.


Este elemento político responde a otras agendas que, en la medida en que se orienta a la Subsunción Real de la reproducción biológica proletaria – a reducir para aumentar la plusvalía - y de la sexualidad secundaria del proletariado al capital, - a reestructurar para aumentar la plusvalía - es un operativo capitalista de incremento de la explotación, de cambio de orden sexo-reproductivo capitalista y por tanto de cambio de modelo sexo-normativo dominante sobre el proletariado, femenino, masculino o LGTB .


En estas condiciones materiales, con todo el respeto, “me aburro”, no soy yo pues quien tiene que dejar de hacer la crítica a la crítica sexo-normativa anti hetero-patriarcal, en tanto viene con un inquietante elemento de imperatividad anti heterosexual, sino quienes incluyen ese elemento son quienes tienen que dejar desacertar y pasar afinar su crítica a la sexo-normatividad capitalista tomando en cuenta los intereses de todo el proletariado (Femenino, masculino o LGTB).


……………….

Termino. Por lo menos reconoces que también hay malos tratos por parte de las mujeres a sus parejas masculinas, aunque como “no son estructurales” y tu ni los has padecido ni los vas a padecer, pues al parecer se pueden soslayar. Solo ocurre que este tipo de desempatias es precisamente lo que denuncian Conchi y Barbara en su texto con relación a los malos tratos de activistas a sus parejas femeninas: que los malos tratos, a causa del heteropatriarcado, la actitud de los hombres y de las redes activistas… son soslayados. Perdón, “me aburro”, pero estas haciendo lo mismo que denuncias.


Sobre los motivos de Helene Rytman para soportar durante décadas una relación en la que era maltratada por su marido, para dudar de ellos y cuestionarlos primero habría que conocerlos, pero resulta que su autobiografía no se publicó “por evidentes motivos de calidad literaria”, dicen que dijo su editor, y está en un cajón. Debe ser una casualidad que tampoco estén publicadas las 170 cartas que ella envió a su marido, esta vez por “cuestión de derechos de autor”, estando también en un cajón. Eso si, los textos con la versión de Althuser si han sido publicados. Mi opinión es que los textos de la antifascista Helene son políticamente disruptivos, por eso no se publican.


En cuanto al superhumillante episodio de la playa, es cierto, estaba equivocado, ocurrió al final de su relación, no, como yo pensaba producto de una mala lectura anterior, durante la relación. Tal humillación decidió a Helene a abandonarlo, al parecer, ocurriendo a continuación el asesinato. Por lo que hay que reconocer que hubo machismo en ese asesinato, en el sentido de sentimiento de propiedad y de supremacía de un hombre sobre una mujer. Pero mi duda y cuestionamiento no es sobre el carácter de victima de Helene, como tu afirmas, sino sobre el por qué ella no le abandono antes, y, más allá de la psicología de las personas maltratadas, que puedo entender, veo motivos políticos profundos, de clase, en ello.



Quede todo ello pues para el debate y la crítica, si es que se considera de interés.


Agur



_____________

+Info:


"El triunfo de los pornógrafos." Especialmente el coment “La farsa generista en la denuncia al porno”.

http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/506067/index.php

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Re: Buen militante, mejor maltratador
20 ago 2016
No sé qué hace un tío instrumentalizando críticas de mujeres feministas (en mi opinión bastante despistadas) para intentar hacer una crítica claramente sesgada, interesada y falsa, basada en que la lucha contra el Patriarcado y la homofobia por sí solas no acabarán con el sistema capitalista ni con su estructura clasista. ¿Quién ha dicho que fuese a ser así? Pero explícame cómo organizaría el Capitalismo los horarios y tiempos de nuestras vidas si no dispusiese de un montón de mujeres que hiciesen gratis un trabajo de cuidados, atención y demás, y que cargasen con toda la carga emocional, si no tuviese mujeres cuidando la casa, los nenes, cuidando del maridito, y además, siendo esclavas explotadas por partida doble como mujeres y como asalariadas. En fin, te hace falta mucha interseccionalidad, mucho curro de género, y soltar tanto lastre obrerista decimonónico.

Deja de victimizar a los "pobrecitos" hombres maltratados, que parece mentira que sueltes burradas como que "soslayo" el maltrato mujer-hombre porque "ni los padezco ni los voy a padecer". Primero, eso no lo sabes, ¿das por hecho que por ser una mujer no puedo tener una relación con otra tía que me maltrate? Porque no sabes una mierda de mí, no me conoces ni sabes las relaciones que puedo haber tenido, hablas en vano. ¿O es que piensas que hay un maltrato mujer hombre sistemático y diferente al maltrato que se podría dar mujer-mujer? En fin, más palabrería machista y más male tears, me aburres, como ya te dije.

¿Sabes? El pensamiento ese de que el feminismo por sí mismo no va a derrocar la estructura de clases y que por tanto es una lucha incapaz o incluso absurda, y tu reiterado empeño en igualar absurdamente y sin el menor análisis (basándote SÓLO en hipótesis y conjeturas, en "¿pero y si pasara que una mujer...?") te acercan mucho a cierta basura reaccionaria, hipócrita y de valores conservadores que pululó por los ámbitos libertarios de Barcelona hasta que alguien por fin decidió acabar con su mito: Hablo de Félix Rodrigo Mora, seguro que te suena. Hablas como él.

Lo que me faltaba era lo de "imperatividad antiheterosexual". Pfff pobrecitos hombres hetero, qué oprimidos estáis eh...

En fin, lee a Federici, y a otras feministas. Empieza por lo básico, que te veo perdido.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
21 ago 2016
Ya he leído a Federici. Para ella las mujeres represaliadas en el siglo XVI lo eran por ser mujeres, en cambio los hombres lo eran por ser campesinos. No estoy de acuerdo con ello, tampoco con la idea de la existencia de una contradicción de sexo-géneros principal, que determinaría la contradicción de clase, ni con la afirmación de que “los hombres son una clase”, ni con la idea de que eliminando la heterosexualidad o transformando los roles de género se disuelve el capitalismo. Creo que son serios desaciertos.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
22 ago 2016
El orden del día en una asamblea libertaria, en un ateneo, en un anarco-sindicato, debe ser, por orden de esa sucursal del NWO llamada ideología de género, no las tácticas y estrategias para derribar todas las formas de dominación, coacción, chantaje y coerción, exclusión y asesinato del capital y del clasismo que le es consustancial, NO. Debe priorizarse la entonación del "mea culpa" de todo varón hetero por el mero hecho de ser varón y hetero y ponerse a buscar MICRO, MESO Y MACRO-MACHISMOS debajo de las baldosas. Todo lo demás es secundario, puede esperar. Lo prioritario es atomizar aún más las relaciones, dinamitar las fuerzas y sinergías de la horizontalidad para satisfacer el onanismo de los capirotes - timoneles del NWO y de sus megafonistas misándricas. Lo podéis pintar literariamente como queráis, podéis citar a Federici, a Simone de Bovoir o a Nina Simone,.... todo se reduce a la frase de una no feminista si no anarquista (y, POR TANTO, ANTI - SEXISTA) como Frederica Montseny: "feminismo?, Nunca! HUMANISMO, siempre!!"

