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Los mitos y las experiencias (I)
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per A |
10 jun 2015
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Empiezo mi colaboración en este espacio con una serie de artículos que surgen más como una necesidad personal de poner en orden vivencias y reflexiones, que como respuesta a la coyuntura político-social actual. Y aunque sean reflexiones personales, viscerales, incluso lleguen a incomodar a algunas, espero que sirvan para una reflexión más compartida, conjunta y colectiva.
Aclarar también, que uso el femenino en algunas formas no como género si no como forma resumida de personas. |
Hace unos meses, en un interesante debate en un local de Madrid, surgió una línea de discusión que quiero recuperar aquí. Y básicamente se centraba en diferenciar entre mitos y experiencias. Me pareció una conversación ya vivida y con posicionamientos muy diferentes, pero significativos. Desde quien se aferra, de forma consciente, o no, al mito y quien quiere profundizar en la experiencia.
¿A qué nos podemos referir con “mito” y con “experiencia”? En este caso pretendo hacer un breve repaso por algunos mitos que he ido recogiendo dentro del anarquismo. No de forma sistemática ni ordenada, más bien visceral y vivencial. Basada en conversaciones, textos, debates, etc. Y diferenciarlo de la experiencia, elemento valioso para la acumulación de voces y pensares que expliquen las victorias y derrotas, y que éstas sirvan para avanzar en la transformación social.
No pretendo desarrollar cada mito en esta introducción, tendrás que leerla más como una lista que me hago para en posteriores artículos intentar, en la medida de mis pocas y limitadas posibilidades, ir desgranando cada uno de esos recuerdos y vivencias, que me han llevado a formular esta lista. Y, advertencia: aunque algunas sentencias suenen a caricaturescas, las he vivido o escuchado en entornos anarquistas, y aquí sólo están sintetizadas y resumidas.
Intento de compendio de mitos:
- la infalibilidad del anarquismo: si fracasó algo fue porque “los otros” hicieron…
Ésta puede ser la típica reflexión que se desprenda de algunos de los más cansinos debates sobre el 36, Revolución Rusa o Kronstad; por citar algunos episodios ampliamente recordados por el imaginario anarquista. En que se construye un malo maloso que nos llenó el camino de zancadillas, y pudo tumbarnos a pesar de lo buenos que fuimos y lo bien que íbamos para conseguir la victoria. Vamos, una discusión a la altura de las que se suelen escuchar sobre un partido de fútbol con un arbitraje, digamos, dudoso.
Pues bien, el uso de este mito, como recurso, es típico de discusiones sin ningún objetivo constructivo, pero que además lo único que construyen es una caricatura. Desfigurando toda posibilidad e intento de aprendizaje o la posibilidad de debate, impidiendo estrujar la experiencia hasta el punto de ver la humanidad y los errores en su contexto. Siendo todo esto un posible reflejo, como dice un compañero, de una carencia, de no querer enfrentarse a ciertas contradicciones, y utilizar el mito como refugio cómodo, casi podríamos decir infantil.
Cualquiera que se haya molestado en leer actas y textos que se salen de los ampliamente difundidos, o incluso de los difundidos pero poco leídos escritos en el momento histórico se puede dar cuenta de los matices, contradicciones y cuestiones importantes que intentaban desgranar ya en ese momento histórico. Que parezca casi imposible en ciertos momentos hacer lo propio a 80 años vista nos debería hacer reflexionar. Estoy pensando en algunos textos de Peiró o de los Amigos de Durruti, para poner ejemplos concretos. Textos muy críticos con cuestiones que normalmente se obvian: la cuestión de la toma del poder, y las que usan la revolución como un paraguas para sus desmanes. Textos que hay que leer, entiendo yo, como cualquiera, en su contexto, intentando no caer en un enfoque presentista que nos nuble e impida beber de la experiencia de otras.
- las anarquistas no participan en política
Este mito es bastante curioso, ya que por un lado presupone que “la política” sólo se hace desde ciertos órganos de poder, y que lo que hacen los movimientos sociales, populares o las organizaciones político-sociales es, simplemente, otra cosa. Hay muchas maneras de hacer política, desde la creación de instituciones populares propias hasta incidir en cambios legislativos en un marco de democracia representativa convencional. Por poner dos ejemplos fáciles de comprender.
