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Anàlisi :: pobles i cultures vs poder i estats
Islamofascismo
01 feb 2016
Parole e lotta
Es una tradición consolidada dentro del progresismo continental la de producir y colgar etiquetas estigmatizadoras, muy útiles cuando de substituir el debate político por un combate de lucha libre amañado se trata. En mis tiempos tenía mucha tirada la de pequeño burgués, que colocaba automáticamente quien la recibía en el limbo de los no-proletarios, condenados a vagar por la eternidad entre dos clases por su evidente falta de aptitud revolucionaria.

Hoy arrasa la de islamófobo. Que se reparte con la misma soltura y por parte del mismo tipo de gente. Para que te cuelguen el sanbenito de islamófobo no hace falta, ni mucho menos, ser militantes de extrema derecha o propietario de pisos patera: basta a veces con algo tan sencillo como declararse ateo, o animalista, o indignado por el asesinato en nombre de Allah de tanta pobre gente. O incluso utilizar expresiones como islamo-fascismo.

De hecho esto último no debería resultar objectable por los paladines de la igualdad racial, ya que en la definición de islamofobia la primera característica es la de considerar una parte como el todo. Y el concepto de islamo-fascismo pretende justamente distinguir, identificar y separar del resto del mundo musulmán una excrecencia cancerosa.

En cambio ocurre que islamófobos y antiislamófobos acaban atribuyendo (unos atacando y acusando, otros defendiendo y negando) al conjunto del mundo musulmán las características propias de un pequeño sector: fanatismo, imposición brutal de su doctrina, machismo exasperado, desprecio de quienes no profesen su fe.

Los más sensatos argumentan que no es etimológicamente correcto aplicar un término que describe un movimiento concreto, de unos países concretos, que se dio en un concreto momento histórico, a una realidad cultural, social y políticamente tan diversa como la del mundo islámico.

Otros consideran insultante el hecho de acercar la palabra islam a algo tan negativo.

Los hay que también niegan simple y llanamente la pertenencia al islam de los sectores más sanguinarios, actitud que se declina también en la rotunda negativa a considerar que los musulmanes de Europa consideren los asesinatos indiscriminados en dos o tres continentes cometidos en nombre de su profeta y su dios como algo que les incumba.

A mi entender todas estas posturas carecen de base lógica.

Según la primera, por ejemplo, ya no podría utilizarse el término mafia, que en origen solo hacía referencia a una concretísima organización asentada en Sicilia.

Si hiciéramos caso de la segunda tampoco podríamos utilizar la definición de nacional-catolicismo para referirnos a la peculiar ideología franquista.

Y la tercera sólo denota un profundo cinismo, que pretende negar lo evidente, o sea la existencia, en el mundo islámico, de tendencias, sectas, interpretaciones profundamente reaccionarias. Algo admitido y reconocido universalmente cuando se trata de las otras dos grandes religiones “del libro”: la cristiana y la judía. Que albergan en su seno a integristas y sectarios, así como bastante buena gente y mucha gente normal. El Opus dei, los guerrilleros de Cristo rey, el Ku Klux Klan forman parte indiscutiblemente del mundo cristiano, así como la inquisición y Torquemada, al lado de San Francisco o de los curas obreros y la teología de la liberación.

Es un insulto a la inteligencia afirmar o insinuar que un sistema, que se encuentra además fragmentado en múltiples corrientes y centros de poder como el islámico, no tiene partes obscurantistas, corruptas y criminales.

Partes que no responden solo a nombres como el Daesh, banda que lleva dos años ocupando un territorio más grande de Israel y con una población mayor, Al Qaeda, Boko Haram, talibanes y no sé cuántos grupos de matones más, si no también a estados regidos según versiones feudales de la ley islámica: Arabia Saudí, Qatar, para citar solo unos. Y a corrientes como el wahabismo o el salafismo.

Todo este conjunto de sujetos y tendencias, que por supuesto – repito – siguen representando una minoría dentro del grande mundo musulmán, guardan con nuestras dictaduras muchos rasgos comunes que justifican el empleo del calificativo de fascista.