Hasta las gónadas de INTERCLASISMO burgués nazi-onanista y de interclasismo burgués "feminista", ambos al servicio de la atomización de todas las luchas.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
22 ago 2016
Las feministas que me encuentro en mi cotidianedad militante luchan para que toda mujer haga con su cuerpo lo que le plazca, tener hijos o no tenerlos. Mantener relaciones sexuales hetero o homosexuales. Ah, ¿que hay feministas burguesas que buscan invisibilizar la lucha de clases? ¿Que lucha escapa de eso? Menudo hallazgo. Haced un "paper", rápido. Estais a las puertas del "postdoc".

Me parece que algunos y algunas teneis el cerebro reblandecido por la literatura académica, y eso os lleva a montaros demasiadas películas, complicando hasta el absurdo lo sencillo y tropezando en las cosas más banales.

Morralla intelecutaloide aparte, aquí se sigue hablando de una de las más sobadas discusiones de la lucha revolucionaria: las luchas sectoriales y la prioridad de unas sobre las otras. Y esta es una cuestión que en la militancia real de las calles está más que superada: no existen prioridades. Las luchas deben darse todas a la vez o no hay revolución posible.

No sufrimos al Estado de la misma manera. Nuestras particularidades y el modo en el que este nos encajona hacen que sintamos más unas formas de opresión que otras. No tenemos energía para todo así que la dedicamos a las luchas que más nos motivan, confiando en nuestras compañeras, y delegando en ellas el resto de luchas a las que no llegamos.

Siempre vamos a diferir en como las demás enfocan las luchas, en como las clasifican y las nombran. Podemos perder miserablemente el tiempo intentando convencer a los demás de que nuestra forma de ver y nombrar al mundo mola más (y a eso se dedican bajo sueldo los académicos) o podemos dedicar nuestro tiempo a la lucha y la revolución del modo en que creemos.

Las feministas charlatanas charlotean, no por feministas sinó por charlatanas, y en ello reciben la atención de las demás charlatanas.

Las feministas revolucionarias actuan, no por feministas sinó por revolucionarias. Y el resto de revolucionarias las apoyamos en ello.

Nos vemos en las calles, no olvideis cerrar bien la puerta de vuestro despacho cuando salgais.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
22 ago 2016
En el texto se propone la fantasía de la existencia de el “buen activista”, lo que da por supuesto también, la del “mal activista”. A esta fantasía se refiere como imaginario, cuando no lo es.

Como podemos comprobar, el texto está lleno de múltiples referencias de autores y autoras, por lo que denota cierto “activismo” más intelectual o académico que de calle.

Es curiosa una de las referencia que da cuando habla de la representación que dan los medios de comunicación «joven hombre blanco con capucha negra con propensión a la violencia». Digo curiosa, pero también extremadamente acrítica porque al tratarse de un/una “encapuchadx”, nadie puede saber ni su edad, ni su condición racial y en ocasiones tampoco si se trata de un hombre o una mujer, a no ser que la única prenda que utilice, sea la capucha.

Hasta la fecha no he leído en ningún medio que a esx encapuchadx le destaquen las características de “la fuerza, la intrepidez, la decisión, la osadía y, sobre todo, como dice Silvia (Italia) * , la capacidad de esconder todas sus posibles contradicciones”. Lo que sí que destacan habitualmente es su “inexplicable violencia” y la “grave amenaza social”.

El escrito continua diciendo que: “encontramos el tipo intelectual, que se muestra como alguien con una buen bagaje de conocimientos teóricos (o por lo menos con facilidad para aparentarlos), una fuerte capacidad de convicción, dotes organizativas y de mando, y tendencia al liderazgo…” Frente a esta descripción, podríamos plantearnos si en nuestros ámbitos o entornos, hemos conocido algún compañero o compañera que responda a ese perfil. Personalmente no he conocido a nadie que se le acerque mínimamente, pero lo que sí que podemos constatar es que hace referencia a espacios en los que se establecen unas estructuras jerárquicas muy diferentes y alejadas a las que nos podemos encontrar en los colectivos no autoritarios. Eso debería de alertarnos desde qué lugar se nos está hablando, y a qué “buenos militantes” hace referencia.

En este punto el texto nos habla de la existencia de diferentes “masculinidades”, sin tan siquiera adentrarse críticamente en las teorías de género, y entre esas masculinidades hace varias clasificaciones utilizando la lógica estructura sistémica de clases sociales bajas y aristocráticas. Y cuendo digo esto, no pretendo cuestionar la existencia de roles, pero una cuestión es hacer clasificaciones de “masculinades” y otra muy distinta confundir las diferentes manifestaciones de los roles de esa “masculinidad”, con la existencia de masculinidades diversas.

Sobre el resto de planteamientos que explica el texto, estoy de acuerdo en que las agresiones contra las mujeres pueden ser muy diversas, y que las físicas y las desvalorizadoras se reproducen en nuestros entornos supuestamente antiautoritarios.

Es muy probable que haya “grupos de activistas” que frente a una denuncia, contra uno de sus miembros, de un acto de violencia contra una mujer, “cierren filas” y utilicen “como estrategia de defensa, una cohesión interna…”, que ponga en duda cualquier abuso. Pero eso es tan cierto como que también hay colectivos que han tenido la coherencia de una respuesta hacia la identificación, el reconocimiento y la reparación.

De nuevo el texto propone una “tendencia” de los “grupos de activistas”, e ignora otra, simplemente para reafirmar el sentido de su teoría. A continuación vemos con que “tipología” de activistas confirman sus afirmaciones, Louis P. Althusser, un filósofo que fue uno de los referentes académicos del Partido Comunista Francés y al que podríamos situar sin duda, en alguna de las corrientes marxistas, es decir, autoritarias.

Y sí, Althusser, ejerció violencia contra Hélene y la asesinó, pero en el texto no se hace referencia a las conocidas circunstancias de enajenación de Althusser que, si bien nunca disculpan la gravedad del homicidio, sí que lo contextualiza en los más de 30 años en los que sufrió importantes crisis psiquiátricas por las que fue ingresado unas 20 veces.

El texto también hace referencia a activistas que justifican su condición de maltratador desde “su posición de superhéroes”, acusando a aquellas mujeres que le denuncian, de “connivencia con el sistema”. Todavía no hace tanto que en el CSO Barrilonia sucedió algo parecido, y podemos reflexionar la diferente actitud de las mujeres que denunciaron al abusador, y la de las que le apoyaron. También requiere una profunda reflexión el papel y el posicionamiento de los diferentes colectivos, y cómo actualmente aún hay algunos, los menos, que no quieren organizarse con el colectivo al que actualmente pertenece el abusador.

Otro ejemplo de una situación de similares características, es la que se produjo en Áurea Social cuando se invitó a Félix Rodrigo Mora a participar en un acto, sobre el proceso soberanista, en sus locales, y cuán distintas han sido las respuestas de las personas y colectivos que hacen uso de ese espacio, y de quienes denunciaron esta situación. Aún hoy en día se mantiene el silencio con la esperanza de que el tiempo empañe la memoria y se olvide lo sucedido. Y lo que es peor, sin que ese suceso haya servido de reflexión, no sólo para quienes forman parte y utilizan Áurea Social, sino también para quienes formamos parte de los movimientos sociales, utilicemos o no ese espacio.