Por otro lado, tiene otra connotación que a mi me resulta bastante “dolorosa”. La connotación casi canónica, que determina qué hacen y qué no hacen las anarquistas.
A lo largo de la historia, hay unos cuantos ejemplos de participación táctica en instituciones copadas por la clase social opuesta (burguesía-capitalistas). Así de memoria, y sin entrar en detalles me vienen a la cabeza Proudhon, Salvochea y Fanelli. Pero sin duda hay muchos más, me consta que en ciertos momentos históricos los anarquistas en algunas localidades colocaban a gente afín en instituciones, cuando no, compañeros destacados que se ponían al servicio de los intereses del movimiento social local para ser usados como cabeza visible en una candidatura a la alcaldía. Y así poder disputar algunas cuestiones a la burguesía en su terreno, o simplemente tener mejores escenarios en su localidad o zona de influencia. No como libertarios, si no como personas destacadas en la sociedad, es decir lideres o personas que infundían respeto, y que se ponían al servicio de ese movimiento en ese complicado equilibrio entre las fuerzas populares y las instituciones de gestión propias de la otra clase social.
Contra el anterior párrafo he escuchado: en aquel momento no era anarquista. Que resume muy bien a lo que me refería con los cánones de las anarquistas. La imposibilidad, o negación, de que pudiese existir una persona-herramienta al servicio de una táctica concreta, inserta en el monstruo institucional, en un momento muy específico, e impulsado por gentes anarquistas se escapa a toda lógica que base sus preceptos casi en exclusiva en principios filosóficos y no en relaciones líquidas y cambiantes de hacer política según el momento. Es decir: imposible, eso no puede ser, eso no es anarquista. Prefiriendo negar a plantear y estudiar experiencias, no para repetirlas de forma mimética, si no para entenderlas y aprender de las mismas.
Y para no caer en ejemplos históricos lejanos, sólo hay que acudir a revisar un poco la revolución de Rojava, tan en boca de muchos círculos anarquistas últimamente. Con su dualidad de democracia directa y popular, compaginada con partidos políticos y elecciones convencionales. Buscando copar todos los espacios políticos posibles: instituciones populares, convencionales y la calle.
Un inciso: no me gustaría que se interpretasen mis palabras como una defensa de esas tácticas institucionales y menosprecio de otras tácticas, o viceversa. Insisto, separar tácticas, herramientas, estrategias, etc de cada contexto es, para mi, crear una cultura política libertaria universal e infalible que me resulta más un refugio frágil y torpe, que una verdadera herramienta de transformación.
- el anarquismo es una filosofía personal
Lo que nos lleva a este mito, la transformación personal, la opción filosófica, o de vida. No voy a ocultar aquí cierto hartazgo cuando me han hecho planteamientos encorsetados en filosofías new age que inundan a los movimientos supuestamente alternativos y de izquierdas; y que alcanzan también, como no podía ser de otra manera, al anarquismo. Vale decir que en los orígenes liberales del pre-anarquismo había bastante de ese componente filosófico, pero hace tiempo que esa búsqueda personal ha pasado de transformadora, gracias a la sociedad de consumo, a unas formas que individualizan de tal manera esa energía potencial en frenos, huidas o refugios. Que en definitiva desactivan la potencialidad que podrían tener en una cultura política social-colectiva de transformación.
Cuando todo se vuelve una filosofía personal o en una manera de estar en el mundo, y no en una herramienta colectiva de transformación; es fácil para la sociedad consumista transformar esa búsqueda en un objeto de consumo más. O en la necesidad de cubrir, mantener satisfecha esa filosofía en necesidades espirituales (vacíos existenciales) típicos de las sociedades de consumo occidental que se alimenta en gran medida de esos vacíos. Llegando a puntos que para mí tienen en algunos aspectos componentes de hobby, fase vital, tribu-urbana, y nada de fuerza transformadora.
- las anarquistas no se deben organizar/colaborar con otras corrientes
Este mito está conectado con el primero, visto que las experiencias en que siempre estuvimos “a punto de ganar” y por causa de las “malas compañías” o “los enemigos” no lo conseguimos. Conclusión definitiva y lapidaria: mejor no juntarse con nadie que no sea anarquista. Esto trae consigo la necesidad de alejarse de cualquier participación en movimientos que no tengan un sesgo ideológico con un marcado ideario finalista de tintes anarquistas.
