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Notícies :: amèrica llatina
El criminal presidente Santos culpa a Venezuela de su fracasada política social.
06 set 2015
Este siniestro caballero de fina estampa y modales exquisitos hace parte de esa oligarquía colombiana hipócrita y mentirosa que ha llevado al país al desbarrancadero.
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El presidente Santos durante su mandato como ministro de Defensa o de la Guerra -al que fue elevado por su mentor el tétrico presidente Uribe Vélez- dio las órdenes oportunas a sus subalternos para cometer los más execrables crímenes de lesa humanidad: masacres, desapariciones, torturas, falsos positivos, desplazamiento forzado de la población civil, robo de tierra a los campesinos, fosas comunes y un largo etcétera. Hoy como presidente de Colombia no ha cambiado un ápice su comportamiento aunque todo el mundo lo idolatra y lo venera.

El carnicero de Sucumbíos, el papá lindo de los
paramilitares a quienes les engrasaba sus motosierras se nos ha convertido de la noche a la mañana en el supremo defensor de los derechos humanos, en el adalid de la paz y del amor.
Este godo de delirios paranoicos ahora confiesa que es un humanista que aboga por la salvación de los pobres y afligidos.

Este siniestro caballero de fina estampa y modales exquisitos hace parte de esa oligarquía colombiana hipócrita y mentirosa que ha llevado al país al desbarrancadero.

Ahora con toda la insolencia el mantuano santanderista acólito del Washington y fiel vasallo del rey de España acusa a Venezuela de maltratar a los ciudadanos colombianos que han sido deportados por carecer de la documentación en regla. Esa ola de emigración al vecino país se produce desde hace tiempo como consecuencia de las políticas neoliberales y de seguridad democrática implementada por los diferentes gobiernos colombianos que han condenado a nuestro pueblo a la marginación y la indigencia.
Ante un futuro tan oscuro a los colombianos no les queda más remedio que emigrar a otros países en busca de nuevos horizontes. De la forma más cínica este santito de palo tiene la cara dura de acusar a la República Bolivariana de Venezuela de ser la culpable del desastre social que el mismo ha patrocinado.

Y es que en esa Colombia ultra moderna y ultra tecnológica del siglo XXI mueren niños de hambre y de desnutrición.

El éxodo del pueblo colombiano abarca prácticamente todo el planeta. (son unos 6 millones) Uno puede encontrarse desde profesionales, médicos, artistas, trabajadores, obreros, pero, también, delincuentes, traquetos, paramilitares, putas, contrabandistas, mafiosos o sicarios. En Venezuela residen, según las estadísticas, más de 4 millones de colombianos-muchos con doble nacionalidad-. Lo cierto es que buena parte se dedica a actividades ilícitas o fuera de la ley. Colombia aparte de café y esmeraldas también exporta miseria y pobreza, violencia, robo paramilitarismo, prostitución o bandas criminales. No es de extrañar que esto suceda con el ejemplo que les dan los patrones Álvaro Uribe o J. Manuel Santos.

Y uno se pregunta ¿si las cosas están tan mal en el vecino país qué hacen por allá esa millonada de pendejos?

Ahora el hipócrita de Santos habla de dignidad humana, de la paz basada en el respeto a los derechos humanos y hace un llamado a las Naciones Unidas a la OEA, a UNASUR, la Organización Internacional de las Migraciones, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y hasta el mismísimo Papa Francisco para que condenen la “oprobiosa actitud del gobierno venezolano en el asunto de los deportados en la frontera del Táchira” El muy conchudo reclama que se haga justicia por los atropellos que sufren sus conciudadanos ¡Que se haga justicia! exactamente eso es lo que exige el pueblo colombiano, que se haga justicia y se condene en los tribunales al paramilitarismo, a los militares nazi-fascistas, a los políticos corruptos, a los jueces prevaricadores, a los empresarios vende patrias o los satánicos banqueros.

La oligarquía en el poder se dedica sin mayores reparos a lavar el dinero negro y colocarlo en los paraísos fiscales. Eso es algo normal y hasta virtuoso. Sin remordimiento alguno disfrutan de la dolce vita en Miami, New York o Paris mientras el pueblo sufre una de las más espantosas crisis económica. Y luego se preguntan por qué hay lucha armada y resistencia popular.

Desde luego que este siniestro caballero de fina estampa y modales exquisitos es muy astuto y sabe disfrazarse según la comedia que le toque representar. Porque eso si es uno de los mejores actores ya que domina a la perfección las técnicas para engatusar a los ingenuos espectadores.

De repente y con todo el descaro el máximo representante del terrorismo de estado poner carita de santurrón y se hace la víctima. El que se rinde genuflexo ante al imperialismo americano, el que arruinó a los campesinos firmando el TLC, el que se pliega a los caprichos de las multinacionales, el que ha privatizado la salud, la educación y los servicios públicos dice que va a crear cientos de miles de puestos de trabajo para reivindicar a esas almas en pena.
Colombia es un país dominado por el militarismo y al armamentismo. Por eso ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en la industria de la muerte. Incluso el presidentico, el doctorcito ha suscrito un convenio con la OTAN para enviar tropas colombianas a pelear en guerras ajenas. El yugo oligárquico de la ultraderecha maneja todas las esferas del poder y jamás va soltar prenda si no se le presiona clavándole las espuelas a la bestia. Por eso la firma de la paz con la guerrilla va a dejar el camino expedito para eternizar la dictadura capitalista criolla.

Además Juan Manuel tiene que escribir en letras de oro su nombre en los libros de historia como el salvador de Colombia, el premio Nobel de la Paz y amado padre de la patria.

El insigne hijo de la decadente aristocracia cachaca se va a Cúcuta a hacerse la foto junto a los deportados. Sobre todo, con los ancianos, los niños o las mujeres; los acaricia, los besa, los bendice ¡Queremos un milagrito señor Presidente! El viene a prometerles el advenimiento del reino de Dios en la tierra: casa, carro, escuela, televisores, teléfonos celulares, computadores. Porque la patria está obligada a velar por el bienestar de sus hijos pródigos. Y lo peor de todo es que la gente le cree. Cómo no le va a creer a un ser tan divino, de pulcros modales, bien presentado y perfumadito y que pronuncia unas palabras tan bonitas. Es que ni el Sagrado Corazón de Jesús le hace sombra.

Los medios de comunicación colombianos han pintado a Venezuela como el enemigo a batir. El resultado de tan burda manipulación ha surtido efecto. Los venezolanos son los culpables porque ellos nos han declarado la guerra cerrando la frontera. Botaron a toditos y se jodió el comercio. Hay que odiar a Venezuela y mandar al diablo a esa revolución Bolivariana que es la culpable de todos los males. Si un día Santander conspiró contra Bolívar hoy la historia se repite.

Carlos de Urabá 2015

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