La introducción de las circunstancias de violencia homicida de Althusser queda completamente fuera de lugar cuando se habla de violencia dentro de los movimientos sociales y los espacios que habitan. Son contextos y circunstancias bien distintas que, si algo tienen en común, es que se producen dentro de unas sociedades que no están ajenas a las influencias patriarcales y capitalistas de clase.

Comparto la obviedad de las precauciones “cuando conocemos a las personas implicadas…, antes de formarnos una idea precisa sobre los hechos”, pero es cierto que en no pocas ocasiones esas “precauciones” acaban cuestionando más a la denuncia de la mujer agredida, que a las excusas del agresor. También es cierto que, como parte de esa misma estrategia de incredulidad, hay ocasiones en las que se propone la confrontación dialéctica de agresor y agredida/s. En mi opinión ese hecho no es tanto un acto de insensibilidad como un refuerzo para reafirmarse en la incredulidad, pues si la compañera o compañeras se niegan, esa negativa suele utilizarse para desacreditarlas.

No comparto que esa “doble moral” de la que se habla, sea un acto de “protección del <<nosotros>>”, pues la compañera también pertenece a ese “nosotros”.

Ser militante comprometidx, genera grandes contradicciones. Por tanto, uno de los “mitos” que hay que derribar es ese. Desconocer las contradicciones ajenas no es signo de inexistencia, sino de desconocimiento.

El texto visibiliza una compleja y retorcida realidad que casi siempre ignoramos, y no me refiero a la dificultad para denunciar una relación abusiva, sino la aún mayor dificultad para romper con esa relación dañina. Por lo general se suele responsabilizar a la mujer de continuar en esa relación, invisibilizando así al abusador.

La incomprensión de que los conflictos que se producen entre dos personas de un colectivo, sean hombres, mujeres o lo que sean, son siempre algo colectivo y político, no sólo es una cuestión de “género”, pues en la mayoría de circunstancia subyace una lucha de poder en la que, por orden patriarcal, la mujer se encuentra en dicha estructura en una posición en la que es objeto de mayor opresión por múltiples factores.

Ciertamente el maltrato no ha sido todavía objeto explícito de debate político profundo dentro de la mayoría de colectivos de los movimientos sociales y han sido principalmente los colectivos feministas quienes han asumido esa tarea, en parte porque ellas así lo han decidido, pero también porque los colectivos no feministas no han considerado todavía su real importancia, y porque en el espacio de lxs activistas hay muchos hombres que niegan o no reconocen la existencia de esas situaciones.

Pero esa ausencia de debate también tiene su razón en actitudes de algunas feministas y colectivos feministas, en no querer escuchar más argumentos que los que reafirmen sus discursos. En ese sentido el feminismo ha sido muy endogámico y se ha alimentado de sus propias necesidades construyendo un espacio a su medida y en el sentido de construir sus propios espacios de poder, en los que no se puedan cuestionar sus discursos, y reproduciendo actitudes que pretendía combatir. Así, de la misma manera que cuando una mujer denuncia abuso por parte de un “buen militante” y se responde con absurdas acusaciones y excusas; cuestionar los discursos feministas te convierte automáticamente en un “cis-hombre”, otro invento académico, en un machista, en un heteropatriarcal, o en el mejor de los casos en una persona con “un problema de género”. Nadie se plantea que pueda tener argumentos o que sea una persona más que está equivocada porque no ha sabido reconocer las sutiles estrategias del machismo.

Al igual que sucediera con los derechos de las personas presas, que se convirtieron en beneficios a disfrutar según el comportamiento, gran parte de los derechos conquistados en la lucha de clases, la izquierda autoritaria los convirtió en “privilegios” y de ahí los surgen varios discursos al servicio del poder. Así, tener “papeles legales” es un “privilegio”. Tener piel blanca, es un “privilegio”. No estar sometidx a condiciones de esclavitud, es un “privilegio”. Haber nacido en determinadas partes del planeta, es un “privilegio”. Y mientras nos sentimos “tan privilegiadas”, no reparamos en los verdaderos privilegiados, eso que sí deciden sobre nuestra vida o nuestra muerte de manera total y colectiva. Asesinar a tu compañera no es un ejercicio de privilegios, sino de violencia homicida de esa perversa percepción estructural de las opresiones.

¿Alguien se ha preguntado qué es realmente un privilegio? ¿Es un privilegio luchar por unas condiciones dignas de vida?

En el ejemplo de la mujer que se confunde al elegir la pizza, se ve claramente el desprecio y la desvalorización por parte de su compañero. Esa humillación no es consecuencia de un “privilegio”, sino de una estructura sistémica de opresión. En la circunstancia de que alguien cuestiona alguna parte del discurso feminista, algunas reacciones de ciertas feministas no han sido menos humillantes. Y me estoy refiriendo a lo que se supone que son espacios afines en los que el prejuicio debiera quedar al margen. En no pocas ocasiones la crítica a la falta de compromiso de alguna compañera feminista, ha sido interpretada por parte de sus compañeras como “un problema de género” cuando esa crítica la hacía un hombre.

Las autoras del texto se preguntan: “¿cómo se pueden juzgar las actuaciones de las personas por pedir ayuda externa, si no somos capaces de asumir colectivamente la responsabilidad en la solución de la problemática?” En mi opinión, lo que cabría preguntarse lo reduciría a: “cómo se pueden juzgar las actuaciones de las personas…?, pues no hay acciones en las que nos tengamos que convertir en juezas, podremos analizarlas, discutirlas, disentir de ellas…, pero juzgarlas es justo lo que debiéramos rechazar.

Comparto sin ningún tipo de matices que el maltrato, o cualquier otro conflicto en el espacio colectivo, deba de ser considerado políticamente y debamos posicionarnos. En cada uno de los ejemplos que he mencionado, el posicionamiento no ha existido o se ha producido sin profundizar, más como un gesto que como una firme convicción.

En mi experiencia personal he pasado por circunstancias como las que aquí he relatado, pero eso no me da más razón. También he conocido situaciones de abuso sobre las que me he intentado posicionar políticamente, viendo como personas del entorno tomaban distancia frente a mi por ello, e incluso se justificaban con falsedades, excusas o acusaciones absurdas. En varias ocasiones llamé la atención, en uno de los colectivos que estuve, por la actitud de una persona con respecto a mi, y propuse asumirlo colectivamente, siendo cuestionada y diciendo que era algo personal, cuando esas situaciones se repetían en el espacio colectiva, pues con dicha persona no mantenía otro contacto que no fuera el del colectivo. En ninguna de esas circunstancias ha habido una reparación. En una se hizo el intento, pero el abusador, como buen manipulador, hasta abusó de la confianza de quienes se habían implicado en ello, engañándoles sobre sus verdaderas intenciones.