1. El culto al líder. Mussolini i Hitler, o el emperador divino Hiro Hito, con sus séquitos de jerarcas, constituían un puntal importante de la ideología fascista, gracias a la sumisión de toda la sociedad a una figura más-que-humana. Un Mahoma (con sus voceros i representantes) que debe ser considerado intocable hasta por la última revista satírica del hemisferio occidental no cumple, con mayor éxito si cabe, la misma función?

2. Imposición de obediencia ciega a los seguidores. “Credere, obbedire, combattere!” era una de las consignas que habían de formar el espíritu de todo fascista. Y no es justamente esto lo que tiene que hacer cualquier fiel de las corrientes integristas?

3. Fanatismo.

4. Culto de la violencia y amor por la guerra. Muchos filo-islamofascistas mantienen que en realidad términos árabes a los que nosotros atribuimos significados belicosos son metáforas que se refieren a esfuerzo y superación y etcétera. Lo mismo dicen los cristianos de las cruzadas y los judíos del tema del “pueblo elegido”… sin embargo ocurre que ha habido y hay un montón de gente que se toma estos conceptos al pie de la letra… Dato que, dicho sea de paso, debería hacer reflexionar sobre las calidades didácticas de los libros sagrados. “Guerra igiene dei popoli” no recuerda muy de cerca las aspiraciones a limpieza étnica y religiosa de tantos grupos islamistas? Y otra frase mussoliniana: “libro e moschetto fascista perfetto” no evoca las imágenes de barbudos con su Corán en una mano i kalashnikof o cuchillo en la otra? Y la tirada que tienen tantos de estos individuos a la auto-inmolación no remite a los kamikazes japoneses de la segunda guerra mundial?

5. Ritos masivos: ‘adunate’ que servían para adoctrinar las masas = rezos colectivos que sirven para adoctrinar las masas.

6. Identificación grupal mediante signos o la adopción de comportamientos comunes: la camisa negra, la salutación con el brazo estendido, una vestimenta concreta y exagerada, incluso en mezquitas salafistas se utiliza la salutación romana. Coincidencias…

7. Tradicionalismo cerrado.

8. Conversión en ideología de estado. La separación entre religión y organización política de la sociedad no es algo que acepten nuestros islamofascistas, que encuentran más de su agrado imponer su credo/ideología a todos los habitantes de un país. Como los fascismos, vaya.

9. Racismo. El fascismo, sin ser extremo en este campo como el nazismo, tenía muy claro que había en el mundo seres superiores e inferiores. Antes de que nadie salga con la cantilena de que el mundo islámico es un remanso de igualdad y de interetnicismo aconsejo un repaso a Wikipedia: (Afganistán: Pastún i Hazaris. Chad: árabes i negros. Sudan: Baggara i Fur) o preguntar como viven los no árabes en paises como Nigeria, Senegal o Libia… o como son tratados los trabajadores extranjeros en los países del Golfo, o los migrantes subsaharianos en los países del Magreb. Puede que el islam, como religión, no sea racista, pero lo mínimo que se puede decir es que no ha tenido mucho éxito en sembrar la tolerancia entre sus seguidores. Aquí mismo, en Europa, ya va siendo hora que se empiece a hablar de los cientos de ataques a judíos, con muertos y heridos de verdad, a sinagogas, a cementerios. Por no hablar de las ya numerosas matanzas perpetrades contra población civil.

10. Persecución de minorías (religiosas, étnicas, sexuales). Bueno, viendo lo que vemos actualmente, en este aspecto los que tendrían que quejarse por la comparación son los fascistas del Duce.

11. Represión de la disidencia interna. También en este campo el acercamiento hay que hacerlo más bien con el nazismo, por los niveles cualitativos y cuantitativos de crueldad que desplegó en la aniquilación de los miembros opositores de su mismo pueblo. O con la inquisición de Torquemada.