Por suerte, esta opción es cada vez más minoritaria, o quiero pensar que es así, ya que se ve la auto-encerrona que supone para un supuesto movimiento que intenta transformar la sociedad, y que se aleja, o se aísla de ella, al mismo tiempo.
Otro componente curioso es que se puede entrever cierto punto de sentimiento de inferioridad. Siempre existe el peligro de ser copado o dirigido por otros (de nuevo ese enemigo todo poderoso). Parece que no se plantea ni la más remota posibilidad de que pueda ser al revés, que “los otros” caigan en la permeabilidad de prácticas libertarias.
La necesidad de crear movimientos sociales, pero netamente anarquistas, tiene un punto identitario que nos puede remitir a esa auto-afirmación de tribu, que tiene toda su lógica en fases de resistencia o, en una sociedad de consumo, como vía de escape, y filosofía personal compartida por un grupo. Pero que carece de proyección social por si sola, y en si misma, y mucho menos poder de transformación más allá del circulo grupal de convencidas.
- la asamblea como forma natural y horizontal de relacionarse de las anarquistas. “la asamblea es el espacio de decisión natural de las anarquistas.” todo ha de pasar por la asamblea
NOTA: Para acabar este primer artículo, y no hacerlo más largo de lo que ya es, me quiero detener en el que es mi mito favorito de estos tiempos: la asamblea.
Un compañero me regaló hace tiempo un enlace a un texto de Andrew Flood que me pareció muy inspirador, y que apuntaba alguna cosa que había compartido con algunas compañeras y se basa en el mito de la asamblea. Este mito se ha caído para algunas cuando han vivido un empacho en 2011 de asambleas inoperantes y nada resolutivas. Mezclando debate con toma de decisiones, misturando planteo de líneas estratégicas con decisiones rutinarias, etc.
Por suerte, a algunas se les ha caído ese mito, como decía, y se han planteado que hay que desmitificar las herramientas, y usarlas, que si las conviertes en mito se pueden volver en tu contra. Ser esclava de la herramienta, porque esta se convierte en un referente en si mismo, en lugar de un método de trabajo colectivo. En definitiva, hay que buscar las herramientas para cada momento y situación, por su eficacia, y no por el supuesto halo de horizontalidad que desprenda.
Volviendo al término, asamblea tiene un componente religioso, basta con buscar el término para que te salgan unos cuantos nombres de algunas iglesias, del estilo “asamblea de dios”. Y es que este método de reunión, fue altamente difundido en movimientos antimilitaristas por los quackers y que impregnaron a los movimientos alternativos de los 60′ y 70′, llegando a nuestros días, como por arte de magia, junto a autogestión, como términos que siempre fueron anarquistas. No voy a discutir si la incorporación de nuevos términos es buena o mala, ya que no veo problema alguno, señalo lo curioso de que, a veces la misma “norma” sirva para un término pero no para otro según convenga.
En algunos espacios, si las decisiones, por nimias que sean, si no pasan por la asamblea se convierten en una suerte de alta traición. Pivotando la asamblea entre una reunión de grupo, una toma de decisiones, una terapia colectiva, o un elemento socializador del mismo grupo. Todo mezclado. Haciendo que un grupo, en una búsqueda natural de equilibrio tienda a su auto-afirmación, o encierro en si mismo. Y aparezcan todo tipo de jerarquías informales que se encargan de mantener, de forma consciente, o no, ese equilibrio. O la búsqueda del mismo. Hay literatura feminista muy interesante en este aspecto y que te invito a buscar.
La asamblea como método de decisiones no está reñido con el voto a mano alzada, un sub-mito dentro de éste. Son maneras de desbloquear tomas de decisiones, ni más ni menos. La búsqueda del consenso no puede ser un dogma, porque puede convertir al grupo en prisionero de falsos consensos: por agotamiento, por mantener el equilibrio del grupo, etc. Hay que aprender a ganar, perder, experimentar y replantear las decisiones pasado un periodo determinado, y no en cada asamblea. Volver al método científico básico y abandonar la mística.
Y es que, para un desarrollo eficaz de reuniones considero que tener una visión de conjunto, del bien común, es primordial, pero tener unos objetivos claros, no sólo las finalidades últimas siempre bañadas de tintes ideológicos/filosóficos, si no de las tareas y objetivos marcados para cada periodo; es esencial. Al igual que huir de la fiscalización constante a las personas que se encargan de tareas, dando un voto de confianza que se sopesa con los resultados al finalizar dicho periodo establecido, y en la posible revocación en cualquier momento de las personas encargadas. Porque si no, estamos estableciendo un ambiente de desconfianza constante y permanente que poco tiene de transformador, y si de tribal.