En definitiva, más allá de las diferencias en las maneras de interpretar o concebir las estrategias, me alegro de que aparezca un texto que reclame un posicionamiento y acción colectiva frente a la violencia contra las mujeres, en vez de ignorarla o esperar que el tiempo la entierre en el olvido.

Sí, es necesaria nuestra determinación frente a tanta opresión, sea contra las mujeres y sea contra quien sea, pues las mujeres, o las feministas, no son inmunes a las múltiples manifestaciones del poder.

Como punto final, quisiera que no pasara por alto que cada vez que aparece un texto de este tipo, más allá de las ideas que proponemos, hay quienes no están dispuestxs a escuchar y sólo pretender “hablar de su libro”. Es decir, no consienten que alguien se exprese de manera diferente a su pensar y hacen todo lo posible por convencer.

Debiéramos hablar, no para convencer, sino para compartir y construir desde ahí, tanto en lo individual como en lo colectivo. La discusión sobre las dudas en las prioridades de si primero la lucha de clases o la de géneros, es una pérdida de tiempo y un falso dilema con el que no enfrentan. La lucha es integral, y hay que tener en cuenta todas las sensibilidades críticas y rebeldes, prescindiendo de las reaccionarias.

PD.
Por descontado hay que leer a Federici, pues ella habla de muchas cosas más que, quienes la ponen como referente, casi siempre olvidan. Pero más allá de las amnesias interesadas, Federici hace importantes aportaciones, pero también hay vida más allá de Federici.

PD2.
“Motoserra”, me dejas muy claro que lo que menos te interesa, es escuchar. “Federici” Montseny, "tremenda" anarquista. A mi me interesan mucho más Emma Goldman, Lucy Parsons, etc…, ninguna de ellas fue ministra.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
22 ago 2016
BRAVO disitenta, gracias por escribir aquí.Me has dado nuevos argumentos e ideas. Gracias de nuevo :)

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Re: Buen militante, mejor maltratador
22 ago 2016
"Disidenta" escribió:

«“Motoserra”, me dejas muy claro que lo que menos te interesa, es escuchar. “Federici” Montseny, "tremenda" anarquista. A mi me interesan mucho más Emma Goldman, Lucy Parsons, etc…, ninguna de ellas fue ministra.»

Haces extrapolaciones como muy gratuitas. No sabes si mi postura es resultado de llevar décadas (sí, DÉCADAS, concretamente desde los 70's!!) aguantando el coñazo de feministas PANFLETARIAS en el seno de entidades excursionistas, ecologistas, ateneos,... gente con una mala folla que no se la salta un gitano, que meten cizaña allá donde van (tres entidades ecologistas se fueron al garete por la irrupción de otras tantas sargentas histéricas e hijaputas, una me montó un pollo y llegó a agredirme porque yo era el moderador y le dije que lo que había dicho al tomar la palabra ya lo había dicho otra persona en una intervención anterior, me llamó machista de mierda y que subvaloraba lo que decía "por ser mujer", ???!!!),... en 50 puestos de trabajo distintos, en los que he estado currando desde la adolescencia hasta la actualidad, aguantando LO MISMO, ni te cuento cuando están en mayoría, agresiones físicas el pan de cada día,... compañeros SUICIDADOS, compañeros con varias intentonas fallidas de suicidio a resultas de la puta LOVG en virtud de la cual "el núcleo y la carga de la prueba residen en la declaración de la víctima"!!! 8ni siquiera "presunta" víctima"!!!), en casos flagrantes de denuncia en falso para arramblar con todo,... amigos amargados, desquiciados que no saben qué cojones es lo que quiere su pareja, quieren blanco, negro y gris e incoloro simultáneamente... el maltrato psicológico que yo he vivido en mi familia por parte de mujeres a hombres y en mi círculo amistosos, me hace reafirmare, lo siento, mi vivencia propia en primera persona es la que para mí cuenta, que es más honesto que los estudios y extrapolaciones de las pseudociencias sociales que odian "el caso particular" y hacen inferencias confundiendo correlaciones con relaciones causa-efecto y construyen estad´sitias por encargo de los ingenieros sociales. Por eso me reitero, CONTRA TODO TIPO DE MALTRATO Y DE DISCRIMINACIÓN, LUCHA ANTI-SEXISTA o esque los negros norteamericanos y sus compañeros de lucha blancos bautizaron a su lucha como "negrsimo" en vez de ANTI-RACISMO?

Por lo demás, si el hecho de que en medio de una GUERRA CIVIL García Oliver y Frederica Montseny fuesen ministros o, mucho antes Salvoechea fuese alcalde de Cádiz, te hace subvalorarlos, dice mucho en tu favor y de tu "concepto" de anarquismo.
Re: Buen militante, mejor maltratador
23 ago 2016
Kaixo Disidenta:

Dices que:

-Al igual que sucediera con los derechos de las personas presas, que se convirtieron en beneficios a disfrutar según el comportamiento, gran parte de los derechos conquistados en la lucha de clases, la izquierda autoritaria los convirtió en “privilegios” y de ahí los surgen varios discursos al servicio del poder. Así, tener “papeles legales” es un “privilegio”. Tener piel blanca, es un “privilegio”. No estar sometidx a condiciones de esclavitud, es un “privilegio”. Haber nacido en determinadas partes del planeta, es un “privilegio”. Y mientras nos sentimos “tan privilegiadas”, no reparamos en los verdaderos privilegiados, eso que sí deciden sobre nuestra vida o nuestra muerte de manera total y colectiva. Asesinar a tu compañera no es un ejercicio de privilegios, sino de violencia homicida de esa perversa percepción estructural de las opresiones.


Primero decirte que en este debate la única mención a los privilegios se encuentra en el texto de Mariola Garcia Pedraja, cuando desde la consciencia proletaria femenina, critica los privilegios DE CLASE en las mujeres feministas en estos términos: “al dejar que el análisis se lo hagan desde perspectivas propias de la ideología dominante, no es consciente de que incluso los elementos que afectan a todas las mujeres, afectan a las de clase trabajadora de forma muy distinta a como afectan a las de otras clases sociales. Acabará pues adhiriéndose a la visión de cómo afectan estas cuestiones a quienes hacen el análisis, que con altísima frecuencia en lo que refiere a la clase andan más cerca del privilegio que de la explotación y/o forman parte de un entramado de producción de ideas financiado por el propio sistema.” (…)


Se refiere bien Mariola bien al privilegio de clase. Desde la subjetividad proletaria un privilegio es un derecho que no está universalizado. Esté o no conquistado en la lucha de clases, si la voluntad no es no hacer nada para que se universalice entonces no es un mero derecho adquirido, es un privilegio. No podemos ocultar, por ejemplo, que el 90% de los empleos se reparten en redes familiares y clientelares de enchufe, por ejemplo. Se daba el dato hace unos días de que en EH solo el 15% de los jóvenes de 16 a 44 años (!) puede salir de la casa de sus padres, unos 280.000, pero hay así como 70.000 vacias. De otro lado, ¿sabes que está llegando a ser un grado el ser mileurista? Es que lo normal es cada vez más cobrar 600 o 700 euros los meses en que se trabaja. ¿Qué decir entonces de la intelectualidad pagada por el capital con 3.000 euros a catorce pagas años y años seguidos con becas para allí, becas para allá y subvenciones de este o aquel lado? Lo mínimo que se puede decir es que están privilegiados, porque es verdad.