12. Imperialismo. Todo el mundo sabe que las potencias del eje aspiraban a ampliar sus dominios e imponer en el mundo una especie de nuevo orden, rollo pesadilla en Helm Street. No solo nadie puede negar que los islamofascistas, desde gobiernos de potencias económicas y militares mundiales, a los grupos de sicarios soltados por medio mundo, comparten la noble aspiración a convertir el atajo de infieles o semifieles o malos fieles que pueblan todavía el planeta a la verdadera fe (asegurando, de paso y como quien no quiere la cosa, a una casta de oligarcas o señores de la guerra el dominio sobre una amplia y estrategicamente situada región del mundo), si no que basan su pretensión en otra características de los fascismos:

13. El Revanchismo. Los que hayan leído cuatro libros de historia saben que Mussolini gustaba de aplicar mucha cháchara socialistoide a su peculiar visión de los derechos históricos de la Italia fascista… [La grande proletaria si è mossa… contro le potenze plutocratiche] que consistían básicamente en la reivindicada misión imperial de la Antigua Roma, arrebatada a sus legítimos herederos por unos nuevos ricos degenerados. Los islamofascistas, por su parte no se están de rememoran los tiempos del Ándalus, cuando los mahometanos campaban a sus anchas imponiendo tributos, quedándose con tierras y sometiendo infieles a tutiplén, como tampoco se están de trabajar para que aquellos tiempos vuelvan. Obviamente para ambos el haber sido desposeídos de aquel poder de eras míticas es fuente de rencor y de odio contra los desposseïdores, es decir aquellos que les han arrebatado su función dominadora y que incluso se han atrevido a dominarlos: las potencias plutocráticas para Mussolini e Hitler (o sea los países capitalistas occidentales más Russia), la potencias plutocráticas (o sea los países capitalistas occidentales más Russia) para los distintos cabecillas islamistas y sus secuaces. Tanto en el caso de la Italia fascista, como del islamo-fascismo hay que reconocer que argumentos sobre la maldad del enemigo capitalista no les faltan, lo curioso es que, para combatirlo, los primeros se dedicaran a bombardear Barcelona o aldeas de Eritrea y los segundos a degollar campesinos de otras religiones.

14. Otra característica del discurso fascista era su retórica anti burguesa. La clase capitalista era presentada, en oposición al pueblo fascista y sus líderes, como una suma de vicios y debilidades. Decadente y corruptora. Clavadito al hipócrita moralismo antioccidental de los Daesh, Qatar, Arabia Saudí & C. que no tienen nada que objetar al consumo desaforado, mejor si tecnológico, o contra la división en clases de la sociedad, pero si a la depravación de las costumbres (sexo, alcohol i rock’n rol).

15. Interclasismo. El fascismo surgió como substituto y adversario de los grandes partidos y movimientos de clase (socialismo, comunismo, anarquismo) que protagonizaban la vida política europea a principios del siglo XX. Fue un movimiento apoyado por los grandes terratenientes e industriales y que se alimentaba de la frustración de amplios sectores populares, sobre todo pequeña burguesía y lumpen. Imposible no ver el paralelismo con el surgimiento y extensión de esta tendencia absolutista irradiada desde potencias económicas como Arabia Saudí y hecha propia por amplios sectores sociales que encuentran en su mensaje la forma de canalizar sus iras, rencores o inclusos sus esperanzas de rescate social. La propaganda fascista y la islamista utilizan a fondo los sentimientos de repulsa, de reacción contra la corrupción de la política, las agresiones bélicas, la humillación de tratados internacionales abusivos, mezcladas con los sentimientos de inferioridad y rabia que abundan en las capas sociales más marginadas.

16. Demagogia populista. A los que comentan que las organizaciones islamofascistas desempeñan también un trabajo social, ofreciendo comida, sanidad, orden y servicios a poblaciones a menudo sumidas en la miseria hay que recordarles que políticas populistas dirigidas a reducir la pobreza de amplios sectores sociales y la intensidad del conflicto entre clases fue precisamente el secreto del triunfo vía urnas tanto de los fascistas italianos como de los nazis alemanes. La propaganda del Daesh es una simple aplicación de las enseñanzas de Goebbels.

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Mira també:
https://sitenvasnotornis.wordpress.com/2016/02/01/islamofascismo/

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Comentaris

Re: Islamofascismo
02 feb 2016
Molt bon article. Gràcies
Sindicato Sindicat