Por último, a esa gente que me he topado a lo largo de estos años y que denomino “guardianes” de la supuesta “tradición” anarquista les invitaría a dar un repaso a actas de reuniones de hace unos cuantos años. Así mismo, a las fanáticas de “lo nuevo” les diría que lo nuevo no es “bueno” ni eficaz persé. La humanidad ha transformado su entorno, para bien o para mal, a base de experimentar.
Una herramienta, o conjunto de herramientas, para la transformación social, como considero que debería de ser el anarquismo, no puede quedar secuestrado por metodologías que lo desactivan en toda su potencialidad o lo convierten en esclavo de la sacralización de términos, dogmas o prácticas supuestamente democráticas, antiautoritarias o como se las quiera denominar.
(Continuaré con más mitos…) |
Mira també:
http://www.regeneracionlibertaria.org/los-mitos-y-las-experiencias-i |
This work is in the public domain |
Comentaris
Re: Los mitos y las experiencias (I)
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per @'s |
10 jun 2015
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Sobre la "moda" de crear falsos mitos que se puedan desmitificar.
Gracias por compartir tus opiniones y por plantear esa falsa polémica sobre “el mito” o “la experiencia”, que a mi modo de ver, podría plantearse en términos más comprensibles de otra antigua y falsa polémica: “teoría” versus “práctica”.
Sí, teoría porque en la mayoría de los casos, erróneamente se entiende por teoría aquello alejado de la práctica y por tanto, tan idealizado como “el mito” y “práctica”, porque continuamente se le asocia “experiencia” cuando no siempre es así, la experiencia es bastante más que una práctica, pues para explicarla necesita de cierta teorización y de una interiorización que muchas prácticas no tienen, como las que son puro “hacer por hacer”.
A partir de ahí, podemos desmontar parte del intento de desmontaje de esos mitos.
- “si fracasó algo fue porque “los otros” hicieron…”
Efectivamente, en parte ha sido siempre así. Los fracasos no vienen sólo por las prácticas fallidas, sino también por las resistencias con las que nos encontramos y que en muchas ocasiones, no llegamos a dimensionar porque no hacemos una reflexión poniéndonos por un breve instante en el lugar del poder, para estar preparadas.
En el caso del 36, negar o no considerar la contrarevolución de burgueses y comunistas autoritarios, aliados incondicionalmente a la República, es negar y transformar la historia, es decir hacer un revisionismo que no contempla los intereses de las oligarquías y sitúa el fracaso en el pueblo y las clases revolucionarias.
En el caso de Kronstad y de tantas otras revoluciones traicionadas, sucede lo mismo y mientras no se reconozcan esas traiciones y se olviden, tenemos todas las probabilidades de repetir esos “fracasados” procesos.
No creo que el reconocimiento de esa traición se plantee desde el punto de vista de la infalibilidad. La anarquía tiene los defectos de la imposibilidad de su praxis, pues apenas la liberación de espacios permite desarrollar prácticas y experiencias de las que aprender, incorporar o rechazar. En mi opinión se podría decir que hay cosas que indudablemente no funcionan, pero no sabemos cuales son las adecuadas, entre otras cosas porque cada grupo humano es diferente y sólo ellxs pueden decidir sobre sus deseos. Lo que para unxs puede funcionar, para otrxs no tiene que ser así…, y por tanto, toda experiencia es eso, la experiencia de un grupo concreto a tener en cuanta, pero no una verdad.
- “las anarquistas no participan en política”
En mi opinión ese es un error de interpretación. “las anarquistas no participan en política…” parlamentaria, pero casi todo en nuestra vida está condicionado por nuestro sistema de relaciones y eso tiene una conexión muy directa con la política. Cuando entre anarquistas se dice que “no hacen política”, es preciso conocer desde dónde hablan y tener un mínimo de complicidad con sus palabras para entender que se refieren a la “política parlamentaria” o a la “política del poder”. Hablas de otras cuestiones, es adentrarse en un terreno más de la especulación que de la realidad. Ahora bien, alguien podría argumentar que hay “anarquistas” que han apoyado propuestas políticas parlamentarias o han formado parte de ellas. Por ejemplo Federica, Abad de Santillana, Pestaña, etc…, antaño, y actualmente en algunas plataformas políticas con representación parlamentaria.