Aquí la pregunta clave es si se está dispuesto a luchar por la universalización de los derechos o solo se está dispuesto a luchar por la conservación -¿reaccionaria?- de los derechos conquistados “en la lucha de clases”. Mi posición es que si se está dispuesto a luchar por la universalización de los derechos entonces se está usufructuando un derecho adquirido, y todos deberíamos defender ese derecho aunque no lo disfrutemos, pero si no se está dispuesto más que a usufructuar ese derecho conquistado en la lucha de clases pero no a universalizarlo, entonces es un privilegio a derribar como cualquier otro privilegio. Y esto no divide ni enfrenta, aclara lineas de lucha, aclara con quien se puede caminar y con quien no.

Más adelante completas:

“- La discusión sobre las dudas en las prioridades de si primero la lucha de clases o la de géneros, es una pérdida de tiempo y un falso dilema con el que nos enfrentan. La lucha es integral, y hay que tener en cuenta todas las sensibilidades críticas y rebeldes, prescindiendo de las reaccionarias”.


Mariola por su parte habla del eje centralidad-no centralidad, no del eje prioridad-no prioridad, y yo en el análisis teórico parto de la cuestión sobre cuál es lo determinante, la contradicción de clases o la oposición de géneros, ante afirmaciones falaces de que la oposición de género es lucha de clases. Por tanto, en este enfrentamiento hay contradicciones reales, no sobre la prioridad sino sobre la centralidad verdadera y sobre la eficacia de las luchas. Por ejemplo, la posición que sostiene que la superación de la sociedad salarial no es un objetivo revolucionario central sino que este ha de ser la superación de la heterosexualidad, no manifiesta un enfrentamiento de diversión, a dejar de lado por que “nos enfrentan”, manifiesta una contradicción real que involucra consecuencias muy graves no aclararlo correctamente.


Mira estos textos:

El ser y la mercancía. Prostitución, maternidad de sustitución y disociación de sí (Extracto)

https://www.boltxe.eus/la-mercancia-prostitucion-maternidad-sustitucion-disociacion-extracto/

El verdadero precio de alquilar el vientre por US$3.000


http://www.bbc.com/mundo/noticias-37085231

Para los funcionarios, técnicos, incluso aristócratas obreros, peueños burgueses y burgueses en general, el derecho de alquilar un vientre, disociando a una mujer, es un derecho mercantil adquirido en la lucha de clases, para el proletariado (y aquí si, el patriarcado, pues en la India funge el patriarcado) es un privilegio opresor que disocia de si mismas a las mujeres proletarias, es verdadero imperialismo demográfico de una clase sobre otra. Por tanto, las cosas no son tan fáciles. El paso del eje centralidad de la clase al eje centralidad oposición sexo-género no es inocente y corre a favor de la mercantilización, cosificación, explotación y alienación del proletariado sino se incluye esa oposición en el eje centralidad de clase.


Por último, entiendo perfectamente a Motosierra, aunque mi experiencia es distinta, yo lo que he visto han sido levas de mujeres jóvenes con aspiraciones de ser “clase media” que entraban al movimiento en busca de un empleo administrativo, muchas de ellas - no todas, es cierto - cuando lo lograban se apoltronaban en un discurso de oposición sexo-genero y dejaban de lado, cuando no perseguían, la defensa de la lucha por la superación de la sociedad salarial, capitalista, burguesa. Pero claro, burócratas como Silvia Federici, que lleva cuarenta años trabajando profesionalmente de reformista, disociando al proletariado masculino del femenino al atribuir a este las miserias familiares “heteropatriarcales” en lugar de a la relación capital-trabajo obrero, no estarán de acuerdo:


El salario general familiar (el salario marxista a secas) ha sufrido variaciones; ahora la vieja guardia proletaria, los padres cincuentones, y no el clásico varón adulto, mantienen a flote a la familia trabajadora (muchas veces ampliado ese concepto económico ya a hermanos, etc.. que van quedándose sin trabajo ni prestación de ningún tipo a avanzada edad, con lo cual los ahorros de todas las familias obreras van bajando y a no mucho tardar la cosa va a estar muy chunga). Estos viejos obligados a trabajar como cabrones sin rechistar son el último punto de apoyo a borde del precipicio para muchísimas familias, en la medida en que conservan el trabajo (de por sí la mayor de las veces ya no rentable para el capitalista) generalmente subsidiado vía estímulos a las empresas a través de deuda estatal (que está empezando a agotar sus posibilidades de financiación), cuando no directamente en puestos de funcionarios mantenidos por el mismo dinero ficticio del estado.


Para mantenerse a flote, la familia necesita aun así de los aportes del trabajo precarizado de las madres cincuentonas, adecuadamente absorbidas por el trabajo capitalista después de la generación del rock and roll y su feminismo de crítica al asunto del ‘trabajo no remunerado’. Dicho feminismo reformista, promovido durante la fase neoliberal por todo tipo de ONG’s de dudosa financiación, teorizado por profesoras universitarias progres yankies y europeas bien pagadas, y coordinado desde 1975 por la ONU y su instituto de promoción para la mujer (INSTRAW) junto con un sinfín de políticas de intervención estatal, ha conseguido por fin que las familias obreras tengan menor poder adquisitivo que cuando sólo trabajaba el hombre adulto (una de las razones por las que la tasa de ganancia se ha conseguido mantener en la fase toyotista, ahora en quiebra, es que por el mismo salario, ahora trabajan dos personas, en vez de una); es decir, un poder adquisitivo familiar menor ahora con dos salarios familiares (que generalmente sigue controlando el hombre). Ese feminismo reformista (cuya expresión científica es la ‘economía feminista’ clásica) ha conseguido que las mujeres (desde hace ya un par de décadas) tengan que hacer un doble trabajo (en casa y fuera de ella), y además, como guinda del pastel, ha conseguido desestructurar gran parte de las familias obreras de los centros imperialistas, dejando desamparadas económica y socialmente a multitud de personas, sin haber conseguido, por lo que a los datos refiere, disminuir en absoluto la violencia machista en ninguna de sus formas, ni tampoco el monopolio del hombre sobre la economía familiar. Luego el problema de género no era interno al salario, sino a la relación del salario con la ganancia capitalista (lucha de clases). Es decir, que la explotación de género forma parte de la explotación de clase, pero esto se sigue ocultando alegremente.

Lo que Marijaia esconde: ¿acaso tenemos algo que celebrar? https://borrokagaraia.wordpress.com/2016/08/19/lo-que-marijaia-esconde-acaso-tenemos-algo-que-celebrar/#comment-21501

Bueno, esto es todo. Y gracias por tu aportación, con la que estoy de acuerdo en muchos otros aspectos.


Agur


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Re: Buen militante, mejor maltratador
23 ago 2016
disidenta, estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dices (la mayoría), pero no en todo:

Claro que no sabemos quien se esconde tras una capucha, pero lo cierto es que ante el desconocimiento, asumimos la normalidad del hombre blanco joven. El texto precisamente critica eso.

El texto no habla de los medios de comunicación cuando describe los valores asociados al encapuchado, se refiere a "muchos ámbitos del activismo", y sin duda me parece muy acertado para los movimientos libertarios.

En los movimientos libertarios de Barcelona se da el curioso fenómeno de que la formación política está poco valorada, y se mistifica la experiencia práctica como fuente de todo saber importante (cosa totalmente equivocada, a mi parecer). Eso hace que el segundo estereotipo sea poco frecuente en esta ciudad (pero mucho más en otras del estado español), pero aún así a mi se me ocurren algunos casos, y alguno que encaja como un guante en el estereotipo descrito en el texto.

Dices que también es cierto que hay colectivos que han afrontado debidamente las agresiones que se han vivido en su seno, pero tú misma pareces dar muchos ejemplos de como esto está aún lejos de ser la norma. Me parece bueno que visibilices la excepción, pero como dice el dicho: la excepción confirma la norma. No olvidemos pues, lo minoritarias que son aún las reacciones constructivas, por no decir que tal vez ha habido cierto retroceso...

Ah, y si nos salimos de Barcelona el panorama es terrible. A veces no valoramos el trabajo que algunas (y no estoy usando el femenino neutro) han hecho en esta ciudad para que las cosas esten como estan.

Permíteme que te diga que también se me ocurren, dentro de los movimientos libertarios barceloneses, casos de gente con problemas mentales que a su vez tuvieron relación con agresiones por motivos de género. De hecho creo que es un perfil bastante recurrente en toda la sociedad.

Comparto tus críticas a ciertas derivas endogámicas del movimientos feminista. Las comparto en la medida en la que puedo identificarlas, pues soy hombre y no puedo juzgar debidamente una lucha de la que no soy partícipe de manera directa. Pero lo cierto es que si me siento con cierta potestad para opinar es porque no creo que esos problemas que identificas sean específicos del feminismo, sinó más bien parte de las dinámicas tóxicas que envenenan los movimientos libertarios como un todo. Es decir, que lo que intuyo en el feminismo lo intuyo con claridad porque lo he visto mil veces en otras luchas: endogamia, gueto, ganas de construir un espacio aislado de seguridad. Eso no le quita peso a la crítica, pero ayuda a entender porque sucede lo que sucede.

Estoy muy en desacuerdo con la cuestión de los privilegios; he tenido esta disusión muchas veces: Un privilegio es algo que unos tienen y una mayoría no puede tener. Punto. Lo demás es buscarle tres pies al gato, normalmente con el claro propósito de negar los privilegios propios, deporte muy practicado por los militantes libertarios barceloneses (e imagino que de todas partes).

No hay que confundir los privilegios con el poder. Lo que define la división de clases no es que una tenga privilegios y la otra no, sinó que una se dedica a instrumentalizar el poder de la otra en su favor.

Los privilegios no son cosas que uno tiene y ejerce hasta que decide soltarlos (como muchas veces de dice: "soltar los privilegios"). Los privilegios son algo social, que no tenemos sinó que se nos reconoce en función de como se nos etiqueta socialmente. Por ser etiquetado como hombre, blanco, hetero, ciudadano europeo, etc se me reconocen privilegios, me guste o no, y yo podré hacer muchas cosas para intentar no aprovecharme de ellos (y eso es lo que se me debe exigir), pero soltarlos no los puedo soltar. Para acabar con mis privilegios no queda otra que acabar con la sociedad que me los reconoce.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
23 ago 2016
Para (.):

Que conste que, como puede (o no!) deducirse de mi anterior comentario, no caigo en la trampa de la generalización, es más, comparto al 100% el "vademécum" básico del "feminismo", desde la época de las sufragistas hasta inicios de los 70's, antes de que no sólo el feminismo de base y el institucional pasaran a ser difíciles de distib¡nguir si no que se convirtiesen en una única y sola cosa. Mi experiencia personal y la de un elevado porcentaje de mi círculo familiar y amistoso, no me impide tener amplitud de miras y reconocer las problemáticas. Otra cosa es mi discrepancia en cuanto a que se tenga que hacer bandera de "tu condición de género" para abolir las imposiciones y roles de género; a menudo se suele aducir que es lo mismo que con el constructo "de clase" y eso es algo que me revienta: todos tenemos claro que es una abstracción, una herramienta intelectual de análisis y punto. Y nadie está orgulloso de ser "clase obrera" y se lucha para abolir las clases con la finalidad de, una vez abolidas, no tener necesidad de reclamarse de clase alguna.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
25 ago 2016
“motoserra”, en mi opinión no extrapolo nada. Todas tenemos un pasado del que venimos, pero a mi lo que me ha llamado la atención, es construir desde el presente; y con tu anterior comentario, mi sensación es que no vamos a poder construir nada conjuntamente, pues arrastras demasiados prejuicios que, por lo menos, a mi no me pertenecen. O bien te despojas de ellos para que nos podamos volver a escuchar, o lo dejamos.

No voy a justificarme con mi “currícula”, porque además de “tramposo”, lo importante es como rompemos con este presente y empezamos a caminar colectivamente. Ya hemos mostrado que cuando nos lo proponemos sabemos resistir y luchar, lo que no hemos conseguido es encontrar la manera de construcción social colectiva.

El pasado es muy importante, pero no necesariamente para repetirlo y es importante reconocer dónde quienes nos precedieron, erraron. No darse cuenta de esos errores, puede convertirnos en más “ciegxs” si cabe.

Desde espacios de afinidad anarquista, se ha reconocido la participación de cenetistas en el gobierno de la república como “un error histórico”, opinión que te anticipo que comparto. Pero el error mayor, no fue tomar esa decisión en un momento en el que las responsabilidades hubiesen confundido a cualquiera. No los “subvaloro”, reconozco ese error histórico, y en cuando a Federica, ese calificativo de “tremenda” anarquista, no es más que cierta ironía porque ella, para sobrevivir en ese mundo de hombres, tuvo que exhibir su autoritarismo más allá de lo necesario colectivamente. Y te podré dos ejemplos. Uno el silencio sobre la muerte de Durruti, incluso en los años 70-80 cuando ya no tenía el sentido que se dijo que tenía. Otro, el rechazo “histórico” e “histérico” dentro de CNT, hacia una organización de mujeres libres o de jóvenxs libertarixs.

“Los negros norteamericanos”, se reconocen a sí mismxs como afroamericanxs, y a su lucha no la llamaron “negrismo”, no. La llamaron movimiento de liberación negra o “black power” y de ahí también salieron otros movimientos como el movimiento de liberación india o “red power”. Tal vez recordarlo sirva de algo porque a la lucha feminista también se le llamó movimiento de liberación de la mujer.