Por una parte se tendría que reconocer de una manera más abierta y generalizada que aquella participación en las instituciones del 36, tuvo un contexto que no es el de ahora y que además se ha valorado, por muchxs anarquistas, como un error histórico. Por otro lado, las actuales derivas institucionales de algunas personas que se consideran anarquistas, son en su mayor parte, decisiones personales que no implican a la anarquía, ni al resto de anarquistas, y eso me lleva a conectarlo con el siguiente falso mito…
- “el anarquismo es una filosofía personal”
El anarquismo es una práctica de vida, pero nunca exclusivamente personal, pues no se puede disociar de lo colectivo y es hacia ahí, lo colectivo, hacia donde se deben de dirigir las prácticas más personales, de la misma manera que lo colectivo, debe de reconocer lo individual. En ese sentido, se crea otra falsa polémica que, de la misma manera que se enfrenta teoría y práctica, aquí se confronta lo individual y lo colectivo, entendiendo que la individualidad no es lo mismo que el individualismo. Tal vez ese sea el origen de la confusión, concebir las individualidades como el individualismo tan característico del capitalismo y de donde es muy probable que surjan todas esos planteamientos “esotéricos” y más propios de la new age que nos inundan con el totalitarismo de “lo positivo”.
En mi opinión no hay búsqueda personal sino no está conectada con la búsqueda colectiva y viceversa.Casi todo lo demás, son adaptaciones de filosofías que sitúan su origen en Oriente, pero que han sido elaboradas y adaptadas para ser otro instrumento más de control en Occidente, y proponernos un modo de vida “alternativo” que reconforte nuestro atormentado “espíritu”, evitando toda confrontación porque a todo malestar hay que buscarle la oportunidad del cambio, o sus aspectos positivos. Y a eso le llaman crecimiento personal, madurez, estado de conciencia, etc.
- “las anarquistas no se deben organizar/colaborar con otras corrientes”
Este es otro mito sin sentido, no tanto por su falsedad como por su manera de plantearlo. No hay “leyes anarquistas” que prohiban organizarse o colaborar con grupos u organizaciones de otras formas de pensamiento. De hecho lxs anarquistas han participado activamente en espacios muy heterogéneos. Es muy probable que este falso mito surja de la negativa de lxs anarquistas a implicarse en propuestas institucionales, y esa es una negativa que tiene que ver con la coherencia y con la experiencia de prácticas anarquistas que han visto como su lucha, ha intentado ser recuperada por las instituciones o por otras fuerza políticas.
Aquí voy a recordar como desde las instituciones se ha hablado mucho de la histórica Barcelona anarquista en museos, salas de arte, universidades, centros cívicos y otros organismos dependientes de alguna institución, al tiempo que se persigue a lxs anarquistas actuales como si no tuvieran ninguna conexión histórica o como si fueran otra “cosa” (terroristas). También está la apropiación de la revolución del 36, por grupos políticos que en algunos casos hasta fueron contrarevolucionarios. Hasta el PSOE, por citar uno de los partidos políticos que lo hicieron, en algún momento de su andadura democrática reivindicaron su “esencia libertaria”, lo mismo que las CUP, eso sin mencionar todas las organizaciones políticas, sindicales y asociaciones, con aspiraciones o relaciones con el poder, que a partir del 15M se han reivindicado como “asamblearias”, “horizontales”, “autogestionarios”, etc.
No es que exista “cierto sentimiento de inferioridad” a ser manipuladxs o dirigidxs, es que esa es casi siempre una realidad cuando se entra en ese tipo de relaciones con organizaciones que aspiran al poder y no a la revolución social.
- “la asamblea como forma natural y horizontal de relacionarse de las anarquistas”
Esto más que un mito, es una falsedad. No hay formas naturales y formas artificiales, con independencia de lo inoperantes que sean. Es una falsa dicotomía que se crea al introducir el adjetivo "natural", y así se pretende asociar al mito de "lo natural".
Además no hay que olvidar que la asamblea en sí no es inoperante, son las personas que la componen quienes la hacen inoperante y por tanto, esas personas, adopten la forma de decisión que adopten, seguirán siendo inoperantes. En las asambleas hay que ser y estar consciente y saber hacer un uso adecuado de la palabra, no acaparar el tiempo de lxs demás, centrarse en lo que se dice y se habla, darse cuenta de cuales son las cuestiones que tienen una prioridad y cuales pueden esperar o no serán necesarias si se resuelven otras… En definitiva, la asamblea no es lo que pensamos que es, un lugar en el que ir a soltar nuestros malestares o resentimientos, ni el espacio para nuestras luchas de poder. Sí, luchas de poder he dicho, porque por mucho que nos llamemos anarquistas, luego deseamos el poder de algo, incluso de algo ridículo.
El mito no está tanto en la asamblea, sino en las personas que la conforman cuando nos decimos anarquistas y pensamos que sólo por ello, nuestras actuaciones o pensamientos ya lo son, y que no generan opresión.
La asamblea puede ser ese espacio para encontrar el método de trabajo colectivo y a quienes prescinden de ella, también se les podrían sumar algunos mitos más. Por ejemplo, el mito de la “pérdida del tiempo”, dando un valor al tiempo como podría hacer el capitalismo. El mito de la “improductividad”, dando valor a la productividad en vez de al reconocimiento mutuo de quienes forman la asamblea, con sus capacidades y posibilidades.
¿Por qué reivindicar la autogestión y no la asamblea, si ambas son prácticas anarquistas…? A esto podría inventar el falso mito de la “aversión a la asamblea”. La comparación con órdenes religiosas, apunta a un prejuicio asambleario. ¿Tal vez te parezca mejor organizarse por internet?.
Lo que realmente es un mito es que todas las decisiones tengan que pasar por la asamblea. Un mito o bien denota una falta de práctica asamblearia impresionante, pues la asamblea también sirve para informar de cuestiones que no han pasado por asamblea, pero en las que hay la suficiente confianza como para asumirlas sin necesidad de que todo el mundo se pronuncie. Por ejemplo, apoyar la lucha por la libertad de una compañerx anarquista…
Cuando todo, completamente todo tiene que pasar por la asamblea, hay por lo menos algo que denota cierta desconfianza en lxs demás. Cuando la asamblea no es el espacio para expresar en lo que no se está de acuerdo, o para opinar de manera diferente al resto, eso denota también ciertas rivalidades, prejuicios o luchas de poder entre algunas personas de ese espacio.
Las asambleas no son espacios para votar, sino para opinar y apoyar propuestas. Para votar ya están las urnas, pues en la asamblea se decide por consenso, no por mayoría, y cuando se vota y se decide por mayorías, eso no es una asamblea, sino la reproducción de otro parlamento. El consenso en un colectivo no es un dogma, es una necesidad, y puede darse consenso incluso no compartiendo lo propuesto. Tampoco se excluye la opinión minoritaria mientras esta no vaya en contra de la consensuada.
Plantear algunos de los falsos mitos como los aquí expuestos acerca de la asamblea, de nota un profundo desconocimiento asambleario y por tanto no es extraño que haya personas que se quemen o se decepcionen. Se habla de asamblea señalando prácticas que no son asamblearias, como por ejemplo “la mística”.
Cuando se habla de “revocaciones de personas encargadas”, como si fueran cargos ejecutivos, no se está hablando en el sentido libertario, sino de una estructura donde se dan pautas de jerarquización.
Las asambleas no son más que el reflejo de nuestras limitaciones, conflictos, incoherencias y limitaciones y creerse que el problema exclusivamente está en otro lugar que nada tiene que ver con nosotrxs, es una visión sesgada. Todxs nos creemos que tenemos una “mejor visión” o “solución” y las “prácticas correctas” y eso es cualquier cosa menos anarquista.
Las experiencias personales son importantes cuando se encuentra el espacio asambleario donde debatirlas con quienes se quiere iniciar un proyecto. Hacer un “brindis al sol”, lanzándolas por internet, podrá tener muy “buenas intenciones”, pero es del todo inútil, si detrás no hay la intención de encontrar las personas para ponerlas en práctica en algún proyecto.