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Re: Buen militante, mejor maltratador
25 ago 2016
“.”
Mi comentario acerca de los “privilegios”, es en referencia a un discurso que los feminismos han asumido casi en su totalidad sin ningún sentido crítico y que se ha vuelto hegemónico en ellos. No me refería a lo que expresa Mariola, sino a que dicho discurso parte precisamente de una parte del feminismo burgués y autoritario, que lo impone desde su estatus de clase en servicio del propio sistema patriarcal y capitalista.

Dicho esto, supongo que al decir “patriarcal”, queda claro que no comparto la opinión ni los argumentos de Mariola, aunque sí que reconozco que me siento cercana a ella cuando habla sobre términos dudosos y ambiguos, y que sólo sirven para dividirnos y confundirnos.

No entiendo los temores de Mariola por llamar patriarcado a la estructura de opresión/dominación sobre la que se asienta el capitalismo y cómo es que se refiere a él calificándolo de "abstracción". El patriarcado es tan concreto como la figura del patriarca, y como apuntaban en otro comentario al principio, es una estructura de organización social bastante anterior al capitalismo. De hecho, hay idiomas en los que el término "patriarcado" hace referencia explícita a un desequilibrio social de poder entre hombres y mujeres, favoreciendo a los primeros, y una de sus muchas consecuencias es la "división sexual del trabajo".

En el estado español, las hijas y los hijos deben de aceptar como primer apellido el del padre y como segundo apellido el de la madre, que es el que se pierde. Quiero decir que si Mariola no lo entiende, lo tiene delante. La pregunta que me hago es cómo es que no subvertimos ese orden, y que no se interprete que lo que propongo es la “discriminación positiva” de ponernos primero el apellido de la madre.

En mi opinión, en este ejemplo vemos como esta “herencia” patriarcal que servía para identificar familias, clanes, hoy también sirve al sistema de dominación a través del control y su asociación a un número, un tipo de sangre, un adn, un iris, una huella dactilar, etc… ¿Tiene esto algo que ver con la lucha de clases? ¡Por supuesto!, o por lo menos así lo siento.

En la cuestión de "centralidad", "determinantes" o "prioridades", desconociendo las profundidades de cada cuestión, sospecho que nos referimos a lo mismo, pero también me parece que las palabras para nombrar las cosas, son importantes. Y en ese sentido, me puede parecer más ajustada tu manera de nombrarlo: "determinante". La cuestión es que cuando me refiero a "prioridades", asumo que eso ya es un dilema falso, y por tanto, también lo sería lo de la centralidad o no, o lo determinante, pues no concibo la lucha de clases o cualquier lucha, separada de todo lo demás, y es ahí, en mi opinión, donde reside esa “eficacia de esas luchas”.

Recomendaría echar la mirada a las sociedades de la llamada etapa paleolítica, para entender la importancia que el patriarcado tiene en el actual sistema, descubriendo los procesos en los que las mujeres fueron desplazadas de sus funciones fundamentales en las comunidades (sociales, públicas, culturales, productivas…), y cómo la fuerza de los hombres, y la violencia que se ejercía con ella, fue determinante. Aún así, las mujeres parece que no perdieron todos los espacios de intervención dentro de las comunidades, y es justo con la aparición de las primeras manifestaciones del capitalismo en la llamada etapa del renacimiento que, por lo general, se nos relega definitivamente a funciones productivas domésticas, completamente invisibilizadas y desvalorizadas, para que los hombres pudieran ser incorporados al nuevo sistema productivo que se iniciaba y que dieron lugar a los posteriores procesos de industrialización. Y son estos cambios los que propician las nuevas formas de acumulación para lxs de abajo, y no al revés.

Como podrás imaginar, no viví aquellos tiempo pero sí que, por tener una extensa familia nacida y viviendo muchos años de sus vidas en aldeas de montaña, me puedo hacer una remota idea, así como también el haber conocido a personas en sus comunidades indígenas y hacer vida con ellas, y no desde el “privilegio”, sino por motivaciones políticas. Y es desde ese aprendizaje de las mujeres indígenas por lo que no me considero feminista, pues veo a los feminismos muy centrados en su pensamiento etnocéntrico, sin hacer el esfuerzo necesario para entender otras realidades que trascienden el hecho de ser hombre o mujer, pero eso sí, reconociendo otras verdades como que, en cualquier parte, las mujeres siempre tenemos que demostrar con mayor esfuerzo, que somos como todxs, con nuestras identidades, y no un “hombre incompleto”. Esta es una de las ideas sobre la que se crea la cultura occidental en sus comienzos. Véase Platón, Aristóteles…

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Re: Buen militante, mejor maltratador
25 ago 2016
“Revolucionario”, ¿cuando dices “asumimos…”, ¿a quién te refieres? ¿A lxs militantes de los movimientos sociales, a los medios de comunicación, a la opinión pública/publicada…?

Eso que llaman “imaginario”, para ser imaginario, debería de ser una proyección que tuviésemos una gran mayoría interiorizado. Personalmente cuando veo encapuchadxs, no pienso para nada en eso. Desde un tiempo a esta parte, la mayoría de encapuchadxs que vemos en fotos, suelen ser de imágenes tomadas en Chile, México, Brasil, Egipto… El mito de ese “imaginario” se desmorona porque no es más que otra fantasía del narrador o narradora que, según quien la asuma, tiene diistintos significados. A mi me parece que tanto Bárbara como Conchi no son tan ingenuas como para creerse esa descripción, y si la asumen, es precisamente porque se adapta a lo que pretenden introducir de su discurso y a un contexto concreto.

En mi opinión, es hacerle un favor a este sistema entrar en el juego del “buen” o “mal” militante. De este último no hablan…, ¿por qué será?, ¿tal vez no pueda ser maltratador?. Evidentemente no es por eso, es porque quieren referirse a ciertas experiencias que lamentablemente son tan ciertas como actuales. Y no me refiero a la de Althauser o a la del catedrático abusador, sino a compañeros, e incluso algunas compañeras que, abusando de un poder asumido, otorgado o cedido, entran en tristes dinámicas de su ejercicio más ruín y miserable, pues ese ejercicio de poder no cambia nada, más bien lo consolida.

Como ya sabes, hay quienes reivindican el poder porque nos dicen que siempre va a existir, pero cuando dicen eso, lo que encubren por activa o por pasiva, es que es muy distinto “el poder de…” a “el poder contra…”. Es decir, el poder crear no tiene nada que ver con el ejercicio de poder hacia lxs demás, pues este último no permite el otro. Uno nos capacita, mientras que el otro pretende la dominación.

El texto no habla de medios de comunicación pero si los nombra y los utiliza en comparación, no dejando muy claro qué es lo que dicen los medios y qué es lo que se siente en los movimientos sociales. Pero en lo fundamental eso es bastante indiferente, pues es una obviedad de la que no se hacen eco, intentar explicar que los diversos y diferentes grupos, colectivos u organizaciones de los movimientos sociales, no tienen un único “imaginario” porque sus objetivos son muy diferentes.

CC.OO. y UGT, citados por ser ejemplos muy evidentes, también son parte de los movimientos sociales. EUiA, la CUP, las JERC, lxs encausadxs del Parlament, etc…, también lo son, pero no tienen nada de parecido los unos y las otras, y mucho menos tienen un “imaginario” común. Es por ello que digo lo que digo.

Y si no tienen un imaginario común, pero aún así insistimos en la existencia de ese “imaginario”, sospecho que eso es alguna fantasía necesaria para justificar nuestro discurso y el lugar desde el cual se hace. Y estoy convencidísima que ni a Bárbara ni a Conchi, les tengo que explicar qué es una fantasía.

Detrás de la capucha lo que intuyo, es mucha rabia, mucha emoción y también mucho miedo. Sólo hay que ponerse una, experimentarlo y no asumir acríticamente lo que dicen los medios de comunicación.

Puedo estar de acuerdo que en el movimiento libertario, por lo menos, para algunxs ponerse una capucha es “mistificarse”, pero desde fuera lo que consigo ver debajo o tras la capucha, es desesperación y rabia. Pero nada de eso nos habla acerca de cómo se proyecta o relaciona la persona que está debajo de ella. Para saber sobre eso, la persona o personas deben de mostrarse, “quitarse la capucha”, y lo pongo entre comillas porque no sólo me refiero al sentido literal.

También puedo estar en parte de acuerdo contigo de que en el movimiento libertario de Barcelona se valora la experiencia práctica sobre la formación política, y digo en parte porque la mayoría de esas personas no tienen esa experiencia vital práctica y quieren nutrirse de ella, y sin embargo, sí que están formadas, sino políticamente, sí académicamente.

En mi opinión teoría y práctica no pueden ir disociadas, y sólo las encontramos separadas en gran parte de los años de academia. De ahí que haya tanto interés en participar dentro de las instituciones, eso por lo menos da experiencia curricular para quienes quieran dedicarse a lo que han estudiado. En la gran mayoría de estas situaciones, la cuestión política propia y crítica se van quedando al margen, y la que prevalece es la de las instituciones, de ahí que de manera bastante inconsciente, los compañeros o compañeras que están en la academia, se decidan por hacer estudios de formas de organización o comportamientos del entorno de los movimientos sociales, en vez de hacerlos sobre los sistemas de control, poder y dominación de las instituciones e ingenuamente sienten que están aportando algo al sentido de la lucha, sin reparar que ponen “al descubierto” nuestros modos y formas. Esos “estudios” son el debate colectivo político e interno que nunca realizamos y siempre posponemos en nuestros espacios y grupos, porque no creamos el lugar y el momento. Sin embargo, somos capaces de hacerlos por el “mérito” particular, individual.

No digo que haya colectivos que han “afrontado debidamente las agresiones”. A lo que me refería es que hay colectivos que lo han intentado, porque si recuerdas también decía que no conocía ninguna situación en la que se hubiese producido reparación, y que casi siempre se deja pasar el tiempo, asumiendo todas las incomodidades que esas situaciones generan, con la “esperanza” de que se olvide antes o después. Decía que en uno de esos intentos de afrontar la situación y sus consecuencias, el abusador volvió de nuevo a abusar de la confianza de todas las personas que se volcaron en la reparación, engañándolas hasta que decidió marcharse a otro colectivo.

También he dicho que más grave que el intento fracasado o la incapacidad para afrontar estas cuestiones, me parece la respuesta del entorno silencioso que evita comprometerse, o cuando se convierte en un nuevo espacio de rechazo o acusación contra la persona que denuncia el abuso. Por tanto, no conozco excepción, solo norma…, pero eso no significa que no la pueda haber, simplemente la desconozco, ya que por mucho que un colectivo quiera, si el entorno le es hostil, no va a ser fácil o posible esa necesaria reparación. Y es por ello que son cuestiones políticas y colectivas.

Sospecho que esa “no valoración del trabajo de algunas”, viene motivada también por las formas, pues es tan importante el contenido como la forma de dicho contenido. En algunos grupos feministas en los que he participado, he notado, sino rechazo, sí evitación a participar activamente en espacios mixtos. Sí, me he preguntado el por qué, pero no siempre es por desvalorización, falta de confianza, inseguridad…, argumentos muy ciertos que se han reconocido, no pocas veces, como motivos para que las mujeres no interviniéramos en los espacios comunes mixtos. En ocasiones no son esas las cuestiones que motivan la no participación… En ocasiones, es una cuestión de poder en el sentido amplio del término.

Por otra parte, no comparto la constante “comparación” entre lo que hacen los hombres y lo que hacemos las mujeres. No me importa tanto lo que hagan ellos, especialmente cuando tengo muy claro lo que quiero hacer yo o lo que queremos hacer nosotras.

He visto como compañeras juzgaban públicamente a compañeros, para luego darse cuenta que que estaban equivocadas, pero no lo hacían público, sino que mantenían la compostura como si nada hubiera pasado. Son cuestiones como estas las que me alejan de eso feminismos que reproducen el agravio, los roles que nos oprimen y también los del opresor.

Sí, es muy probable que sean “recurrentes” circunstancias de agresiones a mujeres por parte de personas con algún diagnóstico en salud mental. Pero en esos casos es mucho más complejo determinar si esa violencia es de “género” u obedece a “algún mecanismo psíquico de defensivo”, lo que no quiere decir que le estén atacando, aunque sí que puede ser esa la percepción y sin disculpar la violencia. De todas maneras, las violencias de personas con diagnósticos de este tipo, son porcentualmente menores a las violencias de las personas que se creen o creemos “cuerdas”. Como ejemplo te puede servir cualquier jefe de estado o mandatario occidental.

Sobre los privilegios te insistiría en que respondieras si intentar vivir dignamente es un privilegio. Creo que “.” ha aportado cuestiones que clarifican esta parte de los privilegios.

Pienso que por nacer hombre no eres un privilegiado, Por nacer blanco tampoco…, debes de hacer uso de esos “privilegios” para serlo, o puedes también rechazarlos y replantearte otra manera de entender las relaciones fuera de esa estructura de dominación. Como yo lo puedo entender, los privilegios existen, pero los tienen “unos cuantos”. El resto, lo que antaño reconocíamos como pueblo, estamos sometidxs a una estructura jerárquica de poder y opresiones, cuanto más arriba estemos de esa estructura, mayor será nuestra capacidad de opresión contra quienes están debajo, pero no hacia quienes están situados encima nuestro, que son los que la ejercen sobre nosotrxs. ¿Qué privilegio es ese que no te libra de la opresión? Todxs, lxs de abajo, estamos dentro de esa estructura y somos a la vez opresorxs y objeto de opresión dentro de una lógica jerarquizada.

Flora Tristán, con otros términos, explicaba algo así. A Flora también intentó asesinarla su marido, y ese personaje no tenía ningún diagnóstico de enajenación de algún tipo. “Hay alguien todavía más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero”, decía esta mujer en la primera mitad del 1800. Pero también denunciaba lo siguiente: “Existe un contraste repugnante en Inglaterra entre la esclavitud de la mujer y la superioridad intelectual de las mujeres escritoras”. Algo muy osado en aquellos tiempos, pero también por su condición de mujer y escritora. ES decir, ella no miraba hacia otra parte cuando algo le “repugnaba”.
Sindicato Sindicat