Como conclusión añadiría que lo expuesto como mitos, no son más que limitaciones personales de prácticas y experiencias. Todxs decimos, tanto “guardianes” como “fanaticxs de lo nuevo”, o “moderadorxs”, que lxs demás están “equivocadxs”, que tienen “visiones” limitadas, esencialistas, reformistas, y somos incapaces de verlo como un todo y que cada cual tiene que encontrar sus maneras y a las personas con las que organizarse, y que unas formas no son, ni mejor, ni más originales o auténticas que las otras. Negar a las demás, es también decir que las que valen son las mías, pues tengo el conocimiento y la experiencia suficiente como para negar las otras. Y así nos va, que en vez de reconocer prácticas diferentes, confrontamos falsas esencias. ¿Por qué tengo que organizarme con partidos políticos, si no quiero hacer ese camino? ¿Porque a alguien le parezca que mi decisión está equivocada porque tengo una “visión limitada”? En este ejemplo, la limitación no estaría en la persona que se niega a hacer ese camino, sus motivos tendrá seguramente, no tenemos que pensar que lo hace por estética o porque sí. En todo caso, la limitación está en la incapacidad para reconocer que haya personas que ya han pasado por una experiencia que no desean repetir, o que consideran que la asamblea es el espacio que se debe de llenar, no sólo de propuestas de trabajo, sino también de propuestas de discusión, diálogo, cuidados y escucha.
Si intentamos pensar cuales han sido los cuidados que hemos tenido en nuestras experiencias asamblearias, seguramente la respuesta será “muy pocos” o “ninguno”. ¿Cómo se construye la confianza? ¿En cuantas asambleas hemos abordado esta cuestión? ¿Hemos expresado la disponibilidad de nuestro compromiso, o nos hemos quejado de las ausencias de las demás? ¿Qué hemos hecho cuando varias personas han dejado de venir a la asamblea, sin que den explicación alguna? Estos y muchos otros interrogantes suelen ser grandes ausentes en nuestras prácticas asamblearias en las que concebimos la asamblea, sólo como espacio de trabajo. Y es mucho más que eso.
Para mi, la asamblea no es un mito, es un espacio de relaciones colectivas que tienen unas finalidades, pero que la realización de estas, no determina exclusivamente el éxito o el fracaso, porque lo más importante no es el destino, sino el camino que se hace. |
Re: Los mitos y las experiencias (I)
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per wtf |
11 jun 2015
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la asamblea un espacio de relaciones colectivas? es deliberativa o se toman decisiones pero meterlo en el saco "simple" de relaciones es ponerlo a la altura de un club.
Pues si el destino no importa vas a ir dando vueltas y giros inesperados que seran los que te provoca el entorno y la improvisación de cada momento del camino. |
Re: Los mitos y las experiencias (I)
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per @'s |
12 jun 2015
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Sí, la asamblea también es un espacio para las relaciones colectivas. La toma de decisiones también forma parte del amplio repertorio de relaciones entre personas. Pero la asamblea no se forma para tomar exclusivamente decisiones y el debate, y como se desarrolla este, tiene que ver con esas formas diferentes de relacionarnos, pues la característica fundamental de todo grupo, es la interacción.
La asamblea es además un espacio de construcción colectiva, y si es construcción y es colectiva, se da la relación.
No es que el destino no importe, sino que no debería de ser lo más importante. Es como el camino hacia la utopía, que es inalcanzable como el horizonte, pues cuando caminas dos pasos, se aleja dos pasos más. Cuando la utopía se alcanza o el horizonte se alcanza, es porque ya no es ni utopía ni horizonte, pero sí que hay todo un recorrido hasta llegar allá, y los medios importan.
Cuando me imaginas "dando vueltas" y "giros inesperados", olvidas que hay algo que nos mueve, que tenemos memoria para no repetir caminos ya andados y que quien "tropieza siempre con la misma piedra",puede ser o bien porque ha elegido ese camino de tropiezos, pues todos tienen piedras, o que no puede reconocer, ni identificar los referentes por los que ya ha pasado. Es decir, se puede estar harto de los partidos y tener como objetivo cambiar las cosas, pero acudir a votar cada vez que hay elecciones y justificar su acto de mil maneras sin reconocer que ese sistema es el "eterno" responsable de que esas cosas nos lleven siempre hacia el mismo lugar. Es una cuestión de conciencia y consciencia. Ah!, y la improvisación es más que necesaria, pues no nacemos con todo el conocimiento y, aparte de las intuiciones, es el reconocimiento de la experiencia lo que nos puede ayudar a romper ese circuito viciado. |
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